El ático que
tenía Mingyu en el centro de Londres le pareció enorme a Wonwoo. Un criado lo
guió a través de la enorme extensión de terrazo que cubría el suelo del
vestíbulo hasta una zona de recepción todavía más grande. En la puerta, dejó a Hyuk
en el suelo. Antes de que lograra ajustar la mirada a la enorme cantidad de luz
que atravesaba los ventanales del otro extremo, Hyuk dejó escapar un chillido
de emoción y se alejó corriendo de su appa.
—¡Papi!
—gritó, y atravesó en unos segundos la habitación sobre sus fuertes piernitas.
Mingyu alzó al
pequeño en sus brazos y lo abrazó, sorprendido por la oleada de sentimientos
que recorrían su interior. Hyuk le dio un enorme beso y luego forcejeó con él
para que volviese a dejarlo en el suelo, ansioso por investigar los misterios
de una habitación nueva para él.
—Te ha echado
de menos. Ha preguntado por ti un par de veces — admitió Wonwoo con aire de
culpabilidad.
Mingyu lo
estudió con atención.
—¿Por qué me
miras así? —murmuró Wonwoo inquieto, preguntándose si debía haberse puesto
maquillaje o una ropa más elegante.
Ruborizado por
aquel descarado recordatorio de la noche que lo esperaba, Wonwoo rehuyó la
mirada ante su pregunta y sacudió el hombro negando en silencio. Hoshi no lo había
vuelto a llamar y no lo culpaba por ello.
El enorme
interés de la prensa que estaba incitando, sin mencionar el descubrimiento de
su relación con Mingyu, habría asustado al tipo más entusiasta. La última vez
que había visto a Hoshi, éste se había quedado boquiabierto y horrorizado al
verlo intentando esquivar a los fotógrafos para huir en su coche.
Mingyu
entendió que la competencia había quedado diezmada y centró su atención en Hyuk
con una satisfacción en la mirada capaz de derretir un bloque de hielo. De un
humor excelente, le mostró a Hyuk un coche de juguete que le había comprado y
éste, eufórico, empezó a emitir un ruidoso «run run», a tocar el claxon y a
apretar con fuerza los diversos botones. Aunque Mingyu intentaba evitar
pensarlo, se encontró preguntándose si Wonwoo se habría acostado con su novio.
Se preguntaba
un tanto desconcertado por qué se planteaba el tema, pero aquél no fue más que
el principio de una cadena de pensamientos que le llevaron a cuestionarse con
cuántos hombres habría estado desde que lo dejó hacía dos años y dos meses.
Aunque seguía prestando toda su atención al pequeño, toda su calma y
satisfacción se habían evaporado.
Unas horas más
tarde, Wonwoo se encontraba echado en un sofá dorado y con los zapatos quitados
para estar más cómodo, viendo cómo Mingyu sacaba un montón de barcos para que
su hijo jugase en el baño.
Como era un
magnate cuya fortuna se basaba en su flota, supuso que tanto barco era una
opción muy normal para él, y, por supuesto, Hyuk quedó impresionado. Wonwoo se
mantenía a propósito en un segundo plano. Había intentado dejarlos solos un
momento, pero Hyuk, a pesar de su aparente confianza, necesitaba comprobar muy
de vez en cuando la presencia de su appa.
En una ocasión
en que Wonwoo se atrevió a quitarse de su vista, su hijo había sorprendido a
Mingyu llorando a gritos. Aun así, Mingyu se comportaba maravillosamente con Hyuk
y se le veía cómodo jugando con él. De hecho, demostraba tener con su hijo un
nivel de calma y paciencia que Wonwoo jamás hubiera imaginado.
Levantándose
rápidamente, Mingyu pulsó un timbre que había en la pared y le abrió la puerta
a Jeonghan, el niñero, al que había llamado para que lo relevase. Mientras Hyuk
se distraía con el recién llegado, Mingyu se inclinó y, tomando a Wonwoo de la mano, lo levantó del sofá y
lo llevó al pasillo.
