Leeteuk deseaba con toda su alma la cabeza de Junho en una
bandeja por lo que le había hecho. Pero sobre todo, deseaba reconfortarlo.
Quería aliviar el tormento que habitaba en su corazón. Borrar el dolor de su
pasado. Quería darle esperanza. Quería devolverle su sueño: una familia que lo
amara.
Y que Dios se apiadara de él, porque deseaba ser parte de
esa familia, deseaba ser su pareja.
Antes de poder detenerse, se inclinó y atrapó sus labios. Él
gimió ante el contacto y le rodeó la cara con las manos para devolverle el
beso.
Leeteuk lo saboreó como jamás lo había hecho con ningún
hombre. Podía sentir cómo Kangin le llegaba al alma mientras sus lenguas se
rozaban. Nunca había sido audaz en la cama, pero es que nunca había deseado a
un hombre como ahora lo deseaba a él.
Con todo su ser.
Enterró los labios en el hueco de su hombro y los ojos se le
llenaron de lágrimas de nuevo al encontrar el lugar donde Siwon le había
clavado el anillo, haciéndolo sangrar y dejándole otra cicatriz.
Tanto coraje. Tanto amor.
Daría cualquier cosa por encontrar a un hombre que lo amara
como él había amado a su esposo. Pero no a cualquier hombre. Sus deseos iban
más allá; quería que Kangin lo amara. Quería su corazón. Quería a este hombre
que sabía lo que significaba el amor, que entendía lo que era un compromiso y
que era capaz de mostrar compasión.
Kangin gruñó al darse cuenta de que Leeteuk estaba
prácticamente desnudo. Sentía la piel caliente debajo de la camiseta.
Apártala.
No podía. Esa noche no. No con la pesadilla aún tan fresca
en su memoria. Estuviese bien o no, necesitaba consuelo. Quería volver a
sentirse amado. Quería sentir la suavidad de unas manos sobre su cuerpo.
Deseaba que el aroma de Leeteuk quedase impregnado sobre su piel.
No pudo evitar dar un respingo cuando Leeteuk tomó su
miembro con la mano.
–Por todos los dioses –balbució sin aliento. Nadie lo había
tocado de ese modo en dos mil años. Todo su cuerpo empezó a temblar de deseo
mientras él acariciaba su ardiente y rígida verga. Hoy sería suyo. Ya no había
modo de apartarse de él.
El movimiento de la mano de Leeteuk, que aferraba su miembro
con delicadeza deslizándose arriba y abajo, desde la punta hasta la base, le
erizaba la piel y hacía que le resultase muy difícil respirar. Sus dedos le
rozaron los testículos, endureciéndolo tanto que pensó que estallaría allí
mismo.
Mientras tanto, él recorría su cuerpo con las manos.
Disfrutando del tacto suave de su piel bajo la camiseta. Le mordisqueó el
cuello y, por primera vez desde que se convirtiera en Dark Hunter, sintió un
sobrecogedor deseo de alimentarse de un humano. El sonido de su sangre latiendo
por las venas le rugía en los oídos. La energía de Leeteuk lo tentaba,
atrayendo al Dark Hunter que ansiaba probarlo. Pero estaba prohibido. No les
estaba permitido morder el cuello de un humano. No obstante, mientras pasaba la
lengua por el hueco de la garganta de Leeteuk, ese profundo deseo se agitaba
sin remedio. Sus colmillos la rozaron sin querer y tuvo que emplear todo su
autocontrol para no tomar un sorbo de esa sangre que corría bajo sus labios. La
piel de Leeteuk se erizó ante el contacto y el pezón que Kangin acariciaba se
endureció aún más bajo su mano.
Abandonando su cuello con un gruñido, asaltó sus labios y lo
besó con ansia mientras desliza la mano bajo la camiseta, buscando su
entrepierna.
