Siwon apretó
los labios.
—¿De qué
hablas?
No lo entendía.
Heechul no estaba seguro de que algún día llegara a entenderlo. Sacar el tema
en ese momento, antes de que alguno de los dos resultara más herido por esa
alocada situación, era lo mejor.
—Hablo de esto.
—Agitó las manos—. De esto... de esta cosa que tenemos entre nosotros y que no
funciona. Cada vez que me miras, ves a alguien que ha dejado de existir.
Sientes la necesidad de protegerme, pero no te preocupas por mí, te preocupas
por quien era antes. Por una persona que ya no soy.
—Repítemelo,
porque me he perdido.
Heechul soltó
el aire muy despacio.
—Siwon, en
todas las veces que hemos estado juntos, ni una sola vez me has llamado Heechul.
—Claro que sí.
—No, no lo has
hecho. He prestado atención. —El corazón le dio un vuelco, pero se negó a
reconocer el dolor. Un dolor muchísimo más agudo de lo que había esperado—. Admito
que me siento muy atraído por ti, pero eso es algo físico. No quiere decir
nada. Tú te sientes atraído por alguien que ya no existe. No sé cómo ser esa persona,
ni tampoco estoy seguro de querer intentarlo. Me gusta quien soy ahora. Y la
persona que soy no necesita que estés revoloteando a su alrededor, intentando
protegerle de todo este lio.
—¿Qué quieres
decir?
—Quiero decir
que... no creo que esto vaya a ninguna parte. Agradezco tu ayuda, agradezco que
me hayas acompañado para saber cómo están las cosas, pero volver contigo a tu
casa no va a ayudar a solucionar las cosas. Siwan y Sulli ya están bastante
confundidos. Estar cerca de ti, hacer algo con respecto a la atracción
inflamable que sentimos, no nos va a facilitar las cosas. Los dos sabemos que
esto no va a ninguna parte, que ninguno de los dos es lo que necesita ni quiere
el otro a largo plazo.
En la mandíbula
de Siwon apareció un tic nervioso.
—Así que esta
mañana...
—Esta mañana se
debió a que tenía las emociones a flor de piel y a que reaccioné mal al estrés
al que estoy sometido. No significó nada.
La rabia brilló
en los ojos de Siwon. Heechul tragó saliva para deshacer el nudo que tenía en
la garganta, pero se mantuvo firme. Si tenía suerte, Siwon pillaría la
indirecta pronto y se marcharía antes de que cambiara de opinión.
Porque se moría
por cambiar de opinión. Se moría por arrojarse a sus brazos y ocultarse de todo
lo que los rodeaba. Se moría por olvidar que él pensaba en otra persona cuando
estaban juntos, pero lo deseaba más de lo que deseaba pensar con lógica.
—Creo que
deberías irte, Siwon —le dijo en voz baja.
—¿Sin más?
—Sí.
—Menuda estupidez.
Dime lo que pasa de verdad.
—Esto es lo que
pasa de verdad. —No lo pillaba, de modo que imprimió toda la emoción
de la que fue
capaz a su voz con la esperanza de que captara lo que quería decirle —. No te
necesito. Y no te quiero. Cuanto antes lo aceptes, mejor nos irá a todos.
Esos ojos negros
se clavaron en los suyos. Unos ojos acerados y fríos. Los mismos ojos duros e
inexpresivos con los que lo miró al principio, antes de la conferencia de
prensa, antes de que lo besara, antes de que se diera cuenta de lo tierno que
era en realidad.
—Bien. Tú mismo.
Pasó junto a él,
rozándolo. Heechul escuchó cómo sus pasos resonaban en la escalera. Dio un
respingo cuando la puerta se abrió y se cerró de un portazo.
Temblando, se
dejó caer al suelo, contra la pared. Las lágrimas le anegaban los ojos y el
pecho le dolía con una fuerza inusitada. Ese dolor era muchísimo peor que el
que sintió cuando perdió a Mithra, y eso solo sirvió para que se diera cuenta
de lo mucho que deseaba a Siwon.
Se había
enamorado de él muy a su pesar. Y en ese momento, fuera a donde fuese,
conociera a quien conociese, la realidad de lo que había dejado escapar lo
atormentaría para siempre.
Las primeras
gotas de lluvia golpearon la ventana. El viento empezó a soplar y las olas
golpearon la orilla como poderosos puños. Observó los nubarrones grises
mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
Siwon se paró
en el porche delantero de Jungwoo e inspiró hondo varias veces para calmarse.
