Esposo.
Mark se quedó
sin respiración. Su sangre ardiente y cargada de pasión se quedó helada a su
paso por las venas, todo el mundo que había en el salón parecía haberse
esfumado y el sol y la luna dejaron de surcar los cielos.
Esposo.
Cerró los ojos
para protegerse de la oleada de recuerdos que le invadían. Recuerdos y
sentimientos que ya habían muerto y que llevaban mucho tiempo enterrados.
Millares de preguntas le asaltaron, preguntas a las que no quería respuesta.
¿Se habría
equivocado el informador de su padre? ¿Era un impostor? ¿O era verdaderamente
su esposo muerto? El hombre que tenía tan cerca desbordaba vida, el calor
emanaba de su cuerpo, el fuego creado por el roce de su mano sobre su muslo
jamás podría haber salido de un cadáver.
Lo miró a los
ojos, pero no detectó nada tras esas profundidades oscuras. Ni rabia, ni
regocijo, ni la más mínima muestra de emoción.
Y eso lo
asustó.
Su forma tan
ingeniosa de hablar y esa sutileza con que lo había seducido negaban el hecho
de que pudiera ser Jackson. La imagen de un desgarbado chico derramando vino
sobre su traje de novio le pasó por la mente.
El hombre que
tenía a su lado levantó una copa, dio un sorbo de vino tinto y le ofreció la
copa.
—Esta vez no
lo derramaré en ti.
Mark contuvo
un grito. Jackson no sólo se había convertido en ese guerrero que tenía sentado
a su lado, sino que además había aprendido a leerle el pensamiento.
Seguro de que
el vino le daría cierta calma en ese momento repentinamente turbulento, aceptó
la copa y se terminó su contenido antes de volver a dejarla sobre la mesa y
decir:
—Jackson está
muerto.
Él se rió. Fue
un sonido suave y satinado que le erizó el vello.
—Te han
informado muy mal —y tras rodearle con fuerza la nuca otra vez, lo llevó hacia
sí y añadió—: Yo no me siento como si estuviera muerto.
Mark perdió la
capacidad de razonar al sentir su ardiente aliento contra su mejilla.
—¿Qué pensáis?
—le acarició la barbilla antes de susurrarle contra la boca—: ¿Os parece ésta
la caricia de un hombre muerto?
Mark apartó la
cara. Mientras su cabeza le suplicaba que se alejara de él, su cuerpo se
acercaba más.
Despacio y con
delicadeza, Jackson le recorrió el labio inferior con la lengua mientras
deslizaba hacia arriba la mano que tenía sobre su muslo.
—Mark puedo
sentir tu deseo. Me deseas tanto como yo a ti.
Se puso rígido;
ese comentario rompió el hechizo que él había tejido tan hábilmente y alarmado
ante la sensación que despertó su caricia y furioso por la seguridad que tenía
en sí mismo, lo golpeó antes de que la razón tomara las riendas de sus actos.
Un silencio
descendió sobre la mesa de honor y todos los ojos se volvieron hacia ellos. Lo
que acababa de hacer le llenó de vergüenza; la marca en la cara de Jackson lo
horrorizó.
Jackson lo
soltó.
—No,
definitivamente no estoy muerto.
Se volvió
hacia todos los que los estaban mirando alzó su copa vacía y dijo:
—Diría que a al
joven señor no le gustan mis cumplidos demasiado atrevidos —señaló hacia él—.
Me disculpo por mi ordinario comportamiento.
Un parloteo
tenso y nervioso brotó de entre varios de los invitados mientras que otros parecieron
decepcionados por el hecho de que su entretenimiento hubiera durado tan poco.
Pronto, todos volvieron a lo que estaban haciendo antes de que se les hubiera
interrumpido de ese modo tan grosero.
—¿Joven señor?
—uno de los sirvientes de la reina apareció bajo el arco de entrada. — ¿Hay
algo que pueda hacer por vos?
