La
librería era pintoresca y estaba repleta de libros desordenados. No obstante, Sungmin
seleccionó los volúmenes que le
interesaban con rapidez. Sunny, que no leía tan rápido como él, tardó más
tiempo en decidir qué libros comprar. Pero tampoco tenían prisa. Ni siquiera
eran las once. Incluso llegarían a tiempo de almorzar en palacio. O quizá
podrían comer en un restaurante cercano. Sería divertido. Al menos no tendrían
que aguantar la cara larga de Suho que sin duda alguna les quitaría el apetito.
A Key no
le interesaban los libros y había aceptado una taza de té del dueño de la
tienda. Un hombre mayor y cordial que había mantenido una animada conversación
sobre el palacio con el chico cuando había mencionado que eran de la corte.
Al no
querer tomar té, Sungmin se había desplazado hasta su siguiente parada, una
tienda de telas, al otro lado de la calle. En el enorme establecimiento había
toda clase de tejidos y también una pequeña sección de hilos. Tan pronto como Sungmin
entró en la tienda, se oyó tintinear la campanilla de encima de la puerta
indicando que alguien había entrado detrás de él y se vio empujado al interior.
Ante
tal rudeza, soltó un grito ahogado de indignación y se dio la vuelta para
encontrarse a Kyuhyun con una amplia sonrisa en su cara. Desde luego no había
esperado toparse con él en Bond Street. La burbujeante excitación que su
presencia despertaba en él hizo acto de aparición. Pero al menos esa vez no se
quedó deslumbrado al verlo. Cada vez le resultaba más fácil mirarle a la cara y
no perder el hilo de sus pensamientos.
—Qué
coincidencia —dijo él con desenfado.
No creía
en las coincidencias y sospechó que podía haberlo seguido. ¿Por qué si no
estaría él allí?
—¿Ha
venido a comprar tela? —le respondió dirigiéndose a la sección de hilos de la
tienda.
—No,
he venido para hablar a solas contigo. Me agrada estar en tu compañía.
La
respuesta le complació más de lo que habría querido, pero se sintió obligado a
advertirle:
—No
estoy solo.
—Ahora
mismo sí.
Sungmin
se detuvo delante de una mesa llena de
latas con carretes de hilo de brillantes colores. Él se inclinó por encima del
hombro del joven para señalar una madeja de hilo color rosa.
—Ése
es bonito.
Sungmin
apenas oyó sus palabras. Lo único que
podía hacer era sentir su cuerpo presionando contra su espalda e intentar
controlar la nueva excitación que aquello le provocaba. El dependiente les
sonrió desde el otro lado de la estancia. Al parecer había pensado que eran
pareja pues habían llegado juntos, y consideraba normal que se acercaran tanto
el uno al otro para examinar la mercancía.
O ésa
era la excusa que Sungmin se dio a sí mismo para no alejarse de Kyuhyun. Sabía
que era una debilidad. Sabía que debería haberlo apartado de inmediato. Pero,
sencillamente, no quería romper el íntimo contacto, todavía no.
—Tienes
unos ojos de lo más fascinantes, Minie. Demasiado oscuros y misteriosos para
leer en ellos. El tono rosa los suavizaría un poco, ¿no crees?
¿Cómo
se suponía que debía responder a eso cuando se había quedado sin habla? ¡Su
corazón se había desbocado! ¡Incluso ahora sentía a Kyuhyun apretándose contra
sus nalgas!
—Si
estuviéramos solos en este momento, creo que te bajaría los pantalones.
Aquel
escandaloso comentario que Kyuhyun le susurró con voz ronca al oído le hizo
inspirar con tal brusquedad que Sungmin casi se atragantó. Salió de su ensueño
y recuperó el sentido común. Kyuhyun había dado un paso atrás cuando él tosió. Sungmin
se dio la vuelta para fulminarle con la mirada cuando se encontró con una
descarada y amplia sonrisa.
—¿Me
arrojarías un carrete de hilo si te beso otra vez? —preguntó con un destello
divertido en sus ojos.
