Por la noche, Hyukjae
entró en casa de Siwon y lo encontró en mitad de una batalla.
—¡No iré!
—gritó Sulli desde la planta alta, tras lo cual se escuchó un portazo.
—Sí que irás,
jovencita. ¡No te queda otra! —Siwon bajó la voz mientras abría el
frigorífico—. Si yo no tengo otra puta alternativa, tú tampoco la tienes.
—¡No me puedes
obligar a ir! ¡No iré! —gritó Sulli, que se había asomado a la escalera de la
cocina. Después, se escuchó otro portazo.
—Espero que
esto no tenga nada que ver con mi cita de esta noche —comentó Hyukjae mientras
entraba en la cocina—. Porque si está así de cabreada, va a fastidiarme los
planes.
—Dios no quiera
que se te fastidien los planes. —Siwon frunció el ceño, se acercó a la cocina y
dejó una sartén sobre un quemador—. Está cabreada por lo de mañana. No quiere ver a
Jungwoo... a Heechul o a como diablos se llame ahora.
—Ah. —Hyukjae
se sentó en un taburete de la encimera y se metió en la boca una uva que cogió
del frutero—. Y se llama Heechul. Si lo llamas Jungwoo, se enfadará.
—A estas
alturas, me importa una mierda si se enfada o no.
Hyukjae suspiró
al tiempo que echaba un vistazo a su alrededor. Definitivamente no era una
buena noche en casa de los Choi.
Sulli entró en
la cocina, miró a su padre echando chispas por los ojos y después se acercó a Hyukjae.
—No iré a
ningún sitio mañana —dijo, poniendo los brazos en jarras—. Díselo tú, porque a
mí no me hace caso.
Hyukjae vio de
reojo que Siwon tenía los dientes apretados.
—Cariño, creo
que él te está escuchando alto y claro.
—No quiero verlo.
No quiero saber nada de él. ¡No es mi appa!
—Sulli, joder
—dijo Siwon—. Te he repetido esto mil veces. A mí tampoco me hace gracia esta
situación, pero es tu appa y quiere verte. Y tendrás que acostumbrarte.
Sulli cruzó los
brazos por delante del pecho. Se le llenaron los ojos de lágrimas.
—¡No quiero ir!
¡Lo odio! ¡No quiero saber nada de él!
Siwon se
adelantó, y Hyukjae, que se percató de la furia que brillaba en su mirada, le
hizo un gesto de advertencia. Le dijera lo que le dijese, Siwon no lograría
hacerla entrar en razón.
—Sulli, ¿sabes
una cosa? —dijo Hyukjae—. Te quiero. Hasta me caes bien, muy bien, algo muy
importante, porque el amor es un requisito en las familias, pero que alguien te
caiga bien no lo es. Lo malo es que ahora mismo te estás comportando como una
niña malcriada. —Sulli abrió la boca, pasmada—. Estás hablando de mi hermano y
no voy a consentirte que hables mal de él delante de mí. Entiendo que estés
molesto y frustrado con esta situación, como lo estamos nosotros, pero tendrás
que acostumbrarte a él. Es tu appa y merece la oportunidad de conocerte. Y por
mucho que nos mires a tu padre y a mí echando chispas por los ojos, eso no
cambiará las cosas.
Las lágrimas
empezaron a resbalar por las mejillas de Sulli, que se dio media vuelta y salió
corriendo de la cocina.
Siwon apoyó las
manos en la encimera y agachó la cabeza.
—Deja que vaya
a hablar con ella —se ofreció Hyukjae, que ya se estaba levantando del
taburete—. Yo le he gritado, así que ahora está enfadada conmigo.
—Está enfadada
con el mundo entero.
Hyukjae le dio
unas palmaditas en un hombro.
—Igual que tú,
colega. Y es una mala combinación.
Hyukjae no se
molestó en llamar a la puerta de la habitación de Sulli, se limitó a entrar sin
pedir permiso. Su sobrina estaba sentada en la cama, con los brazos cruzados
por delante del pecho y el ceño fruncido en evidente señal de enfado.
