Seungkwan tomó en sus brazos a Hyuk, y
Mingyu asió los dedos de Wonwoo y se inclinó para besar la piel delicada del
interior de su muñeca. Fue una caricia más que un beso, y aunque aquel contacto
sólo duró un instante, envió un mensaje lleno de sensualidad a cada una de sus terminaciones
nerviosas y le hizo estremecer.
Tenía miedo de volver a mirarle durante la
ceremonia por si olvidaba dónde estaba, pero podía sentir su presencia con cada
fibra de su ser. Respondió con una voz clara que sonó más tranquila de lo que
se sentía en realidad. Intercambiaron los anillos y sus nervios se aflojaron
cuando los declararon esposos. Él agarraba su mano.
—Estás increíble, hara mou —le dijo Mingyu
con voz ronca—. Ese color está hecho para ti.
—Me aterrorizaba la idea de parecer vestido
de época —susurró Wonwoo, en un arranque de confianza—. Pero me enamoré
locamente del vestido.
—Así es la tradición —rió Wonwoo, conmovido
y encantado con el modo en que él cuidaba intuitivamente de su hijo a pesar de
que el niño ya no estaba de humor para nada—. No podía dejarte con todas esas
maletas grabadas con mis iniciales de casado.
Mingyu descubrió que su sentido del humor
no era tan saludable como de costumbre. Se imaginó todas aquellas maletas
apiladas junto a los demás regalos que le había hecho, porque seguramente
Wonwoo le habría abandonado. Le molestó sentirse aún tan tenso.
Un anillo de casado haría que cualquier joven
se detuviese y se lo pensara dos veces antes de hacer algo insensato o
impulsivo. Wonwoo era practicante y había hecho sus votos y promesas. Pero aun
así, de pronto él se estaba preguntado en qué momento exacto el matrimonio se
convertía oficial y vinculante: ¿antes o después de la consumación?
En el vehículo que los devolvía lentamente
a la casa, Wonwoo se sintió un tanto incómodo con el silencio del novio.
—¿Cómo te sientes ahora que te has
«quitado todo esto de encima»? —preguntó, luchando por mantener un tono burlón, porque
deseaba recibir una respuesta que aplacara sus inseguridades.
—Aliviado —admitió Mingyu con plena
franqueza, aunque pensó que se sentiría más aliviado si el día hubiese acabado
ya. Se estaba esforzando por superar el oprobio que suponía verse obligado a
desplazarse en un carruaje descubierto de terciopelo azul tirado por cuatro
corceles blancos que brincaban coronados por plumas celestes. Estaba
aprendiendo mucho sobre las preferencias nupciales de Wonwoo y la mayor parte
eran sorprendentemente vistosas, totalmente incongruentes con los sofisticados
gustos de él.
Wonwoo pensó que, si hubiesen asistido a
un acontecimiento muy serio, habría entendido que él le confesara sentirse
aliviado. Al momento se regañó por su susceptibilidad. Se dice que muchos
hombres odian el alboroto y la formalidad que conllevan las bodas.
Cuando el carruaje se detuvo ante la casa,
Mingyu saltó rápidamente y tomó en brazos a su esposo para ayudarlo a
descender, pero no volvió a dejarlo en el suelo. Sus negras pestañas le
cubrieron los ojos y le separó los labios con una sensual caricia de su lengua,
introduciéndola en el interior de su boca con una maestría tal que le pilló
totalmente desprevenida.
Wonwoo se sintió abrumado. Toda una serie
de cohetes sensuales comenzó a sisear y estallarle en las venas. Sus pezones se
irguieron y su interior se volvió líquido. Mingyu lo soltó lentamente, hasta
que sus zapatos dorados se asentaron sobre la alfombra roja que ascendía hasta
la puerta de entrada.
Wonwoo abrió sus labios hinchados por el
amor. Estaba a punto de decir algo cuando un movimiento a un lado de Mingyu
captó su atención. Un extraño con una cámara le indicaba que posara otra vez, y
aquello lo devolvió de golpe al planeta tierra. No se había percatado ni
recordaba al equipo de profesionales contratados para inmortalizar su boda.
Pero Mingyu era mucho más observador. Con un brillante sentido de la
oportunidad, acababa de ofrecerles un abrazo perfectamente coreografiado que
marcaba la llegada de los novios a la casa.
