Una ola de mareo atravesó a Wook y echó mano a
la pared para sostenerse a sí mismo, pero estaba demasiado lejos.
Un par de manos fuertes lo agarraron y
detuvieron la caída, pero estas manos no lo lastimaban.
Yesung. Reconocería su toque en cualquier
lugar.
—¿Qué demonios estaban haciendo con él? —lanzó
la dura pregunta a Shindong.
Shindong miró enojado, de las ampollas que le
marcaban el brazo, al hombre en el suelo que estaba sangrando por el labio
partido. La culpa apretaba su boca, profundizando las líneas de alrededor.
—¡Sácalo de aquí! Trataré con él.
—No. Yo voy a tratar con él —dijo Yesung—. Tú
llévate al niño.
—Eres el único que puede tocarlo. Además, por
la mirada en tu cara, vas a matarle.
—¿Y?
—Y, esa no es la manera en que nosotros
hacemos las cosas. Él perdió la cabeza. Ya sabes cómo es ‑cuan desesperado se
pude hacer el dolor. No voy a matar a un hombre por hacer algo que yo mismo he
pensado en hacer demasiadas veces para mi propia comodidad.
Un bajo estruendo de alerta se levantó del
pecho de Yesung.
—No te atreverías.
El hombre que lo había herido se puso en pie. Wook
se apartó de él, tropezando con sus propios pies en la prisa.
—Vete, Yesung. ¡Fuera de aquí! —dijo Shindong.
Wook recuperó el equilibrio y tiró del brazo
de Yesung. Él realmente no quería ser la causa de cualquier derramamiento de
sangre, y si no conseguía que Yesung se fuera, no había duda de que iba haber
más que eso.
—Llévame a casa, Yesung. Estoy cansado.
Yesung lo miró, y sus rasgos afilados se
relajaron. Sus ojos se deslizaron por su brazo y soltó una maldición violenta
antes de levantarlo y enfilar por el pasillo.
La parte de Wook que necesitaba demostrar que
era independiente luchó contra la parte que amaba estar cerca de él de esta
manera. Al final, el lado práctico ganó. No había pasado los últimos meses
haciéndose cada vez más fuerte sólo para ser tratado como si fuera a partirse
si el viento soplaba con demasiada fuerza.
—Puedo caminar —le dijo.
—No.
—¿A dónde vamos?
—A ver a la maldita sanguijuela chupasangre de
Kevin.
Wook se estremeció por sus duras palabras, y
la ligera vacilación en el paso de Yesung le dijo que él lo había notado.
—Él no me va a sanar —dijo—. Mi sangre le
lastima.
—Bien. El bastardo se reserva el derecho.
—Detente, Yesung. No hay motivo para
despertarlo de nuevo hoy.
Yesung se detuvo en seco y lo miró. No era un
hombre tradicionalmente apuesto, pero los planos ásperos de su rostro le
atraían y le hacían desear tener el coraje de acariciar su piel con la punta de
los dedos.
—¿Otra vez? —preguntó—. ¿Lo has visto hoy? ¿Te
has hecho daño en algún sitio que yo no sepa?
—No, tuve que llevarle el hueso, y él estaba
muy cansado cuando me detuve allí. Déjale dormir. Mi brazo estará bien.
—¿Él trató de tomar tu sangre?
—No. Acabo de decirte que lo lastima.
El pecho de Yesung se levantó con un suspiro,
apretando su hombro contra sus músculos duros, los cuales deseaba que le
permitiera sentir con los dedos. Cada vez que se acercaba, Yesung daba marcha
atrás.
Y entonces se le ocurrió que estaba demasiado
ocupado para alejarse ahora. Podía hacer lo que quisiera, y él tendría que
soltarlo para detenerlo.
Antes de que perdiera la oportunidad, deslizó
el brazo sano alrededor de su cuello y acurrucó la nariz justo debajo de su
oreja. Su aroma se le subió a la cabeza, haciéndola girar. No había nada floral
en él, ni siquiera el olor a jabón, sólo el olor de su piel y la cálida paz que
le llevaba a respirar de él.
Wook sintió que sus músculos se tensaron a su
alrededor, sosteniéndolo más apretadamente cuando comenzó a caminar de nuevo -y
más rápido en la dirección opuesta. A él realmente no le importaba a dónde le
llevara. Después de muchos meses de desear que él volviera a casa, simplemente
estaba contento de que estuviera aquí, lo suficientemente cerca para tocarle.
