Pasión de Luna (DH6)- 8




—¡Tu bastardo increíble!

Él abrió su boca para responder, luego la cerró mientras una motocicleta venía rugiendo hacia ellos.

Kwanghee frunció el ceño, el conductor saltaba el bordillo delante del Alfa y aparcaba justo fuera de su tienda. En el instante que el motorista se quitó su casco, su corazón comenzó a palpitar.

Era Kevin, y no el peludo.

Vestido en una chaqueta negra de cuero y vaqueros descoloridos, se veía tan bueno como para comérselo. Su ruda belleza ponía en ridículo los rasgos de muchacho bonito de Jongmin.

Jongmin los miró fijamente mientras Kwanghee acortaba la distancia entre ellos. Kevin bajó el pie de sostén de la moto, pasó una larga y masculina pierna sobre la moto. En un movimiento fluido, él lo atrajo contra él y lo besó de una forma como sacada de una película.

—Hola, Kwanghee —él suspiró contra sus labios.

Él le sonrió.

—Hola.

—¿Qué demonios es esto? —preguntó Jongmin.

Kevin le echó un vistazo que decía que Jongmin no le importaba mucho.

—¿Soy su amante, y quien demonios eres tu?


Kwanghee se mordió el labio mientras la felicidad se abría paso dentro de él. Podría besarlo otra vez por esto.

—Soy su novio.

—Ah —dijo Kevin—. Eres el sucio hijo de puta.

Se volvió a mirar a Kwanghee.

—Pensé que te habías deshecho de este perdedor.

Él sonrió aún más antes cuando le lanzó una mirada maligna a Jongmin.

—Lo hice, pero volvió... rogando.

Kevin miró sobre su hombro a los trabajadores, que rápidamente amontonaban los muebles y cajas sobre la acera.

—¿Qué están haciendo?

Kwanghee lanzó un derrotado suspiro ante la crueldad de Jongmin.

—Jongmin les paga por dejar mis pertenencias sobre la calle como basura. Todo lo que intente pagarles para que lo lleven a mi apartamento, él les paga el doble.

Kevin parecía menos contento por esto.

—¿En serio? —Él levantó su barbilla—. ¡Hey!, muchachos?

Ellos hicieron una pausa para mirar a Kevin.

—Diez mil dólares por llevar sus pertenencias dentro y ponerlas en cualquier parte donde él quiera.

Él más alto de ellos se rió.

— Sí, correcto. ¿Los llevas encima?

Kevin se alejó, sacó su teléfono celular de su cinturón y se lo dio al hombre.

— Aprieta el uno y pide por Leslie Daniels, ella es la presidente del banco, y dale a ella tu número de cuenta bancaria. Ella los girará al instante a tu cuenta, o a Western Union si lo prefieres.

El hombre lo miró escéptico, pero hizo lo que Kevin le pidió. En cuanto pidió por Leslie, sus ojos se desorbitaron.

Él miró al resto de los peones y luego fue al camión a sacar su talonario de cheques. Kevin le guiñó a Kwanghee.

Unos minutos más tarde, el peón regresaba y le Taeyangolvía el teléfono a Kevin.

—Ella quiere hablar con usted para asegurarse que sea es el Señor Kim.

Kevin tomó el teléfono.

—Hola, Les, soy yo... Sí, lo sé —. Mientras escuchaba, le echó una mirada enojada a Jongmin—. Sabes qué. Gírales quince mil a ellos. Parecen unos hombres malditamente decentes Sí, okey. Te hablaré más tarde —Él colgó el teléfono y miró a los hombres.

El responsable le dirigió una cabezada de admiración.

—Okey, muchachos, oyeron al Señor Kim. Tengan cuidado con las pertenencias del joven y pónganlas en cualquier parte donde él quiera.

Kevin le lanzó lo que solo podría llamarse una enorme sonrisa de desprecio a Jongmin.

— ¿Tienes ganas de duplicarlo ahora?

Jongmin comenzó a ir hacia ellos, pero la mirada salvaje en la cara de Kevin lo hizo dar un paso atrás.

