Aliviado
de no haber insultado a nadie de la realeza, pero molesto con Suho, Sungmin comentó con rigidez:
—No
sabía que hubiera un baile de disfraces.
—Tampoco
estabas aquí para que te informaran, ¿no es cierto?
Eso
era verdad, pero no era posible que nadie esperara que asistiera sin ser
invitado. Aunque al parecer Suho no compartía esa opinión.
—Espero
que hayas traído más de un disfraz, y los artículos necesarios para improvisar
algunos más. A la reina le gustan todo tipo de entretenimientos, pero en
especial los bailes de disfraces, incluso aunque se refiera a tales
acontecimientos como mascaradas, puedes estar seguro de que te hará falta un
disfraz en condiciones. Después de todo, la reina es todavía joven, no mucho
mayor que nosotros. ¿Por qué no le iban a gustar las mismas cosas?
Sungmin
se sonrojó de nuevo. Un disfraz era lo
único que su madre y él no habían incluido en su guardarropa, ni siquiera una
máscara de dominó.
Suho no
tardó en adivinarlo.
—Bueno,
qué lástima. Has comenzado con muy mal pie, ¿verdad?
¿Era
un poco de complacencia lo que Sungmin detectaba en el tono de Suho?
Probablemente,
pero el joven continuó:
—Sencillamente,
tendré que excusarme.
—No, a
menos que estés enfermo, lo que no es cierto. Se espera que todos asistamos a
las fiestas ya que somos parte de la corte, sobre todo cuando hay dignatarios
extranjeros entre los invitados que necesitan una compañía con la que bailar y
conversar. Para la monarquía es fundamental mostrar una buena imagen de la
corte
Lilly
le había advertido sobre ello. ¿Qué lugar mejor que la corte para empezar la
temporada? Conocería a los solteros más cotizados del mundo y, a cambio,
formaría parte de la pompa y el boato diseñados para impresionar a esos mismos
dignatarios. Tendría que avisar a su madre. Lilly podría hacer los preparativos
necesarios para enviarle algunos disfraces que las modistas podrían hacer en
casa ya que tenían sus medidas, pero estaba claro que esa noche no iba a tener
ninguno. No obstante, ¿quién podría reprochárselo cuando desconocía la
existencia de ese baile?
—Creo
que sí me encuentro enfermo...
—Cállate
y déjame pensar —dijo Suho—. Puede que otros jóvenes tengan algún disfraz de
más que puedan prestarte, alguno que se adapte. Déjame mirar si tengo algo que
puedas usar —dijo, dirigiéndose directamente a uno de sus armarios. Tras un
rato rebuscando en el interior, se dio la vuelta sosteniendo un tricornio de
los que se llevaban hacían varios siglos. Incluso sonreía. Era asombroso el
cambio que ese gesto había producido en su rostro. Ahora tenía una expresión
más suave, casi ¡simpática!
»Mi
último compañero de habitación se dejó esto. Es una pena que se llevara consigo
la chaqueta y los pantalones que completaban el disfraz, pero estoy seguro de
que encontraremos otra chaqueta y tal vez unos pantalones a juego. Por si no te
has dado cuenta, algunos de los lacayos visten muy bien.
Sungmin
frunció el ceño sin estar del todo
convencido.
—¿Y de
qué iría disfrazado?
—De
mosquetero, por supuesto. Estoy seguro de que nadie se dará cuenta de que no
llevas el florín que añadiría el toque final. Para que veas lo que da de sí un
sombrero pasado de moda. Es una pena que tu doncella se haya ido, ¿verdad?
Aquel
malicioso comentario y ese tono mordaz era lo que podía esperar de ese joven.
Nadie podía culparla por desconfiar de la repentina ayuda de su compañero de
habitación.
Pero Suho
no parecía esperar respuesta. Sacó su propio disfraz del armario, pero en vez
dejarlo sobre la cama, se lo colgó del brazo
—Prefiero
arreglarme primero el pelo, por lo que tendré que pasear mi ropa por todo
palacio para poder vestirme luego —dijo con un suspiro. Ya cerca de la puerta,
añadió—: Me encargaré de que te envíen una chaqueta.
Sungmin
se sentó en la cama y, de nuevo a solas,
pensó que lo más probable era que su compañero no se encargara de nada. Suho había
mencionado la inconveniencia de tener que recurrir a la doncella de otro joven
para arreglarse el pelo. Estaba seguro de que, a cambio, no pensaba hacerle
ningún favor a él. Pero al poco rato, un lacayo llamó a la puerta y le entregó
una chaqueta, y no habían pasado ni cinco minutos cuando otro lacayo le trajo
unos pantalones a juego. De repente, Sungmin se sintió realmente mal por haber dudado de Kim
Suho.