La cama se
hundió cuando Hyukjae se sentó a su lado.
—¿Cuánto tiempo
crees que estarás enfadada conmigo?
—Hasta que se
me pase.
Hyukjae le echó
un vistazo al reloj.
—Bueno, esta
noche tenemos planes. He tenido que sudar la gota gorda para conseguirte esta
cita. Estoy tirándole los tejos a este abogado tan guapo y si tú no me
acompañas para entretener a su hija, mis planes se irán al traste.
—¿Eso es lo
único que soy para ti, una niña a la que usar para ligarte a una pareja?
Hyukjae se
contuvo para no sonreír. Esa era la niña de nueve años respondona que conocía y
a la que adoraba.
—Básicamente
sí. ¿Algún problema con eso?
—Eres
incorregible.
En ese momento,
no pudo contener la carcajada.
—¿Dónde has
aprendido esa palabra?
—En el colegio.
Que sepas que lo eres. Y también eres insoportable. —Descruzó los brazos con un
suspiro—. No estoy enfadada contigo. Es que no quiero verlo mañana, nada más.
Hyukjae le pasó
un brazo por los hombros y la pegó a él.
—Lo sé, cariño.
Sé que esto es duro. Lo es para todos, sobre todo para tu padre. Tienes que
darle un respiro en este tema.
Sulli se tragó
las lágrimas y se apoyó en él.
—Me gusta que
las cosas sigan como están, tú, yo y papá. No quiero que ese joven venga para
estropearlo todo.
—No lo hará.
—Lo hará.
—Dale una
oportunidad, ¿vale?
Dale una
oportunidad, Sulli.
—No quiero.
—Pues hazlo por
mí. Es mi hermano y lo quiero. Y tú eres mi sobrina y te quiero. Si no tienes
otro motivo para hacerlo, al menos hazlo por mí.
Sulli soltó un
hondo suspiro y se apartó de él para limpiarse las lágrimas.
—Vale. Pero me
debes una. —Lo miró con los ojos entornados—. Y me debes otra por lo de esta
noche. Si esa niña acaba siendo un aburrimiento, me deberás una muy grande.
—Gracias. —La
instó a levantarse de la cama—. Ponte los zapatos. Llegaremos tarde.
Hyukjae miró a Sulli
y observó su perfil, iluminado por las luces del cuadro de mandos. En esos
momentos, necesitaba una mano firme, alguien que le dijera cómo iban a ser las
cosas. Bastantes problemas tenía ya Siwon, que no era capaz de manejar el
asunto en condiciones.
Claro que
¿quién podía culparlo?
—No vayas a
dejarme en evidencia —le dijo mientras devolvía la vista a la carretera.
—¿Por qué iba a
hacerlo? — replicó ella, pestañeando de forma exagerada.
—Ya, eres muy
capaz de hacerlo, sobre todo porque estás enfadada conmigo. No se te ocurra
contar anécdotas graciosas sobre mí ni hablar de cosas personales.
—¿Como por
ejemplo que te bebes la leche directamente del envase? ¿O que tardas tanto en
lavar los vaqueros que cuando te los quitas andan solos?
Hyukjae se
estremeció.
—Sí, ese tipo
de cosas. Y nada de hablar de mis ex parejas. Si lo haces, tendré que
contraatacar.
Sulli sonrió.
—Te gusta
—dijo.
—Sí, me gusta.
—Hyukjae hizo una mueca—. ¿Por qué insisten todos en lo mismo?
Sulli alargó un
brazo y le hizo cosquillas.
—¡Oh, es tu
pingüino!
—¿Mi qué? —le
preguntó él, alejándose de su mano—. Estate quieta.
—Tu pingüino.
Ya sabes, los pingüinos se emparejan para siempre. Son los únicos animales del
planeta que lo hacen, como los humanos. Es muy bonito. Tío Hyukjae, has
encontrado a tu pingüino.
—Yo no he dicho
que vaya a emparejarme con él para siempre. ¿De dónde has sacado esa estupidez?
