Sunny
resultó sumamente perspicaz. Sungmin pudo contarle a su doncella todo lo ocurrido
el día anterior porque Suho había abandonado la habitación haciendo aspavientos
antes de que llegara Sunny. Después de mostrar un profundo resentimiento por el
trato que había recibido Sungmin, Sunny expuso un plan de acción.
—No me
importará ayudarlo a arreglarse.
Sorprendido,
Sungmin se volvió en el taburete para
mirar a Sunny, quien le estaba arreglando el pelo.
—Te
aseguro que no tienes por qué hacerlo.
—Lo
sé. Pero su madre no esperaba que acabara en medio de un nido de víboras.
Esperaba que usted disfrutara de su estancia aquí. Y no podrá hacerlo con ese
brujo planeando la mejor manera de enviarlo de vuelta a casa lloriqueando como
un niño como hizo su anterior compañero de cuarto.
—Puede
que ofrecerte a arreglarle el pelo no suponga ninguna diferencia —la advirtió Sungmin
.
—Si es
así, entonces dejaré de hacerlo. Pero no se pierde nada por intentarlo,
¿verdad?
Sunny
era optimista por naturaleza. Sungmin también lo era, salvo en ese caso. El
desagradable temperamento de Suho parecía ser parte de su carácter, con lo cual
una oferta de paz no mejoraría la relación entre ambos. Pero Sungmin sabía que su doncella tenía razón. No perderían
nada por intentarlo.
Las
habitaciones donde él y los demás de la corte de honor pasarían la mayor parte
del tiempo eran de un tamaño aceptable y estaban muy bien amuebladas.
Sólo Ryeowook
y otro jovencito, estaban en la salita cuando llegó Sungmin . Estaban sentados
pintando.
—¿Qué
estáis pintando? —preguntó Sungmin , sentándose junto a ellos.
Ryeowook
levantó la mirada del cuadrado.
—Ha
sido idea de la duquesa. Ella está bordando el cuadrado central de la colcha.
Cuando unamos todos los lienzos, se la regalaremos a la princesa real. Si
tienes una mano firme, únete a nosotros. Hay lienzo y pinturas en el rincón.
Ryeowook
señaló con la cabeza hacia el aparador que había en una esquina junto a varias
sillas y un gran número de instrumentos musicales. Sungmin esperaba que no le pidiesen tocar ninguno de
ellos.
Disfrutaba pintar, pero se sentía demasiado nervioso en su primer día para emprender una
tarea tan delicada como un cuadro para la princesa.
—¿Ha
regresado la duquesa a palacio? —preguntó.
—Todavía
no, pero llegará en algún momento de la mañana. Y no te preocupes si no puedes
conversar con ella. Suele quedarse en su salita privada cuando está en palacio.
Lady Boah se encuentra allí en este momento, asegurándose de que todo está en
orden.
—Y,
sin duda, aterrorizando a las criadas —añadió el otro joven.
—Tonterías.
—Ryeowook sonrió ampliamente—. Al menos no lleva látigo.
Sungmin
arqueó una ceja.
—¿Hay
algo que debería saber?
—En
realidad no. En ocasiones Boah se muestra demasiado brusco con los sirvientes.
Pero también hemos oído rumores sobre lo perezosas que eran las criadas que
servían a la reina la primera vez que ésta residió en palacio. Boah ha debido
de oírlos también. El palacio estaba muy sucio, ¿sabes?, había hollín por todas
partes. Pero el príncipe lo solucionó con las mejoras que hizo. Y los
sirvientes son de lo más eficientes ahora. Boah es muy perfeccionista.
—Es
más que eso, Ryeowook, y lo sabes —dijo en tono de desaprobación—. Incluso a nosotros
nos trata como si fuéramos sus sirvientes personales. En mi opinión, algunas de
las tareas que nos encomienda son totalmente inapropiadas para el puesto que
ocupamos.
—¿Como
cuáles? —preguntó Sungmin muerto de
curiosidad.
El
joven comenzó a contestarle, pero frunció el ceño y cerró la boca. Ryeowook se
rio entre dientes y reprendió al joven con ligereza.
—No te
preocupes, Sungmin no es una de las espías de Boah. Puede que Suho sí lo sea,
pues ya hemos visto lo íntimos que son. De hecho en este mismo momento está
fuera cumpliendo sus órdenes.
