Con el arma
ante él, Jackson abrió la puerta. Impactado, bajó la espada al ver al joven Junbi
y a Mark.
Junbi, igual
de sorprendido al ver el arma, le dijo:
—Milord, estamos
desarmados y no pretendemos haceros daño.
Jackson
levantó a Mark en brazos y lo tendió en la cama. A continuación se arrodilló
junto a él.
—¿Qué ocurre?
—sacó una daga de su cinturón y cortó la tela que le ataba las manos.
Yugyeom hizo al
otro joven entrar en la habitación y cerró la puerta.
—La reina ha
decidido que Lee estaba tardando mucho en convertir a Mark en su esposo —Junbi
se sentó junto a la mesa y señaló una copa llena de vino. Cuando Yugyeom
asintió con aprobación, dio un sorbo antes de continuar—: Por eso ha ordenado
que se retiren los guardias y que Huitaek tuviera a su futuro esposo encerrado
en su habitación durante la noche.
—¿Con qué fin?
Mark dio la
respuesta.
—Para que por
la mañana me encontraran en una situación comprometida y me forzaran a casarme
con él.
—Es una pena
que ya esté casado —dijo Junbi antes de beber.
Jackson miró a
Mark sorprendido. Él se encogió de hombros.
—Me había
atado a la cama y él me ha liberado. Cuando me ha preguntado si estaba casado
no he pedido mentirle. Sabía que necesitaría su ayuda.
Jackson pudo
oír miedo en su voz. Se sentó a su lado y lo abrazó.
—¿Que te ha
atado a su cama? ¿Qué pasó después de que me fuera del salón?
—Entretuve a Huitaek
porque creía que acabaría emborrachándose y que me dejaría solo. No tenía la
más mínima idea de que estaba cumpliendo una misión para la reina.
—¿Lo
entretuviste a propósito? ¿Has perdido la razón?
—¿Yo? ¿Crees
que le he pedido que me tratara de ese modo?
—A lo mejor no
se los has pedido, pero le has animado a que lo haga.
Mark se apartó
de él y por un momento se quedó sin habla.
—¿Lo ves? Ni
siquiera lo niegas.
Intentó
liberarse de sus brazos pero él le agarraba con fuerza.
—¿Yo? ¿Que yo
lo he animado? Si alguien ha animado a alguien esta noche ése has sido tú.
¿Estaba celoso
del Junbi? Jackson quería reírse ante esa idea, pero carecería de gracia ya que
él había sentido lo mismo por Lee. Aun así, le preguntó:
—¿Detecto
celos?
—¿Celos?
—repitió con los dientes apretados—. Creo que tu desmesurado orgullo te ha
vuelto un poco idiota.
Esa discusión
no los llevaría a ninguna parte.
—¿Te ha dicho
algo sobre los planes de la reina?
—Sí. Lo mismo
que te ha dicho Junbi. Se han cansado del cortejo y han decidido tenderme una
trampa para casarme con él. Por la mañana cuando me encontraran en su
habitación me obligarían a casarme con él para salvaguardar la reputación de la
corte.
—¿La reina ha
aprobado esta trama?
—¿Aprobado?
—dijo Mark—. Según Huitaek, ha sido idea suya. Él no ha hecho más que seguir
sus órdenes.
Jackson
maldijo.
—¿Sabes lo que
significa esto?
Una sonrisa
triste se reflejó en los labios de Mark.
—Sí. Significa
que has ganado la apuesta.
Él se negaba a
ganar la apuesta de ese modo.
—No, Mark, no
me refiero a eso. Lo que quería decir es que tenemos que salir de este lugar
inmediatamente.
—Bueno, de
todos modos, ya has ganado. Le dije a Huitaek que estaba casado. No me ha
creído, pero estoy seguro de que se lo dirá a la reina.
—No importa.
Eso no formaba parte de nuestra apuesta. Se suponía que tenías que venir a mi
cama en el plazo de treinta días —dio unas palmaditas sobre el colchón que
tenían debajo—. No estás sentado en mi cama con el propósito de cumplir nuestro
trato. Aún tienes una elección que hacer y tiempo para pensar —apoyó la frente
contra la suya—. ¿Cuál será, Mark? ¿Volvemos a casa juntos como esposos o vamos
a buscar al rey para pedirle una anulación?
—No lo sé, Jackson.
No lo sé —le susurró.
No era
exactamente la respuesta que se había esperado.
Sin embargo,
en el mismo momento en que le cubrió los labios con los suyos Mark se dio
cuenta de que sí que sabía la respuesta.
