Volver A Amarte- Capítulo 13




Sulli se colocó junto a él y se cruzó de brazos.

Heechul se volvió para mirarla.

—¿Te apetece un helado?

—No son ni las diez de la mañana. Me saldrán caries.

—Pues después te enjuagas la boca con agua. Vamos.

Se sentaron en una mesa de un café cercano. Heechul se pidió un café. Sulli se decantó por un refresco después de estudiar la carta durante lo que pareció una eternidad. Menos mal que no quería que le salieran caries. Heechul se apoyó en el respaldo del asiento y miró a Sulli.

Sulli se apartó el cabello por encima del hombro, se inclinó sobre la mesa y bebió un sorbo del refresco con ayuda de la pajita. Cuando levantó la vista, tenía una expresión distante.

—No necesito un appa.

Heechul asintió con la cabeza. Adiós a los buenos modales.

—Solo he venido porque mi padre y mi tío me lo han pedido — siguió su hija—. Si me lo hubieras pedido tú, te habría dicho que no.


En fin, la cosa marchaba. Heechul apretó los labios.

—Entiendo.

—No, me parece que no lo haces. Me da igual lo que digan esas estúpidas pruebas. No eres mi appa. Mi appa murió hace cinco años.

—Me doy cuenta de que esto es duro para ti, Sulli. Es duro para todos. Pero te aseguro que soy tu appa.

—Eso solo es cuestión de biología. —Sulli cruzó los brazos por delante del pecho—. Muchos tienen niños. Eso no los convierte en appas. Los appas se quedan. Se preocupan por sus hijos. No... —Tragó saliva. Los ojos le brillaban por las lágrimas—. No desaparecen y vuelven sin recordar nada.

A Heechul se le rompió el corazón.

—Si pudiera cambiarlo, Sulli, lo haría. Lo haría sin pensármelo.

Sulli apartó la vista.

—Da igual. Eso no cambia el hecho de que no te necesito ni te quiero cerca. Y mi padre tampoco.

Las palabras lo golpearon como una bofetada. Heechul se dio cuenta de que era la manera de la niña de defenderse, pero aun así le dolió.

—Mi padre quería a mi appa, mucho —continuó Sulli—. Y verte ha sido muy duro para él, pero no te quiere. Ahora lo sabe. Solo está siendo amable contigo por esas pruebas y por tu... hijo. —Apartó el refresco con cara de asco.

—Sulli. —Intentó mantener la voz calmada y relajada. Él era el adulto. Debía recordarlo. Aunque, en ese momento, quería salir corriendo del restaurante y darse el gusto de un buen llanto—. No intento inmiscuirme entre tu padre y tú. Jamás lo haría. Solo quiero pasar tiempo contigo, conocerte un poco. Tu padre quiere hacer lo mismo con Siwan.

Sulli se mordió el labio.

—Dicen que volviste a casarte.

La opresión que sentía en el pecho aumentó todavía más.

—¿En serio? ¿Tu padre te lo ha contado?

—No exactamente. —Sulli clavó la vista en la desgastada mesa—. Le oí hablar con el tío Hyukjae del tema. ¿Es verdad? —Lo miró con expresión nerviosa y Heechul vio la infinidad de preguntas que flotaban en sus ojos verdes.

Esa no era la conversación que había imaginado. Pero no podía cambiar de tema. No cuando era tan importante. Supuso que la sinceridad era el mejor camino y asintió con la cabeza.

—Eso creía. No sé cómo explicar la situación porque ni yo mismo termino de entenderla. Pero creía que estaba casado. De haber sabido de tu existencia, y de la de tu padre, las cosas habrían sido distintas.

—Él murió, ¿no? Por eso has venido a buscarnos.

—Sí, murió. Así fue cómo averigüé que existían.

—¿Cómo se llamaba? —Sulli volvió a bajar la mirada.

Heechul se daba cuenta de que aunque era muy duro para la niña, la curiosidad la llevaba a preguntar, de modo que decidió seguir contestando, de momento.

—Mithra. Era médico.

—¿Lo echas de menos?

Heechul suspiró.

—Ahora mismo no sé lo que siento, Sulli. Las cosas son muy complicadas.

—Pero en realidad no estabas casado con él, ¿no? Porque legalmente sigues casado con mi padre.

Ay, Dios. Menuda idea. Y cuánta verdad encerraba.

—No, supongo que no lo estaba. Pero tu padre y yo todavía no hemos hablado de ese tema.

Sulli hizo girar el vaso entre las manos.

—Lo harán. Y puedes arreglarlo. La gente se divorcia todos los días. Mi padre querrá hacerlo.

Otra bofetada. Heechul no sabía por qué le dolía tanto.

