—¿Qué te preocupa, muchacho?
—preguntó Youngwoon a su prometida cuando, por fin, entró en el salón y se le
acercó—. ¿Aún estás enfadado porque te he hecho venir sin tener un traje de
baile que ponerte?
Leeteuk se inclinó hacia él y le
dio unas palmaditas en la mejilla.
—No, nunca me enfado contigo. Es
Heechul. Acaba de disculparse por haber mentido acerca de ti, pero sé que no
habla en serio. ¿Por qué se ha tomado la molestia?
Youngwoon encogió sus anchos
hombros.
—¿Quizá para que Siwon gane la
apuesta?
—¡Ah, por supuesto, la apuesta!
—dijo Leeteuk, pero frunció el ceño todavía más—. No, él nunca se humillaría
para ayudar a otro. Heechul no es así.
—¿Por qué dudas de su sinceridad,
entonces? —preguntó Youngwoon.
—Porque ha dicho que tenía celos de
mí.
~¿Y?
—¿No te parece suficiente? ¿Cómo
podría él tener celos de mí?
—Fácilmente. ¿No sabes que eres
maravilloso? Además, los celos no necesitan razones. Que él sea tan hermoso no
significa que no tenga sus dudas e inseguridades.
—¿Lo estás defendiendo? —preguntó Leeteuk,
incrédulo.
—No, sólo me pregunto si Siwon
tenía razón y ha pasado página.
—¿Piensas que ha ganado la apuesta?
—Sí, y he venido para comprobarlo
por mí mismo. ¿Dónde está Heechul?
La expresión de Leeteuk se tornó
pensativa.
—Parecía estar emocionado. Supuse
que fingía estarlo. Se le da bien fingir. En cualquier caso, supongo que ha
abandonado el salón hasta recuperar la compostura.
Siwon y Youngwoon se habían
entretenido en el vestíbulo con un viejo amigo del padre de Siwon. Youngwoon
pudo escurrirse antes para entrar en el salón de baile, pero Siwon tardó casi
diez minutos en encontrar una forma cordial de poner fin a la conversación.
Cuando, por fin, entró en el salón tuvo que buscar a sus amigos.
El silencio imperó en la sala.
Olvidaba que su presencia podía causar cierta conmoción, ya que hacía varios
años que no asistía a un baile londinense. Enseguida se vio rodeado de
conocidos, que no lo habían visto desde su vuelta a Inglaterra y que deseaban
darle la bienvenida. Y..., maldita sea, otra vez las madres y appas casamenteros.
Cuando vio que dos grandes damas se
acercaban con pasos agigantados arrastrando a sus hijos, tuvo la tentación de
hacer una retirada precipitada hasta su propia casa. No obstante, logró
perseverar, hizo alarde de la actitud más distante de la que era capaz y
declinó bailar cuando trataron de obligarlo a hacerlo. Estaba a punto de
mostrarse descortés cuando acudió a salvarlo su hermano, que se lo llevó sin
más preámbulos. Sólo Donghae podía hacer algo así sin sufrir las consecuencias,
tan frívolo y exuberante como fíngia ser a veces.
Lo llevó a rastras hasta la mesa de
refrescos, cubierta de sucesivas hileras de copas dispuestas ordenadamente y
llenas de toda una variedad de bebidas, desde champán hasta té suave, donde un
sirviente se ocupaba de sustituir las copas ya usadas. Siwon tomó una copa de
champán. Donghae sabía que no podía hacer lo mismo, al menos, no delante de su
hermano, y cogió una copa del otro extremo de la mesa, donde estaban las
bebidas que no contenían alcohol.
—Pudiste decirme que vendrías —se
quejó mientras tomaba un sorbo de su refresco—. Así no habría obligado a la tía
a que viniera, porque no le apetecía en absoluto. Y antes que me olvide, he
estado hablando con Heechul. ¡No te lo vas a creer, ha sido amable conmigo!
