Estaban sentados en el suelo, comiendo delante del sofá,
mientras veían Matrix.
Donghae observó a Hyukjae mientras permanecía unos
minutos atento a la película. Aun distraído, comía de forma impecable. Donghae
estaba todo cubierto de manchas de salsa, y él ni siquiera había dejado caer
una sola gota.
— Enséñame cómo haces eso —le dijo. Hyukjae lo miró con
curiosidad.
— ¿El qué?
— Lo que haces con la cuchara. Me estás poniendo de los
nervios. No consigo que mis tallarines acaben enrollados en el tenedor; se
quedan todos sueltos y me pongo perdido.
—Claro, y no queremos que nos rodeen un montón de
tallarines gigantes que lo dejen todo hecho un asco, ¿verdad?
Donghae se rió porque sabía que no hablaba precisamente
de los tallarines.
— A ver, ¿cómo lo haces?
Hyukjae tomó un sorbo de vino y dejó la copa a un lado.
— Veamos, así me resultará más fácil enseñártelo.
Y se deslizó entre el sofá y Donghae.
— Hyukjae… —le advirtió Donghae.
— Sólo voy a enseñarte lo que quieres.
— Hum… —exclamó dubitativa. De todos modos, no podía
evitar sentir su proximidad le calara hasta los huesos, hasta el alma. La
calidez del pecho de Hyukjae se extendió por su espalda cuando lo rodeó con sus
maravillosos brazos.
Cuando se inclinó hacia delante, Donghae notó su erección
presionándole en la cadera. Esta vez no se sorprendió. Curiosamente, estaba
empezando a acostumbrase.
Sentía el poder y la fuerza de Hyukjae mientras su cuerpo
fibroso y esbelto se acomodaba tras él, dejándolo sin aliento y muy inseguro.
Unos sentimientos extraños e intensos comenzaron a
extenderse en su interior, jamás le había ocurrido algo así. ¿Qué tenía Hyukjae
que le hacía sentirse tan protegido y feliz?
Si se trataba de la maldición, deberían cambiarle el
nombre, porque no había nada malévolo en las sensaciones que le embargaban.
— Muy bien —le dijo Hyukjae, y su aliento le rozó la
oreja haciendo que una descarga eléctrica le traspasara. Al instante, le cogió
las manos y los dos juntos sostuvieron los cubiertos.
Cerró los ojos, mientras aspiraba el dulce aroma a flores
que desprendía el cabello de Donghae. Estaba empleando toda su fuerza de
voluntad para concentrarse en la tarea de enseñarle a comer tallarines, y
olvidarse de lo mucho que deseaba hacerle el amor.
Donghae deslizó provocativamente los dedos entre los
suyos, intensificando de ese modo las sensaciones que su piel cálida y suave
producían en Hyukjae. Un nuevo tipo de desesperación se adueñó de él. Una que
no era capaz de nombrar. Sabía lo que quería de Donghae, y no se trataba sólo
de su cuerpo.
Pero no se atrevía a pensar en eso.
No se atrevía a tener esperanzas.
Donghae no estaba a su alcance. Su corazón se lo decía, y
su alma. Ni todo el anhelo del mundo podría cambiar un hecho esencial: no se
merecía una persona como él.
Jamás lo había merecido…
Abrió los ojos y le mostró el modo de usar la cuchara
para ayudarse a enrollar los tallarines en el tenedor.
— ¿Ves? —murmuró, acercándole el tenedor a los labios—.
Es sencillo.
Donghae abrió la boca y Hyukjae introdujo con cuidado el
tenedor. Mientras lo sacaba, deslizándolo entre sus labios, sintió que
experimentaba una nueva forma de tortura.
El corazón le latía a un ritmo frenético y salvaje, y su
sentido común le decía que se alejara.
Pero no podía. Llevaba tanto tiempo sin compañía. Tanto
tiempo sin tener un amigo…
No podía dejarlo ahora. No sabía cómo hacerlo. Así que
siguió dándole de comer.
Donghae se reclinó entre sus brazos. Apartó las manos de
las suyas y dejó que él tomara el control. Mientras masticaba los tallarines,
cogió un trozo de pan y se lo ofreció a Hyukjae. Él le mordisqueó los dedos al
ponérselo en la boca.
Donghae sonrió y le acarició el mentón mientras
masticaba. ¡Uf! La forma en que se tensaba ese músculo bajo su mano… le
encantaba cómo se movía su cuerpo, cómo se relajaban y se contraían sus
músculos, por muy pequeño que fuese el esfuerzo.
