Mientras Yesung salía de la habitación, Wook lo recorrió de
modo inconsciente con la mirada. Y después de verlo salir, cerró la puerta y se
apoyó contra ella con las palmas extendidas sobre la suave frescura de la
madera. Recordó entonces que le había mentido al decirle que no recordaba lo
que había sentido cuando habían hecho el amor.
Yesung había sido muy tierno; lo había acariciado con manos
delicadas y expertas para despertarlo. Wook estaba tan emocionado que ni
siquiera había pensado en Sunjoon, pues inmediatamente se había perdido en
aquel mundo de maravillosas sensaciones que eran invocadas por aquellas
inteligentes manos.
La oscuridad de la noche no le permitía verlo; sin embargo,
no había sentido miedo, pues sabía perfectamente de quién se trataba. El aroma
de Yesung era muy especial, de hecho todavía tenía el poder de seducirlo.
Y la reacción de Wook se había debido en gran parte a las
fantasías que albergaba durante las cálidas y agradables noches veraniegas, en
las que se imaginaba que Yesung se acercaba a él cuando estaba dormido, lo
abrazaba y lo despertaba a besos. Siempre lo había querido, pero su cariño
infantil se había convertido a lo largo de aquel verano en algo profundo y
prohibido que le hacía ansiar la satisfacción de una oculta e intensa pasión.
Cada noche, antes de dormirse, se decía que sus fantasías no
hacían daño a nadie, ya que nadie, y mucho menos Sunjoon, se enteraría nunca de
ellas.
Yesung le había excitado de tal manera que le había hecho
olvidar cualquier prejuicio moral que pudiese haber albergado. Y entonces su
rendición había sido completa.
Al sentir su boca en su pecho se había estremecido, no de
miedo, sino de placer. Se había retorcido con ansiosa voluptuosidad buscando
más, algo que calmase la ansiedad que sentía entre las piernas.
Al sentir la
presión de su erección no se había asustado, al contrario, instintivamente
había conseguido una provocativa respuesta deseando un contacto más íntimo.
—Querido, cuánto entusiasmo... —había sido lo único que
había dicho Yesung, y recordar en ese momento la ternura y el amor que
encerraban sus palabras, casi le hacía llorar.
Cuando por fin lo había hecho suyo, lo había hecho de un
modo tan dulce que no le había causado ningún dolor, sólo había originado una
sensación tan intensa como una explosión, que le había hecho imprimir a sus
caderas un movimiento acorde al de él.
Yesung sólo había tenido un breve momento de titubeo, pero
al sentirlo moverse bajo él, había continuado.
Había sido una experiencia maravillosa, pero Wook no había
alcanzado el clímax, pues de pronto, cuando Yesung había lanzado un grito y se
había hundido todavía más en él, en el momento preciso en el que sus gemelos
habían sido concebidos, Wook había comprendido de pronto la enormidad de lo que
había permitido que sucediese, así como la traición de que había hecho objeto a
la persona que tan buena había sido con él, que se lo había dado todo, incluso
el camisón que minutos antes le había quitado Yesung.
Incluso después de los once años pasados, recordaba a la
perfección todo lo sucedido aquella noche. Y le parecía sentir que hacía tan
sólo un momento tenía sobre su boca la de Yesung.
—¿Sunjoon? —había preguntado Yesung, con una nota de
esperanza en la voz.
—No, no soy Sunjoon —había respondido él. Cada una de las
palabras de Yesung había sido como una puñalada en un momento en el que el aire
todavía estaba impregnado por el olor de su pasión.
La sorpresa y la furia de Yesung habían marcado para Wook el
límite del dolor. Yesung se había separado de él con una agilidad animal y se
había puesto de pie para ir a encender la luz. Wook se había tapado el rostro
con las manos, mientras las lágrimas fluían de sus ojos.
—¿Qué demonios haces aquí? —le había preguntado Yesung con
una cólera salvaje—. ¿Dónde está Sunjoon?
Wook había tratado de explicárselo, pero el presentimiento
de que acababa de suceder algo terrible que iba a afectar las vidas de todos
para siempre no lo había dejado hablar.
