–Bueno, no soy ningun experto, pero el chico que está
detrás de ti tiene toda la pinta de ser un Daimon.
Apenas había acabado de hablar cuando un rayo impactó en la
espalda de Kyuhyun, enviándolo al suelo. Kangin lanzó una maldición, tiró de
Leeteuk hasta dejarlo tras el coche y saltó sobre el Lamborghini para perseguir
al Daimon que acababa de atacar a Kyuhyun. Los dos cayeron al suelo en mitad de
una violenta pelea.
Leeteuk se acercó a Kyuhyun, que estaba cubierto de sangre.
Con el corazón martilleándole en el pecho, intentó incorporarlo pero, antes de
que pudiera lograrlo, otro Daimon los atacó.
Reaccionando de forma instintiva, agarró el puñal celta que Kyuhyun
llevaba en el cinturón e hirió al vampiro en el pecho. El Daimon siseó de dolor
y retrocedió. Kyuhyun se puso en pie, arrebató el puñal a Leeteuk y lo clavó en
la espalda del Daimon, que se alejaba a la carrera. El vampiro desapareció con
un destello de luz.
Kangin salió de improviso de entre las sombras, respirando
laboriosamente mientras recogía el puñal de Kyuhyun del suelo para
devolvérselo.
–¿Estás bien? –le preguntó.
Kyuhyun hizo una mueca de dolor al doblar el brazo.
–Las he tenido peores. ¿Tú qué tal?
–Las he tenido peores.
Kyuhyun miró a Leeteuk e hizo un gesto cortés con la cabeza.
–Gracias por la ayuda –le dijo mientras se frotaba el hombro
con la mano–. Pon a salvo a tu pareja. Luego hablamos.
–Vale.
Leeteuk se encogió al ver cómo Kyuhyun pasaba una larga
pierna sobre la moto para sentarse. Se movía lentamente y con mucho cuidado,
señal del dolor que debía estar sufriendo.
–¿De verdad está bien?
–Nuestras heridas sanan rápido; la mayoría desaparecen en
menos de veinticuatro horas.
A lo lejos se escuchó una sirena. Kangin echó un vistazo a
la calle, donde ya se veían las luces.
–La policía. Tenemos que irnos antes de que lleguen.
–¿Y qué pasa con Puff?
–Cuando recobre el conocimiento estará perfectamente. Kyuhyun
puede curar cualquier herida, lo único que le resulta imposible es devolver la
vida.
–¿Y Heebum?
Kangin dio un silbido y abrió la puerta del coche, dejando
que el perro se colocase en el asiento de Leeteuk.
–Estaremos un poco apretados, pero nos las arreglaremos.
Leeteuk entró en el coche y acomodó a Heebum en su regazo lo
mejor que pudo. Hasta que Hunter no se sentó frente al volante no vio la sangre
que le cubría el brazo y la mano.
–¿Estás herido?
–En el antebrazo. Se curará.
–¡Jesús, Hunter! ¿Cómo puedes seguir dedicándote a esto?
Él se echó a reír.
–Hace ya tanto tiempo que lo hago que, honestamente, no
recuerdo cómo era mi vida antes de que muriera.
Leeteuk se estremeció al escuchar el comentario.
–Pero en realidad no estás muerto, ¿verdad? Todo esto me
parece un poco confuso. A ver: sangras, te late el corazón y tu piel es cálida
al tacto. Eso significa que estás vivo ¿no?
Kangin puso en marcha el coche y bajó la calle, alejándose
de la policía.
–Sí y no. Cuando un humano muere, Artemisa utiliza sus
poderes para capturar su alma. Una vez atrapa nuestras almas, somos devueltos a
la vida.
–¿Cómo?
–Teniendo en cuenta que en ese momento estaba muerto, no
tengo ni la menor idea. Lo único que recuerdo es que todo se volvió negro y
que, cuando me desperté, era más fuerte que nunca y además tenía habilidades
psíquicas.
Leeteuk meditó acerca de lo que Kangin había dicho mientras
acariciaba las orejas de Heebum y le sujetaba la cabeza para mantenerlo
tranquilo.