—Kevin me dijo que sólo me ayudaría a saber la
verdad acerca del hueso si le dabas tu sangre. ¿Me ayudarías?
—Kevin ya tuvo mucho de mi sangre. Dile que
use eso.
—¿Así que no puedes ayudarme?
—Lo siento. Él tendrá que encontrar a otro
imbécil.
Genial. Ahora, ¿qué iba a hacer? Tal vez Siwon
lo ayudara.
Ellos se detuvieron delante de la puerta de la
habitación que compartía con Siwon y Heechul. Él golpeó la puerta con la punta
de la bota. Nadie acudió.
La luz de la cerradura electrónica pasó de
rojo a verde y la puerta se abrió.
—Sabía que él estaba observando —dijo Yesung
en voz baja.
—¿Qué? —preguntó Wook.
—Zhoumi. Él es el hombre detrás de todas las
cámaras de seguridad. Tiene acceso por control remoto a todas las puertas y nos
dejó entrar.
Yesung lo llevó al interior y lo puso en el
sofá. Wook trató de aferrarse a él, pero se las arregló para liberarse del
brazo y alejarse de nuevo.
—¿Siwon? ¿Heechul? ¿Estáis en casa?
Nadie respondió.
—¿Tienes miedo de estar a solas conmigo? —le preguntó.
—Joder, sí. Y tú también deberías tenerlo, si
no, es que estás loco. Debes escuchar a tu hermano y mantenerte alejado de mí.
Picaba que él le llamara loco, pero dolía aún
más saber que no quería estar cerca.
—No me harías daño. Y no sé por qué Heechul no
puede verlo de la manera en que yo lo hago.
Hizo caso omiso de su comentario y se restregó
la cara con su mano, luego miró a su alrededor como si estuviera buscando un
medio de escape.
—¿Por qué me odias? —le preguntó—. ¿Tienes
miedo de que la locura sea contagiosa?
Yesung frunció el ceño hacia él, confundido
por el impacto, como si a él le hubieran brotado cuernos.
—No te odio. Nunca te he odiado.
—No puedes soportar estar cerca de mí. Eso
viene a ser la misma cosa.
—No. En realidad no.
—Entonces, ¿por qué? ¿Por qué huyes? ¿Te he
hecho daño de alguna manera?
Yesung entró en la pequeña cocina abierta,
cogió unos cubitos de hielo, y los envolvió en una toalla fina.
—Aquí. Esto podría ayudar.
Wook tomó la toalla y la apretó contra las
ampollas, ocultando el estremecimiento de dolor que la presión le causaba.
—No has respondido a mis preguntas.
Él se paseó entre el sofá y el televisor, de
ida y vuelta, todos sus movimientos bruscos y agitados.
—¿Ni siquiera vas a hablar conmigo ahora? —le
preguntó.
—Maldita sea, Wook, tienes que dejar de
presionarme. Estoy haciendo lo mejor que puedo aquí, tratando de mantenerme
bajo control.
—¿Qué quieres decir? ¿Por qué tienes que
controlarte?
—Realmente no lo entiendes, ¿verdad?
Wook negó con la cabeza. Tenía el pelo casi
seco ahora, pero aún frío contra la piel.
—Podría si tú me lo explicaras.
Yesung mantuvo el ritmo, ignorándolo. Wook
estaba enfermo hasta la muerte de ser ignorado. Había pasado años en los que le
habían hablado sin que pudiera contestar a los demás. Y había perdido años
tratando de conseguir que la gente a su alrededor le escuchara. Se negaba a
sentarse en silencio mientras hacía preguntas perfectamente razonables y era
ignorado.
Wook se levantó y se puso delante de él,
obstruyendo su camino.
—Detente y respóndeme. ¿Por qué sigues
evitándome?
Tenía la boca apretada como si estuviera
tratando de no decir nada, pero al final, las palabras ganaron.
—Te evito porque quiero cosas que tú no puedes
darme. Porque cuando estoy contigo, olvido el porqué yo no debería tenerlas.
—¿Qué cosas? Tú nunca me has pedido nada.
—Y nunca lo haré. No es justo.
—¿Qué no es justo?
Su mandíbula se apretó y miró hacia otro lado,
no haciéndole caso deliberadamente.
Algo se rompió dentro de Wook y dejar escapar
una ola de ira tan fuerte, que casi hizo que perdiera el dominio de la misma.
Agarró la parte delantera de la camisa de Yesung, hundiendo el puño en su pecho
duro y le gritó:
—No voy a dejar que me ignores. No voy a dejar
que me trates como si no estuviera aquí. Soy importante, maldita sea. Puedo
estar loco, pero soy importante.