Sin romper el
beso, lo giró ligeramente en sus brazos y lo tendió sobre su regazo. Cuando
deslizó la mano suavemente sobre su pecho, Mark pensó que se había desvanecido
después de que la sangre le fluyera desde la cabeza para fijarse entre sus
piernas.
Fue como estar
flotando.
Se abrazó a
él, pero oyó movimiento al otro lado de la habitación y recordó que no estaban
solos. Muy a su pesar, lo apartó de sus labios.
—Jackson por
favor…
—Terminaremos
esto en otro momento… ¿tal vez en Inglaterra?
—En cualquier
lugar siempre que esté lo más alejado posible de éste.
—Tal vez para
entonces ya habrás decidido si vamos a hablar con el rey o no.
Aún no podía
creerse que le estuviera dejando la opción, pero se sentía agradecido por ello.
—Prometo que
para entonces ya habré tomado una decisión.
—Bien pero
nuestra apuesta sigue tal y como la acordamos. Decidir si vienes a mi cama…
para algo más que para hablar —le lanzó una sonrisa—. Saldré ganando.
Sí que era un
arrogante.
—Tal vez sí,
tal vez no.
—No me
preocupa. Sé que vendrás —se levantó y le tendió una mano—. Ven, hay que
ponerse en marcha.
Aceptó su
ayuda, pero al apoyar el peso sobre la rodilla, se estremeció de dolor.
—¿Qué te pasa?
—Nada de
importancia —mintió—. Me he caído y me duele un poco.
Junbi lo
corrigió.
—¿Un poco?
¿Por qué creéis que estaba colgando de mi cuello cuando hemos llegado? No puede
caminar.
Jackson enarcó
las cejas con incredulidad.
—Déjame ver.
—No, de
verdad, no pasa nada.
Antes de darse
cuenta. Jackson lo había levantado, lo había sentado en la cama y le había
alzado el pantalón.
—Está
hinchada.
Mark le apartó
las manos.
—Lo sé pero
también está agarrotada de no moverme, así que vamos a ponernos en marcha.
Lo ignoró y le
acarició la pierna herida. Mark cerró los ojos. Sus manos eran cálidas y su
caricia relajante.
Se mordió el
labio para contener un grito de sorpresa ante la sensibilidad de sus piernas.
Jackson se
detuvo.
—¿Te duele?
—No, no me
duele.
Abrió los ojos
a tiempo de ver la sonrisa de Jackson, que retomó su tarea y siguió con la otra
pierna, la masajeó y acarició hasta acercase a la rodilla, pero cuando presionó
en la rótula casi se levantó de la cama.
—¡Para!
Al instante,
él terminó su reconocimiento.
—No creo que
tengas nada roto, pero tampoco creo que te hayas hecho esto sólo con una simple
caída.
—Yo mismo podría
haberte dicho que no tenía nada roto. ¿Podemos irnos ya?
Lo levantó de
la cama.
—¿Puedes andar
con ayuda?
—No veo por
qué no podría hacerlo —dio unos pasos hacia la pueda y aunque el dolor no era
tan agudo como antes, aún era muy intenso—. Mira, estoy bien.
—Preferiría
llevarte en brazos.
El se apartó.
—Estoy seguro.
A medio camino
de la puerta, miró al joven Junbi y dijo:
—Viene con
nosotros.
—¿Por qué
tendría que acompañarnos la ramera de la reina?
Sin querer
alzar la voz, Mark le respondió:
—No estoy tan
seguro de que sea una ramera… tal vez hay algo más. Ha manipulado a Huitaek y
después me ha ayudado sin dudarlo. Hay algo que no se corresponde del todo con
la imagen que da.
—Y eso mismo
podría ser una trampa.
Mark sabía que
Jackson podía tener razón, también lo había pensado pero había hecho un
juramento.
—No puedo
incumplir mi palabra, Jackson.
—Muy bien,
pero mantente alerta y cuida lo que dices cuando estés cerca de él.
—Sigo pensando
que nos hemos equivocado con él, pero seguiré tu consejo hasta estar seguro.
—¿Hasta que tú
estés seguro? No, seguirás mi consejo hasta que yo esté seguro.
Por su duro
tono supo que no debía cuestionar esa orden.
—Mark, no se
te da bien juzgar a la gente. Lo has demostrado con Huitaek. No dejaré que
pongas nuestras vidas en peligro sólo porque creas que alguien es honrado.
—No discutiré
contigo sobre esto ahora, pero creo que te equivocas.
—Ya veremos
—le dijo indicándole que saliera por la puerta.
Junbi se
levantó.
—Deberíamos
darnos prisa.
A Jackson le
pareció que estaba demasiado nervioso.
—¿Por qué
motivo?
