Zhoumi interceptó a Leeteuk y a Kangin
fuera de sus habitaciones. Los hombres caminaron unos cuantos metros por el
corredor para que Leeteuk no pudiera oírlos. Su secretismo lo molestaba, así
que utilizó el poder de Kangin para espiar.
Canalizó el poder a sus oídos, de la
misma manera que lo hacía con sus ojos para mejorar su vista. Cuando un pico de
sonido golpeó en sus tímpanos, casi se quedó sin aliento. Bajó el volumen hasta que el
latir de sus corazones y el aire moviéndose
entrado y saliendo en sus pulmones no
ahogó su conversación.
Zhoumi entregó a Kangin el aparato
monitor/GPS de sangre que había utilizado para rastrear a los Sasaengs antes y
un pequeño frasco de plata.
—Sólo hay suficiente sangre aquí para
un uso, así que deberás encontrar el nido esta noche.
Kangin apretó la mandíbula con
determinación.
—Tendré un helicóptero listo en caso
de que el nido esté demasiado lejos para conducir.
—No creo que lo esté. Todos mis datos
de puntos de reunión de Sasaengs están en un radio de ciento sesenta
kilómetros de aquí. Creo que se están acercando, tal vez preparándose para un
ataque masivo al recinto.
Kangin soltó una maldición en voz
baja, pero Leeteuk la oyó claramente. También pudo oír el repentino pico de rabia de
su sangre a través del cuerpo, lo que fue realmente extraño.
—¿Lo sabe ya Shindong?
—Sí —dijo Zhoumi —. Ha estado llamando
a todos los Suju disponibles sólo por si acaso.
—¿Quieres quedarte aquí, también, o
puedo convencerte para que vengas con nosotros esta noche? A Leeteuk y a mí
nos vendría bien tu ayuda.
—Pensé que Changmin no quería que
llevaran a tu señor fuera.
—No quiere, pero no tenemos muchas
opciones. Tenemos que traer la espada de Kang de vuelta.
—Entonces dejemos a alguien más ir.
Vosotros dos quedaos aquí, sanos y salvos.
Kangin miró por encima del hombro a Leeteuk,
que intentaba parecer como si no estuviera escuchando. Al parecer, su
truco funcionó.
—No puedo hacer eso —susurró Kangin.
—¿Por qué infiernos no? —Exigió Zhoumi.
—Porque Sunny me dijo que si Leeteuk no
encontraba la espada de Kang, moriría en pocos días. No puedo dejar que eso
suceda.
¡Santa mierda! Leeteuk no quería oír
eso. Una sensación de malestar se deslizó alrededor de su vientre, pero era
demasiado tarde para dar marcha atrás ahora. Tenía que seguir escuchando.
Zhoumi pasó una mano por su pelo
oscuro, y su marcada cara se oscureció con la ira.
—Bueno, mierda. Eso es justo lo que
necesitamos. Más profecías de la niña espeluznante para confundir las cosas.
—Dímelo a mí. Me está matando intentar
lidiar con mi necesidad de mantener a Leeteuk seguro y la necesidad de hacer
mi trabajo, nuestro trabajo. Las cosas eran mucho más simples cuando sólo tenía
que preocuparme por mí mismo.
—No busques simpatía aquí, amigo.
Encontraste a tu señor. El resto de nosotros todavía está sufriendo, así que ve a
llorarle a alguien más.
—Lo siento. No debería quejarme —Kangin
se frotó una mano por la nuca—. Creo que Leeteuk no es la única pareja.
Tiene que haber más parejas como él por ahí. Tal vez incluso ese camarero de
Kyuhyun sea la siguiente.
—Ya he comenzado a buscar a Sungmin y
a otras. Debería ser capaz de buscar mucho más fácilmente si tuviera una
muestra de sangre de Leeteuk para analizar.
Sintió un súbito aumento de
indignación salir disparado de Kangin.
—Después de lo que Hyungsik le hizo…
no me pidas eso, por favor.
