El sol de la
mañana relucía sobre las aguas de la bahía. En el aire flotaban el olor a agua
salada y el hedor del pescado mientras Heechul contemplaba la escena sentado en
un banco del parque, aferrado con fuerza al asiento. Las gaviotas bajaban en
picado a su alrededor. Sus agudos graznidos amenazaban con hacer trizas sus ya
destrozados nervios.
Lo que
necesitaba era una patada en el trasero que lo espabilara y lo motivara a
seguir investigando sobre lo que le había sucedido. Sin embargo, allí estaba
esperando a Choi Siwon.
Después de tres
días languideciendo a la espera de que Donghae le comunicara las noticias sobre
los análisis, había claudicado y lo había llamado. Desconocía cuál era el
origen de esa compulsión que le instaba a hablar con él, y no entendía por qué
le afectaba tanto la reacción de ese hombre. Lo único que tenía claro era que
se sentía consumido por la culpa desde el día que lo conoció y que, si no hacía
algo para arreglarlo, dicho sentimiento acabaría destruyéndole y le impediría
buscar las respuestas que necesitaba con tanta desesperación.
Sabía lo que se
sentía al perder a un ser querido. Y por eso intentaba ponerse en el lugar de Siwon,
intentaba imaginar qué haría si Mithra se levantara de repente de la tumba.
La ira se
apoderó de él, y se aferró con más fuerza al banco. Lo primero que haría sería
encadenarlo a una silla hasta obtener las respuestas que estaba buscando.
Después, lo
sometería al impacto de un chorro de arena a presión por ser el culpable de la
pesadilla que estaba viviendo.
Respiró hondo
al tiempo que soltaba el banco para pasarse las manos por el pelo. Mithra no se
levantaría de la tumba. Y él era un joven sin pasado.
Vio que Siwon
se acercaba por el camino del puerto antes de que él lo localizara. El extraño
déjàvu que experimentó frente a su casa se repitió mientras lo observaba.
Caminaba con las manos metidas en los bolsillos delanteros del pantalón y,
aunque llevaba gafas de sol, era evidente que fruncía el ceño. También se
percató de que sus ademanes eran tensos, lo que ponía de manifiesto que la
situación le resultaba muy incómoda.
Se detuvo a
unos cuantos pasos del banco, con los dientes apretados. Heechul se levantó
para saludarlo y sintió que se le caía el alma a los pies, una reacción para la
que no estaba preparado.
—Gracias por
venir —logró decir.
—No estoy
seguro de por qué lo he hecho —replicó él con un tono gélido que no le gustó
nada.
¿Era la voz que
usaba en su trabajo para intimidar e influir en los demás? De ser así,
resultaba muy efectiva.
—Te lo
agradezco de todas formas. —Cambió el peso del cuerpo al otro pie, inseguro
acerca de lo que iba a decirle una vez que lo tenía delante. Un incómodo
silencio, tan vasto como el océano, se instaló entre ellos.
—Dudo mucho que
sepas algo todavía, así que ¿cuál es el motivo de este encuentro? —quiso saber.
Por algún
motivo que Heechul no alcanzaba a entender, ansiaba ponerle fin a la distancia
que los separaba. Ansiaba consolarlo. Una reacción de lo más inesperada.
—No, no tengo
noticias. Donghae dice que los resultados tardarán todavía una semana. Y, por
cierto, también debo agradecerte que accedieras a realizar las pruebas.
Siwon no
replicó, se limitó a apoyar el peso del cuerpo en los talones mientras lo
observaba fijamente. Heechul captó su perfume en el aire y le invadió una
sensación extraña, como si reconociera ese olor especiado.
Pero no era un
olor que le resultara familiar. La sensación se debía más bien a la atracción
física. Era un hombre atractivo y poderoso, y a fin de cuentas él era un joven.
Mucho antes de que sucediera todo lo que había sucedido, ya le parecía guapo.
Sin embargo, la prensa rosa y las revistas del corazón no le hacían justicia.
Esa nariz recta, ese mentón cuadrado y recién afeitado, esos rasgos
esculpidos... sumados a esa boca...
La mirada de Heechul
descendió hasta sus labios. Carnosos. Suaves. Tentadores. Se preguntó qué se
sentiría si acariciara ese labio inferior con el pulgar, si trazara la cicatriz
casi invisible que tenía en la parte derecha de la barbilla. Ese hombre tenía
una boca sensual que en algún momento del pasado él probablemente habría
besado, saboreado y reclamado como suya.
¡Uf!
¿De dónde
narices había salido ese pensamiento? Se obligó a apartar la vista de esa boca
tan tentadora y a alzarla de nuevo a sus ojos. O a sus gafas de sol para ser
más exactos.
Y puesto que no
podía verle los ojos, le estaba costando bastante interpretar sus reacciones.