Encantado,
Sungmin dio un paso atrás para tener una
mejor imagen del improvisado disfraz en el espejo de la coqueta. Ojalá pudiera
disponer de un espejo de cuerpo entero, pero casi podía verse por completo en
aquel espejo ovalado.
Su
estatura iba a serle útil en aquella ocasión. ¡Los pantalones le sentaban muy
bien! Si la chaqueta hubiera sido de otro estilo, podría haberse disfrazado de
pirata. El sombrero, con su larga pluma, también le habría venido bien.
Aunque
había esperado mostrar una apariencia perfecta para su primera aparición
pública en la corte, el disfraz había quedado bien. Al terminar de arreglarse,
comenzó a sentirse excitado. Aquél sería su primer baile. Y se lo habría
perdido si no hubiera sido por la ayuda de Suho. Tenía que disculparse con su
compañero por haber dudado de él.
Salió
apresuradamente de la habitación y se detuvo de golpe cuando vio el largo
corredor que se extendía delante de él y se dio cuenta de que no tenía ni idea
de dónde tendría lugar el baile. Seguramente, en uno de los salones principales
y, en cuanto llegara al final del pasillo, no había duda de que encontraría
sirvientes que pudieran indicarle el camino.
—¿Se
ha confundido de día, amigo? —preguntó una voz masculina a sus espaldas—. El
baile de disfraces es mañana por la noche. —El hombre volvió la cabeza y lo
miró brevemente mientras pasaba por su lado.
Sungmin
se detuvo de golpe. ¿Él? ¿Qué estaba haciendo él allí?
El
hombre no se detuvo a oír su respuesta, aunque de todas maneras no podría
haberle contestado porque se quedó sin habla. Las largas zancadas del joven lo
alejaron de él y pronto lo perdió de vista. Sungmin lo había reconocido y se
había quedado tan deslumbrado y mudo de asombro como la tercera vez que lo
había visto.
Le
había puesto el sobrenombre de «el Ángel». Era demasiado guapo para que se le
pudiera considerar un hombre normal. Era alto y fornido, tenía un pelo negro y
largo que se balanceaba contra sus hombros al ritmo de aquellas largas
zancadas. Había pensado que sus ojos eran grises, pero jamás había estado tan
cerca de él para asegurarlo.
La
primera vez que le había visto fue en el pueblo de Shiyuan, y se había quedado
tan impresionado que había imaginado un etéreo resplandor rodeándole, por lo
que desde entonces había sido el Ángel
para él. Aquella impresión quedó reforzada la segunda vez que lo vio, cuando lo
encontró paseando a caballo en el camino a Shiyuan Hall y un rayo de sol, que
se había filtrado entre las ramas de los árboles, había iluminado directamente
su figura como si fuera un haz del cielo. Aquella vez también se había quedado
mudo de asombro. Habría creído que era cosa de su imaginación si no hubiera
estado con su madre y ésta no hubiera notado su reacción.
—Está
emparentado con tu futuro marido —había dicho Lilly—. Uno de los muchos primos
de Choi Siwon, creo. Desde luego nadie puede negar que en esa familia todos
poseen una belleza excepcional.
Su
madre había creído que su hijo acabaría casándose con el heredero de los Choi. Sungmin
también lo había creído, por supuesto.
Pero cuando Siwon regresó a Inglaterra había ocurrido algo inesperado. Sin
rumores que les hubiera puesto sobre aviso, ni noticias de cortejo alguno, se
había casado con Kim Heechul, el joven más hermoso y rencoroso de Londres.
Había sido una auténtica decepción. Sungmin se había quedado sin objetivo alguno.
Por
supuesto, Lilly se había culpado a sí misma por haber pensado en el matrimonio
de su hijo cuando Sungmin no tenía edad
para ello y no volvió a cometer el mismo error. El matrimonio era un tema del
que seguían hablando, pero de una manera general, sin mencionar ningún nombre
en concreto.
Pero
mira por dónde allí estaba el primo de Siwon, donde ella menos hubiera esperado
encontrarle. Aunque pensándolo bien, quizá no fuera tan descabellado verle en
el palacio de Buckingham. Después de todo era marqués. O al menos debería
serlo. ¿Acaso su madre no se había casado con uno? Por lo que sabía, ahora era
viuda, así que el título tendría que haber pasado al hijo mayor. Ciertamente
podían haberle invitado a palacio para una de las fiestas.
