Al final, a Mingyu le dieron el
alta tan sólo tres días antes de la boda de sus padres, y para entonces ya
tenía siete semanas. Después de superar los problemas respiratorios, le habían
diagnosticado anemia. Además, una preocupante infección había hecho que Minwoo
pasara día y noche en el hospital, junto a su hijo.
Hyungsik, que tenía un vasto
imperio a su cargo, no había podido estar allí todo el tiempo, pero había
compartido cada crisis con Minwoo y con su hijo. Había aprendido a apoyarse en
la fuerza de Hyungsik en sus momentos más bajos. Su coraje ante la adversidad y
su negativa a considerar un resultado negativo habían animado a Minwoo cuando
más había temido por su hijo. Sin embargo, cuando el peligro pasó, Hyungsik se
marchó de viaje.
Le había sugerido a Minwoo que se
instalara en su piso, pero una suite en un hotel discreto, frente al hospital,
había resultado más conveniente.
La separación física, unida a su
necesidad de concentrarse por completo en los problemas de Mingyu, había creado
un distanciamiento entre Hyungsik y Minwoo. Además, Hyungsik había hecho lo
posible por evitar que la prensa se enterara del nacimiento y de sus planes de
boda antes de hacer un anuncio oficial. En consecuencia, sus encuentros habían
alcanzado un nivel de discreción que impedía que se vieran excepto en el
hospital. Y allí nunca habían estado a solas.
La prensa seguía cada movimiento
de Hyungsik con interés y Minwoo temía que, en cuanto se supiera que iba a
convertirse en su esposo, sus antecedentes penales saltarían a los titulares.
Sólo pensarlo lo ponía enfermo de ansiedad. Pero era peor aún saber que
Hyungsik también sufriría esa humillación y que, en el futuro, afectaría a su
hijo.
Entretanto, los preparativos de
boda habían quedado en manos de expertos que trabajaban en conjunción con la
plantilla de Hyungsik. Habían elegido Italia como entorno ideal y todos los
detalles estaban controlados. En la lista de invitados de Minwoo sólo figuraban
Joonyoung y Kwanghee, y ambos estaban encantados con la idea de un fin de
semana de lujo bajo el sol italiano. Lo único que Minwoo había elegido por sí
mismo era su traje de novio.
Cuarenta y ocho horas antes de la
ceremonia, la recepcionista del hotel llamó a su suite para comunicarle que el
señor Park subía a verlo. Sorprendido, porque no esperaba verlo hasta el día
siguiente, cuando volaría a Italia con sus amigos, Minwoo abandonó la maleta de
Mingyu y corrió a arreglarse el cabello. Le sorprendió abrir la puerta y ver a
un desconocido, teniendo en cuenta las estrictas medidas de seguridad impuestas
por Hyungsik.
—Soy Park Banryoo —se presentó—,
el hermano de Hyungsik.
—Cielos… —Minwoo tuvo el tacto de
no comentar que no sabía que su futuro esposo tenía un hermano—. Entra, por
favor.
—Antes deberías comprobar mis
credenciales —Banryoo le enseñó su pasaporte—. Hoy en día no se puede ser
demasiado precavido.
Desde luego, los hermanos no se
parecían. Banryoo parecía más entrañable que sexy y, mientras que su hermano
tenía una condición física inmejorable, él tenía un cierto tinte grisáceo que
apuntaba a reclusión. Con un cierto esfuerzo, Minwoo recordó que Hyungsik era
fruto del primer matrimonio de su padre, y Banryoo hijo de su segunda esposa.
—Mi hermano no te ha dicho nada de
mí, ¿verdad?
—Me temo que no —admitió Minwoo. Banryoo
era más perceptivo de lo que parecía a primera vista.
—Hace ocho años que Hyungsik no
habla conmigo. Se niega a verme. Es un Park al estilo de mi padre: inamovible y
duro como el hierro — comentó Banryoo con pesar—, pero seguimos siendo
hermanos.
—Ocho años es mucho tiempo. Debieron
tener un enfrentamiento muy fuerte.
