—Ryeowook —repuso Yesung con voz sedosa—, ¿de qué me acusas?
Dilo con claridad.
—No te acuso de nada —repuso él, enfrentándose con valentía
al hielo de su mirada
—. Sólo quiero saber la verdad.
—La verdad es que ya llevábamos un año en la lista de espera
para adopciones cuando tú te acostaste en mi cama aquella noche. La verdad es
que yo no sabía que estabas embarazado...
...Sunjoon y yo estábamos en América y en
agosto fuimos a Australia, así que no tuve necesidad de decirle que no te
volviese a invitar porque yo no quería volver a verte. La verdad es que en
septiembre se nos preguntó si estaríamos interesados en un par de gemelos y,
aunque yo tenía mis reservas, a Sunjoon le encantó la idea y cuando vio a los
niños, inmediatamente se enamoró de ellos
—había en su voz un aterrador desdén
que borraba cualquier señal de furia—. ¿Cómo podía saber que los niños eran
tuyos?
Wook palideció y empezó a temblar.
—¡Aquella noche yo no sabía que ibas a volver a casa!
—No, claro que no. Fue Sunjoon el que te sugirió que te
acostases en mi cama.
A Wook le entraron ganas de abofetearlo al oír el tono
burlón e irónico de sus palabras.
—Aunque no me creas, así fue.
—Por supuesto que no te creo, así que será mejor que dejes
de intentar convencerme. Y no voy a dignificar ninguna de tus absurdas
acusaciones con una negativa. Si Sunjoon no respondió a tus cartas, fue porque
pensó que era lo mejor. Es posible que llegara a presentir algo de lo que había
sucedido. Yo amaba a Sunjoon y debes saber que la muerte no termina con el
amor. Sin embargo, no estoy encadenado obsesivamente a su memoria. La vida
siempre sigue adelante.
Aquella era la
confirmación de los peores temores de Wook.
-Lo sé. Pero tú tienes que darte cuenta de que me resulta
imposible considerar la idea de casarme contigo. Hay demasiadas preguntas sin
contestar.
Yesung le dirigió una mirada dura como el acero.
-No confías en mí,
¿verdad? —observó él con ironía.
-Digamos que confío en ti tanto como tú en mí.
-Muy bien —contestó Yesung como sin darle importancia- Hagamos un trato. Yo ya no volveré a hablar
de ello, ni volveré a preguntarte nada, si tú te quedas aquí hasta que estés
completamente bien.
Wook bajó la mirada.
-Me iré cuando pueda volver a conducir.
-De acuerdo —volvió la cabeza y les silbó a los perros.
¿Como era posible que se hubiera enamorado de un hombre que
no sentía lo mismo por él?, se preguntó Wook desesperado.
-Voy a revisar la cerca de la colina —comentó Yesung, como
si nada importante hubiese ocurrido— Si quieres, puedes venir, pero te advierto
que hay mucho barro y no llevas un calzado adecuado.
Mientras lo veía alejarse, Wook suspiró aliviado. Lo seguían
solos los dos perros, pues Melo había
preferido quedarse a hacer guardia al lado de Wook y defenderlo
en caso de que algo lo atacara.
“Que estupidez”, pensó Wook sin poder dejar de temblar; por
un momento había llegado a creer que Yesung estaba tan enojado que sólo un
fiero control de si mismo impedía que le pegara.
Yesung decía que no había sabido nada de su embarazo, y él
necesitaba creerle, pero alguien tenía que ser el culpable de los expedientes
perdidos. Aunque era algo que no solía hacer casi nadie, Wook había declarado
que Yesung era el padre de los niños, ya que quería que ellos supiesen la
verdad y no tuvieran que terminar preguntándose, como le había sucedido a él,
cuál de los hombres que pasaban por la calle era su padre.
Yesung tenía que saber algo de aquellos documentos; aunque a
Wook le hubiese encantado poder exonerarlo para tener la posibilidad de aceptar
su propuesta de matrimonio.
Pero para Yesung, Sunjoon siempre sería el primero en su
corazón.
En ese momento, empezó a sentir calor, así que se acercó al
lugar donde Yesung había dejado la furgoneta, se quitó la cazadora y, después
de dejarla en el interior del vehículo, se dirigió hacia la cerca y se apoyó en
ella, cerró los ojos para aspirar el dulce aroma que emanaba de los arbustos y
la hierba.