Ahora
lo entendía todo. Estaba tomándole el pelo. Sólo estaba bromeando con él aunque
de una manera seductora y escandalosa. Pero por lo menos no había tratado de
seducirlo en una tienda de telas. Su proximidad, sin embargo , seguía sin ser
la correcta. ¿Estaría tan acostumbrado a flirtear a parejas sofiticadas que se
había olvidado de cómo seducir a jóvenes inocentes propensos a desmayarse ante
tales insinuaciones indecentes? ¿O es que simplemente no hacía distinciones? Lo
más probable es que fuera eso último. Después de todo era un vividor y un jugador.
Pero ¿carecía realmente de escrúpulos? Tendría que reservarse el juicio en ese
asunto.
—No
habrá más besos. Ha sido un excelente maestro. Ya he aprobado esa asignatura
—le advirtió en respuesta a su pregunta.
El se
rió, pero no tardó en replicar:
—Qué
decepción. Pensé que me dirías que aún te queda mucho por aprender y que solicitarías
mi guía. No voy ofreciendo mis enseñanzas así como así, ¿sabes?
Sungmin
chasqueó la lengua.
—Por
supuesto que sí. Es un hecho de sobra conocido.
Sungmin
se volvió a la mesa de hilos. Mirar a Kyuhyun directamente a los ojos no le
ayudaba precisamente a aclararse los pensamientos. Y él aún no le había dicho
qué estaba haciendo allí.
—Así
que pasaba por aquí y me vio entrar, ¿no es así? —le preguntó como quien no
quiere la cosa.
El se
puso a su lado. Demasiado cerca. Ahora se tocaban sus brazos. Kyuhyun fingió
examinar los hilos durante un rato.
Luego
le habló en el mismo tono despreocupado que Sungmin había usado.
—No,
en realidad tenía que recoger un paquete calle abajo. Esta es mi segunda parada
del día. Acababa de realizar la primera cuando vi su carruaje e imaginé que
íbamos en la misma dirección. Sabía que usted estaría por aquí. ¿Estaba
visitando unos amigos en Wigmore ?
Sungmin
supo al instante que no había nada
casual en esa pregunta. Santo Dios, estaba interrogándolo de nuevo. Creía que
ya habían pasado por eso y que habían aclarado las cosas. Molesto, optó por no
satisfacer su curiosidad, sobre todo porque Sukchun ya debía de haberle dicho a
Kyuhyun que había pedido su colaboración. Evidentemente, Sukchun había confiado
lo suficiente en él para pedirle tal cosa, ¿por qué entonces Kyuhyun no lo
hacía?
—No
tengo amigos en Londres, pero sí mi doncella —fue todo lo que dijo.
Antes
de que él pudiera preguntarle nada más, fue él quien lo interrogó:
—¿Qué
hace exactamente para Lee Sukchun?
—Soy
su sastre —contestó Kyuhyun al instante.
—Eso
no es cierto.
Kyuhyun
le brindó una descarada sonrisa.
—Quiero
decir que él es mi sastre.
Sungmin
le dirigió una mirada pensativa.
—Es
interesante que mienta al respecto.
—¿Estás
insinuando que miento?
—Las
respuestas evasivas son una forma de engaño.
—Es
interesante que lo veas de esa manera —le respondió él con sus propias
palabras. Sungmin casi se rió.
Al
parecer él no había respondido a su pregunta con más veracidad de lo que había
contestado a la suya. Se sorprendió cuando no continuó preguntándole qué le
había llevado hasta Wigmore Street. Tomando entre sus dedos un carrete de hilo
blanco de seda, Kyuhyun se limitó a decir:
—Llevaré
esto en el bolsillo del chaleco por si te quedas sin ideas sobre en qué emplear
las agujas.
Sungmin
no pudo evitar sonreír.
—¿De
veras? Pero eso implica un regalo...
Él le
interrumpió.
—Considéralo
como un adelantado regalo de Navidad —dijo y esta vez sonó más serio.
—No
acepto regalos de simples conocidos.
—Somos
más que eso.
—No,
no lo somos.
—Por
supuesto que sí, ¿o es que tienes por costumbre andar besando a simples
conocidos?
Sungmin
lanzó un bufido.
—Fue
usted quien me besó, no yo a usted.
Kyuhyun
volvió a sonreír ampliamente.
—Pero
tú, Minie, participaste activamente. No te atrevas a negarlo.
