Shindong estaba en la cima de la colina al salir el sol. A su lado, atado, amordazado, e hirviendo de cólera, estaba Chris.
Un profundo sentimiento de dolor amenazaba con
tragar a Shindong completamente, pero sabía que no podía dejarle que le
influenciara en esta decisión.
Chris tenía que morir.
Shindong esperó, sabiendo que los Tvxq
vendrían. Siempre lo hacían, a pesar de la guerra estancada que separaba a sus
razas. El deber era lo primero. Siempre.
Un hombre que Shindong no había visto antes se
acercó a la colina. Con sus vaqueros y camiseta, se parecía a cualquier otro
hombre de América. A excepción de sus orejas ligeramente puntiagudas, en las
que había que fijarse para notarlas siquiera. La chaqueta de cuero marrón la
llevaba abierta, como si el frío no le molestara.
Por lo general, los Tvxq llegaban en manada,
pero el paso confiado de este hombre dijo que no parecía necesitar la fuerza
del número.
—Soy Yoochun —anunció, estirando la mano hacia
Shindong.
Impresionado por el saludo del hombre, Shindong
le dio la mano, sintiendo el calor antinatural de su piel.
—Shindong.
—He oído hablar de ti. Mi abuelo dice que eres
un hombre de honor.
—¿En serio?
Yoochun asintió con la cabeza, yendo sus ojos a
la marca de vida de Chris, árida de hojas.
—Estoy a cargo de los Tvxq ahora.
—¿Qué pasó con el anterior líder? —preguntó Shindong.
Sus ojos volvieron a Shindong, y el impacto de
esa mirada fija le golpeó duramente.
—Arranqué su garganta con mis dientes.
Claramente, este no era un hombre con quien
entrometerse.
—Las cosas están cambiando, Shindong —dijo el Tvxq—.
Muchos de mi clase pueden olerlo venir. Las cosas están empeorando.
Shindong miró al hombre que una vez había sido
su amigo. La cara de Chris estaba roja de la rabia, y si no hubiera sido por
las esposas mágicamente realzadas que le sujetaban, Shindong sabía que el
hombre habría tratado de matarle a estas alturas.
—Por lo menos podemos estar de acuerdo en que
mucho —dijo Shindong.
—He oído rumores de que habéis encontrado parejas
pura sangre deambulando por el país.
Shindong no estaba seguro de cuanto compartir
con un hombre que, a pesar de lo que parecía, era su enemigo.
—Estoy seguro de que eran exagerados. Ya sabes
cómo son los rumores.
Yoochun sonrió lentamente.
—Puedo oler una mentira, ¿sabes? Pero lo entiendo.
Tú y yo no somos amigos. Todavía.
Con ese comentario enigmático, agarró el brazo
de Chris y lo remolcó colina abajo. Sobre su hombre, dijo:
—Te entregaré su cuerpo cuando esté hecho.
Shindong se quedó allí durante mucho tiempo,
mirando a los dos hombres tanto tiempo como pudo. La próxima vez que viera a
Chris, estaría muerto. Quería recordar al hombre por lo que había sido en lugar
de por lo que se había convertido.
Pero aún más que eso, quería que ésta fuera la
última vez que tuviera que venir a esta colina y sentenciar a muerte a otro de
sus hombres.
Tenían que encontrar más parejas. Rápido. Y
era su responsabilidad hacer que sucediera.
Shindong bajó caminando de la colina,
sintiéndose un siglo más viejo que cuando la había subido.
Wook estaba desesperado por encontrar a Henry
y demostrarle a Yesung que todavía estaba vivo. El hombre era tan testarudo,
que sabía que a menos que lo viera con sus propios ojos, nunca le creería.
No es que realmente tuviera ojos en este
estado. Ninguno de ellos los tenía, pero podrían utilizar los de Henry.
Si Wook podía alcanzarlo.
Arrastrar la mente de Yesung junto con la suya
era muy lento. Se sentía como si estuviera nadando con un peso de ochenta
kilos, pero no había otra manera. Tenía que estar con Henry.
Wook se concentró en la conexión frágil que
tenía con Henry. Era aún más difícil de sentir ahora de lo que había sido sólo
unas horas antes.
