Mark evitó
caerse hacia atrás agarrándose a la crin del caballo con una mano y al pomo de
la silla con la otra. Cuando se puso derecho, le quitó a Jackson las riendas a
la vez que maldijo para sus adentros.
Tal vez Jackson
se había hecho con el caballo de manera instintiva, pero él no era un joven frágil
y asustadizo al que tuviera que proteger del peligro. Avanzó al mismo paso que
su marido mientras sus compañeros los seguían de cerca.
Cuando él
aceleró la marcha, Mark se echó hacia delante tanto como le permitió el pomo de
la silla. El corazón le latía a un ritmo que se acompasaba con el fuerte sonido
de los cascos de los caballos.
Rápidamente
cubrieron lo que le parecieron kilómetros hasta detenerse justo al otro lado de
un pequeño claro. Tras desmontar con rapidez, Jackson, casi sin aliento, les
ordenó:
—Dentro de los
bosques.
A pie guió a
su animal hacia el interior del bosque, lejos del camino. Yugyeom. Junbi y él
hicieron lo mismo.
—El simple
hecho de que no veáis a nadie alrededor, no significa que no estén por aquí —le
explicó Yugyeom.
—¿Entonces
estamos huyendo de alguien a quien no podemos ver?
Mark se
preguntó exactamente lo mismo. ¿De quién huían y hacia dónde se dirigían? Había
tenido tantas ganas de abandonar Poitiers que en ningún momento le había
preguntado a Jackson sobre su destino.
Yugyeom bajó
la voz y le dijo algo a Junbi que Mark no pudo oír.
Alentó a su
exhausto caballo para que continuara y alcanzó a Jackson. No habían parado
desde hacía mucho rato, no desde primera hora de la mañana y el sol ya estaba
poniéndose.
—¿Jackson?
—¿Sí?
—¿No estás
cansado?
—Por supuesto
que sí —sin detenerse agitó la espada con un movimiento en forma de arco—. Pero
¿dónde te gustaría acampar para pasar la noche?
Tenía razón.
Les llevaría horas limpiar una zona en la que poder pasar la noche.
—Vaya, me
anima ver que todavía puedes pronunciar más de una palabra a la vez.
—Es cierto.
Tal vez mi preocupación en este viaje me haya hecho mostrarme un poco corto en
palabras.
En un intento
de quitarle hierro a la situación, Mark lo miró de pies a cabeza deteniéndose
de nuevo en la parte inferior y dijo:
—Cortante, tal
vez… pero, no, no milord, nunca corto.
Pero su gesto
serio le hizo ver que su intento de bromear había sido en vano.
—Los hombres
que nos siguen esperan que enfermemos… o algo peor. No tengo tiempo para
bromas, Mark.
—¿Y por qué no
lo habías dicho antes?
Al avanzar sin
quitarle los ojos de la cara, se tropezó con un tronco caído. Jackson lo agarró
por el brazo.
—Ten cuidado.
Que te rompas una pierna no nos ayudaría a ninguno —lo soltó antes de
preguntarle—: ¿Qué habrías hecho si hubieras sabido lo de los hombres que nos
seguían? ¿Te habrías preocupado como yo?
—Tal vez.
—Pues eso no
habría servido de mucho.
—Excepto para
explicar tu necesidad de estar tan… distraído —cuando había tomado la decisión
de convertirse verdaderamente en su esposo, lo último que se había esperado
había sido el verse tan completamente ignorado como durante los últimos días.
—¿Distraído?
—Sí, mucho.
—¿Poco atento?
—Sin duda.
Le miró y Mark
pudo ver un atisbo de sonrisa en un lado de su boca. ¿Intentaba engatusarle?
Respiró hondo y defendió su posición.
—Has estado
ignorándome.
—Lo sé. Me he
dado cuenta al verte dormir sobre el frío y duro suelo cada noche y también
cuando has pasado el día sin nada que llevarte a la boca.
