Sungmin tomó
nota mental de la ubicación de la fortaleza de los Centinelas, sólo por si
acaso necesitara darles a los Defensores direcciones vía telefónica. Estaba
establecida en la parte posterior de un área aislada y espesamente arbolada de
Missouri, bien apartada de las carreteras principales. Unas pocas casas y
granjas salpicaban los alrededores, pero la fortaleza en sí misma estaba
escudada de la vista por espesas franjas de follaje.
La residencia tenía una alta pared de piedra todo a su
alrededor. O por lo menos pensaba que probablemente la tenía. No podía ver la
pared completa por todos los árboles que la ocultaban, así como también al
monumental edificio y a las pequeñas estructuras. El edificio principal estaba
hecho de una piedra rosada grisácea que brillaba bajo la luz del sol del verano
tardío. Enormes alas, como brazos dando la bienvenida, se extendían por cada
lado de la estructura.
Incluso aunque era un refugio para demonios y asesinos, era aún
así un lugar hermoso.
Pasaron por una puerta de hierro que se abrió para Kyuhyun sólo
después de que se identificara y hablara con alguien por el otro lado de la
cámara.
Kyuhyun aparcó en uno, y por un segundo, Sungmin creyó que su
fiel Honda estaba junto a ellos. Por supuesto, su fiel Honda estaba aún en la
tienda en Texas, pero dirigió una mirada nostálgica de añoranza por su amado
conjunto de ruedas. Su hogar.
—Parece que ellos nos ganaron aquí —dijo Kyuhyun.
—¿Quiénes?
—Los Elf. Tu auto no debe haber necesitado tanto trabajo.
Sungmin miró al Honda de nuevo. Elementalmente rosado, mucho
oxido, incluso más suciedad. Sí, ese era su auto, bien.
—¡Es mío! —gritó, saltando de la camioneta.
Sungmin recogió las llaves del asiento delantero y se ubicó
detrás del volante. Encendió el motor, y comenzó con un suave ronroneo que no
había estado allí por años. De hecho, probablemente nunca había arrancado tan
bien desde que lo tenía.
—Por el sonido, Zhoumi le ha puesto sus sucias manos encima
—dijo Kyuhyun—. Ese hombre tiene algo con las cosas móviles.
Habían arreglado su auto. Esas personas, que se suponían que
eran sus enemigos, habían reparado su hogar y se lo habían traído. No valía
mucho, de hecho, probablemente habían invertido más dinero en la reparación de
lo que él hubiera podido ganar vendiéndolo, pero era la única cosa constante en
su vida y lo amaba.
Su visión se empañó y tuvo que parpadear para retener las
lágrimas antes de que cayeran.
—Gracias —le dijo a Kyuhyun sin mirarlo.
No quería que él viera cuánto la afectaba ese regalo. Cuán
vulnerable se sentía sin motivos para huir como había estado haciendo por toda
su vida.
Esos días habían terminado, había querido decir eso cuando le
había dicho a Kyuhyun que había terminado de huir, pero sabiendo que podía
hacerlo si las cosas se volvían feas le hacía sentir mucho más seguro. Como si
la vida volviera a la normalidad.
Y luego recordó los explosivos en el camión y todos aquellos
sentimientos de seguridad y normalidad se desvanecieron.
—Yo no lo arreglé —dijo Kyuhyun—. Qué tal si entramos y
buscamos a Zhoumi. Puedes agradecerle por ti mismo.
Sungmin asintió. No podía hablar ahora mismo, no con el nudo de
aprensión que se le alojaba en la garganta. Todo lo que tenía que hacer era
conectar un par de cables y presionar un botón para detonar el C-4. Los
Defensores lo habían hecho practicar cómo hacerlo una y otra vez hasta que le
llevó menos de treinta segundos realizar todo el proceso.
Y eso incluía abrir la rota cerradura de su baúl, que era una
rutina en el mejor de los días.
Los dedos de Kyuhyun se posaron sobre sus hombros. Se sentían
cálidos, fuertes y reconfortantes, lo que era ridículo. No debería estar
reconfortándole cuando él tenía la intención de destruir su hogar y su familia.
Estaba simplemente mal.
—¿Listo? —preguntó Kyuhyun.
SUngmin dio un tenso asentimiento.
—Seguro. Sólo déjame agarrar mi maleta.
