Descalzo lo
siguió hasta la cama. Mark le soltó la mano y dudó si terminar de quitarle la
ropa o meterse en la cama.
En el momento
en que tomó la decisión y se dio la vuelta, él, ya desnudo, lo tendió sobre la
cama.
Para
satisfacción de Mark, cuando se tumbaron de lado y se acurrucó junto a él, su
suave cuerpo encajó a la perfección en los duros músculos de él.
El aroma
cálido y especiado de Jackson le incitó a ser atrevido. Le acarició el pecho
deteniéndose en cada cicatriz. Deseaba volver a preguntarle por qué y cómo le
habían hecho tanto daño, pero se contuvo y decidió concentrarse en la suavidad
del oscuro vello que le cubría el pecho y el abdomen.
Trazó círculos
al rededor de sus pezones y cuando él tomó aire se dio cuenta de que esas
caricias le estaban dando placer, al igual que él se lo había dado.
Jackson le
acarició la espalda y las caderas antes de palparle la rodilla.
—Ya te he
dicho que estaba bien.
¿No debería
estar pensando en otra cosa que no fuera su rodilla?
Mark le echó
la pierna por encima y se sentó a horcajadas sobre él.
—¿Lo ves? Está
bien.
Una sensual
sonrisa curvó los labios de Jackson y sintió que la expectación le tensaba los
músculos. Pero cuando él empezó a acariciarle la cara interior del muslo empezó
a relajarse.
Sin pensarlo Mark
arqueó la espalda en busca de algo que aliviara el insistente palpitar de su
entrepierna.
—Quiero tocarte
—le susurró Jackson.
—Por favor,
hazlo —respondió con un gemido que Jackson interrumpió con un beso cargado de
deseo y perplejidad.
Todos los
planes de Jackson se habían desbaratado. Lo deseaba, lo quería sólo para él y
no movido por la venganza.
No había
artificios de ningún tipo en la reacción de su esposo ante sus caricias ni
fingidos gemidos de placer escapaban de sus labios inflamados por los besos.
Sólo una respuesta sincera al sobrecogedor deseo que le estaba inundando.
Él ansiaba su
sinceridad porque le necesitaba desesperadamente para que iluminara con un
brillo de luz a su oscuro corazón. Más tarde se despreciaría por ello, pero por
el momento sólo quería perderse en esa pasión compartida.
Lo envolvió en
sus brazos.
—Mark…
Antes de que
pudiera tenderle bajo él, tocó su ardiente erección y lentamente lo tomó dentro
de su cuerpo. Se estremeció en una ocasión, pero no se detuvo, Jackson jamás
había sentido nada tan erótico como el estar con ese joven inexperto que estaba
tomando con libertad aquello que deseaba.
Se maravilló
ante la rapidez con la que encontró el ritmo perfecto para los dos. Cerró los
ojos y se dejó arrastrar por la pasión.
—Jackson por
favor.
Los dedos de Mark
se clavaron en sus hombros para sacarlo de su aturdimiento. Al abrir los ojos
se topó con su ardiente frustración y lo rodeó con los brazos antes de hacerle
rodar bajo él.
Sin dudar, Mark
lo rodeó por la cintura con las piernas. Y por mucho que intentara ser
delicado, él pedía más.
Esa unión de
ningún modo se parecía a los actos que le habían pedido que hiciera en el
pasado. Ningún amo le había ordenado que yaciera con ese joven y ese joven que
tenía bajo él no le estaba pidiendo nada.
Se suponía que
tenía que iniciarlo en el baile del amor y darle placer físico. Por el contrario,
se había convertido en una participante que estaba a su misma altura en un acto
que se estaba volviendo algo más que simplemente físico.
Aceptación,
confianza… las cosas que había anhelado durante tanto tiempo se habían
materializado en el joven al que debía odiar. No podía ponerle nombre a la
emoción que le estaba comprimiendo el pecho, pero estaba seguro de que no se
acercaba en nada al odio.
Enseguida, sus
gemidos acompasados resonaron por la alcoba y Jackson supo que estaba en
peligro. En grave peligro. Sus planes ya rotos se estaban perdiendo en la bruma
de la pasión.
Una vez que su
cuerpo dejó de temblar, se dejó caer al lado de Mark. La desconocida necesidad
de enfurecerse, llorar y reír a la vez lo abrumó.
—¿Jackson?
—¿Sí?
—¿Qué te
gustaría apostar ahora?
—No estoy
seguro. Tal vez juntos se nos pueda ocurrir algo.
Un golpe en la
puerta detuvo la conversación. Jackson se levantó de la cama y cubrió a Mark
con las sábanas antes de ponerse la túnica.
