Siwon arrojó
las llaves sobre la consola de la entrada y cerró la puerta principal una vez
que Jungwoo entró. Sin mediar palabra, él se internó en el salón y se detuvo al
llegar a la chimenea, sobre cuya repisa descansaban unas cuantas fotografías
enmarcadas de su vida en común. El día de su boda; el día que llevaron a Sulli
a casa del hospital; los dos haciendo senderismo por esas montañas a las que
siempre lo arrastraba.
¿Qué pensaba
cuando miraba esas fotos? ¿Sentiría algo?, se preguntó. Comenzaron a sudarle
las palmas de las manos. El estómago se le revolvió como si estuviera sufriendo
el centrifugado de una lavadora.
La culpa lo
abrumó mientras lo observaba mirar foto tras foto, y le atenazó el corazón. La
culpa por no buscarlo cuando debería haberlo buscado. La culpa por lo que estaba
sucediendo. La culpa por el hecho de que alguien le hubiera hecho daño a
propósito hace cinco años y de que él fuera posiblemente el responsable.
Se pasó una
mano por el pelo, consciente de que las cosas no cambiarían por más que se
regodeara en la culpa. Lo único importante era mantenerlo a salvo.
—¿Estás cansado?
Se volvió para
mirarlo. La luz de la luna se colaba por el ventanal, iluminando sus rasgos.
—Agotado.
Su voz era
suave y áspera a la vez debido al cansancio. Ansiaba oírle decir su nombre con
ese deje somnoliento como tantas veces antes lo había hecho. Ansiaba llevarlo
en brazos a la cama. Ansiaba rodearlo con sus brazos, perderse en su cuerpo y
olvidarse del resto del mundo.
Pero sabía que
no podía. Todavía no se fiaba de él. Se había comportado como un imbécil con él
cuando descubrió quién era, y a esas alturas los dos sabían que era el
responsable de lo que le había pasado. Su falta de confianza estaba
justificada, de modo que no quería presionarlo. Por más que quisiera tocarlo,
por más que lo necesitara, era mucho más importante que Jungwoo quisiera lo
mismo. Aunque solo fuera una fracción de lo que él sentía.
—Vamos —dijo al
tiempo que le hacía un gesto para que lo siguiera —. Te enseñaré la habitación
de invitados.
Cogió su bolsa,
la que habían recogido en la casa de la playa, y puso rumbo hacia la escalera.
Oyó sus pasos tras él y olió su suave perfume. La simple idea de que fuera a
pasar la noche en una habitación situada en el mismo pasillo que la suya le
provocó una erección. Tan cerca. Tan vivo.
Una ducha fría.
Eso era lo que necesitaba con urgencia. Tal vez dos. O diez.
Abrió la puerta
de la habitación de invitados y cuando él pasó a su lado, sintió el roce sedoso
de su pelo en el hombro. El roce le provocó una descarga que fue directa a su
entrepierna.
—Qué bonita
—dijo Jungwoo mientras daba una vuelta completa para examinar la habitación.
Sin embargo,
«bonita» no era la palabra que él tenía en mente.
Jungwoo estaba
fabuloso con los vaqueros y la camiseta ajustada. Los pantalones se le ceñían a
las caderas y a los muslos.
—¿Siwon?
Él alzó la
vista y se percató de que Jungwoo lo miraba con curiosidad.
—Lo siento.
Estoy hecho polvo. Ha sido un día muy largo.
—Sí, supongo
que lo ha sido.
Tras dejar su bolsa
sobre la cama, se dirigió a la puerta adyacente y encendió la luz. Intentó con
todas sus fuerzas no estar pendiente de cada uno de sus movimientos y de los
sonidos que hacía. Le fue imposible.
—El baño está
aquí.
—¿He vivido
aquí antes?
La pregunta,
formulada en voz baja, lo instó a volverse. ¿Qué se sentiría cuando no se
recordaba quién se era ni lo que se era? ¿Qué se sentía al verse obligado a
depender de los demás para rellenar las lagunas? Por primera vez desde que
volvió a su vida, comprendió lo duro que debía de ser para Jungwoo.