—¿Dónde está? —había dejado hablar.
—En... casa de... de los Jung, me ha dicho que...
—Y tú has decidido que era la oportunidad perfecta para
satisfacer tu capricho, ¿no es cierto, pequeña zorra? —en su voz había una
amenaza tal, que Wook había llegado a temer por su vida. Con una mano lo había
obligado a bajar lo que tenía sobre los ojos; pero Wook, en una actitud
infantil, había cerrado los ojos— Mírame —le había ordenado Yesung, y él había
tenido que obedecer.
Había abierto los ojos y había visto que Yesung lo miraba
con un odio y un desprecio tan intenso, que había sido como si se hubieran
desatado las furias del infierno.
—Eres igual que tu madre —le había reprochado Yesung con un
profundo desprecio—. ¿Es que su experiencia no te ha enseñado nada? Sal
inmediatamente de mi cama... y de mi vida. No quiero volver a verte nunca más,
¿entiendes?
Como un hombre aprisionado dentro de una fortaleza de
amargura, cubierto por una armadura de salvajismo, Yesung lo contemplaba como
si hubiese matado algo raro y precioso para él, algo que nunca recuperaría.
—Sí —había susurrado Wook. Y ésa había sido la única palabra
que había logrado abrirse paso entre la dolorosa sequedad de su garganta.
—Mañana volverás a Incheon. Si Sunjoon... —Yesung había
tragado saliva antes de continuar con dureza—... si Sunjoon vuelve antes de que
tú te vayas de Mouserabbit, le dirás que tu madre te ha llamado para pedirte
que vayas para allá, pues te ha conseguido un trabajo. Saca de esta casa todas
y cada una de tus pertenencias y no vuelvas nunca, ¿me escuchas?
Hipnotizado por el fuego que veía en el fondo de los ojos
del hombre con el que, por primera vez en su vida, acaba de hacer el amor, Wook
se había limitado a asentir por medio de un movimiento de cabeza.
—Y si alguna vez llegas a contarle a Sunjoon algo de esto
—había continuado Yesung en tono implacable—, haré que seas tan desgraciado que
desearás haber muerto.
—Yesung, te juro que... —había susurrado.
—No quiero oír tus mentiras. Sal de aquí, Ryeowook. Vete
antes de que me olvide que se supone que soy un nombre civilizado y te haga
pagar lo que acabas de hacer.
Anonadado, Wook se había aferrado con fuerza a su pijama y
había corrido hacia su propia cama.
Al amanecer, ya tenía hechas las maletas. No había bajado a
desayunar. Pensar en comida le hacía sentirse enfermo, y la perspectiva de
encontrarse con Yesung... o, lo que era peor, con Sunjoon... lo había mantenido
dentro de su habitación. Cuando, poco después de las nueve de la mañana, oyó
que alguien llamaba a la puerta de su habitación, había pensado que se trataría
de Sunjoon y había empezado a temblar, seguro de que tenía la culpa escrita en
el semblante.
Aunque quien llamaba era Yesung.
—Sunjoon no ha llegado —le había dicho con fría hostilidad—.
Te llevaré en el coche.
Wook había asentido con la mirada baja.
—Cualquier cosa que suceda —había dicho Yesung cuando ya se
encontraban en camino—, debes avisarme de inmediato.
¿Estaría pensando ya en ese momento que si se quedaba
embarazado le quitaría al hijo? En su solitario cuarto del hotel, Wook se
estremeció. Nunca lo sabría, Yesung no se lo diría.
—Te lo diré —había asegurado entonces, a pesar de que las
lágrimas no le permitían hablar bien.
—Deja de llorar —le había ordenado él con un frío odio en la
voz.
—Yesung, en serio yo no sabía que ibas a dormir en casa. Si
no me crees... pregúntaselo a Sunjoon.
Por supuesto, él no la creía, pero cuando Sunjoon volviese,
seguramente le contaría por qué él no estaba en casa.
Y cuando Yesung había vuelto a pedirle que no volviese nunca
a Mouserabbit, Wook se había sentido como la más malvada y sórdida de las
criaturas.