Una circunstancia que aumentaba su nerviosismo.
—Bien, a ver...
—dijo al tiempo que enderezaba la espalda y desterraba los pensamientos
lujuriosos de su mente—. Solo quería disculparme por todo esto. Sé que no estás
muy contento conmigo. Y quiero que sepas que lo siento mucho. Solo quiero saber
la verdad. No tienes ni idea de lo difícil que me resulta todo esto.
—¿Te resulta
difícil? —Enarcó una de sus cejas—. ¿Que no tengo ni idea de lo difícil que te
resulta todo esto? Intenta ponerte en mi lugar diez segundos.
Heechul
suspiró.
—Lo he hecho.
Sé que no es fácil para ti, que no es fácil para ninguno de ustedes. Pero yo no
me levanté una mañana diciendo alegremente: «Oye, voy a buscar a Choi Siwon
para joderle la vida.» No soy así.
—¿Ah, en serio?
Porque eso es justo lo que has hecho. —Empezó a alejarse, pero se detuvo y
regresó —. ¿Sabes la cantidad de locos que hay por ahí intentando joderme la
vida? Mi vida personal es asunto mío y de nadie más. ¡Joder! Si la prensa se
huele lo tuyo, caerán sobre nosotros como una jauría salvaje. ¿Alguna vez te
has parado a sopesar las consecuencias, aunque sea un minuto? Mi hija va a
acabar involucrada en todo esto. La prensa intentará devorarla, y llevo cinco
años intentando protegerla de todos ellos. Si hubieras aparecido en nuestra
puerta preocupado por nosotros, sería una cosa. Pero que lo hayas hecho por
curiosidad... ¡Es increíble!
Estaba más
enfadado de lo que pensaba. Heechul intentó mantener la voz serena y tranquila.
—No es así.
—Claro que es
así. No somos nada para ti. Lo veo en tu cara. Lo vi el día que te presentaste
delante de mi casa. Nos miraste como si no fuéramos nada. Y nosotros te miramos
como si lo fueras todo. Pero a ti te importa un comino. — Se pasó una mano por
el pelo con los músculos tensos.
Heechul se dejó
caer de nuevo en el banco, tras perder de repente las ganas de pelear.
—Sí que me importan.
De no ser así, no habría venido. No me mueve solo la curiosidad. Es muchísimo
más que eso. Si resulta que soy Choi Jungwoo, significa que Sulli es mi hija.
No puedo darle la espalda a algo así. Jamás habría dejado a mi hija a
propósito. Y tampoco me gustaría que creciera pensando que eso fue lo que pasó.
Si no hago algo para arreglar las cosas no podré vivir conmigo mismo.
Tragó saliva,
nervioso por las implicaciones de lo que acababa de decir. Si al final era Choi
Jungwoo, y Sulli era realmente su hija, cabría la posibilidad de que Siwan
fuera hijo de Siwon. No de Mithra, como le habían hecho creer. Siwan era
idéntico a Siwon, hasta él lo veía. Entonces ¿por qué se engañaba pensando que
no era Choi Jungwoo?
Se obligó a
superar el miedo. Tenía que saber la verdad a toda costa. Fuera la que fuese,
tenía que saberla.
Alzó la vista,
deseando con desesperación que Siwon se quitara las dichosas gafas.
—No quiero
joderle la vida a Sulli. De verdad que no, créeme. Tampoco quiero ponerla en
peligro. Pero... pero si es mi hija, tengo que saberlo.
En un primer
momento, Heechul pensó que Siwon se daría media vuelta y se marcharía. En
cambio, se sentó a su lado en el banco, se quitó las gafas de sol y apoyó la
cabeza en las manos. Un hombre derrotado. Un hombre que sufría, como él.
—¿Crees que no
lo he pensado? ¡Por Dios, llevo tres días sin pensar en otra cosa! Sulli es mi
mundo. Y todo esto la tiene muy enfadada. No lo comprende. Es una niña de nueve
años muy madura para su edad, pero no entiende lo que está pasando. Yo tampoco,
por cierto.
—Pues ya somos
tres.
Siwon clavó la
vista en el agua.
—Me he devanado
los sesos en busca de una explicación para todo esto. ¿Qué te pasó desde que te
dejé en el aeropuerto hasta que el avión despegó sin ti? Me dijeron que ibas en
el avión. Identifiqué tu bolso y tu portátil, que encontraron entre los restos
del accidente. Fuera lo que fuese, debió pasarte en un intervalo de una hora
como mucho. Te juro por mi vida que no lo entiendo.
—Si supiera la
repuesta, esto no sería tan difícil.
Siwon meneó la
cabeza y clavó la vista en el suelo.
—No, nada lo
haría más fácil.
