Deseo Prohibido- Capítulo 7




La fatiga tiraba de Wook, oprimiéndole. Explicarlo era demasiado trabajo. Además, no le creería. La gente nunca le creía. Era más fácil no decir nada y dejar que pensaran que estaba chiflado.

—Tal vez lo hice. Había demasiado dolor para que pudiera haber sido real.

—¿Dolor? —La palabra pareció estrangularle—. ¿Estás herido? —Sus ojos brillaban con preocupación mientras le recorrían todo el cuerpo, revisando en busca de lesiones.

—Yo no. Tú.

Yesung dejó escapar un suspiro de alivio y lo atrajo hacia sí, abrazándolo contra su pecho desnudo. La palma de su mano le acunó la cabeza, manteniéndola cerca de su corazón. Podía sentir las ramas de su marca de vida luchando por alcanzarle, pero permanecieron congeladas en su lugar debajo de la mejilla.

Wook se acurrucó más cerca, arrastrándose hasta su regazo, agarrándose a él en caso de que le sacudiera de nuevo y tratara de alejarlo. Su olor le calmó los nervios.

—Estás volviéndome loco —dijo Yesung en voz baja.

—Eso no es tan malo. Incluso podría gustarte.

—No bromees. No es momento para bromas.


Wook se alejó lo suficiente como para levantar la mirada hacia él. Su expresión era tirante. Cerrada. Le acarició el lado de su rostro, disfrutando de la sensación de su barba incipiente bajo los dedos.

—Eres demasiado serio. La vida es corta. Deberías disfrutarla.

—Disfrutar de las cosas a mi manera sería una muy mala idea para ti —Estaba clavándole la mirada en su boca ahora, haciendo que Wook se pusiera tan nervioso que sintió la compulsión de lamerse los labios.

Sus ojos siguieron el movimiento. Su cuerpo se tensó con fuerza, y tan cerca como estaba de él, pudo sentir la fuerza de ese movimiento como una sacudida. Contra la cadera, sintió el pene endurecerse.

—Te gusto —dijo Wook, oyéndose un brillo de temor a través de la voz.

—Nada de eso, niñito.

El comentario de niñito lo picó, aunque tal vez había sido una forma infantil de decirlo. No estaba acostumbrado a hablar sobre sexo, así que lo intentó de nuevo.

—Me deseas.

—Deseo que te bajes de mi regazo —Trató de apartarlo, pero Wook se mantuvo, aferrándose a su cuello. Le gustaba sentir la prueba de que le deseaba, y Wook no lo había sentido el tiempo suficiente para creerlo todavía. Lo que realmente quería hacer era tocar su erección con los dedos, pero no creía que estuviera preparado para eso todavía. Mejor un poco más adelante.

—¿Por qué no lo admites? —preguntó—. Los dos somos adultos. Tenemos permitido desearnos el uno al otro, ¿verdad?

Sus labios se aplanaron.

—Es hora de llevarte de vuelta a casa.

—Me quedo aquí hasta que esté listo para irme. Tenemos cosas importantes que discutir.

—Y un cuerno.

—¿Por qué? ¿Tienes miedo de que invada tu cerebro y te convierta en mi esclavo zombi?

—Difícilmente.

Yesung se levantó y lo colocó lejos de él, para después escapar a través de la sala. Mantuvo la sábana recogida alrededor de sus caderas con una mano mientras con la otra se frotaba la cara. Durante todo el tiempo, se negó a mirarle.

—Creo que me equivoqué sobre el hecho de que te guste. Es posible que me desees, pero no te gusta desearme. Acéptalo. Aunque no es como si fuera a atacarte. Dame una buena razón por la que no pueda quedarme. Sigues diciendo que vas a hacerme daño, pero nunca ni siquiera te acercas, a pesar de todas tus fanfarronadas y esa sucia boca tuya —Wook estaba sentado en el suelo, mirándole, esperando una respuesta.

—Sigue empujando y te enterarás de la manera difícil.