—Ni Lo que el viento se llevó podría
superar esta escena —señaló Wonwoo con la voz quebrada y las mejillas
sonrosadas—. Bueno, me prometiste un buen espectáculo y esto casa mucho con lo
que se espera de un novio.
Mingyu se preguntó por qué su ahora esposo
había desarrollado la horrible costumbre de recordar cada una de sus palabras y
lanzárselas en el momento más inoportuno.
—Ésa no es la razón por la que te he
besado, hara mou.
—¿Ah, no?
—Pues no —respondió Mingyu con concisa
mordacidad.
Wonwoo echó hacia atrás la cabeza.
—Bueno, pues yo no te creo.
—¿Por qué no dejamos que nuestros
invitados disfruten solos de la fiesta y nos vamos directamente al dormitorio?
—Mingyu hizo aquella proposición usando el tono de voz más suave y aterciopelado
que se pueda imaginar—. Estoy preparado y dispuesto. ¿Me creerías entonces? ¿Probaría
eso que lo que me impulsó fue el deseo y no la intención de posar para las
cámaras?
Wonwoo lo miró aterrorizado. El corazón le
latía en la garganta debido a la impresión Él le miraba con sus ojos profundos
y enigmáticos, lanzándole un desafío mezcla de picardía y candente sexualidad. Se
le secó la boca, porque supo al instante que estaba hablando en serio.
De hecho, tenía la terrible sospecha de
que a Mingyu le atraía mucho la idea de abandonar a sus invitados y toda la
parafernalia preparada para entretenerles.
—Sí, lo probaría… pero… pero no creo que
sea necesario ir tan lejos —murmuró apresuradamente.
—¿No? —le estaba prestando toda su
atención. Ni siquiera parpadeó ante los empleados que se habían congregado al
otro extremo del vestíbulo para felicitarlos, ni la larga procesión de
limusinas que se detenían en la puerta para descargar a los primeros invitados.
—No —susurró atribulado.
Mingyu acarició con la yema del dedo el
rubor que coloreaba el rostro de Wonwoo.
—¿No? —inquirió con marcada intención—.
¿Ni siquiera tratándose de lo que más deseo en este momento, hara mou?
El corazón se le disparó y la respiración
se le atrancó en la garganta. Él lo dominaba con su mirada brillante y
provocadora, haciéndole sentir un inmenso calor bajo el vientre y haciendo que
sus piernas temblaran.
«¿Es que no tengo prioridad?», le había
preguntado la noche antes. De pronto Wonwoo
quiso otorgársela a cualquier coste.
—De acuerdo… si eso es lo que quieres… —se
oyó decir transigiendo, y le costó creer que lo había hecho.
Mingyu se mostró sorprendido y agradecido.
Al fin decía que sí. Le asombraba la enorme satisfacen que sentía. Wonwoo era
muy tradicional, muy cauto, y él supo del valor de su triunfo y su poder de
atracción. Con ojos ardientes, tomó su mano y besó sus finos dedos con
inusitada cortesía.
—Gracias. Pero no te voy a poner en ese
aprieto.
Wonwoo se sintió decepcionado y aliviado
al mismo tiempo. Pero estaba llegando la gente, había que hacer las
presentaciones pertinentes y recibir la enhorabuena y felicitaciones de los
invitados.
Había asumido el papel de anfitrión además
del de novio, rechazando amablemente el ofrecimiento de su tía de hacerse cargo
de todo. En cuanto tuvo un momento libre, se lo dedicó a Hyuk, que necesitaba
un abrazo y un momento a solas con su appa antes de echarse una siesta que ya
se había retrasado demasiado.
Para regresar al salón de baile, atajó por
una escalera trasera, pero a medio camino se detuvo al oír un nombre y una
risita que le resultó familiar.
—Claro que de estar viva Jenny —decía su
prima con cierta autoridad mientras se arreglaba el pelo frente a un espejo
dorado—, Wonwoo no se hubiera acercado a Mingyu jamás. Jenny era divina, y
nunca se habría valido de un mocoso para llevarlo al altar.
—¿Crees que Wonwoo se quedó embarazado a
propósito?
—Por supuesto que sí. Seguramente fue
después del funeral, se abalanzaría sobre él estando borracho o algo así…
¡porque seguro que estaba borracho o afectado por la muerte de mi hermana!
