Sungmin
necesitaba poner un poco de espacio entre ellos y pensar. Yaciendo aquí,
mirando su cuerpo, no estaba ayudando nada para aclarar su cabeza. Su presencia
no le dejaba lugar al pensamiento racional. Era demasiado grande. Ocupaba toda
su atención cuando estaba cerca de él.
—Voy a dar un paseo —dijo Sungmin.
Se sentó en el borde de la cama, dejando que su mareada cabeza
se asentase.
Él se
trasladó a sentarse a su lado y aunque tenía la mandíbula apretada, su tono era
suave.
—Me gustaría que te quedaras.
—¿Así nos podremos frustrar más? —¿Así podría ver que había
estado planeando matarle?— No, gracias.
—Actuamos
demasiado rápido, eso es todo. Sólo necesitas algo de tiempo para ver que
puedes confiar en mí.
Tragó saliva, tratando de aliviar la estrechez en su garganta.
—Kyuhyun,
tengo que ser completamente honesto. No hay forma de que nunca vaya a confiar
en nadie lo suficiente como para dejar que rebusque dentro de mi cabeza.
—Sólo necesitas acostumbrarte a la idea. Dale tiempo para que
crezca en ti.
—No. Lo digo en serio. Podríamos estar juntos por una docena de
siglos y ni así podría darte ese tipo de poder sobre mí.
—¿De qué estás hablando? ¿Qué poder?
—¿Hablas
en serio? ¿No crees que ser capaz de ver dentro de mi mente es como el último
viaje de poder? ¿Quién sabe lo que podrías hacer una vez que estuvieras ahí
dentro?
—Ese es
el punto. Si confías en alguien lo suficiente como para dejarle entrar, confías
en que no te joderá más.
—No tengo ese tipo de confianza —dijo Sungmin.
Kyuhyun enderezó los hombros.
—Entonces,
iré yo primero. Adelante. Echa un vistazo en el interior y mira lo que quieras.
No tengo nada que esconder.
Sungmin
estuvo tentado. El breve destello de las imágenes que había recibido cuando se
puso su luceria le había intrigado. Se moría de ganas de ver más, pero no era
justo. No podía invadirle de esa manera.
—Lo siento.
Su mano
cubrió la de él y una oleada de calor reconfortante emanó hasta su brazo.
—Sólo necesitas más tiempo. Tengo que encontrar la paciencia
para dártela.
No
creyó que el tiempo fuera la solución a todo esto, pero mantuvo la boca
cerrada. Tal vez después de que tuviera algo de espacio para estar solo y
pensar, pudiera encontrar la manera de manejar las expectativas extravagantes
de Kyuhyun.
—No creo que nunca pueda acostumbrarme a todas estas…
sensaciones.
—Tal vez deberías hablar con Leeteuk sobre ello. Ha pasado por
todo esto.
—Leeteuk es mucho más confiado que yo.
Kyuhyun suspiró.
—Tal
vez. Pero no te preocupes. Lo vamos a resolver, cariño. Vamos a hacer que
funcione.
Sungmin apretó los dientes contra las lágrimas que picaban en
sus ojos.
—¿Y si no podemos?
—Lo
haremos. —Una total confianza radiaba de él—. No permitiremos que suceda de
otra manera.
Lamentó no poderle creer, pero tenía mejor criterio. Incluso si
su fantasía era cierta, y Kyuhyun era todo lo que pretendía ser, le había
traicionado. Había planeado matarle a él y a su gente, y después de ver cómo
había matado a las criaturas que habían tratado de hacer eso mismo, no estaba
seguro de que alguna vez fuera capaz de perdonarlo.
Claro, tal vez lo podría pasar por alto si él se mantenía vivo,
pero que no era el tipo de vida que Sungmin quería. Quería una casa. Un lugar
donde pertenecer. No un lugar que tolerara su existencia porque Kyuhyun lo necesitaba
para seguir vivo.
Por
supuesto, lo que quería realmente nunca había importado en el gran esquema de
su vida.
Sungmin se dirigió a la puerta y levantó la pesada barra.