Leeteuk se sobresaltó y dejó escapar un murmullo de
satisfacción, aumentando el ritmo de las caricias sobre su miembro. Por los
dioses, cómo lo deseaba. Quería saborear cada centímetro de su cuerpo. Quería
hundirse profundamente en él y comprobar su salvaje pasión. Pero reprimió esos
deseos para saborear el momento. Para explorarlo lentamente y con ternura.
Deseaba que ese amanecer durara una eternidad.
–Sabes tan bien… –le susurró al tiempo que desgarraba la
camiseta tirando del cuello y se la arrancaba para arrojarla al suelo. Al
instante, trazó un sendero de pequeños besos desde el cuello hasta el pecho.
Leeteuk se arqueó hacia él cuando la lengua y los colmillos
de Hunter le acariciaron el pezón. La sensación de esos afilados colmillos
rozándole la piel le hacía derretirse como lava ardiente.
De nuevo, Kangin volvió a introducir la mano entre sus
cuerpos y le acarició donde más lo deseaba. Enardeciéndolo para al instante
reconfortarlo, presionando para después acariciarlo levemente.
–Te deseo, D.H –le murmuró sin aliento al oído–. Nunca he
sentido algo así por nadie.
Kangin sonrió, dejando a la vista los colmillos y girando a
la vez sobre el colchón para quedar sobre él con una facilidad que sorprendió a
Leeteuk. Dejó escapar un gemido al sentir ese cuerpo ágil y duro sobre el suyo.
Su peso lo dejaba sin aliento. Le rodeó las caderas con las piernas. Kangin irradiaba
fuerza, poder. Esos músculos fuertes y definidos se contraían a su alrededor
con cada pequeño movimiento que realizaba. Pero lo que más le cautivaba era la
contención que demostraba, todo ese poder sujeto bajo control que le hacía
recordar a un león preparado para atacar.
Quería más. Quería sentirlo dentro. Quería hacerlo suyo como
ninguna pareja lo había hecho en más de dos mil años. Quería su corazón. No,
más aún. Quería hacerlo suyo como nadie lo había hecho jamás. Quería ser todo
lo que él necesitaba. Su aliento, su corazón y, sobre todo, su alma.
Ansiaba devolverle su alma. Rescatarlo de su sufrimiento.
Liberarlo de su pasado.
Alzándose un poco, le dio un profundo beso antes de confesar
involuntariamente sus pensamientos. Si Kangin lo descubriera, se alejaría sin
ninguna duda. No podía permitir que algo así sucediera; por eso, invocó los
poderes que había reprimido durante más de diez años y los utilizó para
resguardar sus pensamientos en lo más profundo de su mente y de su corazón, por
si él aún podía leer en su interior.
Hoy, él sería su consuelo.
Kangin gruñó al sentir a Leeteuk bajo su cuerpo. Una capa de
sudor cubría su cuerpo mientras abandonaba su pecho para descender por su
torso, hasta las caderas y volver a ascender. La deseaba con una intensidad
sobrehumana. Deseaba cosas de Leeteuk que no se atrevía a nombrar. No debería
pensar en hacerlo suyo y en mantenerlo a su lado. Pero no podía evitarlo.
Leeteuk enterró la mano en su cabello y lo acercó aún más
mientras él descendía, mordisqueándole desde los labios hasta la garganta y de
allí hasta el pecho, donde se entretuvo en saborearlo a conciencia. Su lengua
se movía en círculos alrededor del endurecido pezón, acariciando y
atormentando. Parecía devorarlo con un ansia insaciable, como un hambriento que
festejara un banquete.
Muy lentamente, descendió dejando que los colmillos le arañaran
suavemente, con tanta delicadeza que Leeteuk no pudo más que sorprenderse. Su
cuerpo ardía en cada lugar donde él posaba las manos en su camino de descenso
hacia las caderas. Allí deslizó la lengua, pasándola por encima de la pelvis
hasta llegar al muslo, a su entrepierna. Le separó las piernas muy lentamente y
siguió lamiéndole su miembro.
