—No quiero
tener que pagar la fianza de nadie esta noche — masculló Donghae.
Lo miró de
reojo.
—No me creerás
tan tonto como para dejarme coger, ¿verdad?
—Espero que no,
Choi.
Donghae adoptó
su sonrisa de abogado al entrar en el vestíbulo y acercarse al mostrador de
recepción.
Una mujer
oronda de pelo canoso estaba sentada al mostrador.
—Firmen aquí.
Tienen veinticinco minutos antes de que acabe el horario de visitas.
Donghae firmó
en el registro, le pasó a Siwon el bolígrafo y esperó.
La
recepcionista los miró con cara de pocos amigos.
—Necesito algún
tipo de identificación. —Miró en su ordenador y esperó a que Siwon y
Donghae sacaran
las carteras—. La señora Jang está en el ala D, en la habitación 438.
—Golpeó un mapa
con un lápiz—. Aquí. Vayan por ese pasillo de ahí. —Señaló una puerta de doble
hoja.
—Gracias
—replicó Donghae.
—Qué amable
—musitó Siwon mientras abrían la puerta.
Cuando se
hallaron solos en el pasillo, Donghae miró el reloj.
—No te
retrases.
—Hecho.
Diviértete.
—Ya, que me
divierta. —Donghae frunció el ceño—. Panda tiene alzheimer. No me recuerda. Va
a ser estupendo.
Siwon le guiñó
un ojo antes de meterse en el cuarto del celador.
El olor de los
desinfectantes industriales se le metió por la nariz. Encendió la linterna de
bolsillo que llevaba e inspeccionó el cuartillo. Tal como le habían dicho a Donghae,
había un uniforme de celador colgado de un gancho de la pared. Se lo puso, se
colocó la identificación con su foto en el bolsillo de la camisa y salió al
pasillo empujando el carrito de la limpieza.
Atravesó el
edificio despacio, silbando como si no tuviera la menor preocupación. Una
enfermera pasó junto a él, se detuvo y lo miró.
—Eres nuevo.
¿Dónde está Jacky?
Él la miró con
una sonrisa.
—Enfermo. Lo
estoy sustituyendo.
—Hay un charco
en la 102 que tienes que limpiar.
—Sí, señora.
Ahora voy.
—Necesito que
lo limpies ahora mismo. Vamos.—Lo señaló con un dedo. Joder. No tenía tiempo
para eso en ese instante. Pero era seguirla o levantar sospechas, algo que no
les hacía falta.
Le dio la vuelta
al carrito. ¿La 102? ¿Dónde diablos estaba eso? Siwon miró el mapa del edificio
que había colocado debajo de las botellas emplazadas en la parte superior del
carrito. Joder. En el extremo opuesto de la clínica.
La enfermera
abrió una puerta.
—¿Señor Anders?
Un gruñido
ahogado fue la única respuesta.
Siwon dejó el
carrito en el pasillo. Arrugó la nariz al entrar en la habitación. Madre del
amor hermoso, no se había presentado voluntario para eso. Casi se podía decir
que la vejiga del anciano había explotado en mitad del suelo.
—Vamos a
limpiar todo esto enseguida, señor Anders —dijo la enfermera. Le hizo un gesto
con la cabeza a Siwon para que se pusiera manos a la obra.
Aunque por
dentro soltó una retahíla, regresó junto al carrito del celador y cogió los
utensilios que supuso que iba a necesitar. Veinte minutos después, volvía a
empujar el carrito por los largos pasillos. Le ardía la piel y tenía la
necesidad de darse una ducha para borrar el hedor de esa habitación. Y desde
luego que no quería envejecer.
Una mujer
estaba picando datos delante de un ordenador cuando entró en los despachos.
Levantó la identificación.
—He venido para
vaciar las papeleras.
La mujer apenas
lo miró.
—Vale, pero no
tardes. Tengo que cerrar con llave.
—Sí, señora.
Se movió por la
estancia, realizando su tarea. Cuando terminó con el despacho de fuera, entró
en la sala de archivo.
