Hyukjae y Donghae ayudaron a Judith a desmontar el
puestecillo ambulante y a guardarlo todo en el jeep, antes de regresar a casa
sorteando el tráfico típico de un viernes por la noche.
— Has estado muy callado —le dijo Donghae mientras se
detenía en un semáforo en rojo.
Observó cómo la mirada de Hyukjae seguía el movimiento de
los automóviles que pasaban junto a ellos. Parecía perdido, como alguien que se
debatiera en el límite entre la fantasía y la realidad.
— No sé qué decir —respondió tras una breve pausa.
— Dime cómo te sientes.
— ¿Sobre qué?
Donghae se rió.
— Definitivamente, eres un hombre —le dijo—. ¿Sabes? Las
sesiones con los hombres son las más difíciles. Llegan y pagan ciento
veinticinco dólares para no decir prácticamente nada. Jamás lograré entenderlo.
Hyukjae bajó la vista hasta su regazo, y Donghae observó
el modo en que acariciaba distraídamente su anillo con el pulgar.
— Dijiste que eras un sexólogo, ¿qué es eso exactamente?
El semáforo se puso en verde y se internaron de nuevo en
el tráfico.
— Tú y yo estamos en el mismo negocio, más o menos. Ayudo
a las personas que tienen problemas con sus parejas. Mujeres o jóvenes que
tienen miedo de tener relaciones íntimas con los hombres, o a los que les
gustan los hombres un poco más de la cuenta.
— ¿Por qué quieres ayudarlos?
— No lo sé —le respondió con franqueza—. Supongo que se
remonta a mi infancia, una época de muchas inseguridades para mí. Mis padres me
querían mucho, pero no sabía relacionarme con otros niños. Mi padre era
profesor de historia y mi madre ama de casa…
— ¿Qué es un ama de casa?
— Una mujer o joven que se queda en casa y hace las cosas
típicas de las madres o appas. En el fondo, nunca me trataron como a un niño,
por eso, cuando estaba cerca de otros niños, no sabía cómo comportarme. Ni qué
decir. Me asustaba tanto que me ponía a temblar. Finalmente, mi padre comenzó a
llevarme a un psicólogo y, después de un tiempo, mejoré bastante.
— Excepto con los hombres.
— Ésa es una historia totalmente diferente —le dijo, suspirando—.
De adolescente era un chico desgarbado, y los varones del instituto no se
acercaban a mí, a menos que quisieran burlarse.
— ¿Burlarse de ti?, ¿por qué?
Donghae se encogió de hombros con un gesto indiferente.
Por lo menos, esos viejos recuerdos habían dejado de molestarle. Finalmente los
había superado.
— Porque no era muy agraciado.
Donghae hubiese jurado que podía sentir el calor que
desprendía la mirada de Hyukjae mientras lo inspeccionaba.
Mirándolo de reojo, confirmó sus sospechas. De hecho, lo
estaba observando como si se hubiese quitado la camisa y estuviera en mitad de…
— Eres muy lindo y caliente.
— Gracias —le respondió con torpeza, aunque curiosamente
se sentía halagado por un cumplido tan poco convencional—. ¿Y tú? ¿Cómo fue tu adolescencia?
— Ya te lo he dicho.
Donghae le miró furioso.
— En serio.
— En serio, luchaba, comía, bebía, me acostaba con parejas
y me bañaba. Normalmente, en ese orden.
— Todavía tenemos problemas con esto de la falta de
confianza, ¿no? — preguntó Donghae de forma retórica.
Asumiendo su papel de psicólogo, cambió a un tema que a
él le resultara más fácil.
— ¿Por qué no me cuentas qué sentiste la primera vez que
participaste en una batalla?
— No sentí nada.
— ¿No estabas asustado?
— ¿De qué?
— De morir, o de que te hirieran.
— No.
La sinceridad de su sencilla respuesta consiguió
desconcertarlo.
— ¿Y cómo es que no tenías miedo?