La puerta
volvió a sonar, pero antes de que pudiera llegar a abrirla. Junbi entró seguido
de Yugyeom.
—Perdonad que
os molestemos, pero tenemos que marchamos inmediatamente.
En cuanto Jackson
vio el rígido rostro de Yugyeom supo que algo iba muy mal. La única vez que lo
había visto así había sido cuando los dos habían estado acompañando al rey en
la tienda de Aryth.
—¿Qué sucede?
—Wonpil está
aquí.
Esas únicas
palabras fueron suficientes para que el suelo temblara bajo los pies de Jackson.
—¿Wonpil de Kim?
—Así es.
Jackson le
hizo una señal a su amigo para que lo siguiera y ambos se sentaron junto a la
pequeña mesa. Sirvió vino para los dos.
—No es posible.
Wonpil está con Jaebum.
—No. Está
aquí. Lo he visto con Lee.
Lee y Kim, una
pareja que el mismo diablo aprobaría.
—Sería
interesante descubrir su razón para estar aquí —sobre todo después de que
hubiera jurado ayudar a Jaebum.
—Lleva dos
días aquí.
Jackson se
detuvo. ¿Dos días? ¿Y no se había enterado de su llegada? Miró a Mark. Estaba
claro que había estado demasiado absorbido por otros asuntos.
—Decidle a Jackson
lo que me habéis contado —le pidió Yugyeom a Junbi.
—No hay mucho
que contar. Ese tal Wonpil llegó hace dos días exigiendo una audiencia con la
reina.
—¿Teníais
conocimiento de esa audiencia?
Junbi sonrió.
—Por supuesto.
Mi… posición… me permite ciertos beneficios.
Su breve
vacilación le dio a Jackson la prueba de que suposición no era la de ramera del
palacio, lo que le dejaba preguntándose cuáles eran exactamente las funciones
que cumplía para la reina.
—Estaba
buscándoos, Lord Wang. Pero no como amigo.
—Lo imagino.
—Quería hacer
un trato con la reina, quería ofrecerle oro a cambio de su silencio cuando vos
desaparecierais de su corte.
—¿Y ella
aceptó?
—No —Junbi se
encogió de hombros—. A ella de poco le sirve más oro.
Sorprendido, Jackson
se inclinó hacia delante.
—Si de verdad
me quería fuera de la corte, debería haber aprovechado la oportunidad.
—Pero lord Wang
vos sois el hombre del rey y ella lo sabe. Eso ha sido vuestra única
salvación porque, aunque de buen grado conspiraría para veros destruido, por
otro lado no querría decepcionar a su esposo.
La sorpresa
quedó reemplazada por la incredulidad.
—No puedo
imaginarme a la reina preocupada por decepcionar al rey.
—Tal vez no,
pero tampoco le gustaba ese tal Kim. Dijo que ocultaba demasiado, algo
demasiado oscuro como para que ella quisiera verse involucrada.
—¿Oscuro?
—No estoy
seguro, pero mientras él pronunciaba elegantes palabras y dulces cumplidos sus
ojos parecían estar hechos de un extraño hielo —Junbi se detuvo como si
estuviera recordando aquel momento—. Cuando salió de la sala, incluso la reina
comentó que ese hombre parecía carecer de alma y que daba la impresión de haber
ensayado mucho su comparecencia.
Jackson
comprendió esas palabras perfectamente. Kim era frío y un desalmado.
—¿Cómo conoció
a Lee?
Una irónica
sonrisa cruzó el rostro de Junbi.
—La reina me
pidió que los presentara. Pensó que encajarían a la perfección.
—De modo que
en lugar de ser franca, les dio la oportunidad de conspirar y planear mi muerte
aparentemente a sus espaldas.
—Así es.
Jackson quería
abandonar aquel lugar inmediatamente y hacerlo sin ponerse en contacto con Wonpil.
—¿Dónde está
ahora?
—En el salón,
bebiendo y hablando de vos.
—¿Te ha visto Kim?
—le preguntó a Yugyeom.
—No.
—Bien.
Entonces aún no sabe que sabemos que está aquí —Jackson miró hacia Junbi—.
Ayudad a Mark a vestirse —quería hablar a solas con Yugyeom.
Al ver al
joven Junbi acercarse a la cama, Mark deseó que Jackson hubiera tenido un poco
más de tacto con él.
—No soy vuestro
sirviente.
—Nadie ha
dicho que lo seáis —se acercó y bajó la voz—. Creo que los hombres querían
hablar en privado.
—Podría
haberlo dicho.
—Tenéis razón.
