Leeteuk deseaba a Kangin de un modo que iba más allá de todo
razonamiento. Apenas se conocían y aún así había un vínculo entre ellos.
Observó los atormentados ojos oscuros que lo miraban con
pasión y deseo. Él era lo que su madre llamaba «la otra mitad». Ésa era la
expresión que su madre usaba para describir a su padre, y Judith para referirse
a Jinhyuk.
Por primera vez en su vida, Leeteuk comprendía su
significado. No podía dejarlo escapar ahora que lo había encontrado.
No sin luchar.
Ajeno a los pensamientos de Leeteuk, Kangin se dio la vuelta
y le instó a regresar a la casa. Lo acompañó a una suite situada en la planta
baja.
–Puedes pasar la noche aquí. Te traeré algo más cómodo para
dormir.
Leeteuk vagó alrededor de la suntuosa habitación. La enorme
cama tallada parecía recién sacada de una antigua película.
Kangin regresó al instante con una camiseta negra y unos pantalones
de deporte.
–Gracias –le dijo mientras cogía la ropa.
Kangin se quedó frente a él, inmóvil, mirándole a los ojos.
Para sorpresa de Leeteuk, alzó la mano y le recorrió el
mentón con un dedo, erizándole la piel con el suave roce de la uña. Intuyó que
deseaba besarlo y se quedó sorprendido al comprender lo mucho que él deseaba
que lo hiciera.
Pero no lo besó. Se limitó a observarlo con esos voraces
ojos oscuros antes de pasar el pulgar por sus labios, obligando a Leeteuk a
reprimir un gemido ante la arrolladora sensación que despertaban sus caricias.
Y su olor. La atmósfera entre ellos estaba cargada de tensión; el deseo y la
necesidad eran recíprocos y su intensidad le debilitaba y a la vez le hacía
sentirse más fuerte que nunca.
Justo cuando pensaba que iba a besarlo, Kangin se alejó.
–Buenas noches, Leeteuk.
Observó cómo se marchaba con el corazón en un puño.
Kangin se maldijo a sí mismo con cada paso que lo acercaba a
su despacho. Debería haberlo besado. Debería…
No. Había hecho lo correcto. No podría haber nada entre
ellos. Los Dark Hunter podían tener una aventura de unas cuantas noches con una
pareja, pero les estaba prohibido involucrarse en una relación seria. Era
demasiado arriesgado. Las parejas se convertían, de ese modo, en objetivo de
los Daimons y debilitaban a los Cazadores, que se volvían más prudentes. Y en
este trabajo, la prudencia conducía a la muerte.
El tema nunca le había preocupado con anterioridad. Pero esa
noche, el dolor era tan fuerte que casi estaba acabando con él. Odiaba los
sentimientos que estaban creciendo en su interior. Odiaba la necesidad que
Leeteuk despertaba en él. Hacía mucho tiempo que había desterrado todas sus
emociones y prefería vivir de ese modo.
–Tengo que sacármelo de la cabeza.
Entró en el despacho, y se conectó a la web,
Dark-Hunter.com. Al instante, otros Dark Hunter le abrieron unas cuantas
ventanas y el icono del correo comenzó a parpadear. La tecnología era algo
maravilloso. Poder comunicarse de ese modo era un regalo de los dioses. Hacía
que las largas noches fuesen más soportables y les permitía intercambiar
información importante.
Se sentó en el sillón de cuero negro y abrió una de las
ventanas. Era Shindong.
«Minho ha llamado. Dice que Changsu te ha pateado el culo.
¿Estás bien?»
Kangin apretó los dientes y tecleó la respuesta.
–Voy a matarlo por esto. Estoy bien. Changsu se ha escondido
en un refugio. ¿Qué sabes de él?
«Fue el que eliminó a Dongyup hace unos años, así que te
estás enfrentando a unos poderes nada despreciables. He hablado con su escudero
y me ha dicho que Changsu se lo pasó en grande volviéndolo loco. Mejor no
comentar cómo lo mató. Personalmente, me gustaría que el tal C. viniera a por
mí. Necesito una buena pareja de baile. Mis Daimons cojean.»
