Deseo Prohibido- Capítulo 8




Wook permaneció en la suite de Yesung después de que él se fuera. Le agradaba estar aquí. 
Incluso si no podía soportar estar cerca de él, le gustaba estar rodeado de sus cosas. Su presencia llenaba el espacio, acunándole el cuerpo mientras iba en busca de su hermano con la mente.

Si Henry estaba ahí, era inalcanzable. Wook no sabía si su hermano se había retirado por completo, o si la magia que había sido incrustada en los muros del SM de alguna manera le impedía hacer contacto.

Wook todavía podía sentir que Henry estaba vivo, pero ese apenas perceptible pulso de vida era tan débil que a menos que lo estuviera tocando, era fácil pensar que se había imaginado que todavía estaba allí.

Si Wook no llegaba a él pronto, tenía miedo de que su hermano de verdad estuviera muerto. Era hora de hacer que Kevin le diera esa prueba de una u otra manera.

Wook hizo una parada rápida en su suite para cambiarse de ropa antes de ir a ver al Zea. El sol había empezado a fijarse cuando llamó a su puerta. Le tomó demasiado tiempo responder, así que volvió a llamar.


La puerta se entreabrió un par de centímetros. Los helados ojos de Kevin lo miraron fijamente.

—Todavía no estoy listo para ti. Vuelve dentro de una hora.

—No tengo tanto tiempo. Necesito saberlo ahora.

Un bajo y familiar gemido sonó desde el interior de la suite de Kevin. Una llamarada de pánico iluminó sus ojos por un momento antes de que cubriese el desliz.

Él estaba ocultando algo.

—¿Quién es ese? —preguntó.

—Una hora, Wook. Déjame trabajar.

Wook empujó la puerta con la mano, sabiendo que Kevin no se atrevería a arriesgarse a hacerle daño. Cada Suju en el recinto se le echaría encima si lo hiciera.

—¿Qué haces? —exigió él.

—Descubrir lo que ocultas.

—Esto no es asunto tuyo. Vete.

Otro profundo gemido se filtró a través de la apertura, y esta vez, Wook reconoció la voz de Yesung.
La ira estalló dentro de él, dándole un momento de fuerza. Abrió la puerta de un empujón, haciendo que Kevin retrocediera tropezando y corrió a la habitación.

Yesung yacía en el sofá, pareciendo laxo y débil, como si hubiera perdido el conocimiento. Se arrodilló a su lado en el sofá y le tocó, haciéndole saber que estaba aquí.

La cabeza dio media vuelta para poder fulminar a Kevin.

—¿Qué le hiciste?

—En realidad no deberías estar todavía aquí. Debemos esperar a Hyungsik.

Wook no tenía ni idea de lo que quería decir, ya que todo lo que le importaba era Yesung.

—Respóndeme, o te juro por Dios que encontraré la manera de forzarte a beber un litro de mi sangre.

La piel pálida de Kevin se volvió blanca como el papel por la amenaza.

—Él está bien. Le puse a dormir por su propio bien.

—Dudo que él lo vea de esa manera.

Wook le deslizó los dedos sobre la frente, retirándole el pelo, y se dio cuenta de que algunas de las ampollas en el brazo habían desaparecido en su mayor parte. Había un trozo de piel que se había curado con la forma de la mano de un hombre. Eso fue lo que sucedió cuando Yesung lo agarró y sintió ese cosquilleo extraño. Él lo había sanado y probablemente ni siquiera sabía que lo había hecho.

—Él me dio el poder que necesitaba para estudiar los huesos. Tengo tu respuesta.

Wook de inmediato se olvidó del brazo.

—¿Y?

—Comparé la médula ósea con la sangre de Heechul y no coinciden. El niño era una sangre pura, pero sólo ligeramente. Tenía sólo un rastro de sangre Athanasian, tal vez ni siquiera lo suficiente para que ser calificada como Elf.

El alivio fluyó por Wook, derramándose en lágrimas. Le apretó la mano a Yesung.

—Tengo que llamar a Heechul. Despierta a Yesung. Tenemos que ir a buscarlo.

Kevin se acercó, deslizándose por el suelo. Las luces de la sala parecieron perder intensidad cuando sus ojos llamearon con una brillante y extraña luz.

