Kevin tomó la promesa de Yesung como una gran
victoria. El hombre no tenía manera de saber que él nunca pediría su muerte. Lo
necesitaba demasiado para desperdiciar su sangre en perfecto estado, en favor
de la justicia.
Yesung tampoco necesitaba saber que Wook
estaba perfectamente bien, y que la droga que había respirado se desvanecería
en pocos minutos, dejándolo con nauseas, pero sin ningún daño permanente.
El pánico de Yesung fue un punto que Kevin no
pudo rehusarse a utilizar. Ahora tenía otro candidato para sus experimentos de
fertilización. No había sido un mal día de trabajo.
Kevin tomó el brazo que Yesung le ofrecía,
mandando a dormir al hombre, para evitar más desafortunados accidentes. El
cuello de Kevin aún seguía tieso por lo de ayer.
Simon estaba sobre ellos, observando, así que Kevin
terminó de alimentarse de la poderosa sangre de Yesung e hizo una
representación de la curación de Wook.
Le llevó poco esfuerzo acelerar los efectos
del anestésico en su sistema y despertarlo. Mientras estuvo en ello, curó las
pequeñas quemaduras que tenía en los dedos y la contusión que detectó en las
paredes de su entrada.
El pequeño Wook ya no era virgen, un hecho que
Kevin encontraba prometedor, considerando que Yesung ahora era su conejillo de
indias personal.
—Estará bien —le dijo Kevin a Simon—. Solo
necesita descansar un rato. Mantendré a Yesung aquí un poco más.
—Si él se queda, yo también —dijo Wook con voz
aturdida.
—Entonces, yo me quedo también —dijo Simon,
claramente desconfiando de las intenciones de Kevin.
Kevin se encogió de hombros.
—Haz lo que quieras, no voy a hacerle nada que
él no me diera derecho a hacer.
Les dejó observar. No le importaba. Yesung era
suyo ahora, y tenía la intención de sacar el máximo partido del nuevo sujeto.
Le dio a Yesung el suero de la fertilidad en el que había estado trabajando, y
lo implantó con un insaciable apetito sexual. Entre esas dos cosas, sabría en
uno o dos meses, si la cura había funcionado.
El dolor de Henry había ido empeorando durante
el día.
Sabía lo que significaba. Sabía que el sordo
dolor en la espalda significaba que había llegado el momento. La cosa dentro de
él, estaba lista para nacer.
La oscuridad parecía cernirse sobre él,
empujándole el frío de las paredes de la cueva contra la piel. Extrayéndole el
calor de la sangre, y junto con eso, la esperanza de que Wook y el otro hombre
lo encontraran antes de que fuera demasiado tarde.
Nadie había venido, y hasta ahora, no se había
dado cuenta, cuánta esperanza había puesto en la estúpida idea de que pudieran
encontrarlo. Habría estado mejor si no esperara nada, porque ahora la pérdida
de esa esperanza era demasiado para mantenerse en pie.
Debajo de la piel estirada del tenso vientre,
la cosa se movió, deslizando una protuberancia bajo la superficie.
Henry deseó no odiarla. Deseó haber tenido
algún tipo de instinto paternal, que lo hubiera ayudado a pasar a través de
estos largos meses. Por mucho que lo intentara, no podía imaginar a un bebe de
verdad con la suave piel rosada y un dulce olor. Todo lo que podía ver era los
colmillos de Sooman, la forma en que su sudor se aferraba a su pálida piel
gris, y sus demasiado largos dedos cuando le sujetaba.
Empujó lejos los recuerdos y se concentró en
mantener las emociones controladas. Cada vez que tenía miedo, la necesidad de
llegar a Wook era más difícil de resistir.
Desafortunadamente, tenía un miedo mortal. La
cosa dentro de él nacería en las próximas horas, y fácilmente podría matarlo. Y
si eso no lo hacía, sabía que su futuro podría. Una vez que esa cosa naciera, Sooman
vendría a él otra vez. Lo lastimaría de nuevo.