Saliendo
de su estupor, se dio cuenta de que era la primera vez que veía al Ángel sin
tener las miras puestas en su primo. Siempre había mostrado una impropia
curiosidad por ese hombre. Además, no era demasiado conocido en Shiyuan. Su
madre, una de las muchas hermanas del duque, se había casado y trasladado a
Londres antes de que Sungmin naciera, así que el joven nunca había conocido su
nombre ya que la gente se refería a él como «el primo de Siwon» o «el hijo de Ara».
Pero para él era, simplemente, «el Ángel».
Por
supuesto sabía que no era un ángel. Incluso le habían llegado ambiguos rumores
de que el hijo de Choi Ara era un reconocido don Juan, lo que no era más que
una manera suave de decir que era un calavera de la peor clase. Sungmin, por
supuesto, no se había creído ni una sola palabra. ¿Cómo podían relacionarlo con
algo tan vulgar y zafio?
A
solas en el vacío corredor, Sungmin echó a andar de nuevo, pero esta vez no dio
más que unos pasos antes de volver a detenerse. Se había quedado tan absorto
sobre quién le había dado aquel aviso, que no había procesado lo que en
realidad le había dicho.
¿No
había baile de disfraces esa noche? ¿Se habría confundido realmente Suho de día
o le había mentido a Sungmin para hacerle
quedar como un tonto? Ciertamente habría parecido un tonto si hubiera hecho
acto de presencia en un acontecimiento normal vestido de esa guisa. Debía de
tener lugar algún tipo de reunión o Suho no habría urdido un plan para
avergonzarlo delante de todo el mundo. Si es que de verdad había sido un plan.
—No te
apresures a sacar conclusiones —murmuró Sungmin para sí mismo—. Dale el
beneficio de la duda. —Quizá si se apresuraba a acusarlo podía salirle el tiro
por la culata. Sería una pena lanzar acusaciones equivocadas sólo para terminar
pareciendo tonta de todos modos.
Lentamente,
regresó a su habitación, cavilando sobre lo que podía haber ocurrido realmente
si el Ángel no se hubiera cruzado con él en el pasillo.
¿Qué
habría hecho su madre en esa situación? Ojalá pudiera pedirle consejo, pero lo
más probable era que Lilly estuviera de vuelta a Shiyuan en ese momento.
Sungmin
cerró la puerta de la habitación y se apoyó en él. No estaba seguro de si sólo
debería retirarse para aparecer descansado en su primer día completo en palacio
o si debía cambiarse de ropa antes de salir a buscar a Suho para exigirle una
explicación. La ventana captó su mirada. La maldita ventana. ¡Aquella tonta
ventana cubierta con una de sus capas! El sentimiento de rabia que había
tratado de ignorar tomó la decisión por él.
—¿La
habitación es de tu agrado esta vez?
Cho Kyuhyun,
marqués de Yeomgwang, estaba echado sobre el sillón
de una manera indolente, con una pierna sobre un reposabrazos y la espalda
apoyada en el otro. Olió el brandy que le habían servido pero no lo bebió, y
tampoco contestó a la pregunta.
La
falta de respeto que mostraba hacia su superior era deliberada. Despreciaba a Kang
Sukchun y los dos los sabían.
La
primera vez que le habían pedido a Kyuhyun que residiera en palacio durante
algunos días para estar cerca de su presa, le habían asignado a él y a su
criado una habitación tan pequeña como una caja de cerillas. En esta ocasión,
sin embargo, disfrutaba de la suite que acababa de desocupar un rey extranjero.
Así que la pregunta no requería respuesta.
Tampoco
es que se hubiera quejado de la otra habitación, sólo le había dicho a Sukchun
que jamás volviera a pedirle que se quedara en Buckingham de nuevo, sobre todo
porque su casa no estaba más que a cinco minutos a caballo del palacio. Pero Sukchun
había insistido en lo importante que era ese asunto. Así que Kyuhyun se había
quedado un poco sorprendido ante la suntuosidad de su actual alojamiento.
Clavó sus
ojos en Sukchun mientras el hombre de más edad se servía también una copa de
brandy, o más bien media copa y comenzaba a buscar otra botella en el gabinete.
Bajo, enjuto y modesto, Kang Sukchun podía mezclarse con la multitud, lo que lo
hacía incluso más peligroso. Kyuhyun no podía hacer lo mismo. Tenía una cara
que nadie olvidaba. Era guapo, demasiado guapo, incluso en varias ocasiones le
habían dicho que era hermoso, algo que le hacía sentir impulsos asesinos ya que
había sido su belleza lo que le había metido en el papel que desempeñaba en ese
momento.