—Volveré más tarde —le dijo.
No se
atrevió a darse la vuelta por miedo a ver la mirada de desilusión en su rostro.
Eso no era algo a lo que no podía enfrentarse en este momento. No por encima de
todo lo demás.
Sungmin
cerró la puerta detrás de él y sintió una arrebatadora ola de desesperado
anhelo traspasándole. Estaba a diez metros de distancia antes de que se diera
cuenta de que lo que sentía no provenía de él. Había llegado de Kyuhyun. Había
sentido lo que él estaba sintiendo.
Se
detuvo en seco y deslizó su pulgar bajo el resbaladizo peso de la luceria.
Estaba caliente contra su cuerpo, tal vez incluso más que caliente. Frenéticas
vibraciones de energía pulsaron a su alrededor, como si imploraran ser usadas.
Sungmin
estaba convencido de que había cometido un terrible error al ponerse la
gargantilla, pero ya era demasiado tarde. Sustentaba plenamente la vida de Kyuhyun
en sus manos, y no lo iba a defraudar.
Al menos no todavía.
Tal vez
no fuera del tipo confiado, y tal vez nunca le dejara examinar sus pensamientos
e invadir su privacidad, pero no era una completa inútil.
Había
poder en el interior de la banda alrededor de su cuello, y estaba más que
dispuesto a aprender cómo usarlo.
Kyuhyun vigilaba
a Sungmin, manteniéndose atrás lo suficientemente lejos para
creer que no lo vería. Quería darle algo
de espacio, pero no tanto como para que corriera peligro.
El sol
aún no había caído, así que Sungmin estaba a salvo, pero Kyuhyun no tomaría
ningún riesgo. No iba a arriesgarse a que lo dejara otra vez.
Ahora
que usaba a su luceria, su alma había dejado de morir. Él podía sentir que la
descomposición de su marca de vida había cesado, y aunque la presión del poder
alojado dentro de él todavía era fuerte, ya no sentía dolor. Sungmin lo había
salvado.
Kyuhyun esperaba como el infierno que fuera suficiente... que
no tuviera que pedir más. Pero tenía que hacerlo. Necesitaba todo, no solamente
la parte que Sungmin quería dar. No solamente su cuerpo, sino su confianza.
Tal vez
llevaría años, pero Kyuhyun juró que encontraría la manera de demostrarle que
era digno de un regalo tan precioso.
—¿Qué
haces ocultándote alrededor de los árboles? —Kangin pregunto desde atrás de él.
Kyuhyun
simuló que no había sido sorprendido, y se dio la vuelta para mirar a su amigo.
—No estoy escondiéndome. Vigilo a Sungmin.
Los
ojos de Kangin se deslizaron hacia la garganta de Kyuhyun , entonces se
ampliaron. Una sonrisa dividió su cara y sus ojos se cerraron por un momento de
alivio.
—El lo hizo.
—Sí —dijo Kyuhyun simplemente.
—Felicitaciones,
hombre. Esa son noticias fantásticas. Leeteuk va a estar fuera de sí.
—Podrías
querer demorarte en decírselo. No estoy seguro de cuánto tiempo va a durar.
La boca de Kangin se apretó.
—¿Cuánto tiempo te dio?
Kyuhyun se encogió de hombros, sintiéndose rígido y nervioso.
Miró de nuevo hacia Sungmin, observándolo mientras él arrastraba su mano a lo
largo del muro de piedra que rodeaba a la SM.
—Hasta que se harte de mí. Hasta que lo ahuyente.
La voz de Kangin tenía un borde de acero cuando habló.
—No lo dejaremos irse. Vendrá de visita.
—Ya veremos.
Kyuhyun
se movió a través de los árboles, avanzando al mismo paso que el progreso de Sungmin.
Kangin era una sombra a su lado.
—El no quiere forjar cualquier clase de conexión mental conmigo
—dijo Kyuhyun. No estaba seguro de por qué había compartido esa información,
pero era muy tarde ahora.
—¿Que quieres decir?
—Quiero decir que me bloquea. No me deja entrar.