—Lo llamaremos en un minuto. Primero, necesito saber algo.

Wook se sintió pesado, incapaz de moverse. Un veloz pánico se le arrastró por la columna vertebral mientras Kevin se acercaba. No le había temido durante mucho tiempo, pero ahora todas las razones que tenía volvieron a surgir.

Él era un depredador. Quería su sangre.

No, su sangre le hería. ¿No es así?

Wook quiso gritar, pero la garganta pareció encogerse hasta que no hubo lugar para el sonido. Todo lo que consiguió soltar fue un chillido patético de miedo, y hasta eso fue interrumpido.

—Quédate quieto, pequeño —canturreó mientras se acercaba—. Esto no va a dolerte ni un poquito.

Wook quiso cerrar los ojos, pero estaban clavados en los de Kevin, y fue incapaz de moverse. Se sentía atrapado por su mirada, mantenido prisionera.

Kevin se ladeó, inclinándole la cabeza hacia atrás. Él descubrió sus colmillos y un momento después, Wook estaba cayendo.



Yesung sintió la mano de Wook apretándose alrededor de él. Sabía que era de él, aunque tenía los ojos cerrados. Ninguna otra persona tenía la piel tan suave y los huesos tan delicados como su Wook.

No. No suyo. Tuvo que recordar eso, aunque en este momento, no parecía entender por qué. Tenía la cabeza abotargada, el cuerpo pesado, como si hubiera sido drogado.

Oyó su voz retorciéndose con un suave grito de terror antes de que fuera interrumpido.

Abrió los ojos para ver qué le pasaba y vio la cabeza oscura de un hombre inclinado sobre él, besándole el cuello.

La rabia se estrelló contra Yesung, evaporando la neblina que lo llenaba. Se puso de pie, tratando de alcanzar la espada, sólo para descubrir que no estaba allí. Eso lo confundió, pero no lo suficiente para impedirle matar a este hombre.

Él agarró del pelo al cabrón y le arrancó de Wook.

La sangre se derramaba por su cuello y la confusión emborronaba sus ojos.

Kevin aterrizó cruzando la habitación, tumbado en el suelo. Gateó hacia atrás, haciendo caer pilas de libros.

—No quieres hacer esto —dijo la sanguijuela.

Oh, sí, quería. La necesidad de violencia estaba arañándole, estimulándole y animándole más fuerte con cada paso que daba.

—Yesung, detente —la voz de Wook era suave y débil, pero la súplica fue muy clara.

A Yesung le importó una mierda. Le traía sin cuidado. Esta sanguijuela había ido demasiado lejos esta vez. Jodidamente lejos.

Se agachó y tiró de Kevin por su cabello hasta que sus piernas colgaron sobre el suelo.
El poder fluyó como agua helada a través de la voz de Kevin.

—Bájame.

La compulsión para obedecer hizo que Yesung apretara los dientes en un esfuerzo por resistirse. Se quedó congelado en el lugar. Un zumbido irritado le llenó la cabeza, pero era una simple molestia en comparación con la furia que le propulsaba ahora. La sangre le ardía en las venas, golpeándole en las sienes mientras el poder en su interior se enfurecía y hervía, en busca de una vía de escape.

Le tomó varios latidos rápidos del corazón antes de que Yesung finalmente recuperara el control del cuerpo lo suficiente como para hablar.

—¿Así puedas hacerle daño otra vez? De ninguna jodida manera. Nadie jamás volverá a herirlo.

Yesung agarró la cabeza de Kevin con las manos y la retorció hasta que oyó romperse los huesos. El cuerpo de Kevin se volvió laxo y cayó al suelo. La luz en sus ojos se apagó mientras miraba sin ver hacia el techo.

La voz de Wook pareció fuerte en la quietud mortal del cuarto.

—Le mataste.

Yesung se volvió hacia él. La sangre le manchaba el cuello de su camisa. Su mano estaba presionada contra la herida, pero un lento goteo aún se filtraba. La mirada de horror en su rostro quemó en el cerebro de Yesung, haciendo que la cabeza le martilleara. Nunca podría sacarse esa imagen de la mente.

Wook miró de Yesung al cuerpo de Kevin y viceversa.

Yesung trató de alcanzarle. El retrocedió.