—Ya te ha olvidado, que lo sepas —continuó Sulli—. Sale con muchas personas, lo ha hecho desde que te fuiste. Creo que se queda con ellos cuando viaja. Una vez llamé a un hotel y contestó un chico.

Heechul se puso colorado.

—Soy más madura de lo que parezco —le aseguró Sulli—. Sé mucho de lo que hacen los adultos.

Heechul se pasó una mano por la frente. No le apetecía en absoluto hablar de eso ese día. Necesitaba que la conversación tomara un rumbo neutral.

—Sulli, concentrémonos en ti y en mí. Estamos aquí porque tenemos que conocernos. Tu padre y yo ya solucionaremos las cosas a nuestro ritmo. No sé qué pasará, pero estaré aquí, para ti y para Siwan. Te lo prometo. No voy a marcharme.

—Eso ya lo has dicho antes. — Apartó la mirada—. Lo que tú digas. ¿Podemos volver ya? Quiero ver a mi padre.

Iba a ser mucho más difícil de lo que Heechul había previsto. Todas esas ridículas ideas de ser una gran familia feliz, aunque disfuncional, estallaron en pedazos.

Heechul pagó la cuenta y volvieron al parque en silencio. Sulli se negó a hablar durante el trayecto en coche. Ya se había cerrado en banda, había acabado con los temas de conversación y había erigido los muros que tan bien se le daba construir a su padre.

Mientras volvían al Invernadero de Flores vieron que Siwan y Siwon estaban sentados en los primeros escalones, compartiendo un de helado. Sulli corrió hacia ellos, se abrazó a su padre y luego se sentó en el escalón que estaba a sus pies. La transformación fue increíble. Había pasado de estar gruñona y deprimida a estar alegre y contenta, y todo nada más ver a su padre.

Heechul se detuvo y observó la escena desde la distancia. Parecían encajar, los tres. Era evidente que Siwon y Siwan se llevaban a las mil maravillas. Siwan sonreía, reía e intentaba subirse a la espalda de Siwon. Aunque, claro, eso no le resultaba sorprendente. Su hijo era un niño alegre. Le gustaba la gente y Siwon lo había maravillado desde el principio.

Incluso Sulli parecía estar ablandándose con Siwan. La niña le regaló una sonrisilla cuando creía que nadie la veía.

Él era el único que no encajaba. Era el que estaba provocando toda la confusión y todo el dolor. Era el que no sabía cómo hacer que todo eso funcionara.

Cerró los ojos y se dio media vuelta antes de que se le escaparan las lágrimas. El día había sido muchísimo más duro de lo que se había imaginado. No solo por la conversación con Sulli, sino por todo. Ver a los niños, verlos con Siwon, darse cuenta de lo cómodo que estaban en su presencia y de lo incómodo que él se sentía por todo.

Echó a andar por el sendero para recuperar el aliento, para controlar sus emociones y recobrar la compostura. Echarse a llorar delante de ellos no era una opción. Solo unos minutos, era lo único que necesitaba.



Siwon vio cómo Jungwoo desaparecía por el sendero. Miró a Sulli y después a Siwan. Parecían felices. Pero Jungwoo desde luego que no.

«Joder», pensó.

—Sulli, no le quites la vista de encima a Siwan.

—Papá... ¿tengo que hacerlo? — protestó Sulli.

La miró con expresión seria.

—Sí, tienes que hacerlo. Quedense aquí y no se muevan. Vuelvo enseguida.

Enfiló el sendero y vio a Jungwoo sentado en un banco a unos cincuenta metros, escondido entre los árboles. Tenía la cabeza apoyada en las manos, y si bien no podía verle la cara, tampoco le hacía falta para saber lo que estaba sintiendo. Lo había visto loco de alegría, tan rabioso que podía echar humo por las orejas y llorando amargamente. En todas esas ocasiones siempre había sabido qué decir o qué hacer para animarlo. En ese momento, no lo sabía.

Se sentó en el banco junto a él. Su perfume flotó en el ambiente hasta envolverlo. Inspiró hondo y cerró los ojos. Después de cinco años, seguía usando el mismo perfume.
¿Cómo se le había pasado por alto?

—¿Tan mala ha sido?

Él negó con la cabeza, pero no levantó la vista.

—No, solo sincera.

Siwon miró por entre los árboles hacia el Invernadero de Flores, donde los niños se perseguían escaleras arriba y abajo.

—Eso quiere decir que ha sido mala.

—No, Siwon, se ha portado bien. No te enfades con ella.

Cuando Heechul levantó la cabeza, fue imposible no ver las lágrimas que brillaban en sus ojos. Y el corazón le dio un vuelco al verlas.