—Por favor —se burló—. He estado dentro de monstruos más espeluznantes que tú en tu mejor día.

—Lo dudo.

Se levantó del suelo y se acercó a donde Yesung estaba parado. Tal vez enfrentársele no era la cosa más inteligente que podía hacer, pero estaba cansado de su huida.

Le empujó hasta que él tropezó de espaldas al sofá, y se recostó hasta que estuvo al mismo nivel de sus ojos.

—Estoy seguro que lo haces. Estoy seguro que crees que eres grande, rudo y perverso y que el mundo se colapsará al final si tienes que estar pegado a mí más de un minuto.

—No el mundo, Wook. Tú mundo.

—¿Por qué? ¿Qué crees que vas a hacerme que es tan malo?

Yesung no respondió, y su silencio le molestó. El auto-control no había sido su punto fuerte, y en este momento, no estaba en ninguna parte para ser encontrado.

Wook se agachó, le agarró por su Luceria, y le dio una sacudida.

—¡Respóndeme! ¿Qué crees que vas a hacer que sea tan horrible?

Yesung le envolvió los dedos alrededor de la muñeca. Bajo su agarre, la piel zumbó, pero Wook estaba demasiado ocupado tambaleándose por la ferocidad que él mostraba para prestar mucha atención. Desnudó los dientes y le dijo:

—Voy a follarte.

La conmoción lo sacudió por un momento, y buscó en la mente confundida para darle sentido a sus palabras.

Esa no era la forma en que Wook lo hubiera expresado, aunque encontró que su rudo lenguaje no le asqueaba. De hecho, ese lento, hirviente calor en el interior que se había iniciado cuando le había acariciado en su sueño estaba burbujeando repentinamente otra vez, haciéndole sentir caliente y con una sensación de hormigueo.

Había pensado en hacerle el amor, y esa idea le emocionó hasta los dedos de los pies.

—De acuerdo —dijo Wook, sonando jadeante.

Yesung parpadeó.

—¿De acuerdo? ¿Digo que voy a violarte y eso es todo lo que tienes que decir?

—No sería una violación.

—Y una mierda.

Wook nunca había seducido a alguien antes, pero tenía algunas ideas sobre lo que podría funcionar.
Soltó su Luceria, deslizó las manos sobre sus hombros, y se sentó a horcajadas sobre su regazo. 
Yesung le miró los muslos y luego cerró los ojos con fuerza.

Agarró los cojines del sofá a ambos lados de él, prensando la tela como si fuera lo único que evitara que se pusiera en órbita.

—Pensé en estar contigo —admitió Wook—. No al principio, cuando estaba enfermo, sino últimamente, me gustaba oír a Siwon y Heechul enredarse, o ver a otra pareja mirándose de cierta manera. Siempre me hizo pensar en ti.

—Sólo dices eso para que no te lleve a casa, aunque sólo Dios sabe por qué quieres estar cerca de mí.

—Estoy diciendo esto para que te sobrepongas y te des cuenta que tengo opiniones por mí mismo. No soy esa frágil concha que dejaste atrás el año pasado.

—Esto no es divertido, Wook.

—No, no lo es. Es triste, porque has tenido miedo de algo que no era un problema.

—Los cojones no es un problema. No tienes ni idea de qué estás hablando. Apuesto a que todavía eres virgen.

—Sí. ¿Y qué?

Yesung se levantó tambaleándose del sofá, lo sentó en el suelo, y se alejó tan rápido que Wook perdió su agarre sobre él. Su andar era torpe, y mantuvo la sábana tan fuertemente sujeta en el puño que los nudillos se volvieron blancos.

Con los ojos muy abiertos y la mandíbula apretada, le dijo:

—Tienes que irte.

—Pensé que justo acabábamos de decidir que no era necesario. Ya no tienes que tener miedo de lastimarme. Quiero tener sexo contigo.

Todo su cuerpo se apretó con fuerza como si Wook lo hubiera golpeado, y se dio la vuelta, dándole la espalda.