Kyuhyun lo dejó perplejo. Se colgó la mochila de lona sobre su
hombro, asió la agarradera de su maleta, y le ofreció su brazo libre. Todo el
tiempo, llevando una orgullosa sonrisa, como si quisiera impresionarlo.
Un enfermizo sentido de culpa se incrustó en sus adentros. Era
estúpido. Era su enemigo, así que planear hacer volar ese lugar no era una
traición. La verdadera traición era la manera en que el trabajo que había
resuelto llevar a cabo se tambaleaba.
Los Defensores se habían ocupado de él y de su mamá desde que
era un niño. Siempre que las cosas salían mal, mamá corría hacia ellos. A
ninguno de ellos les agradaba quedarse. Hong Jack, el líder de los Defensores,
era un enfurecido malnacido, pero era mejor que los monstruos que les cazaban.
Se habían quedado lo suficiente para estar de nuevo sobre sus pies y mamá
partió huyendo de nuevo.
Sungmin no tenía mucho que hacer con ellos desde que había
crecido. Fue sólo después de que Kyuhyun había comenzado a cazarle que se había
desesperado bastante como para ir en su busca.
Le habían recibido y le dieron la bienvenida como si nunca se
hubiera ido, como si fuera uno de ellos. Le habían conseguido trabajo y se
habían asegurado que tenía un sueldo y un lugar donde dormir todas las noches.
Era más de lo que había tenido en un largo tiempo, y el hecho de que estaba
inclusive pensando en no hacer lo que les había prometido, era la peor clase de
traición.
Le habían advertido acerca de cuán fácil podía ser influenciado.
Su madre le había advertido acerca de los poderes de lavar el cerebro que
poseían los Centinelas. Conocía ese riesgo, y sin embargo, aún cuestionaba su
objetivo.
Sungmin tomó el brazo que Kyuhyun le ofrecía, gozando de la
confortable calidez que fluía entre ellos. Dos días atrás, lo habría
simplemente apuñalado tan pronto como le hubiera tocado, y ahora parecía no
tener suficiente de él.
Era todo demasiado confuso. Odiaba esa incertidumbre, la
debilidad lo hacía cuestionar lo que estaba bien y mal. Incluso conocer que esa
confusión era parte de la estrategia de los Centinelas, aún así no podía
deshacerse de él.
Era débil. Ese era el verdadero problema allí. Nunca había
pensado en él de esa manera hasta ahora. Siempre había creído que sería inmune
a sus encantos, pero ahora sabía la verdad. Eso no era algo que podía dejar de
lado. Con razón Leeteuk había sido engañado tan fácilmente. Ni siquiera había
tenido el beneficio de una madre que sabía el resultado.
Sungmin la había tenido, y sin embargo estaba cayendo justo en
su trampa.
—Pondremos éstas cosas en mi suite. Luego te llevaré a ver a Leeteuk
mientras me registro y encuentro a Zhoumi —dijo Kyuhyun.
Sungmin asintió, deseando ser una persona más fuerte. ¿Cómo iba
a hacer para salvar a Leeteuk si estaba siendo engatusado él mismo?
—¿Estás bien? —preguntó Kyuhyun.
Sungmin alzó la mirada, plasmando una sonrisa en su rostro. Los
ojos de él brillaron con preocupación, su ceja oscura se arqueó.
—Bien —le dijo—. Sólo un poco abrumado.
—Éste lugar hará eso contigo. Supongo que estoy acostumbrado.
Pasaron por un corredor que conducía a un extremadamente enorme
área abierta. Los cielos rasos allí eran de vidrio y tan altos que podrías
remontar una cometa dentro. Había plantas verdes y pequeños árboles creciendo
por todas partes, haciendo parecer la habitación como una porción del exterior.
Docenas de personas estaban sentados a las mesas, almorzando,
conversando como si estuvieran pasando el día en un shopping. Había mujeres y
niños aquí, también. Sungmin no había esperado ver niños.
Se detuvo allí mismo y se embebió de todo.
—¿Quiénes son todas éstas personas? —preguntó.
—Humanos, en su mayoría. Personas que hemos salvado de los Sasaengs,
pero que no pueden volver a casa.
No tenían la apariencia de prisioneros. Parecían… felices.