— No tienes miedo a morir cuando no tienes nada por lo
que seguir viviendo.
Impresionado por sus palabras, Donghae tomó el camino de
entrada a su casa.
Decidiendo que sería mejor dejar un tema tan serio por el
momento, bajó del coche y abrió el maletero.
Hyukjae cogió las bolsas y lo siguió hasta la casa.
Se dirigieron a la planta alta. Donghae sacó sus cómodos
vaqueros del vestidor e hizo sitio en los cajones para poder guardar la ropa
nueva de Hyukjae.
— Veamos —dijo, arrugando las bolsas vacías para
arrojarlas a la papelera de mimbre, colocada junto al armario—. Es viernes por
la noche. ¿Qué te gustaría hacer? ¿Te apetece una noche tranquila o prefieres
dar una vuelta por la ciudad?
Su hambrienta mirada le recorrió de la cabeza a los pies,
haciendo que ardiera al instante.
— Ya conoces mi respuesta.
— Vale. Un voto a favor de arrojarse al cuello del
doctor, y otro en contra. ¿Alguna otra alternativa?
— ¿Qué tal una noche tranquila en casa, entonces?
— De acuerdo —respondió Donghae, mientras se acercaba a
la mesita de noche para coger el teléfono—. Déjame que compruebe los mensajes y
después prepararemos la cena.
Hyukjae siguió colocando su ropa, mientras él llamaba al
servicio de contestador y hablaba con ellos.
Acababa de doblar la última prenda cuando percibió una
nota de alarma en la voz de Donghae.
— ¿Dijo qué quería?
Hyukjae se giró para poder observarlo. Tenía los ojos
ligeramente dilatados, y sujetaba el teléfono con demasiada fuerza.
— ¿Por qué le dio mi número de teléfono? —preguntó
enfadado—. Mis pacientes jamás deben saber mi número privado. ¿Puedo hablar con
su superior?
Hyukjae se acercó a él.
— ¿Algo va mal?
Donghae alzó la mano, indicándole que permaneciera en
silencio para poder escuchar lo que la otra persona le estaba diciendo.
— Muy bien —dijo tras una larga espera—. Tendré que
cambiar el número de nuevo. Gracias —colgó el teléfono, frunciendo el ceño por
la preocupación.
— ¿Qué ha pasado? —le preguntó él.
Donghae resopló irritado mientras se frotaba el cuello.
— La compañía acaba de contratar a esta chica y, como es
nueva, le dio mi número privado a uno de mis pacientes.
Hablaba tan rápido que a Hyukjae le costaba trabajo
seguirlo.
— Bueno, en realidad, no es mi paciente —prosiguió sin
detenerse—. Jamás habría aceptado a un hombre así, pero Jaekyung, la doctora Kim,
no es tan selectiva. La semana pasada tuvo que marcharse de la ciudad a toda
prisa, por una emergencia familiar. Así es que otro compañero y yo tuvimos que
repartirnos sus pacientes para atenderlos mientras ella está fuera. Aún así, no
quise quedarme con este hombre, pero el otro colega no pasa
consulta los viernes, y él tiene que acudir los miércoles y los viernes debido
al régimen de libertad condicional.
Donghae lo miró con el pánico reflejado en sus pálidos
ojos grises.
— Pero yo no quise atenderlo, y el supervisor de su caso
me juró que no habría ningún problema. Dijo que el tipo no representaba una
amenaza para nadie.
Hyukjae sentía que le palpitaba la cabeza por la cantidad
de información que Donghae estaba soltando, y que él era incapaz de comprender
en su mayor parte.
— ¿Eso es un problema?
— Es un poquito espeluznante —dijo con las manos
temblorosas—. Es un acosador. Acaban de darle el alta de un hospital
psiquiátrico.
— ¿Un acosador? ¿Un hospital psiquiátrico? ¿Qué es eso?
Al escuchar la explicación, Hyukjae no pudo evitar
quedarse con la boca abierta.