Tras sus
palabras se produjo un silencio durante el cual la frase quedó flotando en el
aire. Cuando por fin le miró, Heechul reconoció la sinceridad y la franqueza en
esos brillantes ojos. Y, de repente, sintió una descarga para la que no estaba
preparado.
—Si hubiera
sabido que no ibas en ese avión, te juro por Dios que te habría buscado.
La
determinación que irradiaba su voz le conmovió hasta lo más hondo. Esos ojos
feroces y decididos parecían atravesarlo y llegarle al alma. Por más que lo
intentara, era incapaz de dejar de mirarlos. Lo atraían y parecían estar
despertando algo en su interior.
—Te creo
—susurró.
Siwon cerró los
ojos y después volvió a mirar hacia el agua, rompiendo el hechizo que comenzaba
a embrujarlo.
—En fin, ¿qué
hacemos ahora?
—Yo... no lo
sé. Esperar, supongo.
—Ya sabemos la
respuesta. Yo la sé. Y tú también la sabes, porque de lo contrario no estarías
aquí sentado conmigo.
Heechul sintió
un nudo en la garganta, provocado por la certeza de sus palabras. Meneó la
cabeza.
—Necesito
saberlo con seguridad. Sulli no querrá ni verme hasta que podamos confirmar una
cosa o la otra.
—Es posible que
no quiera verte con independencia del resultado de los análisis. Lo ha pasado
muy mal.
Heechul sintió
un repentino dolor en el pecho. Su intención no era hacerlos sufrir. Solo
quería mejorar las cosas. Para todos.
—No quiero
hacerle daño, ni a ti tampoco.
—Hagas lo que
hagas, vamos a sufrir. —Siwon se puso en pie y volvió a colocarse las gafas.
El brillo del
oro cuando movió la mano llamó la atención de Heechul, que reparó en ese
instante en la alianza que llevaba en el dedo.
—Pero ya lo
decidiremos cuando tengamos los resultados definitivos. —Su voz ya no era
amable, sino fría y desabrida—. Hasta entonces, no intentes verla. Necesita
tiempo para hacerse a la idea. Si insistes en aparecer, solo conseguirás
confundirla aún más.
Heechul asintió
con la cabeza, incapaz de entender sus súbitos cambios de humor. Jamás había
visto nada semejante. Su voz pasaba de conmoverlo hasta lo más hondo a
apuñalarlo con su frialdad en un abrir y cerrar de ojos, provocándole un
escalofrío en la espalda.
—De acuerdo. Lo
entiendo. ¿Tú estás bien?
—¿Yo? Sí, estoy
acostumbrado a vivir en el infierno. Lo superaré.
Heechul lo
observó alejarse. Sin embargo, no se sentía mejor que antes. En todo caso, se
sentía peor. Hablar con él solo había demostrado que ese hombre había querido a
su esposo muchísimo más de lo que había supuesto.
Página no
encontrada
Heechul miró
furioso la pantalla del ordenador. El parpadeo del cursor solo logró acentuar
el palpitante dolor de cabeza que sentía detrás de los ojos. Desde la playa le
llegaba el rumor de las olas al romper en la orilla. Una llovizna gris caía
contra los cristales de la ventana de su despacho, situado en la planta alta de
la casa.
Debería estar
editando un artículo que tenía que haber estado listo dos días antes. En
cambio, estaba realizando otra búsqueda sobre Choi Siwon.
De momento,
había encontrado fotos de él muy acaramelado con un guapo joven moreno, tomadas
en algún evento benéfico. También lo había visto en un partido de béisbol, llevando
a uno rubio del brazo. Y el National Star había publicado un sinfín de
instantáneas suyas con un despampanante modelo pelirrojo.
Estaba claro
que le gustaba la variedad.
—¿Appá?
—¿Mmmm?
¿Por qué se
preocupaba por esas cosas? ¿Por la posibilidad de que hubiera sido su marido?
Era ridículo.
Al fin y al cabo, él había estado casado con Mithra. No tenía motivos para
sentirse celoso.
Lo más
sorprendente del resultado que arrojaba su búsqueda de información era que al
parecer su vida había cambiado desde la muerte de su esposo. Antes era el
vicepresidente de una pequeña empresa farmacéutica. Después, creó la suya
propia y se expandió, haciendo estragos en la industria. ¿Se habría convencido
de que el trabajo era una virtud tras enviudar? ¿O tal vez había usado el
dinero del seguro de vida de su esposo para ampliar su empresa?
En cualquier
caso, se había beneficiado enormemente de la muerte de Choi Jungwoo.
Heechul tecleó
el nombre de la empresa, SmCorp Pharmaceuticals, y encontró su página web. Le
echó un vistazo a la información técnica. Se dedicaban sobre todo a los
medicamentos para el tratamiento del cáncer. Su especialidad era el ensayo con
medicamentos que después analizaba la FDA, que los sometía a sus controles por
necesidad y con la promesa de sustanciales beneficios si los superaban.