Sintió
vergüenza, Ni una sola noche había dormido sobre el frío y duro suelo. De
hecho, había sido Jackson el que había sido castigado por la frialdad de la
tierra, él había pasado las noches tendido casi completamente sobre su pecho y
la única manta que tenían los dos había sido para cubrirlo a él.
Y no había
habido ni una sola vez, ya fuera de día o de noche, en la que no hubieran
comido.
Cerró los ojos
y sacudió la cabeza antes de ponerle una mano en el brazo y disculparse.
—Perdona.
Jackson no
pudo evitar sonreír. Cuando había empezado el viaje, sí que había estado
distraído, pero el ver el desconcierto de Mark ante sus respuestas de una sola
palabra no había hecho más que animarlo a provocarlo más.
Si tenía toda
su atención centrada en el porqué de su frío comportamiento, no se daría cuenta
de que sus hombres los estaban rodeando y de que el enemigo los estaba
cercando. La verdad era que su táctica le había durado más de lo que pensaba.
Miró atrás y
vio que Yugyeom y Junbi se habían detenido; parecían estar conversando y eso le
dio la oportunidad de centrarse en Mark. Le sujetó la barbilla y con el dedo
pulgar le acarició el labio inferior.
—No hay
necesidad de que te disculpes.
—Me he quejado
y me he comportado como un maleducado.
—No. Soy yo el
que debería disculparse por haberte provocado intencionadamente a hacerlo. Has
actuado como yo quería que hicieras.
En un
principio Mark arrugó la frente en un gesto de duda y extrañeza, pero después
se dejó llevar por sus caricias. Mientras su mente pensaba en lo que acababa de
oír, su cuerpo buscaba el contacto con el suyo. Jackson lo acercó más a sí.
—Los hombres
que nos siguen quieren tomarnos como rehenes. Esposo, Wonpil no conoce el
significado del honor. No se preocupa ni de las leyes ni de la decencia.
—¿Nos matará
en lugar de tomarnos como rehenes?
Sus palabras
entrecortadas le hicieron desear que pudiera ser así de simple…
La muerte
sería un final preferible al que Wonpil probablemente planeaba.
—No. Hará que
deseemos morir.
Vio los ojos
de su esposo abrirse de par en par mientras en su cabeza no dejaban de resollar
las palabras de Morigatte: «…no hagas daño a ningún inocente».
Notó un
asfixiante nudo en la garganta al sentir una repentina y desesperante necesidad
de protegerlo de todos los males de su mundo.
Tras llevarlo
contra su pecho, apoyó la barbilla sobre su cabeza y se preguntó cómo había
podido permitir que Mark se hubiera colado completamente en su alma.
«Perdona…
olvida» fueron las sugerencias de Morigatte. En aquel momento Jackson, sediento
de venganza, se había rebelado en contra de esa idea, pero ¿y ahora?
Ya no estaba
seguro.
Cerró los
ojos. No era ni el momento ni el lugar para aclarar su mente. El peligro
acechaba demasiado cerca; un peligro que podía arrojarlos a todos ellos a una
pesadilla sin fin.
Alzó la cabeza
y prometió:
—No lo
logrará.
Mark le
ofreció una sonrisa poco entusiasta.
—Si nos
quedamos aquí conversando, puede que sí lo haga.
Oteó el bosque
antes de asegurarle:
—Podríamos quedarnos
aquí todo el día sin correr peligro, si quieres.
—Eso es lo que
has estado observando todo el tiempo. Tienes hombres vigilando.
—Yo nunca he
dicho que no los tuviera. Mis hombres habían estado esperando mi regreso. Ya
habían recibido órdenes —la soltó, pero le acarició la mejilla antes de
apartarse—. Hay doce formando una pared armada a nuestro alrededor.
—Once, milord.
Jackson se
volvió hacia la voz que tenía tras él. Jooheon, el hombre que había estado
temporalmente al frente de los demás, dio un paso al frente.