Un joven jamás podría cansarse de mirarlo.
Tomó un sorbo de vino y, mientras tanto, Hyukjae le robó
unos cuantos tallarines.
— ¡Oye, tú! —le dijo bromeando—. Eso es mío.
Sus oscuros ojos resplandecieron al sonreír, y le ofreció
de nuevo el tenedor para que siguiera comiendo.
Mientras masticaba, Donghae le acercó la copa de vino a
los labios.
Desafortunadamente, no calculó bien y la alejó demasiado
pronto, con lo que el vino se derramó por su barbilla y cayó sobre la camisa.
— ¡Lo siento! —exclamó, limpiándole con los dedos. Su
incipiente barba le raspaba la piel—. ¡Jesús! ¡La que he formado!
A él no pareció molestarle en absoluto. Le cogió la mano
y se dedicó a lamer el vino que caía por sus dedos.
Donghae dejó escapar un gemido. Hyukjae le lamía los
dedos y los mordisqueaba con mucha suavidad, y él se estremecía de la cabeza a
los pies.
Uno a uno, los fue limpiando meticulosamente. Y cuando
acabó, le alzó la barbilla y capturó sus labios.
Pero no fue el beso exigente y fiero al que estaba
acostumbrado. El que utilizaba para seducirlo y devorarlo.
Éste fue suave y tranquilo. Tierno. Los labios de Hyukjae
eran delicados pero exigentes.
Entonces se alejó.
— ¿Aún tienes hambre? —le preguntó.
— Sí —balbució Donghae, sin referirse a la comida, sino a
los apetitos que su cuerpo estaba experimentando junto a él.
Hyukjae le ofreció más tallarines.
Cuando él le acercó la copa nuevamente para calmar su
sed, Hyukjae le cubrió la mano con la suya mientras le observaba con ojos
risueños.
Así siguieron, dándose de comer y deleitándose en su
mutua compañía, hasta el final de la película. Hyukjae pareció muy interesado
en las luchas finales.
— Vuestras armas son fascinantes —comentó.
— Supongo que para un general deben serlo.
Hyukjae lo miró de reojo y siguió atento a la película.
— ¿Qué es lo que más te gusta de Matrix?
— Las alegorías.
Él asintió.
— Tiene influencias de Platón.
— ¿Conoces a Platón? —le preguntó sorprendido.
— Lo estudié cuando era joven.
— ¿En serio?
No pareció divertido por la conversación.
— Se las arreglaban para enseñarnos unas cuantas cosas
entre paliza y paliza.
— No estás hablando en serio, Hyukjae.
— Ya.
Una vez acabó la película, le ayudó a recoger la cocina.
Cuando cargaba el lavavajillas, sonó el teléfono.
— No tardaré nada —le dijo mientras corría hacia la
salita para contestar.
— Donghae, ¿eres tú?
Se quedó helada al escuchar la voz de Lu Han.
— Hola, señor Lu —lo saludó fríamente.
En ese momento, habría matado a Jaekyung por marcharse de
la ciudad.
Tan sólo había tenido una sesión con él, el miércoles,
pero había sido suficiente para hacer que deseara contratar a un detective
privado que buscase a Jaekyung y la trajera de vuelta.
El tipo le daba escalofríos.
— ¿Dónde estuviste hoy, Donghae? No estarás enfermo,
¿verdad? Podría llevarte…
— ¿No le cambió Lisa su cita?
— Sí, pero estaba pensando que podíam…
— Mire, señor Lu, no atiendo a mis pacientes en
casa. Le veré a la hora de su sesión. ¿De acuerdo?
La línea se quedó en silencio.
— ¿Donghae?
Él saltó y chilló al escuchar la voz de Hyukjae a su
espalda. Le observaba con curiosidad, con una expresión que muy bien podría
haber encontrado divertida si no hubiese estado tan aterrorizado.
— ¿Estás bien? —le preguntó él.
— Sí, lo siento —dijo, colgando el teléfono—. Era ese
paciente del que te hablé. Lu Han. Me saca de quicio.
— ¿Qué?
— Que me pone muy nervioso —por primera vez, agradecía
muchísimo la presencia de Hyukjae. De no estar él, se habría ido a casa de Judith
y Jinhyuk, en busca de su hospitalidad durante el fin de semana—. Venga —le
dijo mientras apagaba la luz de la cocina—. ¿Nos vamos arriba y empiezo a
enseñarte a leer?