De alguna manera, la muerte parecía lo mejor.
Otro espasmo de dolor se apoderó de la
espalda. Tomó aliento y lo pasó a través de los dientes.
Henry no llamaría a Wook. No iba a pagar los
años de compañía y bondad de su hermano, permitiéndole sufrir el nacimiento de
esta cosa, junto con Henry.
Wook se merecía algo mejor.
—Es el momento, ¿no? —escuchó a Sooman desde
las profundidades de las sombras fuera de la celda.
—No —mintió Henry.
—¿Aún no lo has llamado?
—¿A quién? —le preguntó solo para molestarle.
Sooman salió de su escondite a donde pudiera
verle. La expectación brilló en los ojos negros. El sonrió y abrió la puerta
para entrar.
—No te preocupes. Puedo ser paciente.
—Espera cuanto desees. No voy a llamarlo.
—Lo harás —las palabras sonaron con total
confianza—. Antes de que nuestro hijo nazca, lo harás.
Yesung se despertó en su propia cama. La luz
del sol se filtraba a través de las persianas cerradas, dando un tenue
resplandor a la habitación. Wook estaba a su lado, acurrucado contra el cuerpo.
Sus delgados dedos extendidos encima de la cintura y su mejilla descansando
contra el corazón.
Estaba un poco confundido sobre cómo había
llegado aquí. Lo último que recordaba era estar en la habitación de Kevin.
Se giró hacia el reloj junto a la cama, para
ver cuánto tiempo había pasado. Enfrente, ocultando los números rojos, estaban
colocadas cuatro botellas de bebida deportiva. Una nota estaba pegada sobre una
de ellas.
Rehidrátate. Vas a necesitarlo. K.
Kevin.
Entonces, el ataque a Wook y el juramento de
sangre no habían sido un mal sueño.
En el espacio de un latido de corazón, revivió
todo el evento. El pánico al saber que algo le había pasado, el miedo a perderlo,
la necesidad de hacer lo mejor y no dejar que nunca le pasara nada de nuevo.
Todo se estrelló contra él, robándole el aliento.
Yesung se dio la vuelta y envolvió el brazo a
su alrededor, dando gracias a Dios porque estaba a salvo.
Wook se retorció en el excesivamente apretado
abrazo, así que relajó la presión. Su pecho le rozó el pecho desnudo y pudo
sentir el terciopelo de sus pezones contra la piel.
Estaba desnudo. Podía sentirlo ahora, todo era
piel suave y cálida deslizándose contra él.
Ambos estaban desnudos.
Yesung no podía recordar cómo había pasado,
pero antes de que pudiera reflexionar sobre ello, un muro de lujuria se
estrelló contra él, poniéndole duro. Apretó los dientes y luchó por no aplastar
a Wook con el abrazo.
Los ojos de Wook se abrieron y le dedicó una
sonrisa tan dulce que casi le rompió el corazón.
—Estás despierto —susurró—. ¿Cómo te sientes?
Con ganas de empujar la polla dentro de él.
Sin embargo, no lo dijo. Mantuvo los labios apretados, sabiendo que si los
abría, lo besaría. Y si lo besaba, no podría detenerse hasta empujar duro y
profundo.
Wook frunció el ceño y se puso de rodillas,
presionándole su mano contra la cabeza como si comprobara si tenía fiebre.
—¿Estás bien? Kevin dijo que tenías que beber
mucho.
Él entendió sus palabras, pero no pareció
preocuparse en responder. Su pecho estaba hermosamente desnudos, flotándole
cerca de la cabeza. Wook se extendió sobre él a por una botella de plástico, y Yesung
no pudo evitar moverse lo suficiente para capturar su pezón con la boca.
Wook abrió la boca y se acercó más,
deslizándose sobre él y se alineó de manera que él no tuviera que estirar el
cuello para alcanzarlo.