Yugyeom se
unió a ellos al mismo tiempo y preguntó:
—¿Once? ¿A
quien hemos perdido?
Al ver el modo
en que el hombre se dirigía a Yugyeom. Jackson se detuvo. ¿Había tenido todos
esos días delante de sus narices al hombre ideal como capitán de su nueva
guardia y no se había dado cuenta?
Jooheon centró
toda su atención en Yugyeom.
—Al joven Raymond
lo ha alcanzado una flecha. Ha resultado letal.
Yugyeom
suspiró.
—Al menos no
se lo han llevado vivo.
Jackson
asintió en silencio. Aunque el joven Raymond había sido entrenado y se habría
convertido en un guardia competente no estaba hecho del acero suficiente como
para sobrevivir más de una semana bajo el mando de Aryth.
—¿Y su cuerpo?
—Yugyeom estudió a los caballos que ahora estaban entrando en el área—. Tenemos
que llevárselo a su familia.
Jackson se
obligó a quedarse en silencio. Otro se habría ofendido al ver que Yugyeom
estaba al control de la situación, pero él sabía que su amigo estaba bien
preparado para afrontar esa posición. Por el momento, él tenía que preocuparse
y cuidar de otra persona en particular y ésa era una tarea que por alguna
razón, le hacía sentirse más vivo que nunca.
No había duda
de que debía nombrar oficialmente a Yugyeom capitán de la guardia de Wang.
—Sir…
Uno de los
otros hombres dio un paso al frente con un caballo.
—Tenemos su
cuerpo.
El joven Junbi
dejó escapar un grito ahogado, pero antes de lanzar un auténtico grito de
horror, Yugyeom lo llevó hacia sí y lo sujetó con fuerza. Para asombro de Jackson,
la táctica pareció calmarlo al instante.
Tras examinar
el cuerpo tendido sobre la montura, Yugyeom asintió:
—Bien. Su
madre os lo agradecerá. ¿Qué hay de Kim y sus hombres?
—Kim sigue
vivo, pero sus hombres ahora sólo suman tres —Jooheon se estiró como si se
mostrara orgulloso del bien merecido triunfo—. Vuestra sugerencia de utilizar
arcos en lugar de espadas nos ha favorecido.
Y dado que el
destacamento de Wonpil había estado compuesto de quince hombres, Jackson tuvo
que mostrarse de acuerdo; emplear arcos había demostrado ser una táctica
inteligente.
Yugyeom alzó
una mano para pedir silencio y acallar las voces de los otros hombres que
celebraban con vítores su destreza.
—¿Y dónde está
Kim?
—Ha ido hacia
el norte. Lo seguimos durante una parte del recorrido, pero pensé que sería un
error dejaros a vos, al conde y a los jóvenes desprotegidos.
Jackson dio un
paso adelante.
—Bien hecho.
Tras una noche de descanso, tal vez podamos avanzar mañana. Con suerte y la
continua bendición de Dios puede que estemos en casa a finales de semana.
Jooheon señaló
al sol, que se estaba poniendo.
—Hay una
cabaña vacía más adelante, milord con una arroyo detrás. Los hombres y yo
podemos buscar algo de comida.
Los dos
suspiraron y, al hacerlo, arrancaron las risas de algunos de los hombres.
Jackson le
hizo una señal a Jooheon.
—Guíanos.
Miró a al
joven que caminaba junto a él. Aunque no lo había dicho, se le veía cansado: la
sonrisa que le dirigió carecía de su habitual vitalidad.
Era
imprescindible que Yugyeom y él hablaran esa misma noche y lo único que
esperaba era que esa charla terminara cuanto antes para luego poder pasar el
resto de la velada envuelto en un abrazo con su esposo.
Para Mark, la
cabaña abandonada en el bosque fue como el más grandioso de los castillos, a
pesar de no ser más que una casa de dos habitaciones hecha de adobe y cañas.