—Hyungsik fue la víctima inocente
de las mentiras de mi madre — admitió Banryoo con una mueca—. Mi padre tenía
debilidad por él y eso la molestaba. Yo quería a mi hermano, pero también le
tenía envidia. Cuando comprobé que la caída de Hyungsik me daría oportunidades
con Seojoon, me comporté tan mal como mi madre. No hice nada por ayudarlo a
recuperar lo que era suyo por derecho.
—¿Seojoon? —inquirió Minwoo,
fascinado—. ¿Quién es Seojoon?
—Hyungsik te habrá hablado de él,
¿no?
—No.
Banryoo lo miró sorprendido y
atónito.
—Cuando Hyungsik tenía veintiún
años, se comprometió con Seojoon. Yo también estaba enamorado de él —admitió
con una mueca—. Cuando Hyungsik fue repudiado como heredero del imperio de las
bodegas Zea y yo ocupé su lugar, Seojoon se asustó y cambió de opinión respecto
a casarse con él. Yo no quise desperdiciar la oportunidad. Me casé con él antes
de que pudiera cambiar de opinión.
A Minwoo le maravillaron su
sinceridad y su obvia esperanza de que Hyungsik pudiera perdonarlo por lo que
debía haber sido una devastadora doble traición.
—No creo entender por qué me
cuentas esto —dijo.
—Hyungsik está a punto de casarse
contigo. Tienen un hijo. Nuestras vidas han cambiado. Quiero ofrecerles mis
mejores deseos de futuro. Siento una gran necesidad de hacer las paces con mi
hermano —Banryoo lo miró suplicante—. ¿Hablarás con él?
En la habitación contigua, Mingyu empezó
a llorar y Minwoo agradeció la distracción. Alzó a su preciado hijo en brazos y
lo acunó. Pensó que los vínculos familiares eran importantes. A pesar de que la
sinceridad de Banryoo lo había impresionado, no quería interferir en una
situación sobre la que sabía tan poco. Decidió presentarle a Mingyu a su tío.
Resultó ser uno de esos hombres que adoraban a los bebés, y se quedó encantando
con su sobrino. A Minwoo le sorprendió saber que no tenía hijos propios.
—Hablaré con Hyungsik después de
la boda —accedió Minwoo—. Pero es cuanto puedo prometer.
Banryoo agarró sus manos con una
cálida expresión de gratitud y le juró que no se arrepentiría. En cuanto se
marchó, Minwoo tecleó Park Seojoon en el buscador de Internet. El resultado le
asombró: Seojoon era una celebridad en Europa, hijo de un marqués italiano de
antiguo linaje.
Vio la foto de un rubio etéreo, un
cuerpo que sería el epítome de la sensualidad incluso cubierto con un saco.
Como pareja, Banryoo y Seojoon eran el equivalente al agua y el aceite; sin
embargo Hyungsik y… Minwoo hizo una mueca disgusto y cerró el navegador, no tenía
derecho a cotillear. Al fin y al cabo, habían pasado ocho años desde que él
estuvo comprometido con quien en la actualidad era su cuñado.
Esa noche llegó el risueño niñero
que Minwoo había elegido para ocuparse de Mingyu. Al día siguiente, fueron
juntos al aeropuerto donde ser reunieron con Joonyoung y Kwanghee. Diez minutos
después, sonó el móvil de Minwoo.
—Me he enterado de que lo estás
pasando bien —murmuró Hyungsik con voz burlona.
—¿Acaso has pedido a tu equipo de
seguridad que me espíe? — inquirió Minwoo, tensándose.
—No hacía falta, delizia mia. Oigo
las risitas desde donde estoy.
—¿Dónde estás? —Minwoo alzó los
ojos. Recorrió el entorno con la vista hasta descubrir el cuerpo inconfundible
de Hyungsik. Con el rostro oculto tras unas gafas de sol, estaba a unos treinta
metros de distancia.
—No, ignórame —urgió Hyungsik al
ver que se levantaba—. No iremos juntos, ustedes volarán en un jet de Kim, para
despistar a los periodistas.
—¿Y ofrecerá Mingyu un espectáculo
de strippers masculinos para amenizar el vuelo? —preguntó con ojos llameantes—.
Sería más interesante que unas risitas y café en mis últimas horas de soltero.
—Nunca vas a perdonarme lo de la
fiesta en el yate, ¿verdad? — Hyungsik se llevó un dedo a los labios y soplo
como si lo hubiera quemado.