—¿A
qué tipo de órdenes te refieres? —le preguntó Sungmin a Ryeowook directamente.
—Según
dice, lord Boah se dedica a las intrigas palaciegas. Le ordenó a Key que
siguiera a uno de los embajadores cuando saliera de palacio y le informara de
adonde iba y lo que hacía. Parecía algo inofensivo. Ciertamente no hemos podido
averiguar para qué quería esa información. Pero, aunque de vez en cuando lady Boah
ordene hacer recados, no le debería haber pedido a Key que saliera de palacio.
¡Y mucho menos sin chaperona!
—¿Por
qué no te negaste? —le preguntó Sungmin a Key.
—Nadie
puede negarle nada a lady Boah —repuso Key con consternación—. Una sola palabra
de ella a la duquesa y perdería mi puesto aquí. Tiene mucho poder sobre nosotros.
Sungmin
frunció el ceño.
—¿Y
eso no es un abuso de poder?
Ryeowook
suspiró.
—Nos
ordena hacer muchas cosas de ese estilo. Después de todo, él recibe órdenes de
la duquesa. Jamás nos ha dicho nada, pero la información que recaba debe de ser
por orden de ella, y ésta, finalmente, debe de llegar a oídos de la reina. No
se atrevería a utilizarnos para nada malo.
Sungmin
no podía más que estar de acuerdo con
ese razonamiento. Pero su madre no lo había advertido de que podría verse
involucrado en intrigas palaciegas. Aunque mirandolo bien, aquello sonaba muy
excitante.
Ryeowook
parecía pensar lo mismo, porque dijo con una amplia sonrisa:
—Yo lo
suelo encontrar bastante divertido. Por ejemplo, esta noche, en el baile de
disfraces, debo distraer a cierto caballero y, al final, hacerle determinada
pregunta impertinente. Se supone que para entonces él tendrá la guardia baja y
me contestará sin pensárselo dos veces en vez de darme largas. Boah dejó a mi elección
cómo distraerlo.
Key
soltó un bufido.
—Sabes
de sobra que te ha insinuado que debes permitir que te bese.
Ryeowook
soltó una risita tonta.
—Lo
que espero que ocurra de todas maneras. Después de todo, es un buen partido, y
divinamente atractivo.
La
palabra «divinamente» hizo que Sungmin pensara en el Ángel. Esperaba que Ryeowook no
estuviera refiriéndose a él. Pero se contuvo y se abstuvo de preguntarle el
nombre del caballero al que se suponía que debía distraer porque ni siquiera
sabía cuál era el nombre del Ángel.
La
dama sobre la que habían estado hablando apareció de repente. Salió como un
torbellino de la salita privada de la duquesa. Kwon Boah no se detuvo, ni
siquiera un instante, cuando se percató de la presencia de Sungmin .
—Acompáñame
a mi estudio —le dijo mientras atravesaba la sala y salía por la puerta al
pasillo.
—Será
mejor que te apresures —le sugirió Ryeowook—.Por si la pierdes de vista, su
estudio es la primera puerta del pasillo.
Sungmin
asintió con la cabeza y se apresuró a seguir
a la dama. Boah ya había desaparecido, aunque había dejado la puerta abierta.
Internándose en un estrecho pasillo, Sungmin se dio cuenta de que era la
entrada privada al dormitorio de la duquesa.
—Es
aquí—le llamó Boah antes de que Sungmin cometiera el error de continuar recorriendo el
estrecho pasillo y entrara en el dormitorio principal.
Sungmin
entró en la primera habitación a la
izquierda, que era un poco más grande que un armario. Boah se había sentado en
un pequeño y atestado escritorio pegado a la pared. Observó que a las dos
sillas de madera que había un poco más allá les faltaban los cojines. No había
espacio para mucho más en aquel pequeño cubículo. No había ventanas, sólo una
sencilla lámpara encendida sobre el escritorio que dejaba una pequeña neblina
en la estancia. Pero aquella tenue luz era suficiente para la dama.
—Supongo
que eres Lee Sungmin, ¿no? —dijo la mujer, y apenas esperó el gesto de
asentimiento de Sungmin antes de
continuar— Me alegra saber que has llegado puntual a palacio. Soy Kwon Boah. Es
mi deber asegurarme de que no te dedicas a hacer el vago, que asistes a todos
los actos a los que se espera que asistas y que estás disponible para cualquier
cosa que la duquesa requiera de ti. Tu estancia aquí no sólo beneficia a la
corte sino a ti mismo. Así que tú y yo nos llevaremos bien en tanto no me
avergüences y cumplas las órdenes que te dé.