Leeteuk estaba empezando a pensar que
lo que quiera que Hyungsik le había hecho cuando había usado su sangre para
salvar a Kangin tenía más significado del que sabía. Iba a tener que
preguntarle a Kangin sobre eso tan pronto como tuvieran un momento a solas. Tan
pronto como hubiera pasado suficiente tiempo para que no se diera cuenta que le
había estado escuchando.
—Podría preguntarle a Hyungsik, si eso
te hace sentir mejor —dijo Zhoumi — Estará feliz de tener una excusa para tomar
más de su sangre.
—¡Maldita sea! ¡No te atrevas! Si le
veo cerca de él voy a tener que matarlo — Kangin hizo una mueca de dolor cuando
dijo las palabras—. Juro que encontraré la manera, y eso destruirá la poca paz
que hay entre nosotros. No podemos permitirnos una guerra en tres frentes. Dos
es bastante malo.
Zhoumi extendió sus amplias manos con
cicatrices en un gesto conciliador.
—Calma, hombre. No tenía intención de
pulsar tu botón de psicópata. Sólo es un poco de sangre.
—No, es sangre de Leeteuk. Hay una
gran diferencia —dijo Kangin.
—Bien. Considera el tema abandonado.
¿Cuándo os iréis?
—En unas pocas horas. Si quieres venir
a cazar con nosotros, reúnete en mis habitaciones después del almuerzo,
digamos a las dos en punto.
—Veré qué puedo hacer. Shindong me
tiene bastante ocupado rastreando esos nidos, pero sería bueno salir y
golpear unos cuantos tipos malos durante un rato. No quiero oxidarme.
—Oxidado —resopló Kangin — Si
estuvieras oxidado, te dejaría tras un escritorio, no te pediría que vinieras a ayudarme
a proteger a mi señor.
—No me hagas sonrojar, imbécil.
Kangin sonrió cuando los hombres se
separaron y Leeteuk encontró el paisaje impreso en la pared súbitamente
intrigante. La mano de Kangin se deslizó a lo largo de su espalda.
—Vamos a descansar un poco. Va a ser
una noche larga.
—Preferiría practicar —le dijo.
—Tus ojos todavía están rojos y no
quiero que te canses. Esta noche es la forma real.
El temor le apretó el estómago. No
estaba listo.
Kangin lo tomó en sus brazos.
—Va a estar bien. Tú y yo vamos a
patear algunos culos Sasaengs esta noche y encontrar la espada de Kang.
Leeteuk deslizó un dedo bajo la
luceria.
—¿Y esto se desprenderá?
Kangin se puso rígido contra él y
apretó su abrazo.
—Sí.
—¿Qué pasará después? —Le preguntó.
—Eso depende de ti.
Leeteuk se sentía perdido y asustado.
No tenía ni idea de qué hacer, ni idea de qué le pasaría a Kangin después de esta
noche.
—¿Qué pasa si no vivo a pesar de esto?
—Lo harás —dijo él, su tono duro como
la piedra, determinado.
—Pero, ¿qué pasa si no? Los dos
sabemos que es una posibilidad.
—No voy a dejarte morir —gruñó Kangin.
—Por favor. Sólo dime qué pasará si lo
hago. Necesito saber que estarás a salvo.
Kangin inspiró un profundo aliento que
hizo que su pecho se expandiera contra el suyo. Le encantaba la sensación de
su cuerpo contra el suyo, tan fuerte, duro y caliente.
—Mientras que los colores de la
luceria se muevan, regresaré donde estaba antes de conocerte, al dolor. Sólo quedarían
unas pocas hojas.
Leeteuk levantó la mano de él y miró
el anillo. Tenía que mirar mucho para ver cualquier movimiento de todos los
colores, el anillo era casi completamente rojo sólido, con un único toque de
naranja girando alrededor.
—Casi no tenemos tiempo.
—Sí —no sonaba disgustado por ese
concepto.
—¿Qué pasa si muero después de que los
colores se detengan?
—No necesitas preocuparte por eso —le
dijo con una voz suave.
—Me voy a preocupar más si no lo sé.
Kangin suspiró.
—Cuando la luceria haya elegido tu
color final, entonces la conexión entre nosotros será permanente.
—¿Qué significa eso? ¿Exactamente?