No necesitaba esa mierda. Llevaba en una montaña rusa emocional desde que él se
presentó en su puerta y la cosa no hacía más que empeorar. Y desde luego que no
necesitaba que le dijera lo que pensaba o lo que sentía. Ya lo sabía, joder.
Bajó deprisa
los escalones de entrada y corrió bajo la lluvia en dirección a su coche. Si
quería estar solo, lo dejaría solo. Ya había pasado un infierno por él.
«Esta mañana se
debió a que tenía las emociones a flor de piel y a que reaccioné mal al estrés
al que estoy sometido. No significó nada.»
Recordó sus
palabras al abrir la puerta del coche, y también recordó la expresión de sus
ojos al pronunciarlas. Recordó la emoción atormentada que vio en sus
profundidades. Se le formó un nudo en el pecho. Se había concentrado tanto en
sus palabras que casi había pasado por alto el indicio más importante.
Hasta que
hablaron con el doctor, él había estado bien. Había recibido la noticia de las
llamadas telefónicas con una tranquilidad que no había esperado. Incluso había
aceptado la explicación que le dieron sobre su herida. Solo cuando él preguntó
si recuperaría la memoria aparecieron esos dichos muros invisibles que erigía.
Desde ese momento, había mostrado una actitud retraída, reservado, oculto tras
esos muros.
Joder. Lo
estaba alejando de su vida porque creía que solo le interesaba la persona que
era antes. No sabía que él empezaba a cuestionarse ese hecho. No sabía que
había empezado a ver las diferencias, que la atracción que sentía hacia él era
mucho más fuerte que antes.
Y le estaba
endulzando el golpe al sugerir que no necesitaba que cuidase de él. Después,
recordó el pánico que invadió su voz cuando Donghae mencionó la posibilidad de
ir a China.
No estaba
asustado sin más. También lo estaba protegiendo a él. No quería que se
involucrara demasiado. Estaba haciendo justo lo que le había dicho a él que no
hiciera.
«¡Me cago en la
puta!», pensó.
La lluvia le
caía por la cara cuando cerró de golpe la puerta del coche, cuando subió
corriendo los escalones de entrada. No llamó a la puerta, sino que la abrió con
el hombro y subió los escalones de dos en dos hasta llegar a la planta alta.
Cuando entró en su despacho, lo encontró tirado contra la pared, con los codos
apoyados en las rodillas dobladas y la cara enterrada en los brazos.
Así que no le
importaba... Era mentira.
Heechul levantó
la cabeza cuando lo oyó llegar. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Lo
vio limpiarse la nariz con una mano.
—¿Qué haces...?
Lo cogió de los
hombros, lo levantó del suelo y le pegó la espalda a la pared. A continuación,
le aplastó los labios con un beso voraz y apasionado, cargado con la rabia, la
frustración y el anhelo que sentía en su interior.
Heechul se
aferró a su camisa mojada e intentó zafarse de sus brazos, pero él le sujetó
con fuerza, aplastándolo con el cuerpo. Lo besó con brusquedad, exigiéndole una
respuesta. Él se agitó bajo su cuerpo, pero Siwon sintió el momento exacto en
el que se rindió. El momento exacto en el que se aferró a él y lo abrazó en vez
de intentar apartarlo. El momento exacto en el que separó los labios y rozó su
lengua con la suya, tocándole el corazón en el proceso.
Un gemido ahogado
brotó de la garganta de Heechul. Y él sintió cómo crecía el deseo en su
interior. La sangre se le agolpó en la entrepierna. Cogió el bajo de la
camiseta y se la pasó por la cabeza antes de tirarla al suelo.
—Dime que no
significo nada para ti. —Le mordisqueó la oreja, le succionó el lóbulo y
acarició con los labios insistentemente la marca con forma de corazón invertido
que tenía cerca del mentón. Una marca que había lamido y mordisqueado miles de
veces. La misma que le resultaba familiar y desconocida al mismo tiempo.
Heechul se
estremeció. Su cabeza cayó hacia atrás al tiempo que le rodeaba los hombros con
los brazos, pegándolo más a él. Se arqueó contra él, le ofreció el cuello en su
totalidad y pegó las caderas contra su erección.
—No significas
nada para mí. Solo es... solo es sexo.
«¡Y una
mierda!»
Aunque sabía
que estaba siendo demasiado brusco con las caricias. Bajó la cabeza y pegó los
labios al pezón derecho, lamiéndolo antes de metérselo en la boca. Heechul
gritó cuando le acarició la sensible punta con los dientes y el pezón se le
endureció, pero no se apartó, y él todavía no había terminado. Repitió el
proceso con el otro pezón, y gimió cuando le pegó las caderas todavía más en
respuesta.