Niños se repantigaban en sofás en la parte más alejada de la habitación,
observando la TV o
jugando a video juegos. Un grupo de mujeres estaba jugando a las cartas en una
de las mesas más largas. A través de la puerta de vidrio a su izquierda, podía
ver un puñado de personas afuera, ejercitando con todo tipo de equipamiento de
ejercicios.
Ninguno llevaba cadenas o uniformes de prisión. Ninguno se veía
enfermo o como si estuviera hambriento. De hecho, el aroma proveniente del área
comedor estaba haciendo que su estómago gruñera de anticipación.
Lo que dejaba solamente una única conclusión.
—¿Mantienen humanos como mascotas? —preguntó, horrorizado ante
la idea.
Kyuhyun soltó una carcajada.
—Estás bromeando, ¿cierto? ¿Qué hay contigo y ésta obsesión con
las mascotas? Si quisiéramos mascotas, tendríamos gatos y perros como
cualquiera, aunque la mayoría de nosotros estamos fuera demasiado tiempo como
para tenerlos.
—Entonces, ¿por qué están éstas personas aquí?
—Porque no podemos limpiar lo bastante sus recuerdos como para
que vuelvan al mundo de forma segura. Varios de ellos tienen pequeñas piezas de
los Sasaengs en sus cabezas, y eso atrae a los demonios como un faro. Si no les
diéramos un lugar seguro para vivir, serían cazados como comida.
La mente de Sungmin daba vueltas, tratando de añadir esa nueva
pieza de información con aquella que ya sabía. Trataba como podía, pero
simplemente no encajaba, lo que quería decir que Kyuhyun estaba mintiendo o que
algo más que él pensaba que era verdad era una mentira.
Tenía que descubrirlo pronto. No podía quedarse congelado en la
indecisión por siempre. Tenía que continuar con su plan o volver afuera y
asegurarse que los Defensores supieran cuán equivocados estaban acerca de todo
esto.
—Necesito ver a Leeteuk —dijo Sungmin.
Quizá hablar con él le ayudaba a esclarecer las cosas.
Kyuhyun le dirigió una mirada rara, mitad curiosa, mitad
sospechosa.
—Seguro, cariño. Lo que quieras.
Él bajó las mochilas, y marcó un número en su celular.
—Leeteuk, Sungmin está aquí y quiere verte. ¿Dónde estás? Está
bien, estaremos en breve allí. —Colgó y dijo—. Está en su suite. Te llevaré allí.
Vagaron por varios largos corredores hasta que llegaron a una
puerta que se veía igual a las otras. Sungmin memorizó el número de la
habitación, esperando que pudiera recordar cómo llegar allí.
Leeteuk abrió la puerta antes de que Kyuhyun hubiera terminado
de golpear. No estaba encadenado, hambriento o herido. Se la veía… bien. Sungmin
se quedó parado allí confuso, tratando de añadir esa nueva pieza de información
al rompecabezas.
Leeteuk no esperó a que Sungmin se acercara. En cambio, corrió
atravesando la puerta, pasando junto a Kyuhyun y atrajo a Sungmin a un fuerte
abrazo.
Sungmin le devolvió el abrazo. Tras un mes de preocupación,
finalmente había encontrado a Leeteuk, el mejor amigo que alguna vez tuvo. Era
una triste observación de su vida que un hombre al que le había servido la cena
unas cuantas noches a la semana allí en Gulliver´s Dinner por un total de tres
meses estaba más cercana a él que nadie más desde su madre, pero así era.
Simple y llanamente. Había extrañado a Leeteuk tanto, y ahora estaban juntos de
nuevo.
No fue hasta que Sungmin sintió las frías vetas sobre su rostro
que se percató de que había estado llorando. Se apartó y se limpió las lágrimas
con el reverso de su mano. Leeteuk hizo lo mismo, aunque le dirigió a Sungmin
una lagrimosa sonrisa.
—Estoy tan contento de que estés aquí —dijo Leeteuk—. Hemos
estado tan preocupados por ti.
—¿Preocupados por mí? Tú eres el que fue secuestrado por un
grupo de atemorizantes hombres.
Kyuhyun aclaró su garganta.
—Los voy a dejar a ustedes dos para que se pongan al día. Leeteuk
sabe mi número si me necesitas. De lo contrario, te encontraré luego.
Leeteuk asió a Kyuhyun alrededor del cuello y lo acercó para
darle un abrazo también. El besó su mejilla y dijo:
—Gracias por traerlo sano y salvo a casa. Te lo debo.