—Lo siento. No sé qué hacer para mejorar las cosas.

Jongwoo se secó las lágrimas con manos temblorosas.

—No pasa nada. Soy yo. Yo soy el que está dificultando las cosas.

—No, no eres tú.

—Sí, soy yo. Es que... —Cerró los ojos y se tapó la cara con las manos—. Es que esto es mucho más real de lo que creía que iba a ser.

El instinto se impuso a la razón. Extendió un brazo antes de pensar en lo que estaba haciendo, se lo pasó por encima de los hombros y lo pegó a su costado. Al principio se tensó, pero al ver que no lo soltaba se relajó. El deseo lo abrasó al sentir que se apoyaba en su cuerpo.

Cálido. Sólido. Muy real. Y cuando le enterró la cara en el pecho, el corazón le dio un vuelco.

¿Cómo se le había olvidado lo que era tenerlo entre los brazos? Los recuerdos le inundaron la mente, unos recuerdos que había enterrado a lo largo de los años para no sentir un dolor atroz. Él entre sus brazos, en su cama, piel contra piel, besándolo en el cuello, susurrándole lo que pensaba hacerle. Con el cuerpo tan cerca del suyo, cada minuto de su vida en común pasó por delante de sus ojos. Era maravilloso tenerlo así, era lo correcto. No quería soltarlo.

—No llores —le susurró—. Joder, no llores. Nunca he podido soportarlo. Se supone que tú eres el duro.

El inspiró hondo varias veces para calmarse. Cuando su mano se deslizó por su torso, la piel le ardió por debajo de la camiseta. La inocente caricia le provocó un ramalazo que lo recorrió por entero, provocándole una miríada de pensamientos, un montón de recuerdos. Quería sentir sus manos en la piel, sus labios contra los suyos, su cuerpo sobre él, debajo de él, en cualquier postura que se le ocurriera. Cuantas veces lo quisiera.

Jongwoo se apartó lo justo para mirarlo a la cara. Cuando lo hizo, esos enormes ojos tocaron una parte de su alma que nadie había conseguido tocar ni antes ni después de él. Expresivos y cargados de emoción, esos ojos lo atormentaban en sueños desde el día que desapareció.

Le vio levantar una mano, tras lo cual titubeó un momento antes de quitarle las gafas de sol. Sus miradas se encontraron y él se percató de que el reconocimiento brillaba en sus ojos.
Un reconocimiento que fue seguido por el pánico más absoluto.

Se apartó y se enderezó en el banco, le dejó las gafas de sol en el pecho y después se frotó la cara con las manos, como si quisiera borrar lo que había visto.

A Siwon se le heló la sangre. Lo vio controlar sus emociones y quiso preguntarle por qué huía de la conexión que, a todas luces, sentían los dos. Sin embargo, no le salían las palabras. En ese instante, había visto un atisbo de la persona que solía ser, pero la había enterrado tan deprisa que no sabía cómo reaccionar.

Bajó los brazos y se puso de nuevo las gafas de sol. A continuación, se puso en pie e intentó por todos los medios que su voz sonara calmada cuando dijo:

—Supongo que es hora de volver a casa.

Jungwoo asintió con la cabeza y se puso las gafas de sol.

Él puso los brazos en jarras y se esforzó por mantener una pose normal aunque esa situación no tenía ni un pelo de normal.

—Tengo que hablar antes con Sulli. Pero quiero ver a Siwan de nuevo, pronto. Estaba pensando que podríamos encontrarnos en alguna parte, después del trabajo, en mitad de la semana. Tal vez volver a cambiarnos los niños durante unas pocas horas.

—Bien. Puedo hacerlo.

Su voz sonaba más firme, más calmada. Ya no estaba cargada de esas emociones que él ansiaba arrancarle.

Siwon se obligó a desentenderse del dolor.

—También quiero que se conozcan. Tal vez podamos organizar una especie de régimen de visitas, con fines de semana alternos, más adelante, así tú los tendrás a los dos y después los tendré yo. Ellos también necesitan pasar tiempo juntos.

Jongwoon volvió a asentir con la cabeza.

—Si, me parece bien.

—Bien. —Lo miró de nuevo. Una parte de él quería abrazarlo. Otra parte quería alejarse corriendo—. Te llamaré.

—Siwon. 

Observó su cara en busca de algún indicio de que sentía una mínima parte de lo que estaba sintiendo él. No lo encontró. No encontró nada.

—Gracias —dijo en voz baja.

—Sí, claro.



Se oían risas procedentes del patio trasero de Hyukjae cuando Heechul y Siwan llegaron a su puerta. El restallido de un bate de béisbol hizo que Siwan pusiera los ojos como platos.