—Vete. Antes de que sea demasiado tarde.

En lugar de eso, Wook se acercó y envolvió los brazos alrededor de él, presionando el pecho contra la espalda ancha. Bajo la mejilla, todo el cuerpo le vibraba con tensión.

—Quiero quedarme.

—No tomo a vírgenes.

—Si eso es realmente un gran problema para ti, entonces iré a buscar a uno de los chicos de abajo, me encargaré del problema, y volveré en diez minutos. Tengo entendido según los chismes que no llevará más tiempo acabarlo.

Se dio la vuelta, pero Wook no le soltó. Se giró dentro del abrazo hasta que pudo sentir su erección presionando contra el vientre. Ese cosquilleo comenzó a expandirse en algo más. Algo anhelante y difícil de ignorar.

—Hazlo y Shindong tendrá que ejecutarme por asesinar a un pardillo.

Yesung no mentía. Podía ver la furia en su cara, sentirla brillando en su cuerpo. Recordó la masa negra de su alma, la vio reflejada en la ferocidad de sus ojos, y supo que tenía que hacer algo para solucionarlo.

Por desgracia, no tenía ni idea de lo que ese algo podría ser.

—Así que ¿estás diciendo que no me deseas, pero que no puedo estar con nadie más? ¿Debo quedarme virgen para siempre?

—A mí me funciona.

—¿De verdad eres tan egoísta?

—No estaré vivo mucho más tiempo. Sólo espera hasta que muera. Eso es todo lo que pido.

—No. No te haré ninguna promesa estúpida. Ya he perdido bastante de mi vida encerrado en un hospital. No voy a dejar que tú ni ningún otro elijan el camino de mi vida.

—Lo que te haría no sería algo que recordarías con cariño.

—¿Cómo lo sabes? ¿Qué pasa si eres el único que me puede tocar?

Sus ojos se apretaron al cerrarse como si necesitara bloquear la visión de Wook.

—Por favor. No dejes que te lastime. No quiero hacerte daño.

—No lo harás. Este sentimiento que tenemos el uno por el otro prueba que tengo razón. Tú y yo nos pertenecemos. Estás buscando algún tipo de sentimiento cuando nos tocamos. Diría que esto cuenta.

—Entonces, ¿por qué mi Luceria no se desprendió cuando tiraste de ella?

—No lo sé, pero tengo una idea.

Yesung gimió y le clavó los ojos en la boca.

—Por favor, Wook. Me estás matando.

Le empujó hasta el sofá, y como un tonto Yesung lo dejó.

—Tal vez si me besas, se soltará.

—Esa no es la forma en que funciona.

—Tal vez deberías besarme de todos modos.



Si Yesung lo besaba, sabía cómo terminaría. Lo tomaría aquí mismo en el suelo de la sala de estar. A pesar de sus protestas inocentes en contra, eso no era lo que Wook quería.

Se merecía ser apreciado y tratado con cuidado. Amado. Eso no podría dárselo. No quedaba suficiente del hombre que solía ser para darle nada que incluso se acercara al amor. Lo mejor que podría esperar era follarlo lo suficientemente rápido para que no sufriera mucho.

Wook le miró a los ojos, dando a entender que quería decir lo que dijo. Él tenía mejor criterio, aunque no podía culparle por su ignorancia.

Era virgen, y se retorcía en el regazo como si ni siquiera supiera lo que vendría después.

Infierno Santo. Iba a estallarle la sesera si no dejaba de moverse. Simplemente explotaría en una maraña sangrienta y tendrían que rascar lo que quedara de él en el techo durante una semana.

Tenía que salir de aquí. Poner algo de distancia entre ellos. Ir a matar mierda. Algo.

“Finge que tienes honor”.

Nunca había sido tan duro seguir las enseñanzas de Hyukjae de lo que era ahora, con Wook tan cerca dispuesto y ansioso para que él lo besara.