Lo agarró por los hombros, manteniéndolo quieto,
mientras besaba el camino hasta el otro pecho, para poder probarlo también.
—No estoy seguro si deberíamos estar haciendo
esto —dijo, jadeante—. Estás deshidratado.
A él no le importaba una mierda en este
momento. Lo único que le importaba era si Wook estaba lo suficientemente preparado
para tomarle.
Wook se apartó, y le dejó ir sólo porque
realmente lo quería tener debajo de él. Pero antes de que pudiera moverse para
ponerlo ahí, se escabulló y rodó sobre su cuerpo hasta que estuvo de pie en el
suelo junto a la cama. Agarró una de las botellas y la empujó hacia él.
—Bebe. Órdenes del Zea.
Si eso es lo que se necesitaba para conseguir
que Wook le complaciera, lo haría. Se sentó, arrancó la tapa y se bebió la
botella, mirándolo todo el tiempo. Un hilo se le escapó por la comisura de la
boca y los ojos de Wook lo siguió por el pecho.
Se lamió los labios cuando Yesung tiró la
botella vacía al suelo.
Wook se arrodilló en el borde de la cama y se
inclinó hacia adelante. Su lengua encontró la piel, siguiendo el camino que el
líquido había hecho bajándole por el torso.
El cuerpo de Yesung se endureció. Le sintió
deslizarse dentro de la cabeza, husmeando dentro. No quería que Wook viera lo
salvaje que era su necesidad por él, cómo consumía y demandaba. Quería ser
amable. Ir despacio. Compensar lo que había hecho antes.
Lo agarró de los brazos y tiró de él hasta que
pudo besarlo. Su boca era suave y dulce contra la suya. Sus labios se abrieron
para permitirle deslizar la lengua y probarlo.
Yesung gimió, sabiendo que ninguna otra persona
jamás sabría la mitad de bien o se le subiría a la cabeza como Wook lo hacía.
No importaba cuánto se esforzara, no podía resistirse a él. Era su debilidad, y
al mismo tiempo, todo lo que él había querido.
Esta vez no iba a perder el control. Esta vez
lo atesoraría, iría despacio y le daría el placer que se merecía. Incluso si
eso le mataba.
Las manos de Wook le recorrieron el pecho,
haciendo que la marca de vida se estremeciera con deleite. Sus dedos fueron
cálidos y suaves mientras le masajearon, atrayéndole más cerca hasta que la
respiración se estrelló contra su boca.
Separó sus labios y le miró. Sus pupilas se
dilataron y sus iris se hicieron pequeños, sus parpados bajos y pesados, como
si se le dificultara mantener abiertos sus ojos. Un rubor rosa se extendió
sobre su cuello y su pecho, tan hermoso que no pudo detenerse a sí mismo de
besarlo.
Siguió su camino bajando por su cuello,
mordisqueando y besando mientras se movía. El pulso de Wook golpeó contra su
cuello. Él movió la lengua por la
Luceria , y eso le envió una descarga de poder a través del
cuerpo.
Su inhalación brusca le dijo que Wook también
lo había sentido.
—¿Te gusta? —le preguntó.
Un incoherente gemido fue su única respuesta,
pero Wook inclinó la cabeza a un lado, invitándole a hacerlo de nuevo.
Él lo hizo, y esta vez, la descarga fue
directa a la entrepierna, haciéndole sisear por el placer.
El vínculo entre ellos latía con fuerza, y
pudo sentir una clase de frenética necesidad derramarse de él. Lo reconoció
como frustración sexual, y él no quería hacer nada más que aliviarla, pero no
hasta que Wook estuviera listo. No podía soportar la idea de lastimarlo otra
vez.
Wook se le sentó a horcajadas sobre el
estómago, buscando entre las sabanas detrás de él para tomar la polla en su
delicada mano. Sabía que intentaba ponerle dentro de sí mismo, pero no era el
momento para eso.
—Aún no. Pronto.
