Deseo Prohibido- Capítulo 11




Yesung fue arrojado a la mente de Wook. Vio su vida a través de sus ojos, lo sintió a través de su piel. Sintió las garras del Sgath que le había lastimado la noche que su familia fue atacada. 
Rasparon sobre su piel, haciéndolo sangrar mientras el ardor del veneno entraba en su torrente sanguíneo. Sintió el rastro baboso de la lengua del Sgath a lo largo de su carne, lamiendo su sangre.

Alrededor de Wook, sintió un movimiento zumbón demasiado rápido para verlo. Intentó ralentizar el correr del tiempo para poder aclarar lo que era ese movimiento, pero todo lo que podía ver era la forma imprecisa de un hombre presionando sus manos contra él. No era uno de los Zea, pero la sensación de lo que él hizo tenía la misma clase de cosquilleante cualidad que tenía la sanación.

Alguien lo había salvado la vida aquella noche. Ese era el motivo de que Wook no hubiera muerto por el veneno del Sgath.

Yesung deseó como el demonio poder ver quién era para poder darle al hombre las gracias por darle una oportunidad de conservar a Wook a salvo.

El tiempo recomenzó su flujo normal. Wook estaba débil y mareado. No podía moverse. Un estupor letárgico se había situado sobre él, pero mantenía los ojos fijos en su hermano pequeño.


Yesung oyó el juramento que le había hecho a Henry de no dejarlo nunca, voto que había mantenido hasta el día de hoy.

El mundo de Wook parpadeó y cuando recobró el conocimiento, estaba en un hospital. Ardía en fiebre mientras estaba batallando contra los restos del veneno del Sgath.

Alguien del personal del hospital rondaba a su alrededor, palpando y presionando, inyectándole medicamento que no servía para nada. La atención exclusiva de Wook estaba en Henry, y eso fue lo que le dio la fuerza para seguir luchando.

Pasaron días después de que Wook había sido enviado a casa cuando llegó el primer ataque a la mente.

Yesung trató de alcanzar la espada, sólo para darse cuenta de que no la tenía, ni tampoco cuerpo. Estaba arrinconado en una esquina de los recuerdos de Wook, incapaz de hacer nada más que presenciar lo sucedido.

La furia le hizo temblar violentamente en los bordes de esta visión, pero al final, estaba desvalido. Todo lo que podía hacer era sufrir como Wook lo hizo, experimentando cualquier cosa que fuera que la Luceria exigiera de él.

Wook fue arrancado de su cuerpo, arrojada a través del espacio, y forzado a habitar la mente extraña del Sgath que había tomado su sangre. El pánico estalló dentro de Wook. Sabía que esto no era una pesadilla. Era real.

Wook intentó detenerlo, lanzarse de regreso a su cuerpo, pero el agarre de la criatura era demasiado fuerte y sus defensas mentales demasiado débiles para combatirlo.

Esa noche, Wook recorrió el trayecto, atrapado dentro de un monstruo, obligado a cazar y matar a un adolescente. Tuvo la impresión de que era culpable. La mancha que el fracaso dejó en su alma todavía lo rondaba hasta el día de hoy.

A pesar de que la mente de Wook se rebeló ante semejante despliegue abrumador, tuvo el conocimiento instintivo de que estar en el interior del Sgath cuando muriera podría matarle también.

Luchó mientras la sangre de la cosa humedecía el suelo, luchando por liberarse. El monstruo no quería soltarlo. El lo fortalecía, de alguna manera. Más rápido y más listo.

No quería morir solo.

Wook frenético, forzó todo su dentro del Sgath, usando esa emoción para propulsarse fuera de su mente debilitada antes de que muriera. Fue succionado de vuelta a su cuerpo, pero para entonces fue muy tarde. Su sangre ‑la sangre que el Sgath había usado para asumir el control de su mente‑ ahora fluía a través de una docena más de su especie.

Todos ellos lo querían dentro, haciéndolos más rápidos y más fuertes, también. Los sintió tirar de Wook, tirando de su mente como si estuvieran tratando de desgarrársela. Se endureció, contraatacando, rehusándose a darse por vencido por el bien de Henry.

Pero era demasiado débil. No supo cómo batallar contra uno, mucho menos una docena. Su mente astillada y rota. Brillantes fragmentos de lo qué hizo a Wook quien era fueron arrojados a la noche. 
Cada uno de los Sgath reclamó su parte, arrancándole la cordura.