Controló el
impulso de alargar un brazo para tocarlo y, en cambio, se metió las manos en
los bolsillos delanteros de los vaqueros.
—No. Compré
esta casa hace cuatro años.
—Ah.
Le vio
acariciar la manta de cuadros azules doblada a los pies de la cama. Deseó que
lo acariciara de la misma forma, y no pudo evitar recordar el deseo
electrizante que le habían provocado sus manos esa misma mañana.
—¿Dónde
vivíamos antes?
—En el centro
de la ciudad. Después de que... ya no estuvieras... me resultó imposible seguir
viviendo allí solo.
Una verdad a
medias. En realidad, era incapaz de pisar una sola de las habitaciones de la
casa sin recordar su presencia, sin recordarlo en ellas sonriéndole, haciendo
el amor con él. Estar en esa casa sin él estuvo a punto de matarlo.
—Ah —volvió a
exclamar Jungwoo. Tras inspirar hondo, bajó la mano y clavó la mirada en los
pies.
Hablar del pasado
no le ayudaba a sentirse cómodo. Y no quería que se sintiera incómodo. Entró en
el cuarto de baño y sacó del armario unas toallas que dejó sobre la encimera
del lavabo. Cuando volvió al dormitorio, le vio rebuscando en su bolsa.
Daba la
impresión de que iba a quedarse dormida de pie.
—Creo que lo
mejor es que me vaya para que descanses un poco.
—¿Siwon?
—¿Sí? —Se
detuvo al llegar a la puerta, que se había quedado abierta, y miró hacia atrás.
—Lo siento.
—¿El qué?
—Esto... todos
los inconvenientes que te estoy causando.
—No me estás
causando inconveniente alguno.
Jungwoo negó
con la cabeza.
—Sí que lo
hago. Y lo siento mucho. No debería haber venido a Seúl. No me detuve a pensar
en cómo afectaría todo esto a los demás. Te he arrastrado a esta pesadilla. Y Sulli
y Siwan están confundidos y lo están pasando mal por mi culpa. Para colmo he
puesto en peligro a Donghae y a Haru.
—Tú no has
hecho nada malo — le aseguró en voz baja.
—Sí que lo he
hecho. Me dije que tenía que descubrir la verdad. Pero ahora... —Levantó los
brazos y los bajó, derrotado, tras lo cual se dejó caer en el borde de la
cama—. Ahora no estoy seguro de querer descubrirla. Tal vez sería mejor que
hiciera las maletas y me marchara.
Siwon sintió
que se le retorcían las entrañas. El pánico lo abrumó. Si lo dejaba en esos
momentos, no sobreviviría. Perderlo la primera vez lo destrozó. Una segunda vez
lo mataría.
Se arrodilló
frente a él, consciente de que si lo tocaba no podría detenerse. Pero
necesitaba ese vínculo, necesitaba demostrarle lo mucho que significaba para
él. Le aferró una mano entre las suyas, aunque sabía que le temblaban.
—No puedes
marcharte ahora.
Sus ojos lo
miraban con una expresión angustiada, llenos de remordimiento. La tristeza que
vio en ellos le provocó una dolorosísima opresión en el pecho. Ansiaba
estrecharlo entre sus brazos y pegarlo a su cuerpo. Aliviar el sufrimiento que
ambos padecían.
—No puedes
decirme que esto es lo que quieres —replicó él en voz baja.
—No, no quiero
todo este lío. Pero, por retorcido que parezca, te hemos recuperado gracias a
este lío. Y no cambiaría eso por nada del mundo. Lo que quiero es verte sonreír
de nuevo, descubrir el modo de que las cosas sean fáciles para todos. Alejarte
de mí y de los niños no va a solucionar nada. Solo empeorará las cosas.
Él cerró los
ojos con fuerza.
—Lo sé.