—¿Tú que crees? —Minwoo alzó los
hombros con un gesto exagerado.
—Delizia mia, sólo te pido que
seas cortés con Mingyu. Su esposo y él son los anfitriones de nuestra boda…
Un cortés asistente de vuelo
escoltó a Minwoo y a sus acompañantes al avión de Kim. A Minwoo le sorprendió
encontrar a dos jóvenes esperándolos a bordo. Un bonito joven de pelo castaño y
agradable sonrisa se presentó como Kim Wonwoo y a su rubio y bello acompañante
como Jian, joven príncipe Hussein Al-Zafar. Eran los esposos de los amigos de
Hyungsik en su etapa universitaria, Mingyu y Sang.
—Son como uña y carne… —Jian juntó
los dedos para explicar con un gesto la fuerte amistad que unía los tres
hombres—. No podíamos esperar a que llegaras a Italia para conocerte.
—Siempre pensé que haría falta un
experto en caza mayor para atrapar a Hyungsik —bromeó Wonwoo.
Minwoo se calló que un niño de dos
kilos y medio lo había conseguido él sólito, y sin ningún arma. Por muy verdad
que fuera, eso pondría fin a la conversación, y tanto Jian como Wonwoo estaban
esforzándose mucho para hacer que se sintiera bienvenido. En ese momento, Mingyu
abrió sus ojos para inspeccionar a los dos jóvenes y eso acabó con cualquier
posible barrera.
Todos los presentes eran appas y
tenían mucho en común. Poco después de despegar, Wonwoo le preguntaba a Minwoo
si le apetecía salir por ahí a divertirse en su última noche de soltero. Minwoo
lo miró con sorpresa.
—Cualquier celebración sería una
maravilla —admitió—. No salí durante el embarazo, y desde el parto he estado
atado al hospital hasta la semana pasada.
—Entonces saldremos de juerga —Jian
y Wonwoo intercambiaron una sonrisa.
Cuando el avión aterrizó en la
Toscana, Mingyu y su niñero fueron trasladados a la casa de campo de los Kim,
mientras que Minwoo y sus acompañantes optaban por ir de compras. Minwoo por
fin hizo uso de las tarjetas de crédito que le había dado Hyungsik y se
divirtió mucho visitando las exclusivas boutiques con sus amigos. Pronto quedó
claro que la salida de esa noche ya estaba preparada y sólo pendiente de su
aprobación. Los cinco jóvenes disfrutaron de la comodidad de una suite en un
hotel de lujo para cambiarse de ropa antes de salir a cenar.
Wonwoo le sacó una foto con su
teléfono móvil. Cinco minutos después, sonó el móvil de Minwoo. Era Hyungsik.
—Estoy estupefacto porque Mingyu haya
llegado sin ti. ¿Dónde estás?
—Disfrutando de la cena. Una
salida de jóvenes —le contestó Minwoo, risueño.
—Tengo la sensación de que te han
secuestrado. No sé a qué juegan Wonwoo y Jian, pero es inapropiado organizar
algo así estando tan próxima la boda —comentó Hyungsik con voz cargada de
censura.
Minwoo se sonrojó de vergüenza y
se disculpó ante sus compañeros para ir a una zona más privada y hablar sin
miedo a que lo oyeran.
—¡No creo haber pedido tu opinión!
—exclamó.
—Mi opinión es gratis. Debes estar
agotado; acabas de recuperarte del parto. Dime dónde estás. Iré a recogerte
—contestó Hyungsik con firmeza, ignorando su furiosa exclamación.
—¡Olvídalo! ¿Te parecería la mejor
manera de agradecerle a Wonwoo que haya organizado algo de diversión para mí?
—¿Por eso acaba de enviarme una
foto tuya luciendo unos pantalones muy ajustados? ¿Con un mensaje diciendo que
no te espere levantado porque vas a un club? —inquirió Hyungsik—. En mi
opinión, esto es una venganza por el crucero que organicé para Mingyu…
—Bueno, incluso si lo es, puedes
estar seguro de que haremos algo más divertido e inteligente que emborracharnos
y tontear con bailarines medio desnudos —le espetó Minwoo con ira antes de
colgar—. ¿Y sabes por qué? ¡Porque tenemos más clase e imaginación!