—Lo siento
mucho —se sentó de golpe—. Tenía que formar parte de esta trama para que Mark
se casara y para que vos… —se aclaró la garganta antes de continuar —para que
vos… os casarais conmigo.
Seguro que
había cosas mucho peores que casarse con el prostituto del palacio, pero por
desgracia, en ese momento a Jackson no se le ocurría ninguna.
Mark fue el
primero en hablar.
—¿Cómo dices?
—Tenía que
esperar hasta que Jackson estuviera dormido antes de colarme en su cama.
—¿Y os
encontrarían en ella por la mañana, verdad?
—No, tenía que
gritar que me estaba violando en cuanto me metiera en la cama.
Jackson
preguntó fríamente:
—¿Es que a la
reina no se le ha ocurrido algo más imaginativo?
—Eso no
importa ya que he decidido no seguir adelante con el plan.
—Qué noble por
vuestra parte.
Junbi miró al
suelo.
—No todo es
siempre lo que parece, milord.
—Obviamente.
—Tenemos que
salir de este lugar —dijo Mark.
Yugyeom abrió
la puerta y se asomó para comprobar el pasillo. Tras cerrar la puerta,
preguntó:
—¿Dónde están
los guardias ahora?
Ante el
sombrío gesto del joven Junbi, Jackson añadió:
—Tal vez
tenéis que explicarnos algo para que podamos trazar un plan.
—Los guardias
deberían estar en el pasillo de un momento a otro.
—¿Por qué no
lo habéis dicho antes de que nos hubiéramos quedado sin opciones? —preguntó Mark.
—Creí que
podría encontrar una solución antes de mencionaros esto.
—Mi esposo no
se casará con vos.
Si la
situación no hubiera sido tan funesta, Jackson se habría parado a pensar en el
porqué de ese comentario de Mark. Parecía como si le importara y ¿no era eso lo
que él había estado planeando tanto tiempo? Así que, ¿a qué venía esa extraña
punzada en el pecho?
—Lo sé, pero
si la reina no me encuentra en esta cama, acabaré encerrado en una de sus
celdas —miró al techo durante un momento—. Y si me encuentra en la cama con él
y descubre que ya está casado, los dos seremos encarcelados.
—No. Tendría
que explicarle a rey por qué ha confinado a uno de sus condes y dudo que el
hecho de que sea un hombre casado sirva como una explicación satisfactoria.
—¿Por qué no
nos vamos de aquí directamente? —preguntó Yugyeom como si ésa fuera la mejor
solución.
—Vosotros dos
podríais hacerlo sin problema —Mark asintió hacia Junbi—, pero nosotros estamos
bajo el mando de la reina y mientras que yo, al estar casado, tendría permiso
por estar acatando las órdenes de mi esposo. Junbi no tiene opción de marcharse
de aquí sin más.
—Pero si no se
dan cuenta de que se ha ido… —unas pisadas fuertes y el sonido de unas espadas
se oyeron por el pasillo interrumpiendo lo que fuera que Yugyeom iba a decir.
El amigo de Jackson
maldijo, pero luego comenzó a quitarse la ropa. Se situó delante de Junbi.
—Meteos en la
cama conmigo.
—¿Cómo decís?
Tiró su única
sobre un arcón que había junto a la pared y se sacó la camisa por la cabeza.
—Ya me habéis
oído.
El joven tenía
los ojos abiertos de par en par y clavados en su torso desnudo.
—Pero…
—¿Qué demonios
estás haciendo? —le preguntó Jackson.
Yugyeom agarró
a Junbi del brazo y lo llevó hasta la cama mientras le explicaba:
—Lo tienen que
encontrar en la cama con alguien con quien pueda casarse.
—Se suponía
que tenía que ser conmigo.
Junbi estaba
paralizado mientras veía a Yugyeom desvestirse y su rostro enrojecía más y más
a medida que se iba desprendiendo de su ropa. Jackson supo que Mark tenía
razón: ese joven no era ninguna ramera.
—No puedes
casarte con este joven y tampoco podemos dejarlo aquí para que pase meses
interminables encerrado en una de las celdas de la reina —se sentó en el borde
de la cama y llevó a Junbi hacia sí. Antes de que nadie supiera que iba a
hacer, le tomó las manos—. Os protegeré haré que estéis a salvo. Casaos conmigo.
Él no dijo
nada, pero Jackson tuvo que preguntar:
—¿Por qué?
—Te debo mi
vida, mi libertad. Esto es lo mínimo que puedo hacer.
—No me debes
nada.