Tomó aire.
Jackson empujó
la pierna contra la de Mark que contuvo un grito de socorro. Era difícil que el
chico pudiera apartar al hombre que tenía a su lado y no quería llamar la
atención más de lo que ya lo había hecho.
—No, gracias.
Todo está bien.
Cuando el
sirviente se marchó se volvió hacia su acompañante… hacia su esposo, que había
fallecido tanto tiempo atrás.
—¿Dónde
demonios has estado? ¿Por qué te marchaste? ¿En qué estabas pensando?
Él frenó ese
flujo de preguntas poniéndole un dedo en la boca.
—Un joven
señor no pronuncia palabras malsonantes Mark. Pensaba que serías consciente de
ello.
Era consciente
de muchas cosas, sobre todo del calor de su dedo contra sus sensibles labios. Como
también era consciente del palpitar que no cesaba más abajo, en su vientre. Ese
hombre era peligroso, lo encendía con sólo una mirada y le preocupó que él ya
supiera todo eso.
—No me hables
de lo que debe o no debo decir.
Cuando intentó
apartarse de él Jackson le agarró la barbilla entre los dedos.
—Te hablaré de
lo que me plazca, esposo.
El miedo pasó
a ocupar el lugar del deseo.
—No me llames
así.
Se lo quedó
mirando un instante con aire pensativo y, tras echar un vistazo hacia el salón,
volvió a centrar la atención en él.
—Tenemos que
hablar.
—Sí.
Otra sonrisa
cruzó la boca de Jackson.
—¿En mis
aposentos o en los tuyos?
Mark apretó
los dientes y respondió:
—En ninguno.
Jackson
simplemente se encogió de hombros.
—¿No? Entonces
tal vez un paseo por los jardines será suficiente.
—Bien. Nos
veremos allí por la mañana —por la mañana encontraría el modo de proteger sus
sentidos contra él.
—No. Ahora
—sus palabras y su tono no admitían una negativa.
Se levantó y
tiró de él, pero Mark se soltó.
—He dicho mañana.
Jackson enarcó
una ceja, se inclinó hacia él y le susurró:
—Si no vienes
voluntariamente, te levantaré en brazos y te sacaré de este salón. Tú eliges, Mark.
Dispuesto a
ponerle en evidencia, se agarró a los bordes del banco en el que estaba sentado.
—No harías
algo semejante en público.
Jackson se situó
tras él, se agachó y le dijo al oído:
—Me atrevería
a mucho más que a eso —y sin la más mínima dificultad le despegó los dedos del
banco y le agarró las muñecas—. Tú eliges.
Mark se tragó
el amargo sabor de la derrota antes de levantarse.
—Algún día
pagarás por esto.
—Ya lo he
hecho, Mi joven señor.
La luz de la
luna alumbraba suavemente el camino que llevaba al jardín y unas antorchas
estratégicamente colocadas iluminaban las zonas más oscuras del laberinto de la
reina.
Desconcertado.
Jackson observó al joven que caminaba delante de él y supo que ése no sería el
paseo de dos enamorados por un romántico jardín. Sus pisadas más bien parecían
las de alguien ansioso por alejarse de él todo lo posible.
En un
principio había pensado que si no lo molestaba y lo seguía en silencio, Mark se
liberaría de su furia y de su confusión y se sentiría menos ultrajado, pero lo
cierto era que no se sentía con ganas de estar caminando toda la noche.
—Mark, será
difícil charlar si tengo que gritarte a la espalda.
Él se detuvo y
se volvió para mirarlo. Mientras que su rostro había perdido la expresión de
ira, sus labios seguían apretados con furia.
—Habla. Nadie te lo está impidiendo.
Sí, aún estaba
muy furioso.
Señaló hacia
un banco de piedra.
—Ven, siéntate
conmigo.
—No. Me
quedaré aquí, gracias.
