Omaha, Nebraska 3 de marzo.
Wook no estaba loco y la única manera de
probarlo era exhumar los huesos enterrados en la fría tumba de su hermano.
La pequeña pala dentro de las palmas,
frotándolas hasta dejarlas en carne viva. Una fría ráfaga de viento amenazaba
con arrancarle la capucha del pesado abrigo y expulsar el calor de su preciosa
piel. Le dio la espalda al viento y siguió cavando. Tenía que terminar antes de
que Los Centinelas lo encontraran y lo llevaran de regreso a la SM.
Wook era mucho más fuerte ahora de lo que era
hacía unos meses cuando apenas se aferraba a la vida, pero con cada lamentable
palada a medio llenar, se dio cuenta de que aún no lo estaba lo suficiente como
para estar haciendo esto. No solo, y ciertamente no en mitad de la noche ‑el
único momento en el que podría estar sin que nadie lo viera profanando una
tumba.
Era peligroso estar aquí en la oscuridad. Lo
sabía, pero no tenía opción. Nadie quiso escuchar al loco sin pruebas, y los
huesos enterrados a casi dos metros de profundidad eran la única evidencia
tangible que podía encontrar de que Henry aún estaba vivo.
Henry estaba allí. Wook podía sentir la
presencia de su hermano menor en el interior de la astillada mente, en medio de
los otros siniestros y extraños seres que compartían el espacio. Henry no era
como solía ser ‑no era el dulce e inocente niño que los Sasaengs se habían
llevado, pero seguía siendo su hermano. El aún lo quería. Se merecía la
oportunidad de ser libre sin importar lo que le costara.
Además, si Wook podía llevarlo a casa y detener
la tortura que Henry soportaba, la vida de ambos sería mejor. Estaban conectados,
aunque no tan fuertemente como lo habían estado una vez, y Wook se preguntaba a
menudo cómo su hermano había sobrevivido tanto tiempo.
La noche en que los Sasaengs lo habían
secuestrado, Wook había prometido que nunca lo dejaría solo. Ahora, casi nueve
años después, había mantenido esa promesa a pesar de que casi consiguiera
matarle en más de una ocasión.
Henry se estaba alejando, y Wook tenía la
sensación de que su hermano lo estaba haciendo por propia voluntad, que lo
estaba apartando por una razón que no podía entender.
Wook se negaba a renunciar a Henry. Con o sin
ayuda, iba a encontrarlo y lo liberaría de sus captores. O moriría en el
intento. Eso era definitivamente otra alternativa, quizá más que probable
debido a la forma en que los músculos ya le estaban ardiendo por la fatiga.
Si no podía acabar el simple trabajo de cavar
un agujero, ¿cómo podría ejecutar una posible misión de rescate?
Tras una hora cavando, apenas había hecho
mella en el suelo congelado. A este ritmo, todavía estaría aquí al amanecer
cuando las autoridades pudieran verlo y arrastrarlo al hospital psiquiátrico
más cercano. No podía volver allí. Ocho años de reclusión, interrogatorio y tortura
por parte de doctores de sonrisas falsas y ojos muertos, era más de lo que
podía soportar. Si regresaba a esa vida, se volvería verdaderamente loco.
E incluso si no era ahí donde terminaba, si
regresaba a la SM ,
las posibilidades de escapar de nuevo a la atenta mirada de Los Centinelas eran
más que escasas. Sólo iba a tener una oportunidad para esto para probar que Henry
estaba vivo y que necesitaba ser rescatado.
Era hora de cavar más rápido.
La pala se deslizó del débil agarre,
rasgándole una capa de piel. Tendría que haberse traído unos guantes, pero no
lo había meditado muy bien. Acordarse de la pala le había ocupado la mente,
consumiendo el pequeño espacio para la reflexión racional.
