—¿Invitaste a tu ex prometido a
nuestra boda? —preguntó Minwoo con voz tersa.
—¿A quién te refieres? —Hyungsik
se quedó inmóvil.
Minwoo, sospechando que intentaba
evitar una respuesta directa, irguió la cabeza.
—¡Seojoon! ¿A quién si no?
—Ni siquiera sabía que conocieras
su existencia —comentó Hyungsik con voz inexpresiva.
Minwoo cruzó los brazos, a la
defensiva, recordando cuánto se había esforzado Seojoon porque supiera
exactamente quién era.
—Oh, sí lo conocía. Está creando
un buen revuelo.
Su rostro frío, impasible y oscuro
escudriñó el salón del baile. Seojoon estaba apoyado en una mesa, flirteando, y
su aura sensual ejercía una atracción magnética.
—Me temo que no entiendo cuál es
el problema.
—¿No? No debería estar aquí. ¿Por
qué lo invitaste?
—No lo hice —murmuró Hyungsik con
calma—. Pero está con su primo y él sí está invitado. Quizá lo trajo como su
acompañante.
No era un buen momento para
obligarle a aceptar que Seojoon y sus parientes tenían entrada libre en su
exclusiva sociedad. Inevitablemente, eso implicaba que mucha gente seguiría
recordando los vínculos entre Hyungsik y el rubio.
—Quiero que salga de aquí —anunció
Minwoo. Le tembló la voz por el esfuerzo de no gritar.
—Ahora eres un Park. No tratamos
así a nuestros invitados, sean bienvenidos o no —lo miró fijamente con ojos
sardónicos.
—No estoy de broma, Hyungsik —dijo
sonrojándose—. Líbrate de él. No me importa cómo lo hagas, simplemente hazlo.
—No —replicó Hyungsik con voz
resuelta—. Ahora intenta tranquilizarte.
Minwoo se alejó de él. Temblaba de
dolor, ira y resentimiento. Aceptó una copa de vino para ocupar sus inquietas
manos. Su mente y su imaginación ardían con sospechas y miedo de que había más
entre Hyungsik y Seojoon de lo que sabía.
¿Qué podía pensar? ¿Qué todo lo
que había dicho Seojoon era cierto? ¿Qué a Hyungsik no le importaba que
asistiera a su boda porque eso formaba parte de su venganza? Al fin y al cabo,
su hermano no era más culpable de traición que el joven, pero Hyungsik se
negaba a hablar con Banryoo y más aún a verlo. Y, según Seojoon, iba a
divorciarse por petición de Hyungsik. ¿Sería ese divorcio el primer paso con el
que recuperaría el afecto de Hyungsik?
Minwoo empezó a unir datos y a
temer lo peor. Tal vez eso explicara que Seojoon hubiera sabido dónde iba a
estar Minwoo la noche anterior y que conociera la existencia de Jaehyun. Cabía
la posibilidad de que mantuviera un contacto regular con Hyungsik.
Empezó a sudar. ¿Cómo se atrevía Seojoon
a presentarse en su boda y por qué lo protegía Hyungsik? Sobre todo en ese día
tan especial de su vida, en el que Minwoo debería haber sido el protagonista
exclusivo.
Seojoon se acercó a Minwoo,
sonriendo.
—¿Han empezado ya los problemas en
el paraíso? —se burló, dejando claro que había estado observando a los novios
detenidamente.
Los segundos siguientes quedaron
grabados en la memoria de Minwoo para siempre. Alguien lo empujó desde atrás y
se tambaleó. Aunque intentó controlar la copa, el vino tinto salió disparado y
salpicó el traje blanco de Seojoon, dejando manchas como gotas de sangre.
—Oh, Dios mío, ¡lo siento mucho!
—gimió Minwoo, apresurándose a agarrar una servilleta de la mesa más cercana.
Seojoon chilló como si hubiera
sido atacado y se negó a que Minwoo se acercara a él. Mientras el rubio examinaba
las manchas con furiosos ojos turquesa, siseó vitriólicos insultos en italiano.
Minwoo no sabía qué hacer o decir
pero, por fortuna, Wonwoo apareció en su rescate. Sin inmutarse por el
histerismo de Seojoon, agarró al joven y lo sacó de allí. Siguió un silencio
transitorio en el salón de baile. Después se iniciaron los susurros y
comentarios.