Hubo un momento, Wook habría sido capaz de
deslizarse a lo largo de ese camino con facilidad, aterrizar en la mente de Henry,
capaz de consolarlo y aliviar su dolor. Pero ya no. Henry se había hecho más
fuerte desde que lo habían comenzado a alimentar con sangre Sasaeng. Sus
defensas eran más formidables.
Por qué Henry no quería que Wook estuviera con
él, no tenía ni idea, pero cualquiera que fuera el motivo, Henry estaba ganando
la batalla.
El poder de Yesung se deslizaba en él, dándole
una nueva fuerza. Tal vez podría utilizar esa fuerza para obligar a Henry a
dejarlo entrar.
Con no más que un pensamiento, el poder fluyó
en Wook. Ese solo hilo delicado que se extendía entre ellos pareció brillar
durante una fracción de segundo antes de que chisporroteara de nuevo cerca de
la invisibilidad.
Wook canalizó el poder en ese hilo, imaginando
que era un cable eléctrico que se extendía entre ellos. El hilo pulsó una,
después dos veces y continuó latiendo más y más rápido hasta que brilló.
La victoria hizo a Wook sentirse ligero,
aliviando la carga de llevar a Yesung con él.
Antes de que fuera demasiado tarde, Wook les
llevó a los dos a lo largo del hilo y disparándose a través del espacio hasta
que aterrizaron sólidamente en la mente de Henry.
Como siempre, su lugar de reunión mental se
parecía al dormitorio que una vez había compartido, el lugar donde Henry había
sido secuestrado.
Era más oscuro de lo que Wook recordaba. Era
de noche fuera de las ventanas.
Henry estaba sentado en la cama, de espaldas a
Wook, mientras miraba por la ventana. Era más mayor.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez
que había visto a Henry, que a veces era fácil olvidar que ahora tenía
diecisiete años.
—¿Cómo has entrado? —preguntó Henry sin darse
la vuelta—. Pensé que era más fuerte que tú ahora.
—Tuve ayuda.
—Un hombre —dijo, estremeciéndose como si le
asqueara—. No me gusta tenerle aquí.
—Él necesitaba ver que todavía estabas vivo.
—Ya lo ha visto. Ahora que se largue.
Wook se volvió hacia donde la mente de Yesung
flotaba en el interior de Henry. Aquí, él parecía ser tan sólido y real como si
estuvieran de nuevo en esa casa Elf en Nebraska. La confusión tensó sus rasgos
mientras miraba de Henry a Wook y viceversa.
—¿Estás herido? —le preguntó, con la voz suave
por la preocupación.
Una risa muerta salió del hermano de Wook,
mientras se giraba y se levantaba de la cama. Su piel era de un enfermizo
blanco, casi transparente. Debajo, las venas eran visibles, pulsando con la
sangre demasiado oscura para ser humana. Sus ojos habían brillado una vez con
inocencia infantil, pero ahora eran sombríos y desolados. Sus manos se
extendieron sobre su vientre de embarazado, rizando las uñas como si quisiera
extraer al niño de su cuerpo.
—Ojala sólo me hubieran herido —dijo Henry.
La conmoción hizo que Wook se congelara. Trató
de alcanzar a Yesung, luchando contra la tentación de arrojarle de este lugar y
acurrucarse dentro del calor de su abrazo.
—¿Qué te han hecho? —preguntó Yesung con
horror.
—Yo diría que es un poco obvio. Y si no
quieres que esto le suceda a Wook, sácalo de aquí antes de que lo encuentren.
—Es hora de irnos, Wook —dijo Yesung.
Era una buena cosa que él no tuviera el
control aquí.
Wook se volvió hacia él, enfurecido.
—Me iré cuando esté listo. Hasta entonces,
cierra la boca y quédate quieto. —Se volvió a Henry, y le dijo—: Vamos a
rescatarte. Todo lo que necesito saber es dónde encontrarte.
—Incluso si lo supiera, no te lo diría. No
puedes salvarme. Es mejor que te vayas antes de que te cojan, también.
—Tal vez deberías escucharlo, Wook —dijo Yesung—.
Quiero salvarlo, pero no a riesgo de tu vida.
Wook no le hizo caso.
—No es demasiado tarde. No puede ser demasiado
tarde. —Había recuperado la cordura y la fuerza lo suficiente para venir a por Henry.
No había luchado a través de todos esos años de pesadillas sólo para fallarle
ahora.
—Lo es. —Las palabras de Henry eran duras y
frías, no como las del niño que Wook una vez conoció—. Vete.