—Del cole. En
el cole te enseñan muchas estupideces.
—Madre mía,
vaya boquita que tienes. Nada de soltar tacos tampoco.
—¿Por qué? Tú
lo haces a todas horas.
—Sí, y también
me emborracho y eructo. Eso no significa que tú tengas que hacerlo. —Se detuvo
delante de la casa de Donghae—. Intenta interpretar el papel de la sobrina
educada y simpática, por lo menos esta noche. Sé que te estoy pidiendo mucho.
Ella bajó del
coche y observó la casa.
—Quiero tres
álbumes nuevos para mi iPod.
Hyukjae la miró
con los ojos entornados por encima del capó del Land Rover.
—¿Qué? —dijo su
sobrina, que parecía pasmada y sorprendida—. Supongo que esto se merece por lo
menos tres. Te haré una lista. Puedes descargármelos mañana cuando yo esté
fuera haciéndote otro favor...
—El chantaje no
te funcionará conmigo.
—Sí que lo hará
—replicó ella con una sonrisa, al tiempo que subía los escalones de la casa.
Donghae abrió
la puerta descalzo, vestido con unos vaqueros ajustados y una camiseta blanca
que se ajustaba a su cuerpo. Joder, pensó, estaba buenísimo. Él no estaba
interesado en buscarse un pingüino, pero quería por lo menos una cita con el
abogado.
—Hola —lo saludó—.
Siento llegar tarde. La renacuaja es Sulli.
Sulli lo miró
con el ceño fruncido y después le tendió la mano a Donghae.
—Hola. —Donghae
le dio un apretón en la mano y enarcó las cejas como si los buenos modales de Sulli
la hubieran sorprendido. Un punto para la renacuaja—. Me alegro de volver a
verte, Sulli. Seguro que no me recuerdas, pero tu appa y tú nos visitaron varias.
Sulli la miró
con atención.
—No, no me
acuerdo. Seguro que era muy pequeña.
—Pues sí. ¿Por
qué no vamos a la cocina? —Donghae los guio por la casa—. Haru me está ayudando
esta noche a preparar la cena.
Un largo
pasillo dividía la casa en dos partes, y llevaba hasta la cocina, situada en la
parte posterior, y a una amplia estancia con ventanales orientada al patio
trasero.
Haru estaba
junto a la encimera, aliñando una ensalada. Tenía el pelo del mismo color que Donghae
y lo llevaba largo y suelto. Miró a Sulli con recelo cuando entraron.
—Sulli, Hyukjae
—dijo Donghae—, esta es mi hija, Haru.
—Hola —murmuró
la niña.
Sulli le
dirigió una mirada elocuente a Hyukjae. Tras llevarse una mano a la espalda
extendió cuatro dedos.
Ni de coña iba
a comprarle cuatro álbumes. Le dio un codazo y la rodeó para entrar en la
cocina.
—Hola, Haru. Tu
appa me ha hablado mucho de ti.
Haru miró a su
madre, que seguía en el otro extremo de la estancia, pero no replicó. Hyukjae
se percató de que las cosas estaban tensas entre appa e hija a juzgar por su
lenguaje no verbal.
—Haru —dijo Donghae—,
¿por qué no llevas a Sulli arriba y le enseñas tu habitación?
La niña se
encogió de hombros como si no le importara.
—Vale. Vamos.
Sulli miró a Hyukjae
con expresión asesina cuando él la empujó para que saliera de la estancia. Las
dos niñas desaparecieron por el pasillo.
Hyukjae miró a Donghae.
—Bueno, de
momento vamos bien.
Donghae
suspiró.
—Nos acercamos
a la adolescencia. Últimamente todo lo que hago está mal. —Se rascó la nariz
mientras miraba hacia el pasillo—. Lo siento, es que esta noche está de mal
humor. Debería haber cancelado los planes. No sé por qué dejé que me
convencieras para hacer esto, la verdad.
—¿A qué te
refieres? Solo hemos quedado para que las niñas jueguen.