— ¿Permiten que estas personas se muevan a su antojo?
— Bueno, sí. La idea es ayudarlos.
Hyukjae estaba horrorizado. ¿Qué clase de mundo era ése
en el que los hombres se negaban a proteger a sus parejas y niños de la
depravación?
— En mi época, no permitíamos que personas así se
acercaran a nuestras familias. Nos asegurábamos de que no andaran sueltos por
nuestras calles.
— ¡Bienvenido al siglo veintiuno! —exclamó Donghae con
amargura—. Aquí hacemos las cosas de un modo… distinto.
Hyukjae movió la cabeza, ensimismado, mientras pensaba en
todas las cosas de ésta época que le resultaban extrañas. No podía entender a
esta gente, ni su modo de vida.
— No encajo en este mundo —masculló.
— Hyukjae…
Se alejó cuando vio que Donghae se acercaba a él.
— Donghae, sabes que es así. Supongamos que rompemos la
maldición; ¿de qué me va a servir? ¿Qué se supone que voy a hacer aquí? No
puedo leer tu idioma, no sé conducir y no tengo posibilidades de trabajar. Hay
demasiadas cosas que no entiendo. Me siento perdido…
Donghae se estremeció ante la evidente angustia que
Hyukjae intentaba ocultar con todas sus fuerzas.
— Sólo estás un poco agobiado. Pero lo haremos pasito a
pasito. Te enseñaré a conducir y a leer. Y con respecto al trabajo… sé que eres
capaz de hacer muchas cosas.
— ¿Como qué?
— No lo sé. Además de ser un soldado, ¿a qué otra cosa te
dedicabas en Macedonia?
— Era un general, Donghae. Lo único que sé hacer es dirigir
a un antiguo ejército en una batalla. Nada más.
Donghae tomó su cara entre las manos y lo miró con
dureza.
— No te atrevas a abandonar ahora. Me has dicho que no
tenías miedo a luchar, ¿cómo puedes asustarte por esto?
— No lo sé, pero me asusta.
Algo extraño ocurrió entonces; Donghae percibió que
Hyukjae le había permitido acercarse. No de forma muy íntima, pero por la
expresión de su rostro se daba cuenta de que estaba admitiendo su
vulnerabilidad ante él. Y, en el fondo, sabía que no era el tipo de hombre que
admite fácilmente ese hecho.
— Yo te ayudaré.
La duda que reflejaban sus ojos hizo que se le revolviera
el estómago.
— ¿Por qué?
— Porque somos amigos —le respondió con ternura, mientras
le acariciaba la mejilla con el pulgar—. ¿No fue eso lo que le dijiste a
Cupido?
— Ya escuchaste su respuesta. No tengo amigos.
— Ahora sí.
Hyukjae se inclinó y le besó en la frente, atrayéndole
hacia su cuerpo para darle un fuerte abrazo. El cálido aroma del sándalo lo
inundó mientras escuchaba cómo el corazón de Hyukjae latía frenéticamente bajo
su mejilla rodeada por sus bíceps. Fue un gesto tan tierno que a Donghae le
llegó al alma.
— De acuerdo, Donghae —le dijo en voz baja—. Lo
intentaremos. Pero prométeme que no dejarás que te haga daño.
Donghae lo miró ceñudo.
— Estoy hablando en serio. Una vez que me pongas los
grilletes, no me sueltes bajo ninguna circunstancia. Júralo.
— Pero…
— ¡Júralo! —insistió él con brusquedad.
— Muy bien. Si no puedes controlarte, no te liberaré.
Pero yo también quiero que me prometas una cosa.
Él se apartó un poco y lo miró con escepticismo. No
obstante, siguió abrazándolo.
— ¿Qué?
Donghae apoyó las manos sobre sus fuertes bíceps y sintió
cómo la piel de Hyukjae se erizaba bajo su contacto.