Una mano se cerró sobre la de
Minwoo y le dio la vuelta, quitándole la servilleta que aferraba. Alzó la vista
hacia Hyungsik, desconcertado. Él, impasible, lo llevó a la pista de baile en
silencio.
—Ha sido un accidente —dijo
Minwoo.
Hyungsik no habló. No hizo falta.
Sus ojos negros irradiaban incredulidad.
—Di algo —le urgió Minwoo.
—No me gustan las discusiones como
deporte —respondió Hyungsik con voz sedosa.
La espalda de Minwoo se puso
rígida. Furia y dolor se fundieron en él hasta que empezó a estremecerse por la
fuerza de sus sentimientos. Se apartó de él con una sonrisa diseñada para
engañar a cualquier observador. Intentando controlar el torbellino emocional
que sentía, se alejó.
Con los ojos ardientes de
lágrimas, Minwoo subió a su suite. Hyungsik entró pocos segundos después que él.
—¿Qué demonios creías que estabas
haciendo? —le escupió Hyungsik.
—No le tiré el vino a propósito.
Estoy harto de ti —jadeó—. Eres incapaz de hablar con tu hermano, a pesar de
que es un hombre muy agradable, ¡pero extiendes la alfombra roja para ese brujo
vengativo el día de mi boda!
—¿Cuándo has visto a mi hermano
para llegar a esa conclusión? —le espetó Hyungsik.
—Nunca estás presente cuando haces
falta, y siempre asumes que soy culpable —se quejó Minwoo, ignorando su
pregunta—. Seojoon me acorraló anoche en el club. Sabe demasiado, incluso sabe
lo de Jaehyun. ¡Se suponía que este era un día especial para mí y lo has arruinado!
—¿Anoche? —él frunció las cejas
negras con sorpresa—. ¿Te encontraste con Seojoon?
—Lo estropeas todo… absolutamente
todo —añadió Minwoo, sumando mentalmente todos sus pecados, enjuiciándolo y
declarándolo culpable sin posibilidad de perdón—. Terminaré de hacer la maleta
y volveré a Seúl…
—Minwoo, acabamos de casarnos
—señaló Hyungsik.
—¿Y? —le lanzó Minwoo—. Ya veo que
he cometido un error terrible, ¡y no me enorgullece admitirlo!
Hyungsik posó unos incrédulos ojos
en él. Bajó las oscuras pestañas y lo escrutó.
—No estás pensando con
racionalidad…
—Elegiste un momento de debilidad
para pedirme que me casara contigo. Estaba de parto, ¡por Dios! Si hubiera
estado en mis cabales, nunca habría aceptado ser tu esposo. Voy a dejarte…
Hyungsik se interpuso rápidamente
entre la puerta y él.
—No lo harás, delizia mia —sacó el
teléfono móvil e hizo una llamada.
—¿Qué estás haciendo? —exigió
Minwoo.
—Nos marcharemos juntos. Puede que
haya arruinado tu día, pero no hay razón para que compartamos nuestra miseria
con nuestros anfitriones e invitados.
Minwoo miró su maleta, que ya
estaba medio preparada para su partida. Se sentó a los pies de la cama.
—Me haces muy desgraciado…
Hyungsik se acercó lentamente.
—Aún es pronto. Es obvio que disto
de ser perfecto. Pero en mi defensa, diré que no me contaste que habías visto a
Banryoo. Ni a Seojoon.
—No quería estropear la boda
—farfulló Minwoo con voz temblorosa—. Si hubieras querido que supiera algo, me
habrías hablado de ellos ¿no?
—Por favor, no llores —pidió
Hyungsik con voz ronca, dando un paso más hacia él—. Es obvio que te debo un
poco de mi historia familiar…
Su madre había fallecido cuando él
tenía ocho años. Cinco años después, su padre se había casado con su amante,
que ya tenía un hijo de diez años: el hermanastro de Hyungsik, Banryoo. Por
desgracia, un matrimonio con un hombre varias décadas mayor que ella, y a quien
le disgustaba su extravagancia, no cumplió con las expectativas de la mujer y
se buscó distintos amantes.