Al
final, Kyuhyun había logrado hacerla sonrojar. Sungmin se preguntó si sus
mejillas habrían adquirido un color tan brillante como el abrigo de él. Al
recordar la extraña chaqueta que él llevaba puesta no pudo evitar preguntarle:
—¿Es
costumbre en Londres disfrazarse a primera hora de la mañana?
—No
que yo sepa. ¿Por qué lo preguntas?
Sungmin
miró directamente la manga de aquella chaqueta de color tan brillante.
—¿Chaqueta
de raso durante el día? ¿Acaso no sabe que hace décadas que la moda dandi está
en desuso?
Kyuhyun
se rió ante su tono seco.
—No
uses el plural, querido. Tampoco hace tanto tiempo pero me he puesto esta
chaqueta en honor a mi madre.
—¿A su
madre le gustan las chaquetas masculinas?
—¿Sabes?
Creo que ella llegaría a usarlas si no provocara interminables comentarios en
la sociedad, pero no. Me la he puesto porque a mi madre le irrita, más de lo que
puedas imaginar que me ponga ropa de raso.
Sungmin
arqueó una ceja.
—¿Y
eso le complace?
—Por
supuesto.
Kyuhyun
lo dijo con una sonrisa, así que no supo si estaba bromeando o no. Pero
comprendió que él debía de volver a su casa si iba a ver a su madre aquel día.
¿Sería para siempre? Sungmin no pudo evitar sentirse decepcionado. ¿No volvería
a verlo en palacio? No quería ni imaginar lo aburrido que sería aquel lugar sin
su presencia. ¿Y cómo iba a ser entonces el intermediario de Sukchun si no
estaba en palacio? Sin duda alguna no esperaría que se reuniera con él en su
casa de Londres.
Por lo
general, no era tan atrevido, pero tenía que saberlo.
—¿Volveré
a verlo en palacio?
—Tu
preocupación me abruma. —Y curvó la boca en una picara sonrisa.
Sungmin
se irritó ante la conclusión a la que él había llegado.
—Sólo
sentía curiosidad. Me ha dado la impresión de que volvía a su casa de manera
definitiva. Quizás haya sacado una conclusión equivocada y en realidad no es
usted un invitado de la corte.
—Por
el momento lo soy, pero tampoco hace falta que sea un invitado para ir de
visita... y veo que tú ya me echas de menos. Vamos, admítelo. —Sungmin puso los ojos en blanco mientras él continuaba
bromeando, pero luego Kyuhyun le aseguró en un tono ronco—: Sabes de sobra que
tú y yo todavía no hemos terminado, Minie.
Sin
duda alguna él se estaba refiriendo a su papel de intermediario entre Sukchun y
él, pero Sungmin se sintió azorado de
todas maneras al leer en sus palabras más de lo que él había dado a entender.
***
Los Cho
siempre habían sido gente de ciudad según su larga y aristocrática historia
familiar. El primer hogar había estado en el casco antiguo de Londres, aunque
había sido destruido por el fuego hacía siglos. Mucho tiempo después habían
adquirido una propiedad en el campo, a las afueras, vinculada al título de Yeomgwang
que habían obtenido siglos atrás, pero que jamás la habían utilizado hasta
ahora. Según se había expandido Londres, los Cho se habían expandido con ella.
Kyuhyun
había heredado el título de marqués cuando su padre había muerto. Junto con el
título había heredado también la casa familiar, construida por el abuelo
paterno de Kyuhyun. Aunque la fachada no difería demasiado de otras mansiones
londinenses.
Kyuhyun
llegó a su casa al mediodía, justo a tiempo de compartir el almuerzo con su
madre y sus hermanos, si es que aún se encontraban allí. Siempre echaba de
menos a su familia cuando permanecía demasiado tiempo lejos de casa por culpa
de una de sus misiones, en particular extrañaba los divertidos intentos de su
madre para meterlo en vereda, ya que solía comportarse de una manera muy
teatral. En esa ocasión sólo había estado ausente unos pocos días, pero no
dudaba de que su madre se quejaría igualmente.
