–¿Puedo hacer algo por ti?
–Déjame que te abrace un poco más.
Al escucharlo, el corazón se le subió a la garganta. Se
quedó tumbado entre sus brazos, sintiendo el cálido aliento de él sobre la
garganta.
Kangin enterró el rostro en su pelo y aspiró el ligero aroma
que desprendía. Jamás se había sentido tan débil como en esos momentos; no
obstante, había algo en la presencia de Leeteuk que le daba fuerzas.
Has encontrado tu vía de escape.
Las palabras de Kyuhyun no dejaban de dar vueltas en su
cabeza. Cuando un Dark Hunter encontraba el modo de deshacerse de sus poderes,
podía volver a reclamar su alma. Era una opción que nunca antes había
considerado. Algo que jamás se había atrevido a soñar.
Podía volver a ser humano. De modo definitivo.
¿Pero para qué? Era lo que era. Un guerrero inmortal. Amaba
su estilo de vida. Amaba la libertad y el poder que le otorgaba.
Pero aun así, allí tumbado con Leeteuk entre sus brazos,
piel contra piel, comenzó a recordar otras cosas olvidadas hacía siglos. Cosas
que había enterrado en lo más profundo del corazón.
Cerró los ojos y rememoró la imagen de Leeteuk con Myungsoo
en los brazos. Sería un appa estupendo. Y, mientras se dejaba vencer por el
sueño, una parte de él supo que también sería un esposo maravilloso.
Leeteuk se despertó al sentir que alguien le acariciaba,
dejando un rastro abrasador alrededor de su pecho. Abrió los ojos y bajó la
mirada para descubrir la mano de Kangin tocándole con ternura mientras uno de
sus muslos descansaba enterrado entre sus piernas. El corazón comenzó a latirle
con rapidez al ver que la mano descendía hasta su estómago al tiempo que le
mordisqueaba el cuello con los afilados colmillos.
–¿Vas a morderme? –le preguntó.
La risa de Kangin reverberó por su garganta.
–No, amor. Voy a devorarte.
Girando hasta quedar de espaldas sobre el colchón, lo miró a
los ojos. Alzó la mano y le acarició la mejilla derecha con un dedo.
–¿Por qué han cambiado de color?
–Al perder mis poderes de Dark Hunter, mis ojos volvieron a
ser humanos.
Lo miró con el ceño fruncido e intentó recordar el color de
sus ojos durante el sueño.
–¿Éste era su color antes de que perdieras el alma?
Él asintió y bajó la cabeza para darle un lametón en el
hueco de la garganta.
–Se supone que no deberías estar haciendo esto –lo
reprendió, pasándole la mano por la espalda–. Kyuhyun dijo que tenías que
descansar.
–Estoy descansando.
Leeteuk contuvo el aliento, sobresaltado al sentir que
Kangin llevaba sus dedos a su tierna entrada, largos y
fuertes.
–No estás descansando. Estás jugando.
Lo buscó con la mirada.
–Quiero jugar contigo.
–¿Y si te debilitas más?
–No veo cómo.
–Pero, ¿y si…?
Le hizo callar con un beso tórrido y abrasador y, al
instante, los pensamientos de Leeteuk perdieron toda cordura.
Kangin le mordisqueó los labios y tironeó de ellos con
suavidad mientras sus ojos buceaban en el cuerpo de Leeteuk, tratando de llegar
a su corazón.
–Ya no puedo sentir lo que hay en tu interior, Leeteuk. Dime
que no me deseas y te dejaré ir.
–Te deseo Kangin. Ni te imaginas cuánto.
Él le sonrió y se hundió en él, que gimió al sentir cómo lo
llenaba por completo.
Para Kangin, todo comenzó a dar vueltas, allí, inmerso en la
calidez del cuerpo de Leeteuk. ¿Cómo era posible que fuese aún mejor que horas
antes? Lo miró fijamente y le encantó ver sus ojos nublados por el deseo y las
mejillas cubiertas por el rubor. Era realmente hermoso.