Kangin se echó a reír ante el despliegue de humor de Shin.
El hombre verdaderamente no tenía paciencia con los Daimons lerdos.
–Kyuhyun dice que usan descargas astrales. ¿Te has
encontrado con algo así alguna vez?
«Si te soy sincero, en mis once mil años… joder, no. Es la
primera vez. He hablado con los Oráculos y ahora mismo están consultando a las
Parcas. Pero ya sabes cómo son. Estoy seguro de que nos saldrán con algo como:
“Cuando el cielo verde esté y el negro cubra de la tierra su faz, un ataque de
los Daimons os sorprenderá. Si queréis al que tiene el poder capturar, algo
especial tenéis que hallar”, o una porquería por el estilo. Odio a los
Oráculos. Si quisiera ejercitar la mente, me compraría un Cubo de Rubik.»
–Yo no lo veo tan claro, Shin, eres un especialista en esas
adivinanzas. ¿Estás seguro de que no quieres convertirte en Oráculo?
«Apúntate esto, General: que te jodan. Ahora, déjame
trabajar. Tengo Daimons que perseguir, Hunters con los que pelearme y parejas
que seducir. Luego hablamos.»
Sin muchas ganas de mantener otra conversación, Kangin
abandonó la web y abrió el correo, pero tampoco le apetecía leer los mensajes.
Lo que quería estaba más allá de su alcance.
En contra de su voluntad, cruzó lentamente el pasillo y
descendió las escaleras. Antes de ser consciente de lo que estaba haciendo, se
descubrió junto a la habitación de Leeteuk. Apoyó la mano sobre la oscura madera
de la puerta y extendió los dedos mientras cerraba los ojos. Podía verlo sentado
en la cama dejando a la vista esas largas piernas desnudas.
El fuego incendió su cuerpo, recorriéndole las venas. Sentía
el dolor de Leeteuk por la pérdida de su hogar; el miedo a la posibilidad de
que Changsu hiciera daño a su hermano; la preocupación por la compañera de Heechul,
Puff.
Y, lo que era peor, percibía las lágrimas que se esforzaba
por contener. Era tan fuerte, tan resuelto...
Jamás había conocido a un joven igual.
El sueño que lo había despertado esa mañana le volvió a la
mente. Aún podía sentirlo entre sus brazos.
Con el corazón encogido, se obligó a marcharse. Tenía
trabajo que hacer.
Leeteuk miró el reloj. Las doce y media. Por regla general,
a esa hora estaba profundamente dormido. Pero para Kangin la noche aún sería
joven.
Comenzó a preguntarse qué haría él a esa hora tan temprana.
Con toda seguridad, no se dedicaría todas las noches a matar Daimons. No podría
haber tantos… ¿o sí?
Antes de darse cuenta de lo que hacía, salió de la cama y
comenzó a vagar por la enorme casa. No sabía dónde estaba Kangin. No se había
molestado en mostrarle su habitación cuando le enseñó la casa. Pero el instinto
le decía que debía estar en la planta alta. Probablemente, tan lejos de la suya
como fuese posible.
Estaba a mitad de la escalera cuando escuchó un ruido
extraño en el patio. Una especie de silbido. Dio la vuelta y se encaminó hacia
la sala de juegos. Pudo distinguir una figura oscura en el atrio. Había algo
familiar en ese perfil. Reconoció a Kangin jugando con Heebum. La escena le
arrancó una sonrisa.
Comenzó a alejarse de allí, pero se detuvo. No podía
hacerlo. En lugar de regresar a la habitación abrió las cristaleras.
Kangin se giró de inmediato.
–¿Necesitas algo? –le preguntó con brusquedad.
Que me beses.
Leeteuk tragó saliva.
–Nada; no sabía dónde estabas.
–Pues ya lo sabes.
Su voz volvía a ser gélida. Éste no era el Kangin que lo
había acompañado hacía poco rato. El que tenía delante era el Dark Hunter que
había despertado en la fábrica encadenado a él. En guardia y distante.