Él parpadeó sorprendido por su indignación.
—Por supuesto que eres importante. ¿Qué
diablos te hace pensar que no lo eres? Eres una de las personas más importantes
en el maldito planeta. Haría cualquier cosa por ti.
Esa última parte sofocó la ira, enfriándolo.
—¿Crees que soy importante?
—¿Por qué diablos crees que me esfuerzo tanto
en mantenerme alejado? Hay un hombre en alguna parte que va a encontrarte y
darte una clase de poder con el que sólo puedes soñar, que va a darte el poder
para recuperar lo que los Sasaeng te han robado. No puedo ser la persona que se
interponga en el camino, y si no te alejas de mí, vas a morir antes de poder
encontrarlo.
—¿Qué pasa si tu eres ese hombre? Eres el
único Suju que puedo soportar que me toque. Cuando estás cerca, me siento sano
y a salvo. Nadie más me hace sentir de esa manera. ¿Por qué no puedes ser tú?
Los ojos de Yesung se cerraron con
arrepentimiento. Vio moverse su garganta como si estuviera teniendo problemas
para tragar. Le tendió la mano, mostrando el anillo luminiscente que llevaba.
Con cuidado, envolvió sus dedos alrededor del puño que Wook había apretado
alrededor de su camisa. El otro anillo ‑el negro frío‑ le irritó la piel, pero
lo ignoró.
—¿Ves? —le preguntó.
Wook miró el anillo. Estaba pálido, casi
blanco, y los pocos filamentos de color de su interior se movían tan lentamente
que tenía que esforzarse en mirar para decir que se movían algo.
—¿Qué estoy buscando?
—Un cambio. Color. Una sensación. Algo.
Cualquier cosa. He estado buscando desde el día que te conocí y no he visto una
cosa así.
—¿Y?
—Por lo tanto, eso significa que no somos
compatible. No te puedo ayudar.
—¿Estás seguro?
Él asintió solemne.
Wook no quería creerlo. No quería imaginar su
vida con otra persona hombre. Quería a Yesung.
—Tal vez Changmin o uno de los Zea puede
arreglarlo.
—No hay nada que arreglar. Simplemente así son
las cosas. Tienes que aceptarlo y seguir adelante.
—Eso es lo que dijo Heechul acerca de Henry. A
veces, la manera en que las cosas se ven no es real. Si acepto que Henry está
muerto, entonces renunciaría a él, lo condenaría a morir solo en la oscuridad.
—A veces así es como son las cosas.
Wook negó con la cabeza.
—No, conmigo no lo son. No renunciare a Henry,
y no renunciare a ti.
—Si no lo haces, voy a hacerte daño. No
quiero, pero lo haré.
Wook se encogió de hombros.
—Entonces hiéreme. No será la primera vez.
—Y es por eso que no puedo quedarme aquí. No
puedo quedarme y facilitar el que te destruyas a ti mismo.
—Si te vas de nuevo, te seguiré. Hay algo mal
contigo. Puedo verlo. Algo oscuro está creciendo dentro de ti. Te hace daño. Y
tú me necesitas para protegerte de eso.
Los ojos de Yesung se ampliaron y dio un paso
largo hacia atrás, arrancándole la mano de su camisa.
—No sabes de lo que estás hablando. No se ve
nada.
—Lo hago. Puedes mentirte todo lo que quieras
a ti mismo, pero yo veo la verdad. Me necesita, y yo no voy a dejarte ir.
Yesung levantó las manos y continúo
alejándose.
—Aléjate de mí. Lo digo en serio.
—Si te vas, te encontraré.
—Me encamino a lugares demasiado peligrosos
para ti.
—Aún así te seguiré.
—No te creo.
Wook se mantuvo firme. Esto era demasiado
importante para dejarlo ir.
—Ponme a prueba.
Yesung no se atrevió a arriesgarse a que Wook
llevara a cabo su amenaza. A pesar de todo iba a salir, pero no hasta que Heechul
conociera el resultado. Tenía que asegurarse de que Heechul mantuviera su
encierro agradable y hermético, donde nada lo pudiera lastimar.
“Algo oscuro está creciendo dentro de ti”.
¿Cómo podía saber eso? ¿Cómo podía verlo?
Tal vez la mejor pregunta era, ¿cómo podían
todos los demás no verlo?