A su madre le había explicado que había salido de casa de Sunjoon
porque iban a tener huéspedes y necesitaban espacio, y ella le había creído. Y,
cuando por fin había tenido que confesarle su embarazo, su madre lo había
mandado a un hogar para madres y appas solteros, ya que no quería tener que
aguantar todas sus molestias. Ni siquiera le había preguntado quién era el
padre.
Y a él, aturdido por la situación, ni siquiera se le había
ocurrido comunicarle a Yesung su embarazo.
Para gran asombro suyo, Sunjoon había llegado un día a
visitarlo.
—Tengo mis métodos —le había respondido cuando Wook le había
preguntado cómo se había enterado.
El bondadoso Sunjoon no le había hecho ningún reproche,
había estado charlando con él de manera muy agradable y lo había tratado con el
cariño de siempre. Wook se encontraba agobiado por la culpa, pero era obvio que
Sunjoon ni siquiera se imaginaba que Yesung era el padre.
Al despedirse, y a petición de Wook, Sunjoon le había
asegurado que no le diría a nadie lo sucedido, ni siquiera a Yesung. Pues a
pesar de todo, él era todo un caballero y, si se llegaba a enterar, se sentiría
responsable por los niños y por él, lo que provocaría insoportables
complicaciones.
Sunjoon no había vuelto a visitarlo y Wook pensaba que había
sido mejor así.
«Y ahora», pensó en la oscuridad de su habitación del hotel
mientras contemplaba el negro cielo de aquella noche de verano, «¿qué voy a
hacer ahora?»
Se sentía tan desarraigado, abandonado y deprimido como
cuando hacía años había tenido que dejar a sus hijos.
Después de su primera aparición como modelo, su carrera
había sido meteórica y lo había llevado a viajar por muchas partes del mundo, y
nunca había vuelto la vista atrás.
Pero aquella vez no iba a ser tan fácil. Su primera
intención había sido irse para siempre después de ver a sus hijos. Pero
conocerlos le había vuelto ambicioso y quería más. Mucho más.
Y Yesung le obstaculizaba el camino.
La cama del hotel no era muy cómoda. Pero no fue la causa de
que Wook no durmiese bien aquella noche. En el sueño flotaban los fragmentos de
la conversación con sus hijos, y la noche estuvo repleta de imágenes del
pasado.
Al no poder dormir, se puso a recordar el magnetismo de su
primo, su entusiasmo y la paciencia con la que había ayudado al tímido chiquillo
que era él a salir de su hermetismo para empezar a conocer el mundo verdadero.
A Wook había llegado a no importarle qué su propia madre no lo quisiese, pues
contaba con el amor inconmensurable de Sunjoon. A él le debía mucho más que el
encanto que tenía.
Le debía haber aprendido a amar.
Y Sunjoon había amado a sus hijos.
Aunque Wook ya sabía que no iba a ser fácil, no era
realmente consciente de que su retorno a Cheonan iba a ser tan complicado. Pero
haber visto a Hakyeon y a Heecheol hacía que todo valiese la pena. Sucediera lo
que sucediese, sabía que tenía por quien luchar.
Al día siguiente, poco después de las ocho de la mañana,
cuando sonó el timbre del teléfono, Wook contempló el auricular con recelo,
aunque sabía que era una tontería.
—¿Sí? —preguntó al descolgar.
—¿Ryeowook? —preguntó una voz que hizo vibrar una cuerda en
su memoria.
—Sí, soy yo.
—Ryeowook, soy Sungmin. Mi nombre de soltero era Lee Sungmin,
pero ahora soy Cho Sungmin.
Y el recuerdo ocupó lugar en la memoria. El padre de Lee
Sungmin era dueño de una tienda de objetos de pesca; y, aunque su esposa y él
eran mayores que Sunjoon y Yesung, a menudo visitaban Mouserabbit y llevaba a
su joven hijo, un brillante y travieso chiquillo unos dos años menor que Wook.
—Ah, así que al final lograste atrapar a Kyuhyun.
Sungmin soltó una alegre carcajada.
—Aja, hace cinco años que logré derribar sus defensas. Ahora
vivimos en Ilsan y tenemos una autoescuela, además de una tienda.