—Yo no me metía en sus asuntos…
—el rostro de Hyungsik se ensombreció —pero cuando mi padre estaba recibiendo
tratamiento para el cáncer, ella inició una aventura con el abogado de la
familia. Era el mejor amigo de mi padre y estaba a cargo de nuestros negocios.
—¿Qué edad tenías entonces?
—preguntó Minwoo.
—Veintidós años, y estaba en mi
último curso en la universidad de Oxford. Encontré a mi madrastra en la cama
con el abogado en nuestro apartamento de Seúl. Pensé que no tenía más opción
que decírselo a mi padre, pero ella y su amante se adelantaron con su historia
—Hyungsik soltó una risotada amarga y su rostro clásico se tensó.
—¿Y cuál era? —preguntó Minwoo
cuando vio que el silencio se alargaba.
—Que yo llevaba bastante tiempo
acosando sexualmente a mi madrastra…
—¡Oh, no! —exclamó Minwoo
horrorizada.
—…y que ese día en concreto,
borracho, había atentado contra su virtud y su amigo galantemente, la había
rescatado.
—Tu padre no creería esa tontería,
¿verdad?
—Cuando su amigo de toda la vida
confirmó la sórdida historia, perdí toda esperanza de que me creyera —rezongó
Hyungsik—. Yo tenía reputación de playboy y mi madrastra era bellísima. No
puedo culpar a mi padre, porque era un hombre enfermo y la amaba. En esa etapa
estaba muriéndose. Yo no lo sabía, pero ellos dos sí. En la medida en que la
ley lo permitió fui desheredado a favor de mi madrastra y Banryoo. Ella se casó
con elabogado tres meses después del funeral de mi padre.
La historia sacó a Minwoo de su
abstracción; estaba devastado. Acababa de descubrir que lo que había separado a
Banryoo y a Hyungsik era mucho más desagradable que lo que su inocencia le
había llevado a creer. La avaricia y envidia de su madrastra y de su
hermanastro se habían unido para arruinar la vida de Hyungsik.
—Que tu padre se volviera en
contra de ti estando tan enfermo debió ser una pesadilla para ti.
—Me destrozó —un músculo se tensó
en la comisura de su sensual boca—. Murió dos meses después, aún creyendo sus
mentiras. Hasta ese momento mi vida había sido fácil y privilegiada. Desde que
nací, fui el principito, el heredero de la fortuna de los Park y lo daba por
hecho. De pronto, me lo arrebataron todo.
Minwoo, con un movimiento rápido y
espontáneo, se levantó y agarró sus manos; había estado muy unido a su padre y
entendía cuánto debía haber atormentado a Hyungsik el rechazo y desconfianza de
un ser tan querido.
—Deberías haberme hablado de tu
familia hace tiempo. Pero nunca me cuentas nada —titubeó al comprender que él
había terminado de hablar sin hacer ninguna referencia a Seojoon. Avergonzado,
hizo un movimiento brusco para apartar las manos.
—Eso podría cambiar, dolcezza mia
—Hyungsik rodeó sus estrechas muñecas con sus dedos antes de que pudiera
apartarse.
Minwoo alzó la cabeza para
mirarlo. Se sentía desgarrado por la fuerza de la atracción sexual que ejercía
sobre él y su necesidad de protegerse de más dolor y desengaño.
—Sabes que te consideras perfecto
tal y como eres…
—Hasta que apareciste tú y
conseguí superar tus peores expectativas —apuntó Hyungsik.
—Tu aversión a las bodas… ¿cómo
crees que eso hizo que me sintiera hoy? —atacó Minwoo, liberando sus manos y dándole
la espalda con una agitación que traicionaba su nerviosismo.
—Me comporté como un bastardo
egoísta. Pero, créeme, no fue intencionado. Seojoon me
plantó ante el altar. Dejó una
marca indeleble en mí.
Atónito por esa inesperada
admisión, Minwoo lo miró otra vez.
—Sólo mis mejores amigos lo saben.
Mi padre acababa de fallecer y la boda iba a ser un evento íntimo y discreto,
en Seúl. Él no apareció — sus ojos tenían una mirada oscura y reflexiva. De
pronto, su bella boca se curvó con una sonrisa irónica—. No te sorprendas
tanto. Seojoon era un lujo que no podía permitirme.