—Deberías hablar con Changmin.
—No,
gracias. En realidad preferiría no ir esparciendo nuestros problemas por ahí.
Especialmente si resulta que algunos de los otros hombres son compatibles con él.
—Correcto. Gran secreto. Entiendo.
Sungmin
miró en dirección a ellos y ambos hombres se quedaron quietos, escondiendo su
posición. Después de algunos segundos, reanudó su paseo, ignorándolos.
Kangin
recogió una lata de soda descartada para poder continuar su camino en el
bosque.
—Sabes
—él dijo —su resistencia podría tener algo que ver con lo que Leeteuk me dijo.
—¿Qué?
—El dijo que Sungmin vino aquí pensando ayudarle a escapar.
El
corazón de Kyuhyun se retorció fuertemente y el sabor amargo de la traición
llenó su boca.
—No era extraño que Sungmin me dejara encontrarlo. Quería que lo
trajera
aquí.
—Lo siento, hombre.
Kyuhyun
lo observó desacelerar hasta detenerse, entonces apretó la mano contra su
pecho. Sungmin se inclinó hacia adelante, y repentinamente él comprendió que
estaba sintiéndole ahora mismo... sintiendo lo que él sufría.
Parte
de él quiso ir hacia Sungmin y consolarlo, pero otra parte quería gritarle que
tenía exactamente lo que merecía. ¿Cómo se atrevía a embaucarlo así? ¿Cómo se
atrevía a intrigar a sus espaldas para robar al esposo de su hermano?
Kyuhyun
sujetó fuertemente la conexión escuálida que fluía entre ellos. Era
completamente unilateral de cualquier manera. ¿Cuál era el punto de mantenerla
abierta?
—El
esta usándome —diciendo esas palabras hizo sus puños endurecerse en bolas
letales. Quería lanzar un golpe fuerte y pegarle a algo hasta que ahuyentara el
dolor y la humillación que su traición le había causado.
—Tal
vez, pero mira donde estas metido. El está usando tu luceria. Tienes la
posibilidad de hacer que esto funcioné.
—No sin
su cooperación —dijo. Sus palabras fueron duras, como fríos trozos de hielo.
—Entonces
oblígalo a cooperar. Encuentra la manera dentro de sus defensas. Engáñalo si
tienes que hacerlo.
—El sin duda alguna no tuvo ningún problema en engañarme.
La mano de Kangin se fue acercando al brazo de Kyuhyun. Él no
se había percatado hasta entonces, que había empezado a caminar en dirección a Sungmin
furioso.
—Cálmate,
Kyuhyun. Necesitas detenerte y pensar antes de actuar. Ponte en sus zapatos, y
si no puedes hacerlo, entonces ve a pasar algo de tiempo de calidad con el
pesado saco antes de que vayas a él.
Kyuhyun se tragó algo de su furia y dio una rígida inclinación
de cabeza.
—El no comprende nuestro mundo.
—Como tampoco lo hacía Leeteuk.
—Sungmin
es peor, porque no sólo no lo comprende... tiene todas estas ideas que su
equivocada madre puso en su cabeza. En verdad creía que los Sasaengs eran
nuestras mascotas.
—¿Lo dices en serio?
Kyuhyun asintió con la cabeza.
—No sé si alguna vez lo obligaré a confiar en mí.
—Ciertamente no lo harás si vas tras de él con esa mirada letal
adornando tu rostro. Necesitas un plan.
Kyuhyun no estaba seguro de que nada tan racional como
planificar fuera a funcionarle justo ahora. Todo lo que quería hacer era
desahogar su ira, arrojar su peso alrededor, y obligar a Sungmin a ser lo qué
él necesitaba que fuera.
—¿Hay alguna grieta en sus defensas? —Kangin pregunto—.
¿Cualquier cosa que puedas mostrarle o te pueda ayudar a ganar su confianza?
—He estado intentando hacerlo desde que lo conocí. Nada ha
funcionado.