Esa fue la noche en la que Wook se volvió loco.

Yesung no tenía ni idea de cómo había sobrevivido ‑cómo había vivido lo suficiente para que él cazara y matara las cosas que lo embrujaban, para que pudiera rescatar todas las partes fracturadas de sí mismo. Él no estaba siquiera seguro si lo que había hecho había sido suficiente.

Henry había sido el que realmente había salvado la vida de Wook.

La conexión tenue entre los dos hermanos brilló como una trenza de telaraña. A través de los años, se había adelgazado hasta que sólo quedó un solo filamento. Wook se negaba a permitir que esa hebra se rompiera. Él sintió su determinación por aferrarse a esa conexión aun cuando Henry trabajaba para cortarla.

Por qué hacía semejante cosa, Yesung no tenía ni idea, pero parte de él esperaba que tuviera éxito. Nada alguna vez podría dañar a Wook. Ni siquiera su hermano. Él se rehusaba aun a considerar dejar que pasara.

Wook era su pareja ahora y él estaba atado en honor para protegerlo con su vida, si fuera necesario. 
Ya no lo podía dejar correr de un lado a otro por la noche, arriesgándose a ser atacado por otro Sasaeng que podría arrancarle pedacitos de su mente. Él había logrado asesinar a la mayor parte de los Sgath, ¿pero y si uno de los Sasaeng más fuertes conseguía algo de su sangre? ¿Qué pasaría si Wook no pudiera combatirlo? ¿Qué ocurriría si su dulce Wook quedaba dañado sin remedio, viviendo una pesadilla, forzado a permanecer para siempre encerrado dentro de los monstruos mientras ellos mataban?

Era su peor miedo. Podía ver lo maligno pulsando desde ese terror haciendo eco a través de su mente, forjando cada movimiento suyo.

Wook prefería morir que volver a ese mundo de sangre, muerte y locura.

Yesung iba a asegurarse de que eso nunca ocurriera, aun si él terminaba odiándole por lo que ahora sabía que tenía que hacer.



Wook sabía que la Luceria le daría algún tipo de visión una vez se la hubiera puesto, un somero vistazo a la vida de Yesung. No estaba seguro de si podría mostrarle algo que no supiera ya. Había estado en su interior, había visto la oscuridad que le atormentaba, y se había bañado en la luz de su alma. ¿Cómo podría un vistazo de lo que había sido su vida, o lo que le había convertido en la persona que era, superar eso?

Pero lo que vio no fue un recuerdo del pasado, como había oído describir. Lo que vio fue algo que ni siquiera había considerado.

El futuro.

Se arremolinaba a su alrededor, más un concepto que una serie de sucesos. Compuesto más de emoción que de cualquier otra cosa, el flujo de las posibilidades era interminable, golpeando contra él como una lluvia caliente. Con cada gota que caía, veía otro futuro posible.

Algunos eran horribles, manchados de sangre y muerte. Otros eran tan dulces que casi podía sentir las lágrimas de alegría deslizándose sobre las mejillas. Olió la piel de un bebé en un momento, y luego al siguiente, sentía el frío de la sangre de Yesung deslizándose entre los dedos. La emoción de una batalla ganada surgía dentro de Wook sólo para ser erradicada por el debilitante dolor de la muerte de sus hermanos.

Wook estaba riendo y llorando, enfadándose con el mundo y celebrando los milagros. El aluvión de emociones le seguía llegando. Un enjambre pasó por encima hasta que sólo una permaneció.

Se sentía atrapado. Inútil. Desesperado. Derrotado.

Esas emociones se fusionaron en una visión tan real, que sabía que la Luceria le estaba mostrando algo más que una simple posibilidad. Le estaba mostrando su futuro.

Estaba encerrado en la SM, un virtual prisionero. Reconoció el espacio como la habitación de Yesung, pero no eran las paredes lo que lo mantenían allí. Era una promesa que había hecho a toda prisa.

Wook le había prometido que no dejaría que lo lastimaran y ese voto le permitió a Yesung encerrarlo en el interior de la SM, donde creía que nada malo podía llegar a dañarle. Le había permitido tenerlo allí mientras la última conexión que Wook tenía con Henry se desvanecía.

En ese momento, Wook sabía que su hermano estaba muerto, y había sido su promesa lo que lo había matado. Wook sabía que su error sería lo que le mataría. La culpabilidad le comería por dentro, dejando un vacío y gastado cascarón de hombre.