No es
que no le gustase lo que hacía. Disfrutaba del peligro. Era algo adictivo. Y
también disfrutaba de la emoción del triunfo. Le gustaba ser un héroe
desconocido. Pero odiaba cómo había comenzado todo eso.
Distraído
por la búsqueda de una nueva botella, Sukchun le preguntó:
—¿Qué
has descubierto, querido?
Kyuhyun
se puso rígido al instante y respondió con frialdad:
—Lo
más probable es que te mate un día de éstos.
Sukchun
se dio la vuelta sorprendido y, dándose cuenta de lo que había dicho sin
querer, palideció ligeramente.
—No ha
sido a propósito.
—¿De
veras?
—Ha sido
una broma. No volverá a ocurrir.
Kyuhyun
no le creyó y le habló con un tono duro y pensativo.
—Fuiste
tú el que indujo a un crío a pensar que sólo él podría salvar a su país. Fuiste
tú el que hizo que ese crío creyera que esta cara —señaló su mejilla con un
dedo— era lo único que hacía falta para realizar el trabajo.
—Eras
perfecto para esa misión —insistió Sukchun—. La primera vez que te vi fue
cuando apareciste en la corte del rey con tu padre. Santo Dios, eras el
niño más guapo que había visto en mi vida. Jamás lo olvidé. Años después,
cuando surgió aquella misión en particular, me di cuenta de inmediato de que
eras la persona idónea para ella. Fue entonces cuando salí a buscarte y, aunque
a los catorce años no eras aún un hombre hecho y derecho, sí eras lo
suficientemente maduro para decidir por ti mismo...
Kyuhyun
continuó como si no lo hubiera interrumpido.
—Convenciste
a un crío para que hiciera algo inconcebible por el bien de su país. Y en
realidad hubieras preferido que él lo hubiera hecho a tu manera en lugar de
encontrar una forma que no le dejara marcado de por vida. Es hora de que
entiendas de que ese crío ya no existe.
—¡Por
el amor de Dios, Kyuhyun, lo he dicho sin pensar!
—Habló
tu subconsciente —le corrigió Kyuhyun con brusquedad mientras se ponía en pie—.
Estuvimos de acuerdo, hace mucho tiempo, en que mantendrías esas corruptas
emociones bajo control.
Estaba
siendo demasiado rudo. La cara de Sukchun enrojeció por la vergüenza. Había
llorado cuando, ebrio por completo, le había confesado a Kyuhyun que estaba
enamorado de él. Le había dicho que era algo que, simplemente, había ocurrido,
que no había podido evitarlo. Pero le había jurado que nunca más volvería a
mencionarlo, que no dejaría que aquello interfiriera en su relación profesional.
Para ser sinceros, las preferencias sexuales de Sukchun jamás se habían
inclinado en ese sentido. Había estado casado, aunque su esposa había
fallecido. Tenía hijos. Mantenía amantes. Puede que fuera un montaje... o no. Kyuhyun
sabía que algunos hombres tenían una doble vida, pero tenía que darle a Sukchun
el beneficio de la duda, o no podría seguir trabajando con él.
Kyuhyun
suspiró.
—Quizás
haya reaccionado de una manera exagerada. Dejémoslo estar, ¿de acuerdo?
Era lo
más parecido a una disculpa que podía ofrecerle. Sukchun la aceptó con una
brusca inclinación de cabeza y, cogiendo la copa medio llena de brandy, se
acercó al sillón que había al otro lado de la estancia. Era una habitación
grande. Era lo que Sukchun llamaba su hogar desde que la reina le había dicho
que debía vivir en el palacio de Buckingham. Ya fuera allí, o en cualquiera de
las demás residencias reales, Sukchun tenía el honor de haber servido a tres
monarcas hasta el momento.
Sukchun
era un espía, un agente real o como quiera que lo llamasen, que se encargaba de
recabar información que podía beneficiar o dañar al país. Hombre prevenido vale
por dos después de todo; para bien o para mal. Algunas personas incluso
pensaban que era uno de los últimos bastardos del rey Jorge III, algo que
explicaría por qué siempre estaba en el palacio con los monarcas. Nadie
sospecharía que alguien tan modesto como él pudiera ser un espía real.
Las
personas que trabajaban para Sukchun no recibían sueldo. Los nobles se
alistaban para servir a su país. La paga estaba reservada para la chusma en la
que no se podía confiar a menos que se le diera una moneda a cambio de sus
esfuerzos. Sin escrúpulos, aunque con algunas cualidades redentoras, Sukchun
haría lo que fuera necesario por el bien de su país.