Yesung tenía una gran extensión de terreno. Poco a poco,
mientras contemplaba aquel trozo de Naturaleza que había sobrevivido durante
tantos años, la frustración y tormentos que Wook había sufrido durante los
últimos meses empezaron a esfumarse. Empezó a sentir un intenso y tranquilo
placer que alcanzaba a cada una de sus células.
Tenía que reconocer que una de las causas de aquella
tranquilidad era el completo e intenso placer que había disfrutado la noche
anterior, a pesar de que había dicho que para él no era suficiente una unión
basada solamente en el sexo.
La noche anterior había alcanzado las cotas más altas del
placer en los brazos de Yesung y, a diferencia de lo que había ocurrido diez
años atrás, tenía ya suficiente experiencia como para entender lo que le
sucedía y aceptar cualquier consecuencia que pudiera derivarse de lo que estaba
haciendo.
Habían hecho el amor cumpliendo con un rito tan antiguo como
la humanidad y disfrutando como si fuera tan nuevo como los brotes de hierba
que crecían en ese momento a sus pies. Y de aquella capitulación sin reservas
había surgido una victoria.
Wook se enderezó y, al alejarse de la cerca, encontró una
roca de superficie lisa calentada por el sol. Se sentó encima de ella con Melo
a sus pies, y cerró los ojos.
-Para ti es muy fácil —le dijo a la perra mientras le acariciaba
por detrás de las orejas—. Para ti es posible dar una y otra vez. pero yo no
soy tan valiente.
Volvió a sentir la tentación de decir que sí. Sin embargo, y
a pesar de lo que su traicionero corazón le indicaba, de modo intuitivo sabía
que si se casaba con Yesung, ninguno de los dos tendría paz, pues el amor que
él le profesaba nunca sería recíproco. Para Wook, seria una muerte en vida.
De pronto, Melo se puso en actitud de alerta y. mirando
hacia la colina por la que había desaparecido Yesung, lanzó un gemido. Wook la
hizo callar, apoyó la cabeza en las rodillas y absorbió con los cinco sentidos la
inmensidad del silencio que la rodeaba, quebrado únicamente por los lentos y exquisitos trinos de los pájaros
que volaban hacia los árboles. Una paloma surcó los aires a tan baja altura que
le permitió a Wook apreciar el ruido que hacían sus enormes alas, parecido al
de la seda al ser rasgada.
Levantó la cabeza y, con los ojos entrecerrados para
protegerse del sol, contempló la hermosa ave hasta que esta desapareció de su
vista.
En ese momento. Melo volvió a incorporarse y emitió un
lastimero gemido en dirección al bosque. Wook sintió que en su cerebro se
encendía una luz de alarma.
Pero ya no estaba en Seul, se dijo, donde el peligro
podía encontrarse a la vuelta de la esquina.
Al oír unos extraños ladridos en la colina, Wook se puso de
pie bruscamente, Melo lo imitó al segundo. De súbito, se oyó el agudo sonido de
un disparo de rifle.
—¡Yesung! —susurró Wook y en ese momento recordó que él no llevaba
ningún rifle.
Como si la exclamación de Wook hubiera sido la señal de
alarma, Melo salió a la carrera hacía la colina, ladrando de una manera que no
era la acostumbrada.
—¡Oh, Dios mío! —exclamó Wook, preguntándose
desesperadamente qué debería hacer. De pronto, recordó que en la furgoneta
había un teléfono celular y, a pesar de que su instinto lo hacía querer correr
hacia Yesung, prefirió acercarse a la furgoneta, tomó el teléfono y pidió ayuda
a la policía.
Después de llamar, y siendo consciente de la imprudencia de
su proceder, corrió hacia la colina.
Cuando llegó a la cumbre, buscó el amparo
de los arbustos para asomarse a ver qué era lo que estaba sucediendo, aunque
asustado por lo que podría encontrar.
Tratando de cubrirse, Yesung corría a toda velocidad hacia él.
No parecía herido, por lo que Wook exhaló un suspiro de alivio. Los perros
ladraban furiosos. De pronto, se oyó otro disparo.
Casi a punto de llegar a la cumbre de la colina, Yesung
levantó la mirada y lo vio.