Un hombre honrado habría sabido que sus besos le pertenecían a otro y lo respetaría. Así que eso era lo que iba a hacer. Se apartaría, saldría por la puerta y se largaría. Sólo que esta vez, no regresaría. Si lo hiciera, sabía lo que haría. Sabía que Wook sería el único que lo pagaría.

Se le había agotado el tiempo. Había tenido una buena carrera. Asesinado a un montón de Snarlies. 
Incluso había conseguido matar a suficientes Sgath como para que Wook ya no estuviera tan jodido de la cabeza. Claro, Wook quería follarle, lo que significaba que todavía estaba loco, y tenía tendencia a salir de su cuerpo, pero al menos ya no se pasaría todo el tiempo asustado.

Lo había hecho por él. Podría morir sabiendo que había logrado por lo menos eso.

También moriría sin saber cómo sería besarlo, besarlo de verdad. Moriría sin oír nunca sus gritos de liberación, o sentir su calor resbaladizo rodeándole. Aunque también moriría sin hacerle gritar nunca por el dolor que le causaría. Eso era digno de sufrir esa erección continua que estaba luciendo.

Yesung ignoró el dolor palpitante en el cuerpo y se deslizó de debajo de Wook, dejándolo a un lado en el sofá.

La mirada de dolor que brillaba en sus ojos le hizo un nudo en el estómago, pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Esperaba que un día, cuando finalmente encontrara a su Suju, recordara esto y le diera las gracias por alejarse.

Yesung agarró la ropa que había arrojado al suelo y salió, cerrando la puerta detrás de él. Unos segundos más tarde, se había vestido en el vestíbulo y se dirigió a por Kevin. Le daría a la sanguijuela la sangre que Wook necesitaba para su búsqueda así no se vería obligado a pedir ayuda, entonces se iría tras su voto de muerte, un voto que los Suju estaban obligados por honor a llevar a cabo. 
Cualquier infierno que pudiera ser.

La única cosa que realmente quería no la podría tener.

Ya era hora de superarlo. Una vez que estuviera muerto, no echaría de menos ni una jodida cosa.
Se sentía desnudo y desequilibrado sin la espada. Había estado atada alrededor de las caderas durante siglos, lista y dispuesta a derramar sangre Sasaeng. Sin ella, apenas se sentía como un Suju en absoluto.

Yesung llamó a la puerta de Kevin tres veces antes de que la sanguijuela, finalmente respondiera. Se empujó por el camino a la suite del Zea, tendió el brazo, y le dijo:

—Toma lo que necesites para ayudar a Wook.

Los ojos de Kevin llamearon con el hambre, pero no se movió.

—Esto se está convirtiendo en un hábito contigo, sangrando por él.

—¿Te quejas? Puedo encontrar a alguien que me desangre.

—No. En absoluto. Sólo es una observación. —Señaló el sofá—. Siéntate.

Yesung se sentó y se quedó con la mirada fija en el espacio. No quería ver lo que la sanguijuela le haría. La idea de un tipo succionándole en la muñeca era casi más de lo que podía aguantar. No lo habría hecho por nadie más que por Wook.

Wook.

Lo pudo haber tenido. Wook lo quería. O por lo menos Wook pensaba que lo hacía.

Tal vez lo hacía. Tal vez era una de esos polluelos que se veían atraídos por su lado más oscuro. No sería la primera vez que lo había visto. Ahora que estaba lejos de él, tenía más control de sí mismo. Tal vez si volvía, podría encontrar una manera de ser amable. Dulce.

¿Y luego qué? ¿Lo follaría para después matarse? Wook ya estaba loco. No estaba seguro de cómo ese tipo de cosas le afectaría. Por todo lo que sabía, Wook se culparía, pensaría que era tan horrible que tenía que suicidarse para arreglarlo.

Mejor dejar las cosas como estaban. Había encontrado la fuerza para alejarse. No sabía si podría hacerlo una segunda vez.

Alejarse era su último regalo para él y estaba decidido a cumplirlo.