Con la
tácita disculpa flotando entre ellos, Sukchun volvió a hacer la pregunta:
—¿Has
averiguado algo?
—¿Acaso
me crees capaz de obrar milagros? Acabo de llegar.
El
hombre sonrió ante la sarcástica respuesta de Kyuhyun.
—Bueno
yo no lo llamaría exactamente milagros, pero tienes que reconocer que de vez en
cuando obtienes resultados asombrosos.
—Todavía
no comprendo por qué quieres que me instale aquí. El primer ministro no es
estúpido. No va a nombrar a nadie de la corte que le haga quedar mal.
Tras
tantos años Sukchun tenía una larga lista de contactos entre ellos. Incluso
había hecho uso, en ocasiones, de algunos de la corte que simpatizaban con el
gobierno actual para misiones menores. Pero ahora que los conservadores
controlaban el parlamento, su vida sería algo más difícil. Aquello no favorecía
la política de Sukchun. Y era algo que no podía permitirse. Tenía que comenzar
desde cero, volviendo a hacer contactos entre las damas y jóvenes de la corte.
—Desde
luego, todas provienen de buenas familias. Aunque eso en realidad me importa un
bledo... por ahora —dijo Sukchun—. Pero había dos damas asignadas a la duquesa
después de que se reconciliara con la reina tras el nacimiento de la princesa
que mostraban una gran inclinación por mi causa. Habían comprendido la
necesidad de comunicar cualquier cosa fuera de lo normal en lo que concerniera
a la duquesa. Haberlas perdido...
Kyuhyun
lo interrumpió.
—¿Me
estás diciendo que todavía estás preocupado por la duquesa? Agua pasada no
mueve molino. ¿Acaso la reina y ella no se llevan de maravilla ahora?
—Según
dicen, la duquesa se ha convertido en una amorosa abuela y la reina y ella
vuelven a estar unidas de nuevo. Pero no estaría cumpliendo con mi trabajo
correctamente si asumiera que no hay necesidad de vigilarla de cerca, en
particular cuando su ayudante no ha sido reemplazada como el resto de la corte de
inclinaciones políticas contrarias. El joven ha sido lo suficientemente listo
para no manifestar sus preferencias políticas.
—¿Obtuvo
su nuevo cargo en la transición?
—No
oficialmente, pero como todos los demás son recién llegados, la duquesa le ha
otorgado autoridad sobre las damas y jóvenes de honor asignadas a ella.
Kyuhyun
sabía muy bien que Sukchun había sospechado de lady Boah desde que lo vio por
primera vez en la corte. Un empobrecido joven señor de la nobleza, el último de
su linaje, había formado parte de la corte de la duquesa desde antes del
traslado de la reina a palacio y jamás había recibido un cargo en realidad.
Lady Boah sólo había formado parte del círculo de la duquesa. Durante ese
tiempo, Sukchun y él se habían convertido en una especie de rivales. Sí,
rivales era una buena definición para la competencia que se había desarrollado
entre ellos a principios de año.
A Boah
Kwon también le gustaba recabar información sobre las personas que formaban
parte de la corte. Pero Sukchun jamás había podido averiguar lo que hacía luego
con ella. Estaba seguro de que no la estaba utilizando para ganarse el favor de
la reina porque él le había puesto varias trampas y jamás la había atrapado.
Incluso
había incluido la asistencia de Kyuhyun en determinados eventos de jovencitos.
Por supuesto, la sugerencia de Sukchun había sido que Kyuhyun se convirtiera en
amante de lady Boah. Pero Kyuhyun rara vez seguía las sugerencias de Sukchun.
Además, había desarrollado una rápida aversión por la mujer que no tenía nada
que ver ni con Sukchun ni con su petición. Lo consideraba demasiado impúdico,
incluso vehemente, para su humilde posición. Y además lo llamaba hermoso...
Todo
lo que Kyuhyun había sacado en claro hasta ese momento era que no representaba
una amenaza inmediata para la monarquía. ¿Pensaba chantajear a
alguien? Fuera lo que fuese aún estaba por verse.
—La
mitad de quienes han llegado son desconocidos socialmente. No he encontrado
nada malo en ellos. Proceden de buenas familias sin radicales entre sus
miembros. La mayoría simplemente disfruta de los eventos. Unos cuantos se
muestran cautelosos porque saben que la reina favorece a los Whigs —dijo Kyuhyun,
ciñéndose al asunto.
Sukchun
suspiró.
—Ojalá
eso no fuera de conocimiento público. Le han advertido que deje de cartearse
con lord Melbourne, pero sigue haciéndolo.