Heechul llamó al timbre, tras lo cual escuchó pasos por la casa y se quedó de piedra al ver que Donghae abría la puerta.

—Hola, pasen —Donghae se hizo a un lado para dejarles espacio.

—No sabía que ibas a venir — comentó Heechul.

—Bueno, estaba hablando esta mañana con Hyukjae porque Haru y Sulli quieren organizar otra quedada y me dijo que ibas a pasarte hoy. Tengo noticias para ti. Espero que no te importe. Nos ha invitado a la barbacoa y nos ha dicho que Siwan estaría aquí. —Bajó la vista y sonrió—. Hola, Siwan.

El niño sonrió y miró entre sus piernas.

—No, no me importa —replicó Heechul—. De hecho, ahora mismo me parece estupendo.

—¿Un mal día?

—Una mala vida. —Por si el encuentro con Siwon del día anterior no hubiera sido lo bastante malo, ese día tenía que llamar a sus padres.

Sí. Como si eso fuera a mejorar la situación.

Al escuchar de nuevo el golpeo de un bate, Siwan soltó un grito y atravesó la casa corriendo en dirección al patio trasero.

—Ven. —Donghae la condujo a través de la casa—. Haru está jugando al béisbol con Hyukjae. Han encontrado ese punto en común.

Se detuvieron al llegar a la puerta del patio. Heechul vio cómo Hyukjae le lanzaba la bola a Haru. La niña la golpeó, lanzándola por encima de la cabeza de su hermano. Siwan correteó alrededor de Hyukjae, intentando coger la bola.

Heechul miró a su abogado, que solo parecía tener ojos para Hyukjae.

—Tienes una expresión muy ñoña, pececito.

—¿Qué? No, de eso nada. — Donghae frunció el ceño, regresó al interior de la casa y se sentó a la mesa de la cocina—. Y antes de que me lo preguntes, no hay nada entre Hyukjae y yo. Solo me relaciono con él por Haru y Sulli.

Heechul esbozó una sonrisilla. Su abogado estaba en plena fase de negación.

—Bueno, mientras están ocupados fuera —dijo Donghae al tiempo que sacaba una carpeta de su maletín, que descansaba sobre la mesa—, creo que deberíamos repasar unas cuantas cosas.

—Si.

—Nadie parece saber dónde se ha metido tu médico de Gangwon. El hombre ha desaparecido de la faz de la Tierra. —Le pasó un documento a Heechul—. Esta es su última dirección conocida. Pidió una excedencia en el hospital y dijo que se iba a tomar unas vacaciones de «reposo mental». Eso fue hace unas cuantas semanas. He contratado a un detective privado para que lo encuentre, pero de momento no ha dado con él.

Heechul frunció el ceño.

—Tampoco encuentro a nadie llamado Kim Youngmin que encaje con la descripción que me diste —continuó Donghae—. Es como si nunca hubiera existido.

—Eso es imposible.

—Es un nombre muy común, pero el hombre del que me has hablado no vive en Gangwon y nunca lo ha hecho, por cierto. ¿Alguna vez oíste a Mithra llamarlo por otro nombre?

Heechul se frotó la cabeza, que le dolía mucho.

—No lo sé. No se llevaban muy bien. Mithra lo evitaba siempre que podía.

—¿Alguna vez dijo por qué?

—No. La relación con su padre era un tema intocable. Nunca hablábamos de eso.

—Bueno, pero si recuerdas algo, dímelo. Ahora mismo, mi prioridad es encontrar al neurocirujano. Su desaparición en este momento es muy sospechosa.

«¡Qué va!», pensó él.

—¿Qué me dices de la clínica privada?

Donghae suspiró.

—Tengo un contacto en el centro. La hora de visita es hasta las ocho de la tarde. ¿Qué te parece una excursioncita a la luz de la luna mañana por la noche?

—Dime la hora. Tengo que entrar en ese sitio.

—Sabía que no ibas a protestar. Parece que los lunes por la noche son muy tranquilos. Solo hay dos guardias de seguridad y el cambio de turno de las enfermeras es alrededor de las siete y media. Los celadores llegan sobre las seis. Creo es nuestra mejor oportunidad.

—Bien. ¿Le has dicho algo a...?

Ambos levantaron la vista cuando se abrió la puerta principal.



1 comentario:

  1. Pobre sulli,pobre hee.....tener a su hija en un dilema así,no saber que responderle,no saber las palabras precisas para poder construir algo...dificil
    en serio....por que hicieron eso.....solo porque a mithra le gusto y sintio que el accidente era perfecto para hacerse de tener a hee?
    y luego esos que andan desaparecidos.......alhgo ocultan y no solo el hecho de haber infringido una ley

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...