Un fiero gruñido se formó en su boca,
haciéndole parecer un hombre que no aceptaría un no por respuesta. Sus dientes
blancos brillaron, sus labios estaban hinchados y rojos por sus besos, y en ese
momento, él no podía pensar en una sola cosa más allá que conseguir tener sus
labios alrededor de la polla.
Yesung sabía que se suponía que no debía de
estar pensando en eso, pero no podía evitarlo.
—¿Es lo que quieres? —le preguntó, mirándole
fijamente.
«Infiernos, si». No había manera de que
mantuviera los pensamientos para sí mismo. Ni siquiera lo había intentado. Le
dejó ver lo que quería. Le dejó ver su cabello blanco derramarse sobre los
muslos cuando le chupara con su dulce boca. Le dejó ver sus muslos abiertos
cuando él le devolviera el favor, lamiendo y chupando hasta que culminara
contra la boca.
El cuerpo le vibró con tenues temblores cuando
Wook avanzó hacia la ingle. Las sábanas le cubrían la erección, pero no la
ocultaban. El retiró la tela y se deslizó sobre la erección en una sensual
caricia.
Yesung se estremeció, apretando los puños para
evitar ponerlo abajo, dónde él lo quería. Necesitaba ser amable. Cuidadoso. No
podía lastimarlo como había hecho la última vez.
De hecho, no debería estar haciendo esto, en
absoluto.
—No vas a herir mi boca —le dijo Wook.
Antes de que él le pudiera responder, Wook
descendió entre los muslos, con una gracia natural que le hacía parecer como si
hubiera estado haciendo esto durante años.
Calor húmedo se cerró alrededor de la polla
cuando deslizó sus labios sobre él. Su lengua se arremolinó sobre la punta,
lamiendo las gotas que él no pudo evitar derramar en su excitación. Con voraz
entusiasmo, Wook le lamió y le chupó, aprendiendo lo que a él le gustaba,
arrancándole una cadena de maldiciones ardientes de los labios. Pudo sentirlo
en la cabeza, deslizándose a través de los pensamientos, y la intimidad sólo
sirvió para ponerle más caliente.
No iba a durar mucho a este ritmo. Toda su
inocencia y excitación iban a matarle, y que lo condenaran si él se aliviaba
otra vez, antes de que Wook culminara primero. Era una cuestión de orgullo. Su pequeño
nunca se iría otra vez sin el grito del placer que se merecía. Y algo más.
Antes de olvidar las buenas intenciones, alejó
su dulce boca de él y le puso de espaldas hasta que su cabeza colgó al final de
la cama. Él levantó sus pies, se los colocó sobre los hombros y se movió hasta
que sus muslos le cubrieron los brazos.
De esta manera, el contraste entre la fuerza
de él y la fragilidad de su pequeño fue sorprendente. Los brazos eran tan
gruesos como sus piernas, recordándole lo frágil que era.
—Puedo tomar lo que tengas para darme —le
aseguró Wook—. No voy a romperme.
Su confianza en él era humillante. Y
derribaron muros que ni siquiera sabía que había construido, desnudándole de
maneras que nunca antes había hecho con ninguna otra persona.
Tan grande y fuerte como era, Wook le hacía
temblar.
Yesung giró la cabeza y besó su muslo, justo
encima de su rodilla. Deslizó la lengua sobre su piel, dejando un rastro
caliente y húmedo con el ligero y suave toque. Cuando movió el cuerpo sobre él,
sus piernas se extendieron.
—Voy a besarte —le dijo—. Haré que estés lo
suficientemente preparado para tomarme todo.
Wook se estremeció, y Yesung sintió un pico de
lujuria lanzarse a través del vínculo. La lujuria de su amante.
Una sonrisa de victoria le ensanchó la boca mientras
se inclinaba para besarlo y lamerlo, y darse un festín con él.
Wook se estaba muriendo. Tenía que ser así.
Nada excepto la muerte podía sentirse con esta intensidad.