Charlaron durante algunos minutos. Sungmin le contó que se había
enterado de su presencia en el pueblo por una conocida en común que la había
visto; había llamado después a Mouserabbit y Yesung le había dicho dónde se
encontraba hospedado. Invitó a cenar a Wook «para ponerse al corriente en los
últimos chismes». Wook aceptó encantado y quedaron en verse esa misma noche.
Wook se terminó el cereal y se tomó después un vaso del
mejor zumo de naranja que había probado en su vida. Su exquisito sabor quizá
era debido al hecho de que la fruta había sido cortada del enorme árbol que
podía ver desde su ventana y exprimida a mano tan sólo media hora antes.
Por primera vez en muchos años, Wook no tenía el tiempo
contado ni compromisos pendientes, y era irónico que sintiese que el tiempo se
extendía ante él como un interminable río flanqueado por una monótona playa
siempre igual.
Aquella habitación, con su gastada alfombra y la colcha
vieja sobre la cama, no se parecía nada a los lujosos hoteles en los que estaba
acostumbrada a hospedarse, y tampoco a su apartamento de Seul, pero no echaba
de menos ni el lujo ni el espacio. La noche anterior había dormido con la
ventana abierta, lo que había permitido la entrada del dulce y fresco aire de
aquella noche tapizada de estrellas y perfumada con las tenues exhalaciones del
césped y de las plantas.
Aquel día lo dedicaría a visitar varios jardines y una
galería de arte. Sería un buen día.
Por la noche, se arregló con cuidado para la cena en casa de
su amigo, aunque sabía que sería informal. Pero era una persona famosa y
seguramente despertaría la curiosidad de los asistentes.
No obstante, al llegar a la agradable casa de Sungmin,
situada en una colina y con una vista magnífica de la bahía, a la primera
persona que vio fue a Yesung. Había pasado todo el día en el pueblo según le
explicó Sungmin, y por eso no le había pedido que le llevara.
Yesung sabía que él iba a estar presente, pues cuando se
puso de pie no había en sus ojos ningún rastro de tristeza. Deseando en
silencio que su anfitrion le hubiese informado quiénes serían los invitados, Wook
sonrió con recelo.
—Hola, Wook.
No había ninguna condena en su voz, pero él la distinguió en
su mirada.
Por suerte, Sungmin había decidido que cuatro personas eran
suficientes para su cena. O quizá fuese mala suerte, pues si a Wook nunca le
había importado estar con personas a las que apenas conocía, la forzada
intimidad de aquella ocasión significaba que no podría sentirse relajado.
Aunque durante la primera parte de la velada no fue difícil,
pues Sungmin y su esposo se limitaron a contar recuerdos que los cuatro
compartían y fueron motivo de más de una carcajada.
Pero de manera inevitable llegó un momento en el que
empezaron a hablar de otros temas. Sungmin
le pidió a Wook que hablase de su
«fascinante» profesión, y tuvo que contar varias anécdotas divertidas.
Sin embargo, cuando miró hacia Yesung se dio cuenta que a él
no lo había engañado y que sabía muy bien que con su conversación superficial
estaba tratando de evitar preguntas sobre temas más importantes.
—Cuando éramos niños, yo te envidiaba por saber moverte con
una gracia tan natural; era como si... como si... —Sungmin miró a su alrededor
en busca de ayuda.
—Según Sunjoon —contribuyó Yesung—, era como observar algo
extraño y maravilloso procedente de las profundidades del tiempo.
—Sí, eso es —asintió Sungmin.
—He aprendido a vestirme bien, a arreglarme de muchas
formas. Recuerda además, que las fotografías pueden ser retocadas y que los
fotógrafos usan todos sus trucos para lograr el efecto deseado. Y el público
llega a idealizarnos.
—¿Y eso te molesta? —preguntó Yesung, muy serio y con una
gran frialdad en la mirada.
—Sí —reconoció Wook, por cuyo rostro había cruzado una
sombra—. Al principio ni siquiera se me ocurrió pensar en eso, pero últimamente
me he dado cuenta del mucho daño que puede causar esa clase de idealización.