—Appá —dijo Siwan,
que estaba tendido boca abajo en el suelo a su lado, jugando con sus Power
Rangers—, te he hecho una pregunta.
Heechul apartó
los ojos de la pantalla.
—¿Qué quieres,
cariño?
—¿Adónde se va
la gente cuando muere?
La pregunta
hizo que dejara de teclear. Siwan no le había preguntado ni una sola vez sobre
la muerte durante las semanas transcurridas desde la muerte de Mithra.
—Al cielo.
Siwan estrelló
una moto roja contra una negra, muy concentrado en la destrucción que estaba
ocasionando.
—¿Y no vuelven?
«¡Ay, Dios!»,
pensó. De todos los temas de conversación que podía haber sacado, había tenido
que elegir ese. Se levantó de la silla y se sentó en la alfombra, al lado de su
hijo.
—¿Quién te ha
dicho que se vuelve del cielo?
—Minwoo me ha
dicho en el cole que las estrellas de mar resucitan después de morirse.
Heechul sintió
el asomo de una sonrisa.
—Las estrellas
de mar pueden reproducirse mediante un proceso que se llama «regeneración». Si
se les corta un brazo, de ese brazo puede crecer una estrella nueva. Eso no
significa que mueran y después resuciten. Cuando una estrella de mar muere, se
va para siempre.
Siwan alzó sus negros
ojos para mirarlo. Unos ojos que eran, tal como se percató, idénticos a los que
había visto en la pantalla de su ordenador.
—¿Se van al
cielo de las estrellas de mar?
Heechul soltó
una carcajada.
—Sí, cariño. Se
van al cielo de las estrellas de mar.
Siwan siguió
jugando.
—Pero tú
moriste y has vuelto.
Heechul contuvo
el aliento. ¿Cómo lo sabía? ¿Se lo habría dicho Mithra?
—Eso fue
diferente. Siwan, mírame. —Su hijo alzó la vista. Era una mirada inocente y
adorable. El único vínculo con su vida pasada. Lo único que le quedaba—. El
corazón de appá se detuvo por un... por un accidente. Los médicos lo pusieron
en marcha de nuevo. No es lo mismo que cuando una persona muere. Si una persona
muere, no vuelve.
—¿Nunca? —le
preguntó él con los ojos llenos de lágrimas.
Heechul sintió
una dolorosa opresión en el pecho. Sabía que Siwan estaba pensando en Mithra.
Un niño de cuatro años no debería estar haciendo preguntas sobre la muerte y
los muertos. No debería experimentar la pérdida de un padre. Pero ahí estaba su
hijo, creciendo más rápido de lo que debería y tratando de sobrellevar una
situación a la que ningún niño de cuatro años debería verse obligado a
enfrentarse. Se frotó el pecho.
El dolor que
sentía no era por Mithra, como esperaba. En esa ocasión, el dolor era por una
familia a la que no conocía. Por un hombre y su hija que habían perdido a
alguien a quien habían querido más de lo que había supuesto. Por más
información que encontrara sobre Choi Siwon, ese hecho no cambiaría. Había
visto el sufrimiento en sus caras. ¿Estaría también Sulli haciéndose todas esas
preguntas? ¿Se estaría preguntando por qué su appa había vuelto de entre los
muertos y lo que eso significaba a largo plazo?
¿No debería ser
él quien contestara todas esas preguntas e intentara arreglarlo todo?
—¿Appá?
La voz de Siwan
lo distrajo de sus pensamientos. Esbozó una sonrisa mientras le alborotaba el
pelo negro. Si los resultados eran positivos, tendría que hablarle a Siwon de
él. La idea le provocó un repentino temor. ¿Qué diría cuando descubriera que se
había perdido cuatro años de la vida de su hijo? ¿Cuando supiera que para Siwan
su padre era otro hombre? Eso solo empeoraría las cosas.
No tenía
respuestas para todas las preguntas que giraban en su cabeza. En ese momento,
tampoco quería pensar en ellas. Solo quería concentrarse en la preciosa cara de
su hijo y recordar por qué estaba en ese lugar y por qué estaba buscando
información que tal vez nunca encontrara.
—¿Sí, cariño?
—Te quiero.
La expresión de
Heechul se relajó mientras lo abrazaba y se lo sentaba en el regazo.
—Yo también te
quiero, corazón. No sabes cuánto.
Todo es demasiado dificil,cada quien sobrelleva el dolor y las noticias a como uno pueda,cada quien necesita en tiempo y una explicación a lo que esta sucediendo.
ResponderEliminarsiwon sabe que es él y hee,muy en el fondo lo sabe y quiere ser jungwoo