En cuanto el mundo dejó de girar, Wonwoo
se encontró con que Mingyu lo había metido en un dormitorio de techo alto, luz
tenue y una cama del tamaño de un pequeño campo de golf.
—¿Es aquí donde celebras tus orgías?
—preguntó sin poder contenerse.
—No tienes por qué preocuparte en ese
aspecto. Ya tuve bastante de ese tipo de disparates mientras vivía con Yoojin
—replicó Mingyu con desdén.
Wonwoo se quedó petrificado por la
franqueza con que le habló de su difunta madre. No le pareció el momento
oportuno para explicarle que su comentario había sido un mal chiste, dicho sin
pensar.
—Aparte del servicio, eres el único joven que
ha atravesado el umbral de esta habitación —declaró Mingyu.
Se dio cuenta de que él le estaba tomando
el pelo, lo cual alivió aquella momentánea tensión.
—¡Como si pudiera tragarme ese cuento!
—Pero es la verdad. Jamás he traído aquí a
ningún joven. Siempre he preferido que mi habitación fuese un espacio privado.
Es raro que pase toda la noche con alguien.
Él posó las manos sobre sus mejillas
arreboladas, enmarcando su rostro.
—Yo diría que el término apropiado sería
«adición». Aquí estoy de nuevo y ya no soy el mismo, hara mou. Así que debes
tener algo especial.
¿Algo especial? Hyuk, pensó Wonwoo. No
podía culparle por pretender que su esposo se sintiese especial en la noche de
bodas. Él tenía demasiada experiencia dentro y fuera de la cama como para no saber
cómo complacerlo. Lo besó otra vez con un fervor dulce y embriagador que pronto
se tornó en excitante y sensual gracias a su lengua.
Todas las tensiones de aquel día
desaparecieron en las violentas ansias que se apoderaron de Wonwoo en una
oleada de deseo.
Con ojos ardientes de determinación,
Mingyu se separó unos centímetros para
poder contemplarlo mejor.
—Me gusta —le dijo contra sus labios
enrojecidos, apoyando las manos en sus caderas para acercarlo aún más. Wonwoo empezó
a respirar con dificultad y a notar que su cuerpo reaccionaba voluptuosamente
con un hormigueo entre los muslos.
—Mingyu… —jadeó bajo el cautivador acoso
de su boca.
—Me encantan tu pecho —con paciencia logró
llevar los rosados pezones a un punto de sensibilidad casi insoportable—. Esos
ruiditos que haces me excitan
muchísimo —le confesó.
Wonwoo estiró la garganta para hacer
llegar oxígeno a sus constreñidos pulmones, pero ya no podía huir de aquél
oscuro y delirante placer que él le había enseñado a anhelar con una fuerza
sorprendente y nueva.
Se encontraba atrapado en un deseo
insaciable que devoraba todo pensamiento razonable y aniquilaba su timidez.
Estaba con el hombre al que amaba y eso le gustaba mucho, lo llenaba de
energía. Un calor insidioso lo recorría, despertando cada centímetro de su
cuerpo a su tentadora promesa.
—Todo en ti me resulta excitante —masculló
Mingyu—, porque te entregas sin pretensiones.
Recorrió con los dedos su caliente miembro
bajo la tela que lo ocultaba y le separó las piernas con la rodilla, haciéndole
estremecerse violentamente: cada movimiento de sus dedos liberaba una cascada
de sensaciones tormentosas y le hacía temblar.
Mingyu lo empujó contra la pared sin
encontrar resistencia y se arrodilló para quitarle su húmeda ropa interior. Lo
acercó hacia él agarrándolo por los glúteos, permitiéndose una intimidad
inusitada para Minwoo.
—No… no —balbuceó intentando negarse.
—Cierra los ojos y disfruta —le ordenó
Mingyu—. Voy a hacerte perder la cabeza de placer.
Wonwoo hundió los dedos en su pelo negro
para apartarlo, pero desistió porque el placer que le proporcionaba lo que
estaba haciendo superaba toda resistencia. Tuvo que apoyarse en la pared para
no caerse y entonces se quedó en blanco; era pura reacción física y todo lo
demás ya no importaba. Ondas de placer le incendiaron, provocándole suaves
oleadas de éxtasis que hacían que la sangre pareciese rugirle en las venas.