–¿Eso significa que puedes morir otra vez?
–Sí.
–¿Y qué sucede entonces?
Kangin respiró hondo.
–Cuando uno de nosotros muere antes de reclamar su alma,
vaga eternamente por la tierra sin ningún tipo de poder. Es una Sombra atrapada
en un cuerpo sin sustancia. Me explico: no puede tocar nada, nadie le escucha a
excepción de los Oráculos y pasa hambre y sed pero no podremos comer ni beber.
Es un pequeño salto que nos lleva de un estado maldito a otro peor.
Leeteuk se quedó boquiabierto ante semejante destino. No
podía soportar la idea de que algo le sucediera a Kangin.
–¿Y eso es lo que sucede si un Daimon te mata?
Él asintió.
–Pero es injusto.
Él le miró brevemente.
–Pequeño, ¿en qué mundo has vivido que todo te parece una
cuestión de justicia? La vida y la muerte son como son. La justicia o la falta
de ella no tienen nada que ver.
Ese comentario era muy revelador. ¿Cuántas injusticias
habría sufrido para pensar así? A esa idea le siguió otra con extrema rapidez.
–Hyukjae dijo que podrías recuperar tu alma.
–En teoría, sí.
–¿Cómo que en teoría? –preguntó mientras Heebum alzaba la cabeza
para mirar a Kangin. Él alargó el brazo y le dio unas palmaditas para que se
tranquilizara de nuevo.
–Se nos concede una vía de escape, pero en los últimos dos
mil años sólo unos cuantos han tenido éxito. Casi todos los que lo han
intentando han acabado siendo meras Sombras.
Leeteuk frunció el ceño. Era horrible. Por su forma de
contarlo, sabía que Kangin estaba resignado y que jamás intentaría recuperar su
alma. ¿Por qué?
–¿Qué tendrías que hacer para que te devolvieran tu alma?
Él se encogió de hombros.
–No lo sé. Nadie lo sabe, ya que es distinto para Dark
Hunter. Lo único que tengo claro es que, llegado el momento de la verdad, el Dark
Hunter es liberado o maldecido para toda la eternidad.
Lo que Kangin no quiso contarle es que, para poder conseguir
su libertad, los Dark Hunter tenían que depositar sus almas en manos de alguien
que los amara. Habiendo sido herido de manera tan cruel por su esposo, jamás
volvería a confiarle a nadie su cuerpo o su corazón y mucho menos su alma
inmortal. Había visto a muchos hermanos atrapados como Sombras porque las
personas que debían completar la prueba habían fallado. Y, en el fondo de su
mente, estaba la certeza de que ningún joven o mujer podría amarlo jamás. Ni
siquiera un poquito. ¿Por qué iba a pensar, por tanto, que alguien podría
liberarlo?
–¿Por qué estuviste de acuerdo en vivir así? –le preguntó.
Él le miró y alzó una ceja.
–Ya te lo he dicho, los ingresos son ilimitados y además soy
inmortal. ¿No es tentador?
Aún así, Leeteuk no estaba muy convencido. Era una respuesta
demasiado simple y él no parecía ser un hombre superficial.
–No creo que seas un avaricioso.
–¿Ah, no?
–No. Eres mucho más íntegro, más generoso. La gente
avariciosa no tiene el detalle de dejar los regalos que tú dejaste para Hyukjae
y su familia. –Vio cómo tensaba la mandíbula y supo que lo había calado a la
perfección–. Por cierto, ¿cómo conseguiste su anillo? Dijo que lo había vendido
hacía un par de años.
Kangin se quedó tan callado que Leeteuk creyó que no
respondería. Finalmente habló.
–Hace un par de años, salvé a un hombre que estaba siendo
atacado por un Daimon. Lo llevaba en la mano y, cuando lo vi, apenas podía
creerlo. Le dije que se lo compraba, pero me lo regaló por haberle salvado la
vida.