También se había olvidado del dinero y la
comida. No tenía ni la menor idea de cómo regresar a casa el tanque de
gasolina estaba casi vacío. Había dejado el teléfono móvil en casa para que no
pudieran seguirle la pista y encontrarlo antes de que acabara. Todo lo que
sucedería después de que cogiera los huesos del desconocido parecía lejano y
sin importancia.
Una especie de punzante presión le tiró de la
mente. Wook se congeló al instante, luchando contra él. La pala cayó de los
dedos congelados. Se agarró la cabeza, sabiendo que no serviría de nada.
No quería ir allí esta noche. No quería ser
empujado a la mente de un monstruo a cazar, matar y comer. Tenía demasiado
trabajo que hacer.
Un espeluznante aullido le vibraba en la base
del cráneo, e hizo todo lo que pudo para no levantar el mentón y aullar junto a
la criatura. Se quedó sin visión y fue reemplazada por la de otro.
La alta y congelada hierba se separaba a lo
largo de su hocico mientras cazaba a su
presa. El calor de la comida brillaba en la oscuridad que tenía enfrente. El
hambre rugía dentro de la mente de Wook. El recuerdo del sabor de la sangre le
hizo la boca agua.
Luchó por salir de la mente del Sgath antes de
presenciar la muerte, pero este era más fuerte. Le gustaba tenerlo con él. Le
gustaba saber que él no quería estar allí, que sufría.
Wook apretó los dientes y dejó de intentar
luchar contra la fuerza de su atracción. En cambio, se centró en la sensación
de sus miembros contra el frío suelo en las almohadillas de sus patas. El
viento le agitó la piel, pero estaba caliente, incluso en el frío.
No por mucho.
Cogió el frío de su propio cuerpo, la
debilidad de sus propios miembros y los obligó a introducirse dentro del Sgath.
La bestia paró de moverse y un bajo gruñido reverberante le atravesó mientras
luchaba contra él. No le gustaba lo que le estaba haciendo. No le gustaba el
frío.
Una vibración le llenó el cerebro mientras
luchaba contra el Sgath. Le susurró que estaba demasiado cansado para cazar.
Demasiado helado. Necesitaba dormir.
El Sgath rugió en la oscuridad y empujó a Wook
de su mente, echándolo fuera.
El aterrizó sobre el trasero, golpeándose
contra el montículo que malamente había escavado en la falsa tumba de Henry. La
fatiga lo mantuvo en el sitio mientras intentaba recuperar el aliento. El pecho
le quemaba mientras el aire helado le llenaba los pulmones una y otra vez,
expulsando estelas plateadas. El cuerpo le temblaba de frío y cansancio.
¿Cómo podría seguir adelante? ¿Cómo iba a
cavar hasta el fondo y abrir el ataúd que se encontraba debajo? ¿Por qué se le
había ocurrido que podría hacer esto por sí solo?
¿Por qué lo había abandonado Yesung? No le
había visto en siete meses.
Su hermano mayor Heechul le dijo que la
distancia era lo mejor ‑que estaba demasiado enfadado y que era peligroso para él
estar con Yesung. Todos parecían estar ciegos a la verdad: que él estaba
sufriendo y lo necesitaba para detener su dolor. Eso saltaba a la vista pero
nadie más parecía verlo.
Y eso, en pocas palabras, era la historia de
su vida. Wook veía cosas que nadie más hacía o creía.
Pero todo iba a cambiar tan pronto como
tuviera los huesos. El Zea sería capaz de decir que no eran los de Henry, y si
no podía, los test de ADN lo harían. De una forma u otra, iba a hacer que la
gente a su alrededor le escuchara.
Si sobrevivía a esta noche.
Ya podía sentir a más Sgaths reclamando su
atención, intentando aspirarle la mente. Sentían su debilidad. Incluso aunque
había menos de los que había antes ‑gracias a la búsqueda de Yesung para
extinguirlos esos que quedaban eran más fuertes y más inteligentes que el
resto. Habían evadido el filo de Yesung, ocultándose de él, aprendiendo de los
errores de los otros.