—¡Fuera de aquí! —le gritó, con tanta vehemencia que Wook
obedeció inmediatamente y salió corriendo hacia la furgoneta. Cuando Yesung
llegó hasta allí, ya tenía la puerta abierta, así que pudo subirse rápidamente
y ponerlo en marcha.
—¿Qué ha pasado? —quiso saber Wook.
Como respuesta, Yesung tomó el teléfono, le indicó que
marcara cierto número y pisó el acelerador hasta el fondo.
Cuando se dio cuenta de que alguien contestaba la llamada, Yesung
le arrebató el teléfono.
—Jongjin, soy Yesung. Llama a la policía. He encontrado a
unos cazadores de palomas en la reserva y están armados.
El hombre que estaba al otro extremo de la línea inició un
alud de preguntas.
—Estoy bien. Han disparado, pero sólo ha sido un tiro de
advertencia —respondió Yesung con impaciencia—. Voy a llevar a Wook a casa y
después nos veremos en el extremo este de la carretera. Llegaré en cuanto sea
posible.
—No se te ocurrirá perseguir a esos hombres, ¿verdad? —le
preguntó Wook en cuanto él terminó la llamada.
-Sí.
Con el eco de aquellos disparos en el corazón, Wook tuvo que
hacer un gran esfuerzo por no demostrar su preocupación.
—Yesung, ten mucho cuidado, esos hombres podrían matarte.
—No te preocupes —contestó Yesung en un tono que intentaba
ser conciliador—. No voy a hacer ninguna estupidez. Jongjin y yo vamos a ir a
inutilizarles el coche y luego los perseguiremos.
—¡Dios mío!
Wook se sentía enfermo, pero la determinación de Yesung era
implacable.
—Cuando he oído el primer disparo, he avisado a la policía
—le explicó Wook—. Así que no tardarán en llegar. Si estás decidido a perseguir
a esos cazadores, ¿por qué no me dejas bajarme de la furgoneta mientras tú
vuelves allí?
—No. En su huida podrían verte y quizá se les ocurra que
sería una buena idea tener un rehén.
Como se dio cuenta de que no iba a poder convencerlo, Wook
permaneció en silencio durante el resto del trayecto, mientras la furgoneta
corría a toda velocidad.
Cuando llegaron a la casa, Yesung paró durante el tiempo
suficiente para que Wook bajase y para llevarse otros dos perros y luego volvió
corriendo hacia el norte.
Una vez solo, el aterrorizado Wook llamó a la puerta, pero
de pronto recordó que no había nadie en casa, así que tuvo que ir a sentarse a
la terraza.
—A este jardín le hace falta una completa remodelación —se
dijo, haciendo un esfuerzo para intentar alejar de su mente las terribles
imágenes que la poblaban. Y hasta trató de pensar en cómo arreglaría el jardín
si pudiese, pero al cabo de unos minutos se puso de pie y se puso a caminar
nervioso alrededor de la casa.
El único pensamiento que había en realidad en su mente era
que, Yesung se encontraba en peligro, amenazado por unos hombres que no
titubearían en dispararle. Al oír que en el interior de la casa sonaba el
teléfono, se quitó un zapato y estaba a punto de romper el cristal de una ventana
cuando el aparato de súbito dejó de sonar.
Una hora después volvió la furgoneta, seguida por otros dos
coches. Yesung salió, seguido inmediatamente por los perros, que se unieron a
los que saltaron de los otros coches. Wook no conocía a ninguno de los hombres,
pero pensó que uno de ellos sería Jongjin.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó a Yesung, sin preocuparse
por disimular su ansiedad.
—Estoy bien —le aseguró Yesung con los ojos brillantes y le
abrazó con fuerza.
Sentirse rodeado por aquellos brazos era estar en el cielo
para Wook, que durante un momento se
quedo muy quieto y pensó que podría
desmayarse de alivio. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para recuperarse y poder
preguntar:
—¿Qué ha pasado?
—Los hemos atrapado —respondió Yesung.
—Gracias a ti —aseguró uno de los hombres secamente—. Pero
no vuelvas a exponerte así.
—¿Cómo? —preguntó Wook, y Yesung se encogió de hombros.
—Después de inmovilizar su furgoneta, me he visto obligado a
esperarlos.
—¿Por qué?
—Han disparado a Melo —le explicó Yesung con amargura—. Se
han reído y después le han
disparado al otro perro.
Wook sintió una oleada de furia.