La
mujer esbozó una cálida sonrisa con la intención de tranquilizar a Sungmin , si
bien había algo perturbador en aquel gesto que de alguna manera no parecía
sincero.
—¿Te
han informado ya de que esta noche hay un baile de disfraces? Incluso es
probable que asista la propia reina, aunque tampoco sería de extrañar si al
final no lo hace. Después de todo, su segundo embarazo está bastante avanzado.
De todas maneras tenemos que estar preparados. ¿Tienes disfraz?
—Mi
madre y yo pasamos por alto incluirlos en mi equipaje debido a nuestros
apresurados preparativos para llegar aquí a tiempo. Pero mi compañero de
habitación me ha ayudado a encontrar un disfraz para esta noche.
—Compartes
habitación con Kim Suho, ¿no es así? Es un buen chico. Estoy segura de que podrás
sacar provecho de sus consejos. Pero será mejor que la próxima vez estés mejor
preparado.
Sungmin
tuvo que contener la risa ante la
brillante descripción de su compañero, pero Ryeowook ya le había advertido que Suho
y Boah se llevaban muy bien.
—Lo
estaré —le aseguró Sungmin —. Ya he enviado una nota a mi...
—Con
respecto a esta noche —lo interrumpió Boah, sin interesarle cualquier otra
información que pudiera darle—, es posible que tengas que hacer algo especial
antes de que comience el baile. Es un asunto de vital importancia, pero no
estoy segura de que puedas llevarlo a cabo. —Tras fruncir los labios indecisa,
añadió—: Estoy segura de que eres tan inocente como debe serlo un joven de
buena cuna, pero ¿eres también tan ingenuo como pareces?
Intrigas
palaciegas. Los demás jóvenes ya le habían advertido, pero Sungmin no había esperado que lo escogieran con tanta
rapidez para esa clase de tareas. ¿De verdad quería involucrarse en aquellas
cuestiones? ¿Acaso tenía elección? Tal vez, pero sospechaba que su respuesta
determinaría si él podría hacer algo beneficioso para su país o si sólo sería
un desconocido joven de la corte honor que jamás conocería a la reina...
Imaginándose
como una figura heroica recibiendo la gratitud personal de la reina Victoria,
respondió
—Tan
ingenuo como deba serlo.
Kwon Boah
se rio entre dientes.
—Me
gusta esa respuesta. Creo que lo harás de maravilla.
Sungmin
no pensó que hubiera nada heroico ni
audaz en colarse en la habitación de un hombre para buscar algo. De hecho, se
sentía como un vulgar delincuente. Aun así, allí estaba, vestido con los
pantalones, la chaqueta y el sombrero con una pluma de su disfraz, fisgoneando
en los cajones de otra persona mientras intentaba no pensar en cómo se sentiría
él si alguien hiciera lo mismo en su habitación.
Ni
siquiera sabía lo que andaba buscando. O peor todavía, ni siquiera creía que
lady Boah supiera lo que quería que buscara.
—Cartas
—le había dicho la mujer cuando le ordenó registrar la habitación—. O cualquier
cosa fuera de lo normal.
Pero
no había nada en aquella habitación que pudiera calificarse como fuera de lo
corriente. Incluso los muebles eran tan espartanos que a primera vista no
parecía que allí viviera alguien.
—Jamás
deja la habitación sin echar la llave —le había dicho lady Boah—. Lo sé porque
lo vigilo a menudo. Pero hoy lo ha hecho. No puedo imaginar por qué, a menos
que quiera que entre uno de sus agentes para recoger o dejar algo. Así que si
la puerta sigue abierta esta noche, no tendrás ninguna dificultad en encontrar
lo que sea.
Sungmin
había esperado que la puerta tuviera la
llave echada. Había ido al baile de disfraces, pero se encontraba demasiado
nervioso por la tarea que tenía entre manos y no podía hacer otra cosa que
observar a lady Boah y esperar a que ésta inclinara la cabeza para que diera
comienzo aquella intriga nocturna. En cuanto hizo el gesto, Sungmin había salido corriendo de la sala, abriéndose
paso por los largos corredores del palacio hacia la habitación que se suponía
que debía registrar. Lady Boah no le había dicho a quién pertenecía aquella
estancia.