Yesung hizo el intento de coger el teléfono
móvil, sólo para recordar que estaba hecho pedazos dentro de un triturador de
basuras en Nebraska. Afortunadamente, su portentosa memoria le permitía
memorizar cada número de teléfono que veía.
Fue al teléfono colgado en la pared de la
cocina y marcó el teléfono móvil de Siwon. Ninguna respuesta. Marcó el de Heechul
con el mismo resultado, rehusándose a dejar un mensaje.
—Se fueron —dijo Wook. Se había acurrucado en
el sofá, metiendo las piernas debajo de él.
Estaba más gordito ahora de lo que había
estado hacía unos meses, su piel menos pálida. La distancia que había puesto
entre ellos claramente había sido buena para él. Había crecido en músculo y
tamaño, ya no era un esqueleto andante, y parecía lúcido y saludable.
Si no se apartaba pronto, haría algo para
joder eso y estaría loco de remate otra vez antes de que él pudiera detenerse
de caer en el error.
—¿Dónde fueron?—preguntó.
—Revisa en el frigorífico. Heechul siempre me
deja una nota.
Yesung no había percibido la nota antes, pero
la encontró, la leyó, y quiso golpear el acero inoxidable con el puño.
—Una niña desapareció anoche en Ohio. Heechul
tuvo que irse inmediatamente para encontrarla.
Wook asintió con la cabeza.
—Esto ocurre todo el tiempo. Dudo que le
veamos a él o a Siwon durante uno o dos días.
Demasiado tiempo. Eso era demasiado tiempo
para estar pegados por ahí. Iba a tener que buscar a
otra niñera.
—¿Quién te vigila cuando están ausentes?
Su cuerpo se puso rígido de indignación.
—Nadie. Soy un adulto.
—¿Qué hay sobre Grace?
—Ella no ha necesitado encargarse de mí
durante meses. Estoy mejor ahora, Yesung. Ciertamente lo suficientemente bien
como para cuidar de mí mismo.
—Así que continúo escuchando.
—Tal vez deberías escuchar.
Probablemente no. Había visto lo que sucedía
cuando Heechul no estaba por ahí ‑lo que el Suju le había hecho. Con hielos
envueltos en una toalla le había hecho cubrirse las ampollas rabiosamente rojas
que el hijo de puta le había dejado en el brazo, pero sabía que todavía estaban
allí.
Empezó a adelantarse, teniendo la intención de
alzar la toalla y comprobar el daño, cuándo se contuvo y se detuvo en seco. Él
era la última persona en la faz del planeta que debería jugar a ser niñera.
—Voy a ir a hablarle a Shindong.
—Habla con él todo lo que a tú quieras No
cambiará nada. No puede hacer que me quede aquí más de lo que tú puedes. Iré a
donde quiera, cuándo quiera. Tengo un montón de vida con la cual ponerme al
corriente después de todos estos años.
—No vas a ponerte al día con nada si consigues
que te maten.
—Entonces moriré, pero lo haré viviendo la
vida a mi manera. Merezco hacer mis propias elecciones. —Se levantó del sofá,
bostezando y desperezándose. La parte superior de su camisa se detuvo en el
camino, exponiendo una franja de piel por encima de los pantalones vaqueros.
Los ojos de Yesung estaban fijos en la imagen.
Una sombra apenas perceptible se deslizaba por el centro de su estómago,
profundizándose mientras alcanzaba su ombligo. Los pantalones estaban sueltos
en sus caderas, y tuvo la seguridad de que si les daba el tirón más leve,
descenderían sin oponer resistencia, dejándo al descubierto para que él pudiera
tocar y saborear. Se le comenzó a hacer la boca agua y las manos se alzaron en
dirección a Wook antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo.
Supo sin duda alguna que si lo tocaba,
perdería el control. Lo desnudaría completamente, lo acostaría, y lo tomaría
antes de que nadie siquiera hubiera tenido tiempo para responder a sus gritos pidiendo
ayuda. Por todo lo que sabía, las personas se hacían ideas preconcebidas sobre
los gritos delirantes y ni siquiera se molestarían en responder. Tenía todo el
tiempo que necesitaba para saciar la lujuria y relajar algo de la presión que
latía dentro de él.
La idea tuvo demasiado atractivo, y parte de
él comenzó a calcular las posibilidades de lograr evadir toda responsabilidad.
Al diablo con el honor. ¿Qué bien era ese, de cualquier manera? Seguro que no
iba a aliviarle el dolor, salvarle la vida, o impedir que muriera su alma.