Yesung sufriría viendo lo que sucedía al no poder detenerlo. Los dos se alejarían. La oscuridad que crecía en el interior de él crecería.

Heechul se culparía, y la incapacidad de Siwon para solucionarlo le roería por dentro, dejándole enfadado y asustado. Su relación también sufriría.

Como las conexiones se debilitarían, también lo haría la magia. Las batallas serían más difíciles de ganar. Más niños humanos serían robados de sus padres. Innumerables personas morirían.

Wook no podía dejar que nada de eso ocurriese. Estaba destinado a luchar al lado de Yesung, a tomar los mismos riesgos que él tomaba. No tenía que ser protegido de su derecho de nacimiento.

Nada de lo que hiciera, ninguna promesa que él intentara obligarle a hacer, nada evitaría que fuera fuerte y se negara a darle el juramento que destrozaría la vida de tantas personas.

—Prométemelo —le oyó decir en los confines de la visión.

Wook abrió los ojos y miró a Yesung. La sangre le corría por el pecho. El cuerpo desnudo brillaba por el sudor, los músculos entumecidos por el miedo.

Yesung le dio una ligera sacudida.

—Prométeme que harás lo que sea para estar a salvo.

Esa era la trampa que la Luceria le había advertido que se acercaba. La promesa que le permitiría arruinar su vida y la de tantos otros.

—No —susurró, incluso aunque el deseo de darle cualquier cosa que él quisiera, le ardía en el interior—. No, no puedo prometértelo. No lo haré.

Yesung se puso de pie y se cernió sobre él. Se le oscureció la cara por la rabia, y pudo sentir las sutiles vibraciones que le recorrieron los músculos como si se estuviera conteniendo.

—¿Por qué diablos no?

Antes de que pudiera responder, un duro golpe sacudió la puerta del dormitorio.

—¿Wook, estás bien? —preguntó Leeteuk, la voz tensa por la preocupación.

—Fuera de mi camino. —dijo la profunda voz de Kangin. A continuación, irrumpió en la estancia con la espada desenvainada. Llegó a un punto muerto, mirando a la pareja desnuda delante de él.

Yesung dejó escapar un gruñido de advertencia y arrancó una sábana de la cama, envolviéndola alrededor del cuerpo de Wook, quien se aferró a la sábana, le capturó el brazo también y le detuvo.

—Intenté decirles que estabas ocupado —dijo Hyungsik.

Kangin desvió la mirada pero no depuso la espada.

—Hyungsik, sabes que no confío en ti más allá de lo que llega el filo de mi espada.

Leeteuk puso una mano encima del hombro de su marido.

—Tenemos que salir de aquí. Sus sangres atraerán compañía aquí.

Kangin asintió con la cabeza y miró a Yesung.

—Consigue algo para limpiarse; luego salgan y echen una mano. Ya les hemos salvado el culo una vez esta noche. Leeteuk está cansado.

—Estoy bien —dijo él.

—Sí, lo estás. Vamos.

La pareja se marchó, pero Hyungsik se quedó en el vano de la puerta, sus claros ojos cautelosos. Miró a Yesung.

—¿Funcionó? ¿Llegó a ti a tiempo?

Yesung mantuvo el cuerpo de Wook apretado.

—Supongo que ya lo veremos. Si las marcas de vida brotan otra vez, estaremos a salvo. Si no…

—Lo harán —dijo Wook, dejando que cada trocito de fe fluyera a través del tono de voz.

Yesung le ahuecó la mejilla. La caricia fue tan suave que tuvo que parpadear para apartar las lágrimas.

—Tú y yo tenemos muchas cosas de las que hablar.

Wook sabía lo que quería decir. Quería envolverlo y meterlo en algún sitio donde la vida no tendría ningún sentido. Eso no iba a ocurrir.

Pero ahora no era el momento para discutir sobre ello. Ahora tenían que lavarse la sangre antes de que se quedaran atrapados dentro de esta casa, presa fácil para cada uno de los Sasaeng que vivían en kilómetros a la redonda.

—Más tarde —le dijo—. Después de que nos hayamos duchado.



Algo dentro de Yesung había cambiado definitivamente desde que Wook se había puesto la Luceria; sólo que no estaba lo suficientemente seguro de si no volvería a ser el hombre que fue.