—Te hice una promesa.
—No tendrás que preocuparte por eso mucho más
tiempo. Esta cosa dentro de mí nacerá pronto. La mayoría no sobreviven.
—¿Cuántos hay ahí? —preguntó Yesung, su voz
era un gruñido de amenaza.
Henry se encogió de hombros.
—No los veo. Sólo oigo sus gritos terminar de
repente y lo sé.
—Tenemos que sacarte antes de que eso te
suceda —dijo Wook.
—Es demasiado tarde para mí.
Wook sintió que tratar de hacer cambiar de
opinión a Henry sería una batalla perdida. Pero tal vez desde otra perspectiva
funcionaría.
—¿Y qué pasa con los demás? Tal vez los
podríamos salvar.
Los ojos de Henry se cerraron y pareció luchar
contra sí mismo.
—Si te encuentra, te hará daño como me lo hace
a mí. No quiero eso.
—¿Quién te hace daño? —exigió Yesung.
—Sooman. Dirige este lugar, junto con una
chica que nunca crece.
—Jessica —susurró Yesung.
—La conoces —dijo Henry, como si le ofreciera
sus condolencias.
—Sé de ella.
—Entonces sabes que no puedes dejar que Wook
venga aquí.
—Basta, los dos —ordenó Wook antes de que la
conversación se saliera de control—. Iré y no hay nada que puedas hacer para
detenerme. La única pregunta es si vas a decirme dónde estás o si tendré que
sacártelo de la mente.
—Ya te dije que no lo sé. Nunca me han dejado
salir. He estado en estas cuevas tanto tiempo que ni siquiera puedo recordar
cómo brilla el sol.
El dolor por su hermano y su infancia perdida
se apoderaron de Wook. Estaba luchando por no llorar, luchando por el control
de las emociones cuando la habitación se iluminó.
Fuera de la ventana de la habitación sucia, el
sol se levantó en un despliegue brillante de naranja y rosa. El movimiento era
más rápido de lo natural, pero todos los otros detalles hasta la última brizna
de salida de las nubes y el vaivén de los árboles en la distancia era perfecto,
como si hubiera sido grabado en vídeo.
—Ahí —dijo Yesung—. Esa fue mi salida del sol
favorita de todos los tiempos. Verano de 1803.
Henry se acercó hasta que sus dedos fueron
bañados en luz. La suciedad atascada en sus uñas desiguales y la sangre negra
parecía fluir de sus manos como si se escondiéndose de la luz.
—Gracias —susurró—. Es aún más hermoso de lo
que imaginaba.
—¿Cómo lo recuerdas tan perfectamente?
—preguntó Wook, tratando de concentrarse en algo para no llorar.
—Recuerdo todo lo que veo.
Henry levantó la cara al sol, cerrando los
ojos mientras disfrutaba de la luz.
—¿De verdad crees que puede salvar a los
otros? —preguntó—. ¿Devolverlos a la luz del sol?
—Si sabemos dónde estás, haremos lo que sea
para sacarlos a todos con vida. Incluso a ti —dijo Yesung.
—No sé cómo ayudarte, entonces. Ni siquiera sé
en qué país me encuentro.
—Entonces deja de pelear conmigo. Déjame estar
contigo como solías hacer. Deja que la conexión entre nosotros vuelve a crecer
a lo que solía ser y podré encontrarte.
—No. No te quiero conmigo cuando esta cosa
nazca. No te quiero conmigo cuando me muera.
La furia ardió a través de Wook, haciéndola
crecer dentro del contexto etéreo de la mente de Henry. Golpeó el techo con la
cabeza y gravitó sobre su hermano, su voz con un profundo eco:
—No vas a morir.
Henry soltó una carcajada sin humor.
—Vas a tener que ser mucho más grande que eso
para asustarme. Vivo con demonios, recuerda.
Wook se desinfló, volviendo al tamaño normal.
—No tenía intención de asustarte. Sólo quiero
que entres en razón. No estoy solo. Yesung está conmigo. Tiene decenas de
amigos poderosos que nos ayudarán a rescatarte. No puedes darte por vencido.
—¿Qué pasará contigo si me muero mientras
estás en mi mente? —preguntó Henry.
—Eso no va a suceder.
Henry miró a Yesung.