La puerta de
brazo mecánico se cerró detrás de él. Apretó el paso hacia la ventana y la
abrió.
Jungwoo estaba
justo debajo de la ventana, donde había estado escondido.
—¿Por qué has
tardado tanto?
—La vejiga de
un viejo explotó en la otra punta del edificio — susurró él.
—¿Qué?
—Te lo explico
después. No tenemos mucho tiempo. —Lo ayudó a entrar por la ventana—. En el
despacho de fuera hay una secretaria que se muere por volver a casa.
Jungwoo fue
derecha al archivo. Abrió el primer cajón y empezó a rebuscar entre los
informes.
—No hay una
carpeta para Kim.
—Prueba con Choi.
Cerró el primer
cajón y abrió el siguiente.
Siwon vació la
papelera. Las persianas metálicas sonaron cuando pasó por encima un cepillo
para disimular el ruido de los cajones del archivador al abrirse y cerrarse.
—Nada —susurró.
Le miró de nuevo.
—¿Lee?
—Aquí está
—dijo él—. Menos mal que los informes se habían destruido en un incendio. —Sacó
la carpeta, la abrió y hojeó el contenido.
El siseo que se
le escapó llamó la atención de Siwon.
—¿Qué pasa?
—La firma de Mithra
está por todas partes. —Siguió pasando de página, con la cara tan blanca que Siwon
estuvo a punto de obligarlo a sentarse—. Aparece mucho la firma de una
enfermera: Kwon Dahyun.
—Yo me encargo.
—Siwon se acercó a otro archivador y buscó la documentación del personal—. No
está aquí.
—¿En otro
despacho?
—Seguramente
—respondió él mientras seguía buscando en los cajones.
—¿Qué es el
Midazolam?
Siwon levantó
la vista.
—Es una
benzodiacepina.
—¿Qué es eso?
—Un medicamento
utilizado como sedante hipnótico.
Jungwoo lo
miró.
—¿Un sedante?
¿Sirve para el coma?
—Es posible. Si
se combina con un agente paralizante, sí.
Heechul tragó
saliva y volvió a mirar su historial.
—¿Como el
Anectine?
«Joder, joder»,
pensó él.
—Sí.
—¿Qué me
dices del Tabofren?
Siwon se quedó
paralizado.
—Repite eso.
—Tabofren. Está
en mi historial.
—Es un
medicamento contra el cáncer.
Jungwoo levantó
la vista de repente.
—Yo no tenía
cáncer, ¿verdad?
Aunque negó con
la cabeza, la preocupación le formó un nudo en el pecho. Alguien aporreó la
puerta.
—Oye, ¿has
terminado ya? Tengo que cerrar.
—Mierda. —Jungwoo
se escondió debajo del escritorio.
Siwon abrió la
puerta. Tenía la adrenalina por las nubes, pero se obligó a sonreír.
—Claro. Solo
tengo que coger bolsas nuevas. —Silbando, volvió junto al carrito, cogió lo que
necesitaba y regresó al despacho. Con el ceño fruncido, Jungwoo le llamó la
atención con un gesto de la mano desde su escondrijo.
Siwon se tomó
su tiempo, asegurándose de que la ventana estaba cerrada antes de salir de la
estancia.
La secretaria
miró el reloj.
—Te lo has tomado
con calma. —Apagó las luces y lo obligó a salir de la oficina principal antes
de cerrar la puerta con llave.
—Buenas noches
—se despidió él.
La mujer no
contestó, se limitó a enfilar el largo pasillo, y el taconeo de sus zapatos fue
lo único que se oía en el espacio vacío.
Siwon llevó el
carrito hasta el cuarto de celadores más cercano y regresó al despacho con
cuidado. Llamó a la puerta, miró a su alrededor y esperó. La puerta se abrió
una rendija por la que él se coló antes de volver a cerrarla.
Los ojos de Jungwoo relucían en la oscuridad.
—Se ve que
sabes cómo hacer que un chico se lo pase bien.
—Recuerda que
esto no ha sido idea mía. Mira en ese despacho. Yo miraré en este.