Escuchar que se
le quebraba la voz lo desarmó por completo. Se imaginó invitándolo a acostarse
en la cama, quitándole la ropa, hundiéndose en él y desterrando todas sus
preocupaciones. Lo deseaba tanto que apenas podía respirar.
Él se zafó de
su contacto con delicadeza y se llevó la mano liberada al pelo.
—Es que estoy
cansado y no puedo pensar con claridad. Necesito descansar.
Siwon no quería
romper el vínculo, pero Jungwoo ya lo había hecho. Estaba interponiendo
barreras entre ellos, alejándolo otra vez. ¿Por qué no podía interpretar sus
emociones? ¿Por qué no podía descifrar sus pensamientos? Antes siempre era
capaz de hacerlo. Aunque no quería admitir que había cambiado, era algo
evidente. Había muchas cosas en él distintas a lo que recordaba.
Se puso en pie
a regañadientes.
—Bien. Supongo
que te veré por la mañana.
—Gracias.
Le vio sonreír
al ver que no se movía. No fue una sonrisa seductora y provocativa, sino un
gesto forzado y tenso que le indicó que ya iba siendo hora de que se marchara.
Salió de la
habitación y cerró la puerta tras él, tras lo cual se aferró al pomo para
guardar el equilibrio. Allí solo en el pasillo, cerró los ojos y apoyó la
frente en la puerta. Todo lo que deseaba se encontraba en esa habitación y no
sabía cómo conseguirlo. Cada vez que daba un paso, metía la pata. Cada uno de
esos pasos parecía alejarlo en vez de atraerlo.
¿Se estaría
engañando al pensar que podría recuperarlo algún día?
Ojalá que no
fuera el caso. Porque sabía a ciencia cierta que no sobreviviría si volvía a
perderlo.
Donghae se
sentó de golpe en la cama al escuchar el estrépito.
Alguien había
roto un cristal. En la planta baja. Había un intruso en su casa.
Apartó las
mantas a toda prisa, cogió el bate de béisbol que guardaba debajo de la cama y
abrió la puerta del dormitorio tratando de hacer el menor ruido posible. No vio
movimiento alguno en el pasillo. La única luz procedía de la lamparita que
siempre dejaba encendida en el cuarto de baño. Caminó de forma sigilosa y abrió
la puerta del dormitorio de Haru. Su hija estaba acostada boca abajo, con los
brazos sobre la cabeza, dormida como un tronco.
Se le disparó
el pulso a medida que se acercaba a la escalera. Al pisar el penúltimo escalón,
la madera crujió, dejándole paralizado. El corazón se le subió a la garganta.
Escuchó que alguien arrastraba por el suelo los cristales rotos en la cocina.
Tragó saliva
con fuerza, levantó el bate por encima de la cabeza y se acercó poco a poco a
la cocina. Su marido siempre quiso comprar una pistola. Él le decía que era un
imbécil. Pero en ese momento... en ese momento, le encantaría haberle hecho
caso. Aunque era capaz de batear con todas sus fuerzas, su bate no sería nada
contra un intruso. Ojalá acertara a asestarle un buen golpe que asustara a ese
cabrón antes de que pasara algo malo.
—Diablos.
Se quedó
petrificado al escuchar la voz.
«Mierda»,
pensó. Tenía que llamar a la policía. ¿Qué hacía tratando de resolver eso él
solo?
Acababa de
retroceder un paso justo cuando vio que la puerta de la cocina se abría. Sin
pensar bajó el bate y atacó.
Al instante,
escuchó que alguien resoplaba por el dolor al tiempo que caía al suelo. Con
fuerza. Entró en la cocina con un subidón de adrenalina, levantó de nuevo el
bate y se preparó otra vez para atacar. Hyukjae levantó una mano para
impedírselo.
—¡Joder, no me
golpees otra vez con eso!
—¿Hyukjae?