Leeteuk contuvo el aliento, estremeciéndose ante lo que
estaba por venir. Al percibir su vacilación, alzó la cabeza para mirarlo y lo
descubrió mirándole. Le observaba de un modo posesivo e intenso que le dejó sin
respiración. En una especie de trance, observándolo mientras él le sometía a un
intenso escrutinio, vio cómo, muy lentamente y con mucho cuidado, desAmberba un
dedo en su entrada y lo retiraba. Se estremeció en respuesta a su caricia. Con
la otra mano tomo su miembro y se lo llevó a la boca sin dejar de mirarlo a los
ojos.
Leeteuk gritó ante el salvaje éxtasis que lo inundó. Ningún
hombre le había hecho eso antes.
Él cerró los ojos y gimió, haciendo que todo el cuerpo de
Leeteuk temblara por la vibración. Leeteuk se revolvía y se agitaba con cada
húmeda caricia.
Kangin se sobresaltó al paladear su sabor. Nunca había
sentido un deseo tan intenso como el que sentía por él. Algo en Leeteuk sacaba
a la superficie su lado más salvaje; estimulaba sus poderes de Dark Hunter y
hacía que el animal que habitaba en él comenzara a despertarse. Era consciente
de los frenéticos latidos del corazón de Leeteuk, de los pequeños temblores que
sacudían su cuerpo como respuesta a las caricias de sus labios y su lengua.
Sentía el placer que le estaba proporcionando. Cerró los ojos, luchando de
nuevo contra el impulso de hundir los colmillos en su carne y dejar que el
sabor de su sangre se desAmberra por la lengua.
Leeteuk se aferró a él mientras Kangin seguía haciendo que
se estremeciese de placer. El roce de los colmillos le erizaba la piel. Abrió
los ojos y lo contempló, inmerso en lo que estaba haciendo, ajeno a cualquier
otra cosa que no fuese él. Kangin era la personificación del sexo, pensó. Todo
su ser estaba entregado a darle placer con la misma energía, presumía, que utilizaba
para perseguir a los Daimons.
Cuando alcanzó el orgasmo, resultó tan salvaje y
sobrecogedor que echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un grito.
Pero aún no había acabado. Kangin gruñó al sentir su
satisfacción, pero no detuvo las caricias de su lengua. Al contrario, aumentó
el ritmo, como si estuviese degustando un festín.
Leeteuk siseó de placer.
No se detuvo hasta que se corrió, apartándose tan sólo
cuando dejó de estremecerse. Se incorporó entre las piernas de Leeteuk y avanzó
sobre él muy lentamente, como un animal hambriento y poderoso a punto de
zamparse la cena. Le brillaban los ojos y los colmillos quedaban claramente a
la vista con cada respiración entrecortada.
–Mírame, Leeteuk –le ordenó mientras le pasaba la mano por
el muslo–. Quiero ver tus ojos cuando te haga mío.
Tragando saliva, él cedió a sus deseos.
Kangin acunó su rostro entre las manos y le dio un beso
profundo al tiempo que lo tomaba de la mano y lo guiaba hacia su hinchada
verga.
Sin más palabras, comprendió lo que quería. Alzó las caderas
y lo guió hasta su interior, despacio, centímetro a centímetro, hasta que todo
su miembro lo llenó por completo. Un gemido escapó de su garganta al sentirlo
dentro y observar el deseo voraz que reflejaban sus ojos.
Hizo un intento de separar la mano pero él lo detuvo
cubriéndola con la suya. La pasión de su mirada se hizo más patente.
–Quiero que me toques mientras estamos unidos, quiero que lo
sientas –le dijo sin aliento.
Leeteuk volvió a tragar mientras Kangin comenzaba a moverse
entre sus dedos y lo penetraba aún más. Dentro y fuera. Era la experiencia más
erótica e increíble que había sentido jamás.
Gimieron al unísono.
Vio la expresión satisfecha en el rostro de él mientras le embestía con toda la fuerza de sus caderas.
–Oh, Hunter –balbució.
Deteniéndose, le miró a los ojos.