Su
hermano Minho , dos años menor que Kyuhyun, ya no vivía con ellos. En cuanto
alcanzó la mayoría de edad, había convencido a Kyuhyun de que le cediera alguna
de las muchas casas que los Cho tenían alquiladas en la ciudad, con la
intención de transformarla en la residencia de un soltero y mantener una amante
si era lo suficientemente afortunado de encontrar una. Kyuhyun habría sido un
hipócrita si le hubiera negado ese lujo, aunque una residencia de soltero no
era algo que él hubiera querido para sí mismo. Demasiados dormitorios tenían
las puertas abiertas para él, así que no necesitaba mantener a ninguna amante.
Su
madre, por supuesto, había puesto objeciones a que Minho se trasladara. Había
pensado que había tenido éxito con sus dos hijos menores en donde había fracasado
con Kyuhyun y, con la partida de Minho, le pareció como si el joven estuviera
siguiendo los pasos de su hermano mayor. Pero el muchacho no tenía el talento
natural de Kyuhyun para el libertinaje. Se había sentido consternado cuando
perdió sus primeras cincuenta libras en una mesa de juego, así que no había
tardado en dejar los juegos de azar.
Como Minho
vivía bastante cerca, todavía iba a almorzar y a cenar con su familia, aunque Kyuhyun
no sabía si hoy aparecería o no. El hermano más pequeño de Kyuhyun, Jaehyun, de
dieciséis años, todavía vivía en la mansión, así que normalmente estaba allí.
El más joven, e inesperado, hijo de Cho Ahra había nacido el mismo año que
falleció su padre, así que Jaehyun no había conocido a su padre como sí lo
habían hecho Kyuhyun y Minho . Aunque era tan alto como sus dos hermanos
mayores, Jaehyun era el más tranquilo y estudioso de los tres.
Tan
pronto como Kyuhyun apareció en la puerta del comedor, su madre inquirió:
—¿Dónde
te has metido?
Kyuhyun
se sentó frente a ella, le dirigió a Jaehyun una sonrisa cómplice para
advertirle de que la batalla estaba a punto de comenzar, y respondió:
—¿De
verdad hace falta que te responda?
—¿Quién
es? —disparó Ahra.
—Nadie
que quieras conocer.
Ella
gruñó.
—¿Cuándo
vas a dejar de perder el tiempo y a darme un nuero?
Él se
rio.
—¿Qué
fue lo último que te respondí a esa pregunta? ¿De veras esperas que haya
cambiado cuando es tan divertido ser un seductor empedernido y llevar por el
mal camino a vírgenes inocentes?
—¡Vírgenes
inocentes! —exclamó su madre sin aliento.
Maldición,
se había sorprendido incluso a sí mismo. ¿De dónde demonios había salido ese
comentario? Como si no lo supiera. Había entrado en su casa con Sungmin todavía en la cabeza.
Pero
antes de que pudiera retractarse, Ahra le advirtió:
—Si no
estuvieras bromeando, te dispararía yo misma antes de que lo hiciera algún
padre indignado.
Su
madre sólo se quejaba, y mucho, sobre su sórdida fama de jugador, tal y como
ella lo veía. Tampoco es que estuviera realmente impaciente por que su hijo se
casara y continuara el linaje de los Cho, no más de lo que él mismo lo estaba.
Todo se haría a su debido tiempo.
Sólo
tenía veintiséis años después de todo, y ella tenía dos hijos más que podrían
perpetuar el apellido familiar. Así que mientras él no rebasara los límites y
no añadiera la seducción de jóvenes inocentes a sus fechorías sociales, se
limitaría a mostrar su desaprobación con alguna que otra queja.
Choi Ahra
de Cho era una mujer de cuarenta y cinco años que todavía conservaba su
atractivo. Como todos los miembros de la familia Choi gozaba de una magnífica
apariencia.
Era
una mujer orgullosa y terca. Al morir su marido, no había regresado a la casa
de su familia en Shiyuan. Había decidido criar a sus hijos sola, y no había vuelto
a casarse.
Pero
eso le había dejado con un dilema: sus hijos de diez, ocho y un año no tendrían
más modelo masculino que el de sus tutores, que no eran lo que ella tenía en
mente. Esa era la razón de que a menudo llevara a sus hijos a visitar a su hermano
Kangta.