Kyuhyun tiró de su memoria, intentando aclarar dónde estaban
los botones de Sungmin. Había química sexual entre ellos, por supuesto, pero él
no estaba completamente seguro que esa fuera la forma en que funcionara. ¿Qué
pasaría si se acostaban juntos y Sungmin se arrepentía? Podría ser un enorme
retroceso.
La única vez que él había visto cualquier emoción real fluyendo
de Sungmin fue sobre su coche.
Su casa.
Eso era. Kyuhyun supo lo que necesitaba hacer.
—¿Tienes un par de horas que puedas darme para trabajar en
algo?
Kangin le dirigió un ceño desconcertado.
—Seguro. Leeteuk está tomando una siesta, conseguí que
descansara algo más para el trabajo sobre el muro esta noche. ¿Qué necesitas?
—Cuatro hombres más, algunos levantadores de pesas, y una buena
cantidad de suerte.
Seungri cubrió su cuerpo de los rayos del sol que quedaban del atardecer con un manto pesado y llevó la caja a Sooman,
al bosque detrás de la SM.
A través de los árboles, podía ver a la nueva mujer caminando a
lo largo de la pared, arrastrando los dedos sobre la piedra. Él aún no la había
conocido, lo cual era una pequeña bendición. Era más fácil desatar a la bestia
de Sooman en una mujer que no conocía.
Cualquier cosa que estuviera allí había estado rasguñando y
siseando, rascando en la caja de madera sin parar. Nunca durmió, nunca
descansó. Eso solo era suficiente para alarmar a Seungri, pero aún peor era el
hecho que hacía algunos momentos, una de las garras negras de la criatura
finalmente había atravesado la jaula de madera.
No era
que Seungri le deseara cualquier daño al Suju... él simplemente ya no podía
aguantar la tortura del hambre constante. Sooman lo alimentaba. El Suju se
rehusaba. Para Seungri, eso delineaba sus lealtades más claramente que lo que
el honor alguna vez podría.
Y ahora
el Suju iba a pagar el precio por su mezquindad. Cualquier cosa que estuviera
en la caja cazaría a las pocas parejas ahí abajo y las incapacitaría. Todo lo
que tenía que hacer era seguir atrás y beber hasta llenarse antes de llevar sus
cuerpos a Sooman.
Sungmin
hizo su trayecto todo alrededor de la pared gigante hasta que estuvo de regreso
en el lugar donde había comenzado. El hueco abierto en la piedra era de diez
pies de ancho y él podía ver la diferencia sutil en la construcción... la
variación en los boquetes entre las rocas... donde otros diez pies de muro
habían sido reparados.
Cualquier
cosa que se había abierto paso aquí había preparado un infierno de un golpe.
Y todavía este lugar permanecía en pie.
Una
sonrisa ridícula tiró de su boca. Si la clase de poder que podría hacer tanto
daño no derribaba este lugar, los pocos ladrillos de C—4 en su cajuela ni
siquiera iban a hacer mella.
No es que alguna vez fuera a usarlos. No ahora que había visto
a todos los hombres, mujeres y niños humanos aquí. No había manera de que
pudiera explotar este lugar, aun si pensara que era correcto hacerlo. Lo cual
no creía. Ya no más.
La mano de Sungmin corrió sobre los pedruscos donde la
reparación se había hecho. Podía sentir una baja vibración rezumando fuera de
la roca. Se sentía cálido y limpio, como la luz del sol en medio del invierno,
y había algo más allí... algo poderoso y fugaz que casi podía tocar.
Sungmin
cerró los ojos y presionó ambas manos contra la sección reparada del muro.
Fatiga. Cansancio. La pared estaba cansada.
Se apartó, sintiendo su corazón latiendo contra sus costillas.
¿Cómo diantres podía sentir él eso? ¿Y cómo diantres una pared podía estar
cansada? Tenía poco sentido.
No
obstante, no mucho de cualquier cosa había tenido sentido en este lugar.
Especialmente Kyuhyun. Él no quería tener sexo, ¿pero si quería leer su mente?
¿Qué clase de jodida lógica era esa?
