Wook se desabrochó el cinturón de seguridad y
le gateó sobre el regazo para colocarse a horcajadas sobre él. El calor entre
sus muslos le quemó a través de los vaqueros, y él estableció el récord
Guinness de velocidad para la erección más rápida en todo el mundo.
Yesung cambió de posición, tratando de
comprimir la virilidad. El movimiento hizo rebotar a Wook encima de él, lo que
por supuesto hizo que sus senos se agitaran debajo de su camisa de algodón.
Sabía que estaba mirando fijamente, pero no
podía parar. Todo en lo que podía pensar era en lo bueno que sus duros pequeños
pezones le habían sabido contra la lengua, cómo se habían tensado aún más
cuando los había succionado.
Como si leyera sus pensamientos, los pezones
se fruncieron, presionando contra la camisa. Lo que le hacer era levantarle la
camisa y besar, lamer y chupar sus pezones hasta que implorara por más.
Ese pensamiento le detuvo en seco. No era
probable que Wook rogara más de lo que le había dado la noche anterior. Lo
había lastimado. Lo hizo sangrar.
—Nada de eso —le reprendió Wook—. Fue
perfectamente normal y no voy a dejar que me hagas sentir mal por ello.
—¿Estás leyendo mis pensamientos? —preguntó,
arrancando los ojos de su pecho, por si acaso.
—Me pediste ayuda. Además, creo que me gustan
algunos de esos pensamientos que estás teniendo. Trataremos con todo lo del
sexo de nuevo más tarde.
Cuando no estuvieran en un vehículo en
movimiento. Con una audiencia.
Leeteuk conducía. Miró por el espejo
retrovisor y se encontró con la mirada de Yesung.
—Creo que un poco de intimidad puede estar
bien por aquí —dijo, y después los oídos le estallaron cuando Leeteuk levantó
una barrera insonorizada de aire alrededor de él y Wook.
—No nos pueden oír ahora, ¿verdad?
—No.
Una sonrisa lenta, lánguida levantó la boca de
Wook y Yesung no pudo hacer nada más que mirarlo. Todavía no había olvidado ni
una sola de las fantasías que involucraban a su boca. Sólo que ahora, que era
el peor momento posible para pensar en ellas, regresaban de una en una en
rápida sucesión.
—Las probaremos, también. Pronto —prometió—.
Pero tienes que dejar de pensar en cosas sexys y centrarte en lo que Henry te
dio.
Cierto. Henry. Tenían a un chico muy joven,
asustadísimo y muy embarazado que salvar. El hecho de que también fuera el
hermano de Wook le agregaba motivación.
Yesung valientemente hizo caso omiso de la
erección y cerró los ojos para no ser distraído por la boca de Wook de nuevo.
Se centró en la enredada maraña de imágenes que Henry había forzado dentro de
él y dejó que le parpadearan en la mente. Iban tan rápido que no podía darles
sentido. No eran más que un borrón de luz y color, demasiado insustancial para
comprenderlas realmente.
—Tenemos que reducir la velocidad —susurró Wook.
Yesung lo oyó con los oídos, pero también
sintió su voz dentro de la cabeza. Era extraño que estuviera tan cerca, pero no
incómodo. Parecía ser capaz de invadirle la mente sin ocupar ningún espacio,
sin que hubiera aglomeración en él.
Sintió una corriente de energía que fluía del
cuerpo, calentando la Luceria
alrededor del dedo, cuando pasaba a Wook. No tenía ni idea de lo que estaba
haciendo con la energía, pero lo que fuera, se sentía bien. La presión en el
interior se alivió.
Sería tan agradable desnudarlo otra vez, sólo
una vez más. Esta vez, sería suave. Cuidadoso. Lo tomaría despacio y fácil. No
habría más sangre. Ni dolor. Sólo placer, tanto que podría borrar todos los
recuerdos de cómo le dejó sangrando.
—Basta. Estoy cansado que te machaques sobre
eso. Disfruté bastante.
—Ni de cerca tanto como debiste.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo sé. La próxima vez, así será.