—No voy a
morderte.
—No es tu
mordisco lo que deseo evitar.
Jackson luchó
por contener un grito de triunfo; a su esposo no le gustaba el hecho de que sus
caricias lo turbaran. Bien. Eso haría el juego más interesante.
—¿Qué quieres,
Jackson?
—A ti —no iba
a mentir.
—Yo ya no te
quiero.
—¿A quién
intentas engañar, Mark? ¿A mí o a ti mismo?
Él ignoró la
pregunta.
—¿Por qué
estás aquí? ¿Dónde has estado? ¿Y qué es eso de conde de Wang? Yo me casé con Jackson
de Hong.
Él se sentó en
un banco que tenía respaldo alto y estiró las piernas. Mientras se tomaba su
tiempo para acomodarse, lo observaba y lo veía moviéndose inquieto y con los
brazos apretados alrededor del estómago.
—Jackson de Hong
murió la noche que nos casamos. En lo que al mundo respecta, él nunca existió.
La mirada de Mark
estaba puesta en todas partes menos en él. ¿Por qué se escondía? ¿A qué le
tenía miedo?
—¿A qué se
debe tu título?
Jackson se
encogió de hombros.
—Los títulos
se compran con facilidad, se dan con facilidad. Pensaba que Wang sonaba bien,
¿no estás de acuerdo?
—¿Te
importaría si estuviera o no de acuerdo?
—No. Con toda
sinceridad no me importaría.
¿Qué tendría
que hacer para que confiara en él? ¿Qué habría que hacer para romper esa
confianza? Tenía todo el tiempo del mundo para encontrar las respuestas a esas
preguntas.
Dio unas
palmaditas sobre el espacio de banco que quedaba libre a su lado.
—¿No sería más
fácil conversar si tuviéramos menos distancia entre los dos?
Mark sacudió
la cabeza.
—Este no es
exactamente el lugar más privado para una discusión personal.
El miró a su
alrededor antes de decir lo obvio.
—Aquí no hay
nadie más. Tenemos toda la privacidad que necesitamos.
Pero eso no
era lo que él buscaba. Quería ver su expresión mientras hablaban quería ver
cómo sus ojos brillaban o se ensombrecían. Quería verle los labios tensarse o
temblar, oír su respiración, sentir su calor.
—Si te sientas
aquí conmigo, prometo no tocarte.
Mark ignoró el
ofrecimiento y repitió:
—¿Por qué
estás aquí?
—¿Por qué no
iba a estar aquí? Es aquí donde está mi esposo.
—Yo no soy tu
esposo —le dijo después de haber contemplado el cielo estrellado por unos
instantes.
—Esposo mío,
el rey me ha dicho que nunca se hizo la anulación. Eres mi esposo.
—¡Deja de
llamarme eso! —Su voz contenía furia—. Lo primero que haré por la mañana será
pedirle a la reina que lo haga.
—Pídele todo
lo que quieras pero ella no firmó nuestros documentos de matrimonio y no puede
hacer nada para ayudarte.
—Bien —alzó la
voz—. Entonces se lo pediré al rey Enrique y a la iglesia.
—No lo harás.
A Jackson le
encantó ver cómo su espalda se tensó de rabia, cómo separaba los labios
mientras tomaba profundas bocanadas de aire con las que alimentar su ira. Sus
volátiles emociones salieron a la superficie al igual que lo había hecho su
pasión.
—¿Quién va a
detenerme? ¿Tú?
—¿Quién si no?
Si piensas en pedirle al rey o a la iglesia que anulen el matrimonio, te
aseguro que ejerceré mis deberes de marido de inmediato. Será bastante difícil
alegar que el matrimonio no se consumó si estás tendido desnudo en mi cama.
Él dejó caer
los brazos y dio un paso adelante con los puños apretados.
—No me
forzarás.
Jackson estiró
los brazos sobre el respaldo del banco.