Sabía lo que le estaba pasando. Había estado
dentro de la mente de otras personas cuando habían alcanzado el clímax, pero
nada fue como esto. No estaba seguro si la conexión mental o la distancia
física habían atenuado esas sensaciones, o si él de alguna manera sentía cosas
diferentes, pero ahora, no podía concentrarse lo suficiente para entenderlo.
La boca y los dedos de Yesung lo estaban
elevando, empujándolo a algo deslumbrante y hermoso.
Agarró su pelo, sin estar
seguro de si quería alejarle o acercarle. Estas sensaciones eran demasiado
intensas para resistirlas. Sólo el conocimiento de que él no le haría daño,
alejó la inquietud.
Sintió encenderse la conexión entre ellos;
luego su presencia enorme en su mente, instalándose ahí como si hubiera sido
parte de él toda la vida. Era cálido, fuerte y exigente. Yesung encontró su
lujuria y la intensificó con la suya propia, dejándole ver lo mucho que le
quería. Imágenes de ellos juntos enredados en
posiciones sensuales revolotearon a través de él, enseñándole todas las cosas
que pretendía hacerle.
Las terminaciones nerviosas de Wook estaban en
llamas cuando el placer golpeó. Esas imágenes y la sensación de Yesung
profundamente arraigado en la mente, le enviaron a volar y lo desintegraron
cuando el cuerpo comenzó a contraerse. La intensidad fue impactante, casi
dolorosa. Sólo la sensación de victoria y satisfacción que sintió venir de Yesung,
le dijo que era seguro dejarse llevar.
Se arrojó a sí mismo al placer y confió en Yesung
para mantenerle seguro cuando la siguiente ola le golpeó.
Lentamente, el cuerpo se relajó cuando una
clase de calor vibrante se apoderó de él.
El cuerpo se asentó sobre la cama, cuando Yesung
lo movió. Hasta entonces no se había dado cuenta que había estado a punto de
caer.
Yesung se cernió sobre él, regalándole la
sonrisa más sexy que alguna vez había visto.
—Me siento mejor ahora —le dijo.
—¿Te sientes mejor?
—Mucho. Adoro verte correrte.
Aún estaba necesitado. Podía sentirlo
fácilmente, en su mente y su cuerpo, y aún así, no estaba precipitándose contra
él como había hecho antes. Quería aliviar su necesidad y darle el placer que Yesung
acababa de darle.
Wook se sentía lento y lánguido, pero tenía
una fuente interminable de poder dentro, así que sacó algo de sí mismo y usó
una fuerte explosión de magia para empujar a Yesung sobre la cama.
—Mi turno —le dijo, montándole como había
querido hacer antes.
Su boca se apretó con la lujuria, entonces, se
inclinó para besarle. Yesung le dio lo que quería, encontrando cada empuje de
su lengua con la suya. El movimiento deslizante ocasionó que el calor se le
acumulara en el vientre y su entrepierna. El hambre dentro de él que Yesung
había apagado recientemente, comenzó a crecer otra vez.
Wook necesitaba sentirse lleno por él.
Necesitaba sentirle en el interior, acariciándole profundamente. Era lo único
que podía saciar la necesidad.
Fue un poco torpe cuando maniobró para
unirlos, pero Yesung fue paciente, dejándolo llevar su propio ritmo. Yesung era
grande, y aún podía sentir la estrechez mientras el cuerpo hizo lugar para él. La sensación corrió a lo largo de la espina dorsal, haciéndole estremecerse.
Sólo quería deslizarse y tomar todo de él, pero sus manos sobre las caderas lo
detuvieron, meciéndolo, haciendo que fuera más lento.
—Estás matándome —le dijo.
—Me niego a herirte de nuevo.
—Entonces déjame moverme.
—Pronto —el sudor bordeaba a lo largo de la
línea de su cabello, y los tendones en su cuello se destacaron, diciéndole que
no era el único que sufría.