De nuevo, su voz era baja y suave.
—Eso significa que si mueres, es casi
seguro que yo también lo haré.
—¡Eso es estúpido! —Se enfureció Leeteuk,
apartándose de él y tirando del collar, que de repente sentía como un nudo
corredizo—. Haz que se detenga.
Kangin unió sus manos a las de él y le
impidió quitarse el objeto.
—No puedo. Tampoco puedes tú. Esa es
la forma en que funciona.
—Entonces tienes que quitármelo
—sintió como comenzaba a tener pánico e intentó aferrarse a su control.
—La única manera de hacerlo es
encontrar la espada de Kang —sus ojos marrones brillaron con fragmentos de
oro por la determinación—. Pero tengo que ser claro, Leeteuk. No quiero que te
lo quites. Nunca.
—¡Pero voy a morir, tonto! Viste la
visión. Incluso Sunny dijo que iba a pasar.
A menos que Leeteuk eligiera otra
muerte primero.
¡Maldita sea! Ahora tenía que actuar
rápido. Su visión iba a pasar en cuestión de días, de acuerdo a Sunny. Kangin estaba
casi sin tiempo y no podía llevárselo con él. No sería la causa de su muerte
también.
Kangin le tomó el rostro y deslizó el
pulgar por su mejilla. Leeteuk cerró los ojos contra la necesidad de apoyarse en él
para recibir soporte.
—No te preocupes sobre lo que dijo Sunny.
Cree en que las cosas funcionarán. Confía en mí para protegerte.
Pero, ¿quién le protegería a él?
Sunny tenía razón. La ventana de
oportunidades de Leeteuk era estrecha. Tenía que actuar ahora, y luchar con Kangin no
iba a hacer más fácil su escapada. Necesitaba calmarle haciéndole creer que iría con
él. Era tonto al pensar que estaría dispuesto a tomar tal descuidada decisión con la
vida de él.
—Confío en ti —dijo.
Y lo hacía. Confiaba en él para hacer
exactamente lo que Boom había hecho y dar su vida para salvarle. No podía
dejar que eso pasara.
Era la hora de Leeteuk, pero no tenía
que ser la de Kangin. Iría tras la espada de Kang y la liberaría, pero tenía que
ser esa noche y no podía dejar que Kangin viniera con él. Sunny dijo que si iban al
combate sin fuego él moriría. Tenía que encontrar un modo de mantenerle aquí.
Tenía que encontrar una manera de darle un futuro.
Kangin había dicho que creía que había
otras parejas como él por ahí y tenía que creerlo, también. Quería darle una
oportunidad de encontrar a alguien que no se asustara del fuego, que no estuviera
destinado a morir tan joven. Todavía podía ser feliz y eso era lo que quería para él
más que nada. Había pasado su vida sacrificándose para que otros pudieran ser
felices y era el momento de que consiguiera algo a cambio.
Leeteuk respiró hondo y se obligó a
calmarse. Puso una fuerte mordaza en su conexión así él no podría ver sus
planes. Su camino estaba claro. Sabía exactamente qué tenía que hacer.
Leeteuk se puso de puntillas y le
besó. La boca de él se abrió bajo la suya y deslizó la lengua en su interior para
saborearlo. Sólo un sorbo más.
Kangin gruñó, tomándole las caderas
con las manos, y empujándola contra él. Podía sentir su necesidad calentando
el aire a su alrededor. En el espacio de unos pocos segundos, el beso había pasado
de ser un medio de distracción para comenzar a ser algo hambriento y exigente.
Le encantaba la forma en la que Kangin
rodaba fuera de control sólo con un beso suyo. Le hacía sentir poderoso y deseado.
La potente combinación le fue directa a la cabeza y apartó toda la oscuridad.
Le inclinó la cabeza atrás,
manteniéndola en su lugar mientras su boca saqueaba la de él. Su húmeda lengua
imitaba el empuje de su erección dentro de él, haciendo a su cuerpo volverse
líquido y caliente.