—Repítelo —le ordenó
mientras le besaba la clavícula y la garganta antes de apoderarse de nuevo de
su boca—. Dime que esto no es real.
Heechul meneó
la cabeza, se aferró a su camiseta empapada y se la pasó por la cabeza.
—No lo es.
—Mientes.
Siwon le
desabrochó de un tirón los botones de los vaqueros y se los bajó con las manos
antes de que a él le diera tiempo siquiera a desabrocharle los pantalones. En
un rápido movimiento, los vaqueros y boxer de Heechul estaban en el suelo.
Con un jadeo,
extendió las manos hacia él. Siwon le cogió las muñecas, le levantó los brazos
y se los sujetó por encima de la cabeza con una sola mano.
—¿Sigue siendo
nada?
Le vio tragar
saliva y negar con la cabeza. Pero también vio el deseo en sus ojos. Vio el
anhelo. Vio el ansia.
Por él. No por
otro. Solo por él. Por nadie más, solo por él.
Volvió a
apoderarse de su boca, sus lenguas se entrelazaron. Siwon bajó una mano por su
vientre y sintió sus escalofríos cuando sus dedos tomaron su miembro. Gimió al
sentir la húmeda erección que lo esperaba entre sus muslos.
—Estás duro.
Quieres correrte, ¿verdad, nene? —Él se estremeció al escucharlo mientras lo
besaba, mientras lo acariciaba con los dedos—. Dime hasta qué punto me deseas.
Heechul gimió y
movió las caderas contra su mano.
—Siwon...
—Dímelo —le
ordenó de nuevo contra la oreja—. Dime que sientes lo que te hago. Sabes que lo
sientes. Sabes que no puedes luchar contra esto, lo mismo que yo. —siguió
masturbando su miembro, Heechul gritó y se corrió, presa de los temblores —. Me
pones a mil —le susurró al oído—. Eres increíble. Estás buenísimo. Me la pones
muy dura, nene. Dímelo.
Su nombre fue
un grito estrangulado en labios de Heechul. Un grito que él capturó con su boca
mientras seguía volviéndola loca con los dedos.
—Para —masculló
contra su boca.
—No. —No le
bastaba con su cuerpo. También quería su alma. No se conformaría con menos—.
Otra vez. Quiero verte. Me encanta ver cómo te corres.
—No puedo
—masculló mientras intentaba soltarse—. Es demasiado.
Le mordisqueó
la garganta, el pecho. Mientras tanto, introdujo un dedo en su entrada acariciándolo.
Él se retorció y apretó su mano con los muslos al tiempo que lo conducía de
nuevo al éxtasis.
—Siwon, por
favor.
—Dímelo, nene.
Dime que no sientes nada cuando estás conmigo. Dime que no te importo. Los dos
sabemos que no puedes decirlo porque esto... tú y yo... es lo único que
importa.
—Joder —gruñó—.
Me importas, cabrón. Demasiado. No quiero que me importes tanto. No quiero
sentir. No quiero salir herido. Solo te quiero... a ti.
Sus palabras se
le clavaron en el corazón. Le soltó los brazos, le enterró las manos en el
sedoso pelo y lo besó. Atenuó la brusquedad del beso y, cuando saboreó sus
lágrimas saladas, la ternura lo consumió.
Las manos de Heechul
lucharon contra la cinturilla de sus vaqueros. Sus dedos inquisitivos se
colaron dentro de sus pantalones y se la cogieron, provocándole un
estremecimiento.
Necesitaba
enterrarse en él. No podía esperar. Lo tumbó en el suelo. Se debatió con sus vaqueros
y con sus zapatos. Gimió cuando él lo besó y lo colocó de espaldas sobre la
alfombra antes de sentarse a horcajadas sobre sus caderas, con la entrepierna,
húmeda y cálida, tan cerca que apenas podía respirar.
Heechul se
apoderó de su boca y lo besó con pasión. Lo recorrió un escalofrío cuando se
apartó un poco, se la cogió con una mano y se la acercó. Y fue incapaz de
seguir pensando cuando se la colocó justo donde quería y bajó el cuerpo para
que le penetrara.
El corazón le
dio tal vuelco que jadeó. Extendió los brazos hacia él y le obligó a besarlo
enterrando los dedos en su lustroso pelo. Todo lo sucedido hasta llegar a ese
punto parecía insignificante. Bebió de su boca a sorbos, se deleitó con la
suavidad de su piel, con la dulzura de sus labios. Se le escapó un gemido
cuando giró las caderas al tiempo que subía y bajaba sobre él, mientras él solo
quería enterrarse hasta el fondo.