Casi me caigo de espaldas..., ah, bueno, da igual, me olvidaba que aún no te
hablo.
Se alejó bruscamente mientras Siwon
reía entre dientes. Casi sentía lástima por el hombre que eligiera su hermano.
Pobre tipo, no tendría ni un momento de paz.
Finalmente, localizó a Youngwoon y
a Leeteuk, que pasaron bailando delante de él. No tardó ni un momento en
localizar a Heechul cuando intentó entrar desapercibido en el salón. Era como
un imán para sus ojos y, como siempre, su belleza le quitó el aliento.
Su traje de baile color azul pálido
ribeteado en plata sería apropiado cuando era el joven rey de hielo, pero no
había nada frío en su persona en esos momentos. Heechul solía caminar con
altivez inconfundible, que también le había abandonado. En realidad, parecía
haber perdido la confianza en sí mismo.
La idea lo aterró. ¿Qué había
hecho? Si lo había convertido en una ratita vergonzosa se pegaría un tiro.
Enseguida echó a caminar hacia él.
Tenía que darse prisa. Con el rabillo del ojo vio que media docena de hombres
se encaminaba a la misma dirección. ¡Alcanzarlo se convirtió en una maldita
carrera! La ganó por un pelo y, puesto que los demás estaban a punto de
agolparse alrededor de Heechul, lo cogió de la mano y se lo llevó hacia la
pista de baile.
A medio camino se le ocurrió preguntar:
—¿Me concedes ese baile, querido?
—Encantado —respondió él—. Si nos
interrumpen será porque ya se lo he prometido a otro.
—Correré el riesgo. —Entraron
precipitadamente en la pista.
En el momento de abrazarlo para el
vals, lo embargó una extraña sensación posesiva. Era ridículo. Aunque tuviera
que ver con su cambio, aunque hubiera domado a la fiera, Heechul no era
creación suya. Él se había limitado a sacar a la luz las buenas cualidades que él
ya poseía y que estaban latentes.
Hay diferentes tipos de posesión,
sin embargo, y Siwon ni siquiera quería pensar en uno de los más comunes, que
no tenía cabida en su esfera de emociones. Aunque no podía negar que echaba de
menos tenerlo a su disposición. Y mucho. En ese entorno, como en cualquier
evento público, no podía pasar demasiado tiempo a solas con él. Un baile como
mucho esa noche, para que no se desataran las lenguas. Sin embargo, deseaba
pasar más tiempo con él, verlo reír otra vez, disfrutar de su ingeniosidad
natural.
Lo había dejado marchar demasiado
pronto aunque no podía ser de otra manera. En todo momento estaba pensando en
acostarse con él, en lugar de terminar lo que habían empezado. Menos mal que
habían terminado. Pero, aunque ya no podía monopolizar su tiempo, se había
convencido de que necesitaba vigilarla y ahora quería asegurarse de que no
había forzado su comportamiento demasiado en dirección contraria.
Heechul estaba bien con él o, al
menos, eso parecía. ¿Era sólo porque podía relajarse en su presencia después de
todo lo que habían vivido juntos? ¿Consideraba que eran amigos, de algún modo?
Aún tenía que ver cómo se comportaba con los demás. Y esa expresión temerosa,
vergonzosa, que lucía cuando entró en el salón le preocupaba.
—Es difícil tocarte sin querer saborearte.
—Por Dios, ¿lo había dicho en voz alta? Se ve que sí, porque él se ruborizó.
Siwon se apresuró en añadir—: No, no te sonrojes. Eres demasiado hermoso cuando
lo haces. —El rubor se hizo más intenso—. Mucho mejor. Las manchas te
favorecen. Lo he pensado más de una vez.
Heechul rió.
—Eres un bromista terrible.
—No, soy un buen bromista.
Incomparable, si has de saberlo. El mejor bromista de Londres.