Hyukjae negó con la cabeza.
— No abandonas, ¿verdad?
— No.
— Muy bien —le respondió, siguiéndolo escaleras arriba—.
Acepto que me des clases si te pones el negligé roj…
— No, no y no —dijo, deteniéndose en mitad de la escalera
y girándose para mirarlo—. Me temo que eso no va a ser posible.
Él se acercó y acarició el pelo.
— ¿No sabes que necesito una musa que me anime a
aprender? ¿Y qué mejor musa que tú vestido con…?
Donghae le colocó los dedos sobre los labios para impedir
que siguiera hablando.
— Si me pongo eso, dudo mucho que vayas a aprender algo
que no sepas ya.
Él le mordisqueó los dedos.
— Prometo comportarme bien.
Sabiendo que era una idea pésima, dejó que lo convenciera.
— Será mejor que te comportes —le advirtió, mirándole por
encima del hombro mientras acababa de subir los escalones.
Donghae entró en el enorme vestidor que su padre había
convertido en biblioteca años atrás, y rebuscó en los estantes hasta encontrar
su viejo cuento de Peter Pan.
Hyukjae rebuscó en sus cajones hasta encontrar el
deplorable atuendo.
Intercambiaron objetos en el centro de la habitación.
Donghae corrió hacia el cuarto de baño y se cambió de ropa pero, tan pronto
como se contempló en el espejo, con la diáfana prenda roja, fue incapaz de
moverse. ¡Puaj! Si Hyukjae lo veía con esas pintas saldría dando alaridos de la
habitación.
Incapaz de soportar la humillación de verlo decepcionado
por su cuerpo, se lo quitó y se puso su sencilla pijama de pantalón
corto. Se envolvió en su grueso albornoz antes de regresar a la habitación.
Hyukjae meneó la cabeza.
— ¿Por qué te has puesto eso?
— Mira, no soy idiota. No tengo el tipo de cuerpo que
hace que los hombres babeen.
— ¿Qué estás intentando decirme?
— Que no soy ciego. ¿Vale? Por mi no babean del mismo
modo que lo hacen contigo.
— Donghae —masculló, levantándose. Se puso en pie y se
detuvo a los pies de la cama—. Ven aquí —le ordenó.
El obedeció.
Hyukjae lo colocó exactamente enfrente del espejo de
cuerpo entero.
— ¿Qué ves? —le preguntó.
— A ti.
Él le sonrió.
Inclinándose, apoyó la barbilla sobre el hombro de
Donghae.
— ¿Qué ves cuando te miras?
— Veo a alguien que necesita perder de seis a nueve kilos
y comprarse un cargamento de cremas para desaparecer las manchas por acné.
A él no pareció hacerle gracia.
Le pasó las manos por la cintura, hasta la parte
delantera del albornoz, donde descansaba el nudo del cinturón.
— Déjame que te diga lo que yo veo —ronroneó justo sobre
su oreja, mientras colocaba las manos sobre el cinturón, sin abrirlo—. Veo un
hermoso cabello, oscuro como la noche. Suave y abundante. Para enterrar la cara
en él y aspirar su aroma.
Donghae empezó a temblar.
— Tienes un rostro semejante al de
un pequeño diablillo, con labios llenos y sensuales que piden a gritos ser
besados. Tienes un encanto que te hace único e irresistible.
Le desabrochó el albornoz e hizo una mueca ante la visión
de su pijama. Abriéndolo del todo, siguió hablando.
— ¿Qué tenemos aquí? —masculló, devorándolo con los ojos.
Antes de poder pensar siquiera en protestar, Hyukjae le
bajó el albornoz por los brazos y lo dejó caer al suelo, a sus pies. Volvió a
apoyar la barbilla en su hombro mientras sus ojos lo contemplaban a través del
espejo.
Le alzó la camisa.
— Hyukjae —dijo Donghae, cogiéndole la mano.
Sus miradas se encontraron en el espejo. Donghae no pudo
moverse, ya que la pasión y la ternura que se reflejaban en los ojos de Hyukjae
lo sumieron en un estado de trance.
— Quiero verte, Donghae —le dijo en un tono que dejaba a
las claras que no admitiría un no por respuesta.
Antes de poder volver a pensar con claridad, él le quitó
la camisa y pasó sus manos sobre la piel desnuda de su estómago.