Jadeó y gimió fuera de control al llegar al punto de no retorno, estallando en
un inmenso orgasmo.
Antes de que consiguiera recuperarse,
Mingyu lo levantó y le apoyó las
caderas contra la pared para que pudiera recibirle, afirmándole las rodillas en su cintura. Desconcertado por
aquella postura, alzó la vista confuso.
—¿Mingyu?
—Durante todo el día, cada vez que te
miraba es aquí donde deseaba estar —le dijo con voz entrecortada, hundiendo el
sexo erecto en su interior—. Dentro de ti, fundido contigo.
Aquella enérgica embestida de posesión lo
dejó sin aliento y sin habla. Todavía estaba sensible, descendiendo de la cima del éxtasis, y de
pronto él lo estaba devolviendo al mismo punto por segunda vez. Una intensa
sensación volvió a recorrerle con fuerza ciega.
Mingyu lo poseyó con una pasión tan
intensa como implacable. La excitación burbujeante y enternecedora que se
apoderó de él era instintiva y salvaje. La fuerte pasión de Mingyu lo condujo
de forma lenta y constante a otro maravilloso orgasmo cuyas oleadas de placer
le hicieron convulsionar.
—No hay otra persona en el mundo que me
haga sentir tan bien como tú —susurró Mingyu.
Lo llevó hasta la cama y lo colocó sobre
el lino blanco y frío. Se desprendió por completo de su ropa y se tumbó a su
lado, calmándolo en sus brazos y retirándole el pelo de la cara. Wonwoo respiró
su aroma almizcle y viril y cerró los ojos. Estaba asombrado de la intensidad
con que le había hecho el amor, impresionado por la forma en que le había
respondido pero, por encima de todo, contento si él también lo estaba. También
se sentía feliz porque él todavía lo estaba abrazando.
—No te vas a ir ahora, ¿verdad? —Wonwoo
pensó que tenía que asegurarse dado que él había admitido que prefería no
compartir la cama.
—¿Y adonde iba a ir? —respondió Mingyu
perezosamente divertido.
—No quiero despertarme y descubrir que te
has marchado.
Mingyu recordó aquel día de hacía dos años
cuando al salir de la ducha descubrió que no estaba y lo buscó por toda la
casa. Todavía recordaba el sonido del silencio, la desolación que resonaba a su
alrededor, la sensación de vacío que sintió en su interior, y todo aquello le
asustó.
—Estaré aquí —confirmó.
—Estoy agotado —dijo un adormecido Wonwoo.
Ahora que toda su tensión se había disipado, nada impedía que el cansancio de
la boda volviese a recaer sobre él.
—¿Feliz? —preguntó Mingyu.
—Feliz —balbuceó, besándole el hombro con
un beso adormecido. Mingyu decidió que sería cruel despertarlo para contarle lo
del yate.
Se lo diría por la mañana… en algún
momento. Se preguntó si se enfadaría. Lo estrecho aún más fuerte porque no le
gustaba la idea de que cualquier descuido suyo pudiese hacerle daño.
La tercera vez que Wonwoo se despertó al
día siguiente, encontró a los pies de la cama una televisión que emitía un canal
griego de negocios. Se dejó caer sobre las almohadas con un suspiro indolente. Eran las dos de la
tarde. Habían desayunado con Hyuk y jugado con él en el jardín y un par de
horas más tarde Mingyu lo había vuelto a llevar a la cama. Al despertarse por segunda
vez, se había duchado y él se le había unido. Una tierna sonrisa se curvó en
sus labios enrojecidos. Agarró el mando de la televisión y paseó por los
canales hasta que encontró uno de cotilleos de famosos. Estaba escuchando a
medias el suave ronroneo de la televisión cuando Mingyu salió del baño.
Wonwoo lo contempló embelesado. Sólo
llevaba unos calzoncillos de seda y ofrecía un espectáculo imponente.