—Ya veo.
Cuando terminaron de declarar ante la policía, Wook volvió a
casa demasiado impresionado por los acontecimientos, no entró sino que prefirió
irse a sentarse a la zona de la piscina. Allí, a solas, cruzó los brazos y se
los frotó para intentar entrar en calor. El frío parecía haber invadido hasta
lo más profundo de su ser.
Todas aquellas horas de espera le habían enseñado una cosa.
La vida no es algo que debía darse por
descontado. Yesung podría haber muerto,
en lugar de los perros.
Y él estaría llorando su muerte durante el resto de su vida.
La muerte era el final de todo. Wook había decidido no
casarse con Yesung, pero él seguiría siempre formando parte de su mundo.
Estremecido y tembloroso, se dio cuenta que una segunda opción sería mejor que
no volverlo a ver nunca más.
El ruido de la furgoneta le hizo levantar la cabeza. Se
dirigió a grandes pasos hacia el garaje y con una punzada de dolor vio que Yesung
había encontrado a los perros.
—Kkoming todavía vive —le explicó Yesung, con una expresión
de furia que lo hacía inalcanzable
—. La bala le ha roto una pata, pero se
pondrá bien.
-¿Y Melo?
Al verlo mover la cabeza, a Wook se le llenaron los ojos de
lágrimas, que no trató de ocultar.
—El consuelo que nos queda, es que su muerte ha sido
instantánea —manifestó Yesung casi con cariño—. Y ya había tenido una larga
vida.
Pasaron unos minutos en silencio, mientras Yesung acariciaba
al perro herido y éste le lamía la mano con su rosada lengua. Wook estaba tan
emocionado que le resultaba imposible pronunciar palabra.
—Estás muy pálido. ¿Has comido algo? ¿No? Ve a casa a que Bada
te prepare algo, y tómate un té bien azucarado. Yo voy a llevar a Kkoming al
veterinario y a enterrar a Melo antes de que los niños vuelvan a casa.
—Quizá ellos prefieran hacer un funeral —sugirió Wook con
timidez.
—Ya han tenido suficientes funerales —contestó Yesung con
dureza.
Los niños volvieron de la escuela antes que Yesung, y Wook,
temiendo que se enteraran de la muerte de la perra de una manera que pudiese
herirlos, les contó lo que le había ocurrido a Melo.
Haky se echó en sus brazos y lloró sobre su hombro. Heecheol
palideció, pero a pesar de su expresión de dolor, no dejó que las lágrimas
fluyesen de sus ojos. Cuando Wook extendió su brazo, se acercó lentamente y se
dejó consolar.
Cuando Yesung volvió a casa, los niños tenían los ojos rojos
pero estaban tranquilos, aunque Hakyeon lloró de nuevo al verlo. Wook les había
hablado de los cazadores y de lo valiente que había sido Melo, pero, por
supuesto, no había mencionado la bala que tan cerca había estado de herir a su
padre.
Yesung fue muy cariñoso con los dos. Pero no había ni rastro
de cariño en la mirada que le dirigió a Wook cuando Hakyeon preguntó si podrían
hacer un funeral para Melo. Wook movió la cabeza y gradualmente fue
desapareciendo la dureza de la mirada de Yesung.
Melo fue enterrada bajo un manzano. Los niños pronunciaron
algunas oraciones con voz temblorosa. Wook tuvo los ojos llenos de lágrimas
durante toda la ceremonia y decidió asegurarse de que los niños no volviesen a
sufrir. Pero el funeral fue una catarsis para ellos y después de que todos,
incluida Bada, cantaran todas las cosas brillantes y hermosas, Hakyeong empezó
a sonreír y hasta Heecheol parecía relajado.
Después de la comida, Wook sintió un inmenso cansancio.
Tanta adrenalina, pensó, y nada en que utilizarla. Y tuvo que librar una dura
batalla contra aquel cansancio que le hacia desear acurrucarse en una esquina y
llorar, para después ocultarse del mundo hasta que su corazón hubiese sanado.
En lugar de ello, tuvo que mostrarse sonriente ante sus hijos
y en seguida volvió a ponerse la brillante armadura que con tanto cuidado se
había forjado y que Yesung hacía pedazos sin siquiera intentarlo.