Y le estaba rompiendo el corazón. No se trataba de que
estuviera molesto por el golpe de la bola en la cabeza, no. Sabía que había
vuelto a alzar las barreras. Quería mantenerlo alejado.
Captando la indirecta, asintió.
–Sí, ya. Buenas noches.
Kangin lo observó mientras se alejaba. Le había hecho daño.
Lo sabía, lo sentía y se odiaba a sí mismo por ello.
Llámalo. ¿Para qué?
Jamás podría haber algo entre ellos. Ni siquiera una simple
amistad.
Apretando la mandíbula, regresó al ejercicio. Intentaría
concentrarse en Changsu. Intentaría atraer al Daimon hasta que estuviese a su
alcance.
Era inútil. Leeteuk seguía con él. Era su rostro lo que veía
si cerraba los ojos.
Era su olor lo que respiraba. Si no se la sacaba de la
cabeza iba a acabar muerto. Y si él moría, Changsu iría tras Leeteuk.
Volvió a arrojar la bola contra la red con un gruñido. Saltó
y alzó el brazo para cogerla de nuevo pero, antes de rozarla, sintió un dolor
intenso y agudo en la cabeza. Lanzó una maldición e intentó aliviar el dolor
presionando la palma de la mano sobre el ojo derecho. Mientras se esforzaba por
recuperarse, lo asaltó una visión.
Changsu.
Mientras la imagen cobraba fuerza, se quedó petrificado. Con
una sorprende nitidez vio cómo Changsu lo mataba.
Y escuchó los sollozos de Leeteuk.
Cuando consiguió dormirse, sus sueños se convirtieron en un
calidoscopio de imágenes confusas sin orden ni concierto. Rostros y lugares
giraban y desaparecían en su mente, hasta que sintió que el torbellino lo
arrastraba.
Pasaron unos minutos hasta que todo se tranquilizó y Leeteuk
consiguió ver las imágenes con claridad. Unas personas desconocidas lo
saludaban al pasar junto a él. Todo era increíblemente real; parecía un
recuerdo olvidado, más que un simple sueño. Incluso conocía los nombres de
todos esos hombres sin haberlos visto antes. Sabía cosas sobre ellos de las que
sólo un amigo podría estar al tanto.
Escuchó las risas de los soldados entregados a la
celebración de la victoria y sintió una curiosa mezcla de alegría y tristeza
cuando llegó a una tienda de color rojo desvaído, donde estaban reunidos un
buen número de ellos, pertrechados con antiguas armaduras.
–Has estado brillante –le dijo un veterano soldado dándole
una palmada en la espalda.
Lo reconoció como su lugarteniente. Un hombre en el que
podía confiar y que le idolatraba. Dimitri siempre había buscado su consejo y
su fuerza. Tenía una herida abierta en el lado izquierdo de la cara, pero sus
cansados ojos resplandecían. Aunque tenía la armadura cubierta de sangre, no
parecía estar herido de gravedad.
–Es una lástima que Hyukjae no esté aquí para ver esta
victoria. Habría estado muy orgulloso de ti, comandante. Toda Roma debe estar
llorando.
En ese momento Leeteuk se dio cuenta de que no era él el que
estaba soñando. Era Kangin…
El rostro de Kangin estaba manchado de sangre, sudor y
polvo. Sus ojos, resplandecían por la victoria. Su porte era el de un hombre
sin igual, un hombre cuyo destino era la gloria.
Kangin alzó la copa de vino y se dirigió a los hombres
reunidos en su tienda.
–Dedico esta victoria a Hyukjae de Macedonia. Donde quiera
que se encuentre, sé que, en estos momentos, se estará riendo por la derrota de
Escipión.
Los hombres le respondieron con un clamoroso rugido.
Kangin dio un sorbo al vino y miró al veterano soldado que
estaba a su lado.
–Es una pena que Siwon no estuviese con Escipión. Estaba
deseando enfrentarme con él. Pero no importa. –Alzando la voz para que todos
los presentes pudieran escucharlo continuó–: Mañana marcharemos sobre Roma y
pondremos a esa puta de rodillas.
