Después de una larga noche en vela y un paseo en coche en compañía de Taeho, Jian observó a su amigo mientras éste rebuscaba en una bandeja llena de viejas monedas de plata. Estaban en una pequeña tienda de antigüedades.
–Nunca creí que diría esto –Taeho escogió una y leyó lo que estaba escrito en la tarjeta–. Pero, como tu abogado, te recomiendo que no te acuestes con tu marido.
–No me estoy acostando con mi marido –le recordó Jian.
Dos jóvenes que estaban contemplando un cuadro le lanzaron una mirada curiosa. Un momento después sonreían con disimulo.
–De acuerdo. Es que suena estúpido cuando lo digo en alto –susurró Jian, acercándose más a Taeho.
–Está jugando contigo –dijo Taeho, soltando la primera moneda y agarrando otra. Le dio la vuelta y leyó la descripción.
–Estábamos comparando el arte con la arquitectura –dijo Jian, recordando los primeros minutos del viaje de regreso en el barco–. Él quería ver mis diseños.