Rezando por no tener que sufrir la
humillación de ser descubierto, Wonwoo empezó a retroceder subiendo las
escaleras de puntillas. Por desgracia, la voz estridente de Amanda lo
persiguió:
—Jenny encontraba tan gracioso que Wonwoo
estuviese loco por Mingyu que se lo contó. Pero no creo que a mi primo le
hiciese ninguna gracia si estuviese hoy aquí. ¿Viste qué tiara? ¿Has visto el
tamaño de esos diamantes? ¿Y cómo lo agradece Wonwoo? ¡Subiendo a un millonario
a un carruaje hortera que parecía salido de un circo!
Wonwoo se dirigió a la escalera principal
situada al otro lado de la mansión. Sentía náuseas. ¿Es que la idea del
carruaje había sido de mal gusto? ¡Qué ingenuo había sido al no darse cuenta de
que una boda tan precipitada iba a traer consigo cientos de comentarios
desagradables!
¿Cómo podía creer alguien que había
planeado su embarazo? Pero quizá esa boda podía considerarse «forzada» en el
sentido de que él había presionado a Mingyu con el tema de su hijo. Así que,
¿qué derecho tenía a mostrarse tan susceptible?
Pero algunos comentarios iban más lejos y
hacían mucho más daño.
¿Se había aprovechado del sufrimiento de
Mingyu la noche del funeral? Ambos sufrían. Pero aun así, aquella sugerencia tocaba un
punto muy sensible, porque todavía se temía que la única razón por la que se
habían acostado era que él le había recordado a Jenny.
¿Podía ser verdad que Jenny hubiese
adivinado lo que sentía por Mingyu y se lo hubiese contado a él, convirtiéndolo
en objeto de sus burlas? Se moría de vergüenza con sólo pensar que él había
sabido siempre el mayor de sus secretos. Escucha conversaciones ajenas y oirás
hablar mal de ti. Se preguntó quién habría inventado ese viejo dicho. Estaba
totalmente destrozado.
En cuanto Wonwoo regresó junto a Mingyu,
éste se percató de que algo iba mal. Su alegría se había apagado, su chispa
había perdido fuerza. Cuando sirvieron la comida, había perdido el apetito y se
dedicó a comer con desgana y a evitar su mirada. Él se alarmó. Sabía que había
sido un gran error dejarlo solo aunque hubiera sido solo un momento.
Alguien le había contado lo de la fiesta y
estaba ofendido, pero era demasiado educado como para discutir con él en
público. Mientras rumiaba la forma de controlar las secuelas de aquella
situación, el atractivo de la luna de miel en Italia que había organizado
empezó a caer en picado. Si Wonwoo no se mostraba comprensiva y le perdonaba, encontraría
fácilmente el modo de abandonarlo en Italia.
Pensando que seguramente se arrepentiría de
haber decidido pasar la luna de miel en la Toscana, decidió llevar a su esposo
directamente a su ciudad natal en la isla de Zelos. Rodeada por el mar y por un
ejército de fervientes criados, Wonwoo no podría abandonar la isla
precipitadamente o sin su consentimiento. Contaría con todo el tiempo del mundo
para disuadirlo de tomar decisiones precipitadas o insensatas. Llamando a S.Coup
con una inclinación de cabeza, le comunicó el cambio de planes.
Sólo entonces cayó en la cuenta de que
estaba tramando encerrar prácticamente a su esposo y sintió un leve escalofrío
de inquietud. Al estudiar el perfil pálido y delicado de Wonwoo, se reafirmó en
sus convicciones.
«¡Mira lo que pasó la última vez que tuvo
libertad para tomar sus propias decisiones! ¡Se enfrentó solo a un embarazo! El
embarazo de mi hijo, que debía haber compartido conmigo desde el principio»,
pensó con fiereza.
Si era capaz de tomar decisiones así, no
es de extrañar que él sintiera la necesidad de tomar las riendas. En cualquier
caso, hasta los hombres primitivos sabían que su obligación era proteger a la
familia.
Cuando Wonwoo subía a cambiarse, Jian insistió
en acompañarlo.
—Te debo una disculpa por juzgar mal a
Mingyu —murmuró el hermoso joven—. Al igual que todos nosotros, ha madurado y
cambiado mucho desde que estaba en la universidad.
Wonwoo apartó a un lado sus preocupaciones
y esbozó una cálida sonrisa que tranquilizase a Jian.