—¡Calla ya!
—¿Estás mejor?
Heechul lo miró curioso y rebatió:
—No sabía que estaba mal.
Él se encogió de hombros.
—No parecías tú mismo cuando
entraste en el salón.
—Ah, es por eso. He hablado con Leeteuk.
Resultó un poco incómodo, eso es todo.
—¿Salió mal? —preguntó Siwon.
—Pues no, si has de saberlo, me
disculpé.
—No por mí, espero.
—No, de hecho, me siento bastante
bien después de hacerlo como si me hubieran quitado un peso de encima.
Seguramente me sentiría aún mejor si él me perdona.
Siwon frunció el ceño al oír estas
palabras.
—¿No lo hizo? No es propio de él.
—Me has entendido mal. Quizá lo
hiciera pero yo no me quedé para averiguarlo. Me temo que resultó un poco...
embarazoso.
—Embarazoso, ¿eh? —dijo él con
mirada comprensiva— No pasa nada si reconoces que has llorado.
—No creas...
—No empieces a mentir otra vez
—interpuso Siwon en tono frívolo aunque también de reprimenda.
—Cierra la boca. Si quiero dar al
llanto otro nombre, lo haré ¿O quieres que me vuelva a ruborizar?
Siwon ahogó la risa.
—Por favor, llámalo como te
apetezca.
Se encontraba otra vez entre sus
brazos aunque ya no era lo mismo, no, con docenas de ojos mirándolos. Y a
Heechul le resultaba difícil hacer malabarismos con sus emociones y sus
actitudes cuando monopolizaba la atención de Siwon. Debía moderar sus sonrisas,
porque demasiadas personas los estaban observando Debía mantener la mirada
apartada de sus ojos o, cuando menos intentarlo, porque sería muy fácil
perderse en sus ojos y olvidar dónde estaban.
Siwon estaba demasiado guapo con su
traje de gala. ¡Seguramente, cada pareja en el salón estaba deseando ocupar el
lugar de Heechul aunque, por una vez, no por las razones habituales! Con su
chaqueta de cola y su corbata de un blanco niveo, Siwon estaba irresistible.
¡Y se tornó seductor! Dios, no se
podía creer que dijera que quería saborearlo. ¡Casi se le aflojaron las
rodillas! Después de todo el tiempo que habían pasado juntos hacía alarde de
atractivo sexual, ahora que nada podían hacer al respecto. A Heechul le
gustaría creer que lo hizo porque no pudo evitarlo aunque en más probable que
se sintiera a salvo ahora, cuando no podía responder como quisiera y él
tampoco.
El baile terminó demasiado pronto
para su gusto aunque era mejor así. No era capaz de seguir tan cerca de Siwon
sin tocarlo más íntimamente que sostenerle la mano para bailar.
—Sabía que vendrías —dijo
tímidamente Heechul, mientras él lo conducía lejos de la pista de baile.
—¿Pillaste a mi hombre espiando?
—¿Qué hombre?
Siwon alzó la vista al techo.
—No importa. ¿Cómo lo sabías?
—Tenía una fuerte premonición.
Probablemente, porque me confesaste que pretendes seguir ayudándome mientras
busco un esposo.
En realidad, esperaba que Siwon
rectificara la suposición pero él se limitó a decir:
—Ah, entonces, ¿ya estamos
dispuestos a tenerlo en seria consideración? ¿No vas a precipitarte sólo para
librarte de la tutela de tu padre? A propósito, ¿cómo fue vuestro reencuentro,
aparte de indignante?
—Exactamente como lo esperaba.
Aunque, teniendo en cuenta nuestras discusiones a gritos en el pasado, debo
admitir que no me enfadé con él tanto como antes y, en este sentido, el encuentro
fue bien.
Después Siwon había acabado por
disipar su enfado en el comedor pero Heechul no lo mencionó. El recuerdo de
aquel beso, sin embargo, dio un poco más de color a sus mejillas.