Jackson podría
haber dicho muchas cosas, pero a juzgar por el tono de su voz y por su dura
expresión Mark dudaba si ser amable y considerado o incluso ligeramente
diplomático era lo que le preocupaba en ese preciso momento.
Por lo poco
que lo conocía, sabía con certeza que Jackson de Wang no era un hombre
temeroso, se alejaba mucho de ser un cobarde. Pero ese Wonpil lo había puesto
nervioso. No sabía por qué, pero si se paraba a pensar diría que habían pasado
tiempo juntos… un tiempo que podría haberlo sido todo menos agradable.
La verdad era
que no conocía a su esposo lo suficiente como para suponer nada. Esposo. ¿Pero
qué había hecho? Su cuerpo aún guardaba la calidez de recuerdos recientes.
—Estoy aquí
para ayudaros a vestiros —dijo Junbi colándose en sus pensamientos—. ¿Dónde
está vuestra ropa?
Señalando con
gesto ausente hacia el otro lado de la cama, Mark le preguntó:
—¿Cuándo os
casaréis Yugyeom y vos?
—Ya hemos
intercambiado los votos.
—¿Y?
—No habrá boda
hasta que yo le dé permiso… si es que lo hago.
Y mientras Mark
se ponía su ropa, añadió:
—Me
prometieron un esposo con títulos. No me conformaré con menos.
—Tal vez
deberíais conformaros con lo que tenéis.
—Y tal vez vos
deberíais guardaros lo que pensáis.
Se abrochó los
botones de la chaqueta antes de preguntarle:
—¿Por qué
estáis siendo tan desagradable ahora? ¿Por qué os habéis molestado en liberarme
de la habitación de Huitaek?
—¿Preferiríais
que no lo hubiera hecho?
—Preferiría
que respondierais a mi pregunta.
—Os liberé de
la cama de Lee porque ese hombre es un canalla. No se preocupa por el placer de
la pareja y cree que el dolor debería bastar. No sometería a nadie a sus
retorcidos deseos.
Antes de poder
darle las gracias a Junbi, el joven se metió la mano por el cuello en la
chaqueta y sacó una pequeña bolsa.
—Son vuestras.
Mark miró
dentro de la bolsita y encontró unas piezas de joyería que se había llevado al
dejar su casa.
—Hemos parado
en vuestra habitación para recoger algunas de vuestras pertenencias antes de
partir. Youngjae nos ha dado esta bolsita y os desea lo mejor.
Mark echaría
de menos al único amigo que había tenido y esperaba que Youngjae encontrara un
marido que se preocupara por él y que no tuviera que lamentar el tiempo que
había pasado en la corte de la reina.
—¿Estás listo?
—Jackson se acercó y le tocó el brazo.
—Sí.
—Entonces, jóvenes…
—incluyó a Junbi al mirarlos a los dos—, salgamos de aquí. Cuanto antes pueda
poner pie fuera de estas tierras más feliz seré.
Yugyeom le
indicó a Junbi que se uniera a él y Jackson señaló a la pueda.
—¿Partimos
entonces?
No había nada
que Mark deseara más que salir de aquel lugar.
—Sí, por
favor.
***
Wonpil de Kim
se asomó por la almena del muro y vio a las cuatro figuras cruzar a caballo el
patio interior del castillo.
—¿No vamos a
ir tras ellos?
Miró a Lee y
sacudió la cabeza.
—Aún no.
Tenemos tiempo. Mucho tiempo, ya que sabemos adónde se dirigen.
—Sí, pero podríamos
atraparlos y acabar de una vez por todas.
Ese hombre en
el que la reina confiaba no merecía vivir. Parecía enorgullecerse de mostrarle
al mundo su falta de inteligencia. Su estupidez acabaría haciendo que lo
mataran… idea ante la cual Wonpil sonrió para sí… o tal vez le conseguiría un
puesto en los cuarteles de los esclavos de Aryth.
Sí. El amo de
los esclavos siempre parecía necesitar infinidad de tontos a los que utilizar
como cebos.
—¿Y si alguien
acudiera a rescatarlos mientras los atacamos por el camino?
—No he tenido
eso en cuenta —Lee suspiró como si estuviera muy decepcionado.
Sin embargo, Wonpil
tenía que admitir que también estaba deseoso de enfrentarse a Jackson. Le daría
gran placer entregárselo a Aryth y ser testigo de su humillación final.
Lejos de ser
un estúpido. Wonpil sabía que Jackson le había pedido a Morigatte su liberación
junto a la de los otros únicamente para tenerlo vigilado. Después de haber
sufrido el desprecio de todos ellos durante años, ¿cómo podían haber pensado
que iba a alegrarse de entrar a formar parte de su redil?