Todos gritaron su aprobación.
–En el campo de batalla, con la espada en la mano, eres
invencible –le dijo su lugarteniente, con un tono de voz que delataba su
admiración–. Mañana a esta hora serás el gobernador del mundo conocido.
Kangin meneó la cabeza, expresando su negativa.
–Junjin será mañana el gobernador de Roma, no yo.
El hombre pareció horrorizado; se inclinó hacia Kangin y le
habló en voz baja, de modo que nadie más lo escuchara.
–Hay quienes piensan que es débil; los mismos que te
apoyarían si…
–No, Dimitri –lo interrumpió de forma educada–. Aprecio el
gesto, pero he jurado poner mi ejército a su disposición y así será hasta el
día que muera. Jamás lo traicionaré.
La expresión del rostro de Dimitri dejó clara la confusión
que sentía. No estaba muy seguro de si debía aplaudir la lealtad de su
Comandante o maldecirlo por ella.
–No conozco a ningún otro hombre que dejase pasar la
oportunidad de gobernar el mundo.
Kangin soltó una carcajada.
–Los reinos y los imperios no dan la felicidad, Dimitri. Es
el amor de una buena pareja y de unos hijos lo que hacen a un hombre feliz.
–Y la victoria –añadió Dimitri.
La sonrisa de Kangin se ensanchó.
–Esta noche, al menos, parece que es cierto.
–¿Comandante?
Kangin se giró al escuchar que alguien lo llamaba y vio a un
hombre que se abría camino entre los congregados en la tienda. El soldado le
tendió un pergamino sellado.
–Un correo trajo esto. Lo llevaba un mensajero romano que
fue apresado esta mañana.
Al cogerlo, Kangin observó el sello de Siwon el Joven. Lo
abrió con curiosidad y lo leyó. Con cada nueva palabra, sentía que su pánico
aumentaba. El corazón comenzó a latirle con más fuerza.
–¡Mi caballo! –gritó mientras salía corriendo de la atestada
tienda–. Traigan mi caballo.
–¿Comandante?
Kangin se dio la vuelta para mirar a su lugarteniente, que
lo había seguido. El hombre fruncía el ceño, visiblemente preocupado.
–Dimitri, quédate al mando hasta que regrese. Que el
ejército se repliegue de nuevo hacia las colinas, lejos de los romanos, hasta
nueva orden. Si no estoy de regreso en una semana, dirígete con todo el grueso
de la tropa a Punjara.
–¿Estás seguro?
–Sí.
–¿Dónde vas? –le preguntó Dimitri.
–Siwon se dirige a mi villa. Tengo que llegar antes que él.
El hombre agarró las riendas, horrorizado.
–No puedes enfrentarte a él tú solo.
–No puedo perder tiempo esperando a que alguien me acompañe.
Mi esposo está en peligro. No vacilaré. –Y dándole la orden a su montura,
atravesó el campamento a todo galope.
Leeteuk se agitaba en la cama al tiempo que sentía el
creciente pánico de Kangin.
Necesitaba proteger a su esposo a toda costa. Los días
pasaban uno tras otro y él seguía cabalgando velozmente, cambiando de montura
cada vez que llegaba a un pueblo. No se detuvo a comer ni a dormir. Parecía que
un demonio lo hubiese poseído y un solo pensamiento ocupaba su mente: Junho. Junho.
Junho.
Llegó a su casa en mitad de la noche. Exhausto y
aterrorizado, bajó de un salto del caballo y golpeó con fuerza las puertas de
la villa para que lo dejaran entrar.
Un hombre mayor abrió las pesadas puertas de madera.
–¿Su Alteza? –preguntó el sirviente, incrédulo.
Kangin entró, dejando atrás al hombre mientras recorría con
la mirada el vestíbulo, en busca de alguna señal del enemigo. No encontró nada
fuera de lo normal. Pero seguía intranquilo. Aún no podía relajarse. No se
calmaría hasta que no viese a su esposo con sus propios ojos.