—No puedo creer que le mataras.

Tampoco podía Yesung, al menos, esa restante astilla del verdadero él que quedaba. El resto rugió en la victoria, sediento de más sangre y listo para la siguiente pelea. Traer el mundo. Lo desgarraría en dos con sus manos desnudas si eso era lo que hacía falta para mantener seguro a Wook.

Necesitaba detener el sangrado. Extendió la mano, pero él se apartó, mirándole como si hubiera visto un monstruo.

Yesung dejó caer la mano y se retiró hacia la puerta. Acababa de verle matar a un hombre que se suponía que era su aliado, un hombre que estaba ayudándolo a averiguar la verdad sobre su hermano.

Kevin ya no ayudaría a nadie nunca más. Yesung le había quitado la vida, y no le quedaba suficiente alma para sentir pena por lo que había hecho.

Tenía que salir de aquí. Tenía que alejarse de Wook antes de herirlo, también.

Yesung salió velozmente de la habitación, topándose con Hyungsik lo suficientemente fuerte como para derribar al hombre contra una pared. No se detuvo. Empezó a correr y siguió corriendo hasta la armería, donde encontró una espada limpia que nunca antes había sido utilizada en la batalla. Se la abrochó alrededor de las caderas, se metió en la camioneta y se fue de la SM sabiendo que nunca más podría volver.

El sol estaba cayendo y habría un montón de Sasaeng en el trayecto de unas horas. Todo lo que tenía que hacer era encontrar un grupo suficientemente grande como para eliminarlo.



Hyukjae se despertó de su estado meditativo semiconsciente tan pronto como la noche cerrada hubo caído. No se permitía el lujo de volver a aliviar el dolor de la forma en que solía hacerlo cuando era más joven. Mejor sumergirse de cabeza y acabar de una vez.

La agonía le atravesó el cuerpo, haciendo que apretara los dientes para no gritar contra ella. Después de tantos años de llevar esta carga con él, aún le sorprendía todas las noches hasta qué punto un hombre podía soportar el dolor sin morir.

Poco a poco, la respiración y pulso se ralentizaron y el sudor que le había estallado en todo el cuerpo desnudo comenzó a evaporarse. Tan pronto como se tranquilizó del regreso de los confines familiares del tormento interminable, se levantó de donde estaba arrodillado, tomó la espada y la deslizó de vuelta a la vaina.

La casa Elf donde había decidido pasar el día estaba oscura y tranquila y cerca de la cueva que tenía la intención de limpiar esta noche.

Aquí, en la zona rural del norte de Missouri, olía a invierno frío y muerto. Su suposición era que una tormenta llegaría pronto, lo que significaba que era hora de ponerse en movimiento. No quería estar en las carreteras si las cosas se ponían feas. Quería estar en esa cueva, matando a los Sasaeng y el mal que habían creado.

Los niños. Los Sasaeng habían comenzado a crear una descendencia que tenía las caras de los niños humanos.

La bilis subió por la garganta de Hyukjae cuando los recuerdos de la caza de anoche resurgieron, inesperadamente. No sabía cómo llamar a la bestia que había matado, pero sin duda alguna no había sido humana. Ningún niño humano tenía seis brazos que terminaba en malvadas garras que goteaban veneno. Basándose en la muerta mujer humana que había encontrado con el vientre hinchado, era posible que alguna parte de esa abominación hubiera sido humana, pero no lo suficiente para que le dejara arañar su cara.

Podría sufrir para vivir ‑para seguir adelante cada día‑ pero eso no significaba que fuera a morir fácilmente, como algunos de sus hermanos habían hecho. No era un desertor. Se negaba a poner fin a su vida como una especie de cobarde. No importaba si su alma estaba muerta. Mientras siguiera respirando, seguiría luchando.

Había prometido que lo haría.

La mano se desvió hacia el guardapelo incrustado en la empuñadura de su espada y al mechón de pelo rojo fuego que yacía dentro de él.

Shiyoon.

Se había ido hace mucho tiempo, pero su promesa todavía mantenía el poder sobre él. Todavía le daba una razón para vivir, que era bastante más de lo que muchos de sus hermanos tenían.