Kyuhyun
se compadeció de la reina.
—Para
mí sería un fastidio que me dijeran que no puedo comunicarme con mis amigos
—Sabes
muy bien que la monarquía debe atenerse a unas normas diferentes a las
nuestras. Como monarca, sabe bien que no puede mostrar favoritismos por el
partido que no ostenta el poder.
Kyuhyun
sonrió ampliamente.
—No
olvidemos que me has hecho entregarte unas cuantas cartas secretas de su
majestad.
—No me
atrevo a ofender a la reina. Si me pide algo, lo hago sin dudar. Pero al menos
ahora, lo hace en secreto.
Kyuhyun
sabía exactamente por qué Sukchun había insistido tanto en que se quedara allí.
Si Kyuhyun tenía que recurrir a seducir a alguien de la corte para averiguar lo
que necesitaba saber, Sukchun quería estar seguro de que disponía de una
estancia lo suficientemente cerca para ponerse manos a la obra.
El
evento tenía lugar en la sala amarilla, en el ala opuesta a donde se
encontraban las habitaciones principales. Sungmin había ido en la dirección
contraria, así que tardó mucho más tiempo del que esperaba en encontrar la
sala. Si la reina había estado allí, ya se había retirado porque Sungmin sólo vio a unas veinte personas, casi todos de
la corte, charlando en pequeños grupos. Había un pequeño estrado vacío en medio
de la estancia. Quizás esa noche el entretenimiento había sido un recital de
poesía. Su madre le había dicho que a menudo se organizaban pequeñas funciones
para su propia diversión cuando no había ningún acto oficial que requiriera su
presencia en otro lugar.
Parecía
que el recital había acabado ya. Sungmin se hubiera ido de no haber divisado a Kim Suho
al otro lado de la estancia hablando con otros dos jóvenes de su edad. Llevaba
el mismo traje que antes, cuando había abandonado la habitación que compartían.
No cabía duda de que Suho no se había disfrazado. Algo que confirmaba el
presentimiento de Sungmin de que Suho lo
había planeado todo para que se viera involucrado en una escena bochornosa.
Sin
vacilar, Sungmin cruzó la estancia y se
acercó a su compañero de habitación. Saludó con un gesto de cabeza y luego se
inclinó para murmurarle a Suho al oído:
—¿Por
qué me has mentido?
Suho se
puso rígido ante la acusación. Sin preocuparse de presentar a Sungmin a sus compañeros ni de despedirse de ellos,
apartó a Sungmin de los demás antes de
responderle con altanería.
—No
seas absurdo, yo no miento. Y bien, dime, ¿en qué se supone que te he mentido?
—¿En
el disfraz que te sacaste de la manga para que yo asistiera al baile de
disfraces? ¿Refresca eso tu memoria?
Suho se
encogió de hombros, aunque fue incapaz de ocultar el tono de satisfacción de su
voz.
—Me
confundí de día, es algo que suele pasar aquí.
—Si
eso es cierto, ¿por qué no regresaste para avisarme? —inquirió Sungmin .
—Envié
a un lacayo, pero al parecer no te ha dado el recado. Actúas de muy mala fe al
sugerir que te he mentido.
Sungmin
sabía que ésa no era más que otra
mentira. La expresión presumida y maliciosa del joven hablaba por sí solo. Ni
siquiera parecía un poquitín arrepentido.
—Pues
vayamos a buscar a ese lacayo, ¿te parece bien?
—Oh,
demonios —espetó Suho con impaciencia—. Te has empeñado en ponerte en ridículo
con todo este asunto, ¿verdad? No has venido disfrazado, así que obviamente
descubriste a tiempo que el baile de disfraces no era esta noche. ¿Quién te lo
dijo?
—Tengo
un ángel de la guarda.
Suho arqueó
una ceja, pero parecía demasiado decidido a ceñirse al tema en cuestión y no se
dejó distraer por comentarios absurdos.
—Entonces
no hay de qué lamentarse, ¿verdad?
No,
pero podría haberlo habido y las dos lo sabían. La rabia de Sungmin no estaba cerca de aplacarse. Una disculpa
quizás habría ayudado, pero resultaba evidente que su compañero no le daría
ninguna. Y aquella conversación no conducía a ninguna parte. No había pensado
que Suho se limitaría a negar las acusaciones. Con lo ofensiva que había
resultado al conocerlo, Sungmin había
esperado que se riera o se burlara de su credulidad.
Así
que se limitó a decirle lo único que podía:
—No
intentes volver a dejarme en evidencia. No te gustarán las consecuencias —y
añadió—: Y harías bien en no despertarme cuando regreses a la habitación.