Prosiguió:
—No creo, sin embargo, que pueda
tomarme mi tiempo en buscar un esposo. Mi padre ha decidido zanjar el asunto
pronto y es él quien mueve los hilos.
—Quizá debería hablar con él
—indicó Siwon.
—¡Ni se te ocurra! Pensará que
estás interesado en mí y se sentirá alentado.
—Maldita sea, ¿por qué tiene tanta
prisa?
—¿No lo adivinas? Desde que nací
espera que me case para poder cosechar los beneficios sociales. Le pareció
conseguirlo con Youngwoon y estaba muy satisfecho con ese noviazgo. Fracasada
nuestra relación, está indiscutiblemente insatisfecho. En realidad, está
furioso por encontrarse otra vez en el punto de partida. No te sorprenda que
ahora ponga sus miras en ti.
—Lo siento, no es mi tipo. —Lo dijo
con expresión tan seria que Heechul se echó a reír. Aun así, se sintió obligado
a advertirle
—Puedes tomarlo a la ligera pero el
asunto es bastante serio, ahora mi padre está decidido a tenerte como yerno.
Siwon hizo una mueca.
—Temo que yo mismo pude fomentar
esa idea con la carta que le envié. La insinuación es un arma poderosa, que se
abre a todo tipo de interpretaciones.
Había abierto camino a través de la
concurrencia que se agolpaba en torno a la pista de baile hasta dar con el appa
de Heechul, con el que, sin duda, pensaba dejarlo. Por desgracia, Soogeun
seguía charlando con Leeteuk y su tío Minwoo. Youngwoon estaba allí también,
detrás de Leeteuk, con las manos apoyadas en sus hombros.
¿Quién iba a imaginar que esos dos
se enamorarían? Eran tan incompatibles, el apuesto y musculoso escocés y la
dulce criatura de campo, que en modo alguno era una belleza. Seguramente, lo
que sedujo a Youngwoon fue el don de Leeteuk de ver el lado divertido de todas
las situaciones y transmitirlo a los demás. Primero fueron amigos y luego
floreció el amor, y ojalá Heechul lo hubiera visto antes de permitir que su
colosal engreimiento lo convenciera de que Youngwoon sólo pretendía darle
celos.
Pensó que le debía una disculpa
también a él, por todas sus suposiciones equivocadas y por haberlo obligado a
vivir un infierno emocional cuando se vio a sí mismo cargando con él como esposo.
Curiosamente, sin embargo, aquel período infeliz habría dado resultados muy
diferentes si se hubiera dado cuenta
antes de conocerlo.
Hasta podrían haberse enamorado
ellos dos. ¡Qué idea tan asombrosa! No obstante, pudo ocurrir si no se mostrara
tan egocéntrico y resuelto a librarse de aquel noviazgo, y si Youngwoon no
llegara a hartarse tanto de sus insultos y desaires. Disculparse por haberlo
enemistado equivaldría, pues, a afirmar que lamentaba que Youngwoon hubiera
encontrado el amor con Leeteuk en lugar de con él. No, esto, seguramente, no
sería bien recibido.
Esta vez Leeteuk le sonrió. Contento
y aliviado, Heechul le devolvió la sonrisa. Luego vio la mirada recelosa de Youngwoon
y quiso reconfortarlo.
—Hola, Youngwoon —dijo casi con
timidez—. Me sorprende veros a ti y a Leeteuk en Londres cuando falta tan poco
tiempo para vuestra boda.
—Es sólo un viaje de compras,
porque mis jóvenes no encontraban ciertas cosas en casa.
—Felicidades por la boda inminente
—dijo Heechul a Youngwoon—. Estoy muy contento por ambos.
—¡Que me aspen! —respondió Youngwoon
con cierta incredulidad—. Parece que hablas en serio.