Jamás soñó con
volver a estar de esa forma con él. No se había dado cuenta de lo mucho que lo
había echado de menos, de lo mucho que lo necesitaba, de lo vacía que había
estado su vida. El lo envolvía. Lo rodeaba. Consumía todo su ser.
«Jungwoo.»
Tenía su nombre
en la punta de la lengua, y el deseo de gritarlo era más poderoso de lo que
había esperado. Tantos años. Tantas cosas que recuperar. Quería darle todo lo
que necesitaba. Necesitaba hacerle saber que había entendido sus palabras.
Sus nombres se
fundieron en uno solo.
—Mírame, Heechul.
Esos ovalados ojos
se clavaron en los suyos. Y por un segundo, la conexión que sintió fue como un
arco entre ellos, tan intenso y tan abrumador, que lo devoró. Le llegaba al
alma como nadie lo había hecho antes ni desde que lo conoció.
Sabía que él
también lo sentía, podía ver en sus ojos que estaba tan indefenso ante las
emociones que bullían entre ellos como él. Cuando las lágrimas asomaron a sus
ojos, le apartó el pelo de la cara para poder verlo bien.
—Solo tú
—susurró al tiempo que juntaba sus frentes—. Solo esto, solo nosotros.
Las emociones
lo abrumaron cuando Heechul lo besó. Cuando susurró su nombre. Los músculos de
su cuerpo se tensaron y comenzó a embestirlo con más fuerza al tiempo que lo
pegaba a él.
—Espérame
—susurró, besándolo con más ardor, moviéndose con más frenesí.
¿Cómo decirle
que llevaba esperándolo toda la vida?
Se contuvo.
Pero cuando arqueó la espalda, cuando apretó los músculos que lo rodeaban y
supo que había llegado al clímax, se dejó llevar, asegurándose de arrastrarlo
consigo.
Con el corazón
desbocado, Siwon lo abrazó con fuerza. Lo dejó caer contra su pecho mientras
inspiraba entre jadeos. A Siwon le temblaban los labios contra su sien. El
corazón le latía frenético contra sus pechos. Por primera vez en lo que se le
antojaba una eternidad, se sentía... completo de nuevo.
Cerró los ojos.
Inspiró hondo. Se aferró a esa sensación. Sin embargo, cuando él le enterró la
cara en el hombro y pudo sentir las frías lágrimas contra la piel, la realidad
del momento lo asaltó.
No había sido
ese su propósito. Todos sus cuidadosos planes de cortejarlo para ganarse de
nuevo su confianza se habían ido al traste, y todo porque había sido incapaz de
controlar su genio. Y, a juzgar por los sollozos que lo sacudían, tampoco era
lo que él quería.
—Lo siento.
Dios, lo siento. No llores. —Lo instó a tumbarse de espaldas y le apartó el
pelo de la cara—. Por favor, no llores.
Heechul se
cubrió la cara con ambas manos.
—Lo siento
—repitió al tiempo que le besaba las mejillas, las comisuras de los labios,
ansiando poder resarcirla de alguna manera —. Lo siento muchísimo. Lo...
El le cubrió
los labios con un dedo.
—No lo repitas.
No estoy llorando porque esté molesto.
Se quedó
quieto.
—¿No?
Negó con la
cabeza antes de bajar muy despacio la otra mano y mirarlo.
—No.
—¿Y por qué
lloras?
La vio secarse
las lágrimas con una mano.
—Porque has
dicho mi nombre. Hasta ahora no me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba
oírlo.
Creía que ya
estaba enamorado, pero se había equivocado. Su ternura lo abrumó como nada
había conseguido abrumarlo hasta entonces. ¿Cómo era posible que pudiera
quererlo más de lo que ya lo quería? Algo de lo que había demostrado ese día le
provocaba una emoción que jamás había sentido con Jungwoo. No quería pensar en
lo absurdo que era ese pensamiento. Solo quería volver a estar con él, sentirlo
y conocerlo de nuevo.
—Ah, Heechul. Ven
aquí.
Lo levantó del
suelo, lo llevó al dormitorio, se sentó en su cama y lo acunó en el regazo. Le
acarició el cuello con la nariz e inspiró su aroma. Se deleitó con su mera
cercanía.
—No quería que
la cosa fuera así. No para la primera vez.
Heechul apoyó
la cabeza contra su cuello y se aferró a sus hombros.
—Pues yo no me quejo
—dijo.