Había estado preguntándose eso por horas y todavía no tenía
ninguna respuesta. Todo lo que tenía era el comienzo de un dolor de cabeza y un
retumbante estómago. Necesitaba cenar.
Empezó
a regresar adentro donde había visto el comedor, y por primera vez advirtió que
no era él único.
Varios
hombres de gran tamaño hacían guardia alrededor de la abertura en la pared. No
habían estado allí antes, pero el sol comenzaba a caer, y él apostaría buen
dinero a que debían estar aquí para mantener a los monstruos fuera.
Uno de
ellos se dio la vuelta en su dirección, y vio su luceria vibrar, refulgir
gruesa alrededor de su nuca. Él tenía una constitución alta, delgada. Su cara
era estrecha, pero bien parecida, y tenía una forma de moverse que era casi
hipnótica.
Cuando él le vio, dio un paso en su dirección, haciendo que el
cuerpo de Sungmin se tensara. No quería otra repetición de lo que había
ocurrido en el área de ejercicios cuando todos esos hombres se habían ido
acercando, haciéndole atragantarse de pánico. Estaba desarmado, y Kyuhyun no se
encontraba por ninguna parte.
El
hombre debió haber visto su ansiedad, porque se detuvo en sus pasos y sostuvo
en alto sus largas manos. Su voz fue tan suave como la luz del día
desvaneciéndose.
—No tengo la intención de asustarle, mi señor. Sólo quería
darle mi voto.
Sungmin
no supo lo que él quiso decir, pero era una de esas cosas que probablemente
sería mejor no saber.
—No, gracias. Estoy bien.
Él lo miró ceñudamente.
—¿Prefiere esperar a la ceremonia?
—Sí, no
estoy realmente muy metido en ceremonias, pero estoy seguro de que pasarás un
buen rato sin mí.
Una media sonrisa alzó un lado de su boca.
—La ceremonia es para usted, mi señor.
¿Por
qué se mantenía llamándolo "señor"? Él debía de ser de la edad de Kyuhyun,
y no estaba al corriente de la manera en la que las personas modernas hablaban.
—No hay necesidad de armar un lío.
Él dio
un paso más cerca sin parecer que se había movido. Su cuerpo sólo se movió con
un suave deslice sobre el suelo.
Los
otros hombres observaban ahora, y también se acercaron, sus expresiones
intensas y su lenguaje corporal amenazador, mostrando demasiado interés en él
para la tranquilidad de su espíritu.
Una oleada de ansiedad revoloteó abajo por su columna
vertebral.
—Necesito irme. Nos vemos más tarde.
Retrocedió
hasta que estuvo fuera de alcance, entonces caminó tan rápido como pudo sin que
pareciera que estaba escapando. Se agazapó en los árboles y miró a hurtadillas
sobre su hombro para asegurarse de que ninguno de ellos lo seguía.
Caminó unos treinta metros en el bosque, de regreso donde las
cabañas estaban abrigadas por los árboles, apartadas del resto de los terrenos.
El viento cambio, y repentinamente Sungmin tuvo la impresión de
que estaba siendo observado. Las últimas semanas de aventajar a Kyuhyun le
habían enseñado bien esa sensación. Pero esto era diferente. Era más… malévolo,
como si cualquier cosa que le estuviera observando, le odiara.
Nunca
antes había experimentado nada parecido, y eso lo dejó sintiéndose ansioso y nervioso.
Especialmente ahora que el sol había caído y la oscuridad llegaba velozmente
dentro de la espesura de los árboles.
Miró
por encima de su hombro, mirando con atención a través de los árboles,
escaneando las profundas sombras en busca de cualquier cosa que pudiera estar
allí. No vio a nadie. Ni siquiera un movimiento más allá del ocasional balanceo
de las hojas en la brisa.
Tanto como quería decirse que estaba siendo estúpido, Sungmin
había aprendido a escuchar sus instintos. Alguien o algo estaba ahí fuera, y lo
observaba. Era hora de regresar dentro.
Sungmin se volteó para regresar al edificio principal cuando
algo se movió a gran velocidad desde los árboles y se lanzó sobre él.