— Tu pecho es perfecto —susurró, incorporándose tras él y
para demostrar su afirmación, acercó las manos acariciándolo.
— Hyukjae —balbució Donghae con un gemido y el cuerpo
abrasado—. Recuerda tu promesa.
— Me estoy comportando bien —respondió él con voz ronca.
Apoyándose sobre sus duros pectorales, Donghae observó
sin aliento en el espejo cómo Hyukjae le acariciaba las costillas, descendiendo
hasta las caderas y una vez allí, bajaba el pantalón del pijama y metía las
manos bajo el elástico de su boxer.
— Tienes un cuerpo hermoso, Donghae —le dijo mientras le
acariciaba el pubis.
Por primera vez en toda su vida, lo creyó. Hyukjae le
mordisqueó el cuello mientras sus manos jugueteaban con el vello de su
entrepierna.
— Hyukjae —lloriqueó, sabiendo que si no lo detenía ahora
no sería capaz de hacerlo más tarde.
— ¡Shh! —le dijo al oído—. Ya te tengo.
Y, entonces, tomó su miembro acariciándolo.
Donghae gimió, consumido por la pasión. Hyukjae capturó
sus labios y lo besó plena y profundamente.
De forma instintiva, se dio la vuelta entre sus brazos
para saborearlo mejor.
Le levantó del suelo, sin abandonar sus labios, mientras
lo llevaba hasta la cama. De algún modo, se las arregló para acomodarlo sobre
el colchón y tumbarse sobre él sin dejar de besarlo.
Ciertamente tenía un gran talento.
Y ¡uf!, Donghae se sentía arder con sus caricias. Con su
aroma escandalosamente sensual. Con la sensación de su cuerpo tendido junto a él.
Comenzó a temblar de pies a cabeza mientras Hyukjae le separaba los muslos con
las rodillas y se colocaba, aún vestido, sobre él.
Sentir su peso era algo maravilloso. Su cuerpo duro y
viril, mientras restregaba sus esbeltas caderas contra él. Aun a través de los
vaqueros, podía sentir su erección presionando. Como si estuviesen atraídas por
un imán, sus caderas se alzaron acompasándose al movimiento de Hyukjae.
— Eso es, Donghae —murmuró sobre sus labios, mientras
seguía rozando su miembro hinchado contra él, de un modo tan magistral que
Donghae supo que ya habría llegado al clímax si estuviese dentro suyo—. Siente
mis caricias. Siente mi deseo por ti, sólo por ti. No luches contra él.
Donghae volvió a gemir cuando Hyukjae abandonó sus labios
y dejó un abrasador reguero de besos por su garganta, hasta llegar a sus pezones,
que comenzó a succionar con suavidad.
Donghae deliraba de placer mientras enterraba las manos
en el cabello de Hyukjae.
Hyukjae atormentó implacablemente sus pezones con la
lengua.
Todo su cuerpo temblaba por el tremendo esfuerzo que le
suponía mantenerse vestido. Quería introducirse en él con tanta desesperación
que su cordura se desvanecía poco a poco.
Con cada envite de sus caderas contra las de Donghae, le
daban ganas de gritar por la agonía del deseo insatisfecho. Era la tortura más
deliciosa que jamás había experimentado.
Y todo empeoró al sentir a Donghae deslizar las manos por
su espalda, e introducirlas en sus bolsillos traseros para acercarlo aún más,
apretándolo con fuerza.
Hyukjae se estremeció ante la sensación.
— ¡Sí, oh, sí! —jadeaba Donghae cuando él aumentó el
ritmo de sus embestidas.
Hyukjae sintió que todo le daba vueltas. Tenía que
hundirse en él. Y si no podía hacerlo de una manera, por todos los templos de
Atenas le daría placer de otra.
Se apartó y se movió hacia abajo, pasando los labios por
su estómago y besándole las caderas mientras le quitaba el boxer.
Donghae temblaba de pies a cabeza al sentir el poder que
él ostentaba en ese momento.
— Por favor —le suplicó, incapaz de soportarlo más.
Le apartó los muslos con los codos. Donghae se lo
permitió sin protestar. Colocó las manos bajo él y le elevó las caderas hasta
que le pasó las piernas por encima de sus hombros.
Los ojos se le abrieron de par en par en el mismo
instante en que Hyukjae lo tomó en la boca.
Donghae enterró las manos en el cabello de él y echó la
cabeza hacia atrás, siseando de placer ante las caricias tan íntimas que la
lengua de Hyukjae le prodigaba. Jamás había experimentado algo así. Una y otra
vez, él lo lamía, lo atormentaba.