—No tendré que
forzarte.
—¡Arrogante
detestable! —su grito asustó a un conejo que había tras un arbusto cercano.
—¿Arrogante?
No. Simplemente sincero —cruzó los pies. ¿Cuánto tardaría en lanzarse sobre él
y clavarle las uñas?—. Ven. Mark, no intentes esconder el deseo que sientes por
mí.
—¿Deseo? ¿Por
ti?
El ligero
temblor que se ocultó tras ese comentario bravucón le hizo querer ir más lejos.
—Sí, por mí.
Prácticamente te has desvanecido en el salón únicamente con una pequeña
caricia.
La furia le
hizo dar dos pasos más adelante.
—¿Es que tu
arrogancia no conoce límites?
—Es
simplemente que sé que, al igual que les sucede a todos los jóvenes, tienes
unas necesidades básicas.
Los ojos y la
boca de Mark se abrieron de par en par y, cuando ningún sonido salió de ella, Jackson
insistió un poco más.
—Unas palabras
suaves, unas caricias y perderás el sentido. Un beso duradero y abrirás las
piernas.
Se lanzó sobre
él pero estaba preparado. Antes de que pudiera lastimarlo, lo agarró de las
muñecas y lo echó sobre su regazo. Lo rodeó con los brazos mientras él no
paraba de resistirse.
—Sí. Esto es
mucho mejor.
Al instante,
dejó de moverse y lo miró.
—Lo has hecho
a propósito.
—Por supuesto
—le apartó un mechón de pelo de la cara—. Hace doce años te enfadabas con
rapidez. Contaba con que eso no hubiera cambiado.
—Te odio —sonó
como un niño petulante.
—No lo he
dudado ni por un instante —y apenas sabía que su odio alcanzaría unos límites
inimaginables—. Mark, lo único que quiero es hablar.
Sus suaves
palabras parecieron calmarlo y dejó de resistirse.
—¿Dónde has
estado? ¿Por qué te fuiste?
Lo soltó. ¿Qué
pedía decirle? Había practicado esa conversación en su mente infinidad de veces
pero ahora que lo tenía delante y que había llegado el momento de las
explicaciones se vio incapaz de decirle la verdad… aunque no supo por qué.
—¿Y bien? — se
cruzó de brazos y lo atravesó con una mirada de impaciencia.
—Yo no me
marché.
Enarcó una
ceja.
—¿Así que tu
ausencia de todos estos años ha sido fruto de mi imaginación?
La luz de la
luna enmarcaba su rostro con un suave brillo. La furia le había dejado las
mejillas teñidas de un rojo pálido pero sus ojos aún le brillaban de rabia.
Le dio un
golpecito en el hombro.
—Respóndeme.
Él quería
hacer desaparecer los últimos rastros de furia y ver cómo en su lugar iba
aumentando la pasión. Quería recibir al sol de la mañana desnudo y dentro de él…
La imagen de Mark
desnudo bajo su cuerpo lo aturdió.
—Jackson…
Y el oír su
nombre salir de esos labios no hizo más que aumentar su sensación de locura. Lo
deslizó de su regazo para que se sentara sobre el banco y así poder recuperar
algo de control. Sin embargo con el fin de evitar que escapara lo sujetó
firmemente contra su cuerpo y al hacerlo pudo sentir su calor.
—No, Mark, mi
ausencia no fue fruto de tu imaginación, pero yo no me marché por propia
voluntad.
El alzó la
cabeza y lo miró durante un momento. Una arruga estropeó la suavidad de su frente.
—No lo
entiendo.
Jackson se
recostó sobre el banco y cerró los ojos.
Siempre había
sabido que ese momento llegaría, así que ¿por qué ahora esos recuerdos le
desgarraban el alma? una voz familiar le susurró desde su interior: «Confía en
la fuerza que llevas dentro de ti. Deja que tu verdad te guíe».