Al ver que él
lo sacaba de sus tormentosos pensamientos y su cómodo asiento sin previo aviso,
balbuceó:
—Me he dejado
los zapatos…
—En el sitio
al que vamos no los vas a necesitar —dijo Mingyu sin más dilación.
—Pero Hyuk…
—¡Se está
quedando dormido de pie! Pero si se pone revoltoso, Jeonghan nos avisará
—viendo la indecisión de Wonwoo, Mingyu lo tomó en brazos para evitar mayores
protestas.
Wonwoo se
sintió totalmente avergonzado al ver cómo un empleado se aplastaba contra la
pared para dar paso a su patrón.
—¡Mingyu,
apenas son las ocho de la tarde! —siseó frenéticamente.
—Me gusta
tomarme mi tiempo.
Deteniéndose
en un dormitorio espectacular, Mingyu lo dejó deslizarse hasta el suelo a lo
largo de su cuerpo fuerte y musculoso, y aquel prolongado contacto físico hizo
que Wonwoo cobrase conciencia de su potente masculinidad.
Sus pezones
hormiguearon al frotarse con la amplitud de su pecho. Su estómago rozó su
esculpido abdomen y él ajustó sus grandes manos en sus caderas para acercarlo
aún más. Le recorrió un
escalofrío de anticipación y se sonrojó tanto que prefirió esconder el rostro
en su camisa. Se encontraba todavía húmedo por las travesuras que Hyuk había
estado haciendo en el baño, pero se estaba secando rápidamente por el intenso
calor que desprendía su cuerpo. La calidez de su complexión ágil y poderosa, y
el olor familiar que desprendía su piel le inundaron de tal sensualidad que
sintió flaquear las piernas.
Él introdujo
los dedos en su pelo para inclinar hacia atrás su cabeza.
—Me gusta que
lleves el pelo un poco más largo, como lo tenías antes. Déjatelo crecer para mí
—pidió Mingyu suavemente.
—No puedes
decirme cómo tengo que llevar el pelo —respondió nervioso Wonwoo.
—¿Por qué?
—sus ojos no dejaban de mirarlo ni por un
segundo. Para hacer mayor hincapié, surcó su pómulo con un índice reprobatorio—.
¿Es que no deseas complacerme?
—¿Y tú,
quieres complacerme a mí? —se atrevió Minwoo a responder.
—Ne… sí, pero
no necesito sugerencia alguna, hermoso.
—¿Y crees que
yo sí las necesito?
—No puedes
aprender si no te enseño —respondió Mingyu con voz baja y suave, en un tono
sumamente razonable.
—No parece que
esto sea una asociación muy equitativa.
—Tengo una
actitud muy tradicional, así que déjate crecer el pelo — repitió Mingyu,
ignorando la indirecta—. Quedará precioso.
Minwoo quedó
atrapado por la intensidad de su mirada, tan efectiva como una cadena alrededor
de su tobillo.
—¿Es esto algo
así como: «Cómo convertirse en el perfecto esposo Kim, Lección Primera»? —se atrevió
a decir Wonwoo, dubitativo.
—Si es así
como quieres plantearlo… —Mingyu puso ambas manos sobre su trasero, levantándolo
hacia él—, pero hace ya mucho tiempo que no hay esposos o esposas perfectas
entre mis familiares más cercanos.
Lo dejó sin
aliento antes incluso de inclinar su cabeza para besarlo ardientemente,
cautivando sus sentidos. El sabor de su boca le pareció tremendamente seductor.
La forma en que hacía el amor a su boca era de una intimidad delirante, y le
provocaba diminutos escalofríos que recorrían su espalda arriba y abajo. Con la
punta de la lengua, él exploró y ahondó en el tierno interior de su boca hasta
que se apretó contra su cuerpo, desvalido y jadeante.
Mingyu se
apartó un poco, observándolo con ojos ardientes antes de hacerlo volverse.
Estaba intentando refrenar su deseo, porque había llegado a la conclusión de
que Minwoo lo había abandonado dos años antes debido a una reacción
comprensible a una más que fallida introducción al sexo. Aunque él había
actuado como si todo hubiera sido increíble, Mingyu era consciente de su
predilección por las cortesías.