—¿O si
no qué? —le espetó Suho.
Esa
era una buena pregunta. Sungmin se lo
pensó un momento antes de responderle:
—O si
no me las arreglaré para que el sol entre en nuestra habitación a primera hora
de la mañana.
Sungmin
sabía que como amenaza aquélla era
patética, pero al menos dejaba las cosas claras. Si Suho quería guerra, tendría
guerra.
Tras
haber dejado clara su postura, Sungmin se volvió para marcharse y se encontró frente
a tres jóvenes que le brindaban unas amplias sonrisas. Al darse cuenta de que
debían haber oído gran parte de la conversación, se sonrojó y se dirigió a la
puerta. Uno de ellos lo siguió al vestíbulo y ajustó su paso al de él.
—Ya
iba siendo hora de que alguien pusiera a Kim Suho en su lugar por sus
deplorables payasadas. Muy bien hecho —dijo el joven con una sonrisa brillante
y sincera—. Soy Kim Ryeowook. Supongo que tú eres lord Lee Sungmin, ¿no?
—Sí,
pero ¿cómo lo has sabido?
—Nos
dijeron que llegarías mañana. Eres el cuarto joven de la corte asignado a la
duquesa. Por desgracia, Kim Suho también es uno de ellos, por lo que no
podremos evitarlo tanto como nos gustaría.
Ryeowook
era un bonito joven con el pelo color arena y los ojos de tonalidad avellana. Sungmin
supuso que sería un par de años menor
que él. No todos tenían que estar en edad casadera. Sus servicios duraban por
lo menos cuatro años, o hasta las siguientes elecciones.
—¿Así
que no soy el único de quien no se ha hecho amigo? —preguntó Sungmin mientras cruzaban el vestíbulo.
—Cielos,
no. Estoy seguro de que desagrada a todo el mundo por igual. Llegó aquí antes
que nadie y se cree que puede manejarnos a su antojo como si tuviera algún
derecho por antigüedad —respondió Ryeowook y luego frunció el ceño.
Lo
cierto es que Suho se comportó de una manera muy desagradable con su primer
compañero de habitación la semana pasada y, por lo que acabo de oír en la sala
amarilla, parece que tú tienes el desafortunado honor de ocupar ahora ese
lugar.
Sungmin
asintió con una mueca.
—No
parece que haya manera de poder evitarlo.
—En
realidad sí la hay —le dijo Ryeowook—. Pide otra habitación. Acabará por
hacerte la vida imposible si no lo haces. Puede que lleve algunos días
arreglarlo todo, pero valdrá la pena la espera si al menos no tienes que
compartir cuarto con él.
—No me
atrevo a hacerlo —dijo Sungmin , y le explicó lo que le había dicho el lacayo.
—Bueno,
es una pena, pero tienes razón—convino Ryeowook—. No puedes dejar que la reina
piense que su sugerencia fue un error.
—Intentaré
sacar el mayor partido posible —le aseguró Sungmin al joven—. Ahora que sé que
mi compañero es un mentiroso, no volveré a pecar de ingenuo. Pero ¿qué le hizo
a su anterior compañero de habitación?
—El
chico cayó en desgracia y acabó volviendo a casa sólo dos días después de su
llegada. Suho lo provocó hasta que al final el chico montó una escandalosa
escena. Le gritó e insultó sin dejar de llorar todo el rato. Jamás había visto
a nadie tan trastornado. —Luego Ryeowook agregó en un susurro—: El joven
incluso llegó a insultar a lord Boah cuando trató de intervenir, lo que no fue
una buena idea.
—¿Te
refieres a Kwon Boah? ¿La mujer a la que debo presentarme mañana?
—Sí,
es quien tiene autoridad sobre nosotros. No está mal. Al menos es inglesa. Aún
no has conocido a la duquesa, ¿verdad? Su lengua materna es el alemán. La
mayoría de la gente apenas comprende el inglés que chapurrea.
Sungmin
esbozó una amplia sonrisa.
—Sí,
ya lo sabía. El alemán no es mi segunda lengua precisamente, pero espero que
aprendamos a hablarlo mientras estemos aquí.