Una línea de sudor le brotó a lo largo de la
frente mientras luchaba por recordar lo qué Hyukjae le había dicho cuando se
unió a la Banda
de los Áridos. “Finge ser noble. Simula que das una mierda.
Esta es la única
manera de impedir ser enviado a los Tvxq”.
¿Alguien que fuera noble se imaginaría cuánto
tiempo llevaría desnudarlo? ¿Estaría pensando si sus gritos pidiendo ayuda
serían contestados antes de que pudiera salirse de su interior?
El frío y muerto lugar donde la última hoja de
la marca de vida le colgaba de la piel pareció aullar de irritación.
Tal vez sólo debería arrancarse el anillo
negro que Hyukjae le había dado ‑el que desaceleraba la suerte del alma‑ del
dedo, y dejar que llegara el fin. Estaba tan harto de combatirlo, enfermo de
continuar con todas las mentiras.
Hyukjae le había dicho que no sería fácil,
pero había estado haciéndose pasar por uno de los tipos buenos durante años, y
nadie lo supo excepto esos a los que había reclutado para la Banda. Había engañado
a todo el mundo.
Tal vez Yesung simplemente no estuviera hecho
para esta mierda de comedia. Era una amenaza andante para todo el mundo que le
rodeaba.
Su voz apenas se filtró a través de la lujuria
y la cólera que le latían en el sistema.
—Habla con Shindong si lo deseas. Síguele la
pista a Heechul. Haz lo que sea que pienses que necesitas hacer. Estoy
demasiado cansado para detenerte y no estoy interesado en desperdiciar mi
energía. Necesito descansar.
—¿Para qué?
—Para cuando deje mi cuerpo para encontrar a Henry.
Voy a intentar hablar con él otra vez después de que haya dormido.
¿Dejar su cuerpo? Diablos, no.
—No vas a hacer nuevamente esa cosa, esa cosa
que hiciste en el cementerio.
—Es lindo que pienses que me puedes detener.
Siéntete en libertad de quedarte si te gusta y observa mi cuerpo.
Sí, correcto. Sabía exactamente lo que le
haría a Wook si eso ocurriera. Ya tenía el pene duro, simplemente de pensar en
ello.
—No es una idea inteligente —fue todo lo que
pudo lograr que le saliera estranguladamente.
Wook le dirigió una sonrisa amarga.
—Entonces vete. Necesito dormir.
Dormir. Esa era una cosa buena que debía
hacer. Seguro. Mucho mejor que dejar su cuerpo ‑sin importar el infierno que
ocurriera.
Se movió en dirección a él. Yesung se apartó
de su camino. Wook negó con la cabeza irritada mientras le pasaba para echar la
toalla mojada dentro del fregadero.
—A ti en realidad te doy miedo.
—Temo por ti. Hay una diferencia. —Una que
tendría que meterse en detalles gráficos para explicárselo, así que en realidad
esperaba que no comenzara a hacer preguntas.
Debería haber follado a una puta antes de
regresar aquí, como había planeado, pero la noción de Wook en la carretera a
solas le había fastidiado continuamente, obligándole a seguir en su estela en
caso de que su coche se quedara sin combustible o fuera arrestado por conducir
sin licencia.
Además, sin importar cuántas veces usara a una
prostituta, el dolor siempre volvería de nuevo. El alivio era fugaz y teñido
por el conocimiento de que el sufrimiento volvería a él de un momento a otro.
Temer al dolor era a veces peor que sufrirlo en carne propia. Lo mejor que
podía esperar era una distracción, y Wook ciertamente la proporcionaba.
—Vete, Yesung. Estoy cansado de hacer que te
retuerzas. Simplemente vete.
Había lastimado sus sentimientos. Podía oírlo
en su voz. Quiso estar apenado, y tal vez parte de él lo estaba, pero la parte
más inteligente supo que si le odiara, sería mucho más seguro, así que salió
caminando sin molestarse en ofrecer una disculpa.
Cuanto más lejos fuera, mejor sería para
ambos.
¿Entonces por qué infiernos no estaba
caminando hacia la camioneta? ¿Por qué se dirigió de regreso a su suite, donde
planeaba quedarse hasta que supiera que estaba bien protegido?
¿Dejar su cuerpo? ¿Estaba chiflado?
Una risa sombría le retumbó en el pecho. Por
supuesto que estaba chiflado. Ese era todo el problema. Wook estaba lo
suficientemente cuerdo para dejarlo solo, y no estaba lo suficientemente cuerdo
para mantenerse lejos de él.