Jongmin hizo un gesto de disgusto con la boca

—Te regalo a la gorda perra.

Antes de que Kwanghee pudiera parpadear, Kevin tenía Jongmin tirado a través del capó de su coche y con su mano alrededor de su garganta.

Kwanghee corrió hacia ellos mientras Kevin golpeaba la cabeza de Jongmin contra el capó.

—¡Kevin, detente, por favor! Alguien llamará a la policía.

Gruñendo, Kevin le dejó ir.

—Si alguna vez vuelves a insultar a Kwanghee, juro que te arrancaré la garganta y alimentaré a los cocodrilos del pantano contigo. ¿Me entiendes?

—Estás loco. Pediré una orden de alejamiento contra ti.

Kevin rió insultantemente.

—Por favor inténtalo. Todo lo que tengo que hacer es presionar dos en mi teléfono por mi abogado. Te golpeará con tantos pleitos por tantos años, que tus nietos serán los que acudan a los tribunales.

Escabulléndose del capó del auto, Jongmin estrechó sus ojos, pero sabía claramente que había sido manejado por un mejor estratega. Con su respiración entrecortada, abrió la su puerta de su coche, se metió y salió chirriando.

—Hey!, señor? —preguntó un trabajador—. Cuando esté listo para mostrarnos donde poner sus pertenencias, por favor avísenos.

Kwanghee dejó a Kevin lo suficiente como para abrir la puerta y mostrarles su estudio en la parte trasera. Cuando volvió, encontró a Kevin apoyado contra un lado de su edificio, mirando la furgoneta de mudanzas.

Su corazón palpitó.

—Gracias —dijo suavemente—. Estoy realmente contento con que llegaras cuando lo hiciste.

Él alargó un brazo para jugar con un mechón de su cabello.

—Yo, también.

—Yo, um... tendré que pagarte por lo de la mudanza.

—No te preocupes por eso. Es un regalo.

—Kevin...

—No te preocupes por eso —él insistió—. Te dije, que el dinero no tiene ningún valor verdadero para mí.

¿Cuánto dinero tenía que tener para ser capaz de decir eso sobre quince mil dólares? ¿Y por qué un tipo tan rico pasaba el tiempo él?

—Bien, eso tiene valor para mí y no quiero sentirme obligado por nada.

—No estás obligado hacia mí, Kwanghee. Jamás.

—No, tengo que devolvértelo.

—Entonces cena conmigo y no lo hablaremos jamás.

Kwanghee sacudió su cabeza hacia él.

—Ese no es ningún modo de devolverte.

—Seguro que lo es.

Él abrió su boca para responder, luego recordó a su otro Kevin.

—Ah no, tengo que ir a sacar a mi lobo. ¡Él estará fuera de sí!

Kevin se puso pálido por sus palabras, pero él no lo notó ya que estaba regresando a su tienda.

Él miró alrededor para asegurarse que los trabajadores no podían verlo, luego se destelló de regreso al armario en el cuarto de atrás como lobo.

Él apenas lo había hecho antes de que abriera la puerta.

—Ahí estás, muchacho —dijo ella, arrodillándose ante él como mascota—. Lo siento tanto, tuve que ponerte aquí. ¿Estás bien?

Él le hocicó con cuidado.

Kwanghee le dio un abrazo fuerte y luego se levantó.

—Vamos, bebé, tengo alguien que quiero que conozcas.

Kevin rechinó sus dientes ante sus palabras. ¿Cómo diablos podría encontrarse consigo mismo? Él era poderoso, pero esto estaba fuera hasta de sus habilidades.

En cambio, él se largó por la puerta entreabierta y siguió corriendo hasta que estuvo seguro que estaba fuera de su vista.


Kwanghee salió corriendo detrás de su lobo.

—¡Kevin! —lo llamó, precipitándose por la puerta. No podía ver su rastro en ninguna parte.

—¿Llamaste?

Kwanghee brincó, luego giró para ver al humano Kevin detrás de él.

—No, mi lobo...

—¿Se llama Kevin?