Mientras volvía hacia la mesa, el
teléfono volvió a sonar. Lo desconectó y lo guardó. Era un aguafiestas y un
tirano. Él no era un adolescente que necesitara un toque de queda.
—¿Era Hyungsik? —preguntó Joonyoung.
—¡Quiere que lo pasemos de
maravilla! —mintió Minwoo con una sonrisa.
Entraron al club nocturno por la
puerta trasera, donde el equipo directivo les dio la bienvenida. Flanqueados
por un ejército de guardias de seguridad, los condujeron a una sala decorada
como una kasbah marroquí, con luces exóticas, y zonas acogedoras e íntimas,
decoradas con coloridas sedas y mullidos divanes.
Minwoo regresaba de la pista de
baile con Kwanghee cuando un pequeño rubio con un llamativo traje blanco lo
interceptó.
—Soy Park Seojoon —anunció—. El
esposo de Banryoo.
Minwoo sonrió desconcertado, no
había imaginado que Seojoon fuera más pequeño que él. Kwanghee se excusó y fue
a reunirse con el resto del grupo.
—Me moría de ganas de conocerte
desde que oí hablar de ti. Ven a sentarte conmigo —Seojoon agarró su brazo con
gesto íntimo y a Minwoo le resultó imposible marcharse sin parecer descortés.
Aunque no le gustaba que no le hubiera dado otra opción, su curiosidad por el
ex prometido de Hyungsik ganó la partida.
—¿Cómo has sabido quién era?
—preguntó.
Unos lánguidos ojos se posaron en él
y Minwoo sintió un extraño escalofrío de inquietud.
—Estás en la ciudad con un
ejército de guardaespaldas y en compañía de Kim Wonwoo y el joven príncipe de
Bakhar. ¿Quién podría ser sino el novio de Hyungsik? En lo referente a haberte
encontrado, tengo mis contactos.
—Estoy seguro de que es así, y me
gustaría sentarme a charlar, pero no puedo separarme de mi grupo. Nos
marcharemos pronto —apuntó Minwoo.
—Hyungsik sólo está utilizándote
para castigarme, Minwoo —los diminutos ojos del rubio eran insolentes y
afilados como cuchillos y su voz destilaba desdén—. No es un hombre que perdone
fácilmente. Le fallé cuando me casé con el perdedor de su hermano y ahora tengo
que pagar el precio de verle casarse contigo. Es así de sencillo: casi un acto
bíblico de venganza. Cuando Hyungsik decida que ya he sufrido suficiente,
chasqueará los dedos y dejará que vuelva a su vida de forma permanente.
Sonrojado y tenso, Minwoo estudió
a Seojoon, cuyos perfectos rasgos estaban enmarcados por sedosos mechones de cabello
rubio platino. Era aún más bello de lo que le había parecido en las fotos.
—Creo que eres tú quien tiene un
problema. Puede que nunca olvidaras a Hyungsik…
Seojoon soltó una risa sarcástica.
—Te estoy advirtiendo. Tú eres
quien está fuera de lugar; un jovencito coreano que no tiene ni idea de cómo
actúa un hombre tan complejo como Hyungsik. Estás envuelto en algo que no tiene
nada que ver contigo y no puedes ganar porque yo siempre seré el joven al que
idolatró a los dieciocho años.
—Por Dios santo, ¡estás casado con
su hermano! —reprochó Minwoo, perdiendo la paciencia y poniéndose en pie.
—Estoy en proceso de divorciarme
de Banryoo, como Hyungsik me dijo que hiciera —declaró Seojoon con una
sonrisa—. No te engañes. Puede que Hyungsik actúe como si me despreciara, pero
sigue empeñado en tenerme. Va a casarte contigo para dar un apellido a su hijo,
igual que su padre hizo por Banryoo hace una generación. ¿Pero qué valor tiene
una alianza en esos términos? ¿Un buen acuerdo de divorcio? Sin duda, Hyungsik
puede permitírselo.