Todos esos sentimientos violentos que creía que se irían aún estaban allí, golpeándole desde dentro, exigiendo liberación. Quería matar a Kangin y a Hyungsik por haber visto el cuerpo de Wook. La única diferencia es que ahora también se sentía mal por ello.

Kangin era su amigo. No debería haberle querido matar por haberse tomado el tiempo para averiguar si Wook estaba bien. Debería haberse sentido agradecido porque se hubiera preocupado lo suficiente como para mirar por él.

Sabía esto: que simplemente no cambiaría el hecho de que si el hombre lo hacía otra vez, podría ser la última cosa que hiciera.

Eso no estaba bien. Esa no era la forma en que Yesung quería sentirse hacia sus hermanos. Y estaba seguro como el infierno de que no era esa la forma en que quería sentirse hacia Wook.

Quería ser amable con él. Amoroso. O al menos no asustarlo ni herirlo como hizo.

Yesung comenzó a ducharse, comprobó la temperatura para que no le quemara la piel a Wook. Una vez que estuvo bien, se apartó para que pudiera entrar.

Wook soltó la sábana, dejándola caer al suelo. Estaba de espaldas. Pero las finas lineas de la espalda condujeron a los ojos hasta el trasero más hermoso que había visto en la vida. Era pálido, suave y tan delicioso que tuvo que agarrar el pomo para lograr contenerse de empujarlo contra la pared para poder tomarlo desde atrás.

Wook le miró por encima del hombro desnudo.

—¿Quieres venir conmigo?

Diablos, no. Si se metía en la ducha, iba a follárselo de nuevo. No le importaba que lo hubiera hecho sangrar hacía unos minutos o que estuviera seguro de que le tenía que doler. Todo lo que le importaría sería el agua caliente deslizándose sobre esa piel y encontrar la postura en la que pudiera estar lo más profundo y duramente sepultado sin resbalar y golpear fuertemente hasta que les resonaran las cabezas.

—Me lavaré en el fregadero. Tengo que salir y ayudar a Kangin.

Los ojos de Wook se entrecerraron.

—Aún tienes miedo de mí.

—Apenas. ¿Miedo de lo que podría hacerte a ti? Absolutamente. Y también deberías estarlo.

—Sigues sin entenderlo, ¿no? He sabido desde el primer momento en que te vi que jamás podrías hacerme daño.

—Yo diría que la prueba de lo estúpida que es esa idea se extiende por todo el interior de tus muslos. Te hice sangre.

—Sólo un poco. Y no es como si lo pudieras haber evitado. Cualquier otro habría provocado lo mismo.

La idea de otro hombre tocándolo hizo que los bordes de la visión se pusieran rojos. La rabia asesina regresó, explotando dentro de él, haciéndole desear tener algo a lo que pudiera golpear hasta convertirlo en papilla. Tuvo que tomar varias bocanadas de aire profundas para calmarse lo suficiente como para relajar la mandíbula.

Wook tendió una mano hacia él. Tenía los finos dedos mojados. El agua se le deslizaba sobre el pecho y el vientre, haciendo que se le pusiera la piel rosada por el calor de la ducha.

—Ven aquí —dijo Wook—. Ya no tienes que tener miedo de mí nunca más.

Contra todo su buen juicio, Yesung dio un paso hacia delante. Y luego otro. Parecía no poder resistir el impulso que ejercía la mano tirando de él.

Los húmedos dedos se cerraron sobre los de él, empujándole hacia Wook.

—Esto es un error —murmuró.

—Quizá, sí. Quizá, no. ¿No lo quieres averiguar?

Lo hacía. Más de lo que quería la siguiente respiración.

Entró en la bañera y Wook tiró de la cortina para cerrarla detrás de él. Una sonrisa llena de victoria le curvó los labios.

—¿Ves? Eso no ha sido tan duro, ¿no?

Oh, Yesung estaba duro del todo. Latiendo con la necesidad de tomarlo de nuevo, pero mantuvo la boca cerrada y asintió.

Wook se enjabonó las manos y las deslizó por todo el pecho de él, limpiándole la sangre del corte superficial que ya se había curado.

Las ramas de las marcas de vida se balancearon, para llegar a sus resbaladizos dedos a donde quiera que fuesen.