—¿Y qué es lo que te ha hecho cambiar de
opinión?
—¿Aparte del hecho de que hoy se ha
mostrado encantador conmigo? Cuando veo a Mingyu contigo y con Hyuk, veo a una
persona muy distinta de aquella que recuerdo —confesó el joven príncipe—. Y
mientras que a mí me sorprendió saber que ambos eran pareja, a mi marido no le
sorprendió en absoluto. Dijo que eras el único joven que Mingyu buscaba cuando
deseaba mantener una conversación inteligente.
Wonwoo asintió con la cabeza, pero pensó
que una conversación inteligente no era una oferta demasiado sustanciosa para
uno de los playboy más afamados del planeta.
—¿Te preocupa algo? —preguntó Jian con
suavidad—. ¿Es ese disparate de la despedida de soltero?
Wonwoo ocultó su mirada de sorpresa para
no dejar ver que ignoraba el tema. Se concentró en cambiarse de ropa.
—Pues… no.
—Sabía que eras lo suficientemente
prudente como para no dejar que algo así te molestase. Después de todo, los
hombres siempre serán hombres, y los nuestros en concreto siempre serán
objetivo de la prensa —comentó Jian
irónicamente—. Sang habría estado en ese yate con Hyungsik y Mingyu si no
hubiera sido porque tuvo que sustituir a mi suegro en una reunión de gobierno.
¿El disparate de la despedida de soltero?
Wonwoo se dijo que no debía indagar más. No era asunto suyo ¿no? Había pasado
tan poco tiempo desde el desafortunado malentendido con lo de Xu Minghao, que
Wonwoo no deseaba apresurarse a pensar en lo peor. En cualquier caso, ya tenía
suficiente con atormentarse a sí mismo con la sospecha de que Mingyu podía
haber sabido desde siempre que él lo amaba. No podía soportar la idea. Pensaba
que si perdía el orgullo, ya no le quedaría nada.
Conforme el helicóptero giraba, Wonwoo
contempló la isla que se extendía bajo ellos porque todavía quedaba luz
suficiente para contar con una buena vista. Zelos era el lugar en el que Mingyu
se había criado y, sólo por esa razón, a él le fascinaba la idea de conocer la
isla.
Ya era de noche cuando Hyuk fue recibido
en la inmensa casa como si fuera un rey. Wonwoo vio cómo Jeonghan y su
ayudante, un joven griego, acostaban al niño seguidos de cerca por el ama de
llaves y su guardaespaldas personal. Sacudió lentamente la cabeza:
—Hyuk nunca volverá a estar solo, ¿no es
así?
—Siendo niño yo pasaba mucho tiempo solo
pero, al igual que yo en su día, estará vigilado por todos los habitantes de la
isla. Bienvenido a tu nuevo hogar, hara mou —Mingyu cerró su mano sobre la suya—.
Deja que te muestre la casa.
Era tan grande como Pledis Park, ya que
varias generaciones de la familia habían ido construyendo nuevas alas según sus
gustos particulares. En una maravillosa habitación que se abría a una terraza
cubierta de parras, Mingyu lo abrazó con extrema delicadeza.
—Quiero que seas feliz aquí —le dijo con
voz ronca.
Wonwoo miró sus ojos brillantes y oscuros
y sintió que su corazón se tambaleaba. Se había prometido a sí mismo que no se
rebajaría a preguntarle ninguna tontería. Pero de repente no pudo soportar la
necesidad de conocer la verdad.
—Quiero preguntarte una cosa —dijo
bruscamente. Mingyu lo miró interrogante. —¿Te contó Jenny hace años que yo
estaba enamorado de ti?
Era la última pregunta que Mingyu esperaba
escuchar. Estaba preparado para una cuestión de naturaleza absolutamente
distinta, de hecho, para una acusación, y aquello le desconcertó.
Wonwoo se apartó de su relajado abrazo.
—Es verdad. ¡Te lo contó!
Mingyu frunció el ceño:
—No has dejado que responda a tu pregunta.
Wonwoo se irguió cuan alto era.
—No hace falta que lo hagas. A veces te
leo como un libro abierto.
A Mingyu no le tranquilizó nada esa
afirmación. Siempre se había considerado muy hermético. Pero en una o dos
ocasiones, Wonwoo le había hecho sospechar que poseía cierta intuición con
respecto a él.