Minwoo se alejó sintiéndose vacío,
inseguro y enfadado consigo mismo por haber escuchado. Pero la noticia de que Seojoon
y Banryoo iban a divorciarle le causó impacto. Se dijo que, en cualquier caso,
eso no implicaba que hubiera ningún vínculo entre Seojoon y Hyungsik. Sentía un
golpeteo en las sienes y alzó la mano para masajearlas. Wonwoo sugirió que tal
vez fuera hora de regresar a casa. Joonyoung le preguntó a Minwoo si estaba
cansado y él admitió que sí.
Lo cierto era que Seojoon había
contado una buena historia. Hyungsik tenía mucho orgullo, fuerza de voluntad y
un carácter oscuro y dado al secreto; todo ello podría alimentar el concepto de
venganza. Se reservaba sus sentimientos. Y nadie sabía tan bien como Minwoo que
amor, odio y deseo sexual podían fundirse y mezclarse sin fronteras. Seojoon
debía tener muy buenos contactos, porque no sólo había sabido dónde encontrarlo
esa noche, también era una de las pocas personas que conocía la existencia de
Jaehyun.
Kim Mingyu y Kim Wonwoo tenían una
inmensa casa de campo en las afueras de Siena. Minwoo bajó del coche con
premura, deseando ver a Hyungsik, aunque eso supusiera una confrontación. Pero
no había rastro de los hombres.
Wonwoo llevó a Minwoo a ver a Jaehyun,
que dormía profundamente en su cuna. Después lo condujo a la maravillosa suite
privada para uso exclusivo del joven novio y lo dejó solo. Sintiéndose agotado,
y libre para demostrarlo, Minwoo se relajó como un muñeco de trapo. Incluso la
idea de desvestirse le suponía un reto.
La puerta se abrió y él dio un
bote. Un hombre alto apareció en el umbral, y a él se le aceleró el corazón de
placer y alivio.
—No diré que te lo había advertido
—murmuró Hyungsik vagamente.
Lo contempló. Era la viva imagen
de la elegancia natural, con una chaqueta bien cortada y pantalones vaqueros.
Enterró la ansiedad que le había creado Seojoon y decidió no hacer preguntas
estúpidas que sólo provocarían fricción.
—¿El qué?
—Wonwoo y Jian no tienen ni idea
de lo agotado que estás, delizia mia. Fue un parto difícil y semanas de
preocupación constante por Jaehyun, tardarás en recuperarte de todo eso.
Minwoo sintió una punzada de
culpabilidad, porque cuando lo había telefoneado había asumido que le molestaba
que saliera por la ciudad, cuando era obvio que en realidad estaba preocupado.
—Podía haber rechazado la
invitación —admitió.
—¿Cuándo has elegido la opción
sensata desde que yo te conozco?
Minwoo se ruborizó, porque él
tenía razón. Defendía tanto su libertad que sus elecciones solían ser
declaraciones de independencia, en vez de cosas prácticas. Él se acercó, lo
alzó en brazos y lo llevó a la cama. Minwoo luchó contra el deseo de acariciar
la arrogante cabeza morena cuando se inclinó para quitarle los zapatos. Quería
que se quedara con él; lo deseaba tanto que clavó las uñas en la colcha. Pero
no dijo nada para no dar la sensación de ser un joven necesitado.
—Necesitas descansar para la boda
—Hyungsik se acercó para depositar un beso apasionado en sus labios, que
sorprendió a Minwoo e hizo que se estremeciera de placer—. Y para mí, dolcezza
mia.
Minwoo se quedó tumbado en la cama
reviviendo el cosquilleo erótico que había sentido. Le avergonzaba no haberle
hablado de la visita de Banryoo ni de la venenosa predicción de Seojoon. No le
parecía bien tener secretos con el hombre con quien iba a casarse. Por otra
parte, si no tenía cuidado él podría pensar que era un joven celoso que lo
amargaría.
Era consciente de que no lo amaba
y sólo iba a casarse con él por el bien de Jaehyun. Aunque se despreciaba por
ello, temía que si mencionaba a Seojoon, él cambiara de opinión. En algún
momento, la idea de una vida sin Hyungsik se había convertido en una condena de
muerte.
Minwoo estaba disfrutando mucho
del día de su boda.
La eficiente planificación de Wonwoo
había conseguido que todo fuera como la seda, desde el momento en que Minwoo se
había despertado ante un delicioso desayuno hasta que llegó un desfile de esteticistas
ansiosas por embellecerlo. El traje, blanco puro, se ajustaba a sus delicadas
curvas y diminuta cintura en el caso del pantalón. Digno de una boda real.