Había pasado mucho tiempo desde que Yesung había sentido a la marca de vida moverse con esa intención, casi había olvidado lo que se sentía. La suave ondulación justo debajo de la piel era reconfortante. Normal. No se habían formado los brotes a lo largo de las ramas todavía, pero eso podría llevar tiempo.

No iba a preocuparse.

Por ahora, todo por lo que iba a preocuparse es que cada gota de sangre fuera lavada de la piel de Wook.

Eso, y mantener la polla controlada.

Le dio la vuelta para que el agua cayera sobre él, manteniéndole caliente, después cogió el jabón de sus manos.

—Tenemos que ser rápidos —dijo—. No podemos dejarles toda la diversión a Kangin y a Leeteuk.

—Estoy deseando ver qué es lo que puedo hacer. Todo ese poder dentro de ti está llamándome, suplicándome que lo libere.

Las manos de Yesung se movieron sobre sus hombros, deslizándolas a lo largo de la Luceria. 
Todavía estaba más descolorida de lo que debería haber estado, podía ver los remolinos plateados blanquecinos deslizándose en el interior de la banda. Estaban del mismo color que el pelo de Wook bajo la luna de invierno cuando estuvo en el cementerio.

La Luceria hormigueó bajo la caricia, emitiendo un feliz zumbido.

Movió las manos enjabonadas hacia abajo sobre Wook, deslizándolas sobre sus pequeños pezones apretados, su vientre plano, hacia los muslos. Quería limpiar cualquier rastro de sangre, cada pedazo de dolor que le había dado esta noche. Sabía que los recuerdos siempre permanecerían, pero no había nada que pudiera hacer salvo intentar reemplazarlos por otros mejores.

Le separó las nalgas con los dedos, deslizándose gentilmente sobre su piel mientras la lavaba. La necesidad de deslizar los dedos dentro era casi abrumadora, pero se contuvo, preocupado por si le causaba más dolor.

El anillo de él seguía vibrando a la vez que el collar. Y cuando éste le rozó el miembro, Wook cogió aire bruscamente.

Wook dejó caer la cabeza hacia atrás de placer mientras disfrutaba de la sensación. Yesung sólo deseaba haber sido capaz de haberlo hecho sentir así cuando lo había tenido en la cama.

Tenía mucho que corregir. Wook no se había corrido ni siquiera una vez.

Normalmente, no le habría importado, pero con Wook, nada era normal. Era cuestión de orgullo, e 
iba hacer que culminara, aunque tuviera que ponerse creativo para que ocurriera.

Una multitud de ideas le llenaron la cabeza, haciéndole estrechar la boca en una sonrisa.

—¿Pueden dos personas realmente hacer eso? —preguntó Wook.

Yesung apaciguó la sorpresa que se apoderó de él.

—¿Ya puedes leerme los pensamientos? Eso suele llevar un tiempo.

—Es lo que hago.

Una diabólica oleada de lujuria se disparó a través de él.

—Entonces dime lo que piensas acerca de esto.

Yesung formó en la mente una imagen de Wook abierto de piernas, desnudo y retorciéndose en la cama, mientras lo tomaba con la boca.

Sintió su erección y dejó escapar un suave gemido.

—¿Podemos hacerlo ahora?

Yesung no quería hacer otra cosa, pero el deber le llamaba. Habían tardado ya más de lo que deberían. A pesar de lo poderosos que eran Kangin y Leeteuk, no era muy inteligente dejar la protección de Wook a una sola pareja.

—Tendrá que esperar hasta que regresemos a la SM.

Wook se puso rígido en los brazos y le miró con una desafiante inclinación de barbilla.

—No vamos a volver allí. Vamos a encontrar a Henry.

Yesung sintió que Wook alzaba un muro entre ellos. Su postura había cambiado. La lánguida suavidad de la mirada de Wook había pasado a ser fría y dura. El recibimiento que hasta hacía un momento había fluido se había secado, dejando un frío y sombrío espacio entre ellos.

—Si te piensas que me voy a quedar sentado mientras esos monstruos le siguen haciendo daño a mi hermano ahora que tengo acceso a tu poder, eres tú el que está loco.

—Odio interrumpir otra vez —dijo Hyungsik a través de la puerta del baño—. Pero tenemos un considerable número de Sasaeng acercándose.

Yesung tomó la noticia como una ofrenda del cielo. En lugar de sacudir el sentido de Wook, o de hacer cualquier otra cosa que luego lamentaría, iba a conseguir descargar la frustración con algunos Snarlies.