Nunca habían podido tener la vida en común que habían sido destinados a tener, pero estaba agradecido por la promesa que había hecho.

Hyukjae deslizó el cuerpo grande tras el volante del todoterreno y se dirigió a la cueva. Se detuvo cerca de la entrada, se puso el blindado abrigo de cuero, guantes y máscara, sacó la espada, y se dirigió hacia el interior para una matanza de primera.



Wook vio salir a Yesung, sin atreverse a detenerle. Las cosas eran mucho peor de lo que había sospechado. El cuerpo inerte de Kevin era prueba de ello.

Yesung le había matado. Wook todavía no lo podía creer.

Se quedó allí, temblando, con el cuerpo congelado en estado de conmoción.

¿Cómo pudo haber sucedido? ¿Cómo se había desmadrado todo con tanta rapidez? Había pensado que Yesung era ladrador pero no mordedor. Evidentemente, se había equivocado.

Wook se arrodilló junto al cuerpo de Kevin, extendiendo una mano ensangrentada para cerrarlo los ojos. Mientras acercaba los dedos, él parpadeó.

Wook retrocedió, dejando escapar un grito de sorpresa.

—Wook. Estás herido.

Se volvió hacia la educada y profunda voz, para ver a Hyungsik en la puerta. Sus ojos apuntaban hacia su cuello. Sus fosas nasales dieron una llamarada y, sin apartar la mirada, cerró con llave la puerta detrás de él.

—Yesung le mató —susurró, todavía no estaba seguro de lo que realmente había sucedido.

Tal vez esto era una especie de truco mental, algo que los Sasaeng habían hecho para confundirlo. Si era así, estaba funcionando.

—Aléjate de él, niño. Todavía no está muerto. Puedo oír el latido de su corazón.

Wook miró a Kevin. Parecía muerto.

—Acércate, Wook. Déjame cerrar tus heridas —Hyungsik tendió la mano, manteniendo un ojo atento sobre Kevin.

Wook trató de levantarse pero la conmoción lo había despojado de la agilidad y tropezó con una estantería. Hyungsik se lanzó a través del espacio, más rápido de lo que Wook pensaba que fuera posible. Lo agarró del brazo y lo apartó de Kevin, hacia una silla cercana.

—No te muevas —dijo él, y luego apretó los dedos sobre las dos heridas punzantes por un breve instante y cerró los ojos.

El hormigueo burbujeó sobre la piel hasta que sintió la necesidad de alejarse. No lo hizo, sin embargo, no sabiendo lo que eso podría hacer.

—Se siente como lo que hizo Yesung cuando sanó mis ampollas.

Wook extendió la muñeca, inspeccionándola para asegurarse de que no lo había imaginado, también.
La huella de la mano que lo había sanado todavía estaba allí, perfilada por ampollas de color rojo intenso.

Hyungsik usó el cuello de la camisa para limpiar la sangre.

—¿Yesung te curó?

Wook se sentía desequilibrado e inseguro. Todo parecía tan lejano que era como si nada pudiera tocarlo.

Yesung había matado, y en el fondo, sabía que de alguna manera era culpa suya. Él había tratado de advertirle que era peligroso, pero no le escuchó.

Asintió con la cabeza.

—Uno de los Suju me agarró.

—¿Dónde ha ido Yesung?

—No lo sé.

Hubo un crujido horrible, seguido de un sonido repugnante de succión desde donde yacía Kevin. Se tambaleó sobre su espalda y se quedó allí, jadeando.

—Lo sé.

Hyungsik se acercó a él, se inclinó, y hablaron demasiado bajo para que les oyera. Cuando Hyungsik lo miró de nuevo, su rostro era sombrío.

—Si no le encontramos, va a matarse.

Poco a poco, Kevin se empujó a una posición sentada. Parecía gris y demacrado, pero estaba vivo. Hyungsik había tenido razón.

—No podemos permitir que eso suceda —dijo Kevin—. Le necesitamos. Tú lo necesitas.

Wook siempre había sentido esa necesidad, pero apenas importaba ahora.

—Él no me quiere.

Hyungsik puso una mano sobre el hombro de Kevin para calmarlo.

—Yesung no sabe lo que quiere en este momento. No es él mismo. Está… enfermo.

—Enfermo no. Muriendo. Su alma se está muriendo —susurró él.