—Será
mejor que no lo sepas —le había dicho—. Así si alguna vez tienes ocasión de
hablar con él, podrás parecer genuinamente ignorante de su identidad. Pero no
cometas errores, Sungmin . Eres uno de la corte de la reina, así que mantente
alerta. Esto es tan importante que lo haría yo misma si conociera a alguien que
lograra distraerlo el tiempo suficiente para hacerlo. Pero soy la única persona
que puede mantenerle ocupado un tiempo razonable, así que no tienes por qué
temer que te descubra. Aun así no pierdas el tiempo. Dispondrás de diez minutos
y no más.
Cuando
Sungmin descubrió que la puerta no tenía
el cerrojo echado, no entró en la estancia de inmediato. Perdió algunos de
aquellos valiosos minutos debatiendo consigo mismo si no sería mejor mentirle a
lady Boah y decirle que la habitación estaba cerrada con llave. Pero la mujer
había hecho hincapié en la importancia de aquella tarea. Sungmin Podría descubrir un complot contra la Corona,
un plan de ataque contra una de las colonias o, al menos, probar que el
inquilino de aquella habitación era un traidor que estaba en el palacio bajo
falsos pretextos.
No
encontró nada. Examinó con rapidez todos los cajones pero no halló ninguna
carta, ni siquiera una nota. El ánimo heroico que había impulsado antes a Sungmin
había desaparecido, dejándole sólo la
sensación de ser un vulgar delincuente.
Cerró
el último cajón con un suspiro justo cuando oyó que la puerta se abría de
repente a sus espaldas. ¡Se suponía que no lo atraparían! Boah no le había
dicho qué debía hacer en esas circunstancias.
—Si
usted no es el amante de Sukchun, va a tener que dar un montón de explicaciones
—aseguró una profunda voz masculina.
Sungmin
intentó controlar el miedo que sentía.
No era el inquilino de la habitación, sólo alguien que le conocía. Pero
entonces sintió el cañón de un arma en la espalda y fue preso del pánico.
—Está
cometiendo un err...
—¿Un
joven? —El hombre se rio y apartó el arma—. Menuda gracia.
Sungmin
no comprendía qué quería decir con eso
aquel individuo, pero se dio cuenta de que le había dado una excusa para estar
allí. Sólo que no se atrevía a usarla. Al final decidió mostrarse resentido
ante la irrupción de él en aquella habitación. ¿Acaso aquel lugar tenía un imán
que atraía a los entrometidos?
—Va a
tener que explicarme por qué...
Se
volvió mientras hablaba, pero las palabras murieron en sus labios. ¿Era él? El
Ángel. El primo de Choi Siwon. Por cuarta vez en su vida, Sungmin se quedó
deslumbrado y sin habla en su presencia.
Al igual que él, estaba disfrazado con ropa de
otro siglo, aunque la de él pertenecía a un pasado más reciente. Vestía como un
dandi, con un abrigo de raso, una camisa con encajes en los puños y el cuello y
pantalones bombachos hasta las rodillas en un tono azul que no era tan pálido
como sus ojos. El pelo negro le llegaba hasta los hombros, pero debería haberse
afeitado para la ocasión. La imagen de hombre emperifollado quedaba deslucida
con aquella sombra oscura en las mejillas. Por otra parte, también era muy
ancho de hombros. Sungmin jamás se había dado cuenta de eso, claro que jamás
había estado tan cerca de él antes. Por lo general, todo lo que podía hacer era
clavar los ojos, boquiabierto, en su hermosa cara, justo como estaba haciendo
ahora.
—¿Acaso
la he dejado sin habla? Oh, vamos —añadió él en tono impaciente—. Esa reacción
es típica de las jóvenes inocentes, no de sofisticados jóvenes y mujeres de
mundo como usted. ¿O es que me equivoco?
Sungmin
no podía pensar con la claridad suficiente para preguntarse de qué diablos
estaba hablando él. ¿Estaba rodeado por un resplandor etéreo o es que los ojos
de Sungmin habían sido cegados por el
brillante raso de la chaqueta?
Kyuhyun
alargó las manos para tocarlo y revisarlo. Sin lugar a dudas, aquello sacó a Sungmin
de su estupor. Consternado, intentó
apartarlo cuando él le deslizó el brazo alrededor de la cintura y lo estrechó
contra su cuerpo.