—¿A qué demonios te refieres? —preguntó Sungmin indignado—.
Nadie se toma en serio esas fotografías.
—¡Ojala que nadie del mundo de la publicidad te oiga decir
eso! —exclamó Wook, y se apresuró a cambiar de tema—. Sungmin, ¿estás a dieta?
—Yo... bueno, sí, estoy intentando adelgazar un poco.
—Pues muchos médicos dicen que lo único que se logra con las
dietas es engordar más. Pero tú no estás gordo, eso es lo triste.
—Eso es exactamente lo que yo le digo —repuso Kyuhyun—. A mí
me gusta así como está. ¡Es ridículo que se ponga a dieta!
—¿Y tu nueva convicción de que los modelos pueden ser
perjudiciales para el resto de las población constituye la razón de tu
renuncia? —dijo Yesung volviendo sobre el tema.
—En parte —aseguró Wook—. Pero también lo he dejado porque
es un trabajo muy duro y puede llegar a ser muy cansado. En muchas ocasiones,
la famosa mirada lánguida de las modelos es el resultado de su aburrimiento. No
es que me queje, pues ha sido un buen trabajo para mí y la mayoría de la gente
que he conocido adoraba su trabajo y les horrorizaría ser acusados de manipular
a la población.
—Y por supuesto que las ganancias son muy grandes —añadió Yesung
con gentileza—. Para todos. Y casi parece que, con tu opinión estuvieses mordiendo
la mano que te da de comer.
Wook tuvo que hacer un gran esfuerzo de voluntad por
contener su furia.
—Este trabajo también tiene sus ventajas, ya que es uno de
los pocos en los cuales el aspecto de una persona no se vuelve contra ella. Por
supuesto que también significa que nadie volverá a tomarte en serio, pero no se
puede tenerlo todo, y en el mundo hay muchas personas que no son tomadas en
serio por su aspecto, sea éste bueno o malo.
Como todos se quedaron en silencio, Sungmin se apresuró a
decir:
—Pues la verdad es que nos has hecho pensar con lo que nos
has dicho. Ah, y veo que sigues llevando el medallón con el que aparecías
siempre en las revistas. Es un portarretratos ¿no? ¿De quién es la fotografía
que llevas?
—Oh, de nadie; no llevo ninguna fotografía —respondió Wook
con vaguedad.
—¿Entonces por qué lo llevas?
—Fue una idea publicitaria de mi agente para ayudarme a ser
reconocido.
—Muy inteligente —dijo Yesung pensativo y con la mirada fija
en el pequeño adorno; en ese momento, un ligero movimiento de Wook hizo que el
medallón quedara resguardado por su camisa.
—¿Y qué harás ahora que te has retirado? —preguntó Sungmin.
—Todavía no estoy seguro —respondió Wook con una vaga
sonrisa—. Pero ya encontraré algo... ¿Por qué no nos hablas ahora sobre vuestro
negocio?
Sungmin y Kyuhyun estaban más que ansiosos por hablar de ese
tema, y el resto de la cena transcurrió en un ambiente muy agradable. De
pronto, Wook se sorprendió al encontrarse con un segundo vaso de vino en la
mano, él que normalmente no solía beber dejó el vaso a un lado.
Ya era tarde cuando por fin salieron al exterior.
Estremeciéndose por el frío, Wook admiró el paisaje.
La pálida luna asomó tras
su escondite de nubes y los baños con sus rayos de plata.
Detrás de Wook, Sungmin y Kyuhyun reían en el umbral de la
puerta.
Wook se sintió invadido por un enorme sentimiento de
desarraigo y abandono. Nunca había conocido un verdadero hogar, pues los
lugares en los que había vivido con su madre habían estado desprovistos de un
verdadero calor de hogar debido a la amargura de su madre; una amargura que le
impedía proporcionar a su hijo el amor que tanto necesitaba.
Y tampoco podría decirse que Mouserabbit hubiese sido un
hogar para él, a pesar de lo mucho que le gustaba.
Ojala Sungmin y Kyuhyun se diesen cuenta de lo afortunados
que eran.