Quien fuera
que la hubiera levantado, probablemente empleó los árboles cortados del claro
para construir el armazón.
Lo que más le
importó fue el fuego que había en el centro; no sólo tendrían un cobijo para
pasar la noche, sino también un calor que agradecerían mucho más.
Mientras Jackson
hablaba con los hombres y Yugyeom centraba su atención en Junbi, él aprovechó
la oportunidad para hacer buen uso del arroyo.
Después de
sentarse en una roca plana y grande, se quitó sus suaves botas de piel y las
medias. Metió un dedo del pie en el riachuelo y tembló cuando el agua helada
amenazó con congelarle la piel.
Pero una vez
se acostumbró a la frialdad, resultó agradable sentir el agua moverse alrededor
de sus pies. Suspiró. Deseaba meterse en el agua y que éste se llevara consigo
toda la tensión que estaba acumulando. Había cosas que Jackson le estaba
ocultando, lo sabía por el tono de su voz y por la preocupación que escondía
tras su mirada.
Parecía
convencido de poder ocultar su preocupación muy bien, ¿es que no se daba cuenta
de que había observado todos sus cambios de humor? No necesitaba que le dijera
cuándo le sucedía algo porque podía ver el cambio en sus ojos y oírlo en su
voz. Casi podía sentir la presencia de eso que lo inquietaba sobre sus labios.
Sin duda algo
iba mal y no se trataba únicamente del hecho de que esos tal Wonpil y Kim los
hubieran seguido desde la corte.
¿Quién era
para obligarlo a hablar con él? Antes de que eso ocurriera, tendría que ganarse
su confianza, pero ¿cómo iba a hacerlo si por su parte tampoco estaba seguro de
poder confiar en Jackson?
Ese marido que
tenía era una contradicción tras otra. Podía matar a un hombre con las mismas
manos que con tanta delicadeza la sumían en la pasión.
Sus palabras
podían ser bruscas, crueles y cortantes y al instante arrullarlo haciéndole
sentirse seguro.
Podía discutir
sobre algo tan importante como las batallas o estrategias con otros hombres
mientras que a la vez lo estaba desnudando con la mirada.
Y no estaba
acostumbrada a esas cosas. Los hombres que conocía eran o fuertes, duros y
mezquinos, o débiles y blandos, pero no una combinación de los dos.
Incluso Huitaek
había escondido su crueldad bajo una máscara. Si no hubiera sido por Jackson
tal vez habría descubierto la cara verdadera de Huitaek demasiado tarde.
—¿Dónde estás,
Mark?
Con una mano
contra su acelerado corazón admitió:
—Me has
asustado. No te he oído acercarte.
—Vaya, pues
eso tiene mucho sentido porque te he llamado dos veces —se sentó a su lado y lo
recostó sobre su regazo—. ¿En qué piensas que te tiene tan distraído?
—En ti —se
incorporó y se sentó entre sus piernas con los pies en el agua y la nuca
apoyada contra su pecho.
—¿Estás cómodo?
Se acurrucó
más contra su cuerpo.
—Mucho.
— Bueno, ¿y
estabas pensando bien de mí?
—Oh, ¡qué va!
—Miró brevemente sobre su hombro y sonrió antes de admitir—: Lo que pienso de
ti se aleja mucho de lo… bueno.
Jackson agachó
la cabeza.
—Entonces
espero que sean unos pensamientos pícaros y apasionados —le susurró al oído
mientras lo rodeaba fuertemente con los brazos.
El temblor de Mark
no tuvo nada que ver con la frialdad del agua sino con el calor del aliento de Jackson
contra su oído, con la fuerza de sus brazos envolviéndole y con el palpitar de
su corazón contra su espalda.
Se obligó en
centrarse en desenredarse el pelo.
—Te has
quitado la armadura.
—Y tú
pretendes cambiar de tema.