Ese hombre le robaba toda la cordura y
hacía que le encantara. Le escaldaba la piel con sus toques y le fundía los
huesos con sus besos hasta que no quedaba nada excepto hambre y calor. Estaba
ardiendo vivo con la necesidad de él y no le importaba. Esto era lo que quería,
lo que anhelaba. Kangin hacía al mundo desaparecer hasta que no quedaba nada
excepto ellos dos y el placer que arrancaba de su cuerpo.
—Necesito estar dentro —dijo Kangin contra
su boca.
Sí. Dentro. Caliente, fuerte y grueso,
justo donde necesitaba que estuviera. Las manos de Leeteuk fueron al botón de
sus vaqueros, desesperado por sacarlos.
—No en el pasillo, amor —gruñó Kangin con
la voz áspera por la lujuria.
Su cuerpo se apoyó contra el de él y
un momento después, la puerta de su habitación se abrió ampliamente. Kangin lo
metió dentro, medio cargándolo. Lanzó las llaves y las cosas que Zhoumi le
había dado sobre la mesa y le miró con pasión desnuda brillándole en los ojos.
Leetuk sabía que la misma mirada
estaba en sus ojos también. Le necesitaba. Le necesitaba con una ferocidad que lo
asustaba.
—Te quiero desnudo —le dijo con una
voz que no sonaba nada como la suya. Era densa y ronca y las palabras salieron
en cortas y agudas órdenes.
Los ojos de Kangin se estrecharon
durante un momento como si fuera a preguntarle algo, pero Leeteuk se
había despojado de su camiseta, y lo que quiera que hubiera estado listo para
preguntarle se evaporó en el calor de su mirada contra su pecho desnudo.
—Tan bonito.
Llegó hasta él, pero Leeteuk dio un
paso atrás.
—Desnudo —ordenó—. Ahora.
La mandíbula de Kangin se apretó y sus
mejillas se oscurecieron, pero obedeció. El cinturón de la espada salió en primer
lugar, invisible hasta que golpeó el suelo. Después se giró, tomó su camiseta en
un puñado, y se la quitó por encima de la cabeza.
Leeteuk se quitó los zapatos de una
patada y se deslizó fuera de los vaqueros y la ropa interior mientras miraba a Kangin
hacer lo mismo. Sus ojos nunca lo dejaron, tomando cada nueva franja de piel
desnuda como si fuera una revelación. Cuando estuvieron ambos desnudos, llegó hasta
él con las manos temblorosas.
Leeteuk dio un paso fuera de su
alcance, sabiendo que tan pronto como lo tocara, estaría perdido, incapaz de pensar con
claridad. Quería mirarle, disfrutar de la masculina belleza de su cuerpo y
apreciar el modo en que la luz jugaba a través de los músculos de su pecho y
sus brazos. El modo en que las hojas de su marca de vida se balanceaban con una
brisa exterior. La manera en que su erección se contraía de anticipación por
llenarlo. Era hermoso, fuerte y suyo.
Las manos de Kangin eran puños a los
lados mientras esperaba que le mirara por completo. El conjunto de su mandíbula
y su respiración acelerada le decía lo impaciente que estaba y que no podía
hacerle esperar más. Leeteuk no podía esperar más.
Se apretó contra su pecho, haciéndole
sentir sus duros pezones deslizándose por sus costillas. Le pasó los dedos por
su pelo oscuro y presionó besos húmedos a lo largo de las ramas de su tatuaje. Kangin
tomó aliento y las hojas se estremecieron bajo sus labios. Podía sentirlas
moverse, oler el fresco aroma de bosque en su piel.
Kangin dejó escapar un tembloroso
suspiro y sus manos se deslizaron por su espalda. Una le agarró el trasero y la
otra le acarició la cabeza.
—Dame tu boca —dijo.
Leeteuk sintió el áspero retumbar de
su voz vibrar contra sus labios y le hizo sonreír. Podía sentirle
conteniéndose, intentando mantener el control, y no quería eso. Quería que se
dejara ir y le diera todo de sí. No quería que se contuviera nada. Sin restricciones.
Una sonrisa de sirena curvó su boca
mientras besaba un camino por su pecho. Se arrodilló ante él y sus manos se
deslizaron sobre la suave piel de su erección en una lenta caricia.