Minwoo bajó las pestañas. Se clavó
las uñas en las palmas de las manos al recordar el aire complaciente y risueño
de Seojoon, tan seguro de su poder. Hyungsik lo había querido una vez, lo había
amado lo bastante para desear casarse con él y lo había perdido. Que se casara
con su hermano debía haber sido como restregar sal en la herida. Pero a Minwoo
le inquietaba que ambos hermanos parecieran aceptar sin comentarios que Seojoon
antepusiera el dinero a todo lo demás.
—¿Él no creería esa estupidez
sobre tu madrastra y tú, verdad?
—Claro que no —Hyungsik extendió
los brazos y lo atrajo hacia sí con la seguridad que era inherente a él—.
¿Sigues pensando en abandonarme?
Desconcertado por el súbito cambio
de tema, Minwoo echó hacia atrás la cabeza y él enredó los dedos en su cabello.
Sus ojos se encontraron y sintió un pinchazo de deseo. Se le contrajo el
estómago y le temblaron las rodillas.
El alto voltaje de su potencia
masculina ganaba la partida todas las veces. Se preguntó si había existido
alguna posibilidad real de abandonarlo. Tal vez sólo fuera una fantasía que utilizaba
para que su orgullo no saliera malparado, ya que en ese momento habrían tenido
que arrancarlo de sus brazos a la fuerza.
—¿Es demasiado tarde para llegar a
un acuerdo? —ronroneó Hyungsik, acariciando la curva de su labio inferior con
un dedo—. ¿Me concederías un periodo de prueba hasta que acabe la luna de miel?
—¿Cómo eres de flexible a la hora
del cambio? —preguntó Minwoo a media voz—. ¿Tendré que fijar objetivos?
¿Otorgarte puntos por tu actuación? ¿Darte premios cuando hagas algo
especialmente inspirado?
—Todo eso, dolcezza mia —con ojos
brillantes de admiración, Hyungsik apretó su cuerpo contra él—. Los premios
funcionan muy bien conmigo.
Llamaron a la puerta y Hyungsik
dejó escapar un gruñido de frustración.
—Dije que saldríamos de inmediato
—admitió.
—¿Qué te parece? —preguntó
Hyungsik cuando Minwoo no había dado más de veinte pasos desde el helicóptero
que los había llevado al palacio Zea.
Incluso desde el aire, la
magnífica arquitectura y el tamaño del edificio que coronaba la colina había
desconcertado a Minwoo. Hyungsik cerró una mano sobre la suya para guiarlo a
los escalones que subían a la terraza.
—Esta casa lleva siglos en manos
de mi familia. Durante casi diez años perteneció a mi madrastra y Banryoo, pero
la compré el año pasado. Ahora la estoy rehabilitando. Esta será la base de
nuestras vidas, nuestro hogar con Jaehyun.
—Objetivo uno, Hyungsik —Minwoo
carraspeó con suavidad—. Las decisiones importantes deben ser conjuntas.
—Por supuesto que no te obligaré a
quedarte aquí si lo odias —esbozó una sonrisa diabólica—. Pero eres un chico de
campo; lo sé…
—¿Y cuándo llegaste a esa
conclusión?
—Puede que sepa más de lo que
crees. Te encantará la casa y la gente de aquí, dulce mío.
Minwoo se planteó si mencionar que
el segundo objetivo debería ser no hacer suposiciones sobre sus sentimientos.
Pero decidió no hacerlo.
—Ya echo de menos a Jaehyun —dijo.
—Estoy seguro de que estará
perfectamente sin nosotros durante una semana —interpuso Hyungsik—. Wonwoo es
fantástico con los niños.
Minwoo sabía que eso era verdad.
Pero aunque sabía que necesitaban pasar tiempo a solas como pareja, le
resultaba difícil no preocuparse por su bebé, era un hábito adquirido. Se
recordó que además de Wonwoo había una niñera y un médico que la visitaría a
diario para comprobar que todo iba bien.
Nada de lo que veía le recordaba
que estaban en el siglo XXI: las colinas estaban cubiertas de bosques espesos,
se veían viñedos y olivares en la lejanía. La vista era impresionante. Oyó
música y reconoció una canción popular. Moviendo las caderas al ritmo de la
melodía y agitando su cabello cobrizo, ejecutó un par de pasos de baile.