Lo asaltó una oleada de posesividad; un sentimiento intenso
que había olvidado hacía siglos. No acababa de entender de dónde había salido,
pero le estaba retorciendo las entrañas. Y, en comparación, dejaba a la altura
del betún lo que una vez sintiera por Junho. No lo comprendía y, si era sincero
consigo mismo, no se atrevía a profundizar en las razones. Saber con exactitud
cuáles eran sus sentimientos sólo le haría más daño.
Leeteuk entrelazó las piernas con las de Kangin mientras
saboreaba cada una de sus profundas y delirantes embestidas. Ni en sus sueños
más atrevidos se había imaginado que hacer el amor pudiese ser algo así. Jamás
había soñado con experimentar un placer tan intenso.
Gritó cuando alcanzó el orgasmo.
Kangin cubrió sus labios con los suyos y con tres poderosos
envites se unió a él. Lo miró, con la respiración agitada.
–Creo que soy un adicto a tu cuerpo.
Leeteuk sonrió y el corazón de Kangin dio un respingo.
–¡Oye, Kangin!
Sin apenas tiempo para alzar las sábanas y cubrirse, la puerta
de la habitación se abrió de par en par y un hombre alto y apuesto, de no más
de veinticinco años, entró en la estancia. Leeteuk se quedó helado al
encontrarse con la atónita mirada de Minho.
–Joder, ¿no me digas que te he pillado en la cama?
–Minho –rugió Kangin–. Sal de aquí.
–Vale, pero las noticias que tengo sobre Changsu te van a
encantar. ¿Por qué no te pones algo de ropa y te reúnes conmigo en el despacho
dentro de unos minutos? –Con actitud desvergonzada, los miró de arriba abajo
sin ocultar lo divertida que le resultaba la escena, y salió rápidamente de la
habitación.
–Recuérdame luego que es urgente que lo mate.
Leeteuk se rió hasta que se encontró con sus ojos.
–Pareces muy distinto con los ojos cafe –susurró mientras le
colocaba la mano sobre la mejilla, áspera por la barba.
Como respuesta, Kangin volvió a capturar sus labios para
entregarse a otro tórrido beso. Su lengua la atormentaba con burlonas caricias,
pero de forma tan posesiva que lo dejaba débil y casi sin aliento.
–¿Qué es lo que tienes que me resulta imposible resistirme a
ti?
–¿Mi encantadora personalidad? –bromeó él.
Leeteuk se acurrucó en la cama y escuchó cómo caía el agua
de la ducha. No dejaba de recordar lo bien que se había sentido entre los
brazos de Kangin. Como si le perteneciera por completo… aunque sabía que eso
jamás podría suceder.
Kangin era un Dark Hunter y él era un simple contable. Jamás
habían nacido dos personas más dispares. Pero su corazón se negaba a escuchar.
Y, en el fondo de su mente, no podía evitar pensar en lo maravilloso que sería
poder liberarlo del juramento que lo había convertido en Dark Hunter.
Kangin atravesó el pasillo, abrió la puerta de su despacho y
se encontró a Minho sentado tras el antiguo escritorio de caoba, mientras sus dedos
volaban sobre el teclado del ordenador.
Era una imagen cotidiana.
Minho era un dios en Internet, lo que en terminología hacker
significaba que podía entrar en cualquier sitio, sin importar lo seguro que
fuese el servidor. Gracias a sus habilidades, junto a otros escuderos habían
sido encargados del diseño y mantenimiento la web de los Dark Hunter, lugar utilazdo
por los ellos y por los Escuderos para guardar todos sus archivos y comunicarse
unos con otros.
–Dime, ¿por qué has entrado a mi habitación sin permiso?
Minho lo miró de soslayo con una sonrisa maliciosa.
–Hombre, te habías quedado dormido. Era tarde.
–¡Vamos, Minho!
Con un bufido, Minho volvió a prestar atención al ordenador,
ya que acababa de recibir un mensaje.
–Eres el único hombre que conozco que puede tener un humor
tan desagradable diez minutos después de haber echado un polvo con un joven tan
estupendo. Joder, ¿no sabes que el sexo sirve para que te sientas mejor?
Kangin puso los ojos en blanco ante los comentarios de su
insolente Escudero; las normas e instrucciones le resbalaban y jamás había
logrado intimidarlo. Ni siquiera la noche que le confesó qué tipo de criatura
era en realidad.