Kevin envió a Yesung a dormir con un único y poderoso pensamiento mientras se alimentaba de la vena del Suju. Yesung se quedó dormido fácilmente, sin siquiera molestarse en pelear con él, como 
Kevin había esperado.

Algo aquí definitivamente no era correcto.

A una parte de Kevin no le importaba. El poder le recorría el cuerpo, haciéndole sentir fuerte y sólido. Sabía que esta ráfaga intoxicante no duraría, que tenía que compartir este poder con otros de su clase, pero eso no significaba que no pudiera disfrutarlo ahora, durante el breve tiempo que durara.

La sangre de Yesung era casi tan poderosa como la de Junjin, uno de los príncipes de pura sangre de Athanasia ‑un mundo distante que era la fuente de la magia de los Centinelas. Junjin había venido aquí el verano pasado para ver a sus hijos. Kevin había estado débil entonces, demasiado débil para seguir adelante. Estaba dispuesto a buscar el descanso en las cámaras subterráneas del SM cuando Junjin se había ofrecido a alimentarle.

Por esos pocos y breves momentos, Kevin había entendido lo que su vida habría sido si su clase no hubiera sido desterrada, maldecida y separada completamente de la fuente de su poder. Si su abuelo el Trot no hubiera sido un ávido y megalómano bastardo, ninguno de los congéneres de Kevin estaría muriéndose de hambre ni débil. Tendrían sangre de sobra para asegurar su supervivencia, así como la de sus hijos.

Pero el Trot no tenía compasión. No era clemente. Había decretado que la puerta entre sus mundos se cerrara, y ahora, milenios más tarde, todos los Zea sufrían por un error que cometieron sus padres antes de que incluso nacieran.

No tenía sentido darle vueltas a lo que no podía ser alterado. Lo mejor que podía esperar ahora era ayudar a su pueblo a sobrevivir lo suficiente para ver el Proyecto Mazeltov terminado. Una vez que el más fuerte de los linajes humanos fuera restaurado, habría suficiente poder para alimentar a los Zea. Nunca serían las poderosas criaturas para las que habían sido predestinadas, pero por lo menos viviría sin hambre constante.

Al menos entonces habría suficiente comida circulando para que algunos de ellos tuvieran sus propios hijos.

Después de tantos siglos de experimentar casi todo lo que la vida tenía que ofrecer, lo único que Kevin realmente quería era un hijo propio. Hasta que pudiera estar seguro de que el niño no sufriría de inanición, había prometido no traer una vida a este mundo.

Era mejor centrarse en las cosas inmediatas que le rodeaban y dejar sus sueños para el momento en que necesitara que algo le distrajera del hambre.

Por cuestión de hábito, Kevin utilizó una pequeña cantidad del poder que fluía en él para leer la mente de Yesung. Lo que encontró lo dejó profundamente preocupado.

Yesung iba a suicidarse. Esta noche.

Kevin no podía dejar que eso sucediera. La sangre de Yesung era demasiado rica, su poder reciente le taconeó para impedirle desaprovecharla en la muerte. Él sabía que las hojas de la marca de vida del Suju eran falsas –tatuadas allí por alguien que Kevin no alcanzaba a ver‑ pero había algo más en él que Kevin había percibido el año pasado, cuando Yesung había compartido su sangre por primera vez para salvar la vida de Wook.

Había una energía oscura rondando sobre Yesung, cerca de su piel. No podría decir exactamente lo que era ni de dónde venía, pero supo lo que hacía. Mantener la última hoja de Yesung suspendida en su piel, sin poder caer por completo.

Si alguno de los otros Suju se enteraba de esto, matarían a Yesung.

Kevin no iba a dejar que eso sucediera, tampoco.

La única solución era salvar la vida del hombre, y la única manera de hacerlo era encontrar a su contraparte.

¿Wook, tal vez? Kevin no estaba seguro. Los dos no habían pasado mucho tiempo juntos, por lo que él podía decir, e incluso si lo hubieran hecho, la manifestación de los signos de compatibilidad podría muy bien estar ocultos, no sólo por el hecho de que su marca de vida estaba desnuda, sino también por la extraña energía que mantenía la última hoja congelada en éxtasis.