Se separaron
para buscar en los archivadores y en los cajones de los escritorios. Cuando Jungwoo
le susurró desde una habitación cercana, cerró el cajón que estaba mirando y
dejó que su voz lo guiara.
—Lo tengo
—dijo—. Kwon Dahyun fue despedida hace casi un año, aquí está su dirección.
—Eso está en el
agua.
—No encuentro
nada de Mithra.
Se escucharon
llaves en el despacho exterior.
—Mierda. —Siwon
lo empujó hacia la ventana—. Vamos.
Jungwoo abrió
la ventana y salió. Él lo siguió e intentó cerrarla del todo antes de
agazaparse entre los arbustos.
La luz brotó de
la ventana, derramándose sobre los arbustos. Siwon contuvo el aliento. Cuando a
Jungwoo se le escapó una risilla, le colocó una mano sobre la boca.
No se escuchó
ruido alguno procedente del despacho, pero el haz de la linterna seguía allí.
La luz desapareció después de lo que le pareció una eternidad. Se escucharon
pasos y una puerta que se abría y que se cerraba. El silencio se impuso a su
espalda.
—¿Quieres que
nos cojan? — susurró Siwon.
Jungwoo le
apartó la mano de su boca.
—Lo siento. No
he podido evitarlo. Nunca te había visto moverte tan rápido.
—Ya me imagino
los titulares de mañana: «Empresario farmacéutico arrestado por allanar una clínica
al norte de la ciudad.»
Jungwoo soltó
otra risilla.
—¿Te da miedo
ensuciar tu reputación de niño bonito?
—Ya está más
que sucia. Y no, me da miedo ir a la cárcel y acabar con un compañero de celda
llamado Bubba. —Cuando Jungwoo soltó una carcajada, el corazón le dio un
vuelco—. Y tampoco quiero que nuestros hijos acaben en las incapaces manos de Hyukjae.
Sulli ya tiene una buena boquita.
—Porque las
palabrotas no las ha aprendido de ti, ¿verdad? —En sus ojos relucía un brillo
alegre.
—Claro que no.
Jungwoo sonrió.
Dios, cuánto echaba de menos esa sonrisa. Su forma de iluminarle la cara, su
alegre mirada. La sensación que le provocaba en el estómago. Ardía en deseos de
besarlo. Ardía en deseos de tocarlo. Ardía en deseos de acabar lo que habían
comenzado antes.
En cuanto
volvieran y analizaran lo que acababan de descubrir, pensaba hacer justo eso.
Lo cogió de la
mano.
—Vamos,
larguémonos de aquí.
La luz del
cuadro de mandos iluminaba la cara de Donghae, que estaba en el asiento del copiloto.
Hyukjae y él estaban discutiendo acerca de qué desvío tomar para regresar a la
autopista. Parecían un matrimonio de viejos.
Heechul miró a Siwon,
que estaba sentado junto a él en la parte trasera. Había dejado el uniforme de
celador en los arbustos, junto a la clínica, antes de irse. En ese momento,
estaba estudiando su historial médico con detenimiento. Tenía el ceño muy
fruncido.
Eso no pintaba
bien.
—No tienes el
menor sentido de la orientación —protestó Donghae—.
No, gira a la
derecha en el siguiente semáforo.
—Hemos pasado
por delante de un Taco Grill’s al ir —replicó Hyukjae —. Me acuerdo muy bien.
Es por allí. —Señaló hacia delante.
—No, no es por
allí —lo contradijo Donghae—. Está en la siguiente calle. Tú gira. —Le echó
mano al volante.
—Diablos, Donghae.
Déjame conducir. —Cuando él lo fulminó con la mirada, Hyukjae frunció el ceño,
meneó la cabeza y giró donde él le había dicho. El gran letrero del restaurante iluminaban
la calle.
—¿Lo ves? Te lo
dije. Nunca discutas conmigo sobre direcciones. Salida a la autopista. Allí.
—Tengo ojos, cariño,
y quiero puntos por acordarme del Taco Grill’s. Por cierto, tengo hambre.