—Puede que Jenny mencionara una vez algo
parecido —admitió él con suma tranquilidad—. Pero bueno, es algo por lo que no
tienes que preocuparte.
Wonwoo contestó con firmeza:
—No estaba preocupado.
—Ni debes pensarlo siquiera.
—Tampoco pensaba en ello. Porque ya no es
cierto —le informó Wonwoo obstinadamente, deseando sacarle de la cabeza cualquier
idea parecida—. Lo superé después de aquella noche en casa de Jenny.
Él tensó los músculos bajo su bronceada
piel.
—¿Por qué?
Dos años de hostilidad y sufrimiento
acumulados iban invadiendo a Wonwoo de sentimientos desbordados.
—¿Te acuerdas de cuando me pediste el
desayuno? No había comida en la casa, así que, tonto de mí, salí a comprar
algo.
Mingyu, que llevaba mucho tiempo
considerando que sus recuerdos de aquella mañana eran lo suficientemente
ofensivos como para olvidarse de ello para siempre, le dirigió una mirada fría
e inexpresiva.
—¿Y adonde te fuiste a comprar? ¿A África?
—A un sitio más a mano. Bajé la calle en
coche pero al girar para entrar en el supermercado un coche chocó conmigo por
detrás. Acabé en el hospital con conmoción cerebral.
Mingyu la miró sin dar crédito a sus
oídos.
—¿Me estás diciendo que tuviste un
accidente aquella mañana?
Wonwoo asintió con la cabeza.
—¿Y por qué demonios no me llamaste?
—Cuando recobré el conocimiento y tuve
acceso a un teléfono, tú ya te habías marchado de la casa de Jenny. Decidí
seguir tu ejemplo — contestó Wonwoo con dificultad, apretándose las manos—, ¡y
me curó el arrobamiento que sentía por ti, porque yo podría muy bien haberme
muerto dado el enorme interés que tenías por saber lo que me ocurrió aquel día!
Ni siquiera te molestaste en llamar.
Mingyu aún no acababa de entender, porque
no salía de su asombro.
—¿Estabas herido… en el hospital?
—Sí, hasta la mañana siguiente.
Sus facciones se tensaron, y frunció preocupado
las cejas, tomando sus manos y acercándolo hacia él. No apartaba los ojos de
aquel rostro turbado y a la defensiva.
—Dios, lo siento de veras. De haberlo
sabido, si hubiese sospechado siquiera que no había vuelto porque te había pasado algo, te
habría buscado y habría estado allí para ayudarte. Pensé que me habías dejado.
Wonwoo estaba desconcertado. ¿Por qué
había pensado algo así? No cayó en la cuenta de que eso era algo que a él le
ocurría bastante a menudo. ¿O era un comportamiento después de una aventura de
una sola noche? No quería preguntarle, no quería regodearse en ese tema. Temía
que su sensibilidad acabase siendo demasiado reveladora para un hombre tan
sagaz como él.
Mingyu comprendió al fin por qué le había
dicho que no le gustaba. Le sorprendió que no se le ocurriera que Wonwoo podía
haber tenido un accidente, que podía haber una explicación a su desaparición.
No entendía por qué su perspicaz razonamiento le había abandonado aquel día, o
por qué su reacción había sido tan desproporcionada. Pero admitía las
consecuencias.
—Te fallé —le dijo con gravedad—. Lo
lamento muchísimo.
A Wonwoo le sorprendió la sinceridad que
había en sus ojos. Con finos dedos, lo acarició en un gesto de consuelo lleno
de todo el cariño que pudiese haberle negado.
—No pasa nada… tú no sabías….
Él torció en un gesto su boca grande y
sensual.
—Sí que pasa. Debía haber preguntado.
Podría haber estado contigo. Pero era un engreído…
—Lo sé, y no parece que vayas a cambiar
–le dijo Wonwoo en tono lastimero—. A menos que te sometas a un trasplante de
ego.
Mingyu intentó aguantar la risa. Inclinó
la cabeza reclamando la boca suave y rosada de Wonwoo, y lo besó tan
apasionadamente que éste sintió que el mundo explotaba a su alrededor…
TT_____TT
ResponderEliminarEstos np salen de una para merrse en otra...
Que monton de sucesoso...uno tras otro(?)...