—Entonces deja de besarme antes de que Kangin lo vea y me corte
algo mío que me agrada.
Leeteuk rió, palmeó el pecho de Kyuhyun y tomó el brazo de Sungmin.
—No quiero verte por al menos dos horas, ¿entendido?
—Sí, mi
señor —dijo Kyuhyun, su voz caldeada por su sonrisa. Él tocó el costado del
rostro de Sungmin, apenas rozando su piel. Felices estremecimientos se
deslizaron por su garganta y se ubicaron en su estómago—. Después de que
termines de hablar con Leeteuk, después de que aclares las cosas, entonces tú y
yo vamos a tener algunos temas propios que discutir.
Sungmin
no estaba seguro si era una promesa o una amenaza, pero se encontró esperando
estar a solas con Kyuhyun de nuevo. Lo que lo volvía loco.
—No
hemos comido, así que haré que les preparen el almuerzo para ambos —él les
dijo.
—El desayuno para mí, por favor —dijo Leeteuk—. Fue una larga
noche.
—¿La pared?
Leeteuk asintió.
—Sí. Desafortunadamente.
—Bien
—dijo Kyuhyun—. Desayuno será. —Luego recogió las mochilas y volvió al corredor
por el que vinieron.
Sungmin lo observó partir, disfrutando de la vista de sus
largas y fluidas zancadas, la manera en que sus músculos se flexionaban debajo
de sus ceñidos jeans. Estaba tan bien constituido que aún difícilmente podía
creer que fuera real, mucho menos que deseara tener algo que ver con él.
—Esa es una imponente vista —susurró Leeteuk.
—Amen —dijo Sungmin.
Kyuhyun
desapareció al voltear la esquina, y Sungmin estuvo finalmente libre de su
atracción. Se dio a sí mismo un buen sacudón mental y dijo:
—Está
bien, entremos y veamos si podemos deshacer cual sea el lavado de cerebro que
estos Centinelas te han hecho.
—¿Lavado de cerebro?
Leeteuk
le dirigió una larga mirada a Sungmin conforme entraban a la suite. Claramente,
Sungmin tenía algunos temas que necesitaba esclarecer. Al menos estaba allí,
sano y salvo, y Leeteuk era capaz de hacer ese esclarecimiento.
—Lindo lugar —dijo Sungmin—. ¿Hay alguien más aquí?
Leeteuk miró alrededor de la habitación. Era en realidad bastante
sencilla, pero pulcra y ordenada. Había estado viviendo allí durante unas pocas
semanas, y tenía intención de redecorar el lugar, quizás repintar unas cuantas
habitaciones, pero no había tenido el tiempo. Cualquier exceso de energía que
tenía, la había estado poniendo en esa espeluznante pared, imbuyendo las
piedras con el poder para mantenerlas unidas contra lo que fuera que Sasaengs
les arrojara en adelante.
¿Quién sabría que la magia podía ser tan agotadora?
—No,
estamos sólo nosotros. Kangin está en una reunión con algunos de los hombres.
—Ah. El club de los muchachos.
Leeeteuk puso los ojos en blanco.
—Pueden
quedárselo. Participé una vez y mis ojos se mantuvieron abiertos cerca de
treinta segundos. Pueden continuar hablando por horas de mapas, estrategia y
sobre cualquier cosa relacionada. Todo lo que necesito saber es dónde están los
monstruos que quieren que incendie.
Sungmin soltó un bajo silbido.
—¿Tú? ¿Incendiar cosas?
Por
supuesto Sungmin no lo creería. Cuando se encontraron por primera vez, Leeteuk
había estado aterrado de los encendedores de cigarrillos. El cielo prohibiera
que alguien le pusiera una vela de cumpleaños en su torta. Se había asustado
más de una vez por la visión de una llama, pero ahora las cosas eran
diferentes.
Ahora, el fuego era su arma de elección.
Leeteuk abrió su palma y convocó a una pequeña llama, usando la
invisible corriente de poder fluyendo dentro de él proveniente de Kangin. La
anaranjada llama de fuego oscilaba sobre su palma, apenas cálida contra su
piel.
—Las cosas han cambiado —le dijo a Sungmin—. Para mejor.
Las
rodillas de Sungmin se tambalearon y se hundió estupefacto en el sillón, sus
ojos abiertos de par en par.