—Lo veremos.
Tuvo una sensación de zumbido en el cráneo;
entonces de repente, algo sobre el paso de las imágenes a través de la cabeza
cambió. Se desaceleraron hasta que se movieron en la mente a una velocidad que
podía ver.
—El orden es confuso —dijo Wook—. Tenemos que
solucionarlo y volver a la noche en que fue secuestrado.
—¿Sabes cómo hacerlo?
—Creo que sí. Espera.
Una vez más, Yesung sintió un flujo de energía
salir de él. La pequeña conexión entre ellos dio una llamarada, permitiéndole a
Wook tomar más de la energía que le estiraba las entrañas.
Mientras hacía lo que fuera que estuviera
haciendo, la tensión que había estado cargando durante años comenzó a ceder.
Estaba tan emocionado por esta victoria que no
había prestado atención a las imágenes.
Se detuvieron, y sintió el cuerpo de Wook
tensarse del mismo modo que sintió el miedo invadiendo sus pensamientos, como
un pequeño zarcillo de humo.
Yesung prestó atención y vio lo que había
asustado tanto a Wook.
Era el rostro de un hombre que no era un
hombre en absoluto. La parte superior de su cráneo era demasiado ancha, sus
ojos negros demasiado hundidos. Sus labios rojo sangre estaban despegados en
una sonrisa horrible, mostrando dos hileras de dientes puntiagudos.
Sooman.
El nombre le hizo eco en la mente como un
disparo de escopeta. Esta era la cosa que había secuestrado a Henry. La criatura
que lo había herido. Violado.
—No le mires —le dijo a Wook—. Cambia la
imagen a otra cosa.
Su voz tembló de furia.
—Quiero verlo morir.
—Yo también, pero eso tendrá que esperar hasta
que podamos encontrarlo. Muéstrame algo que pueda usar.
Wook estaba temblando, aunque si era de miedo
o rabia, no podía decirlo. Le recorrió con las manos arriba y abajo, con la
esperanza de calmarlo. La sensación de su esbelta espalda bajo las palmas logró
calmar algo dentro de él, también. Lo tenía aquí, entre los brazos, sano y salvo,
y nada ni nadie iba a cambiar eso.
Wook pasó rápidamente a través de varias
imágenes borrosas como si quisiera escapar de eso. La siguiente se detuvo en lo
que era su dormitorio infantil.
—Eso fue antes del ataque —dijo—. La ventana
no estaba rota todavía. Voy a avanzar un poco.
La siguiente vez que se detuvo, vio lo que le
había parecido a Henry la noche que había sido apresada. Cuando el Sgath lo
sacó por la ventana.
Wook era sólo un niño. Su pelo había sido
oscuro entonces, no el encanecido –por el miedo‑ que era ahora. La sangre se
filtraba por una herida en la pierna, pero la ignoró. Se extendió hacia Henry,
con los labios entreabiertos, como si hablara.
—Bien. Es esto —susurró Wook—. Tienes que
encontrar dónde fue. Recorreré los pensamientos uno a uno.
Lo que Henry había visto esa noche pasó
corriendo en Yesung como una película. Recorrió cada imagen, en busca de
señales, marcas de límites, o cualquier otra cosa que pudiera llevarle a él.
No vio nada familiar. Se estaba produciendo
todavía algún tipo de distorsión. Gran parte de lo que vio estaba simplemente…
equivocado.
El fracaso le oprimió, aplastando el aliento
de los pulmones. ¿Cómo iba a admitir su incompetencia ante Wook? No quería que
viera sus fracasos. Quería ser su héroe.
—No eres un fracasado —le dijo—. Lo volveremos
a intentar.
Ya podía sentir su temblor de fatiga. Era nuevo
en su poder, y no importa cuánto quisiera encontrar a Henry, Wook tenía que ser
su máxima prioridad.
—Tenemos que dejarlo.
—No podemos —dijo Wook—. Estamos muy cerca.
—Tenemos tiempo para resolverlo. Nos llevará
al menos un día llegar a casa y que estemos preparados para movernos.