Kangin tomó aliento y sus dedos se
cerraron en su cabello. Miró hacia abajo y los fragmentos de oro de sus ojos
brillaban templados por la lujuria. Su cuerpo temblaba mientras luchaba
por mantener el control y una fina capa de sudor hizo brillar su piel.
Leeteuk le sostuvo la mirada mientras
le tomaba en la boca. Kangin dejó escapar un irregular sonido, con los ojos en
blanco y sus manos apretaron su pelo.
La emoción lo recorrió mientras le
miraba y sentía lo que podía hacer a un hombre tan fuerte. Le amaba con los
dedos y la boca y eso lo puso de rodillas.
Kangin estaba jadeando y sus manos se
movían con incertidumbre contra su pelo como si no pudiera decidir si tirar de
él más cerca o apartarlo. Le sintió reunir su voluntad, sintió un pulso caliente de
determinación fluir a través de su vínculo, y un momento después, se apartó y se tendió
en la suave alfombra del suelo de la sala.
Su cuerpo caliente cayó encima suyo,
sujetando sus piernas abiertas. Su piel chisporroteó cuando su mano se deslizó
por sus costillas para sostener su pecho, y con algo cercano a un gruñido,
pellizcó la piel justo por encima de la luceria. Chispas de placer se
dispararon por sus miembros y se reunieron entre sus piernas, dejándolo dolorido
y vacío. Deseaba que le llenara y alejara ese vacío, una y otra vez, hasta que no
pudiera olvidar la sensación de tenerlo dentro.
—Todavía no —murmuró él contra su
sensible piel.
Su mano se deslizó por su vientre,
dejando un rastro de escalofríos de calor a su paso. Se arqueó contra él y agarró sus
caderas en un esfuerzo de acercarle, pero no pudo manejar su peso. Los dedos de Kangin
recorrieron su erección, mientras le penetraba.
Leeteuk dejó escapar un suspiro de
placer. Sus dedos eran y hábiles y lo llevaron al borde del clímax en segundos,
Kangin sabía exactamente cómo le gustaba ser. Sólo esperaba que la traición le
hiciera más fácil seguir con su vida después de que se hubiera ido.
Leeteuk hizo un trabajo rápido
lavándose y vistiéndose. En dos minutos, salió por la puerta con el vial de sangre, el
localizador de Saesang, y las llaves de la camioneta en la mano.
Un profundo golpeteo despertó a Kangin
de un profundo y vacío sueño. Abrió los nublados ojos, reconociendo los
alrededores como su habitación, pero la familiaridad hizo poco para librarlo de
la pesada sensación de confusión y miedo. Algo no iba bien, pero no podía
descubrir qué era.
El golpeteo sonó otra vez, más alto
esta vez.
—¡Con un infierno, abre, Kangin!
Esa era la voz de Zhoumi, seguido de
cerca por la de Kyuhyun.
—Muévete. Echaré la maldita cosa
abajo.
—Ya voy. —Respondió. La voz era ronca,
temblorosa, pero lo bastante alta para que lo oyeran.
Se puso de pie y tuvo que apoyarse
contra la pared para sostenerse. Se sentía borracho, drogado, o algo. No estaba
seguro, pero no era ciertamente la manera en que se sentiría después de hacer
el amor con Leeteuk.
Leeteuk.
La respiración se le congeló en los
pulmones. Dios no. No podía haberse marchado. Tenía que estar equivocado acerca
de lo que le había visto planeando hacer. No podía ser tan estúpido para pensar
que podría ir solo tras la espada de Kang.
Intentó alcanzarlo, pero no podía
sentir su presencia en las inmediaciones. Todo lo que podía sentir era una
desesperada necesidad de cerrar los ojos y dormir.
Una sensación de urgencia hizo a un
lado algo de su atontamiento, pero los movimientos eran todavía torpes. Abrió
la puerta de golpe, sin importarle el estar desnudo y temblando como un potro
recién nacido. Kyuhyun y Zhoumi advirtieron su condición física en un rápido
vistazo y cada uno lo agarró de un brazo y lo ayudaron a ir hacia el sofá. Lo
cual era una buena cosa, porque no estaba seguro de que pudiera haber cruzado
la habitación por sí mismo.