Para
ejercer el papel de padre y madre en las vidas de sus hijos, Ahra había tenido
que transformarse. El cambio había sido gradual, pero ¡su madre se había
convertido en un auténtico intimidador con faldas! Aunque su padre jamás había
sido brusco o mandón, Ahra había ejercido su rol masculino de esa manera y lo
dominaba con absoluta maestría. Aunque les daba a sus hijos todo su amor y su
apoyo, su tono y sus modales eran los que ella creía que un hombre emplearía
con sus hijos. Puede que su estilo hubiera sido algo cómico, pero nadie había
tenido corazón para decírselo y Ahra nunca dudó de que había hecho lo correcto.
Kyuhyun
había sido consciente de ello más que cualquier otro y quería a su madre
todavía más por ello. Había hecho un enorme sacrificio por él y sus hermanos.
Así que él se había asegurado de que ella jamás considerara que lo había hecho
en vano. Siendo un rebelde mujeriego le daba un propósito a la vida de su madre
y continuaría haciéndolo mientras pudiera, pues si ella no lo tenía a él para
intimidarle y meterlo en vereda, estaba seguro de que perdería el norte.
Sus
hermanos sabían que aquel escandaloso comportamiento del que hacía gala sólo
era una treta por su parte, y que les calentaría las orejas si intentaban
emularle. Para Kyuhyun no suponía ningún problema ir contra los deseos de su
madre. Si ella quería que se cortara el pelo, él lo llevaba largo. Si quería
que vistiera discretamente, llevaba ropa extravagante... sólo por ella. Y si
bien ella quería que se casara y sentara la cabeza, los dos sabían que no había
prisa para que lo hiciera. Ahra sólo quería que su hijo hiciera algo más en su
vida que ir de fiesta en fiesta. No sabía absolutamente nada de su trabajo para
la corona. Y tampoco sabía que había hecho algo más que sacar a flote las
finanzas de la familia y que ya no estaban al borde de la quiebra como Ahra
suponía.
Uno de
los antepasados de su padre se había dedicado al comercio y a otros asuntos
financieros para recuperar la fortuna familiar que un marqués anterior había
derrochado. Las generaciones siguientes de Cho jamás hablaban de él y
desaprobaban que se hubiera ensuciado las manos dedicándose al comercio, así
que no existían historias familiares sobre ese emprendedor tatarabuelo. Kyuhyun
llevaba su nombre, un nombre del que siempre se había sentido orgulloso, por lo
que le había molestado bastante que Sungmin le hubiera dicho que el nombre no le sentaba
bien.
Kyuhyun
consideraba absurdo el desprecio de sus parientes hacia su tatarabuelo. Aquel
hombre debería haber sido considerado un héroe en vez de cargar con el título
de oveja negra de la familia.
Más de
una vez había pensado que era él quien cargaba ahora con ese honor. ¡Y su madre
también lo pensaba!
—Puedes
estar tranquila, mamá. La verdad es que estaba bromeando —le aseguró en ese
momento.
—Pues
ha sido una broma de muy mal gusto —dijo ella con el ceño fruncido—. Aunque si
te digo la verdad, jamás te hubiera disparado.
—¡Me
alegra saberlo! Pero lo cierto es que te preocupas demasiado.
—Como
si tú me dejaras dormir tranquila —refunfuñó ella.
—Tonterías,
sólo me he liado con la mitad de las parejas de Londres. Además he oído que ya
existe cura para la gonorrea.
—¡No
existe tal cosa! —farfulló ella.
—¿No?
¿Estás segura? Dios, me quedaré devastado si un día de éstos descubro que
tienes razón.
Jaehyun
soltó una carcajada mientras Ahra lanzaba a su hijo menor una mirada
reprobadora. Kyuhyun esperó a que su madre volviera a prestarle atención y
entonces le guiñó el ojo y le brindó una amplia sonrisa. Como siempre, el
almuerzo continuó sin que ocurriera nada fuera de lo corriente.
Kyuhyun
disfrutó de la comida. Le encantaba gastarle bromas a su madre. Como no tenía
necesidad de permanecer en palacio más tiempo ahora que había sacado sus
conclusiones, a no ser para disfrutar de sus encuentros con Sungmin, le aseguró
a su madre que volvería a casa en pocos días. Tendría que esperar a que Sukchun
regresara del extranjero para informar al hombre de sus progresos.