Hyungsik asintió lentamente.

—Sé que no te criaste como uno de nosotros, pero sin duda sabes lo que eso significa, lo que ocurrirá si Shindong se entera.

—Le matará.

Kevin se frotó la parte posterior del cuello. Su voz era tan tranquila, como la respiración era difícil.

—Tienes que encontrarle. Detenerle.

—¿Cómo?

—Tienes que cogerle su Luceria.

—Lo intenté. No funcionó.

—Sentí el poder de tu sangre combinada con la suya en mi interior. Fue… increíble. Es por eso que no estoy muerto ahora mismo. Tuve la oportunidad de curarme por ese poder.

—¿Tomaste su sangre otra vez? —preguntó Hyungsik confuso—. Dijiste que era peligroso.

—No había otra manera. Tenía que saber.

—¿Saber qué? —preguntó Wook.

—Si los dos sois compatibles.

—Yesung dice que no lo somos. Que lo sabríamos si lo fuéramos.

—Está equivocado. Su sangre mezclada con la tuya evita hacerme daño. También me he alimentado de bastantes parejas Suju vinculadas para saber lo que sentí. Él está usando algún tipo de magia para retardar el proceso normal de envejecimiento de su marca de vida. Esa magia debe interrumpir el camino de su vinculación.

La comprensión lo golpeó cuando todas las piezas encajaron en su lugar.

—El anillo negro —susurró Wook.

—¿Qué anillo? —preguntó Hyungsik.

—Lleva ese feo anillo negro. Es extrañamente frío.

Los dos Zea compartieron una mirada que pareció comunicar algo que no entendió.
Hyungsik se puso de pie, quitándose la camisa.

—Ve al baño. Límpiate la sangre y cámbiate con esta camisa. Después tienes que irte. 
Inmediatamente. Busca a Yesung; quítale el anillo negro, incluso si tienes que cortarle la mano para hacerlo. Una vez hecho eso, deberías poder coger su Luceria.

—¿Y si no puedo? —preguntó.

—Entonces morirá.

—¿Y qué pasa con Henry? Todavía está vivo. Tengo que encontrarlo.

—¿Cómo?

—No lo sé. Ya no habla conmigo. Me mantiene fuera.

—Entonces, realmente necesitas a Yesung —dijo Hyungsik—. Su poder podría ayudarte a encontrarlo, ¿de acuerdo? Él te hará más fuerte.

Wook no estaba seguro de nada. Todo parecía demasiado irreal y distante. Quería salvar a Yesung, pero no podía olvidarse de Henry, tampoco. Y no podía olvidar la visión de él retorciendo el cuello de Kevin.

—Wook —espetó Hyungsik, su voz impaciente—. Tienes que irte ahora. No le queda mucho tiempo y no hay nada que Kevin o yo podamos hacer por él. Eres la única persona que puede salvarle.

—Debería llevar ayuda. No hay manera de que pueda vencerle.

—Cualquiera que vaya contigo estará obligado por honor a traerle de vuelta para su ejecución. ¿Es eso lo que quieres?

—No. Por supuesto que no.

—Entonces, nadie más puede saberlo. Kevin y yo sabemos cómo guardar un secreto, pero no puede ir más allá de nosotros. ¿Entiendes?

Wook lo hizo ahora.

—Si se lo digo a alguien, Yesung muere.

—Correcto.

Yesung estaba enfermo. Él lo necesitaba.

Al final, Wook sabía que no había elección verdadera que hacer. Se limpió la sangre, se puso la camisa prestada y fue a buscar las llaves de la furgoneta nueva de Heechul.

No estaba seguro de lo que encontraría, el hombre que había cuidado de él o el monstruo que mató sin remordimientos, pero sabía que tenía que plantar cara.


Wook llevaba en la carretera sólo veinte minutos, cuando sintió el primer tirón de un Sgath en la mente.

El pánico se deslizó a través de él, haciendo que las manos le sudaran mientras agarraba con fuerza el volante.

Esto no podía estar pasando ahora, no cuando estaba en camino y la nieve caía más y más rápido, y Yesung se alejaba más con cada segundo que pasaba. Era el peor momento posible.