—Quiero ir esta noche.
—Lo entiendo, pero si nos movemos demasiado
pronto, no tendremos suficientes efectivos para salvarlo. Sé que no quieres
eso.
Su mirada se endureció y su boca se apretó.
—Es sólo un hombre-criatura. Podría matarlo yo
mismo si me acerco lo suficiente. Todo lo que necesito es un arma.
—No voy a dejar que te arriesgues de esa
manera. Vamos a hacerlo bien. Nadie va a ir solo. Y punto.
—No vas a retenerme lejos de Henry. Nadie lo
hará.
—Ni lo intento. Trato de ayudarte a entrar en
razón. No puedo controlar las imágenes sin ti, y estás demasiado cansado ahora
para ser de mucha ayuda. Lo mejor que puedes hacer por Henry es echarte una
siesta de camino a casa; después lo intentaremos de nuevo.
—No voy a poder dormir. No ahora que sé lo que
han hecho con él. Debería haberlo sabido antes.
—¿Por qué? Dijiste que había estado
apartándose durante un tiempo.
Wook asintió con la cabeza.
—Ese es el porqué. No me quería con él cuando
lo violó. Debí haber estado allí.
—No —dijo Yesung, con voz muy fuerte y fiera.
Se recordó ser amable—. Te protegió por amor. No desprecies su regalo
lamentándolo. Además, ¿cómo sabes que no habría sido peor para él que hubieras
estado allí para presenciarlo, sufriendo con él?
—Es sólo un niño.
Yesung tomó aliento para calmarse y le alisó
el pelo con la mano.
—Lo traeremos pronto a casa.
—Henry no tiene mucho tiempo.
—Lo sé.
—Si ese bebé, o lo que sea, llega antes de que
lo encontremos, no podrá hacerlo.
Yesung no podía dejar que la imaginación de Wook
fuera por ese camino, no cuando todavía había una oportunidad.
—Lo logrará. Pondremos a los Zea a trabajar en
una manera de conseguir que pase por el parto y que sea seguro para él.
—¿Y el bebé? —preguntó Wook, estremeciéndose.
Yesung no tenía respuestas.
—Nos encargaremos de eso cuando llegue el
momento.
—Ni siquiera puedo imaginar por lo que habrá
pasado, cómo fue lo suficientemente fuerte para resistir y aún tratar de
protegerme. ¿Quién estaba protegiéndolo?
—A partir de ahora, lo haremos nosotros. Todos
nosotros. Es uno de los nuestros y encontraremos la manera de llevarlo a casa.
—Tal vez no debería haberle dicho a Heechul
que está vivo. Tal vez sería más agradable para él que nunca sepa lo que le
sucedió realmente a Henry.
—Heechul es fuerte. Y Henry no ha muerto todavía.
Aún hay una oportunidad.
—¿Eso crees?
—Encontraste una manera de salvarme cuando
estaba seguro de que era un caso perdido. Estoy seguro de que haremos lo mismo
por él.
Wook se le acurrucó contra el pecho,
metiéndole la cabeza bajo la barbilla.
—Continúa diciéndomelo, ¿de acuerdo? Tengo la
sensación de que necesitaré oírlo más de una vez.
Yesung apretó los brazos alrededor del hombre
más precioso que jamás había existido. No había renunciado a él cuando no había
ninguna razón para esperar. Lo menos que podía hacer era mantener su esperanza
viva el tiempo suficiente para ayudarlo a salir de esto.
Pasara lo que pasara, no iba a estar solo. Él
estaría aquí con él, dándole esperanza, abrazándolo cerca, y, en caso
necesario, enjugándole las lágrimas.
Wook era suyo ahora, y durante el tiempo que
lo fuera, no le fallaría.
Había permanecido levantado la pasada noche,
velando por él mientras estaba herido. Necesitaba descansar. Todavía no estaba
convencido de que estuviera completamente sano.
—Duerme un rato —susurró. Recogió diminutas
chispas de energía que flotaban en el aire y las utilizó para poner un indicio
mínimo de compulsión en las palabras—. Estaremos pronto en casa.