Leeteuk lo observó con los ojos entrecerrados, deseando
poder leer sus pensamientos igual que hacía él.
–¿Por qué querías quedarte con él?
Kangin desterró toda emoción de su rostro y él supo que el
tema era muy delicado para él.
–¿No me vas a contestar?
–¿Qué quieres que diga? –preguntó él, irritado y con
brusquedad–. ¿Que tuve un momento de debilidad? ¿Que por un instante sentí una
punzada de añoranza? Pues sí, es cierto. Ahora ya sabes que el Dark Hunter
tiene corazón, aunque carezca de alma. ¿Estás contento?
–Ya sabía que tenías corazón.
Él se detuvo en un semáforo y lo miró. Fruncía el ceño con
intensidad y lo observaba como si estuviese intentando comprenderlo.
–Lo creas o no –prosiguió Leeteuk–, se refleja en todo lo
que haces.
Kangin meneó la cabeza, como si no pudiese creerle, y volvió
a mirar al semáforo.
–No sabes nada de mí.
Eso era cierto pero…
Leeteuk se sentía muy intrigado por él. Cautivado. Este hombre,
que no era un hombre, le atraía, le seducía. Pero lo único que siempre había
deseado en la vida era ser normal. Tener un hogar acogedor, lleno de amor, con
niños. Una vida tranquila.
Él no podía ofrecerle nada de eso.
No obstante, cada vez que lo miraba, cada vez que pensaba en
él, le sucedía algo de lo más extraño. Y no era sólo lujuria. Era algo más.
Algo indefinible que le hacía sentirse un poco más feliz y que despertaba su
cariño. Estar cerca de él le hacía volar.
Y se preguntaba si a Kangin le sucedería lo mismo.
Si era así, lo ocultaba bastante bien bajo esa fachada de
tipo duro.
–¿Puedo hacerte otra pregunta?
Él suspiró, irritado.
–¿Y ahora qué? Ya me lo has preguntado todo.
Haciendo caso omiso de sus punzantes palabras, formuló la
pregunta.
–¿Por qué te convertiste en un Dark Hunter?
–Quería vengarme a cualquier precio.
–¿De Junho?
En esta ocasión, Kangin no pudo ocultar el dolor que reflejó
su rostro, ni evitar que se le ensancharan las aletas de la nariz. Agarraba el
volante con tanta fuerza que los nudillos se veían claramente bajo la piel.
Leeteuk respiró hondo y comenzó a acariciar de nuevo las
orejas de Heebum. No podía culparlo por querer vengarse de una persona que
había sido tan desalmada como para entregarlo a sus enemigos.
–Hyukjae me contó que los dioses te concedieron veinticuatro
horas para que llevaras a cabo tu venganza. ¿Qué hiciste?
En la mandíbula de Kangin comenzó a palpitar un músculo y,
cuando habló, su voz estaba teñida de furia.
–Di la espalda a mi familia por él. Di la espalda a todo un
reino y a la gente que me amaba. Por su culpa, las últimas palabras que dirigí
a mis padres fueron hirientes y crueles. Y cuando le comunicaron a mi padre la
noticia de mi muerte, el dolor lo volvió loco.
»Se arrojó desde la ventana de la habitación que yo ocupaba
cuando era niño y murió aplastado contra las piedras del suelo, llamándome. Mi
madre no volvió a pronunciar ni una sola palabra más hasta el día de su muerte
y mi hermana pequeña se rapó el pelo para hacer saber al mundo lo mucho que
sufría.
»Sin mi guía, los romanos vencieron a nuestros ejércitos e
invadieron mi hogar. Mis gentes perdieron la dignidad, la nacionalidad y
sufrieron durante siglos el yugo romano.
En ese momento lo miró, furioso.
–Dime, ¿qué habrías hecho tú con mi esposo?
Leeteuk tenía los ojos llenos de lágrimas por el dolor que
reflejaba su voz. Entendía perfectamente su sufrimiento. Dios santo, nadie se
merecía un castigo semejante por haber amado a quien no le correspondía.