El abrió su boca mientras se ponía colorado

—Esa es una larga historia.

Él le sonrió.

¿Oh, Dios, cómo conseguía meterse en estos aprietos?

—Bien, yo no me preocuparía de él. Estoy seguro que volverá.

—Eso espero. Me he acostumbrado a tenerlo.

El corazón de Kevin se hundió. Esta era lo último que quería que dijera. Pero en verdad, él también se había encontrado atado a su presencia. Algo qué era una locura.

Él dejó caer su mano de su pelo aun cuando que realmente lo que quería era atraerlo a sus brazos y besar aquellos labios. Ambas partes de él no querían nada más que quitarle y quitarse la ropa y frotarse contra su cuerpo. Sentir su piel suave deslizándose contra él. Probar su carne con su lengua.

Kwanghee tragó ante la expresión en la cara de Kevin. Le miraba como si fuera una torta que él estaba a punto de devorar.

Ningún hombre jamás le había brindado una mirada tan hambrienta, tan necesitada. Estaba paralizado por eso.

—Hey!, señor?

Kwanghee saltó ante la llamada del trabajador.

—¿Sí?

—¿Dónde quiere que pongamos la cama?

Alzó la vista hacia Kevin.

—¿Volveré, de acuerdo?

Él asintió. Se fue de su lado y sintió su caliente y pesada mirada sobre él todo el camino mientras se iba con los trabajadores.

Kevin luchó por respirar mientras lo miraba alejarse. Este joven tenía el mejor trasero que había visto jamás. Su cabello rozando su cuello, haciendo que él quisiera lamer cada centímetro de esa seductora carne.

¿Todos los lobos se sentirían así con sus compañeros? ¿O era algo en Kwanghee? Él no lo sabía con seguridad. Pero ahora era humano con él. Que Dios los ayudara a ambos.



Nunca, en toda su existencia, Kwanghee se había sentido más torpe. ¿Qué le decía a un hombre que le había salvado de uno de los peores momentos de su vida?

“Gracias” eran tan inadecuado para lo que sentía. Kevin era realmente un héroe para él. Dejó el apartamento y se dirigió de nuevo de regreso a su tienda mientras los trabajadores seguían descargando sus pertenencias.

Al principio no vio a Kevin por ninguna parte. ¿Se había marchado? Su motocicleta todavía estaba donde él la había aparcado.

Frunciendo el ceño, miró dentro de la tienda y lo encontró mirando un estante de pantalones ajustados que habían entrado más temprano esa mañana.

Él se detuvo ante un elegante pantalón negro que había llamado también su atención. Estaba hecho de pesada seda que quedaría genial en alguien del tipo de Heechul. El los había pedido por impulso.

Kwanghee abrió la puerta y se dirigió hacia él.

—¿Quieres probarte uno? —preguntó juguetonamente.

Él se rió de esto. Su cara entera se iluminó y sus ojos brillaban. Dios mío, ningún hombre debería ser tan hermoso.

—Probablemente hará que mi trasero luzca realmente flaco.

Kwanghee se rió.
Él sacó el más grande y se lo alcanzó.

—En ti por otra parte... Hermoso.

—Oh no —dijo, acariciando la fresca seda con su mano—. Esto es demasiado ceñido para mí.  Me hace sentir realmente tímido.

Kevin miró el pantalón, luego a él, como si se lo imaginara en él.

—Sí, probablemente tengas razón. Demasiados tipos te comerían con los ojos, entonces yo tendría que hacerles daño.

Él estaba serio. Asombrada por eso, Kwanghee arqueó sus cejas mientras le quitaba el pantalón y lo devolvía al perchero.

Kevin lo miró muy de cerca mientras su olor lo rodeaba. Pensando en él en ese pantalón...
Estaba tan excitado que todo lo que podía hacer era estar parado ahí y no saltar. Él miraba fijamente la carne desnuda de su cuello, queriendo presionar sus labios allí y saborear la deliciosa piel.

En su hábitat natural, él no habría vacilado a tirársele encima y besarlo hasta que pidiera piedad. Pero los humanos que había visto no se comportaban así. Había protocolos en el noviazgo sobre los que no estaba seguro.