–¿Dónde está mi esposo?
El viejo sirviente pareció confundido por la pregunta. Abrió
y cerró la boca, como un pez fuera del agua, antes de hablar.
–En el lecho, Alteza.
Cansado, débil y muerto de hambre, Kangin se apresuró a
cruzar el largo pasillo porticado que conducía a la parte trasera de la villa.
–¿Junho? –lo llamó mientras corría, desesperado por verlo.
Una puerta se abrió al final del pasillo. Un joven rubio y
menudo, salió de la habitación, cerró la puerta a sus espaldas y miró a Kangin
de arriba abajo con una mirada gélida, estudiando su desaliño.
Estaba sano y salvo. Había envuelto su cuerpo desnudo con
una fina sábana blanca que sujetaba con las manos.
–¿Kangin? –preguntó, con voz airada.
El alivio lo inundó a la vez que se le llenaban los ojos de
lágrimas. ¡Estaba vivo! Gracias a los dioses. Parpadeando para evitar el
llanto, lo estrechó entre sus brazos y lo sostuvo con fuerza. Jamás había
estado más agradecido a las Parcas por su misericordia.
–Kangin –masculló él, forcejeando para librarse de su
abrazo–. Bájame. Hueles tan mal que apenas puedo respirar. ¿Tienes la más
ligera idea de lo tarde que es?
–Sí –le contestó, intentando aflojar el nudo que sentía en
la garganta y dejando que la alegría lo inundara. Estaba tan cansado que apenas
si podía mantenerse en pie ni pensar, pero no pensaba dormir. No hasta que Junho
estuviese a salvo–. Y debo llevarte lejos de aquí. Vístete.
Él lo miró, frunciendo el ceño.
–¿Llevarme a dónde?
–A Tracia.
–¿A Tracia? –repitió, incrédulo–. ¿Te has vuelto loco?
–No. Me ha llegado la información de que los romanos se
encaminan hacia aquí. Voy a llevarte a casa de mi padre para ponerte a salvo.
¡Apresúrate!
Pero no se movió. En lugar de hacerlo, su rostro se
ensombreció y sus ojos chispearon de furia.
–¿Con tu padre? Hace siete años que no hablas con él, ¿qué
te hace pensar que va a acogerme ahora?
–Mi padre me perdonará si se lo pido.
–Tu padre nos echará de su casa a los dos; lo dijo de un
modo bastante público. Ya me han avergonzado demasiadas veces en mi vida; no
necesito oír cómo me llaman puta en mi propia cara. Además, no quiero abandonar
mi villa. Me gusta vivir aquí.
Kangin hizo oído sordos a sus palabras.
–Mi padre me quiere y hará lo que yo le pida. Ya lo verás.
Ahora, vístete.
Él miró detrás de Kangin.
–¿Daniel? –llamó al anciano sirviente que había estado
esperando tras Kangin todo el tiempo–. Prepara un baño para el señor y tráele
comida y vino.
–Junho…
Él lo detuvo, tapándole la boca con la palma de la mano.
–Shhh, mi señor. Es más de medianoche. Tienes un aspecto
espantoso y hueles aún peor. Déjame lavarte, alimentarte y prepararlo todo para
que duermas y, después, por la mañana, discutiremos lo que es preciso hacer
para protegerme.
–Pero los romanos…
–¿Te has cruzado con alguno de camino hacia aquí?
–Bueno… no.
–Entonces, de momento no hay peligro, ¿o sí?
Demasiado cansado para discutir, le dio la razón.
–Supongo que no.
–Ven, acompáñame. –Lo tomó de la mano y lo llevó hasta una
pequeña estancia situada a un lado del pasillo principal.
Leeteuk vio una habitación iluminada por la luz de las velas
y con una pequeña chimenea. Kangin estaba recostado en una bañera dorada
mientras su esposo lo bañaba.
Atrapó una de las manos de Junho y la acercó a su mejilla,
ensombrecida por la barba.
–No sabes cuánto te he echado de menos. Nada me reconforta
más que tus caricias.