El cuerpo de Wook se relajó contra el de él y
su respiración se igualó mientras se quedaba dormido.
Yesung se recostó en el asiento, cerró los
ojos, y se obligó a pasar por esas imágenes horribles de nuevo, una por una.
Tenía que aprender a controlarlas, eliminar todo lo que las distorsionaba, y
darles sentido para que Wook nunca tuviera que volver a verlas. Sabía que si
algo le sucedía a Henry, estas imágenes serían lo que más obsesionarían a Wook.
La SM estaba zumbando de actividad cuando
llegaron. El aparcamiento subterráneo estaba casi lleno de adolescentes
curiosos tratando de parecer indiferentes mientras espiaban buscando una idea
de lo que estaba pasando.
Yesung hizo caso omiso de todo aquello y llevó
al todavía durmiente Wook directamente a su habitación. No estaba seguro de si
lo hacía porque le preocupaba que se quedara en la sala de nuevo, o si era
porque le gustaba la idea de tenerlo en su cama. Tal vez un poco de ambas.
Lo arropó, sano y salvo, y simplemente lo miró
fijamente.
Tan bonito. Tan perfecto. El pecho le dolía de
sólo mirarlo.
Deseó que hubiera más tiempo para detenerse, pero
había mucho trabajo por hacer.
Era hora de hacerle frente a Shindong.
Yesung se ajustó su vieja y conocida espada
alrededor de las caderas. Acababa de salir de su habitación cuando casi se topó
con Zhoumi.
El rostro del hombre era difícil de leer, pero
sus ojos decían mucho. Se quedó mirando el espacio en el que el collar de Yesung
había estado una vez y su mano se deslizó sobre su propia Luceria.
—Tenía que verlo por mí mismo —susurró—. Es
cierto.
Yesung asintió con la cabeza, peleando contra
una extraña mezcla de orgullo, alegría y pesar que le hinchaba por dentro.
—Sí, es verdad.
Zhoumi le dio una palmada en el hombro.
—Eres un maldito bastardo con suerte. Y espero
que me compres una cerveza por hacer de casamentero.
—¿Casamentero?
—Claro. Fui yo quien mantuvo las puertas
abiertas para que los dos pudieran estar juntos. Y no creas que me he olvidado
de lo que le hiciste a mi cámara el año pasado. Me lo debes.
Algo cálido se abrió camino dentro de Yesung,
pero no era del todo cómodo. Tragó un par de veces para liberar las cuerdas
vocales de lo que las había bloqueado.
—Gracias —logró soltar finalmente—. Eres un
verdadero amigo.
—Ya era hora de que finalmente te dieras
cuenta de eso, idiota —la cara de Zhoumi se agrietó en torno a una sonrisa—.
Vamos. Shindong acaba de regresar. Va a necesitar una sesión de información.
Mejor que proceda de primera mano.
Para cuando llegaron a la oficina de Shindong,
estaba llena ya de gente. Kangin y Leeteuk estaban sentados en silencio a un
lado. Changmin estaba acurrucado en un rincón, llorando. Yunho estaba cerca de él,
pero no le ofrecía ningún tipo de consuelo, lo que era extraño. Conocía a los
dos desde hacía siglos y apenas podían mantener sus manos lejos el uno del
otro.
La mandíbula de Yunho se apretaba tan fuerte,
que Yesung se preguntó si los músculos del hombre no le harían saltar la
quijada.
Shindong se sentó en su escritorio, frotándose
las sienes. Sus ojos estaban hundidos y los hombros caídos.
Miró a Yesung.
—¿Cuál es la emergencia?
Yesung miró a Kangin.
—¿No se lo has contado?
—Acaba de regresar de entregar a Chris a los Tvxq.
Pensamos que sería mejor darle un minuto —dijo Kangin.
—Sólo dímelo y acabemos de una vez —dijo Shindong—.
Ya he tenido que conducir a un amigo hasta su muerte. Este día no puede ser
peor.