Agarró el volante más fuerte y trató de fijar todas las barreras mentales que tenía en su lugar.

El siguiente tirón fue más fuerte, más contundente. Le hizo dar vueltas la cabeza hasta que llevó la nueva furgoneta de Heechul a un lado de la carretera antes de dar un patinazo.

—Yesung —le llamó, deseando ahora no haberle roto el móvil.

Un bajo y hambriento gruñido le resonó dentro de la cabeza. Captó un destello de enormes patas hundiéndose silenciosamente en una capa delgada de nieve, sintió un escalofrío invadir las manos y pies, olió el aire frío. El estómago se le retorció con hambre.

“Cazar, matar, comer”.

El Sgath quería que fuera con él. Él le haría más inteligente, más fuerte.

—No —gruñó Wook en la cabina de la furgoneta mientras luchaba contra el tirón del monstruo.
Entonces hubo dos. Le tiraron de la mente, intentándolo en direcciones opuestas.

Fuera de los muros de la SM era más fácil para ellos alcanzarle.

—Yesung —el grito fue más débil en esta ocasión, y sabía que estaba perdiendo esta batalla.

Wook gateó hasta el móvil y llamó a Heechul. No hubo respuesta. Lo intentó con Grace, con el mismo resultado inútil. Kevin fue al otro que se le ocurrió llamar.

Él contestó de inmediato:

—¿Lo encontraste?

—No. Necesito ayuda. Los Sgath me quieren. Necesito a Yesung.

—Espera.

Él se fue durante mucho tiempo. Wook había empezado a temblar por el esfuerzo de resistirles. Antes, el frío había ayudado, así que bajó las ventanillas y dejó que el aire de invierno fluyera en la furgoneta.

Los Sgath se apartaron por el frío, dándole un momento para recobrar el aliento.
Kevin regresó a la línea.

—Zhoumi tiene un dispositivo de seguimiento en todos los coches. El que cogió Yesung no está muy lejos de ti. Cuelga para que pueda llamarte y dirigirte con eso, ¿de acuerdo?

Wook asintió con la cabeza, olvidando que él no podía verle un momento antes de contestar:

—Gracias.

Colgó y el teléfono volvió a sonar inmediatamente.

La voz de Zhoumi sonó cansada, pero suave.

—Hola, Wook. He oído que estás en un pequeño aprieto. ¿Puedes conducir?

Los dientes le castañeteaban, pero por lo menos el frío mantenía a raya a los Sgath.

—Sí. Creo que sí.

—Muy bien, entonces. Vamos a buscar a Yesung.

Zhoumi lo guió a una carretera, y luego le hizo salir a unos pocos kilómetros.

—Tiré su teléfono en un triturador de basuras —admitió.

—No te preocupes. Conociéndole, se lo merecía. Le daré uno nuevo.

Si él vivía lo suficiente.

—¿Cuánto más lejos?

Bajo la nieve había un camino de grava, aunque parecía menos resbaladizo de lo que las carreteras pavimentadas habían estado.

—Deberías poder ver su camioneta en cualquier momento. A tu derecha.

La furgoneta se sacudió al pasar sobre un bache profundo. Pasó la cima de una colina, y abajo en el valle siguiente vio el centelleo del cromo.

—Yo lo veo.

—Genial. ¿Necesitas algo más?

A medida que se acercaba, pudo ver que la camioneta estaba vacía. Desaceleró, y a través de las ventanillas abiertas, oyó un siseo metálico seguido de un rugido enfurecido.

Conocía esa voz. Yesung.

Wook se volvió hacia el sonido y vio a Yesung, de espaldas a una sobresaliente roca cortante. Frente a él había media docena de Sgath, sólo que eran más grandes que cualquiera de los que había visto antes. Sus dientes de tiburón estaban al descubierto, y la brillante saliva amarilla goteaba de sus mandíbulas.

—Dios, no —suspiró.

—¿Qué? —preguntó Zhoumi, la palabra tirante por el pánico.

Wook había olvidado que sostenía el teléfono hasta que oyó su voz.

—Él va a hacerse matar.

Dejó caer el teléfono, excavó bajo el asiento por la escopeta de Heechul, agarró un puñado de balas extra, y corrió hacia Yesung, gritando para llamar la atención de los monstruos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...