Durante los siguientes días prevaleció una extraña calma, la
engañosa tranquilidad de una tensión conservada bajo un rígido control. Aquella
larga tarde que había pasado esperando a Yesung, Wook había tomado una
decisión: si volvía a pedirle que se casaran, le diría que sí.
Ese tiempo lo aprovechó para disfrutar de sus hijos y
descubrir más cosas sobre sus gustos. Veía en cada uno de ellos características
de él mismo, aunque Heecheol se le parecía más que Hakyeon, que, según Yesung,
había heredado todas las cualidades de su familia, tanto en aspecto como en
personalidad.
A él parecían aceptarlo sin mayores preguntas; y una tarde,
cuando Cho Sungmin llegó de visita, Hakyeon comentó después con una sonrisa que
cuando vivía su appa siempre había visitas que iban a tomar el té, reír y
charlar.
Wook les estuvo contando anécdotas de cuando iba de visita a
la casa. Les contó, por ejemplo, que una vez había tratado de enseñarle a
cabalgar y se había caído del caballo.
—No te preocupes —le dijo Hakyeon con naturalidad—. Hay
mucha gente que no sabe montar. Y tú eres muy bonito.
Wook sentía que el corazón no le cabía dentro del pecho y
tuvo que hacer un gran esfuerzo por no estrechar al niño en sus brazos y
expresarle todo su amor.
Wook se había perdido tantas, tantas cosas... Toda la
alegría, y también el dolor, de ser appa.
—La verdadera belleza está en el carácter, en la clase de
persona que uno es y en el modo que tiene de comportarse —le explicó al pequeño—.
Eso es lo que tiene una verdadera importancia, no el aspecto físico.
—¿Por qué dejaste de ser modelo? Kin Ho dice que fue porque
ya eres demasiado viejo para ese trabajo —le preguntó Heecheol muy serio.
—Me cansé de tanto viaje.
—¿Y qué vas a hacer cuando vuelvas a Europa?
—Sí, ¿qué vas a hacer? —preguntó Yesung, que había llegado
sin ser visto.
—Todavía no lo sé.
—A nosotros no nos gustará que te vayas, ¿verdad, niños?
—¡Oh, no! —exclamó Hakyeon, aunque Heecheol se limitó a
mirar a su padre y a Wook alternativamente—. Papá, hoy ha venido el joven Cho y
yo me he acordado de cuando venían a casa los amigos de appa.
Yesung se puso rígido, pero acarició el brillante cabello de
Hakyeon con cariño.
—Tal vez deba invitar a la casa a más jóvenes y mujeres para
que hablemos, y nos riamos con ellos.
—No, papi —dijo Hakyeon mirándolo con los ojos
entrecerrados—, ellos no hacen eso contigo, sólo
te miran y ponen cara de tontos.
—No hables así —le indicó su padre con una expresión en la
que podía verse una mezcla de asombro y diversión.
—Si te casaras con Ryeowook —confirmó Hakyeon, como sin
darle importancia—, ya no tendrías que preocuparte con todos esos otros. Yo y Heecheol
ya...
—Heecheol y yo —lo corrigió su padre de modo automático.
—Heecheol y yo ya hemos hablado de eso y estamos de acuerdo.
Nos gustaría tener un appa al que podamos llamar por su propio nombre. Seríamos
los únicos en la escuela. Y, además, él es famoso.
Al oírlo, Wook soltó una carcajada y, después de un momento
de desconcierto, Yesung se le unió.
—Me siento halagado —se apresuró a contestar Wook, antes de
que Yesung pudiese hablar—. Pero en el caso de que eso ocurriera, yo sería su
padrastro, Y ya sabéis que todos son terribles.
—Eso sólo es en los cuentos de hadas —repuso Hakyeon con
valentía—. Yo conozco varios y todos son muy simpáticos. Tú también lo serías.
—Tú también lo eres. Pero por desgracia, las cosas no son
tan sencillas —dijo, sin mirar hacia Yesung.
—Pero nosotros creíamos... —Hakyeon se interrumpió, y con
los ojos pidió ayuda a su hermano.
—... que ése era el motivo por el que estabas aquí —terminó Heecheol—.
Los dos pensábamos que sería una buena idea.
—Bien —respondió Yesung con calma—, ahora que Ryeowook y yo
conocemos vuestra opinión, podríamos discutirlo.
Para asombro de Wook, Hakyeon prorrumpió en un ruidoso
llanto y salió corriendo de la habitación.