—Vamos —le dijo—. Te quiero donde pueda echarte un ojo encima.


Echarle un ojo encima. Como a los niños.

Como el infierno.

Wook se guardó la furia dentro y se deslizó en lo que Hyungsik tanto había luchado por conseguirle.
Una parte de la ropa de cama había sido desechada junto con la mancha de sangre que había dejado atrás. Eso, junto con el resto de ropa ensangrentada, había desaparecido, y el fuego ardía bien en la sala de estar.

Corrió por la habitación y se asomó a la ventana. Efectivamente, un montón de demonios estaba ahí fuera, acorralados por la sinuosa línea de fuego que Leeteuk había creado.

—Quiero que te quedes aquí —dijo Yesung—. Hyungsik, asegúrate de que lo hace.

—Pensé que iba a ayudarte a luchar —dijo Wook.

—No, cariño. Incluso aunque supieras lo que estás haciendo, cosa que todavía no haces, eres demasiado frágil para luchar. Debes quedarte aquí. Estar a salvo —le besó en la frente y se precipitó hacia la puerta, espada en mano.

Wook se giró para mirar a Hyungsik.

—Si tratas de detenerme, encontraré una docena de nuevas e interesantes formas de hacer que lo lamentes.

Hyungsik elevó las elegantes manos, con una pequeña sonrisa jugando en las comisuras de su seductora boca.

—Nunca me metería entre una pareja y el hombre al que planea enseñarle una lección. Prefiero mirar el espectáculo.

Wook asintió y se puso un abrigo. Tenía el pelo húmedo, haciendo que tuviera un escalofrío tan pronto como el frío aire de la noche lo golpeó. Se quedó cerca de la casa, seguro dentro de la protección del anillo de fuego, observando y escuchando por si tenía la oportunidad de ayudar.

A pesar de lo que Yesung pensara, no era frágil. No era inútil. Y se lo iba a probar.

—¿Cuál es la situación? —Oyó que Yesung le preguntaba a Kangin.

—Tenemos a varios grupos divididos por el fuego. Les estamos tomando de uno en uno. De oeste a este. Mantente a la derecha de Leeteuk, lejos de su línea de fuego.

—De acuerdo. Lo tengo.

Wook, vio como el cuerpo de Leeteuk estallaba en llamas. Parecía que fluyera a través de él, como si estuviera extrayendo calor de la tierra. Consumido por el vacilante resplandor rojo anaranjado, levantó un dedo y marcó un anillo de fuego de unos tres metros de ancho. Dentro de ese anillo había una docena de demonios de varios tipos.

El miedo se arrastró a lo largo de la piel de Wook pero se negó a huir. Esta era su vocación, también. Igual que Leeteuk. Pertenecía al campo de batalla y no iba a dejar que nadie se interpusiera en su camino.

Una vez que aprendiera el truco de cómo matar a esas cosas, podría usar ese conocimiento para liberar a Henry.

Wook sólo utilizó una pequeña parte de la mente para mantenerse en pie y el resto se lo envió a Leeteuk.

El cuerpo de Leeteuk hervía de poder. Este desembocaba en él a través de su Luceria, llenándolo y haciéndolo sentir de una forma que Wook ni siquiera había podido concebir. Viéndolo, sintiéndolo, era como respirar la primera bocanada de aire. Ahora que lo había tenido, no quería renunciar a él.

Había tantas cosas sucediendo dentro de la cabeza de Leeteuk que era difícil llevar la cuenta.

Cuando Leeteuk empezó a sofocar parte de las llamas para que los demonios pudieran llegar hasta ellos de uno en uno, Kangin predijo sus intenciones y se adelantó un paso, con la espada lista para matar al primer demonio antes de que tuviera tiempo de moverse.

Se agachó hacia la izquierda mientras una lanza de llamas se disparó de la mano de Leeteuk hacia la cabeza de un escamoso Sasaeng. Kangin estaba tan cerca del disparo que tenía las puntas del pelo quemadas y sin embargo, el movimiento no había disminuido su lucha.

El concierto de pensamientos y acciones vibraban entre la pareja, permitiéndoles trabajar como una unidad sin fisuras. Era humilde y digno de verse.

Wook estaba tan distraído por la conexión, tan lleno de nostalgia por lo que la pareja compartía, que casi olvidó por qué estaba ahí, flotando en silencio por la mente de Leeteuk.