Kwanghee se giró hacia él.

Kevin lo miró, temeroso de que pudiera sentir cuan terriblemente lo deseaba. Cuan inseguro estaba.

En su reino, un lobo tímido era un lobo muerto. En el reino humano...

El tímido, ¿triunfaría o perdería?

Maldición, debería haber prestado más atención.

—¿Y entonces, que hacemos con la cena? —preguntó, intentando estar a medio camino entre el tímido y el poderoso. —¿Quieres que te dé un par de horas para que los trabajadores arreglen todo y luego vuelva?

Él se mordió el labio.

—No sé.

—¿Por favor?

Él asintió, luego se ruborizó graciosamente. Por alguna razón que no podía explicar, tenía ganas de aullar de triunfo. Él se estiró para alcanzar el pantalón del perchero.

—¿Podrías usar este? —preguntó esperanzado.

Kwanghee lo miró dudando, pero la expresión en su cara hizo que lo tomara. Él había sido tan amable hasta el momento...

—Sólo si juras que no te reirás de mí en él.

Su mirada lo chamuscó.

—Yo nunca me reiría de ti.

Kwanghee tragó ante el feroz temblor que le atravesó por la profunda sinceridad de sus palabras. Él realmente era demasiado atractivo para su propio bien.

—Bien. ¿A qué hora estarás de vuelta?

Él comprobó la hora en su teléfono de celular.

—¿A las seis?

—Es una cita.

La satisfecha expresión en su cara envió una emoción desconocida a través de él.
Kwanghee, no lo hagas. La última cosa que necesitas es de tener tu corazón roto por el Mr. Perfecto.

Tal vez él sería diferente.

O tal vez será peor.

No lo sabría a no ser que se arriesgara. Respirando profundamente, tomó el pantalón de sus manos. Hwang Kwanghee nunca había sido un joven tímido. De vez en cuando había sido estúpido, como cuando había dejado a Jongmin usarlo, pero nunca cobardemente.

Kwanghee enfrentaba la vida y no iba a tener miedo con Kevin.

—A las seis en punto — repitió.

—Te veré a esa hora —dijo Kevin. Él se inclinó y le dio un beso sumamente casto sobre su mejilla.

Aún así, esto le excitó casi tanto como una caricia verdadera. Kwanghee lo miró mientras salía de su tienda.

Afuera, él en realidad hizo una pausa para mirarle de nuevo y sonreírle antes de ponerse sus gafas de sol.

Silbando ante esa espléndida visión, miró como encendía su moto, luego la sacaba de la acera, hacia la calle.

—Oh por favor, Kevin —susurró sin aliento—. No rompas mi corazón, también.

Kwanghee hizo todo lo posible para no recordar lo bien que se veía Kevin desnudo allí. Lo bien que lo había sentido dentro de él. La imagen de suprema satisfacción sobre su cara mientras lo mecía con cuidado entre sus brazos.

No sabía a donde iba a llevarla, pero iba a lucir de lo mejor, aunque eso la matara.



Kevin regresó a la tienda de muñecas donde había dejado a Shin. Él tenía una cita.

Con Kwanghee.

El pánico ya se estaba estableciendo. ¿Qué diablos hacían los humanos en una cita además de tener sexo?

Él había visto que la gente en el bar interactuaba uno con el otro, pero aquellos encuentros habían sido similares a los que los lobos tenían. Alguien entraba, miraba alrededor, encontraba la pareja que quisiera reclamar, y la llevaba a casa para acostarse con ella. Taeyang le había dicho desde la primera noche que ese no era el modo en que el mundo humano normalmente funcionaba. Que algunas cosas en El Empire eran diferentes.

La otra, muchos de los humanos que iban ya estaban citados o casados el uno con el otro. Ellos por lo general parecían pasarlo bien... A no ser que pelearan. Pero Kevin nunca les había prestado mucha atención.