— Prométeme que no vas a desistir —le dijo—, que vas a
intentar acabar con la maldición.
Lo miró con una sonrisa extraña.
— Está bien. Lo intentaré.
— Y lo lograrás.
Hyukjae sonrió al escuchar su comentario.
— Tienes el optimismo de un niño.
Donghae le devolvió la sonrisa.
— Como Peter Pan.
— ¿Peter qué?
Donghae se alejó de sus brazos de mala gana. Tomándolo de
la mano, lo llevó hasta la puerta del dormitorio.
— Acompáñame, esclavo macedonio mío, y te contaré quiénes
son Peter Pan y los Niños Perdidos.
— Entonces, ¿ese chico nunca se hizo mayor? —preguntó
Hyukjae mientras preparaban la cena.
Donghae estaba muy sorprendido, ya que él no se había
quejado cuando le pidió que se encargara de la ensalada. Parecía bastante acostumbrado
a usar cuchillos para cortar comida.
Sin muchas ganas de investigar aquella pequeña
peculiaridad, se concentró en la salsa para los tallarines.
— No. Regresó a la isla con Campanilla.
— Interesante.
Donghae metió una cuchara en la salsa y, poniendo una
mano debajo para que no goteara, se la acercó a Hyukjae para que la probase,
después de haberla enfriado.
— Dime qué te parece.
Él se inclinó, abrió la boca y dejó que Donghae le diera
a probar la salsa. Observó cómo la saboreaba.
— Está deliciosa.
— ¿Demasiada sal quizás?
— No, está perfecta.
Donghae sonrió alegremente.
— Ten —le dijo él, ofreciéndole un trozo de queso.
Donghae abrió la boca, pero él no se lo dio;
aprovechándose de las circunstancias, se adueñó de sus labios para besarlo a
conciencia.
¡Cielo santo! Una lengua con tal capacidad de movimiento
debería ser inmortalizada con un monumento, o encontrar el modo de conservarla
para la posteridad. Semejante tesoro no podía desaparecer. Y esos labios…
Mmm, Donghae no quería pararse a pensar en esos
deliciosos labios y en lo que eran capaces de hacer.
Hyukjae lo sujetó por la cintura apretándolo contra sus
caderas, justo sobre el lugar donde su miembro se tensaba bajo los vaqueros.
¡Por amor de Dios!, este hombre estaba maravillosamente dotado y Donghae
comenzó a temblar ante la idea de que desplegara todos sus encantos sexuales
para él.
¿Sería capaz de sobrevivir a algo así?
Sentía cómo Hyukjae se tensaba y cómo su respiración
comenzaba a alterarse. Estaba dejándose arrastrar por la pasión, y Donghae
empezaba a temer que, si no lo detenía en ese momento, ninguno de los dos iba a
ser capaz de parar después.
Aunque no le apetecía nada separarse de él, dio un paso
atrás, deshaciendo el tórrido abrazo.
— Hyukjae, compórtate.
Jadeando, observó la lucha que sostenía consigo mismo
mientras lo devoraba con los ojos.
— Sería mucho más sencillo comportarse si no fueses tan
jodidamente deseable.
El comentario fue tan inesperado que se rió con ganas.
— Lo siento —le dijo, captando el gesto irritado de
Hyukjae—. Al contrario de lo que te ocurre a ti, yo no estoy acostumbrado a que
me digan cosas como ésa. El mayor cumplido que me han hecho nunca, fue el día
de la graduación, un chico lindo vino a recogerme a casa, me miró de arriba
abajo y dijo: « ¡Joder!, te has arreglado más de lo que esperaba».
Hyukjae resopló.
— Me preocupan los hombres de esta época, Donghae. Todos
parecen ser unos completos imbéciles.
Riéndose de nuevo, Donghae le dio un ligero beso en la
mejilla y se acercó a la olla para sacar la pasta del agua antes de que se
pasara.
— ¿Puedes echarle un vistazo a las baguettes?