—Vaya. Está bien. Para nada lo que esperaba.
—Imagino
que va a haber mucho de eso para ti por un tiempo. Aún me estoy acostumbrando a
todo esto. Algunas cosas son realmente poco convencionales. Tienes que ver a
ese señor, Changmin, en una pelea. Es como contemplar una bizarra serie animada
o algo.
—¿Cuántos como tú hay aquí?
—Unos
pocas. Yo, Changmin, Heechul y su hermano, Wook, aunque él no se encuentra
bien. Todos estamos esperando que sobreviva.
—Y la señorita Sora está aquí, también, ¿cierto?
—Seguro
—dijo Leeteuk, dejando que la llama en su mano se disipara en una nube de humo
al unirse a Sungmin en el sillón—. Podemos ir a visitarla en un instante, pero
primero, cuéntame qué te ha ocurrido. ¿Por qué estás preocupado de que me hayan
lavado el cerebro?
—Probablemente no crees que te lo hayan
hecho, pero está bien. Aún así, nosotros podemos deshacerlo.
—¿Nosotros?
—Me refiero a mí. Puedo revertirlo.
Leeteuk no se lo estaba creyendo. Sungmin
estaba ocultando algo.
—¿Nosotros quién, Sungmin?
—No te preocupes por ello. De verdad. Sólo
ten en cuenta que tú y yo no estamos solos. Vamos a ser capaces de sacar a
todos a salvo.
—¿A todos quién? ¿Sacar de dónde? No sé de
qué estás hablando. —Sacar de aquí.
—Éste es mi hogar. No tengo intención de dejarlo.
Sungmin dejó escapar un largo suspiro como
si tratara de reunir paciencia.
—Está bien. Estupendo. No hay problema.
Leeteuk
caminó hacia el refrigerador, agarró dos latas de gaseosa y le entregó una a su
amigo.
—Escucha, necesitas entender unas cuantas
cosas. Primero, estoy feliz aquí.
—Fuiste secuestrado. Es el Síndrome de Estocolmo.
—No, no lo es. Soy feliz. Amo a Kangin. Él me ama.
Leeteuk podía ver que Sungmin no le estaba
creyendo ni una palabra de lo que había dicho, pero eventualmente, lo haría.
Sólo necesitaba algo de tiempo.
—Segundo, estás a salvo aquí. Nadie va a
lastimarte.
—Eso es lo que continúa diciendo Kyuhyun.
—Está diciendo la verdad.
Deberías escuchar.
La boca de Sungmin se aplanó en una
testaruda línea. Leeteuk lo ignoró.
—Y tercero, Kyuhyun te necesita. Puede
estar lleno de orgullo como para decírtelo, pero se está muriendo.
Una mirada de culpa cruzó por el rostro de
Sungmin, pero la cubrió tomando un gran sorbo de la lata.
—Mencionó algo de eso.
—Bien, es más franco de lo que Kangin fue
entonces. Eso es bueno.
—No para él. —Lo dijo como si ya hubiera
decidido dejar morir a Kyuhyun.
—Dime que al menos estás pensando acerca de ayudarlo. —Leeteuk tenía
que conseguir que Sungmin salvara a Kyuhyun.
Le había tomado cariño desde que se había mudado allí, y ahora
que era parte de esa guerra, sabía simplemente cuán importante podía ser Sugnmin
al ayudar en su lucha para salvar al mundo de la invasión Sasaeng. No creía que
comenzando a contarle a Sungmin que estaría luchando una guerra, fuera una gran
estrategia para obtener su cooperación, pero enganchándolo con Kyuhyun… ese era
su clase de atracción. Leeteuk amaba a su esposo, pero eso no quería decir que
no pudiera ver cuán atractivo hombre era Kyuhyun.
Sungmin volteó su cabeza y miró fijamente por las ventanas.
—Honestamente, no sé qué pensar.
—No te mentiría a ti. Lo sabes, ¿cierto?
Sungmin se encogió de hombros.
—Sé que nunca me mentirías intencionadamente. Lo que me
preocupa es que ya ni siquiera sepas cuál es la verdad.
—Crees que me han lavado el cerebro. Es lo que dijiste antes.
—Sí, la idea me cruzó por la mente.
—¿Por qué pensarías eso? ¿Qué fue lo que te dio esa idea?