Sus instintos afilados por los años de esquivar comida
derramada y evitar de cerca colisiones con otros meseros le permitió esquivar
la veta negra.
Sungmin golpeo duro el suelo, pero una profunda sensación de
pánico estalló dentro de sí, adormeciendo su cuerpo y haciéndole más rápido.
Gateó sobre sus rodillas mientras se apresuraba a entrar en la maleza.
Un gruñido bajo vibró en las hojas, mucho más profundo para
haber venido de algo del tamaño de un gato doméstico. Esa sensación de ser
observado se intensifico hasta que tembló por su malevolencia.
Esa cosa... cualquier cosa que fuera... quería matarlo.
Sungmin se puso de pie y retrocedió tan pronto como pudo sin
tropezar. No quería volverle la espalda ni por un segundo. Era mucho más rápido
para que le ganara.
Ahora mismo, habría dado cualquier cosa para que Kyuhyun estuviera
aquí con esa espada letal en mano, parado entre él y el monstruo.
De en alguna parte lejos, oyó un bramido de afrenta. Resonó en
su mente, fuerte y desafiante.
Una veta negra en movimiento salió disparada del escondite de
la cosa, directo hacia su cara. Sungmin se aplanó en el suelo, pero sintió un
tirón en su manga. Miró hacia abajo y vio el corte preciso de bisturí en su camisa.
Si había golpeado su piel...
El no iba a esperar a ver que qué ocurriría entonces. Agarró
una vara tirada en el suelo y se puso de pie.
Esta vez, no perdió el tiempo vigilando su espalda. Sólo
corrió.
Un silbado siseo en el aire le advirtió un milisegundo antes de
que el siguiente ataque llegara. El esquivó hacia la izquierda, aterrizando
duramente en su hombro. La vara se sacudió con fuerza hacia atrás y golpeó su
cabeza, conmocionándolo por una fracción de segundo.
Un gruñido fiero sonó cerca. Demasiado cerca. Su pobre
aterrizaje lo había sacudido, haciéndole difícil decir donde había ido la cosa.
Antes
de que pudiera lograr parase completamente, la veta se abalanzó con furia
contra él otra vez. Sus instintos le hicieron alzar la vara en su camino y la
madera se partió por la mitad, enviando a volar la parte superior de su arma.
Ahora
todo lo que tenía eran treinta centímetros de madera, y si aquella cosa se
acercaba lo suficiente como para golpearlo, estaría en serios problemas.
Sungmin
ni siquiera se había puesto sobre sus manos y rodillas aún, cuando aquel
monstruo arremetió contra él de nuevo, siseando en su dirección. Sostuvo en
alto su débil arma, encogiéndose contra el golpe que sabía que no podría
evadir.
El tintineante sonido de metal sobre metal llenó sus oídos, y
antes de que pudiera abrir los ojos para ver lo que era, Kyuhyun había saltado
entre él y el monstruo.
Su espada estaba desnuda. Su posición era violenta en su
determinación.
Sungmin
se apresuró a levantarse, quedándose cerca de Kyuhyun. Ni siquiera se molestó
en sacudirse el polvo y pasto de su ropa.
—¿Viste a dónde fue? —preguntó.
—No
—esa sola palabra estaba cargada de furia. Su cuerpo vibraba en tensión.
—¿Qué es eso?
—Algo muerto. Tan pronto como lo vea.
Sungmin
escudriñó el área circundante, intentando ver a través de la creciente
oscuridad lo suficiente como para localizar a la cosa.
Ese
escalofriante gruñido siseado se levantó detrás de él. Sungmin giró
rápidamente. Kyuhyun lo apartó de un empujón, poniéndolo detrás de su cuerpo
con una mano.
Una
oleada de movimiento estalló desde la maleza, disparando fragmentos de hojas
afuera cuando la cosa se disparó en dirección a ellos.
La espada de Kyuhyun cortó el aire y un grito de dolor resonó
en sus oídos, demasiado alto y metálico para ser humano. Un porrazo húmedo
golpeó el suelo a su derecha.