Sin experimentación, Kevin no podía estar seguro de qué pensar. Lo único que sabía con certeza era que Yesung necesitaba vivir. Si tenía que experimentar para hacer que eso sucediera, entonces lo haría, incluso si eso significaba sufrir en carne propia el horror de beber la sangre de Wook.

La sola gota que había consumido el año pasado casi le había enloquecido en el espacio de unos breves segundos.

Sólo la idea de tener la mente hecha pedazos como la otra vez fue suficiente para hacer temblar a Kevin. Si no hubiera sido por los años de control mental, todavía estaría gritando encerrado dentro de esa pesadilla que Wook soportaba. A menos, claro, que simplemente le hubiera matado.

Había advertido a todos sus hermanos que su sangre estaba contaminada y que debían evitar tomarla a menos que las circunstancias fueran terribles.

La muerte de Yesung se calificaría como terrible. Su sangre podría alimentar a la raza de Kevin durante años. Eso por sí solo valía la pena que Kevin arriesgara la vida.

Llamó a Hyungsik. Todavía era de día fuera, así que tuvo que dejar que sonara el teléfono y marcar de nuevo antes de que Hyungsik fuera capaz de despertar del agarre del sueño.

—Necesito que vuelvas a casa —le dijo a Hyungsik.

—¿Por qué? Pensé que querías que siguiera a Hyukjae para ver si podía recuperar a una de las crías de los Sasaeng.

—Ha surgido algo más importante. Enviaré a alguien para que tome tu lugar. ¿A qué distancia estás?

—Tres horas —la voz de Hyungsik era espesa por el sueño.

Kevin miró a Yesung tumbado en el sofá.

—Date prisa.

—¿Qué pasa, Kevin?

No quería decir demasiado por teléfono. No confiaba en que Zhoumi o cualquier otro Suju no escucharan la conversación. Tenían todo tipo de artilugios tecnológicos que Kevin no entendía.

—Te necesito aquí, en caso de que las cosas vayan mal. Por si necesito que mi segundo al mando lleve a cabo sus funciones.

Cuando Hyungsik volvió a hablar, todos los signos de somnolencia habían desaparecido de su voz.

—¿Qué estás planeando?

—Algo necesario.

—Salgo ahora —dijo Hyungsik.

—Todavía hay luz fuera.

Habían pasado varios años desde que la luz del sol había tocado la piel de un Zea, causado porque uno de los Vigilantes del Trot viniera a cazarlo por sangre y venganza. Todos querían mantenerlo de ese modo.

—Tendré cuidado. Espérame, ¿de acuerdo?

Kevin colgó el teléfono sin contestarle. Esperaría tanto como pudiera sin arriesgar a Yesung.
Mientras tanto, tenía un montón de usos para el poder de Yesung. Primero, modificaría la cura en la que había estado trabajando para revertir la infertilidad de los Suju así el siguiente lote de suero estaría listo para probar en Yunho.

Después, se enlodaría dentro de la gruesa cabeza de Yesung y haría todo lo posible para eliminar el plan del Suju de suicidarse. Luego iría a averiguar si el fémur que Wook le había traído podría haber pertenecido a su hermano. Esperaba que sí, porque si no, podría significar que otra pareja Suju estaba por ahí fuera en alguna parte.

Si pudiera conseguir que los Suju proliferaran de nuevo y ayudar a otras dos parejas, eso avanzaría un largo camino hacia la salvación de su pueblo del hambre. Claro que, tenía cerca de tres horas para hacer lo que fuera que iba a hacer antes de arriesgar la vida por tomar la sangre de Wook.

Realmente esperaba que Yesung se quedara dormido el tiempo suficiente para poder terminar el trabajo. Había visto la forma en que el hombre miraba a Wook, y no quería estar en el extremo receptor de la furia de Yesung.



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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...