—¿Quién
pensabas que era? —Estaba tendido en el suelo, abrazándose el abdomen y con el
torso apoyado en un armario, pero en un ángulo extraño—. ¿El Ratoncito Pérez? Diablos,
creo que me has roto una costilla.
Donghae soltó
el bate.
«Mierda, es Hyukjae»,
pensó al tiempo que el bate golpeaba el suelo. Se arrodilló a su lado y le tomó
la cara entre las manos.
—¿Qué haces en
la cocina?
—Tenía hambre.
La comida china no me sacia y acabo comiendo de madrugada.
La comida china
que habían compartido en el despacho de Siwon. Heechul le había pedido a Hyukjae
que pasara la noche con él y con Haru porque estaba preocupado por ellos. Se
había despertado tan asustado, que se le había olvidado todo eso.
—¡Ay, Dios mío!
Lo siento mucho —dijo, ayudándolo a incorporarse—. ¿Te duele?
—Bastante.
Estaba
bromeando. No podía estar muy malherido. Eso lo tranquilizó un poco.
—He oído que se
rompía un cristal. Pensé que había un intruso.
La expresión de
Hyukjae se tornó nerviosa en la penumbra.
—Sí, era yo. He
tirado una jarra con limonada mientras trataba de coger una cerveza de la parte
trasera del frigorífico.
—Has tirado...
—Donghae se sentó sobre los talones y se echó a reír.
—¿Ahora te ríes
de mí? Genial. Ahora sí que me siento humillado.
—No me río de
ti —le aseguró entre carcajadas—. Me río de todo esto. La situación en general
es una locura absoluta.
—Dímelo a mí.
Qué haces bajando después de escuchar un ruido sospechoso, ¿eh? Tenemos que
hablar sobre lo importante que es no interpretar el papel del tonto de la
película de terror.
Donghae lo miró
con seriedad.
—Y después
hablaremos de tu vena troglodita.
Hyukjae se
frotó las costillas.
—Joder, me has
dado fuerte.
—A ver, déjame
que te eche un vistazo.
Hyukjae le
apartó las manos cuando hizo ademán de levantarle la camisa.
—¿Ahora también
eres médico? Ni hablar.
—No voy a
hacerte daño.
—Ya me lo has
hecho. —Se alejó para que no pudiera tocarlo.
—Pareces un
niño pequeño. Déjame que te eche un vistazo.
Él volvió a
impedírselo.
—Hyukjae...
—Donghae... —le
soltó él, devolviéndole la mirada.
La luz de la
despensa bastaba para que pudiera ver la intensidad de dicha mirada.
—¿Por qué no me
dejas que te toque?
—Porque tú
mismo dijiste que no sería una buena idea. Son tus reglas, cariño, no las mías.
—Yo no...
—¿No lo
entiendes? Ya. Lo sé. Voy a explicártelo. —Se pasó una mano por el pelo—. Si me
tocas, yo te toco. ¿Qué te parece?
—Ah.
ay no se,me dara algo con esta historia, estoy hecha bolas, no entiendo ni forro!!! O___O`
ResponderEliminaraww~ quiero entender!!!! TT____TT
me da tanta tristeza que la chulis no se acuerde de nada nadita!!!
y mas siwonshis, como le duele toda esa situacion, no podria ni imaginarse perderlo dos veces!!!!
que mal!!! Y__Y
Claro que se Hee no hubiera querido saber la verdad,no le estaria causando esos problemas a Siwon y a los niños como el cree,pero también no se tendrían,posiblemente el tiempo se encargaría de juntarlos,pero a que es bonito que lo hayan hecho cuando solo han pasado 5 años y no 20 años después,pudo haber sido menos tiempo,pero si fue ahora,es porque era necesario......ya los dos encontraran una balanza entre lo que tenian,tiene y tendrán.
ResponderEliminarPobre Hyuk,le dieron bien y no en el mal sentido.....Hae tiene fuerza
jajajajaja no quiere que lo toque porque no se va a controlar y él lo sabe,Hae también......¿lo tocará él? *0*