—Yo ya le había dicho que a la mejor no era cierto —dijo Heecheol
y se puso de pie para salir también—, pero él lo daba por hecho.
—¿Voy con ellos? —preguntó Wook.
—No, yo iré dentro de un minuto, cuando Heecheol lo calme.
A Wook le pareció que era demasiada responsabilidad para un
niño tan pequeño, pero decirlo así no iba a servir de nada. Las imprudentes
palabras de Hakyeon habían precipitado una conversación que estaba intentando
evitar. Cuando había estado esperando a Yesung sin saber si estaba vivo o
muerto, le había parecido inevitable casarse con él. Pero en cuanto la
exaltación del peligro había pasado, el sentido común había vuelto a llevarle
sus preguntas, sus dudas y su exasperación lógica.
Miró de reojo la fotografía de Sunjoon y sintió un
escalofrío. El matrimonio con Yesung le daría muchas cosas, pero también le
quitaría otras.
Estaba empezando a anochecer. Yesung se acercó a las
ventanas y corrió las cortinas, como si quisiera dejar fuera la oscuridad.
—Voy a ver a Hakyeon —dijo con calma—, y luego hablaremos tú
y yo.
Unos diez minutos después, y con su buen humor de siempre, Hakyeon
bajó con su padre. Wook había pasado esos diez minutos con Heecheol. Le
encantaba la clara inteligencia de su hijo mayor y la forma en que sopesaba las
cosas. Si de pequeño él hubiese recibido tanto amor, habría llegado a ser como Heecheol,
seria, pensativo, pero con la profunda confianza que tan sólo el cariño podía
proporcionar.
Después de comer, jugaron al Scrabble y terminaron riendo a
carcajadas. Cuando llegó la hora de que los niños se fueran a acostar, Wook los
vio alejarse en compañía de su padre con tristeza y fue inevitable para él
dirigir una nueva mirada a la fotografía de Sunjoon.
¡Qué persona tan encantadora había sido! Famoso por su
encanto, su buen humor e inteligencia, su generosidad...
Por primera vez, Wook se preguntó cuánto esfuerzo le habría
costado a Sunjoon ser el esposo perfecto, el anfitrión perfecto, el appa
perfecto.
¬¬ odio profundamente a Sunjoon!!!
ResponderEliminara mi que me late que el planeo que wook y yeye se acostaran, y después con todo fríamente calculado, adopto a los gemelos y por eso dejo de lado a wook!!!! ¬¬
aww~ me gusta tanto esta historia, aun que me dan ganas de patearle el culo a yeye por tonto!
OK........le compro a Yesung sus razones y lo que pasó,pero nadie me quita de la cabeza que su esposo tuvo algo/mucho que ver con Wook y sus hijos,quizás no estuvo en contacto con Wook pero sí estuvo al pendiente,y eso de que no sabía de los niños,de Yesung se lo creo,pero no de su esposo....ese,algo tuvo que ver......jum
ResponderEliminarOh,los niños quieren un padre/madre,y les gustaría que fuera Wook,pero no solo porque ellos o yesung lo quieran puede aceptar..¿cierto?
lo niños los quieren por tener un appa,yesung lo quiere para hacerse la vida más fácil y no estar al pendiente de que wook diga algo de más...........aunque claro,ya le dijo que lo desea,pero para wook hace falta más.
Tiene que pasar algo que haga que,o bien yesung acepte que lo ama o que wook tenga que quedarse ahi con ellos....es que estos aaaaaaaah,necesitan una buena sacudida.
Aparecio Jin....sera que el haga/diga algo que las cosas se arreglen?
P.D: Descanse en paz...Melo T_T
A este paso vamos a crear un club de antis de Sunjoon >_<
ResponderEliminarCreo que Yesung dice la verdad, si es así entonces Sunjoon recibió las cartas pero no se le dio la gana de contestarle a Wookie, pero como ambos no confían en el otro, es difícil que lo aclaren.
Me dio mucha pena lo de Melo, como puede haber gente así T___T
La verdad no me esperaba que los gemelos ya tenían planeado que Yesung y Wookie se casarán, es obvio que Wookie les cae bien, pero no sabía que hasta ese punto. Por cierto me pregunto que habrá hecho Yesung para calmar a HaKyeon y regrese de tan buen humor xD