Hyukjae se acercó al horno y se inclinó, ofreciéndole a
Donghae una suculenta visión de su parte trasera. Se mordió el labio inferior,
mientras se esforzaba por no acercarse y pasar la mano por ese firme y prieto
trasero.
— Están a punto de quemarse.
— ¡Ay, mierda! ¿Puedes sacarlas? —le preguntó, intentando
no derramar el agua que estaba hirviendo.
— Claro —Hyukjae cogió el trapo de la encimera, y comenzó
a sacar el pan. De repente, soltó un juramento que llamó la atención de
Donghae.
Él se giró y vio que el trapo estaba ardiendo.
— ¡Allí! —exclamó, quitándose de en medio—. Échalo al
fregadero.
Él lo hizo, pero al pasar por su lado, le rozó la mano
con el trapo y Donghae siseó de dolor.
— ¿Te he quemado? —le preguntó.
— Un poco.
Hyukjae hizo una mueca al cogerle la mano para examinarle
la quemadura.
— Lo siento —le dijo, un momento antes de llevarse el
dedo de Donghae a la boca.
Atónito, no fue capaz de moverse mientras Hyukjae pasaba
la lengua por la sensibilizada piel de su dedo. A pesar de la quemazón de la
herida, la sensación era muy agradable. Muy, muy agradable.
— Eso no le viene bien a la quemadura —susurró.
Con el dedo aún en la boca, Hyukjae le dedicó una sonrisa
traviesa y alargó el brazo para abrir el grifo, que estaba a su espalda. Hizo
un círculo completo con la lengua alrededor del dedo una vez más antes de abrir
la boca y colocarlo bajo el chorro de agua fría.
Sosteniéndole el brazo para que el agua aliviara el
escozor de la quemadura, se acercó a la planta de aloe, que estaba en alféizar
de la ventana, y cortó un trozo.
— ¿Conoces las propiedades del aloe? —le preguntó Donghae.
— Sus propiedades curativas se conocían mucho antes de
que yo naciera — respondió él.
Cuando frotó el dedo con la viscosa savia de la planta,
Donghae sintió que un escalofrío le recorría la espalda y se le hacía un nudo
en el estómago.
— ¿Te sientes mejor?
El asintió con la cabeza.
Con la ternura y el deseo reflejados en los ojos, Hyukjae
contempló sus labios como si aún pudiese percibir su sabor.
— Creo que, a partir de ahora, dejaré que seas tú el que
se encargue del horno —le dijo.
— Probablemente sea lo mejor.
asdfghjhgfdasad~
ResponderEliminarcada día se acercan mas el uno al otro!!!
ay Dios!!! Hyukii~ están perfecto!!!
me encanta esta adaptación!!!
Este capítulo se me hizo lindo, me gusta como Hae y Hyuk poco a poco se están acercando el uno al otro, comparten momentos juntos e incluso Hae se está ganando la confianza de Hyuk, tal vez así logre que por fin le diga en su totalidad como sucedieron las cosas.
ResponderEliminarLo que si me dejo un poco asustada es eso del paciente que al parecer es ex-convicto y que ha conseguido el número de Hae, ojalá no sea nada malo.
Cómo siempre gracias :D
Hyuk va ganando confianza para con Hae,seguro eso le ayuda tambien para que no desista de hacer algo para que lo loberen de esa maldicion.
ResponderEliminarIncitadores......hyuk solo quiere tantito,y Hae,,,,bueno hae se derrite por hyuk,pero debe de tener mucha fuerza de voluntad si quiere ayudarlo
uy,un paciente que se le vota la canica,espero no sea un problema para los planes que hyuk y hae tiene
que miedo,y no es un paciente cualquiera,lo han dejado salir del psiquiatrico....que miedo
Que capitulo mas tierno!! se estan llevando tan bien hay mas confianza
ResponderEliminarespero que ese paciente acosador no cause mayores problemas gracias por el MP en Hato
Cuidate