—¿Recuerdas
aquella noche Mark? ¿Cómo me gritaste que me marchara? ¿Cómo salí corriendo
como un conejo asustado ante tu ataque de histeria?
Las mejillas
le ardían.
—Claro que lo
recuerdo —le puso una mano en el brazo—. Jackson, los dos no éramos más que
unos niños. Unos niños a los que habían obligado a convenirse en adultos en
unas horas. Pero ésa no era razón para que te fueras para abandonarme de ese
modo —tenía los ojos muy abiertos y se mordisqueaba un labio. Estaba claro que
no había pretendido decir eso último.
Él puso la
mano sobre la suya y mientras le acariciaba, la muñeca continuó:
—Fui al
establo a buscar un lugar en el que ocultar mi vergüenza y poder dormir.
En un intento
de escapar del dolor que le causaban esos recuerdos se levantó y comenzó a
caminar de un lado para otro delante de él.
—Tres hombres
me encontraron allí y se me llevaron a la fuerza.
Mark corrió
hacia él y le tomó el brazo.
—Oh. Jackson,
lo siento tanto. ¿Por qué no gritaste para pedir ayuda? ¿Por qué no llamaste a
mi padre?
—Lo hice.
—¿No te oyó?
—Oh, sí, claro
que me oyó. De hecho, fue tu padre quien me metió un trapo en la boca para
hacerme callar.
Mark dio un
paso atrás. La incredulidad se reflejó en su rostro casi pálido.
—Estás
mintiendo. Mi padre te habría salvado y protegido. ¿Por qué dices eso?
—¿Que miento?
Lo que tu padre quería era verme muerto.
—Ahora
demuestras que tus palabras son falsas. Si mi padre hubiera deseado tu muerte,
no estarías aquí ahora. Lo que dices no tiene sentido, él no tenía ninguna
razón para querer tu muerte.
—Si estuviera
intentando librar a su hijo de un marido no deseado, sí me querría muerto.
—¿No deseado?
—Sacudió la cabeza—. ¿Qué estás diciendo? ¿Que estás diciendo? ¿Qué le pedí que
le matara? ¿Por qué razón?
Jackson
maldijo en silencio al verse incapaz de interpretar la expresión de su rostro
en ese momento. ¿Esas cejas enarcadas eran señal de confusión o de sorpresa?
—Tú eras la
única persona que conocía mi situación. Tú y sólo tú sabías que yo no tenía
nada, y aun así juraste que no te importaba.
Mark bajó la
cabeza y volvió la cara durante un segundo antes de mirarlo de nuevo.
—Y no
importaba.
—Le dijiste
que mi padre había perdido su riqueza, su posición y los favores del rey,
¿verdad?
—Sí, pero…
—Sabías que lo
único que tenía que ofrecerte era una tierra sin ningún valor y juraste que no
importaba. Me convenciste para seguir adelante con el matrimonio.
El extendió
las manos como suplicándole que comprendiera lo que le estaba diciendo.
—Sí, se lo
dije. Era mi padre y me quería. Yo era un niño y sabía que él se ocuparía de
que no nos faltara de nada.
—Pues hizo un
gran trabajo al intentar ponerle fin a mi vida, ¿no? Dime. Mark, ¿te ha faltado
algo durante todos estos años?
Alargó la mano
hacia él pero cuando Mark dio un paso atrás dejó caer el brazo.
—¿Alguna vez
te has sentido hambriento o has tenido tanto frío que la piel se te ha
congelado? ¿Alguna vez has tenido miedo de morir? ¿O has querido buscar alivio
y descanso en la muerte?
En lugar de
responder, se volvió y fue al camino que conducía al palacio.
OMG!!! A Jackson de entrada no lo quería el suegro. No creo que las cosas sean color de rosa para esta pareja.
ResponderEliminarAhh pos así fueron las cosas...
ResponderEliminarVea pues, que interesante....