–Minho… –lo increpó a modo de advertencia. El Escudero abrió
el correo.
–Vale, vale. Aquí está el mensaje de los Oráculos:
«De apolita y Daimon nacido será el que os mantenga en vilo.
Sangre de dioses corre por sus venas y la ira es su mejor compañera. Si queréis
a este ser controlar, un Dark Hunter con alma debéis encontrar.»
Kangin frunció el ceño al escuchar el acertijo; la típica
basura de los Oráculos. Por los dioses, cómo los odiaba. ¿Es que no podían, por
una sola vez, decir lo que tuvieran que decir hablando en cristiano? Claro que
no. No quisiera Zeus que los Oráculos los ayudaran de verdad a proteger a los
humanos…
–¿Qué mierda significa eso? –le preguntó a Minho. Su Escudero
giró el sillón para quedar de frente.
–Según Shindong, lo que quiere decir es que sólo un Dark
Hunter con alma puede acabar con Changsu. Por eso ninguno de ustedes ha
logrado matarlo antes. Es una simple profecía, ya sabes cómo funciona esto.
–No existe ningún Dark Hunter con alma. Al menos, no con el
alma en el cuerpo.
–Entonces, de acuerdo con los Oráculos y con Shindong, Changsu
es invencible.
Kangin dejó escapar un profundo suspiro.
–Eso no es lo que quería oír esta mañana.
–Sí; lo único que tengo que decir es que me alegro de no
estar en tu pellejo. –Minho frunció el ceño–. Tienes los ojos cafe. ¿Qué te ha
pasado?
–Nada.
Minho ladeó la cabeza y lo miró con suspicacia.
–Algo sucede –dijo antes de coger el móvil–. ¿Tengo que
llamar otra vez a Shindong?
Kangin le quitó el teléfono de las manos y lo miró con una
furia asesina.
–No metas a Shindong en esto. Puedo arreglármelas solo.
–Más te vale. Eres un coñazo, pero no me gustaría nada tener
que empezar a trabajar para otro Dark Hunter.
Kangin soltó un bufido.
–¿Y eso qué significa? ¿Es una declaración de amor?
–No, de lealtad. No quiero verte caer.
–No te preocupes –le dijo a Minho para tranquilizarlo–, no
voy a acabar dándole los buenos días al sol. Sé cómo arreglármelas.
–¿Qué te apuestas a que ésas fueron las mismas palabras de
muchos Dark Hunter muertos?
Kangin dejó escapar un gruñido.
–¿No tienes clase hoy?
Minho soltó una carcajada.
–No necesito ir a clase. Hoy hay que hacer la matrícula.
Tengo que pensar las asignaturas que voy a coger el próximo semestre.
–Genial, pero necesito que hagas unas cuantas cosas.
–¿Y qué tiene eso de nuevo?
Sarcasmo, tu nombre es Choi Minho.
–Quiero que lleves de compras a Leeteuk; necesita ropa. Los
Daimons quemaron su casa y no tiene nada, excepto lo puesto.
Minho alzó una ceja.
–En ese caso, sus pertenencias son escasas porque me ha
parecido que puesto, puesto… llevaba más bien poco.
Kangin miró a su Escudero con los ojos entrecerrados.
–No te pongas histérico –dijo Minho, alzando las manos en
señal de fingida rendición–. Ya sé que es tuyo y jamás se me ocurría invadir tu
terreno, pero hombre, tampoco soy ciego.
–Un día de éstos… te convertiré en aperitivos para caimanes…
–Ya, ya. La amenaza tendría más peso si no supiera lo mucho
que te gusta darme órdenes. Si no pudieses mangonearme a cualquier hora de la
noche, te volverías loco.
No podía negarlo. Las noches se hacían especialmente
tediosas y largas cuando no había Daimons que perseguir, y fastidiar a Minho a
las tres de la mañana hacía que fuesen algo más entretenidas.
El Escudero sacó su Palm y comenzó a tomar notas.