Hyungsik, inmóvil lo contempló.
Minwoo, al darse cuenta, dejó de bailar. Aunque se sonrojó de vergüenza le
ofreció una sonrisa.
—Eres tan vital que burbujeas,
dulce —murmuró—. Además estás precioso.
—¿Quién está escuchando la radio?
—susurró.
—Aparte de los guardas de la
entrada de la finca, deberíamos estar solos aquí —Hyungsik abrió una puerta que
daba a una enorme habitación vacía con andamios en una pared. Una radio, que
debía pertenecer a un obrero, sonaba en un rincón. La apagó y volvió a su lado.
—Gracias. Tu primer objetivo
siempre —le dijo Minwoo con descaro — debe ser hacerme feliz.
—¿Y cuál será mi recompensa?
—preguntó Hyungsik, divertido.
—Hazme feliz y tu vida será más
fácil, a estas alturas ya deberías saber que no sufro en silencio.
Hyungsik se quitó la chaqueta y la
dejó caer.
—Huy —exclamó Minwoo—. Ésa es la
típica percepción masculina de lo que hace feliz a una pareja.
Hyungsik se aflojó la corbata y le
hizo retroceder hacia la escalera.
—Aunque podrías tener razón
—concedió Minwoo en voz baja, observando cómo se desabrochaba la camisa—. Claro
que antes podríamos jugar al ajedrez…
Eso sorprendió a Hyungsik, que
arrugó la frente.
—Sólo quería comprobar si te
apetecía —Minwoo sonrió como un gato satisfecho—. No me habría impresionado
favorablemente que aceptaras.
—No podría concentrarme —le confió
él.
Miró su musculoso y bronceado pecho,
pensando que él tampoco habría podido concentrarse. Ya empezaba a sentir un
delicioso escalofrío de excitación que le avergonzaba un poco, porque no estaba
acostumbrada a sentirse así.
Hyungsik estaba mucho más cómodo
con la situación. Con calma increíble, entrelazó los dedos con los suyos y lo
condujo escalera arriba.
—No tengo experiencia con jóvenes
tímidos…
—¡No he sido tímida en mi vida!
—objetó Minwoo, quitándose los zapatos allí mismo, como si eso demostrara algo.
—Excepto conmigo —en absoluto
impresionado, Hyungsik inclinó la cabeza y, con su experta boca, recorrió el
sensual camino desde el lóbulo de su oreja hasta la vena que pulsaba con fuerza
entre sus clavículas—. Y no importa. Lo encuentro increíblemente sexy, delizia
mia.
El dormitorio principal se
encontraba tras una puerta doble y era tan grandioso como todo en el palacio.
Minwoo echó un vistazo a la cama con dosel y saltó sobre ella con un gritito de
alegría.
—Oh, es fantástica… ¡Siempre he
querido una cama como ésta!
—Aunque estuve a punto de no darme
cuenta a tiempo, yo siempre he querido un joven como tú en ella —reconoció
Hyungsik con voz ronca.
Minwoo sonrió jubiloso y luego
bajó las pestañas para ocultar su expresión; sabía que no podía aspirar a ser el
joven de sus sueños. Era demasiado distinto a Seojoon en aspecto, estilo y
experiencia. Tal y como había apuntado cruelmente Seojoon, siempre sería el
joven que él había idolatrado cuando era adolescente. Minwoo sabía que no podía
aspirar a esa familiaridad y esa historia de atracción juvenil.
Hyungsik se sentó detrás de él,
abriendo los botones de su camisa. Minwoo tensó la espalda al pensar que iba a
ver la cicatriz.
—¡Puedo hacerlo yo! —dijo,
apartándose de su alcance con un ágil movimiento.
—¿Cómo ocurrió? —preguntó
Hyungsik, atrayéndolo hacia así.
—En prisión —dijo, sorprendida
porque le hubiera leído el pensamiento—. Un chico pensó que lo había delatado y
me atacó en las duchas.
—Nadie volverá a hacerte daño
—aseguró él, rodeándolo con los brazos.
—No puedes hacer esa clase de
promesas —sintió el escozor de las lágrimas en los ojos pero no estaba dispuesto
a rendirse a sus emociones. Una cosa era estar loco por él, otra muy distinta
darle pistas de que era así.