—Tengo que ir
al despacho — dijo Siwon.
—¿Por qué?
—preguntó Heechul. El silencio de Siwon mientras leía su historial médico y el
hecho de que no le hiciera gracia el espectáculo que estaba teniendo lugar en
la parte delantera del vehículo lo tenía de los nervios.
—Tengo que
comprobar una cosa. Dejame en el centro, ya volveré a casa en un taxi.
—Adiós a mi taco.
—Hyukjae suspiró y pasó de largo junto al restaurante. Se
incorporó a la autovía en dirección a la ciudad.
—Háblame, Siwon
—le dijo Heechul —. ¿Qué te ha llamado la atención de mi historial?
Lo vio mover
los papeles que tenía en el regazo.
—Parece que
estuviste sumido en un coma natural durante bastante tiempo. Pero después de
que Siwan naciera, te administraron medicamentos para mantenerte en él. Es como
si hubieras salido por tus propios medios pero alguien no quisiera que te
despertases.
A Heechul se le
formó un nudo en el estómago.
—¿Qué me dices
de ese otro medicamento? —Al ver que él no le contestaba, insistió—: Siwon,
dímelo.
Lo vio apretar
los labios. Al final, dijo:
—El Tabofren
era un medicamento de SmCorp que hace cinco años estaba en la fase uno de los
ensayos clínicos.
Donghae se
volvió en su asiento.
Hyukjae lo miró
a través del retrovisor.
—¿Qué? —Heechul
puso los ojos como platos.
—Lo retiramos
porque la FDA estaba muy preocupada por los efectos secundarios.
Heechul sintió
que la sangre se le agolpaba en los pies. Como si se estuviera quedando sin
aire.
La mano de Siwon
acarició la suya.
—No te asustes
todavía. Deja que investigue un poco primero.
El asintió con
la cabeza, aunque en el fondo no sabía qué pensar. Ni qué hacer, por cierto.
Con dedos temblorosos, se frotó la cicatriz que tenía en el lateral de la
cabeza. Tragó saliva para contener el miedo.
No funcionó.
Hyukjae paró el
coche delante del edificio de la empresa de Siwon.
—Donghae y yo
compraremos comida y nos reuniremos con ustedes ahí arriba.
—No hace falta
—rehusó Siwon al tiempo que salía del coche. Cogió la mano de Heechul y lo
ayudó a bajar.
—No discutas, Siwon.
—Donghae sacó el brazo por la ventanilla y le dio un apretón en los dedos a Heechul
—. Volveremos enseguida.
¿Por qué tenía
de repente un mal presentimiento?, se preguntó Heechul, que se pasó una mano
por el pelo mientras entraba en el edificio con Siwon. Un mal presentimiento lo
recorría por entero, al igual que le pasó aquel día, cuando se arrodilló en el
suelo del despacho de Mithra y abrió el archivador cerrado con llave que cambió
su vida.
—Hola, John. —Siwon
saludó con un gesto de la cabeza al guardia de seguridad que estaba sentado
tras el mostrador de recepción.
—Señor Choi.
Viene muy tarde hoy.
—Tengo que
hacer un trabajillo. Mi cuñado y un amigo llegarán un poco más tarde. Que suban
cuando lleguen.
—Por supuesto,
señor Choi. Tenía buen aspecto en la tele hoy —añadió con una sonrisa torcida.
—Gracias. —Siwon
le colocó una mano a Heechul en la base de la espalda y lo instó a acercarse a
los ascensores. Una mano cálida y sólida que le provocó un enorme calor allí
donde le tocaba.
No podía negar
que sentía cierta conexión con él. Pero no sabía qué hacer al respecto ni cómo
lidiar con dicha conexión con todo lo que estaba sucediendo a su alrededor.
Heechul se
sintió intimidado nada más entrar en el lugar. Su diminuto despacho cabría en
un rinconcito de ese espacio palaciego. Se acordó de la conferencia de prensa y
recordó la expresión acerada de sus ojos al enfrentarse a los periodistas. Choi
Siwon, el rico empresario, no se parecía en nada al hombre tierno que lo había
abrazado con tanta ternura después de que sangrara por la nariz.