Wook ni siquiera podía permitirse el lujo de considerar suyos
a los hijos que había llevado en su vientre, pues habían sido educados a imagen
y semejanza de Yesung y Sunjoon, no de él.
Pero no debía lamentarse, pensó mientras se despedía de sus
anfitriones, él tenía muchas más cosas que muchos jovenes de su edad y lo único
que le hacía falta era un trabajo que valiese la pena. A su tiempo, llegaría el
amor y viviría tranquilo durante el resto de su vida al lado del hombre amado.
—Te seguiré en mi coche —dijo Yesung, a la vez que sostenía
abierta la puerta del coche de Wook para que se subiera.
—Gracias —respondió Wook.
Podría haber protestado, pero no habría podido evitar que Yesung
lo acompañase, pues en su mundo los jóvenes y mujeres constituían el sexo
débil, que necesita ser cuidado y protegido.
A los diez minutos, otro coche se interpuso entre el de Yesung
y el de él con una sucesión de bocinazos. Wook miró por el espejo retrovisor y
quizá fuera ese instante de distracción que lo llevó dar la vuelta en el
siguiente desvío, no vio a un coche que se dirigía hacia él hasta que ya fue
casi demasiado tarde y, a pesar de que los frenos le respondieron, no pudo
evitar que su coche se fuese a la cuneta.
El hecho de llevar puesto el cinturón de seguridad lo salvó
de sufrir una herida seria, pero se dio un doloroso golpe en la rodilla.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Yesung al abrir la puerta. Wook
no le respondió, estaba demasiado aturdido—. Wook, ¿te encuentras bien? —cuando
le tocó el brazo, él volvió a gritar de dolor—. ¿Qué pasa? ¿Dónde te has hecho
daño?
—He sentido que algo me golpeaba en la rodilla. Y también me
duele mucho la mano.
—¿Sientes dolor en alguna otra parte del cuerpo?
—Me duele un poco la cabeza.
—Ya he solicitado ayuda por el teléfono de mi coche -dijo Yesung
con voz suave, a la vez que cubría a Wook con una manta de viaje—. ¿Estarás
bien si te dejo por un momento para hacer señales si alguien se acerca?
—Sí, por supuesto.
Al poco rato, llegó la ambulancia a recogerlo y, después de
ser atendido, bien vendado y tomar unas píldoras para el dolor, Wook se
encontró en el enorme Mercedes de Yesung. Por suerte no había sufrido ninguna
fractura, sólo una luxación de la muñeca.
—¿Qué pasará con el coche? —preguntó mientras Yesung ponía
el Mercedes en marcha. En ninguna de las granjas podían verse luces encendidas,
y no se veía ningún otro coche por el camino, lo que le daba a Wook la
sensación de encontrarse en el fin del mundo.
—No te preocupes, ya he hecho todo los arreglos necesarios.
La grúa lo ha recogido y lo ha llevado a un taller. Mañana me pondré en
contacto con tu seguro.
Quizá eso no fuese lo mejor, pero lo dejaría hacer las cosas
a su modo.
Se encontraban a punto de llegar a Mouserabbit cuando Wook
comprendió hacia donde se dirigían.
—Yesung, yo no puedo quedarme ahí.
—Pues me temo que no te quedará otro remedio —le aseguró él,
sin hacer ningún intento por fingir que deseaba su presencia—. El doctor ha
indicado que debes reposar durante un par de días. Y no te hagas el tonto, Wook.
¿No es esto lo que tú querías, una oportunidad para conocer mejor a los niños?
Por supuesto que deseaba esa oportunidad, pero no quería
estar en la casa en la que Sunjoon había impuesto su personalidad, y en la que
el sentimiento de culpa surgía con tanta fuerza.
—No quiero causarte molestias —dijo con buena voluntad—. Lo
que voy a hacer es contratar una enfermera.
—No te voy a atender yo, sino Bada, la mujer que viene a
casa para ayudarme con los niños.
Wook se encontraba completamente agotado, por lo que no pudo
evitar un enorme bostezo.
Cuando llegaron a la casa, Wook intentó salir del coche,
pero sintió que las piernas no podrían sostenerlo, lo que no pasó desapercibido
para Yesung.