No era una pregunta pero Heechul
respondió:
—Puede que tú y yo hiciéramos buena
pareja si no nos hubieran «obligado» a conocernos, pero no me cabe duda de que Leeteuk
es la persona ideal para ti. Será mucho mejor esposo de lo que yo pudiera ser
nunca.
Youngwoon dirigió una mirada
incrédula a Siwon.
—Me rindo, amigo. No necesito oír
más para saber que ha cambiado, y para bien. No me importa perder esta apuesta
contigo.
Heechul frunció el entrecejo aunque
no comprendió enseguida las palabras de su dos veces ex novio. Hasta que vio
que Siwon se encogía.
—Éste ha sido un cumplido por tu
éxito, Hee —quiso decir él.
Heechul preguntó, como si Siwon no
hubiera hablado:
—¿Una apuesta? ¿Ha sido todo por
una apuesta? ¿Me has hecho pasar por el infierno por una maldita apuesta?
—No fue así en absoluto.
—Ah, ¿no?
—No —le aseguró Siwon—. Yo sabía
que podías cambiar, todos somos capaces de ello. La apuesta fue sólo mi
reacción al escepticismo de Youngwoon.
Heechul miró a Youngwoon y vio que
él se encogía a su vez. Leeteuk parecía avergonzado. ¿Por su novio? ¿O porque
Heechul hacía una escena alzando la voz? La gente se volvía para mirarlos. Soogeun
y Minwoo interrumpieron su conversación y preguntaron casi al unísono cuál era
el problema.
Heechul no respondió. ¡Sólo podía
pensar en cómo se debieron de reír de él Siwon y Youngwoon cuando hicieron la
apuesta! Todo lo que él pensaba, todo lo que Siwon le había dicho... ¿Todo era
mentira?
Dirigió a Siwon una mirada entre
anonadada y asesina.
—¿Dijiste que lo hacías por mi
felicidad? ¡Cuando en todo momento actuabas porque habías invertido dinero en
el resultado..., en mí! ¡Dios, qué embustero eres!
— Hee, te prometo que...
Heechul no escuchó el resto de la
explicación. Ya salía corriendo del salón, seguido por su madre.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Soogeun
sin aliento por el esfuerzo de alcanzar a su hijo.
Ni siquiera pidieron sus abrigos y
Heechul tampoco quiso esperar que les trajeran el carruaje delante de la casa.
Cruzó la puerta corriendo y fue a buscarlo él mismo. Como el coche estaba
aparcado junto a la acera, no muy lejos de la casa, ya estaban de camino a los
pocos instantes de subir al vehículo.
—¿Qué ha pasado? —preguntó su madre
de nuevo.
Heechul no respondió. No era capaz
de pronunciar palabras por culpa del nudo que le cerraba la garganta. Las
lágrimas que corrían por sus mejillas, sin embargo, eran respuesta suficiente
para Soogeun. Pronto su hombro absorbía los sollozos desgarrados de su hijo.
De pie en el umbral de la entrada,
Siwon vio que el carruaje de Heechul desaparecía calle abajo. Lo había seguido
con pocos segundos de diferencia, ya que sólo se entretuvo lo suficiente para
gruñir a Youngwoon:
—Muchas gracias, amigo.
—¿No conocía la apuesta? —preguntó Youngwoon.
—Diablos, claro que no. ¿Te parece
que llevo la palabra “idiota” escrita en la frente? ¿No? Dame un momento, sin
duda parecerá.
—¿Qué importa si hicimos una
apuesta? —dijo Youngwoon—. Heechul ha cambiado. Ya no es un arpía infernal.
—El cambió por las razones
apropiadas. Ahora pensará que fueron equivocadas. Y eso podría anular los
resultados de todos mis esfuerzos.
—Pues corre tras él y explícaselo.
No me dejes con este muerto.