–No es el Dark Hunter el que está dentro de ti, Leeteuk. Soy
yo, Kangin.
Cuando comprendió lo que le estaba ofreciendo, se sintió en
las nubes. Le había dejado penetrar en su coraza, del mismo modo que él le
había permitido que penetrara su cuerpo. Alzando los brazos, le acarició las
mejillas.
–Kangin –dijo, con un suspiro. Él sonrió.
–Estar dentro de ti es mucho mejor de lo que había imaginado
–le confesó. Leeteuk notaba los estremecimientos que sacudían el cuerpo de
Kangin.
Él bajó la cabeza y lo besó con ternura mientras lo
penetraba con envites salvajes, a un ritmo frenético. Con fuerza y hasta el
fondo. Sacando su verga para volver a penetrarlo una y otra vez. Cada una de
sus embestidas proporcionaban una oleada de puro placer.
–Oh, Kangin –gimió bajo sus labios al sentir que otro nuevo
orgasmo se acercaba.
Tan pronto como dijo su nombre, sucedió algo extraño; algo
despertó en su interior y de repente se sintió sacudido por una descarga
erótica.
–¡Dios mío! –jadeó.
¡Podía sentir el placer de Kangin!, podía sentir cómo su entrada
lo rodeaba. Como si fuesen un solo ser, lo sentía dentro y, al mismo, tiempo
alrededor.
Kangin se esforzó por respirar, sobrecogido ante la
experiencia y sosteniéndole la mirada. Leeteuk le acarició la espalda y sintió
el roce de su mano en su propia carne. Era lo más increíble que había experimentado
jamás.
Kangin aumentó el rimo de sus caderas mientras él se
aferraba a sus hombros, ambos perdiendo todo rastro de cordura, inmersos en un
estallido de deseo.
Se corrieron a la vez, compartiendo un sublime a la par que
violento placer. Kangin echó la cabeza hacia atrás y rugió mientras lo
penetraba una última vez. Él gritó, agitándose entre sus brazos.
Cuando se derrumbó sobre su cuerpo, Leeteuk lo abrazó con
fuerza, acunándolo mientras se recuperaba. Sin muchos deseos de separarse de
él, sintió cómo Kangin salía de su cuerpo.
–¿Qué ha sucedido? –preguntó él en voz baja.
–No lo sé, pero ha sido maravilloso. Increíble. Grandioso.
Soltando una breve carcajada, alzó la cabeza y Leeteuk frunció
el ceño al ver sus ojos a la suave luz de las velas. Ya no era tan oscuros,
sino de un peculiar café claro.
–¿Kangin?
Él recorrió la habitación con la mirada e hizo un gesto de
dolor.
–Mis poderes han desaparecido –susurró.
Y en ese momento, con él al lado, Leeteuk lo sintió
debilitarse.
Apenas si podía moverse. Su agonía era casi palpable. Kangin
se llevó una mano al rostro e hizo presión con la palma sobre el ojo derecho,
siseando de dolor.
–¡Dios mío! –exclamó Leeteuk mientras lo veía tendido a su
lado, sufriendo–. ¿Qué puedo hacer?
–Llama a Kyuhyun –le contestó entre dientes–. Marca el dos y
después la almohadilla.
Giró sobre el colchón y se acercó a la mesita de noche para
coger el teléfono y marcar sin perder un instante.
Kyuhyun contestó al segundo tono. Por el sonido de su voz,
estaba claro que acaba de despertarse.
–¿Qué pasa? –preguntó tranquilamente una vez que Leeteuk se
identificó.
–No lo sé. Le he hecho algo a Kangin.
–¿Qué quieres decir? –preguntó él, dando a entender que le
resultaba muy difícil creer que pudiese hacerle algo a su amigo.
–No estoy seguro. Sus ojos son diferente y está doblado por
el dolor.
–¿De qué color son sus ojos?
–cafe.
Kyuhyun permaneció unos segundos en silencio antes de volver
a hablar.