—¡Cielos,
pues yo no! —dijo Ryeowook con fingido horror—. ¡He podido librarme de la
última parte de mi educación gracias a mi puesto aquí, y me gustaría que
siguiera siendo así! Pero no creo que estemos demasiado tiempo con la duquesa
aunque nos pasemos la mayor parte del día en sus habitaciones. Serán sus acompañantes
de cámara los que tengan que aprender alemán para comprenderla. Ellos sí que
tendrán que atenderla personalmente. Nosotros, como diría mi madre, sólo somos
pura fachada. Si hay una ceremonia real donde la duquesa deba aparecer en
público, entonces por supuesto, formaremos parte de su séquito, pero si no es
así, no se espera que seamos sus acompañantes a menos que ella, personalmente,
solicite nuestra compañía. Además, pasa la mayor parte del tiempo con la reina
o en las habitaciones infantiles. —Ryeowook se rio entre dientes—. Adora a su
nieta.
Mientras
seguían caminando, los pensamientos de Sungmin regresaron a su compañero de
habitación. Ahora comprendía lo que el lacayo había querido decir con su sutil
advertencia.
—Si el
anterior compañero de Suho fue despedido por montar una escena que en realidad
provocó el propio Suho, ¿cómo es que a él no lo despidieron también? —preguntó Sungmin
.
—Es
que no hubo ningún despido —dijo Ryeowook—. Probablemente el joven esperaba que
lo despidieran, así que tomó las de Villadiego, por así decirlo y dimitió,
marchándose ese mismo día. Lady prefirió echar tierra sobre el asunto y no
mencionar el incidente nunca más, pero pensé que debía advertirte, pues según
parece Suho intentará implicarte también en una escena escandalosa. Por un
instante esa noche llegué a pensar que tendría éxito.
Durante
un momento esa noche, Sungmin también lo había pensado.
—¿Sabes
por qué Suho es tan malicioso? Quizá si supiera la causa podría encontrar un
modo de soslayar sus artimañas
Ryeowook
pensó en ello un momento.
—¿Te
refieres a si lo hace por celos o algún tipo de rencor?
—Sí.
Ryeowook
se encogió de hombros.
—Yo no
creo que sea rencor a menos que culpe a todo el mundo de sus aflicciones, lo
que sería algo tonto, ¿no te parece? Pero los celos, mmm..., puede ser. En mi
opinión creo que tiene algo que ver con su falta de dinero. Su familia no es
rica, así que podría sentir el aguijón de los celos ahora que se encuentra
entre tanta opulencia. Parece ser que uno de sus antepasados malgastó la
fortuna familiar en el juego. ¿Sabes?, quizá sea por eso que se lleve tan bien
con lady Boah. Boah también proviene de una familia noble empobrecida. Pero
realmente no puedo asegurarlo. Puede que Suho se comporte de esa manera tan
provocadora porque odia compartir la habitación. Su actitud pareció mejorar la
semana pasada, cuando creyó que la habitación sería sólo para él.
Llegaron
entonces a su destino. De entre todas las estancias de palacio habían ido a
parar a la... ¡cocina!
Ryeowook
se rio al ver la cara de sorpresa de Sungmin y le preguntó:
—¿No
tienes hambre? Yo estoy famélico. Por supuesto, se nos está permitido entrar
aquí. Una de las primeras cosas que hice cuando llegué a palacio fue hacerme
amigo de las cocineras, algo que te recomiendo encarecidamente. Es maravilloso
tener pasteles recién hechos en la habitación cada mañana. Cuando llegan a las
habitaciones de la duquesa, que es donde comemos casi siempre, suelen estar
bastante rancios.
Aquella
enorme área todavía estaba rebosante de actividad a pesar de que era de noche.
Había criadas fregando platos y suelos y los ayudantes de cocina aún estaban
preparando las comidas del día siguiente. Sungmin pensó que la sugerencia de Ryeowook
sobre los pasteles era excelente, incluso aunque tuviera que compartir aquellos
pasteles recién hechos con su desagradable compañero de cuarto.
—Ahora
que lo dices, me he perdido la cena de esta noche —dijo Sungmin con una amplia sonrisa—. ¿Está la cocinera por
aquí? Me encantaría conocerla.
—No,
pero no me importará presentártela mañana.
—Gracias,
de todo corazón —le dijo Sungmin a su
nuevo amigo—. Has sido una gran ayuda.
—Ha
sido un placer. Me ha alegrado mucho ver que tú no eres otro Suho. ¡Con uno ya
es suficiente!
Porque ese tipo de gente nunca falta😒😒😒😒
ResponderEliminarY tampoco falta la gente que les cree y quiere darles el bebeficio de la duda...
Al menos el ángel paso y le hizo el comentario sino,ya me imagino a ese tipejo riendose de Min y lograr lo que quería.
Y bueno,también ya le dijeron de qué va el tipo ese 😒
Después de siempre escuchar del Evil Kyu, ahora que es el ángel de mim, no se se reírme o suspirar
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