—¿Merece la pena que pierda el tiempo en
vestirme de nuevo? — preguntó suavemente.
Wonwoo se ruborizó. Sería honesto confesar
que él no habría tardado ni un minuto en aprovechar su increíble resistencia.
—¿Debo considerar eso un «no»?
Verse en la televisión vestido de novio en
ese momento lo distrajo. Y se quedó con la boca abierta:
—Dios mío… ¿a que el traje se ve
maravilloso?
—No era el traje, eras tú, hermoso —afirmó
Mingyu—. Pero no puedo creer que estés viendo esta basura.
—Es más divertido que las noticias de
negocios —su voz burlona se fue apagando conforme escuchaba al presentador.
—Como era predecible, Kim Mingyu disfrutó
de sus últimos días de libertad en una despedida de solteros celebrada en el
yate de Park.
Wonwoo contempló horrorizado que se
trataba de una fiesta llena de jóvenes desnudos. Aunque el presentador no los
mencionó expresamente, los ojos de Wonwoo se pegaron a la pantalla y vio a un
joven zambulléndose en el agua como Dios lo trajo al mundo…
—¡Calla! —gritó a Mingyu cuando intentó
intervenir, para que no le impidiera escuchar el resto de la noticia. Hicieron
referencia a la existencia de fotos más íntimas que, según insinuaron, no eran
aptas para todos los públicos.
—Dame eso…. —Mingyu intentó hacerse con el
mando, pero Wonwoo lo alcanzó antes, lanzándose sobre él. Por desgracia, al
mismo tiempo apretó sin querer el botón de apagado.
—¡Rata de alcantarilla! —exclamó Wonwoo incorporándose
sobre las rodillas—. Así que no celebras orgías, ¿no? ¿Y qué hacías en ese
yate?
—No lo que por supuesto pensarás —contestó
Mingyu con una compostura que para Wonwoo sólo podía añadir un insulto a
aquella ofensa—. Cualquier cosa que haga se convierte en noticia
sensacionalista.
—¡Un joven desnudo, y lo suficientemente
sensacionalista como para que me sienta indignado! —le reprendió Wonwoo.
—Tienes que dejar de creerte todo lo que
ves y lo que lees. Tanto las fotos como las historias pueden amañarse.
—¿Y qué me dices de las imágenes no apta
para todos los públicos?
—Si quieres llevar esto hasta las últimas
consecuencias, puedo enseñártelas también —con rostro tenso, Mingyu se enfundó
unos vaqueros desvaídos.
—Quiero verlas.
Pronunció aquellas palabras haciendo caso
omiso de lo que él le había dicho, porque sólo le hacía desconfiar aún más, y
entró en el vestidor a revolver armarios y cajones buscando algo que ponerse.
Actuaba como un autómata. Estaba intentando hacer acopio de fuerzas para
manejar la situación, pidiendo un respiro que liberase su cerebro y su sentido
común de tanta rabia, miedo y dolor.
Mingyu no actuaba como si hubiese hecho algo
malo. Pero, ¿lo había visto sentirse
culpable alguna vez? ¿Y por qué habría
de sentirse así? ¿Por qué
recordaba ahora que él no había respondido a la oferta que le hizo el mes
anterior, dándole a elegir entre un matrimonios platónico y total libertad o la
monogamia marital? ¿Era aquélla su respuesta? ¿U otro reclamo de los paparazis
que un joven sensato obviaría y no creería tal y como sugirió Jian?
Pero él no podía evitar pensar que para Jian era fácil decir eso
porque su marido no estaba allí.
Volvió a salir con unos pantalones blancos
de lino y un chaleco del mismo color. Mingyu le lanzó una mirada acusadora
desde el fondo de la habitación. Arrojó un periódico sobre la cama revuelta.
—Esas fotos sólo van a hacerte daño y
causarte una impresión equivocada.
Wonwoo se mojó el labio inferior con la
punta de la lengua.
—Pero si no las veo ahora, siempre me
quedará la duda.
—Es una cuestión de confianza —dijo
nerviosamente—. ¿Crees en mí?