La sombra de
aquella duda que él había guardado desde su primer encuentro empezaba a
acosarle de nuevo porque, si ése había sido el problema, necesitaba saberlo. Le
abrió la camisa y la hizo descender lentamente, rozándole los brazos mientras
utilizaba su boca experta para recorrer la suave piel de su nuca.
—Oh-h-h…
—temblando, Wonwoo cerró los ojos. Llegó un momento en que fue incapaz de
encontrar un ápice de resistencia o contención. Sus rodillas flaquearon. Se
estaba derritiendo.
—Haré que sea
especial, hermoso —le dijo Mingyu—. Puede que la última vez no lo fuese —afirmó
él de pronto.
Wonwoo abrió
los ojos sorprendido y susurró con aire vacilante:
—Yo nunca dije
que no fuese especial.
Mingyu estaba
nervioso. Se percató de que no le estaba contradiciendo y se preguntó por qué
demonios se había embarcado en semejante conversación. Aquél no era su estilo.
—Eras virgen.
Difícilmente podía ser perfecto.
Wonwoo se giró
entre sus brazos y sin pensárselo dos veces dijo:
—Yo pensé que
había sido perfecto.
Mingyu alzó
sus pestañas oscuras y densas.
—¿La primera
vez?
«Incluso
siendo la primera vez», pensó Wonwoo sin poder evitarlo. Pero consideró que él
ni necesitaba ni merecía una información que sólo iba a servir para alimentar
su ego.
Mingyu pensó
que no había razón por la que no indagar un poco más.
«¿Perfecto?».
Aquel momento extraño y perturbador de duda sobre su propia sexualidad se
desvaneció como un mal sueño. Sus nervios desaparecieron y aplastó con sus
labios la curva sonrosada de los de Wonwoo, desnudándolo, lo tumbó sobre la
cama antes de que él se diese cuenta de su desnudez.
—Eres muy
bueno en estos menesteres —le dijo Wonwoo sin poder contenerse, sintiéndose
vergonzosamente expuesto e increíblemente decadente al mismo tiempo.
Despojándose
de su camisa, Mingyu le dedicó una voraz sonrisa que no era sino pura
provocación. Al ver cómo se iba acercando, Wonwoo empezó a respirar
agitadamente. Su cuerpo estaba maravillosamente esculpido: tenía los hombros
anchos y bronceados, el torso musculoso y las piernas largas y fuertes. Se
detuvo a quitarse los pantalones y el bulto agresivo que conformaba su erección
destacó claramente en sus calzoncillos.
Aquello le
hizo sonrojarse, porque aunque sabía que no debía hacerlo, no lograba dejar de
mirarlo. Un tormentoso calor empezó a hormiguear entre sus muslos y los apretó
con aire de culpabilidad.
Aquella otra
noche, en la casa de Jenny, no lo había visto desnudo, porque todo había
sucedido muy deprisa después de que le besara. Habían hecho el amor a oscuras,
sobre la cama, a medio desvestir, demasiado arrastrados por la pasión y la
impaciencia como para entretenerse un segundo. Jamás en la vida había imaginado
que podría estar así, sentirse así, o incluso comportarse así. Y únicamente
ahora se permitía recordar cómo había sido todo.
Mingyu
contempló a Wonwoo en un análisis descaradamente masculino. Al notar su mirada
distraída, le preguntó:
—¿En qué
piensas?
—En aquella
noche… ejem… en casa de Jenny —lo inesperado de su pregunta provocó en Wonwoo una
sinceridad que no hubiese utilizado de andar prevenido.
—Me arrancaste
la camisa… —aquella provocadora valoración encendió aún más el ambiente.
—¿De verdad?
—masculló Wonwoo sofocado, ya que esperaba que él se hubiese olvidado de
detalles de ese tipo hacía ya mucho tiempo.
—Fue
alucinante… fue la experiencia más excitante que jamás he tenido.