—Te aterroriza confiar en mí…
—dijo Hyungsik girándolo para mirar su rostro.
—¡A mí no me aterroriza nada!
Él se inclinó y le entreabrió los
labios con la exigencia apasionada de su sensual boca. El recuerdo de su sabor,
tras tanto tiempo, le asaltó y provocó una reacción en cadena. El calor se
concentró en su pelvis mientras que el resto de su cuerpo se desmadejaba. Tras
besarlo, él se levantó para quitarse la camisa.
Minwoo contempló cómo se
desvestía. Captó el brillo de la alianza que llevaba en el dedo y saber que era
su marido lo alegró y dio fuerzas. Bajó de la cama, fue hacia él. Hyunsik besó
su nuca.
—Estás temblando…
—Ha pasado mucho tiempo —admitió.
—¿Cuánto? —la pregunta fue brusca
y la siguió un breve silencio—.Me he preguntado si…
—No lo digas. No es asunto tuyo
—interpuso Minwoo con rabia—.¿Acaso te he preguntado yo qué hiciste en tu
estúpida fiesta en el yate?
—Ofrecí contártelo y no quisiste
escuchar. ¿Dejarías de hablar de la maldita fiesta si hundiera el barco?
—inquirió Hyungsik.
—No —Minwoo soltó una risita—. Te
diría que habías hecho algo extravagante y estúpido, y no olvidaría la fiesta.
—Tienes piel de satén, suave,
sedosa y blanca como la nieve — murmuró él con voz íntima—. Tu pelo es como una
llama a su lado y no entiendo que te ponga tan nervioso una pequeña
imperfección… —pasó la mano por la cicatriz y Minwoo encogió los omóplatos.
—Es fea —dijo—. Y tengo la piel
tan clara que destaca mucho.
—La única fealdad reside en la
persona que te hizo esto —afirmó Hyungsik—. Si te molesta tanto que sientes la
necesidad de esconderla, un buen cirujano plástico podría eliminarla. Pero
desde mi punto de vista, no es nada, dulce mio.
—Se te da bien decir las cosas
adecuadas cuando hace falta — bromeó Minwoo, relajándose. Arqueó la espalda
para apoyarse en él—. Así que, esforzándote un poco, también se te dará bien el
matrimonio.
—¿Eso es una orden o una petición?
—¿Una sugerencia? —apuntó Minwoo.
Hyungsik soltó una carcajada y
rodeó su cintura con las manos, posesivamente.
—Ha sonado demasiado enérgico para
ser una sugerencia.
Deslizó las manos hacia arriba, deslizándolas
por su pecho. Minwoo gimió levemente, asombrado por el impacto de esa primera
caricia. El deseo que había controlado mientras su hijo requería toda su
atención, empezaba a desbordarse. Varias veces había visto a Hyungsik acercarse
y había bloqueado la respuesta sexual que provocaba en él. Pero esa barrera
artificial se había derrumbado cuando se recordó que, a pesar de los problemas anteriores,
por fin estaban casados y juntos. Esa verdad le provocó un intenso júbilo.
Con repentina impaciencia, Minwoo
se dio la vuelta entre sus brazos y se puso de puntillas para buscar su boca.
Él lo apretó contra sí y lo besó con pasión. Después lo tumbó en la cama y le
quitó la ropa interior de seda.
Minwoo jadeó y lo miró con
ansiedad. Aunque nunca se había sentido más desnudo o expuesto, no intentó
taparse porque aceptaba que él deseaba mirarlo. Contuvo el aliento temiendo que
su rostro se ensombreciera al considerarlo demasiado delgado y carente de
curvas, en comparación con Seojoon, y marcado por las cicatrices del pasado y
del parto.
—Tienes una figura perfecta
—concentrado en él, Hyungsik deslizó la mano por sus costillas hasta los
muslos—. Elegante, grácil…
Minwoo se estiró para que pudiera
admirarlo desde todos los ángulos y la boca de él se curvó divertida mientras
observaba sus movimientos con admiración masculina. Se libró de los
calzoncillos sin ninguna ceremonia y le tocó a Minwoo el turno de admirarlo.