Pero lo que más le sorprendía era que no había dicho nada de
lo que Junho le había hecho a él. Kangin sólo sufría por lo que habían padecido
su familia y su país.
El deseo de acariciarlo era tan fuerte que no sabía muy bien
cómo lograba contenerlo. Se obligó a concentrarse en Heebum, abrazándolo del
modo que le gustaría abrazar a Kangin.
–No lo sé –le susurró una vez que desapareció el nudo que le
obstruía la garganta–. Supongo que yo también lo habría matado.
–Eso es lo que todo el mundo supone.
Leeteuk sintió que un escalofrío le recorría la espalda.
–No lo hiciste, ¿verdad?
–No. Le rodeé el cuello con las manos y estaba a punto de
acabar con su vida cuando me miró con los ojos llenos de lágrimas y preso del
pánico. Durante un minuto quise matarlo y, un instante después, sentía deseos
de enjugar sus lágrimas, besar sus temblorosos labios y dejar que siguiera
viviendo en paz. –Apretó los dientes al acabar–. Así que ya ves, estás sentado
junto al imbécil más grande que jamás ha pisado la tierra. Un hombre que vendió
su alma a cambio de una venganza que jamás llevó a cabo.
Leeteuk se sintió abrumado por todo el horror que había
soportado Kangin. A pesar de todo lo que había sufrido a causa de ese joven,
después de todo lo que había perdido, había seguido amándolo. Profundamente.
No importaba lo que Junho le hubiese hecho, al final lo
había perdonado.
¿Cómo podía alguien traicionar a un hombre capaz de
demostrar tanto amor y fidelidad? No le cabía en la cabeza.
–Lo siento.
–No lo hagas. Como dice el refrán, yo mismo me hice la cama.
Fui un estúpido que no quiso ver la verdad. Me di cuenta demasiado tarde de que
jamás me había dicho que me amaba; ni una sola vez.
El pesar y el dolor que reflejaba su voz le estaban
desgarrando.
–Tú no tuviste la culpa –le dijo mientras enfilaban el
Garden District–. Él no tenía derecho a traicionarte.
–Junho no me traicionó. Yo mismo lo hice.
¡Por amor de Dios! Era obstinado. Jamás había conocido a
nadie que estuviese tan dispuesto a cargar con más responsabilidades. Ojalá
pudiese encontrar el modo de penetrar el muro de hierro que había alzado a su
alrededor.
Con el corazón en un puño, vio que pasaban frente a las
mansiones de estilo neoclásico, donde los enormes pinos y los robles estaban
cubiertos de musgo español.
Kangin se desvió por un camino al final de la calle. Los
árboles impidieron que Leeteuk viera la casa con claridad antes de llegar a una
pesada puerta de hierro de más de tres metros de altura, flanqueada por dos
enormes pedestales de piedra. Un alto muro de ladrillo rojo rodeaba la
propiedad y parecía extenderse hasta el infinito.
El lugar se asemejaba a una fortaleza.
Kangin condujo hasta la parte trasera del edificio y entró
en un garaje con capacidad para seis vehículos, donde pudo ver que también tenía
un Mercedes, un Porsche, un Jaguar Vintage y un Buick último modelo que parecía
estar fuera de lugar.
Vale, el Lamborghini le había hecho pensar que Kangin tenía
mucho dinero, pero jamás se hubiera imaginado que pudiera vivir así. Como si
perteneciera a la realeza.
Al pensarlo se estremeció.
Por supuesto que pertenecía a la realeza. Era un príncipe.
Un príncipe de la Antigua Grecia.
Mientras la puerta del garaje se cerraba tras ellos, salió del
coche y dejó a Heebum suelto en el patio posterior antes de que Kangin lo guiara
hacia el interior de la casa.
Leeteuk intentaba mirarlo todo a la vez mientras caminaban
por el pequeño pasillo que llevaba hasta la cocina, en la que una mujer
delgada, entrada en años y de apariencia latina, sacaba del horno algo de
aspecto delicioso.