Él le ofreció una copa de vino con una sonrisa que no le
llegó a los ojos.
–He oído que has arrebatado Tesalia a los romanos.
–Sí. Siwon estaba furioso. Estoy impaciente por marchar
sobre Roma. Y lo conseguiré, recuerda lo que te digo.
Vació la copa de un trago y la dejó a un lado. Con el cuerpo
enfebrecido, atrapó a su esposo y lo metió en la bañera con él.
–¡Kangin! –jadeó.
–Shhh –susurró él sobre sus labios–. ¿No vas a darme un
beso?
Él consintió, pero sin mostrarse muy receptivo. Kangin lo
notó de inmediato.
–¿Qué ocurre, amor mío? –le preguntó, echándose hacia
atrás–. Esta noche pareces muy distante, como si tus pensamientos estuvieran en
otro lugar.
El rostro de Junho se suavizó antes de colocarse a
horcajadas sobre él e introducirse su miembro.
–No estoy distante. Estoy cansado.
Él sonrió y gimió cuando comenzó a moverse.
–Perdóname por haberte despertado. Sólo quería saber que
estabas bien. No podría seguir viviendo si algo te sucediera –le dijo tomándole
el rostro con ambas manos y acariciándole las mejillas con los pulgares–.
Siempre te amaré, Junho. Eres el aire que respiro.
Lo besó para saborearlo por completo.
Junho pareció relajarse un poco entre sus brazos mientras
seguía montándolo. Su mirada jamás se apartaba de él, como si estuviese
esperando algo…
Tan pronto como alcanzó el clímax, Kangin se echó hacia
atrás y lo observó. Se sentía tan débil como un recién nacido, pero estaba en
casa y su esposa le daba fuerzas. Estaba a salvo. En cuanto ese pensamiento
cruzó su mente comenzó a escuchar un extraño zumbido y todo empezó a darle
vueltas.
Comprendió al instante lo que su esposo había hecho.
–¿Veneno? –masculló.
Junho se apartó de él y salió de la bañera. Se envolvió con
rapidez en una toalla y le contestó.
–No.
Intentó salir de la bañera, pero estaba demasiado mareado y
volvió a caer al agua. Le costaba trabajo respirar y apenas si podía hilar dos
pensamientos seguidos con la mente tan embotada. Lo único que tenía claro era
que la persona que amaba lo había traicionado. La misma persona a cuyos pies
había puesto el mundo.
–Junho, ¿qué me has hecho?
–Lo que tú no eres capaz de hacer. Asegurar mi porvenir.
Roma es el futuro, Kangin, no Junjin. Jamás sobrevivirá para ascender al trono
de Macedonia.
La oscuridad lo engulló.
Junho es una vil pu** jdjfjdj enveneno a Kangin ;-; y Teukie lo vio D; y ahora Kangin tuvo una visión de su propia muerte y y Siwon era el malo en esa época? Pero estará con la chula en el presente no? Jdjfjdjd no puedo esperar tanto xD ya quiero que actualices esta muy interesante *^*
ResponderEliminarKangin tuvo una premonición y no me gusta, debe haber una manera en que cambie lo que vio y derroten al maldito de Changsu y luego LeeTeuk vio la traición que sufrió Kangin, no puedo creer que Junho sea tan malvado, no es más que una arpía que supongo se vendió por dinero a los romanos y no le tembló el pulso para traicionar al hombre que lo amaba y que le dio la espalda a su familia y a su reino por él, ojalá ya haya recibido su castigo.
ResponderEliminarYa me puse al día con la historia, así que ahora a esperar la actu ^^
No...no...no...no
ResponderEliminarKangin con sus premoniciones,Changsun pisandole los talones a los Dark Hunters y haciéndose más poderoso,el peligro aumentando. Teuk sin aceptar sus poderes,buscan respuestas y nadie tiene alguna..así no se puede.
Ahora Teuk ha visto lo que tuvo que pasar para que kangin decidiera convertirse en un hunter,prácticamente esta viviendo la traición que sufrió kangin por la persona que amaba...T_T