Al oírlo, Wonwoo alzó la cara.
—Creería si me lo hubieras contado antes
de verlo en la televisión.
—¿Así es como hubieses querido que
empezase nuestro día de bodas? ¿Con toda esa basura dirigida a vender más
periódicos?
Wonwoo enrojeció y sacudió la cabeza.
—¿Y entonces cuándo ibas a decírmelo?
—Sabía que esto iba a pasar. Y debo
admitir que no tenía prisa alguna por contártelo —en sus ojos entrecerrados
asomó el fulgor de un reto.
—Entonces… ¿qué quieres que crea? ¿Qué te
secuestraron y te obligaron a subir al yate de tu amigo, y que allí te viste
forzado a recibir las atenciones de unos fulanos?
—A Hyungsik le ha dado por las fiestas
últimamente… Es un amigo, un buen amigo. Y se trataba de una despedida de
soltero, que no había organizado yo a mi gusto —proclamó Mingyu seriamente,
endureciendo el rostro—. Dios… ¡el anillo que llevo puesto no implica que te
pertenezca o que tengas derecho a decirme lo que puedo o no puedo hacer!
—O sea, que si decido salir de fiesta en
un yate con un montón de hombres medio desnudos, a ti te parecerá estupendo, no
querrás indagar a mi vuelta y respetarás mi derecho a hacer lo que quiera. Me
alegra que tengamos este acuerdo —replicó Wonwoo resueltamente.
Mingyu se quedó mudo. Lo miró con fiereza,
inundado por la rabia. Wonwoo había tentado al diablo, pero se mantuvo firme.
El silencio empezó de algún modo a bramar a su alrededor, intimidándolo.
Finalmente, Mingyu habló:
—Eso es algo que no podría aceptar.
A Wonwoo no le sorprendió en absoluto su
afirmación.
—¿Y eso por qué?
—¡Porque eres mi esposo! —dijo Mingyu,
crispado.
—¿Entonces tú haces lo que quieras y yo lo
que tú quieras también?
Mingyu se negó a caer en esa trampa. Lo
miró intensamente, como desafiándolo a disentir.
Wonwoo se preguntó por qué la conversación
había derivado en aquello y se reprendió a sí mismo por echarse atrás y tener
miedo de preguntarle la que sin duda era la única cuestión importante.
—¿Te acostaste con alguien en ese yate?
Arrugó el ceño, y aflojando la mandíbula,
contestó:
—Por supuesto que no.
Wonwoo no dijo nada. Se quedó mirando la
hermosa alfombra sobre la que él descansaba. Se sintió enfermo por la tensión y
el miedo, y mareado por el alivio. Asintiendo con la cabeza, recogió el
periódico de un tirón y salió a la terraza. Se sentía avergonzado por lo
alterado que se había puesto y por las lágrimas que humedecían sus ojos.
Mingyu, que no esperaba que él saliese, se
apartó el pelo de la frente, totalmente insatisfecho. Si lo seguía, seguramente
habría otra escena. Tenía larga experiencia en evitar enfrentamientos, porque
durante toda su infancia había presenciado las escenas histéricas que su madre
tenía con todo el mundo.
Lo más sensato era dejar que Wonwoo se
calmara, así que se preguntó desconcertado por qué deseaba ir tras él. ¿Por qué
le afectaba tanto saber que estaba solo y se sentía infeliz? Salió unos minutos
más tarde, pero él ya se había ido.
Wonwoo paseaba por los jardines, siguiendo
un sendero bajo los árboles a resguardo del sol. El periódico aún le ardía bajo
el brazo. Al llegar a la playa, se quitó los zapatos y se sentó en una roca.
Las fotos no eran tan impactantes como esperaba. A pesar de ser una fiesta en
su honor, Mingyu parecía aburrirse.
Había una foto suya en que aparecía con
una expresión fría en sus bronceadas facciones, y un joven rubio ligero de ropa
riendo su lado. Wonwoo conocía esas expresiones suyas, las conocía muy bien.