Trazó con su
dedo pulgar la forma de uno de su pecho y, al hacerlo, cerró los ojos y le
rodeó los brazos.
—Por supuesto
que estoy cambiando de tema —suspiró cuando él deslizó los labios y los llevó
hasta su hombro—. Hablar de tu apasionada y lujuriosa actitud nunca sería
suficiente.
—¿No?
Entonces, ¿qué sugieres?
El tono ronco
de su voz hizo que otro temblor le recorriera la espalda. Sabía exactamente lo
que sugeriría si fuera lo suficientemente atrevido. Le diría que lo tomara en
sus brazos que lo besara con desenfreno y después… Las mejillas le ardían ante
esos pensamientos.
No. Jamás
poseería ese atrevimiento.
—¿No sabes qué
decir?
Antes de poder
responderle Jackson lo alzó de la roca, lo echó sobre su regazo y lo besó.
¿Había algo
más maravilloso que recibir un beso tan intenso del hombre que podía
despertarle la pasión con sólo una mirada? No, no lo había, pero
desafortunadamente no estaban solos. No era el momento… pero sus labios y sus
caricias eran demasiado cálidos e incitantes.
Con un gemido
de frustración, le rodeó la nuca con un brazo y lo llevó más hacia sí.
Perdido en el
fuego que su marido estaba encendiendo, se aferró más a él mientras sentía su
pulso acelerarse. Sin embargo, cuando acarició el calor que se estaba
acumulando en el centro de su cuerpo, se quedó paralizado.
No estaban
solos. La vergüenza lo invadió y tras apartarse de su beso, gritó:
—No, Jackson,
no puedo.
Jackson sacó
la mano y lo abrazó en un intento de calmarlo.
—¿Qué te pasa,
Mark?
Hundió la cara
en su hombro y, sintiéndose como un tonto que avergonzado, intentó explicarse.
—Hay gente
alrededor, no puedo. Si nos vieran… no puedo… yo… Oh, Jackson… —fue todo lo que
pudo hacer para no romper en un llanto de humillación y frustración.
Volvió la
cabeza tenía una mejilla apoyada sobre su pecho.
—Lo siento.
Él le acarició
la espalda y lo besó en la frente.
—No hay nada
por lo que debas disculparle.
—Pero has
venido aquí esperando… —vaciló al no saber elegir la palabra—. Y habrás quedado
decepcionado.
—Mírame.
Levantó la
cabeza y miró hacia donde pensaba que estaría su cara. Las nubes habían vuelto
a cubrir la luna, dejándolos en una absoluta oscuridad.
Él le acarició
la mejilla.
—¿Qué ves?
—¿Sinceramente?
—Por supuesto.
—Nada.
—Entonces ¿por
qué creías que mis hombres iban a vernos?
Agradecido por
la profunda oscuridad de la noche y por la fría brisa que azotaba sus
encendidas mejillas, se encogió de hombros.
Oyó a Jackson
suspirar antes de que lo besara.
—Puedes
hablarme con libertad esposo. Puedes contarme tus pensamientos más apasionados.
No vas a escandalizarme, como tampoco vas a provocarme ninguna clase de rechazo
hacia ti.
Mark apoyó la
frente con la suya.
—Creí que nos
verían desnudos y dejándonos llevar por la pasión.
—¿Sobre esta
roca tan fría y dura? —le rodeó la cara con las manos—. Sólo he venido aquí
para besar y acariciar a mi esposo hasta hacerle perder el sentido, eso es
todo.
—Oh, pensaba
que…
Le cubrió la
boca con un dedo.
—Sé lo que
pensabas. Pero sólo porque te bese… —le rozó ligeramente los labios—. O te toque
o te acaricie… —fue deslizando la mano hasta detenerla entre sus muslos —no
significa que tenga que llevarte a la cama.
Incluso a
través de las capas de su ropa, podía sentir el calor de sus dedos y emitió un
suave gemido.
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