—El diario de mi mamá. Un grupo llamado los Defensores de la Humanidad.
Leeteuk había oído una única mención a ese grupo en algún lugar
recientemente.
—¿Estás hablando de los hombres que portan rifles y creen que
los Centinelas tienen la intención de arruinar su tierra de labranza?
—Es más que eso. Están cansados de tener una guerra emprendida
justo en sus patios traseros. Están cansados de que su tierra sea destruida y
sus familias asustadas. Han estado en los alrededores por algún tiempo. Saben
que los Centinelas se han juntado para ningún bien. También saben cómo
detenerlos.
Un frío estremecimiento de terror recorrió a Leeteuk.
—¿Qué quieres decir? ¿Cómo van a detenernos?
La boca de Sungmin se tensó y no dijo nada.
—Esos hombres son un grupo de granjeros, Sungmin. No saben lo
que realmente está ocurriendo. Van a terminar consiguiendo que los hieran. O
maten.
—Me dijeron que dirías eso. Y que si lo hacías, no habría nada
que pudiera hacer para salvarte.
Eso se le estaba yendo de las manos rápidamente. Leeteuk se
inclinó hacia adelante y tomó la mano de Sungmin.
—Necesito que me escuches, ¿está bien? Lo que fuera que te
dijeron no es verdad. No son malos muchachos, sólo no conocen la historia
completa.
—¿Y qué si lo hacen? —Preguntó Sungmin, elevando su puntiaguda
barbilla—. ¿Y qué si ellos son los que tienen razón?
—No lo son.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Porque estoy vinculado a Kangin de tal forma que puedo ver su
mente. Sabría si me estuviera mintiendo acerca de algo grande.
—¿Cómo lo sabrías?
Leeteuk dejó salir un suspiro frustrante.
—Es como tratar de explicar el concepto de color a alguien que
nació ciego. Vas a tener que aceptar mi palabra de ello. O ir con Kyuhyun y
ponerte su luceria. Entonces lo entenderás. Lo prometo.
—¿Y si así es como llegan a ti? Esa puede ser la forma en que
te lavan el cerebro de forma permanente.
—¡No me han lavado el cerebro! —Leeteuk lo había gritado y tuvo
que contenerse y controlar su temperamento.
Estaba simplemente demasiado cansado del trabajo extra. No
estaba obteniendo el descanso suficiente, y eso le estaba poniendo de mal genio
e irritable. Sungmin merecía más, merecía su paciencia. Todo eso era demasiado
para asimilar para cualquiera.
En una calmada voz, dijo:
—Hay un montón de personas aquí que no están portando una
luceria. Habla con ellos si no me crees. Habla con los adolescentes. Si alguien
va a luchar contra un masivo lavado de cerebro, será alguno de ellos. Y por
supuesto, está la señorita Sora, y sabes lo testaruda que puede llegar a ser.
Habla con cualquiera de ellos. Nadie te detendrá.
—Podrían.
—No, no lo harán. Eres libre de hacer como quieras aquí
mientras no estés planeando herir a nadie.
Sungmin se movió en su asiento y sus ojos se apartaron de los
de Leeteuk.
—No estás planeando herir a nadie, ¿cierto, Sungmin?
En una baja voz, replicó,
—No quiero hacerlo.
—¿Qué quieres decir? Si no quieres, no tienes que hacerlo.
Nadie puede obligarte a hacer algo que no quieres hacer.
Sungmin presionó sus pulgares contra sus sienes como si su
cabeza le doliera.
—Sólo necesito un tiempo para pensar. Eso es todo.
Leeteuk
no creía que eso fuera todo. Ni por un segundo. Sungmin tenía algo bajo la
manga, y por mucho que Leeteuk lo amara, no podía dejar que su amigo lastimara
a alguien allí. Esas personas eran su familia, y había jurado protegerlos,
justo como Kangin había hecho.
Pero,
en lugar de forzar el tema, Leeteuk lo dejó ir. Le haría saber a los hombres
que Sungmin podría ser un peligro, y que todos debían mantener un ojo en él.
Una vez que estuviera allí por un par de días y tuviera la oportunidad de ver
por sí mismo que no era lo que sospechaba, sería más razonable.
Leeteuk
sólo esperaba que Kyuhyun tuviera ese tiempo para esperar que Sungmin creyera
la verdad.
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