Siwon llegó a la residencia de los
Kim a la hora más temprana que se podía considerar decente para una visita. No
fue recibido. Los jóvenes, appa e hijo, no recibían visitas hoy y el conde no
estaba en casa. Volvió por la tarde y le dieron el mismo mensaje. Tras el
segundo intento esperó un rato en la calle y vio que también rechazaron a
otros. Era cierto alivio, al menos, no era el único.
Tampoco su enviado tuvo suerte en
averiguar el programa de los jóvenes para el día y la velada. Siwon descubrió
que la ansiedad es un sentimiento decididamente desagradable. Debió seguir a
Heechul hasta su casa la noche pasada y, a pesar de la hora, insistir en verlo.
Así no se habría acostado con las tripas revueltas, sensación que todavía no lo
había abandonado. Lo peor era pensar que lo habían herido las palabras de Youngwoon.
Prefería su enfado mil veces. Tenía mucha experiencia en tratar con él.
Fue casi un alivio cuando llegó la
carta de su padre requiriendo su presencia en Shiyuan Hall. No le sorprendió la
misiva. En todo caso, le sorprendía que no hubiera llegado antes. No había
pasado mucho tiempo con su familia tras su vuelta a Inglaterra. Seguramente, su
padre había esperado pacientemente que regresara a Shiyuan Hall y ahora su
paciencia se había agotado. Aunque aquella llamada no le pareciera
extraordinaria, sin embargo, tampoco la podía ignorar sólo porque llegaba en
mal momento.
Pasó la noche escribiendo una larga
carta a Heechul pero, al final, la rompió. Una explicación sobre papel no era
suficiente y hasta podría empeorar las cosas, según el estado de ánimo del
joven. Sus emociones podrían ser tan volátiles que necesitaba estar presente
para calibrar la respuesta a su explicación. Y qué le diría, en realidad,
aparte de que la apuesta fue lo que puso en marcha su plan pero que, al final,
nada tuvo que ver con el procedimiento.
Partió la mañana siguiente para Shiyuan
Hall. Después de pasar casi toda la noche escribiendo aquella carta a Heechul
estaba demasiado cansado para preguntar siquiera a Donghae por qué había
decidido acompañarlo en el corto viaje. Pasó casi toda la mañana recuperando el
sueño perdido.
Cuando, por fin, se despertó en
torno al mediodía y vio a su hermano sentado frente a él, intentando leer un
libro entre los saltos y las sacudidas del carruaje, le dijo:
—¿Has venido para protegerme?
Donghae lo miró por encima del
libro.
—Se me ocurrió que podrías
necesitar protección.
Siwon había bromeado. Donghae parecía
hablar en serio.
—¿Por qué? No he hecho nada que
merezca una reprimenda. Seguramente, nuestro padre está molesto porque paso la
temporada lejos de casa.
—O porque ya sabe que te escondiste
en el campo con Heechul. Si me permites, todavía no me has contado de qué iba
aquello.
Siwon entornó los ojos.
—¿No se lo habrás dicho tú?
Donghae asumió una expresión dolida
y dijo:
—¿Realmente crees que haría algo
así?
—Recuerdo que cuando tenías diez
años fuiste corriendo a contarle a papá que había hecho un nuevo fortín.
—Destrozaste el laberinto con aquel
fortín, abriste una salida nueva en la intersección más desconcertante, cuando
yo acababa de descubrir la auténtica salida. Estaba muy orgulloso pero tú
tuviste que hacerlo fácil..., además, sólo era un niño.
—Aún eres un niño —dijo Siwon.
—¿Cómo te atreves...?
Discutieron amigablemente durante
el resto del viaje, que no fue demasiado largo. La discusión era habitual dada
la propensión de Siwon a las bromas.
Heechul no salió de su habitación
en dos días. Temía echar a llorar si alguien lo miraba de reojo, siquiera, al
tiempo que temía pegarle un tiro a cualquiera. Sus sensaciones oscilaban entre
un extrañísimo dolor en el pecho, que daba lugar a un mar de lágrimas, y una
furia tan grande que se sentía capaz de matar a alguien... bueno, a cualquiera
no..., sólo a él.