La
criatura había sido cortada en dos, y cada la mitad ya había comenzado a
disolverse en una pila de gusanos negros contorsionándose. Se retorcían,
excavando en la tierra.
El estómago de Sungmin se elevó. No podía apartar la vista de
la fea escena. Cualquier cosa que fuera, había querido matarlo. Si Kyuhyun no
hubiera aparecido...
—Termínalo, Heechul —ordenó Kyuhyun en una rígida voz.
—Cúbrete los oídos —él advirtió.
Sungmin
estaba todavía demasiado impactado para moverse, pero manos fuertes y cálidas
se ahuecaron sobre sus oídos, resguardándolos del retumbar de la magia de Heechul.
Suciedad
y blandas partículas negras se levantaron, salpicando contra la parte interior
de una burbuja invisible. Esa burbuja llena de suciedad se elevó, dejando un
perfecto cráter semicircular en el suelo.
Sungmin
observo como Heechul de alguna manera movió todo ese peso sobre el muro varios
centenares de metros antes de dejarla caer.
—Creo
que eso servirá —dijo, quitándose el polvo de las manos—. Pero estaré por ahí,
por si acaso.
—Gracias, Heechul —Kyuhyun dijo, un poco demasiado fuerte, como
si el estruendo hubiera estropeado su audición.
Sungmin se dio vuelta en dirección a él, dejando al alivio
inundarlo. Agarró firmemente su camisa, enterrando su nariz contra su pecho. Él
olía a especias, calor y seguridad. Lo inhaló, dejando a su olor reconfortante
calmar sus nervios destrozados.
Sus
manos anchas se deslizaron alrededor de su cuerpo, moviéndose arriba y abajo
por su espalda a un ritmo reconfortante.
—¿Estás
bien? —él preguntó. Su boca se movió contra su pelo. Su cálido aliento húmedo
en su cuero cabelludo, aligerándole de los últimos restos de miedo que quedaban
deslizándose dentro.
—Sí —respondió. Porque él le había salvado—. ¿Y tú?
Él estaba tenso, rígido.
—Nunca debería haberte dejado solo.
—No arruines
toda esta buena voluntad que siento hacia ti volviéndote cavernícola conmigo.
Kyuhyun lo abrazó más apretado. Las voces se desvanecieron
mientras los hombres dejaron de buscar por todos los sitios a más monstruos.
Sungmin
no quería tomar cualquier parte de esa cacería. Estaba todavía temblando y
necesitaba relajarse.
—¿
Podemos entrar ahora? Me siento un poco vulnerable aquí afuera en la oscuridad
—Cualquier cosa que quieras, querido.
Kyuhyun se alejó lo suficiente para poder bajar la mirada hacia
él. Sus ojos estaban iluminados de preocupación, dándole una necesaria
distracción. Era un hombre tan hermoso con una bonita boca. Los músculos debajo
de sus palmas lo llamaban, haciéndole querer tocar su cuerpo hasta que lo
conociera mejor que el suyo. Quería absorberlo, absorber toda esa fuerza y
confianza.
Él dijo
algo, pero Sungmin no escuchó las palabras. Estaba demasiado ocupado
combatiendo el deseo de besarlo y continuar donde se quedaron en la cabaña.
Todo en él le llamaba. Si alguna vez consiguiera sacarle esos jeans, sabía que
serían buenos juntos, completamente explosivos.
Una
sonrisa afectuosa curvó su boca y Sungmin se estiró arriba para recorrer su
dedo sobre su labio inferior. Él tomó su mano y presionó un suave y cálido beso
en su palma.
—Cuando me miras así, no me importa aunque no estés escuchando.
—¿Escuchando qué? —preguntó, oyendo el zumbido aturdido en su voz.
—Dije que tengo una sorpresa para ti. ¿Quieres verla?
Contra
su voluntad, sus ojos se deslizaron abajo por su cuerpo hasta su entrepierna.
Kyuhyun dejó escapar un ladrido de risa, y alzó su barbilla con
la mano.
—Me matas, cariño. Vamos.
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