—Pensé
que eso le haría reaccionar —dijo él con una risa ahogada.
—Suélteme
—le exigió Sungmin con voz jadeante.
El
negó con la cabeza lentamente.
—Creo
que es hora de que deje claro quién de los dos tiene aquí la sartén por el
mango. —Aunque sus palabras eran amenazadoras, el hombre esbozó una amplia
sonrisa—. Y mientras se lo aclaro, voy a descubrir qué ve en usted un hombre
con unos gustos tan peculiares como Sukchun.
Le
rozó la mejilla con la mano. Tenía los dedos cálidos, cálidos de verdad, y no
suaves y fríos como los de un dandi sino ásperos y callosos. Lentamente le rozó
la mejilla con una caricia tan sensual que hizo que la cabeza de Sungmin diera vueltas. Definitivamente, desmayarse se
había convertido en toda una posibilidad. ¿El Ángel lo estaba abrazando? Sungmin
jamás había imaginado que alguna vez estaría tan cerca de él, que algún día
llegaría a estrecharlo entre sus brazos.
La
mano masculina continuó subiendo hasta que los dedos alcanzaron el nacimiento
del pelo. Luego, él le apartó el sombrero con un suave golpecito.
El
hombre deslizó los ojos lentamente por aquel rostro que ya no quedaba
ensombrecido por el ala del sombrero. No parecía demasiado divertido en ese
momento. Y sin aquella pizca de diversión, él ya no le parecía tan angelical.
Con los pies de nuevo sobre la tierra, por así decirlo, era sólo un hombre. Un hombre
que podía ser peligroso. ¿Qué le había hecho pensar eso? ¿Quizás el duro brillo
de aquellos ojos ? ¿O la manera tan fuerte con que le sujetaba la cintura?
—Es
usted demasiado hermoso y joven para Sukchun —dijo él, sin apartar la mirada de
su cara—. Aunque supongo que con la ropa adecuada podría pasar por un
jovencito. Al menos, gracias a Dios, no se parece a mí. Así que la pregunta que
viene a continuación es si es usted un participante inocente de esta charada,
cariño.
Sungmin
no tenía ni la más ligera idea de qué le
estaba acusando ahora, pero la suposición del joven de que él estaba allí por
alguna razón en concreto ya había durado demasiado tiempo. Como era muy
ingenioso cuando no estaba deslumbrado, pasó al ataque.
—No
tengo ni la menor idea de quién es ese Sukchun que ha mencionado, pero usted,
señor, tendrá que explicarme qué está haciendo en la habitación de lady Boah.
Me ha enviado aquí a buscar una bufanda. Y dudo mucho que también le haya
enviado aquí a recoger otra cosa. ¿Quién es usted y qué está haciendo aquí?
—Cho Kyuhyun
—dijo él con aire distraído mientras le estudiaba la cara lentamente con la
mirada. ¿Intentaba averiguar si mentía? No debió de ver nada en sus rasgos
porque le preguntó—: ¿De verdad espera que me crea que se ha equivocado de
habitación?
Por
fin tenía un nombre para el Ángel, aunque ciertamente Kyuhyun no le quedaba
nada bien. No cabía duda de que le había dado un nombre falso, y aquello le
molestó.
—No le
pega ese nombre.
Alarmado,
él arqueó una ceja negra.
—No me
atrevo a preguntarle cómo cree que debería llamarme.
—Lobo
hambriento.
El no
se rio ante tal descripción, pero lo soltó bruscamente.
—Lobo,
quizá —dijo con sequedad—. ¿Hambriento? No por el momento.
Sungmin
había recuperado el suficiente sentido
común para darse cuenta de que lo había insultado. ¿Había tocado quizás una
fibra sensible? Bien, porque él, realmente, había tocado bastantes de las
suyas.
Recuperando
el equilibrio después de trastabillar cuan¬do él la soltó, Sungmin se dispuso a enderezarse la chaqueta con
indignación. Se inclinó para recoger el sombrero del suelo y se lo puso
bruscamente en la cabeza.
¡Qué
cosas! ¿Así que no estaba hambriento por el momento? Como si Sungmin no supiera
que no era de su gusto.
Kyuhyun
cruzó los brazos y continuó con los ojos clavados en él. A Sungmin no le pasó desapercibido que se encontraba
colocado entre él y la puerta.