Tenía que aprender a usar el poder de la forma en que Leeteuk lo hacía.

Después de unos segundos de estudio, Wook pensó que podía imitar las acciones de Leeteuk, pero una vez salió de la mente de Leeteuk, el conocimiento pareció diluirse de la memoria, atenuándose a medida que pasaban los segundos.

Antes de que se hubiera ido del todo, llegó hasta el poder de Yesung de la misma forma en que Leeteuk lo había hecho con el de Kangin, pero en lugar de un canal de gran potencia encontró una hebra de minúscula energía que fluía en ella.

La decepción le cayó encima y se recostó contra la puerta para mantener el equilibrio.

Wook no era en nada como Leeteuk. Era débil y sin experiencia. Quizá con el tiempo, podría llegar a ser como él, pero Wook no tenía tiempo. Henry lo necesitaba ahora.

Yesung le gritó algo a Wook que no pudo oír por encima del rugido del fuego y de los gruñidos de los demonios, y otra parte del muro del fuego se apagó dejando que un nuevo grupo de Sasaeng se escapara del anillo de llamas. Los había estado esperando, y cada poderoso movimiento de su cuerpo dejaba otro muerto tirado en el suelo.

La luz del fuego se reflejaba en la negra sangre que tenía a los pies y que proyectaba en su cara un crudo alivio. Su cuerpo estaba perfilado por las llamas, dejando una oscura mancha de mortal movimiento contra la luminosidad.

Wook le vio y anheló cosas que no podía nombrar. Partes de su ser que habían permanecido latentes empezaban a despertar y la necesidad de unirse a él y luchar a su lado era casi abrumadora.

Una vez más, puso la imagen de lo que Leeteuk podía hacer en la mente, usando eso como ejemplo, y tiró de la delicada cadena de poder que fluía entre ellos.

Saltó hacia ella, atravesándola como un rayo, llenándolo. La piel bajo la Luceria tarareaba y se calentaba, lo que ayudó a alejar el frío que le calaba hasta los huesos. Mientras Wook absorbía más poder, éste le rebotaba dentro, repercutiendo en los huesos y haciendo que le doliera.

Dejó que se construyera en el interior, acumulando hasta que tuvo lo suficiente para atacar a los demonios. Utilizando el ejemplo de Leeteuk, dejó que la energía fluyera a través de él, liberándolo por la punta de los dedos en forma de chorro de llamas.

Al menos, eso era lo que había pensado que iba a pasar. En cambio, unas lamentables chispas pulverizadas regatearon sobre la mano, quemándole los dedos.

Gritó y sacudió la mano, tratando de librarse de las dolorosas llamas.

Yesung se giró hacia el sonido, rugiendo de desafío. Un demonio vio la oportunidad y se abalanzó sobre su cuello. Wook se congeló cuando vio esos dientes aserrados, brillando con saliva mientras iban a matar.

Intentó gritar una advertencia pero los pulmones se le habían cerrado y no pudo emitir ningún sonido. 

Una fracción de segundo antes del impacto, una bola de fuego golpeó al demonio enviándolo lejos de Yesung. Rodó a un lado, aullando de dolor. Una pared de fuego se disparó desde el suelo, separándole de los monstruos, protegiéndole.

Yesung corrió, sin molestarse en mirar hacia atrás. Estuvo a su lado en el espacio de tres segundos, y en ese corto tiempo, Wook se dio cuenta de lo que había hecho.

Había estado cerca de matarle. Si Leeteuk no hubiera estado ahí para salvarle, esa cosa le habría arrancado la garganta cuando él había reaccionado ante el sonido de dolor.

Eso era algo que nunca podría volver a suceder.

Los ojos de Yesung se movieron sobre él como una flecha.

—¿Dónde estás herido?

—Estoy bien.

—¿Qué diablos estás haciendo aquí fuera?

—Tratando de ayudar.

—Vuelve adentro y quédate allí hasta que esto termine. Vas a conseguir que te maten.
O algo por el estilo.

No tenía sentido discutir con él. Tenía razón. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo.
Wook se dio la vuelta y regresó a la casa. Hyungsik estaba allí, esperándolo en la puerta.

—¿Quieres que te cure las quemaduras? —le preguntó.

Negó con la cabeza. No estaban mal. Sólo dolían.

—No. Creo que las voy a necesitar para que me recuerden lo que es real y lo que no.



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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...