—Sabe que moriría, también. He sentido el
conocimiento dentro de él. Cuando las cosas estaban mal, cuando la sangre que
me dieron de comer casi me mata, me di cuenta de su miedo a la muerte.
—¿Es verdad? —preguntó Yesung a Wook—.
¿Morirás si estás con Henry cuando muera?
—Si muere. No sabe lo que pasará.
—Estás esquivando mi pregunta. ¿Morirás,
también?
Wook inclinó la cabeza.
—Sí. Creo que sí.
Yesung lo apretó contra su costado,
manteniéndolo cerca. Incluso dentro de este espacio no físico, todavía se
sentía confortado por su toque. Ese bienestar le dio la fuerza para seguir
luchando por su hermano.
—¿Y si te prometo dejar tu mente antes de que
nazca el bebé?
—No es un bebé —gruñó Henry, girando alrededor
y dejando al descubierto sus dientes—. Es una cosa. Un monstruo.
Wook levantó las manos y mantuvo la voz
tranquila.
—Lo siento. No lo entendí.
El agarre de Yesung se había tensado y su
posición cambiado para quedar entre Henry y Wook.
—Estoy de acuerdo con Henry que no puedes
arriesgar tu vida, pero ¿y si hay otra manera?
—¿Qué manera?
—¿Viste algo la noche que te cogieron? ¿Placas
de calles, edificios, señales de límites de algún tipo?
—Unos cuantos, tal vez.
Él miró a Wook.
—Si puedo ver esos recuerdos, podría averiguar
dónde se lo llevaron.
—¿Cómo?
—He circulado por el país durante años.
Recuerdo todo lo que veo. Podría reconocer algo en sus recuerdos.
—Vale la pena intentarlo —dijo Wook—. ¿Qué
piensas, Henry? ¿Vas a dejarnos intentarlo?
Henry se acercó más. Yesung empujó a Wook
detrás de él como si necesitara protegerlo de su propio hermano.
Wook se apartó de su alcance y vio como la
mano sucia de Henry se presionaba sobre la frente del Yesung.
Un segundo después, el cuarto estalló en un
millón de fragmentos de luz, y Wook y Yesung fueron arrojados de la mente de Henry.
Henry temblaba en la oscuridad fría. Mantuvo
los ojos cerrados el mayor tiempo posible, manteniendo el recuerdo de esa
salida de sol. Casi podía sentir el calor en su piel, la forma en que había
hecho retroceder la sangre contaminada que habían empujado dentro de él.
Por un momento, Henry se había sentido casi
como una persona real otra vez, en lugar de una cosa para ser usada.
Las lágrimas se filtraron por detrás de los
párpados cerrados, su calor en sorprendente contraste con la piel fría. Echaba
tanto de menos a Wook. Tenerlo en la mente había sido tan agradable. Tan
reconfortante.
No podía dejar que sucediera de nuevo. Si el
parto de la cosa dentro de él no lo mataba, sabía lo que iba a suceder. No
quería a Wook allí cuando Sooman lo dañara otra vez.
Antes, con el deseo de la muerte había sido
fácil. No tenía nada por lo que vivir, excepto más dolor y soledad. Pero ahora,
gracias a Yesung, se encontró deseando el sol y su calor.
Quería vivir lo suficiente para sentir el sol
de verdad en la piel, sólo una vez más.
Si Sooman alguna vez se enteraba, vería ese
deseo como una debilidad para utilizarlo en su contra. Se burlaría de él y se
lo colgaría delante en un esfuerzo por obtener su cooperación y después le
quitaría toda esperanza de conseguirlo alguna vez.
Henry no iba a permitirle tener esto, también.
Enterraría el regalo de Yesung profundamente, encerrándolo donde Sooman nunca
lo sintiera. Y entonces, cuando sintiera la muerte acercándose, sacaría ese
recuerdo y se envolvería con él para así no morir sola en la oscuridad.
Yesung sentía como si alguien le hubiera
partido una cinta de goma gigante contra el cerebro.
Estaba de vuelta dentro del cuerpo real,
encogido en el suelo en un amasijo con Wook. El estómago se le giró
peligrosamente. Trató de apartarse de él para no vomitarle encima, pero antes
de que pudiera, el estómago se asentó y las vueltas de la cabeza comenzaron a
disminuir.
Yesung dejó escapar un gemido, incapaz de
detener que el sonido poco viril saliera.
Wook estaba jadeando.
