Mark evitó
caerse hacia atrás agarrándose a la crin del caballo con una mano y al pomo de
la silla con la otra. Cuando se puso derecho, le quitó a Jackson las riendas a
la vez que maldijo para sus adentros.
Tal vez Jackson
se había hecho con el caballo de manera instintiva, pero él no era un joven frágil
y asustadizo al que tuviera que proteger del peligro. Avanzó al mismo paso que
su marido mientras sus compañeros los seguían de cerca.
Cuando él
aceleró la marcha, Mark se echó hacia delante tanto como le permitió el pomo de
la silla. El corazón le latía a un ritmo que se acompasaba con el fuerte sonido
de los cascos de los caballos.
Rápidamente
cubrieron lo que le parecieron kilómetros hasta detenerse justo al otro lado de
un pequeño claro. Tras desmontar con rapidez, Jackson, casi sin aliento, les
ordenó:
—Dentro de los
bosques.
A pie guió a
su animal hacia el interior del bosque, lejos del camino. Yugyeom. Junbi y él
hicieron lo mismo.