La iglesia era un antiguo edificio
medieval, sombreado por árboles enormes, situado en la ladera de un tranquilo
pueblecito de montaña. Cuando Joonyoung y Kwanghee ayudaron a Minwoo a bajar de
la limusina, Hyungsik lo esperaba para darle un delicado ramo de flores.
Estaban tan absortos mirándose el uno al otro, que el ramo estuvo a punto de caer
al suelo.
—Me gusta el traje —admiró
Hyungsik.
Minwoo miró sus ojos oscuros. Estaba
tan guapo que casi se mareó de deleite. Ni siquiera notó que Joonyoung extendía
una mano para ayudarlo a sujetar las flores. Mientras entraban en la fresca y
oscura iglesia, que los recibió con un intenso olor a rosas en el aire y los
mágicos acordes de un arpa, Minwoo sólo era consciente de Hyungsik.
Un intérprete tradujo cada palabra
de la ceremonia. Sintió que una cierta paz se apoderaba de él: su vida y su
futuro le parecían más prometedores que nunca. Quería creer que los malos
tiempos habían acabado. Tenía a su preciado hijo e iba a casarse con el hombre
al que amaba. En ese momento no quería permitirse ni una sola connotación
negativa.
Minwoo, caminando del brazo de
Hyungsik hacia la puerta, estaba radiante.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó,
ya afuera.
—Contento de que haya acabado
—murmuró Hyungsik con sinceridad—.No me gustan las bodas, dolcezza mia.
Ese comentario cayó sobre Minwoo
como un jarro de agua fría. Se sintió tonto e ingenuo. Hizo que bajara de su
cálida nube de algodón y volviera a poner los pies en la tierra.
—Entonces será un día muy largo
para ti. Mingyu y Wonwoo se han esmerado al máximo.
Hyungsik rió suavemente mientras
alzaba a Minwoo para subirlo al carruaje cubierto de flores que les esperaba.
—Wonwoo sabe lo que opino de las
bodas. Tiene un fantástico sentido del humor y está aprovechando su oportunidad
al máximo.
Esa actitud irreverente no animó
nada a Minwoo. De vuelta en la casa les sirvieron bebidas y empezaron a llegar
muchos más invitados. Siguieron presentaciones interminables y, cuando empezó a
resultar abrumador, Hyungsik lo condujo a la mesa presidencial del magnífico
salón de baile.
Minwoo rió con agrado al comprobar
que la decoración del salón se centraba en el tema del ajedrez; esa idea sólo
podía haber sido de Hyungsik, y le encantó que se hubiera tomado la molestia de
hacer la elección.
Después de que los padrinos, Mingyu
y el príncipe Sang, dieran sus breves y divertidos discursos, Joonyoung dijo
unas palabras y describió a Minwoo como el hijo de su corazón. Los jóvenes intercambiaron
una mirada de cariño y, más tarde, Hyungsik le preguntó a su esposo cuándo
había conocido al joven.
—No creo que quieras saberlo
—Minwoo se tensó.
—Eres mi esposo —lo tranquilizó
Hyungsik—. No hay nada que no puedas contarme.
Minwoo contuvo el deseo de
recordarle que se había negado a escucharlo cuando le dijo que no era un ladrón.
Era consciente de que muchas otras personas compartirían su escepticismo.
—El hijo de Joonyoung murió en
prisión hace diez años. Se quitó la vida —le dijo Minwoo tras un titubeo—.
Desde entonces, Joonyoung es voluntario del programa de visitas a la cárcel.
Nos conocimos cuando yo estaba en el hospital, el segundo año de mi condena. Es
un persona maravillosa y fue mi salvación.
Hyungsik cerró una mano sobre sus
delgados dedos, que Minwoo abría y cerraba, delatando inconscientemente su
tensión.
—Agradezco que estuviera allí,
dulce mío.
Después del banquete, Minwoo fue a
refrescarse y cambiar un poco su atuendo, se cambió los pantalones rectos por
unos de tela más sedosa y más ajustados. Regresó con Wonwoo al salón de baile.