–Vale. Misión secreta: llevar al chico de compras. –Cuando
acabó de escribir alzó la cabeza y miró a Kangin–. Por cierto, quiero un plus
de peligrosidad este mes. Odio los centros comerciales.
Kangin se rió.
–No hay más que mirarte para darse cuenta.
Minho fingió que el comentario le había dolido y lo miró
simuladamente ofendido.
–Perdóneme, señor Armani. Es que me gusta la moda grunge.
–Lo siento, siempre se me olvida que ahora está de moda
vestirse como si acabases de salir de debajo de un contenedor de basura.
Minho continuó haciéndose el ofendido y le contestó con un
fingido tartamudeo.
–¿Por qué no te vuelves a la cama de una puñetera vez y utilizas
todo ese encanto con tu pareja? Porque si sigues fastidiándome voy a acabar
clavándote una estaca… –y en voz muy baja añadió–… mientras duermes.
Kangin cruzó los brazos delante del pecho.
–Vale, te daré una paga extra, pero no te pases con Leeteuk.
Los comentarios sarcásticos los reduces al mínimo.
–Sí, ¡oh gran Amo y Señor! –dijo al tiempo que añadía otra
nota–: Ser agradable con el chico; mantener la boca cerrada. –Y volvió a
mirarlo–. Por cierto, ¿algún límite de dinero para las compras?
–No. Todo lo que él quiera gastar.
–Muy bien, ¿algo más?
–Tráelo de vuelta antes de que oscurezca o voy a usar tu
pellejo cajun para dar de comer a los caimanes de Kyuhyun.
El miedo chispeó en los ojos de Minho. El muchacho odiaba a
los caimanes, aunque Kangin no sabía por qué.
–Vale, eso sí me ha asustado.
–También quiero que vayas a casa de Kyuhyun y recojas un
srad. Changsu no se imagina la sorpresa que vamos a darle.
Minho tembló ante la mención de las dagas circulares de Kyuhyun.
Eran armas muy antiguas y, a su lado, un Ginsu parecía un simple cuchillo para
untar mantequilla.
–¿Sabes cómo usar esas cosas?
–Sí –le contestó Kangin, respirando hondo–. Necesito dormir.
Minho, lo más importante es que cuides de Leeteuk.
Minho apagó la Palm y la colocó en la funda del
cinturón.
–Te gusta, ¿verdad?
Kangin no contestó; no se atrevía. Ninguno de los dos necesitaba
saber la respuesta. Dándole la espalda a su Escudero, salió del despacho y se
dirigió al dormitorio.
Tras darse una ducha rápida, Leeteuk regresó en silencio a
la habitación para vestirse, mientras Kangin dormía en la enorme cama. El lugar estaba completamente a oscuras, la única luz provenía del baño.
Resultaba imposible saber si era de día o de noche, aunque Kangin siempre
parecía saber el momento exacto en que salía el sol.
Se acercó a la cama para observarlo; la sábana le tapaba hasta
la cintura, ocultando su desnudez. Ufffff, ese hombre tenía un cuerpo… Podría
pasarse todo el día mirándolo, sin cansarse de observar esa piel bronceada y
exquisita que ansiaba explorar con los labios y las manos. ¿Qué había en él que
le resultaba tan adictivo?
Salió de puntillas de la habitación y bajó las escaleras,
camino de la cocina. Sora estaba friendo beicon y Minho ojeaba unos folletos
informativos de la universidad, sentado en un taburete.
–Oye, Sora –increpó a la mujer sin levantar la vista del
folleto–, si cojo español para el próximo semestre, ¿me ayudarás a estudiar?
–Sí, e imagino que Kangin también te echará una mano.
–Genial –dijo con ironía–. Entre eso y la Historia de la
Antigua Grecia me lo voy a pasar de puta madre.
–¡Minho! –lo reprendió Sora–. Ese lenguaje no es propio de
un caballero.
–Lo siento.
La mujer puso un plato con beicon, huevos y tostadas delante
de Minho y, al darse la vuelta, vio a Leeteuk de pie en la puerta.
–Aquí está, joven. ¿Tiene hambre?
–Un poco.
–Venga –le dijo, señalándole el taburete vacío junto a Minho–.
Siéntese y le prepararé el desayuno.