—No ha
encontrado ninguna bufanda, ¿verdad? —di¬jo él.
¿Así
que iba a poner a prueba la excusa de la joven esperando que se contradijera?
—No,
pero apenas había comenzado a buscar cuando usted irrumpió de repente en la
habitación.
—Ni la
encontrará.
—Tonterías.
Me dijeron cuántas puertas debía contar antes de dar con la habitación
correcta.
—Si
dice la verdad, querido, está usted en el ala equivocada de palacio. Kwon Boah,
y, sí, no tengo duda de que ha sido ella quién lo ha enviado, tiene su cuartel
en otro sitio.
Sungmin
compuso una expresión horrorizada o eso
esperaba.
—¿Quiere
decir que al final tendré que disculparme con usted?
—No
conmigo. Esta no es mi habitación. Pero puede estar seguro de que informaré al
propietario de su... error.
Sungmin lanzó un suspiro.
—Hoy es
mi segundo día en palacio. Aún no me oriento bien. Sólo ha sido una confusión.
—¿De
veras? Entonces no ha sido nada. Pero no se sorprenda si le digo que se largue
de aquí ya.
Se
sonrojó, asintió con la cabeza e intentó pasar rápidamente por su lado. Él lo
sujetó por el brazo para hacerle una última advertencia.
—Si
vuelvo a encontrarlo en cualquier otro lugar donde no debería estar, haré unas
suposiciones más a mi gusto.
—¿Qué
quiere decir?
Lo
soltó.
—Vayase,
mozo. Es demasiado joven para comprenderlo.
—Sí
señor, admiro tu osadía por llevar ese disfraz —comentó Ryeowook mientras se
acercaba a Sungmin.
El
joven se detuvo junto a él en el borde de la pista de baile. El salón de baile
del palacio era enorme. Había tantas lámparas de araña encendidas y tantos
espejos en las paredes que toda la estancia brillaba con intensidad.
Sin
embargo, Sungmin no se había alejado
demasiado de la entrada. Había estado observando la puerta por si aparecía Cho Kyuhyun
mientras esperaba a que lady Boah terminara su conversación y se reuniera con él.
Se había acercado a la dama al regresar de su misión para advertirle de que
había sido descubierta, pero Boah le había interrumpido con un gesto seco de la
mano.
Sungmin
estaba nervioso. La intriga no había acabado todavía. A Kyuhyun no podría
quitárselo de encima con un simple gesto de la mano si decidía interrogar a Boah
sobre la supuesta bufanda que le había ordenado recoger a Sungmin . Así que
realmente necesitaba hablar con Boah antes que él.
—Este
disfraz no ha sido idea mía—dijo Sungmin en respuesta a la pregunta de Ryeowook—. No
incluí ninguno en mi equipaje.
—Déjame
adivinar, Suho, ¿verdad? —Cuando ReMinie asintió con la cabeza, el otra joven
puso los ojos en blanco—. Supongo que no te habló de la habitación de
disfraces, ¿no? Allí tenemos a nuestra disposición toda clase de prendas con
las que crear multitud de disfraces diferentes. Por Dios, debe de haber por lo
menos cinco bastones como éste allí dentro —añadió, golpeando ligeramente el
suelo con el bastón de pastor que llevaba en la mano.
Al
enterarse de la existencia de la habitación de disfraces, Sungmin debería haberse enfadado, pero en ese momento
estaba demasiado nervioso para dar prioridad a cualquier otro sentimiento.
—No
pasa nada —dijo—, ya habrá más bailes.
Al
menos tenía que reconocer que aquel disfraz no le disgustaba en absoluto. En su
opinión, era original y elegante. Casi todos los demás invitados llevaban
disfraces repetidos. Había visto a dos jovencitos en la pista de baile mientras
hablaba con Ryeowook, que también iban disfrazados de pastor. Y hasta ahora
había contado al menos a cuatro caballeros vestidos de piratas.
Kyuhyun
todavía no había aparecido. Quizá no asistiera al baile. Quizá sólo había ido a
palacio para espiar y se había disfrazado de dandi para pasar desapercibido en
el baile de disfraces que se celebraba esa noche. Pero ¿cómo se le ocurría
pensar eso? Él era un miembro de la familia Choi. No podía ser un espía.