Al verlo, Hyungsik se quedó inmóvil de sorpresa y admiración, antes de
acercarse a saludarlo con los ojos clavados en su bello rostro. Lo sacó a la
pista.
—Estás espectacular.
Dos horas más tarde, Minwoo, tras
echar un vistazo a Jaehyun, que dormía a pierna suelta, bajó las escaleras con Wonwoo.
Jian y Wonwoo habían acostado a sus hijos, pero sin protestas.
Con sus relucientes ojos y risa en
los labios, Minwoo estaba de muy buen humor cuando regresó al salón. Eso cambió
en el momento en que vio a un exquisito rubio sentado a una mesa, al borde de
la pista.
Era Seojoon. Al principio Minwoo
no pudo creer lo que veían sus ojos. No le ayudó nada que otras muchas personas
estuvieran demostrando sorpresa por la aparición del que había sido prometido
del novio. Seojoon respondía a las miradas con movimientos de cabeza y
sonrisas, e incluso alzaba la mano a modo de saludo, como si fuera un miembro
de la realeza que estuviera de visita. Era obvio que había llegado hacía poco.
—¿Qué ocurre? —preguntó Kim Wonwoo,
porque Minwoo se había detenido y estaba en silencio.
—¿Estaba Park Seojoon en la lista
de invitados de Hyungsik?
—Lo comprobaré —Wonwoo hizo una
seña a uno de los empleados—.¿Quién es? ¿Pariente suyo?
—Aún está casado con el hermano de
Hyungsik, pero Hyungsik estuvo comprometido con él —Minwoo se estremeció y sus
pómulos se tiñeron de color—. No puedo creer que haya tenido la desvergüenza de
venir a nuestra boda…
—¿Estás seguro de que no la estás
confundiendo con otro? — preguntó Jian.
—¡Desde luego que no! ¡Es de los
que no se olvidan!
Ambos jóvenes siguieron la
dirección de la mirada de Minwoo.
—Cielos, ¿no es el mismo joven que
se acercó a ti anoche en el club?
—No te preocupes, Wonwoo. Me estoy
comportando como un bobo — Minwoo movió las manos, quitando importancia al
asunto.
Pero fue sólo por cortesía, no
quería que su anfitrión se sintiera en modo alguno responsable por la indeseada
aparición de Seojoon. No. Minwoo sabía exactamente con quién hablar de ese asunto.
No tardó en encontrar a Hyungsik con Mingyu y Sang, charlando de negocios en un
rincón tranquilo.
—¿Podemos hablar un momento?
—preguntó Minwoo, yendo hacia Hyungsik.
—Eso pinta muy mal —Kim Mingyu le
lanzó una mirada divertida.
—No lo creo —farfulló Hyungsik,
con voz suave.
—Créeme —le urgió el magnate
griego con una sonrisa burlona—. Llevo más tiempo casado que tú.
—Mingyu —intervino el príncipe Sang,
con tono irónico. Hyungsik se encaminó hacia el salón con Minwoo.
—¿Hay algún problema?
—¿Invitaste a tu ex prometido a
nuestra boda? —preguntó Minwoo con voz tersa.
—¿A quién te refieres? —Hyungsik
se quedó inmóvil.
Minwoo, sospechando que intentaba
evitar una respuesta directa, irguió la cabeza.
—¡Seojoon! ¿A quién si no?
—Ni siquiera sabía que conocieras
su existencia —comentó Hyungsik con voz inexpresiva.
Minwoo cruzó los brazos, a la
defensiva, recordando cuánto se había esforzado Seojoon porque supiera
exactamente quién era.
—Oh, sí lo conocía. Está creando
un buen revuelo.
Su rostro frío, impasible y oscuro
escudriñó el salón del baile. Seojoon estaba apoyado en una mesa, flirteando, y
su aura sensual ejercía una atracción magnética.
—Me temo que no entiendo cuál es
el problema.
Y el muy cínico pregunta cual es el problema, definitivamente los hombres son unos conchudos!!!
ResponderEliminarPor favor diganle a la madre de Hyungsik que esconda bien asu hijo por que lo encuentro y lo mato, que clase de respuesta es esa....
ResponderEliminarLo tengo en una cabaña rodeada de cuatro equipos de seguridad, hasta q pase la tormenta. 👀
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