Tras escuchar
aquella palabra tan indulgente: «perfecto», Mingyu estaba al fin dispuesto a
aceptar que fue así.
Con las
mejillas teñidas de rojo, Wonwoo se miró los pies desnudos. Mingyu se tumbó junto
a él y lo atrajo hacia sí con mano posesiva.
Agachó su
cabeza de pelo oscuro y alborotado hasta alcanzar el tentador punto, y acarició
con los labios su rosado pezón. Presionó su espalda y recorrió con lengua
experta el otro, arrancando en él reacciones cada vez más intensas.
Wonwoo hundió
los dedos en su cabello sedoso y jadeó, estirando el cuello. Notaba un pulso
vibrante en el centro de su cuerpo avivando el deseo que había estado
reprimiendo desde la última vez que estuvieron juntos. Su habilidad para
contener sus ansias se iba derrumbando paso a paso.
—Quiero que
regrese mi tigre —dijo Mingyu con voz ronca, pellizcándole con los dientes el
lóbulo de la oreja y guiando su mano hasta la superficie aterciopelada y
caliente de su erección.
Wonwoo rodeó
con sus dedos delgados su miembro duro y caliente. Lo invadió una sensación de
vulnerabilidad, y el temor a dar demasiado de sí mismo entró en pugna con su
deseo. Adoraba tocarle y adoraba la intimidad y la emoción que le proporcionaba
hacerle perder el control, pero después de la noche que habían compartido,
había sido víctima de una gran cantidad de humillantes temores. ¿Había sido
demasiado atrevido? ¿Demasiado torpe en su inexperiencia? ¿Demasiado
entusiasta?
Mingyu emitió
un fuerte gemido. Su inmenso placer se vio acribillado por la sospecha de que Wonwoo
había estado practicando. La rabia lo removió por dentro y logró desconcertarle,
obligándole a deshacerse de ese pensamiento, pero aun así, se deslizó hacia un
lado, poniéndose fuera de su alcance.
—¿Qué pasa?
—le preguntó con ojos preocupados.
—Nada —pero
Mingyu estaba intranquilo por los pensamientos irracionales y perturbadores y
las respuestas que le asaltaban. Inteligente y pragmático por naturaleza, se
contentó acogiéndose a los beneficios de la fría lógica. Nunca en la vida se
había mostrado posesivo con una pareja.
Wonwoo se
encontraba dolido y confuso. Jurando en griego, Mingyu le separó los labios
enrojecidos en un beso voraz que borró de un golpe su angustia desterrándolo
para siempre de su memoria. Cada vez que sumergía la lengua en su boca avivaba
su deseo.
Un pequeño
escalofrío se instaló en su cuerpo haciéndolo apretarse más contra él para
buscar un alivio al dolor que repiqueteaba en el centro de su deseo. Consciente
de esta angustia, Wonwoo ya temblaba de arriba abajo.
—Te deseo…
—exhaló en voz baja.
—Yo también te
deseo —susurró, enfebrecido.
Una especie de
gemido, a medio camino entre la protesta y el placer salió de Wonwoo cuando él
acarició su zona más sensible. Y enseguida se vio perdido en la oscuridad, en
el palpitante placer que Mingyu desataba en él.
Su piel empezó
a transpirar y se retorció entre gemidos respondiendo al fluir de sensaciones
eróticas. Se encontró atrapada en una oleada irresistible de excitación. La
sangre golpeaba sus venas y el corazón le latía con fuerza.
Embrujado por
sus caricias, sometido a su fuerte sensualidad, hervía de frustración. Su deseo había
alcanzado tal punto agridulce de tormento que no podía soportar esperar ni un
segundo más a ser saciado.
En ese mismo
instante, Mingyu se deslizó entre sus muslos. Con ojos suplicantes y
apasionados, Wonwoo temblaba y se agitaba, arrojado a una cúspide casi dolorosa
de necesidad. Se introdujo en él en la cima de ese deseo vehemente. Enérgico y
vigoroso, se abrió paso en su entrada. Una deslumbrante e intensísima sensación
se apoderó de él al sentirlo en su interior. Lo besó, y él respondió con la
pasión salvaje que le consumía. Hurgó en su boca, jugando en ella con su lengua
mientras la sometía a largas y enérgicas embestidas.