No le
cabía duda de que Sukchun se sentiría decepcionado al descubrir que ninguno de
los nuevos de la corte era un firme candidato a su bando, incluido Sungmin ,
pero Sukchun se las apañaría como hacía siempre.
Kyuhyun
había llegado a la conclusión de que Sungmin era el más peligroso de todos pues sabía
mentir a la perfección. Le había dado la oportunidad de aclararlo todo cuando
le había preguntado qué había estado haciendo en Wigmore Street, pero él había
dejado pasar el tema. Y, a pesar de lo que le había advertido a Sukchun, Kyuhyun
había cumplido con su trabajo.
Casi
deseaba que Sukchun le pidiera que investigara a Sungmin. Era el más guapo de
todos y también el más fascinante. Una tentadora combinación con la que jugar.
Aunque
aparentaba ser un joven decoroso, Kyuhyun comenzaba a sospechar que no era tan
inocente como parecía. Eso se le había ocurrido tras haberlo besado en el
pasillo. Si bien después se había mostrado indignado, o había fingido
indignarse, había participado activamente en aquel beso, tanto que le había
excitado bastante más de lo que él había parecido excitarle. Y ese mismo día,
en la tienda de telas, Sungmin no había
protestado cuando se había acercado a él y había presionado su cuerpo contra el
suyo de una manera tan provocativa. Ciertamente, todo eso no le hacía parecer
demasiado inocente, incluso parecían haberle gustado sus insinuaciones
atrevidas.
Lee Sungmin
estaba resultando ser demasiado tentador. En lo que a él concernía ya había
sacado sus propias conclusiones y concluido la investigación.
«No me
cabe la menor duda de que te pedirán que cantes en cuanto descubran la
espléndida voz que tienes. No seas tímido. Es uno de tus dones, estate orgulloso
de compartirlo.»
Sungmin
deseó no haber recordado las palabras de
su madre cuando Key y él regresaron a las habitaciones de la duquesa después de
su excursión a la ciudad, y Boah les preguntó si alguno de los dos podía cantar
algo ligero. La duquesa, al parecer, tenía dolor de cabeza y quería oír música
suave que la ayudara a relajarse. Ryeowook ya estaba tocando el violín. Key se
acercó al arpa para unirse a él. Sungmin reconoció la canción y cantó algunos versos.
—¡Cantas
de maravilla! —exclamó Boah, pareciendo realmente encantada—. Me sentaré con la
duquesa hasta que se sienta mejor. Te diré cuando debes detenerte o si se queda
dormida.
Pero Boah
no regresó a la habitación, y Sungmin no hizo más que cantar durante el resto
de la tarde, por lo cual ahora tenía la voz ronca. Finalmente, una de las damas
de cámara de la duquesa salió a agradecerles el entretenimiento y mencionó que
la duquesa había abandonado sus aposentos hacía más o menos una hora para cenar
con la reina. Las demás chicas se rieron por el hecho de que Boah no se hubiera
acordado de decírselo, pero Sungmin sabía que no había sido un olvido.
Había
una orquesta tocando esa tarde y habían invitado a todos los de la corte a
participar del acontecimiento. Sungmin había tenido música más que de sobra por
ese día, pero no podía dejar de asistir, en especial cuando podría aparecer la
familia real y el príncipe podía aprovechar la oportunidad de hablar con él
sobre Lee Sukchun.
No fue
ése el caso. Habían sido invitados también un gran número de caballeros y la
cena formal tuvo al menos ocho platos, ¡además de durar horas! Pero la familia
real cenó en privado esa noche, lo suficientemente cerca para oír a la orquesta
pero en un ambiente más íntimo. Sukchun le había dicho que podrían pasar varios
días antes de que el príncipe hablara con él, algo que en un principio no había
tenido demasiada importancia, pues Sungmin no había esperado encontrar tan pronto
información interesante para Sukchun. ¡Pero ahora la tenía!
Aunque
había decidido ayudar a Sukchun, no le diría nada hasta que el príncipe diera
fe de él. Sin embargo, sentía que podría confiar en Kyuhyun con respecto a los
asuntos de Estado. Después de todo, su tío era el duque de Shiyuan. Al menos, Kyuhyun,
que parecía ser amigo de Sukchun, sabría si la información que tenía era o no
importante, y si debería llegar a oídos del propio Sukchun.