—¿Dónde está Leeteuk? —Les preguntó
cuando sus amigos lo sentaron en el sofá—. Decidme que no ha atravesado las
puertas.
La cara de Zhoumi se oscureció con
rabia, la multitud de pequeñas cicatrices sobre la piel destacaban en pálido
contraste.
—Lo siento, Kangin. Estaba en una
reunión con Shindong cuando se marchó. Uno de los Elf estaba cubriendo el puente.
Sabía que era un Suju y no pensó en evitar que se fuera.
Leeteuk era un Centinela y los Elf estaban
obligados a hacer su voluntad, incluso si esto quería decir dejarlo salir solo.
Debería haber sabido que intentaría algo así. Había sentido el cambio en su
resolución, pero no se había parado a pensar lo que eso significaba. Había estado
demasiado ocupado besándolo. Amándolo.
El oscuro rostro de Kyuhyun se torció
en un furioso ceño.
—Jodidos escurridizos. ¿Qué infiernos
piensan que están haciendo?
Una ola de fatiga cayó de golpe sobre Kangin
y tuvo que luchar para mantener los ojos incluso medio abiertos. Lo que
quiera que fuera esto, no era normal, y si no se libraba pronto, nunca sería capaz de
encontrar a Leeteuk.
—Tengo que encontrarlo —la voz de Kangin
era aguda, llena de pánico.
Zhoumi fue la voz de la razón.
—Cálmate. Serás capaz de encontrarlo.
Sólo aclara la mente y céntrate. ¿Puedes sentir qué camino tomó?
Kangin cerró los ojos y luchó contra
el pánico que arañaba su interior. Leeteuk se había ido. Podía sentir un débil tirón
en su anillo, pero era tan leve, que tenía que estar ya a millas de distancia.
Kyuhyun habló al teléfono con alguien,
pero Kangin no estaba escuchando. No parecía poder aclararse la cabeza de esa
maldita fatiga. Sus ojos estaban arenosos y se sentía como si pesara
cuatrocientas libras. El sudor bajaba por las costillas y le tomó toda su concentración
permanecer vertical sobre el sofá.
—Café —moduló—. Y mi ropa.
—El café no ayudará. —La voz vino de
la puerta abierta de la suite de Kangin.
Hyungsik.
Una torrente de rabia alejó la
somnolencia ante el sonido de la voz de Hyungsik.
—Tú, jodido bastardo chupa sangre
—gruñó—. Hablaste con él para que me dejara y así podrías obtener su sangre,
¿no?
Su cuerpo se impulsó desde el sofá y
casi cae sobre la mesa del café. Sólo el fuerte apretón de Zhoumi lo mantuvo derecho.
Una arrogante sonrisa bordeó la boca
de Hyungsik.
—Por el contrario. Prefiero con mucho
que se quede lejos del peligro así tendré muchos años para alimentarme de él.
Kangin arrancó el brazo de Zhoumi y
dio un tembloroso paso hacia delante.
—Voy a matarte por unirlo a ti de esa
manera.
—¿Te has olvidado que tienes un
vínculo pacífico?
Lo había hecho, pero la palpitación de
su cráneo se lo recordó.
—Además, si me matas, no seré capaz de
arreglar lo que te hizo Leeteuk —dijo en tono incluso calmado—. ¿Quieres que lo
deshaga de modo que puedas encontrarlo antes de que sea demasiado tarde?
Kangin quería golpearlo hasta que sólo
quedara una sangrienta mancha, pero controló el impulso. Por ahora.
Necesitaba que lo curase de modo que pudiera encontrar a Leeteuk.
—Le debes mucho a él después de
robarle su juramento de sangre.
Los pálidos ojos de Hyungsik brillaron
con hambre.
—No robé nada. El ofreció su juramento
a cambio por tu vida. ¿Harías lo mismo?
—Haría cualquier cosa por Leeteuk —dijo
sin vacilar.
Una llamarada de victoria ensanchó los
ojos de Hyungsik y dio un ansioso paso adelante.