—Lo siento. Por lo general no es tan rudo.
Yesung ayudó a Wook a sentarse hasta que su
espalda estuvo apoyada en el sofá.
—En realidad preferiría que no lo volvamos a
hacer nunca.
—Trataré de avisarte la próxima vez —dijo.
Por lo menos entonces podría prepararse.
—¿Sabes dónde está Henry? —preguntó Wook.
Henry le había enviado un aluvión de imágenes
a la cabeza una fracción de segundo antes de empujarle a él y a Wook fuera.
Esas imágenes estaban allí, en la mente, pero estaban demasiado desordenadas
para darle sentido.
—Tendré que ordenar las primeras imágenes.
Puede llevar un tiempo.
—Sabes que no tenemos mucho tiempo.
—Lo sé. Pero también sé que no vamos a
rescatarle a él y a los demás solos. Tenemos que reunir a los hombres, entrar
con todos los que podamos encontrar. Vamos a volver al SM y hablar con Shindong
para que podamos planear nuestro ataque. —No estaba seguro de si Shindong le
dejaría ir o no. Simplemente podría encerrarle en una celda en los sótanos del SM
hasta que el nuevo Suju de Wook fuera encontrado.
La idea de ser encarcelado hizo que algo
oscuro y peligroso se levantara dentro de él. Puede que no hubiese perdido el
alma por completo, pero claramente no estaba libre de la oscuridad que casi le
había consumido. Iba a tener que contenerla y luchar para hacer lo que sabía
que era correcto.
Tal vez podría convencer a Shindong de que lo
dejara ir en esta última misión. Necesitaban toda la ayuda que pudieran
conseguir, y no había muchos hombres vivos que estuvieran a gusto con una hoja
de lo que él lo estaba.
—Te dije que no voy a volver allí —dijo Wook.
—No voy a encerrarte. De verdad me gustaría
que dejaras de preocuparte por eso.
—Tengo que preocuparme. Hay demasiado en
juego.
Tenía razón acerca de eso. Sólo que no sabía
cuánta razón todavía.
—Sólo regresamos para reunir a los hombres.
—¿No intentarás que me quede mientras vas tras
él? —Su voz sonó insegura, desconfiada.
—Si te necesitamos, estarás justo a mi lado.
—Exacto. Si me necesitas. No lo harás. Tú no
crees necesitar a nadie.
—Te necesito —dijo—. Sin ti me muero. ¿No es
eso suficiente?
—No. Ni siquiera se acerca. Quiero lo que Leeteuk
y Kangin tienen. Lo que Siwon y Heechul tienen.
—Podemos tener eso también —mintió, no
dispuesto a aplastar sus sueños todavía. Los tendría, sólo que no con él—.
Llevará algún tiempo. No puedo arriesgar tu vida ahora, mientras todavía tienes
tanto que aprender. Ni siquiera sabes cómo protegerte.
—Aprenderé.
—¿Antes de que nazca el bebé de Henry?
—Sí. Entraré en la mente de Changmin.
Aprenderé de él.
Yesung le levantó la mano, señalando a los
dedos quemados.
—Parece que lo intentaste con Leeteuk y no
funcionó muy bien, ¿no?
—Tengo que hacer esto, Yesung. Es mi hermano.
Te prometo que no correré ningún riesgo innecesario.
Cuando Wook pronunció las palabras, Yesung las
sintió acomodarse sobre los hombros, con un peso tranquilizador.
Tal vez este fuera uno de esos momentos cuando
necesitaba ceder. Compromiso. Wook había prometido tener cuidado y ahora estaba
obligado a cumplir con esa promesa. Tal vez esta asociación significaba que él
tenía que darle algo a cambio. Podría ser lo último que alguna vez le diera.
Ser agradable no era su punto fuerte, pero
mucho había cambiado en las últimas horas. Por Wook, debía tratar de ser un
hombre mejor.
—Prometo que sólo volvemos al SM el tiempo
suficiente para reunir a nuestras fuerzas y averiguar dónde está Henry. Si
salgo a pelear, puedes venir conmigo. ¿De acuerdo? —Aún le daba una salida. Si Shindong
le encerraba, Wook tendría que permanecer en el SM, donde estaría a salvo.
Wook asintió con la cabeza.
—Eso no era exactamente una promesa de que no
me encerrarás nunca, pero aceptaré lo que pueda conseguir por ahora. Henry debe
ser lo primero.