Sungmin
sabía que habría podido darle la
información a Kyuhyun aquella mañana en Bond Street, pero se había sentido
ofendido por su sutil interrogatorio. Además tenía que reconocer que se había
sentido muy perturbado por culpa de su experimentado y seductor encanto. ¡Qué
tonto había sido! Ahora tendría que buscar a Kyuhyun.
Miró
alrededor del enorme comedor otra vez. No había aparecido a la hora de la cena.
¿Habría regresado a palacio después de visitar a su familia? ¿Habría cambiado
de idea y ya no regresaría?
Comprendió que lo de ser un invitado «por el momento» como él había dicho,
podía cambiar en cualquier momento.
Ahora estaba furioso consigo misma por no
haber resuelto el asunto cuando había tenido oportunidad de hacerlo. Decidió
que de todas maneras aquello podría esperar a la mañana siguiente. Tendría que
esperar, ¿no? Pero ¿y si eso era un error? ¿Y si Boah había urdido algún tipo
de plan inminente con lord Joowo y él estaba perdiendo el tiempo? Ante tales
posibilidades, Sungmin se fue poniendo
cada vez más nervioso durante la cena sin poder dejar de darle vueltas al
asunto. Así que al ver al lacayo Keets de guardia en el vestíbulo cuando
regresaba a su habitación después de la cena, se acercó a preguntarle.
El se
sintió encantado de ayudarlo. No, le había dicho el lacayo, el marqués no había
abandonado el palacio. Sí, podía indicarle el camino a la habitación de lord Kyuhyun,
pero no creía que ésa fuera una buena idea por no mencionar el escándalo que
provocaría que lo encontraran allí.
Avergonzado
de lo que debía estar pensando de él al hacerle tal petición, le aseguró que no
estaría allí demasiado tiempo, pero el lacayo le indicó que no creía que Kyuhyun
regresara a la habitación tan temprano.
¿Temprano?
¡Pero si eran las diez! ¿Sabía él algo que no debía decirle a un inocente joven?
¿Estaría Kyuhyun coqueteando en algún lugar privado? Eso explicaría por qué no
había estado en la cena cuando todavía era un invitado en palacio.
Le
dijo a John que correría el riesgo, que se trataba de un asunto importante. El
le advirtió que no podría quedarse allí para escoltarlo de vuelta. Sungmin le aseguró que de todas formas no era
necesario, el palacio ya no le parecía un laberinto de pasillos. Podría encontrar
el camino de vuelta sin dificultad.
Aun
así, había una larga caminata hasta la habitación de Kyuhyun. La luz que
asomaba por debajo de la puerta indicaba que estaba allí, así que le agradeció
a John su ayuda y llamó a la puerta en cuanto se marchó. No hubo respuesta.
Volvió a llamar pero tampoco obtuvo respuesta.
¿Se
habría quedado dormido Kyuhyun con la lámpara encendida? Golpeó la puerta
varias veces más, cada vez más fuerte. Se sentía sentía tan impaciente que tuvo
el impulso de derribar la puerta a patadas. Kyuhyun tenía que estar allí,
durmiendo. Pero Sungmin no podía seguir aporreando la puerta. Cualquier criado
o inquilino de las habitaciones adyacentes acabaría por oírlo y no quería tener
que explicar por qué estaba llamando a la puerta del hombre a esas horas de la
noche. ¡Maldito fuera! Pero al menos ahora sabía dónde podía encontrarle.
Se
volvió, decepcionado por no haber podido resolver aquel asunto tan preocupante
esa noche. Intentó ignorar su decepción por no haber visto a Kyuhyun de nuevo,
sobre todo cuando él le había dicho que no seguiría siendo un invitado de
palacio mucho más tiempo. Pero también seguía preocupado por la importancia de
su misión. Tal vez debía regresar más tarde... No, ésa no era buena idea. Le
resultaría difícil abandonar su habitación una vez estuviera allí con su
compañero. Meter una nota bajo la puerta de Kyuhyun tampoco era una opción. Sukchun
le había advertido que no dejara notas.
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