La mirada
escéptica que le dirigió Donghae hizo que el deseo corriera por las venas de Hyukjae,
que carraspeó y se llevó las manos a los bolsillos delanteros de los vaqueros
para no ceder a la tentación de tocarla.
—En realidad,
me alegro de que no hayas cancelado los planes. Siwon estaba pasando un mal
rato con Sulli. Creo que a los dos les ha beneficiado que Sulli salga de casa.
Donghae
atravesó el salón y se sentó en un mullido sofá. La estancia era de techos
altos, muebles grandes y asientos cómodos.
—¿Qué les
pasaba?
Hyukjae se dejó
caer en un sillón, frente a él.
—Sulli está
irritada por lo de mañana.
Donghae asintió
con la cabeza.
—¿Y cómo está Siwon?
—Irritado por
lo de mañana.
Donghae sonrió.
¡Y menuda
sonrisa tenía!, pensó Hyukjae. Con esos labios tan carnosos y esos dientes tan
derechos y tan blancos, estaba deseando besarlo. Estaba deseando que él
claudicara y le devolviera el beso.
—Las cosas
mejorarán, Hyukjae. Debes tener fe.
Eso mismo le
había asegurado él a Heechul. Lo único que debía hacer era aplicarse el cuento.
Se inclinó hacia delante.
—¿Hasta qué
punto deben mejorar las cosas entre ellos para que aceptes salir conmigo?
—Te estás
pasando de listo.
—Joder. —Hyukjae
apoyó la espalda en los cojines—. Más calabazas. Esto se está convirtiendo en
una costumbre.
Donghae rio y
él pensó que le encantaría acostumbrarse a escuchar su risa. De repente, se
descubrió sonriendo por primera vez desde hacía semanas.
—¿Sabes que
eres el primer abogado que he conocido que no quiere joderme?
—Hyukjae, estoy
segurísimo de que hay muchos más.
—Me has dado
calabazas y me has puesto en mi sitio. Esta no es mi noche. Pececito, voy a
decirte una cosa. Puedes mejorar mi situación dándome de comer. ¿Tienes comida
en casa?
Donghae se
levantó del sofá con una sonrisa.
—A eso sí puedo
decirte que sí.
Heechul se
cambió de ropa tres veces, al final acabó con unos vaqueros. Unos vaqueros. Sí,
era lo mejor.
Tranquilo y
cómodo.
Al mirarse en
el espejo, frunció el ceño. Se estaba engañando. No parecía tranquilo. Y nadie
se tragaría el cuento de que se sentía cómodo.
Se arregló el
pelo por enésima vez. Se lo había recogido, después se lo había soltado y luego
se lo había vuelto a recoger. Al final, decidió que cayera a su antojo. Parecía
que había metido los dedos en un enchufe.
Su aspecto daba
igual. No se trataba de una cita. Tras comprobar su aspecto por última vez en
el espejo, inspiró hondo. «Ahora o nunca», se dijo.
Cuando por fin
metió a Siwan en el coche y puso rumbo a la ciudad, estaba exhausto. Y eso que
todavía no eran ni las nueve y media.
La cita era una
mala idea.
El sol se
filtraba por las copas de los árboles del parque mientras Siwan y él se
dirigían al Invernadero de Flores. Como llegaron en primer lugar, se sentaron
en los primeros escalones que daban al imponente edificio e intentó no
estresarse por una situación que se escapaba a su control.
Era como si toda su vida se escapara a su
control esos días.
Siwon y Sulli
llegaron unos quince minutos después. A Heechul le dio un vuelco el estómago
cuando vio a Siwon. Se le humedecieron las palmas de las manos. Llevaba unos
vaqueros anchos, una camiseta de manga corta, unas gafas de sol que le
ocultaban los ojos. Parecía tranquilo... y cómodo.
Y, joder,
estaba para comérselo.
Heechul miró a Sulli.
La niña le lanzó una mirada asesina, una expresión que puso de manifiesto el
desdén que sentía por toda esa situación.
Heechul
enderezó la espalda. Iba a ser una situación incómoda de todas maneras. Así que
mejor terminar con eso de una vez.