Hyukjae cerró los ojos y gruñó cuando probó su sabor. Y
disfrutó de la sensación. Los murmullos de placer que escapaban de la garganta
de Donghae resonaban en sus oídos. Percibía cómo reaccionaba ante cada caricia
sensual de su lengua. De hecho, sentía como le temblaban los muslos y las
nalgas, como se estremecían contra sus hombros y sus mejillas.
Donghae se retorcía de modo muy erótico en respuesta a
sus caricias.
Con la respiración entrecortada, Hyukjae quiso mostrarle
exactamente lo que se había estado perdiendo. Cuando saliera de la habitación
esa noche, Donghae no volvería a encogerse de temor ante sus caricias.
Donghae gimoteó cuando movió la mano despacio para
introducir el pulgar en su entrada, mientras lo chupaba.
— ¡Hyukjae! —jadeó con un involuntario estremecimiento de
su cuerpo.
Él movió el dedo y su boca aún más rápido, más profundo.
Donghae sentía que la cabeza le daba vueltas. Y, cuando pensaba que ya no
podría soportarlo más, alcanzó el clímax de forma tan violenta que echó la
cabeza hacia atrás y gritó mientras su cuerpo se convulsionaba por las
continuas oleadas de placer.
Pero Hyukjae no se detuvo, siguió prodigándole caricias
hasta que tuvo otro nuevo orgasmo, pensó que moriría.
Débil, y totalmente saciado, Donghae se sentía palpitar
desde la cabeza hasta los pies, y respiraba entrecortadamente. Jamás había
conocido un placer tan intenso.
Hyukjae trazó una senda de besos desde sus muslos hasta
su garganta, y allí se quedó.
— Dime la verdad, Donghae —le dijo al oído—. ¿Has sentido
algo así antes?
— No —susurró con honestidad; dudaba que muchos jóvenes hubiesen
conocido algo semejante a lo que él acababa de experimentar. Quizás no hubiese
ninguno—. No tenía ni idea de que pudiese ser así.
Con una mirada hambrienta, Hyukjae lo contempló como si
quisiese devorarlo.
Donghae sintió la presión de su erección sobre la cadera
y cayó en la cuenta que él no había llegado al orgasmo. Había mantenido su promesa.
Con el corazón latiéndole frenético ante el
descubrimiento, quiso proporcionarle lo mismo que él acababa de vivir. O al
menos, algo que se le aproximara.
Bajando la mano, comenzó a desabrocharle los pantalones.
Hyukjae le cogió la mano y se la llevó a los labios para
besarle la palma con mucha ternura.
— Tu intención es buena, pero no te molestes.
— Hyukjae —le dijo en tono de reproche—. Sé que es muy
doloroso si no se…
— No puedo —insistió él, interrumpiéndola de nuevo.
Donghae lo miró ceñudo.
— ¿Que no puedes qué?
— Tener un orgasmo.
Donghae abrió la boca, atónito. ¿Estaría diciendo la
verdad? De todos modos, sus ojos tenían una expresión mortalmente seria.
— Es parte de la maldición —le explicó él—. Puedo darte
placer, pero si me tocas justo ahora, sólo conseguirás hacerme más daño.
Sufriendo por él, le acarició la mejilla
Maldita maldición~
ResponderEliminarEllos dándose de comer en la boca parecen una pareja de novios o recién casados, muy felices xD todo fue muy lindo, a pesar de la triste epifanía de Hyuk al darse cuenta que quiere algo más con Hae y que siente algo por él, incluso está seguro de no merecer alguien como Hae después de todo lo que ha hecho en su vida, cosa que no es cierta, lo que hizo con Hae esa noche fue muy especial, fue demostrarle a Hae lo hermosos que es.
ResponderEliminarFue una linda actu...gracias!!
OMG que capitulo!!! senti pena al final con Hyuk quiero que termine esa maldicion!!
ResponderEliminarGracias por el cap
Cuidate
JA......mañoso Donghae..ay si "enseña a comer como tu".......inche Hae....tus dobles intensiones,mira en lo que vino a parar todo eso de la enseñanza..primero de como comer,luego querer enseñarle a leer y mira,ahora hyuk te enseño lo que es un verdadero orgasmo
ResponderEliminarOh hyuk,esa maldición es tan injusta....ahora más que nada hae lo va a ayudar a que esa maldición se rompa