En absoluto.
Lo único que le gustaba de su libertad era el oro que iba a ganar después de
devolverlos a todos al lugar al que pertenecían: el cautiverio.
***
Mark había
pasado el tiempo suficiente con su padre y sus hombres como para saber cuándo
algo iba mal, y el desasosiego de Jackson proyectaba una sombra de fatalidad
que le provocó un escalofrío a pesar del cálido sol.
No obstante,
no podía entender su cautela por que a pesar de haber tenido que esperar a que
las aguas del canal se calmaran lo suficiente como para poder cruzarlo, el
viaje de seis días desde Poitiers hasta Southampton se había desarrollado sin
incidentes.
No obstante, Jackson
y Yugyeom se habían mostrado cautelosos desde el momento en que abandonaron el
castillo.
Cauteloso y…
frío. Jackson había respondido a sus preguntas con respuestas de una sola
palabra que se habían asemejado más a gruñidos que a expresiones propias de un
humano. Incluso cuando se habían detenido por las noches, tanto en los mismos
caminos como en cabañas vacías o posadas, apenas había hablado.
Tampoco podía
decirse que estuviera furioso ya que, si bien, su actitud había sido brusca,
sus ojos no habían reflejado ira. Tenía la sensación de que estaba consumido
por una preocupación y una inquietud a la que no podía poner nombre y al final
había dejado de intentar mantener una conversación con él.
Ahora, el
hombre que había matado a otro sin más que sus propias manos tenía sus armas
preparadas. Una espada que colgaba de su cinturón y otra enganchada a la
espalda. Las dagas no las llevaba envainadas, sino que una estaba colocada en
lo alto de su bota alta y la segunda colgaba de una correa de su silla.
Si por alguna
razón caía al suelo o lo tiraban del caballo, lo más probable era que se
empalara a sí mismo con sus propias armas. Yugyeom se había armado del mismo
modo. Parecían estar dirigiéndose a la batalla.
Pero si
esperaban que los atacaran, ¿quiénes eran los enemigos? ¿Y por qué alguien
querría atacar a ese pequeño grupo?
Ladrones,
desde luego no, ya que impacientes por abandonar el castillo, no se habían
detenido a recoger todas sus pertenencias. De modo que las posesiones que
llevaban con ellos no eran más que las estrictamente necesarias. Por lo que
sabía, no llevaban nada de valor que pudiera indicarles a los asaltantes de
caminos que eran propietarios de grandes riquezas.
No podía
soportarlo más, y así, tras situarse al lado de Jackson, le preguntó:
—¿Qué te
preocupa tanto?
—Nada —estudió
detenidamente los árboles que se alineaban a lo largo del camino, un acto que
ya había repetido antes en innumerables ocasiones.
—Si no te
preocupa nada, ¿qué estás buscando?
Sin apartar la
vista del bosque le preguntó:
—¿Acaso no
puedo observar los alrededores?
Mark se
estremeció ante la injustificada brusquedad con que le habló. Pero ya no
volvería a anularla con semejante hosquedad.
—Podéis
observar los alrededores que queráis milord.
Su sarcástica
respuesta captó su atención. Sin dejar de mirarlo continuó:
—Resulta que
si alguien va a salir de detrás de esos árboles para atacamos, preferiría
saberlo de antemano.
Lanzó un
exagerado suspiro.
—Intentaba ser
discreto.
—Pues no lo
estás consiguiendo.
—Eso parece
—comprobó el camino que se abría ante ellos—. ¿Tan raro te resulta que me
preocupe de tu seguridad? ¿No haría tu padre lo mismo?
Si quería
saber la verdad, la respuesta era «no». Su padre no se preocuparía tanto por su
seguridad. Su caballo y sus hombres siempre eran lo primero. Hombres… Mark se
detuvo a pensar… no había hombres. Ningún guardia protegía al conde de Wang.
Miró atrás, hacia Yugyeom y Junbi antes de responder.
—¿Dónde están
tus hombres?
Él se encogió
de hombros, como si la pregunta no tuviera importancia.
—Tal vez ahora
entiendes la razón por la que presto tanta atención a los alrededores.
—¿No tienes
hombres o guardias a tu cargo? —estaba claro que el rey no le habría otorgado
el título a alguien que no tuviera medios para permitírselos.
—Yo no he
dicho eso.
Absolutamente
confundido, preguntó:
—¿Y por qué no
están aquí contigo?
—Están…
Su respuesta
fue interrumpida por una serie de estridentes silbidos. Jackson gritó:
—¡Cabalgad! —y
tomó las riendas del caballo de Mark.
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