Wonwoo enloquecía
de placer, un placer que se encontraba más allá de lo que había sentido jamás.
La excitación hacía arder su cuerpo como un fuego voraz que consumía toda su
energía y sus pensamientos.
Al sentir que
una apremiante tensión se acumulaba en su interior, sollozó su nombre, y un
segundo después fue lanzado del torbellino de la pasión hacia la cima del
éxtasis. Desorientado y fuera de sí, disfrutó de su arrobamiento y se abandonó
a una cascada de estremecimientos de inmenso placer. Le pareció que
transcurrían siglos hasta volver a poner los pies en la tierra.
—Mingyu
—murmuró, y en ese momento tranquilo de alivio y alegría, todas sus defensas se
rindieron e hizo lo que deseaba hacer: dar rienda suelta al amor que había
mantenido encerrado en su interior. Lo envolvió con sus brazos y lo abrazó
fuertemente, acarició su pelo húmedo, cubrió su cuerpo de besos y suspiró feliz
y satisfecho.
Inmerso en
aquella pleamar de afecto, Mingyu se quedó inmóvil por un instante, y luego
casi se echó a reír, porque su hijo era igual de afectuoso. En un movimiento
bastante brusco para una persona tan grácil, presionó con sus labios la
comisura de la boca de Wonwoo y rodó hacia un lado, pero, casi al instante,
estiró su cuerpo para salvar el espacio entre ellos y encerrar su mano en la de
él. Wonwoo giró la cabeza y le dedicó una enorme sonrisa.
De pronto,
aquel gesto familiar pulsó una cuerda de su memoria y le hizo fruncir las
cejas.
—¿Sabes? Hasta
este momento no me había dado cuenta de que te pareces a Jenny, pero acabo de
descubrir cierto parecido familiar.
—¿De verdad?
—Wonwoo se sintió terriblemente desconcertado ante esa inesperada observación y
también muy sorprendido, porque nunca se le había ocurrido que pudiese
parecerse en lo más mínimo a su prima. Fue como si un enorme cubo de hielo se
formase en el interior cálido de su vientre, y yació inmóvil y tenso.
—No es algo
evidente —añadió Mingyu—. Creo que ha sido más bien un gesto. Tu sonrisa me la
ha recordado.
Wonwoo
continuó sonriendo con valentía al oírle, aunque en realidad lo que sentía eran
ganas de tumbarlo de
la cama. El frío en su interior se fue extendiendo como la humedad por sus miembros
hasta helarle los huesos.
¿Cómo iba él a
parecerse a la hermosa y difunta Jenny? Ni siquiera necesitaba que le dijesen
que sólo se había tratado de un gesto. Lee Soyul se había limitado a decir
verdad al indicar que no podía compararse a su prima ni en aspecto ni en
personalidad, y eso era algo que tenía asumido. Pero se sintió destrozado al
ver que el hombre al que amaba le decía que le recordaba a Jenny.
¿Habría pasado
con él la noche en que concibieron a Hyuk sólo porque le encontraba un leve parecido
con su difunta prima? A fin de cuentas, ¿Mingyu había sentido por Jenny mucho
más de lo que él creía? Lentamente, retiró su mano flácida de la de él.
Se hizo un
silencio tan largo y pesado que cuando sonó el teléfono el sonido resultó
ensordecedor. La oscuridad se apoderó de la mirada de Mingyu, que se incorporó
para contestar la llamada. La conversación transcurría a saltos entre el Coreano
y el mandarín.
—¿Minghao?
Wonwoo hablaba
mandarín perfectamente y no tuvo problemas para adivinar quién era la persona
que llamaba. Se trataba del joven supermodelo Xu Minghao, que según decían, era
una de las parejas «estables» de Mingyu y que había acompañado a Mingyu al
festival de cine de Cannes.