—Me meteré en
la cama con vos, pero no habrá razón para que nos casemos. Cuando la reina nos
descubra, actuaré como si fuera bobo. Tal vez creerá que no sabía quién estaba
en la cama. Con suerte, su enfado sólo hará que nos expulsen de sus tierras.
Más pisadas
resonaron desde fuera de la habitación. Junbi entró en acción y, con ayuda de Yugyeom
se desnudó por completo antes de que los dos se tendieran bajo las sábanas.
Mark miró a Jackson.
—¿Qué hacemos?
Él le agarró
la mano y lo metió en el pequeño hueco que había junto a la puerta. Lo situó en
la esquina más alejada y se quedó delante de él a modo de escudo protector.
—Entrarán
corriendo cuando Junbi grite. Dudo que nos vean.
—Espero que
tengas razón.
—Claro que la
tengo —chasqueó los dedos y entonces se oyó la voz de Yugyeom seguida
inmediatamente del estremecedor grito del joven Junbi.
Mark susurró:
—Señor, ten
piedad.
Podían oír a
los hombres al otro lado de la puerta. Jackson lo apretó con fuerza contra su
pecho.
Junbi volvió a
gritar y la puerta se abrió de golpe. Los guardias de la reina llenaron la
habitación y a continuación ésta entró flanqueada por más guardias todavía.
Una vez que
todos pasaron por delante del pequeño hueco en el que se ocultaban. Jackson se
relajó. Todo el mundo tenía la atención puesta en la cama. Si quería hacer ver
que acababa de regresar de algún sitio, ése era el momento justo para hacerlo.
—Quédate aquí
—le dijo a Mark.
Y fue hacia la
puerta. Esperó un momento antes de ir al otro lado de la alcoba y elegir la
ubicación perfecta para presenciar la escena que estaba teniendo lugar.
La reina se
encontraba entre la puerta y la cama.
—¿Qué
significa esto?
—Oh, milady,
ayudadme —a pesar de que el grito de ayuda quedaba enmascarado por la cortina
que rodeaba la cama. Jackson oyó la voz aterrorizada del joven Junbi.
Interpretó bien su papel. Algo, no estaba seguro de si se trataba de una mano o
de un pie, asomó por debajo de la pesada cortina.
A juzgar por
el gesto de satisfacción de la reina, estaba claro que la mujer pensaba que
había ganado. Sin embargo, aunque la reina podía ser la pieza más poderosa
sobre un tablero de ajedrez, pronto aprendería que había perdido la partida.
De pronto
entendió la misión de Lee. La reina quería un matrimonio entre Mark y él porque
quería que su hombre controlara las tierras.
No obstante
aún no podía comprender qué estaba buscando con el matrimonio entre el joven Junbi
y él.
Se apoyó
contra la pared y se cruzó de brazos. Esas preguntas podrían esperar porque no
tenía duda de que los próximos instantes proporcionarían un entretenimiento sin
igual.
—Ayudad a ese
joven y sujetad al sinvergüenza.
Tres hombres
se apresuraron a seguir sus órdenes, uno corrió la cortina con tanta fuerza que
la arrancó y tiró la pesada pieza de tela al suelo. El segundo sacó a una
despeinado Junbi de la cama, que recogió su ropa del suelo y se la puso. El
tercero puso su espada contra la garganta de Yugyeom.
El joven Junbi
se arrodilló ante la reina.
—Oh, gracias, milady.
Estaré en deuda con vos eternamente.
Jackson tuvo
que contenerse para no aplaudir su actuación. La reina se agachó y le dio unas
palmaditas en la cabeza al joven.
—Tenéis suerte
de que mis hombres estuvieran cerca y oyeran vuestros gritos —le indicó que se
levantara—. No os ha hecho daño ¿verdad?
Ese joven era el
mentiroso más convincente que Jackson había visto nunca. En sollozos dijo:
—Oh, milady,
él… él… él… oh, esto es horrible —tembló añadiendo un énfasis silencioso a su
actuación.
—Tranquilo. Es
la suerte de un joven bello el sufrir el hambre salvaje de un hombre —observó a
Junbi—. Puedo ver por vuestra conducta que habéis luchado lo mejor que habéis
podido.
—¿Qué iba a
hacer?
El lamento de
pena de Junbi hizo que la reina pusiera su atención en el hombre que había en
la cama.
—Os avisé Wang.
¿Cómo os atrevéis a no seguir mi consejo?
—¿Milady? —el
hombre que vigilaba a Yugyeom miró a la reina y sacudió la cabeza con
confusión. Ésta dio un paso hacia la cama, los ojos se le abrieron como platos
y le dio un golpe de tos.
—¿Qué
significa esto?
Junbi abrió la
boca fingiendo sorpresa.
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