En lugar de discutir con Yesung sin sentido,
simplemente se concentró en el vínculo entre ellos y lo inundó con todo lo que
estaba sintiendo.
Yesung contuvo el aliento. Sus dedos se apretaron
sobre las caderas y lo empujó hacia abajo, haciendo todo el movimiento.
Wook nunca se había sentido tan lleno. Luchó
por respirar, sintiendo los músculos apretarse alrededor de él. Era una clase
extraña de plenitud, tenerle en el cuerpo y la mente, al mismo tiempo.
Podía
sentir todo lo que él sentía. Desde el vibrante placer sobre su erección hasta
el débil movimiento de su cabello por el ventilador del techo.
Yesung necesitaba que se moviera. Podía
sentirlo ahora. Entonces Wook se movió.
El gemido de placer que Yesung dejó escapar,
fue la cosa más dulce que había escuchado. Lo atrajo hacia abajo contra su
pecho, girándolo debajo de él, y comenzó un lento movimiento deslizándose y
retirándose.
La primera vez no había sido nada como esto.
Ahí no había dolor, ni tensión, sólo el roce de piel contra piel y su hambrienta
boca sobre la suya.
El placer se construyó en él. Podía sentirlo
creciendo en ambos, tan fuerte y exigente como para resistirse. Yesung le
susurró sus pensamientos, uniéndolos en una manera que no creía que pudiera
existir.
Su poderoso cuerpo se elevó cuando su
necesidad se incrementó. Sintió el placer construirse en Yesung cuando se abrió
a sí mismo a él. La conexión entre ellos aumentó y vibró con poder.
Yesung le levantó las caderas con una mano,
apretándolo contra él de una manera que trajo lágrimas a los ojos y le robó el
aire de los pulmones. Entonces todo se vino abajo. El cuerpo de Yesung se tensó
cuando lo penetró profundamente. Se hinchó dentro de él, y el primer chorro
caliente de su liberación se impulsó en su centro, lanzándolo al clímax.
Wook gritó, sosteniéndolo firmemente cuando su
liberación lo llenó. Las olas atravesándole latieron al mismo tiempo con él,
mezclando las sensaciones juntas en una confusa sensación de perfecta
continuidad. Pareció durar para siempre, pero una vez que terminó, fue
demasiado pronto.
Ambos aún respiraban con dificultad cuando Yesung
les giró y lo colocó encima de su pecho. Aún estaba duro dentro, palpitando al
mismo ritmo rápido de su pulso cardíaco. El sudor de la espalda se enfrió, pero
por delante, estaba maravillosamente cálido.
Yesung no se alejó esta vez. Él aún estaba en
su mente tan profundamente como estaba en su cuerpo.
Razón por la cual podía escuchar sus
pensamientos. No sólo estaba pensando entregarlo a otro hombre, sino también
planeaba dejarlo aquí cuando fueran a rescatar a Henry.
—No me importa lo bueno que seas en la cama
—le dijo, levantándose sobre su pecho para mirarle hacia abajo—. No hay manera
de convencerme para que me quede atrás.
Él abrió su boca y dijo algo, pero Wook no
pudo entender ni una palabra. Todo lo que escuchaba era el sonido de su nombre
con un grito de dolor haciéndole eco en el cráneo.
Henry. Henry estaba tratando de alcanzarlo.
Wook se abrió a sí mismo y tomó algo del poder
de Yesung para encontrar de dónde venía el contacto. Tan pronto como lo hizo,
un choque de dolor se disparó atravesándole el cuerpo, haciéndole sacudirse
contra Yesung. Nunca antes había sentido nada como esto. Le cortó la
respiración y su mundo se redujo hasta un punto de luz. Todo lo demás se volvió
gris.
Se escuchó a sí mismo gritar, sintió las manos
de Yesung sobre el cuerpo y sus pensamientos en la mente.
—Henry.
«Lo siento» escuchó el sollozó de su hermano.
«Lo siento tanto».
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