Sabía que a él no le gustaba que los extraños se le acercaran tanto y, en ese
mismo sentido, que odiaba que se abalanzaran sobre él. Detestaba la
familiaridad que otorga el alcohol. Era un Kim, nacido y criado como un
aristócrata, y por tanto, exigente e intolerante con la gente maleducada.
La congoja se le agolpaba en la garganta y
luchaba por contenerla. Arrojó el periódico al suelo. En cierto modo, él era el
que tenía un problema, no Mingyu. Era inseguro, pero sólo estaba recogiendo lo
que había sembrado.
Se había casado con él ¿no? Pero sólo le
había puesto aquel anillo en el dedo por Hyuk. ¿Cómo iba a sentirse a salvo y
seguro en esas circunstancias? Mingyu tenía perfecto derecho a disfrutar de una
despedida de soltero dentro de unos límites razonables y a esperar que su esposo
no lo convirtiese en un problema. También tenía derecho a esperar que confiase
en él, al menos hasta cierto punto.
¿Cuánto iba a durar su matrimonio si se
pasaba el día acusándolo injustamente? Era una persona celosa e insegura, pero
él no tenía por qué pagarlo. Wonwoo reconoció con dolor que aquellos sentimientos eran el precio a
pagar por casarse con un hombre que no lo amaba.
De pronto escuchó unas pisadas sobre la
arena. Mingyu llegó hasta donde estaba, cubriéndolo con su sombra, y se
levantó.
—Lo siento —susurró—. No he dejado que te
explicaras.
Mingyu respiró aliviado y lo rodeó con los
brazos, descansando su frente sobre su cabeza.
—Te juro por mi honor que no pasó nada.
¿Me crees?
—Sí —soltó Wonwoo—. Se te ve harto en esas
fotos.
—Crecí inmerso en esa forma de vida, que
fue la que destruyó a la familia que podía haber tenido. Las drogas acabaron
con mi madre;
la mala salud y las infidelidades de Yoojin acababan por arruinar
sus relaciones. Y mi hermano
mayor siguió sus pasos —reconoció con tristeza—. Yoojin me concibió el día que
se casaba con otro hombre que no era mi padre. Para cuando se supo la verdad,
mi verdadero padre había muerto y el hombre que yo creía mi padre me volvió la
espalda. ¿No es para volverse loco? Pero siempre he necesitado y pedido más a
la vida.
—Lo sé —le apretó las manos. Le habían
obligado a aprender lecciones muy duras desde muy pequeño—. Eres fuerte. Pero
sé que necesito confiar en ti.
—Es culpa mía que no lo hagas —Mingyu lo
miró con ojos oscuros llenos de sinceridad—. Debería habértelo contado todo
antes de la boda, pero era demasiado orgulloso. Sólo te quiero a ti, hermoso.
Wonwoo no estaba preparado para escuchar
aquellas palabras. Tragó saliva y cerró fuertemente los ojos. De pronto su
corazón dejó de pesarle y se disiparon todas las sombras. Le había dicho mucho
más de lo que aquellas palabras expresaban. Mingyu quería realmente que su
matrimonio funcionase y estaba preparado para realizar ese esfuerzo. Recordó su
estupidez del día anterior, cuando le dijo que ya no lo amaba, y estuvo a punto
de ponerse a gritar.
¡Qué ciego había estado! Ya era hora de
que se deshiciera de tanto orgullo y tanto estar a la defensiva.
—¿Con un esposo que me despierta a mitad
de noche y se pone travieso conmigo, de dónde voy a sacar la energía? —murmuró
Mingyu en tono burlón.
Wonwoo enrojeció hasta las pestañas.
—No pretendía despertarte. Estaba oscuro…
y no estaba seguro de dónde me encontraba…
—Excusas… excusas —Mingyu le dedicó una
mirada tan provocadora que a hizo que a su estómago le diera un vuelco—. Pero
esta noche me tocará a mí.
***Disculpen la tardanza, no había podido subir los caps. ***
Hasta que se supo...
ResponderEliminarPero que fea respuesta la de mingyu, como que solo le puso el anillo pero no puede decirle nada...
Ahhhh estos dos me van a sacar canas...