–Pásamelo.
Le ofreció el teléfono a Kangin.
Al coger el auricular, una nueva oleada de dolor lo
atravesó. Nunca había sentido nada parecido. Era como si sus dos mitades, el Dark
Hunter y el hombre, estuviesen luchando la una contra la otra.
–Kyuhyun –jadeó.
–Hola, colega –lo saludó Kyuhyun–. ¿Estás bien?
–Joder, no. ¿Qué me está pasando?
–Así de repente, se me ocurre que acabas de encontrar el
modo de deshacerte de tus poderes de Dark Hunter. Felicidades, acabas de
encontrar tu vía de escape.
–Sí, yo también estoy que me salgo de contento.
–No seas imbécil. Recuerda que es temporal… Creo.
Percibiendo la duda en la voz de Kyuhyun, Kangin le preguntó
intranquilo:
–¿Cuánto tiempo?
–Ni idea. Nunca he perdido mis poderes.
Kangin siseó ante otra oleada de dolor.
–Deja de rebelarte, no luches –masculló Kyuhyun–. Estás
empeorándolo. Relájate.
–Sí, claro. Como si fuese tan fácil.
Kyuhyun resopló.
–Confía en mí; hay ocasiones en la que es necesario
rebelarse, pero ésta no es una de ellas. Acéptalo.
–Que lo acepte… y una mierda. No es tan fácil. Da la
casualidad de que me siento como si me estuviesen partiendo en dos.
–Ya lo sé –le dijo Kyuhyun, con la voz ronca por la
preocupación–. ¿Qué estabas haciendo cuando perdiste los poderes?
Kangin se aclaró la garganta y echó una tímida mirada a
Leeteuk.
–Yo… esto… –dudó, sin saber cómo explicarlo. Lo último que
quería era avergonzara Leeteuk. Pero no tuvo porque explicar nada.
–Diarmuid Ua Duibhne –rugió Kyuhyun en gaélico–, te
acostaste con él y por eso se esfumaron, ¿no es cierto?
Kangin volvió a aclararse la garganta y se dio cuenta de lo
inútil que sería ocultar algo a un Dark Hunter capaz de averiguar casi todo lo
que se le antojaba.
–No ocurrió nada hasta justo el final.
–¡Aaaaaah! Ya entiendo –le dijo Kyuhyun, arrastrando las
palabras como si hubiese entendido perfectamente. Ese momento justo después de
correrte, cuando estás exhausto, saciado e indefenso, ¿me sigues? ¿Te apuestas
algo a que fue por eso por lo que desaparecieron tus poderes?
Pero Kangin seguía sin entender nada.
–Todos ustedes tienen sexo cada dos por tres y no les sucede
esto.
–Sí, pero cada uno aguanta la presión de un modo distinto y
tú lo sabes. En tu mente, debes haber equiparado ese momento álgido al instante
en que te convertiste en Dark Hunter. O eso, o fueron los poderes de Leeteuk.
Quizás se mezclaron con los tuyos hasta absorberlos.
–Eso es una locura.
–Sí, claro. Exactamente igual que el dolor de cabeza que
tienes y que, de paso, me está afectando a mí también. Pásame a Leeteuk.
Kangin le hizo caso.
–Quiere hablar contigo.
Él cogió el teléfono.
–Escucha –comenzó Kyuhyun con voz afilada y desagradable–.
Tenemos un problema serio. Kangin está perdido hasta que sus poderes regresen.
–¿Cuánto tardarán?
–Ni idea. Pero supongo que pasará bastante y, hasta
entonces, es humano y, puesto que hace más de dos mil años que dejó de serlo,
está débil. Es vulnerable.
El pánico le atenazó mientras giraba la cabeza para mirar a
Kangin. Aún tenía una mano sobre los ojos y, por la rigidez de su postura,
estaba claro que le dolía bastante.
–¿Volverá a la normalidad con la puesta del sol?
–Eso espero. Porque si no es así, los Daimons lo tendrán muy
fácil.