Soltó un
suspiro, cogió a Siwan en brazos y se lo colocó en una cadera.
—Cariño —dijo
en voz baja—, este es Siwon. —Tragó saliva para deshacer el nudo que tenía en
la garganta—. Es tu... tu padre. —La noche anterior intentó explicarle el
asunto, pero el pobrecillo estaba tan confundido que no tenía la menor idea de
cómo iba a reaccionar.
Siwan miró a Siwon,
con el ceño fruncido, y le quitó las gafas de sol con esos deditos tan
regordetes.
—Son como los
míos.
—Sí, lo sé,
cariño.
El niño se
revolvió hasta que lo dejó en el suelo y luego miró a Sulli.
—Tú no tienes
ojos como los mios.
Sulli se cruzó
de brazos.
—No jod...
Siwon le clavó
un dedo en las costillas.
—No jorobes,
Sherlock —se corrigió la niña con el ceño fruncido.
Siwan no
pareció darse cuenta del sarcasmo.
—Vamos a subir
las escaleras — la invitó.
Sulli miró a Siwon
con cara de pocos amigos.
—Ve —le dijo él
con firmeza.
La niña puso
los ojos en blanco y siguió a Siwan.
Siwon se puso
de nuevo las gafas de sol. Por un instante, Heechul le había visto los ojos, y
parecían cansados, tristes y un poco abrumados. Pero también había visto la
alegría más pura al mirar a su hijo. Y en ese momento había visto una parte de
él cuya existencia desconocía.
—Esto...
—comenzó él—. Se me ha ocurrido que podríamos separarnos unas horas. Tú te vas
con Sulli y yo con Siwan, y nos vemos aquí a mediodía, ¿te parece bien?
—Vale. —Miró
hacia las escaleras, donde estaban los dos niños. Menudo cuadro hacían:
Siwan
correteaba arriba y abajo, y Sulli lo seguía. Aunque la niña no se diera
cuenta, ya estaba interpretando el papel de hermana mayor y protegiendo a Siwan
al asegurarse de que no se tropezaba con los escalones ni se caía de boca.
—Por cierto —Siwon
se movió, incómodo, para que volviera a mirarlo—, Sulli se ha mostrado un
poco... —Se rascó la cabeza, como si buscara la palabra adecuada—. Se ha
mostrado un poco asombrada por todo esto. Avísame si se pasa de rosca. A veces
puede ser terrible.
—Puedo
apañármelas, Siwon.
Él asintió con
la cabeza.
—Vale, nos
vemos a mediodía.
Sintió una
opresión en el pecho. ¿Cómo se las apañaba Siwon? ¿Cómo conseguía comportarse
como si nada de eso importara? Si sentía una mínima parte del dolor que sentía él,
debía de estar destrozándolo.
Lo vio alejarse
escalones arriba. Cuando se acuclilló junto a Siwan, se quitó las gafas de sol.
Una sonrisa enorme apareció en la carita de Siwan antes de que se echara a
reír, se cogiera de la mano de Siwon y bajara los escalones con él.
—¡Adiós, appá!
—Se despidió con las manos mientras los dos se alejaban por el sendero.
La presión que
sentía en el pecho aumentó y el dolor le atravesó el alma al verlos alejarse.
Había visto cómo Siwan se cogía de la mano de Mithra cientos de veces, pero
nunca le había afectado como la imagen que tenía delante. Padre e hijo, copias
casi exactas, ambos perdiéndose en dirección al sol, juntos.
Se frotó el
pecho con la palma de la mano y soltó un suspiro tembloroso. La cosa tenía que
mejorar. Tenía que mejorar.
Ajaajajajajaja
ResponderEliminarhyuk buscando una excusa y buenas palabras para su persona para conseguir una cita con hae
una salida en familia......es un gran paso para lo que se tiene que resolver.
entre todo esto,ninguno esta caminando sobre rosas.....ni siquiera siwan con sus 4 años lo esta pasando del todo bie.sulli menos,de siwon y hee ni hablamoa,ellos absorven todo