Siwon sonrió y
lo besó, con suavidad, sin premura, deseando transmitirle lo que sentía en su
corazón.
Lo oyó suspirar
antes de que le devolviera el beso y enterrara los dedos en su pelo húmedo para
acercarlo más todavía.
Cuando se
apartó un poco y lo miró, se dio cuenta de otra cosa en la que había metido la
pata hasta el fondo. Cerró los ojos.
—Mierda.
Condones.
—¿Qué pasa con
ellos?
—Que siguen en
el bolsillo de mis pantalones. Después de lo de esta mañana, cogí unos cuantos,
por si las moscas.
—Optimista,
¿no?
Abrió los ojos
y vio una expresión risueña en su mirada. No parecía alterado, en todo caso,
parecía... que le hacía gracia.
—Yo no... no
pensaba que...
Él volvió a
colocarle un dedo en los labios.
—No vuelvas a
disculparte. Puede que lo hayas empezado tú, pero he sido yo quien lo ha
acabado. No te he dado la menor oportunidad de negarte, mucho menos de buscar
un condón.
No lo había
hecho, cierto. Esbozó una sonrisa y sintió un agradable calorcillo al
recordarlo.
—No voy a
quedarme embarazado, Siwon. Lo tengo cubierto.
Quería decirle
que le encantaría que se quedara embarazado esa noche. La mera idea de verlo
embarazado, de tener la oportunidad de experimentar todo lo que se había
perdido con Siwan, le gustaba muchísimo. Sin embargo, sabía que no estaba
preparado para oírlo.
Todavía no.
—Además —añadió
Heechul—, me han hecho todas las pruebas habidas y por haber y sé que esa parte
de mi cuerpo está sanísima. Y confío en ti. No estoy preocupado.
Detestaba que
estuvieran manteniendo esa conversación. De que tuvieran que sacar el tema a
colación siquiera.
—Siempre he
tenido cuidado. Quiero que lo sepas. De haber creído que había una posibilidad,
por pequeña que fuera, de que seguías vivo, jamás habría estado con otra persona.
Vio que sus
ojos se oscurecían.
—Te creo.
No quería que
lo creyera. Quería que lo sintiera. Que supiera que era el único al que había
deseado. Le apartó un rizo de la cara.
—Jamás haría
nada para hacerte daño.
—Eso también lo
sé —susurró Heechul.
Siwon se inclinó
sobre y lo besó, y el corazón le dio un vuelco cuando Heechul le devolvió el
beso.
—Puedo hacerlo
mejor —le dijo contra los labios al tiempo que le pasaba una mano por la
columna.
—¿Ahora mismo?
¿Te ves en condiciones tan pronto?
—Princesa, estoy en
condiciones desde que volviste a mi vida.
Cuando él soltó
una carcajada, el alivio lo inundó. Lo dejó sobre el mullido cobertor rojo, lo
instó a ponerse de espaldas y volvió a besarlo antes de apartarse lo justo para
mirarlo a los ojos.
—¿De verdad
creías que podías librarte de mí tan fácilmente?
—¿He sido
demasiado evidente?
Le enterró los
dedos en el pelo.
—Casi me
convences, pero luego recordé que tus ojos eran incapaces de mentir. Y siguen
sin poder hacerlo. —Le besó los párpados, bajó hasta su boca y trazó sus labios
con la lengua hasta que los separó.
—Tendré que
recordarlo — murmuró cuando los dos estuvieron sin aliento.
—Dime qué
quieres —susurró Siwon mientras le acariciaba un costado.
—No quiero
pensar. Solo quiero sentir que me tocas como antes. Quiero olvidarme de todo
salvo de ti.
—Creo que te
puedo echar una mano con eso.
—Bien, porque
ahora mismo solo te necesito a ti, Siwon.
Y esas eran las
únicas palabras que él necesitaba escuchar.
aww~ ♥ que lindos esos dos!!!
ResponderEliminares la primera vez que el "seme" dspues de que su "uke" lo echa, no se va, bueno no del todo, si salio corriendo,pero reflexiono y volvio y se lo tiro en el piso del despacho! jajajajajja que genial!
¿por que la chulis no puede quedar embarazado?
*se para y aplaude*
ResponderEliminarBien hecho Siwon,muy bien hecho,no aceptar un no por respuesta y menos cuando no es lo que uno no quiere escuchar y el otro no quiere decir. Pero te felicito por llamarlo Heechul....aaaa la cereza del pastel *0*
Y Hee feliz por eso,estan en sintonía,puede que las cosas vayan mejor...deben de ir mejor