Shindong se veía tan cansado que Yesung
decidió tener piedad con el hombre y ser breve y suave. Enderezó los hombros.
—Lo siento, pero también vas a tener que
matarme. Maté a Kevin. Comprendo que esto significa que mi vida está perdida,
pero te pido que me dejes ayudar a Wook a encontrar a otro Suju para ocupar mi
lugar antes de llevar a cabo mi sentencia.
—Kevin no está muerto —dijo Zhoumi, con el
ceño fruncido—. Lo acabo de ver hace un rato.
—Yo también —dijo Yunho.
Confundido, Yesung, dijo:
—Pero le rompí el cuello. Lo sentí.
La cara de Shindong se había oscurecido.
—Voy a hacer frente a esto en privado —dijo a Yesung—.
El resto de ustedes, fuera.
—Espera —dijo Kangin a Shindong—. Yesung no te
ha dicho el resto. Es sobre Henry.
Yesung realmente quería que su sentencia
terminara, pero lo que él quería no era el problema.
—El hermano menor de Wook, Henry, está vivo. Y
embarazado.
La sala quedó conmocionada, silenciosa.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó Shindong—. Heechul
cree que encontró sus restos en la cueva el año pasado.
—Heechul está equivocado —dijo Yesung.
—¿Cómo puedes estar seguro?
Yesung miró directamente a los ojos de Shindong
y le dijo:
—Yo lo vi.
—¿Dónde? ¿Cuándo?
A Yesung no le gustaba esta parte. Wook tenía
reputación de estar loco. Él creía que Henry estaba vivo, lo que hacía perder
validez al argumento.
—Wook me llevó a verlo. Nosotros, ah,
visitamos su mente.
Todos en la sala le miraron como si estuvieran
esperando que añadiera algo más. Cuando no lo hizo, todos empezaron a hablar a
la vez.
Loco. Yesung escuchó la palabra varias veces,
aunque no sabía quién lo había dicho.
—¡Basta! —gritó.
Desde la dirección de su habitación, sintió
despertar a Wook. La agitación lo había causado y quería arremeter contra todos
en la sala por atreverse a perturbar su descanso.
La presencia calmante de Wook le enfrió la
cólera, lo que le permitió hacer una pausa antes de que hiciera algo de lo que
se arrepentiría. Wook estaba más cerca, y para el momento en que llegara aquí,
quería estar controlado totalmente.
—Tienes que admitir —dijo Shindong—, que suena
un poco inverosímil.
—¿Y matar las cosas con magia no lo es?
—exigió—. ¿Qué pasa con Kevin que está vivo después de que casi le arranqué la
cabeza del cuello?
Shindong sacudió la cabeza.
—Henry fue raptado hace más de una década por
demonios que son conocidos por matar y comerse a los niños. Las posibilidades
de que aún esté con vida son prácticamente nulas. Une eso con el hecho de que Heechul
y Siwon encontraron un cadáver con la misma ropa que llevaba Henry cuando fue
secuestrado, y se pone aún más difícil de creer, incluso sin la cosa de la
visita-mental.
—Wook lo hace todo el tiempo. Demonios, estaba
en la mente de Leeteuk anoche, aprendiendo a canalizar la magia.
Leeteuk frunció el ceño.
—No lo creo.
—Bueno, lo estaba.
—¿Tienes algún tipo de prueba? —preguntó Shindong—.
Si vamos a prepararnos para un asalto, tenemos que contar con buena
información, no los sueños de un hombre con problemas mentales.
Yesung sintió un destello de ira explotar
debajo de la superficie de la piel. Se obligó a mantener la mano alejada de la
espada, aunque no tenía ni idea de dónde había encontrado ese tipo de control.
La necesidad de hacer pagar a Shindong por el insulto en sangre, latía con
fuerza a través de él. Sólo la relajante presencia de Wook en la mente le
detenía la mano.
—Tienes que detenerte antes de decir algo que
no podré ignorar.
Desde la puerta, Yesung oyó un débil suspiro.
Se vio obligado a volverse hacia el sonido y vio a Wook allí.