La cocina era descomunal, equipada con electrodomésticos de
acero inoxidable y antiguas vasijas, que adornaban las paredes pintadas de
verde oscuro y la encimera de mármol.
–Sora –dijo Kangin con tono de reproche mientras dejaba las
llaves en la encimera, cerca de la puerta–. ¿Qué haces aquí?
Sora dio un respingo y se llevó la mano al pecho.
–¡Por el amor de Dios!, m’ijo acabas de quitarme diez años
de vida.
–Y voy asustarte mucho más si no haces caso al médico. Tú y
yo tenemos un trato. ¿Tengo que llamar otra vez a Miguel?
La mujer lo miró con los grandes ojos castaños entrecerrados
mientras colocaba la sartén con el pollo sobre el fuego.
–No me vengas con amenazas. Yo di a luz a ese chico y no voy
a permitir que me diga lo que tengo que hacer. Y eso también va por ti.
–Sí, señora.
Sora se detuvo al ver a Leeteuk y una enorme sonrisa se
dibujó en su rostro.
–Me alegra verte con un joven, m’ijo.
Kangin miró con timidez a Leeteuk y se acercó a la cocina
para inspeccionar la comida.
–Esto huele de maravilla, Sora, gracias.
La mujer sonrió encantada mientras le observaba probar el
pollo.
–Ya lo sé; por eso lo hice. Estoy cansada de ver bolsas de
comida rápida y paquetes de precocinados en la basura. Necesitas comer algo de
verdad, para variar. Esas porquerías industriales van a matarte.
Kangin le dedicó una sonrisa afable.
–Ya me las arreglaré.
Sora resopló.
–Eso decimos todos y mira cómo estoy yo ahora: tomándome
medicinas para el corazón.
–A propósito –siguió Kangin mirándola con enfado–, se supone
que deberías estar en casa a estas horas. Me lo prometiste.
–Ya me voy. He dejado una ensalada en el frigorífico.
Debería haber suficiente para los dos.
Kangin cogió el abrigo de Sora del respaldo de una silla y
la ayudó a ponérselo.
–Mañana vas a tomarte el día de descanso.
–Pero ¿y el jardinero?
–Minho se encargará de darle paso.
–Pero…
–Minho se ocupará de todo, Sora.
La mujer le dio unas cariñosas palmaditas en la mano.
–Eres un buen chico, m’ijo. Hasta el miércoles.
–No aparezcas antes del mediodía.
Ella sonrió.
–De acuerdo. Buenas noches.
–Adiós.
–Vaya –comenzó Leeteuk tan pronto estuvieron solos–, después
de todo eres capaz de ser agradable con alguien.
Se dio cuenta de que Kangin hacía un esfuerzo para suprimir
la sonrisa, pero acabó fracasando y sus labios se curvaron levemente.
–Sólo cuando estoy de humor.
Esperaba el Capi para el jueves pero me di con la sorpresa de que había Capi hoy!!! *^* que pasara ahora que tienen la casa sola 7w7 espero con ansias otro Capi, gracias !!
ResponderEliminarDios......lo que hace el amor,no pudo cumplir su venganza,ni sabiendo el dolor de su familia,mucho menos pensando en su propio dolor,solo se adjudico todo que paso.
ResponderEliminarcasa sola....uuuu y kangin esta de humor,y le respondio la pregunta que teuk se habia formulado.
bueno,estan en casa de kangin,bien puede cumplir la promesa implicita en su respuesta *0*
Casi muero del susto cuando KyuHyun y Kangin fueron atacados, menos mal y se resolvió rápido.
ResponderEliminarAsí que Kangin puede leer la mente y KyuHyun puede curar todo tipo de heridas, me gusta eso de sus poderes, lástima que su trabajo no es para nada sencillo, es horrible lo que les pasa al morir y también lo que sucede si fracasan en liberar sus alma.
Es increíble y sumamente triste lo que le pasó a la familia y al pueblo de Kangin por culpa de la traición de Junho >_< el cual debería estar agradecido por el gran corazón que tiene Kangin y el cual le impidió cumplir su venganza.