—Dilo. —Exigió—. Necesito las palabras
para atarte.
Kangin quería aullar de frustración,
pero estaba demasiado cansado, demasiado preocupado. No podía mantener los ojos
abiertos por más de unos pocos segundos y Leeteuk lo necesitaba. Otra ola de
somnolencia lo recorrió, haciéndole tambalearse. Zhoumi lo agarró del brazo para evitar
que cayera.
Apenas podía levantar su propio brazo,
mucho menos manejar una espada. Era inútil para Leeteuk de esta manera.
—Bien. Puedes tener mi sangre si me
ayudas a encontrar a Leeteuk.
—El resto, Suju. Sabes lo que quiero
—una codiciosa sonrisa curvó la boca de Hyungsik.
Odiaba a Hyungsik y el pensamiento de
estar atado a él por la eternidad hacía que su estómago se revolviera, pero no
tenía opción. Tenía que proteger a Leeteuk. Aspiró profundamente y le dio su
juramento.
—Puedes tomar mi sangre siempre que la
necesites, siempre y cuando nada malo le ocurra a Leeteuk. No permitiré que
me debilites mientras él me necesite.
—Me vale —aceptó.
Kangin cayó de rodillas bajo el peso
de su juramento. Éste lo dejó sin aire, ahogándolo, haciéndolo sentir enjaulado
y frenético. Se había confiado a sí mismo a un predador.
Hyungsik se deslizó suavemente hacia
delante, sin hacer sonido alguno.
Kangin todavía jadeaba cuando sus
amigos vinieron en su ayuda. Zhoumi lo ayudó a sentarse en el sofá mientras Kyuhyun
le ayudaba a ponerse los vaqueros. Al menos no tendría que dejar al Zea chuparle
la sangre mientras todavía estaba con el culo al aire. Algunas cosas
simplemente no podían ser toleradas, y esa estaba cerca del comienzo de la lista.
—No tenemos mucho tiempo —dijo Kyuhyun,
la rabia resonando en cada palabra—.El helicóptero nos espera.
—No me demoraré. —Dijo Hyungsik. Se
arrodilló al lado de Kangin y se llevó la muñeca a la boca. Una puñalada de
dolor y un palpitante calor se hundieron en el brazo de Kangin. La boca de Hyungsik trabajaba
sobre la herida y Kangin se sintió peor que antes. Débil. No podía mantener los
ojos abiertos. No podía luchar con la necesidad de dormir.
—¡Suficiente! —Rugió Kyuhyun, hacienda
que Kangin se despertara de golpe.
Hyungsik apartó la boca, sin dejar
ninguna herida detrás. Presionó la mano a la frente de Kangin, y un segundo
después, Kangin sintió un caliente pinchazo de energía sacudiéndose a través
suyo. Cada célula del cuerpo tatareaba con fuerza. Estaba completamente
despierto, jodido como el infierno, y alcanzó la garganta de Hyungsik con la
intención de romperle el cuello.
La mano se estancó, congelada en medio
del aire, incapaz de moverse sin importar lo mucho que lo intentara.
Hyungsik le dedicó una astuta sonrisa
que le hizo verse extrañamente hermoso.
—No puedes herirme.
—Jódete —gruñó—. Mejor ruega que Leeteuk
salga de esta a salvo o vas a ver lo mucho que puedo herirte.
—Que genio, que genio —refunfuñó Hyungsik.
—No tenemos tiempo para esto —dijo Kyuhyun
— Leeteuk puede ser capaz de desaparecer de la misma manera que lo
hizo Sungmin.
Kyuhyun tenía razón y apartó el deseo
de matar a Hyungsik de sus pensamientos.
Zhoumi le tendió su espada, la cual
ciñó alrededor de la cintura mientras se ponía en pie, una vez se puso los
zapatos. Sin calcetines. Salió por la puerta, dirigiéndose al helipuerto con Kyuhyun
y Zhoumi pisándole los talones.
Kangin asintió, sintiendo un parpadeo
de alivio al tener a sus amigos cubriéndole las espaldas. Iba a necesitar toda la
ayuda que pudiera obtener.
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