—No, Yesung. Déjale continuar. Sería bueno
saber lo que realmente piensa.
Él estaba respirando rápido. Sus mejillas
estaban rojas, como si acabara de correr hacia allí. Su pelo blanco estaba
revuelto de la cama, y la marca de un pliegue de la funda de la almohada,
marcaba su mejilla.
Entró, se paró junto a Yesung y se puso las
manos en las caderas.
Podía sentir el dolor que irradia hacia fuera,
haciéndole temblar un poco, no lo suficiente para verlo, pero lo suficiente,
para que sintiera la agitación del aire entre ellos.
—No fue mi intención herir tus sentimientos, Wook
—dijo Shindong, como si le hablara a un niño—. En serio. Sólo necesito saber lo
que es real aquí y lo que no.
—Estaré encantado de mostrártelo, pero no vas
a disfrutarlo.
Echó un vistazo a Yesung, y sabía por esa
mirada traviesa en sus ojos que no le iba a gustar lo que sucedería después.
—¿Me atraparás? —Le preguntó, antes de que se
desplomara al suelo como si alguien le hubiera arrancado la vida del cuerpo.
Yesung le atrapó antes de que cayera al suelo.
Estaba blando, sin vida. Sólo el hilo de poder que tiraba de él le hizo saber
que estaba sano y salvo. Ese hilo creció, lo que le hacía preguntarse si Henry
estaba luchando contra la conexión de Wook de nuevo.
—Realmente odio cuando hace esto —murmuró
mientras se acomodaba en una silla, sosteniéndolo en el regazo.
—¿Hacer qué? —preguntó Shindong. Luego se
quedó inmóvil. Su cara se quedó en blanco. Sus ojos se abrieron de par en par.
Sonidos pequeños, casi estrangulados salían de su garganta.
Yunho dio un paso adelante.
—No —dijo Yesung—. No va a hacerle daño.
—Parece que está haciendo precisamente eso.
—Si estuvieras viendo lo que Henry, te verías
igual. El está completamente jodido.
De repente, Shindong respiró hondamente y se
doblo en dos, como si tratara de no vomitar.
Wook abrió los ojos, las lágrimas se aferraban
en las esquinas.
La habitación estaba completamente en
silencio. Miraron a Wook con un nuevo respeto, casi rayando con el miedo. Si
era tan fácil para él deslizarse dentro de la mente de Shindong, supuso que cada
uno se preguntaba quién sería el siguiente, y lo que Wook podría ver si fuese a
hurgar.
Yesung estaba seguro de que él no era el único
hombre aquí con secretos que ocultar.
Lo que significaba que iba a tener que
mantener una estrecha vigilancia sobre él, también. Si uno de los otros hombres
escondía una estéril vida de prestado ‑o peor‑ no querría que Wook lo
averiguara.
No sólo iba a estar en peligro fuera de la SM, también estaría en
peligro aquí. Y no había manera de que Hyukjae fuera a darle los nombres de los
hombres de la banda. Él era el único que sabía quiénes eran. Yesung no iba a
ser capaz de confiar en ninguno de los hombres liberados.
Yesung apretó el agarre. ¿Qué diablos iba a
hacer con Wook? No tenía ni idea de cómo proteger un regalo tan preciado. La
iba a cagar y conseguiría que lo mataran. Y el daño que causaría una vez que Wook
se hubiera ido, no era algo en lo que a le gustaba pensar.
Todo el mundo estaba demasiado tranquilo. El
silencio era mayor a cada segundo.
Yesung tuvo que aclararse la garganta antes de
poder hablar.
—¿Lo crees ahora o necesitas otra visión?
—Con una es más que suficiente —Shindong se
empujó en posición vertical, pero seguía estando un poco más pálido de lo
normal—. Lo que me mostró era real, ¿verdad? ¿No un tuco mental?
—Es verdad —dijo Wook—. Si no estuviera tan
cansado, nos podría haber mantenido allí el tiempo suficiente para que pudieras
hablar con él. No me quiere cerca de él.
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