Leeteuk sintió que se le cerraba la garganta por el pánico.
Lo último que quería era que Kangin acabara herido por su culpa.
–¿No puedes ayudarlo?
–No. Va en contra del Código. Cazamos solos. No puedo ir
tras Changsu hasta que Kangin esté muerto.
–¿Qué clase de Código es ése? –gritó.
–Uno que normalmente no me perfora el tímpano –siseó Kyuhyun–.
Joder, con esos pulmones tendrías un brillante futuro como soprano.
–No tiene gracia.
–Lo sé. Nada de esto la tiene. Ahora, escúchame un segundo.
Esto va a ser embarazoso, ¿lo soportarás?
El tono funesto de su voz hizo que Leeteuk se detuviera a
pensar un instante. ¿Qué iba a decirle?
–Creo que sí.
–Bien. Veamos, creo que nuestro problema empieza en el
momento en que Kangin se corre. Es imperativo que no dejes que suceda de nuevo.
Porque hay bastantes posibilidades de que vuelva a quedarse sin sus poderes si
ocurre otra vez. Tienes que mantenerte alejado de él.
Leeteuk sintió que el corazón se le encogía al escucharlo.
Alargando una mano, acarició a Kangin.
–Vale –le contestó en voz baja.
–Bien. Son las siete de la mañana. Haznos un favor a los dos
y vigílalo hasta que Minho llegue.
–Lo haré.
Kyuhyun se despidió y él colgó antes de devolver el teléfono
a la mesita de noche. Kangin lo miró y el sufrimiento que reflejaban sus ojos lo
partió en dos.
–Sólo quería que te sintieras mejor. No fue mi intención
hacerte daño.
Él le cogió de la mano y la sostuvo con ternura.
–Lo sé.
Le dio un pequeño tirón para acercarlo y le abrazó con
fuerza, aunque Leeteuk aún podía sentir la rigidez de su cuerpo.
–Me ayudaste, Leeteuk –le murmuró al oído–. No eches a
perder lo que me has entregado por sentirte culpable.
–¿Puedo hacer algo por ti?
–Déjame que te abrace un poco más.
Al escucharlo, el corazón se le subió a la garganta. Se
quedó tumbado entre sus brazos, sintiendo el cálido aliento de él sobre la
garganta.
Kangin enterró el rostro en su pelo y aspiró el ligero aroma
que desprendía. Jamás se había sentido tan débil como en esos momentos; no
obstante, había algo en la presencia de Leeteuk que le daba fuerzas.
Has encontrado tu vía de escape.
Esperaba este capo con tantas ansias *u* pobre Kangin ;-; no puede ser humano ahoaa qe changsu esya ahí ;-;; seguro Teukie es la solución ;-; y lo hicieron 7w7 ame el caliente serio moriré al esperar el siguiente ;-,
ResponderEliminarNo sé como demonios pasó esto!! pensé que las cosas estaban bien y más aún con la conexión que había entre ambos al final, sobre todo me preocupa porque el maldito de Changsu puede aparecer y si como dice KyuHyun, él no puede ayudarlo, es un momento sumamente vulnerable.
ResponderEliminarNo es por nada pero el sarcasmo de KyuHyun es muy divertido, aunque al igual que Kangin me quedé pensando en eso de "Has encontrado tu vía de escape"
Gracias por el cap. Cuídate ^^
Yo también quiero la cabeza de Juhno y la de Siwon en un bandeja....aaaah que yo los mato
ResponderEliminarEsto no podia ponerse peor...justo ahora que estan descubriendo que changsu incrementa sus poderes o dios sabe que anda haciendo,kangin pierde sus poderes por un tiempo. Y si changsun lo tiene vigilado,no quiero pensar en que hara justo ahora que kangin esta indefense. Aunque quizas eso ayuda a teuk a sacar sus poderes. Si un dark hunter no puede ser ayudado por otro,quizas teuk sea su arma secreta contra changsu....ojala y sí*0*