—Toma algo para
beber, ¿quieres?
Agradecido por
tener algo que hacer, Heechul se acercó a la barra. Siwon se sentó en el sillón
que había al otro lado de su escritorio y encendió el ordenador. Sus dedos
volaban por las teclas, con la vista clavada en lo que fuera que estuviera
viendo. Su silencio le indicó que no estaba dispuesto a compartir sus temores
en ese momento.
Heechul luchó
contra el impulso de colocarse detrás de él. Se mantuvo ocupado sirviendo dos
copas y después llevó los vasos a su escritorio.
—¿Hay un aseo
por aquí? —le preguntó.
Él señaló una
puerta con la cabeza.
—Por allí.
—Gracias.
Pasó todo el
tiempo que pudo en el elegante cuarto de baño, se echó agua en la cara en un
intento por controlar sus emociones. Cuando por fin reunió el valor necesario
para regresar al despacho de Siwon, se lo encontró sentado al escritorio. Pero
en esa ocasión tenía la cabeza entre las manos, con los codos apoyados en la
mesa. La pantalla del ordenador brillaba con imágenes de Sulli a modo de
salvapantallas.
Su cuerpo
irradiaba tensión, una tensión que inundaba el espacio que los separaba y se le
acumulaba en el pecho, disparando sus nervios hasta niveles insospechados.
Presa de los temblores, rodeó el escritorio para colocarse a su lado.
—¿Siwon?
Sin levantar la
vista, él lo agarró de la cintura y lo colocó delante de él. Sintió sus
rodillas en la cara interna de los muslos, provocándole un millar de escalofríos.
A continuación, él se inclinó hacia delante y apoyó la frente en su vientre
mientras inspiraba hondo y de forma entrecortada.
Algo iba mal.
Fuera lo que fuese que hubiera encontrado era tan malo que ni siquiera podía
mirarlo. Pensó en marcharse, en olvidarse de todo ese lío. Podía montarse en un
avión y volver a Gangwon si quería, olvidarse de Choi Siwon y de su hija.
Seguramente eso fuera lo más inteligente.
Pero al mismo
tiempo sabía que nunca se iría. Estaba conectado a él, quisiera o no. Y no solo
por Sulli y Siwan, sino por algo más. Algo que lo arrastraba hacia él aunque
quisiera salir corriendo en dirección contraria. Algo que no comprendía pero
que estaba desesperado por saber adónde la llevaba.
Le enterró los
dedos, temblorosos, en el pelo y deslizó las manos por su nuca y sus hombros,
sintiendo la tensión que lo embargaba.
—Siwon, me
estás asustando.
Él no habló. Se
limitó a clavarle todavía más los cálidos y fuertes dedos en las caderas, como
si fuera su tabla de salvación.
—Háblame —le
suplicó, susurrando.
Sus marcadas
facciones estaban demudadas por el dolor cuando le miró. Y el miedo que sentía
se convirtió en pánico al ver la culpa que inundaba esos hipnóticos ojos negros.
Heechul inspiró
entre dientes.
Sin necesidad
de preguntar siquiera, supo que de alguna manera Siwon estaba involucrado en lo
que le había pasado.
Ay no ¿que pasó? ¿cómo puede estar Siwon involucrado? carajo ㅠㅜ no puede quedar ahí!!!
ResponderEliminarJuntos son dinamita....jajajajaaj seeee,se imaginan al multimillonario limpiando la pipi de alguien jajajajaja
ResponderEliminarlo bueno de todo esto,es que lograron obtener la información que querian.
Lo malo,las concluciones a las que llego siwon,y ademas el pensar de Hee,que siwon tuvo mucho que ver con lo que ha pasado.......aaaaah
todo se estaba calmando y llega esto.....o lo aclaran y deciden empezar de nuevo,y esto abrirá una brecha entre ellos.....no quiero
pero si quiero el siguiente cap T^T