Él no sabía nada sobre cómo debía actuar un humano “como” él, en realidad. Él había pasado los últimos cuatrocientos años de su vida matando a los que amenazaban a sus hermanos o intentando espantar al resto.

¿Qué haría que Kwanghee se enamorarse de él lo suficiente como para que aceptase ser su compañero?

Después de estacionar su moto, volvió con Amber a por algo de ayuda. Vaciló al entrar en el cuarto delantero donde dos jóvenes miraban la colección mientras hablaban con Amber. Uno de los jóvenes era una copia exacta de Heechul, excepto que no tenía la cicatriz sobre su cara.

Él debía ser el esposo de Kim Kangin, Leeteuk. Kevin se había cruzado con el ex Dark-Hunter de vez en cuando, pero nunca se había encontrado con su esposo. Sora estaba en los brazos de Leeteuk, jugando con el cabello de su appa. El otro joven, un moreno bajito, lo conocía bien. Era el Doctor Lee  Donghae, el psicólogo humano que le dijo que nada ayudaría a su hermano hasta que Hyunsik estuviera listo para ser ayudado. Donghae sostenía a su hijo en sus brazos mientras Leeteuk se detenía en la mitad de la oración.

Las tres personas se dieron vuelta para mirar fijamente a Kevin, quien vaciló justo al entrar por la puerta.

—Él está todavía atrás —dijo Amber, como si si supiera a quien buscaba.

—Gracias.

Él oyó a Amber explicar quien y qué era a Leeteuk mientras se dirigía al cuarto de atrás. Kevin pasó por las cortinas para encontrar que la demonio se había ido y Kangin, Choi Minho, y Lee Hyukjae hablaban con Shin.

Él conocía a Minho de todas las veces que el joven humano había ido a El Empire a ver a su madre, Jaehee. Minho era extraño, pero como servía a los Dark-Hunters y ellos amaban a su madre, los osos lo trataban como a otro de sus cachorros. Kangin era ligeramente más alto que Hyukjae, pero con el cabello rubio en un tono más oscuro. Incluso aunque ellos eran su mayor parte humanos, los dos hombres poseían suficiente autoridad y habilidad que Kevin los respetaba.

—¿Que pasa, lobo? —preguntó Shin mientras se reclinaba sobre una mesa de trabajo que estaba cubierta con partes de muñecas y telas. Shin tenía su trasero apoyado sobre ella, con sus piernas estiradas delante de él y sus manos afirmadas a cada lado de su largo y delgado cuerpo. Minho, Hyukjae, y Kangin estaban de pie formando un semicírculo entre él y Shin.

Kevin vaciló. A él no le agradaba la idea de una consulta pública, pero ya que dos de los hombres estaban casados con jóvenes modernos y Minho sabía mucho de citas, tal vez ellos podrían echarle una mano.

—Necesito asesoramiento sobre citas. Rápido.

Shin arqueó una sola ceja ante esto.

—Soy inútil. Nunca he estado en una.

Los tres hombres humanos se dieron vuelta para mirarlo atónitos.

—¿Qué? —les preguntó Shin defensivamente.

Minho comenzó a reírse.

—Oh hombre, esto no tiene precio. ¿No me digan que el gran Shindong es virgen?



3 comentarios:

  1. Ahhh que lindo!
    Mostro todo su poder económico delante del pedante de su ex!!!!
    Excelente!
    Ay no!
    Que se emparejen ya!!!!
    Jajajajjajajajajjaja a Shing se lo come Artemisa, paque una cita!
    Jajajajajajajaja

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  2. que dulce en defenderlo del idiota ese, maldito pero Kevin quiere a Kanwe es mas lo ama tanto que quiere ir a una cita con el bello, Shin tan lindo no ha tenido una cita, jajjaja

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  3. Jajajajajaaa.....una cachetada con guante blanco y luego unos cuantos golpesitos en la cabeza lo hagan reaccionar y usar su cerebro.

    Buena se la tiene por andar catalogando a la gente por su belleza exterior....merece esas y más.

    Una cita *0*.....ahora kwang sabra lo que es algo genuino y no las escenas que le hacia Jongmin.......*0*

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...