—Bien. Entonces está decidido. Cogemos a Kangin
y Leeteuk y volvemos a casa.
Yesung luchó con las imágenes que Henry le
había puesto en la cabeza mientras Leeteuk les conducía de regreso al SM. Kangin
estaba al teléfono, hablando con Zhoumi acerca de la reunión de los Suju. Al
parecer, Shindong se había ido y no podía emitir la orden para que los que
estaban fuera volvieran.
También significaba que no podía sentenciar a Yesung
todavía.
No importaba. Yesung no podía hacer nada al
respecto, y si no desenmarañaba los pensamientos que Henry le había puesto en
el cerebro, no importaría si los hombres estaban listos para ir a la batalla.
No sabrían a dónde ir.
Wook estaba sentabo en silencio junto a él en
la parte trasera del vehículo, mirando fijamente por la ventanilla como el sol
se alzaba.
—No me puedo imaginar cómo sería vivir sin el
sol, ¿verdad? —le preguntó Wook.
—A los Zea no parece importarles —dijo Yesung,
con la esperanza de distraer a Wook de la preocupación de su hermano. Ver el
dolor en su cara le rompió el corazón, y quería hacer todo lo necesario para
que desapareciera.
Wook se movió en su asiento, volviéndose hacia
él. Y por un momento, Yesung se olvidó por completo de su trabajo.
Era tan bonito. Tan delicado. No tenía idea de
cómo había llegado a ser tan afortunado para tenerlo, pero sabía con certeza
que haría lo que fuera necesario para mantenerlo a salvo y hacerle feliz durante
el tiempo que fuera suyo.
Una vez que encontraran a Henry, convencería a
Wook para que permaneciera en el SM con él. Se harían compañía mutuamente, recuperarían
el tiempo perdido y encontrarían consuelo el uno en el otro.
Sólo esperaba tener la libertad para salir y
cazar a la criatura que había violado a Henry y quien sabe a cuántas personas
más, y estrangularlo hasta morir con su propia polla.
Mientras se hacía a la idea de lo que Henry
debió haber sufrido para introducir sus pensamientos, la furia martilleó a
través de él, haciendo que los límites del vehículo pareciesen demasiados
pequeños.
La mano de Wook revoloteó a su garganta,
temblando mientras se tocaba la
Luceria.
—No sé lo que estás pensando —dijo—, pero no
me gusta.
Inmediatamente Yesung aplastó el pensamiento y
centró la atención en el paisaje que pasaba ante ellos.
—Lo siento. Tendré más cuidado.
Iba a tener que aprender a controlarse mejor.
No podía permitir que el vínculo que ahora tenía con Wook lo molestara.
Yesung tomó una respiración profunda,
obligándose a calmarse. Una cosa a la vez. Primero, tenía que desenredar el lío
que Henry le había dado y darle sentido. Ese era el paso número uno. Después de
eso vendría la búsqueda de Henry y enfrentarse su condena.
Wook le tocó la mano.
—Estás frustrado. Enojado. Asustado. Nunca te
he visto asustado antes.
—Lo superará. ¿Ya has descubierto dónde
dirigirnos? —preguntó Kangin desde el asiento delantero.
—Estoy trabajando en ello.
—Trabaja más rápido. Zhoumi los está llamando
a todos, pero no se quedarán mucho tiempo. Ya sabes cómo es.
Yesung lo sabía. Además de cazar y matar a
todos los Sasaeng que pudieran ponerse en sus manos, todos los hombres iban
también en busca de las parejas que sabían que estaban allí fuera. Además de Henry,
que fue dado por muerto, había por lo menos una pareja Suju mas deambulando por
el mundo.
Donghae, hijo de Junjin, quien había engendrado a Leeteuk y Sungmin.
Era una carrera para ver quién podía encontrarlo
primero, y la única esperanza para sus compañeros Suju.
—Lo sé —dijo Yesung—. Estoy haciendo lo que
puedo.
—Déjame ayudarte —ofreció Wook.
—No sé cómo podrías. Henry no puso estas
imágenes en tu cabeza. Las puso en la mía, y están todas revueltas juntas No
puedo darles sentido.
—Tal vez pueda. Conozco la manera en que
piensa Henry. He estado en su mente durante años.
Yesung se encogió de hombros.
—Vale la pena intentarlo.
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