Las líneas duras y musculosas de todo se cuerpo hacían honor a su reputación
como atleta. Al contemplar su obvio estado de excitación, se sonrojó.
—Aquí es donde realizaremos el
primer pacto, delizia mia —murmuró Hyungsik, atrayéndolo hacia su cuerpo.
—¿Pacto? —abrió los ojos de par en
par.
—Mientras yo me concentro en lo
que te complace fuera del dormitorio, tú puedes concentrarte en lo que a mí me
complace dentro de él.
—¿De verdad eres tan básico?
—Minwoo lo estudió con asombro. Hyungsik asintió sin dudarlo un segundo.
—Quiero pasar la semana entera en
la cama —gruñó—. Te deseo tanto que estuve a punto de atacarte en la iglesia.
Minwoo estaba rojo como un tomate.
Pero le gustaba la idea de que un hombre lo deseara; si era el foco de sus
intenciones eróticas, difícilmente podía estar pensando en otro al mismo
tiempo.
—Bajo la mesa en el banquete, en
otra habitación, contra la pared, en el suelo… —enumeró Hyungsik—. En mis
fantasías eres insaciable, delizia mia.
—¿Lo soy? —susurró Minwoo un
momento antes de que el asalto de su boca hambrienta lo silenciara.
Sintió que se encendía con cada
caricia de su lengua. Tenía el cuerpo hipersensible y listo para él. Por
primera vez sintió el anhelo de tocarlo y explorar su cuerpo. Por primera vez
sentía la confianza necesaria para ser su amante. Recorrió su sólido pecho con
los dedos, descendió por su estómago y entonces, cuando titubeó, él tomó su
mano para guiarla y descubrió que era asombrosamente fácil hacerle gemir.
—Ya basta —gruñó él—. Es nuestra
noche de bodas. Quiero darte placer.
—Eres muy tradicional —con los
ojos brillantes como estrellas, sintiéndose más poderoso gracias a la destreza
que acababa de adquirir, Minwoo se dejó caer sobre la almohada. Lo observó
conteniendo la respiración. Sentía un nudo de anhelo en su interior. Bastaba
que él mencionara el placer para excitarlo.
—No, lo que ocurre es que llevo
demasiado tiempo esperando a poner las manos sobre tu precioso cuerpo
—rectificó Hyungsik.
A Minwoo se le secó la boca al ver
cómo lo asaltaban sus ojos ardientes y deseosos. Lo tumbó bajo él, se
estremeció. Él sonrió con conocimiento.
—Me deseas, amado —dijo,
inclinando la cabeza para atrapar con su boca los tensos pezones que delataban
su excitación.
Minwoo gimió y se agitó sobre el
colchón. Él, con pasión controlada e infinita destreza, trazó un sensual camino
por su cuerpo, evitando tocarlo en el sitio donde más deseaba el contacto. En
compensación, otras zonas parecieron sensibilizarse cada vez más y su corazón se
desbocó. Sentía un río ardiente recorriendo sus venas, abrasándolo.
—Hyungsik… —gimió con impaciencia.
—No están permitidas órdenes, instrucciones
o pistas —le advirtió Hyungsik con voz grave—. Es una de esas ocasiones en las
que sé muy bien lo que estoy haciendo.
Y Minwoo descubrió cosas que
desconocía de sí mismo. Comprobó que le gustaban cosas que ni siquiera había
soñado que pudieran gustarle. Y también descubrió que su capacidad de respuesta
era muy poderosa. Cuando creyó que no podría soportarlo más, descubrió que no
tenía voz para decírselo. Él podía con su control, le quitaba la capacidad de
pensar. Temblaba de deseo cuando él eligió el momento óptimo para llevar su
placer a la cumbre. Se situó entre sus muslos y penetró con fuerza su cálido
interior.
Minwoo se perdió en una
tempestuosa riada de sensaciones. Hyungsik murmuró su nombre y él gimió
aferrándose a él. Su excitación ascendió a alturas imposibles. Era puro calor
líquido y anhelo. Atrapado por un delirante torbellino de placer, arqueó la
espalda y gritó.
Y yo que pe sábado que el idiota se iría detrás del otro idiota!!!
ResponderEliminarPero noooooo
Salio tras su esposo!!!
Que emoción y ahora una semana de pu amorhs