También lo había visto el día anterior en palacio y, en esa ocasión, vestía con
total normalidad.
Si
tenía que lamentar algo era haberlo conocido bajo aquellas bochornosas
circunstancias. Pero ¿qué estaba haciendo él en la habitación de aquel tipo?
¿Había ido allí por el mismo motivo que él?
Sungmin
palideció ligeramente al comprender que había hecho algunas descabelladas
suposiciones sobre Kyuhyun basándose en la tarea que le habían ordenado
realizar. Boah jamás le había dicho qué era lo que debía buscar en aquella
habitación, sólo que era importante, pero ¿importante para quién?
—¿Me
acompañas? —dijo Boah mientras se acercaba a Sungmin y hacía un gesto con la cabeza a Ryeowook para
que los disculpara.
Sungmin
no tuvo otra alternativa, ya que la dama enlazó su brazo con el de ella y lo
guio entre la multitud. Boah no se había disfrazado, sólo llevaba una máscara
negra de dominó.
—¿Qué
has encontrado? —preguntó Boah con impaciencia.
—Me
descubrieron.
Boah
se detuvo bruscamente.
—¿Quién?
¿Un criado?
—No.
Pero parecía saber a quién pertenecía la habitación. Sin embargo, ya había terminado
mi tarea y no había encontrado nada interesante. La habitación estaba impoluta.
Incluso diría que no vive nadie en ella si no fuera porque encontré ropa
pulcramente doblada en los cajones.
Boah
pareció un poco excitada ante aquella información.
—Si no
fuiste descubierto por un criado, debió de ser por el agente que Sukchun estaba
esperando. Eso explicaría por qué no llamó a un guardia al verte allí. Porque
no lo hizo, ¿verdad? —Cuando Sungmin negó con la cabeza, Boah asintió— Tengo
que saber quién es. ¿Te ha dado su nombre?
Sungmin
no lo dudó ni un segundo.
—No
—mintió, sin sentirse ni un poquito culpable. Tanto si el nombre que le había
dado «Kyuhyun» era falso o no, Sungmin no estaba dispuesto a tildar al Ángel de «agente
de Sukchun», fuera lo que fuera lo que eso quisiera decir, a menos que
estuviese realmente seguro de ello. Después de todo, ¡era un familiar del duque
de Shiyuan! No podía formar parte de ninguna traición.
—Bueno,
con una descripción servirá. ¿Cómo era?
Era un
ángel, pensó Sungmin intentando no
esbozar una sonrisa. No estaba seguro de por qué estaba tan decidido a proteger
a Choi Kyuhyun, si es que ése era su nombre de verdad, pero lo estaba.
—Me
gustaría poder ayudarla, lady Boah, pero estaba completamente disfrazado para
el baile de esta noche. He estado buscando entre la multitud a alguien que
llevara la misma ropa, pero no he visto a nadie. Aunque tampoco creo que
sirviera de mucho ya que llevaba puesto un hábito de monje con capucha y una
máscara le cubría el rostro por completo. También llevaba el pelo cubierto por
la capucha y los ojos ocultos por la máscara. Era de estatura media. Si se
quitase el hábito y se parase a mi lado, ni siquiera lo reconocería. Incluso
podría haber otra persona con el mismo disfraz. Teniendo en cuenta que esta
noche todo el mundo va disfrazado, supongo que es el momento perfecto para
pasar desapercibido en palacio.
Boah
masculló por lo bajo y luego dijo en voz alta:
—Vaya
pérdida de tiempo. Si hubieras utilizado tu ingenio, le habrías quitado la
mascara para, de esa manera, reconocerlo en caso de volver a verlo.
Incrédulo,
Sungmin respondió:
—Bastante
suerte he tenido de salir airosa de aquella situación. ¿Con qué excusa hubiera
podido hacer tal cosa?
—Muy
bien podrías haber usado tus artimañas y quitarle la máscara para que te
besara, ¿no te parece eso una buena excusa? ¿O es que en realidad eres tan
inocente que no sabes lo fácil que le habría resultado hacer eso a un joven tan
guapo como tú?
Sungmin
no respondió de inmediato. Se vio
atrapado por la imagen de ser besado por él, lo que, ya puestos, era muy fácil
de imaginar después de que él le hubiera estrechado entre sus brazos. Sin duda
alguna era una pena que no poseyera esas artimañas de las que Boah hablaba...
—¡Respóndeme!