—¿En tu
apartamento? —murmuró Mingyu sibilante—. ¿Por qué no? Aunque no podrá ser antes
de las diez.
Wonwoo inspiró
tan fuerte que llegó a marearse, pero no se le pasó la sensación plomiza de
náusea que se le había enredado en el estómago. Salió de la cama como pudo y,
avanzando lentamente por el suelo, recogió su ropa colocándosela, luchando
frenéticamente con los botones de su camisa. Durante toda esta escena, Mingyu
siguió hablando en mandarín y mirándolo con ojos fríos y oscuros como si fuese
un espectáculo de cabaret para su entretenimiento.
Al ver que se
disponía a salir, él murmuró:
—¿Qué estás
haciendo?
Wonwoo no dijo
nada. Se limitó a agarrar una jarra de agua que había sobre el mueble y la
volcó sobre él.
Con un gruñido
de incredulidad, Mingyu saltó fuera de la cama y dio fin a su conversación
telefónica. Desnudo estaba tan impresionante como un broncíneo dios. Se sacudió
el agua y lo miró enfadado.
—¿Qué demonios
es esto?
—Ya has
cobrado tu comisión y no hay más. Creo que éste podría denominarse el «periodo
de enfriamiento». Si todavía deseas casarte conmigo, antes tenemos que dejar
las cosas claras —dijo Wonwoo con desdén—. No me acostaré contigo mientras te
sigas acostando con otros.
—Dios… ¿te
atreves a imponerme normas? —le espetó Mingyu con mordacidad.
—No tengas
tantos prejuicios. Ésta podría ser muy bien la mejor oferta que te hayan hecho
en tu vida, así que piénsatela bien antes de rechazarla —le advirtió Wonwoo con
los ojos encendidos de rabia—. Si quieres que nuestra relación sea platónica,
ignoraré tus líos, porque no te consideraré mi esposo. ¡Pero si quieres algo
más de mí, vigilaré todos tus movimientos y si me traicionas convertiré tu vida
en un infierno!
—Incluso
siendo mi esposo, no tendrás derecho a decirme lo que tengo que hacer —pronunció
Mingyu con la seguridad de su carácter fuerte y arrogante. Lo miró mientras
agarraba el picaporte de la puerta—. Si abandonas esta habitación antes de que
amanezca, me enfadaré contigo.
—Pues me temo
que te vas a enfadar —tras escuchar su conversación con Xu Minghao y viendo
cómo se habían cumplido sus más terribles temores, Wonwoo estaba demasiado indignado
y molesto como para quedarse allí sometido a su escrutinio—. Iré a ver cómo
está Hyuk y me acostaré en una de las otras habitaciones. Buenas noches.
—Como quieras
—condenándolo severamente con la expresión de su fino y hermoso rostro, Mingyu
no volvió a intentar disuadirlo para que se quedara.
Wonwoo entró a
ver a su hijo, que dormía plácidamente en la cuna. Jeonghan apareció en el
umbral de la habitación contigua e intercambió con él una sonrisa animosa antes
de marcharse. Escogió una habitación al otro lado del pasillo y cerró la puerta
tras de sí. Se sentía muerto por dentro, pero en su cabeza bullían pensamientos
e imágenes hirientes.
La realidad
había acabado por hacer explotar la burbuja de sus estúpidas ilusiones y pensó
que la culpa era sólo suya. ¿Es que acaso Mingyu no había sido sincero desde el
principio?
Mingyu iba a
seguir manteniendo aventuras ocasionales con un montón de jóvenes asombrosos y
aduladores que proporcionaban variedad a sus relaciones sexuales en sus viajes
alrededor del mundo.
Él iba a
llevar su anillo y a criar a su hijo fingiendo que no le importaba que no
hubiese nada más entre ellos. Pero, en esos momentos, sabía que le importaba
muchísimo…
Sibsera bobo!!!! Ahhhh
ResponderEliminarEl nipo evidentemente lo quiero y el appa igual y este va y arruina todo por sus avenrturas!!!
Carajo nipo! Que tienes algodon en el cerebro???