–Gracias, Sora.
La mujer le contestó con una sonrisa.
Leeteuk se sentó junto al Escudero, que se limpió la mano en
los pantalones y se la ofreció.
–Choi Minho –se presentó, con una sonrisa encantadora y
llena de hoyuelos–. Más conocido como Minho-mueve-el-culo-necesito-que-hagas… y
ahí es donde la cosa varía.
Leeteuk soltó una carcajada.
–Es un poco mandón, ¿verdad?
–No lo sabes muy bien. –Minho cogió el móvil, que llevaba en
una funda sujeta al cinturón, y se lo ofreció–. Y hablando de él, me ha dicho
que tienes que llamar al trabajo.
–Gracias.
Mientras Sora le preparaba el desayuno, Leeteuk llamó a su
jefe y le explicó lo ocurrido. Afortunadamente, el director se mostró muy
comprensivo y le dio dos semanas libres para que se hiciera cargo de la
situación.
Tan pronto como colgó, comenzó a sentirse mal por la pérdida
de su hogar.
–No puedo creer que incendiaran mi casa.
–¿Su casa? –preguntó Sora–. ¿Quién ha hecho eso?
–Las autoridades lo están investigando –contestó Kangin
desde el salón.
Leeteuk se giró y lo vio de pie en la puerta. Estaba muy
pálido y parecía incómodo. Sora le sonrió.
–Mijo, estás en casa. Minho me dijo que ibas a salir.
–No me encuentro muy bien. –Aunque la expresión de su rostro
era amable, miró a Sora con los ojos entrecerrados–. Esta mañana llegaste a tu
hora, ¿no es cierto?
Sora hizo caso omiso de su pregunta.
–Ven y siéntate. Te prepararé algo de comer.
Kangin observó la luz que entraba a través de las ventanas
abiertas con una mirada cautelosa y retrocedió, internándose en la oscuridad
del salón.
–Gracias, Sora, pero no tengo hambre. Minho, necesito hablar
contigo. Sólo será un minuto.
El muchacho miró a Leeteuk con una sonrisa satisfecha.
–Por lo menos no me ha dicho que mueva el culo.
–Minho –lo llamó Kangin–. Mueve el culo, chico.
Mientras Minho salía de la cocina para hablar con Kangin, Sora
colocó un plato delante de Leeteuk.
–Pobrecito, ¿qué vas a hacer sin tu casa?
–No lo sé. Supongo que tendré que llamar a la compañía
aseguradora; encontrar un lugar donde vivir… –su voz se desvaneció al pensar en
todas las cosas que tenía que hacer.
Tendría que reemplazar toda su vida. Abrumado, perdió el
apetito. ¿Qué iba a hacer?
Kangin es el de la profecía *^* Y estoy de acuerdo con ellos, los oráculos sólo complican las cosas jdjfjdj grata solteras me lleve al ver que actualizabas xD Quiero saber más *^*
ResponderEliminarjajajajajajja la forma en que se presenta Minho es genial!!!! XD jajajajajajajjaa
ResponderEliminarahh me encanta esta historia!!! -diganme que si tuvieron sexo siendo el mapache humano, Tukie puede quedar embarazado- ahhh!!!! eso seria una locura y le daria a Kang una razon para querer recuperar su alma -bueno ya estoy divagando- pero enserio! quiero bebe!!! ♥ ahhh!!!! amo esta historia!!! mucho mucho!
Me siento super inteligente, entendí el mensaje del oráculo xD
ResponderEliminarYa era hora que Kangin se diera cuenta que sus sentimientos por LeeTeuk son más profundos que los que sintió por el desgraciado de Yunho. Tanto a LeeTeuk como a Kangin solo les falta aceptar que en realidad están enamorados él uno del otro ^^
Minho me hizo morir de risa con todo su enredo, está muy loco pero es divertido.
Gracias por el cap ^^
Eish.....vamos,que es evidente que kangin es quien puede y debe matar a changsu...por que se hace el tonto
ResponderEliminarA menos ya los dos han aceptado el gusto y quizás pequeño amor que ha crecido dentro de ellos por el otro.
A ver si no dejan de hacer algunas cosas por miedo