También estaba furioso consigo mismo
por haber sido tan crédulo. Había creído que Siwon deseaba realmente ayudarle
cuando lo único que quería era ganar una apuesta. Además de tostarse con él.
Hanni no conseguía hacerle hablar del
tema. Por una vez, su vieja táctica del silencio no daba resultado con Heechul.
¿Otro defecto desaparecido para siempre? Tampoco su appa podía convencerlo de
que hablara y no iba a desistir hasta que Heechul volviera a ser él mismo, de
modo que la siguiente vez que llamó a su puerta, el joven hizo un esfuerzo por
tranquilizarlo.
—¿Ya estás mejor? —preguntó Soogeun
asomando la cabeza por la puerta.
—No pasa nada, appá, no tienes que
andar de puntillas. Ya estoy bien.
No lo estaba pero tampoco quería
que su appa se preocupara.
—¿Te gustaría hablar de ello ahora?
—Prefiero no hacerlo.
Sencillamente, di por hechas algunas cosas que resultaron no ser ciertas.
—Pero ¿lo has superado?
—Claro que sí. Sólo le di demasiada
importancia. No era para tanto. —Esbozó una sonrisa, sintió que se quebraba y
apartó la cara rápidamente, para que Soogeun no se diera cuenta—. Me sorprende
que padre no haya venido a aporrear mi puerta —prosiguió—. He perdido dos
jornadas de caza marital, debe de estar rechinando los dientes.
—En realidad, pocas veces lo he
visto de tan buen humor. —Soogeun frunció el ceño pensativo—. Ni siquiera me ha
regañado por haber salido juntos la otra noche sin decirle nada. La última vez
que lo vi sonreír tanto fue cuando dobló su dinero en una buena inversión.
Seguramente, también ahora se trata de eso.
—¿No te lo cuenta cuando ocurre
algo así?
—Por Dios, no. Cree que los asuntos
de dinero exceden mi capacidad de comprensión.
Heechul rió. Era la primera vez que
tenía ganas de reír desde la noche del baile.
—Probablemente, le podrías enseñar
un par de cosas...
—Chitón. —Soogeun sonrió—. Prefiero
que no lo sepa. Que siga con sus ilusiones y sus engaños, según el caso.
El momento de alivio se desvaneció.
No era la primera vez que Heechul tenía que reprimir un comentario despectivo
en relación con su padre, pero cedió al impulso.
—¿Sabes, appá?, ojalá confesaras
que tuviste una relación con otro hombre antes de nacer yo y que papá no es mi
verdadero padre.
Soogeun suspiró.
—Cariño, a veces, yo también
desearía poder hacer esta confesión, aunque sólo por ti. Sé que él y tú no os
lleváis bien y es una lástima. Pero lo quiero. Es un buen hombre aunque, a
veces, puede ser tan terco... —concluyó Soogeun con exasperación.
—En todo lo relacionado conmigo
—aclaró Heechul.
—Sí. Pero no te preocupes, cariño.
Algún día recordarás todo esto con una sonrisa. Estoy convencido de ello.
Lo dudo mucho, pensó Heechul pero
no dijo nada. Se acercó al escritorio donde se amontonaba una nueva pila de
invitaciones para esa noche.
—Ya puedes tirarlas, appá. No tengo
ganas de salir todavía. Pero puedes aceptar alguna para mañana. Elígela tú. Me
gustan las sorpresas.
Soogeun asintió y se encaminó hacia
la puerta pero se detuvo.
—¿Bajarás, al menos, a cenar esta
noche?
—Creo que no. Pero prometo poner
buena cara. De verdad, estoy bien. Últimamente he dormido mal y pienso
compensarlo esta noche.
Me huele a que los padres los comprometieron jajaja
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