—lo apresuró Boah.
Sungmin
ahuyentó aquella imagen y se dio cuenta
de lo enfadada que estaba Boah. ¿Y por qué? ¿Por la falta de artimañas de Sungmin
? ¡Pero si se suponía que debía ser un joven carente de artimañas!
Sungmin
notó que comenzaba a enfadarse. ¿Acaso era así cómo lady Boah obtenía
información de otros jóvenes? ¿Insultándolos y haciéndolos sentir unos completos
inútiles? ¿Con arrebatos de cólera para hacerlas creer que perderían su puesto
en caso de que no hicieran lo que se les ordenaba? Si alguien tenía que perder
su puesto era Kwon Boah. Sungmin tenía el presentimiento de que aquella mujer
estaba abusando de su autoridad.
—Desde
luego no soy tan inocente como para no saber que besar a perfectos desconocidos
no es uno de mis deberes en la corte, lady Boah. Sé las funciones que conlleva
este puesto y emular a un ladrón no es una de ellas. Quizá deberíamos hablar de
este asunto con la reina.
El
rostro de Boah se puso lívido.
—¿Estás
amenazándome?
—¿Amenazándola?
—Sungmin abrió mucho los ojos—. Sin duda
alguna usted cuenta con la aprobación de Su Majestad para utilizar a las damas
de esta manera. ¿Por qué cree que estoy amenazándola? Quizás haya exagerado un
poco. No me atrevería a molestar a la reina con algo tan banal. Y soy
consciente de que la duquesa podría no comprenderme si hablo con ella. Pero...
No fue
necesario que Sungmin mencionara a más
personas poderosas como el primer ministro que era amigo de su madre. Boah
había captado la idea y todavía seguía furiosa. Probablemente Sungmin había ido demasiado lejos. Lo más seguro era
que la mujer lo despidiera por la mañana con lo cual Lilly iba a sentirse muy
decepcionada.
Sungmin
suspiró y dijo:
—Creo
que acaba de ser testigo de mi reacción ante el hecho de haberme sentido como
un vulgar delincuente esta noche. Le pido disculpas. Pero si lo que quiere es
reclutar a más espías para el reino, la próxima vez tendrá que buscar a alguien
más valiente.
—Ya
veo —dijo Boah, frunciendo sus finos labios—. Inútil e incompetente, esperaba
algo más de alguien de tu clase.
—Precisamente
—repuso Sungmin con rigidez. Santo Dios,
¿por qué siempre que intentaba hacer las paces sólo conseguía que lo insultaran
todavía más?—. A propósito, si alguien le pregunta esta noche si me envió a
buscar una bufanda, le aconsejo que le diga que sí.
Boah
se quedó sin aliento.
—Santo
Dios, no habrás utilizado mi nombre, ¿verdad?
—La
única excusa que se me ocurrió para explicar mi presencia en una habitación en
la que no debería estar fue decirle a quien me encontró que me había enviado a
buscar una bufanda y que no sabía qué estaba haciendo él en su habitación. Le
obligué a que me convenciera de que era yo quien se encontraba en la habitación
equivocada. Así que mi presencia allí sólo pareció fruto de un error.
—¿Y te
creyó?
—Soy
muy buena mostrándome indignado.
Boah
casi se rio.
—Muy
bien, quizá no seas tan incompetente después de todo. Pero la próxima vez...
Sungmin
la interrumpió bruscamente.
—No
habrá una próxima vez, no a menos que usted me dé una buena razón para cumplir
sus encargos. ¿Por qué no me aclara algo más sobre por qué me envió a esa
habitación esta noche? ¿Corre peligro la vida de la reina? ¿Tiene noticias de
un complot que requiera estas medidas inusuales? No puedo creer que nuestro
país no disponga de personas entrenadas para este tipo de misiones.
—Ciertamente
existen tales personas, pero no pueden dedicarse a misiones tan triviales como
ésta.
—¿Triviales?
—Sungmin frunció el ceño—. Me dijo que
esto era importante. Para ser exactos me dijo que era «muy importante».
—Es
muy importante para mí—escupió Boah y se marchó .
Sungmin
se quedó atónito. ¿Así que las
suposiciones que se había hecho esa noche habían sido falsas también? ¿No había
nada ni remotamente heroico en lo que había hecho? Comenzaba a no gustarle en
absoluto vivir en palacio.
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