Evidentemente él también estaba loco, porque
en algún lugar en lo más profundo, una parte de él pensaba que en verdad podría
ayudarle en vez de sólo empeorar las cosas. Si eso no lo certificaba, no sabía
que lo haría.
A pesar de lo exhausto que estaba Wook, no
podía dormir. El tirón de los monstruos en la mente era más débil durante el
día, pero había algunas presencias Sasaeng que eran lo suficientemente fuertes
para darse a conocer aún mientras el sol ardía en lo alto. Normalmente, no lo
molestaban, pero podía sentir una excitación ante su sueño, asomándose en él,
tentativamente buscando debilidades.
Intentó bloquearlo, erigir barreras, y dormir,
pero cada vez que cerraba los ojos, veía el crecimiento serpenteante, maligno
de la oscuridad dentro de Yesung.
Esa cosa no había estado allí la última vez
que le vio, al menos no así. Algo estaba mal y lo estaba escondiendo, incluso
de él.
Eso estaba matándole.
No iba a conseguir ningún descanso hasta que
sacara en claro lo que era, y verdaderamente necesitaba descansar si iba a
buscar a Henry. Cuanto más lejos estaba de alguien, más difícil llegaba a ser
localizarle así como acertar el camino de regreso al cuerpo. No quería hallar a
su hermano sólo para encontrarse con que no podía regresar a su propio cuerpo y
poder hacer algo con la información.
Además, le preocupaba que si no lograba
regresar, el cuerpo le desaparecería y se quedaría andando sin rumbo fijo, sin
ser vista e insustancial, por toda la eternidad. El pensamiento la asustaba
casi tanto como tener la mente desgarrada por los demonios otra vez.
La percepción de Wook de la realidad era más
fuerte ahora de lo que había sido desde el ataque. No iba a hacer nada para
arruinar eso. El sueño era obligatorio, y conocía a la única persona que podría
mantener a raya a los Sasaeng el tiempo suficiente para conseguirlo.
Sacó el cuerpo cansado de la cama, fue a las
instalaciones de Yesung, y llamó a la puerta.
—Vete —fue la brusca respuesta.
—Déjame entrar.
—Eso no va a ocurrir. Vete a casa.
Wook probó la puerta. Estaba cerrada con
llave, pero supuso que Zhou o alguien más estaba observando a través de las
cámaras de seguridad que cubrían cada pulgada de los pasillos. Fue a la más
cercana, la miró, y dijo:
—Abre la puerta de Yesung.
No tenía ni idea de si alguien lo oyó o lo
vio, pero cuando regresó a la puerta y vio el verde iluminado de nuevo, supo
que alguien allí arriba estaba observando.
La puerta se abrió dos pulgadas antes de que
la mano de Yesung empujara de golpe contra él y la cerrara otra vez. La luz se
puso roja.
—Voy a matar a Zhoumi —gruño Yesung.
—Necesito verte.
El silencio le saludó.
—Estupendo —gritó a través de la puerta—. Sólo
me sentaré aquí afuera hasta que decidas dejarme entrar.
Oyó algo pesado siendo arrastrado por el
suelo, entonces un ruido sordo contra la puerta. No más puertas abiertas para él.
El rechazo le ofendió, pero era un mal
momento. Era tiempo de lograr sobreponerse a eso ya.
Esperaría tanto como fuera
necesario. Tenía que salir en algún momento.
Wook puso la espalda en la puerta y se deslizó
para sentarse contra ella. El aire frío le rodeó, traspasando fácilmente la
pijama de algodón. Deseó que se le hubiera ocurrido ponerse algo de ropa antes
de venir aquí. Los riesgos eran que si se iba ahora, Yesung escaparía, saltaría
a su camioneta, y pasarían otros siete meses antes de que le viera otra vez.
Temía que para entonces, lo que fuera que
estaba creciendo dentro de él lo hubiera consumido y no quedara nada de su Yesung.
Su Yesung. Wook bufó ante eso. No era más suyo
de lo que la luna lo era. Podría disfrutar de estar en su presencia, pero
estaba muy lejos para tocarla, siempre remota y fría.
Al menos cuando estaba cerca de él, se sentía
seguro.
La fatiga tiró de él hasta que cedió y se
rindió, se acurrucó delante de su puerta. Si él salía, se despertaría, y
mientras tanto, su presencia cercana protegería sus sueños y combatiría a
cualquier Sasaeng que se atreviera a invadirle la mente mientras dormía.
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