—¿Quieres que te lleve en brazos?
—No, gracias, no es necesario —le aseguró, aunque sin poder
evitar que él le ayudase a caminar.
En el interior de la casa, había también un olor que Wook no
recordaba haber percibido en ninguna otra casa; el aroma de un hogar feliz. En
alguna ocasión su principal ambición había sido tener una casa que oliese como
aquella.
Yesung lo llevó a la pequeña habitación que anteriormente
había sido suya. Nada parecía haber cambiado en las otras dos habitaciones en
las que Wook había estado, pero en aquella no había nada que recordara su
pasado. La colcha blanca había dado lugar a otra de rayas azul y oro; los
muebles eran diferentes y hasta los cuadros que adornaban las paredes habían
sido cambiados.
—Te enviaré a Bada para que te ayude a desnudarte —le indicó
Yesung desde el umbral.
—No es necesario, podré arreglármelas solo.
—Entonces, lo único que puedo hacer es desearte que pases
una buena noche. Quizá mañana por la mañana no nos veamos, pues tengo que ir a
una reunión. Que duermas bien.
Quince minutos más tarde, le costaba despojarse de la ropa,
pero al fin lo logró, no sin darse un par de dolorosos golpes en la muñeca. Y
estaba a punto de dirigirse al cuarto de baño para lavarse la cara, cuando oyó
que alguien llamaba a la puerta.
—¡Un minuto por favor! —gritó, mientras miraba a su
alrededor en busca de algo con lo que cubrir su casi total desnudez, tomó su camisa
y la usó como un escudo al acercarse a la puerta con la intención de abrirla un
poco, pero no pudo hacerlo con la mano izquierda y, para su horror, la puerta
se abrió de pronto.
La puerta le golpeó el pie, lo que le provocó un grito de
dolor; y, cuando se echó para atrás, la rodilla herida chocó contra el respaldo
de una silla de madera y el movimiento le hizo caer sobre la cama.
—¿Qué demonios...? —preguntó Yesung abriendo la puerta por
completo.
Esto esta mas bueno que el pan~
ResponderEliminaraunque sigue sin gustarme la actitud de Yesung, siempre tan hostil y desagradable~
ahhh!! aun quiero saber que fue lo que desearon los niños~
Creo que entiendo el mal entendido de aquella vez, me suena a que Sunjoon tiene mucho que ver con esa 'fatidica noche' por como Wook cuenta que sucedieron las cosas, imagino que Sunjoon ideo esto para que Yesung tenga los hijos que quería u.u peeero son solo suposiciones, ya quiero el próximo capítulo >_<
ResponderEliminarSanta madre...eran primos........Joon y Wook eran primos
ResponderEliminarNo,no hay duda,Joon planeo todo,la casa sola,que durmiera en su cama,la pijama que le dio....todo estaba friamente calculado....claro que aceptar una "traición" de parte de su primo y de su esposo no es cualquier cosa,si es así,Joon tenia que haber sabido todo para aceptar y dejar que las cosas pasaran.....cierto
Casual que Min invite a Wook a cenar y este Yesung ahí...¬¬
¿a qué regreso yesung al cuarto de wook?,no pudo esperar a que wook le habriera....si claro
dios y apenas es miercoles T_T
Apuesto todo lo que tengo -como si fuera mucho xD- a que la tal SunJoon tiene que ver con todo lo que pasó entre Yesung y Wook, no sé es DEMASIADA casualidad, además me molesta que hablen de ella como si fuera una santa y tengo la fuerte impresión que no lo es.
ResponderEliminarPor otro lado, fue muy doloroso leer todo lo que sufrió Wook, me dio pena la forma en que fue tratado.
No entiendo la actitud de Yesung, por un lado es frío y hasta cruel con Wook y por otro parece que se preocupa y quiere protegerlo.
En fin, me gustó mucho el cap, nos leemos en la siguiente actu ^^
Oh Wookie, tan solo, y ahora con dolor, fisico ya que el emocional no se va nunca para el, esta increible Yota, me encanta la trama Yeye lo trata tan mal, me apena eso ....
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