La mayoría de las noches Wook podía resistir
su atracción, pero hoy estaba más débil, fuera de los muros mágicamente
mejorados de la SM ,
que al parecer habían contribuido a protegerlo. Huir de la SM había sido exasperante.
Conducir hasta aquí ‑la primera vez que lo había hecho‑ había sido aterrador.
Todo combinado con el esfuerzo del trabajo físico fue demasiado para él.
Quería ser más fuerte que eso. Quería estar sano.
Quería ser normal.
Pero con desear no iba a conseguirlo de todas
formas, así que se puso de pie, se sacudió el polvo de las manos, y cogió la
pala. Era hora de volver al trabajo.
Wook permitió que el frío le embargara. Dejó
que el viento le arrancara la capucha, despojándolo del grueso abrigo, y
poniendo la idea de los dedos helados y el dolor en las piernas al frente del
resto de los pensamientos. Cualquier Sgath que quisiera contar con él para el
paseo de aquella noche, iba a terminar con sus peludas nalgas congeladas.
—¿Qué coño quiere decir que Wook se ha ido?
―gruñó Yesung al teléfono móvil.
La rabia estaba siempre cerca de la
superficie, fustigada por el constante dolor, hirviendo, esperando a que la
dejara suelta. Su alma ya estaba casi muerta, y ocultar ese hecho se hacía más
difícil cada día que pasaba. Necesitaba acabar de matar a todos aquellos
cabrones que habían tenido la sangre de Wook antes de que fuera demasiado tarde
y no le importara si se comían la mente de ese polluelo loco.
Shindong sonó cansado.
—Robó uno de los coches del garaje y se fue.
Algo sospechosamente parecido al miedo se
retorció dentro de él, haciendo que una oleada de dolor le golpeara el pecho.
Necesitaba un poco de alivio. Ahora. Todas esas jodidas horas de meditación que
acababa de terminar no le habían servido una mierda.
—¿Dónde diablos estaba su hermano? —demandó.
—Heechul y Siwon fueron al norte a buscar a un
niño perdido. Traté de llamarlos pero no ha entrado la línea. Probablemente
están en el interior de las cavernas, donde no hay cobertura.
—Si él se fue, entonces, ¿quién lo estaba
vigilando? —iba a tener que encontrar a los responsables y darles una paliza a
cada uno de ellos. Sin piedad.
—Nadie. Estuve intentado decirte que Wook está
mejor ahora. Es un adulto y no necesita un guardián.
—Obviamente, te equivocaste —espetó Yesung—.
Deberías haber puesto a alguien como su niñera.
—Puedes quedarte con el trabajo todo el tiempo
que quieras —dijo Shindong.
—No me interesa —si se quedaba cerca, lo
lastimaría. Sabía que lo haría. No podía estar con polluelos, pero había algo
en Wook que le encendía y le hacía sentirse violento todo el tiempo. No era una
combinación sana, sobre todo para Wook.
—Eso has dicho. Lastima que seas el que más
cerca está de él, o al menos de donde paró su coche.
Zhoumi lo siguió hasta
Omaha, y ya que estás cerca, eres el voluntario para ir a ver si aún está en
él.
—Envía a otra persona —no debería estar en
ningún sitio cerca de Wook.
—¿Por qué? ¿Porque parece que tiene algo
contigo? Desearía tener ese tipo de problemas.
—No tiene nada conmigo. Está loco. Por eso se
niega a permanecer lejos. El polluelo
tiene problemas.
—Como todos. Escucha, sólo ve a buscarlo,
¿vale? Zhoumi te enviará un mensaje con la información que necesitas para
localizar el coche. Si no está en él, tendrás que buscar una pista. Y date una
prisa infernal. No me gusta tenerlo solo por ahí en la noche. Quien sabe lo que
le puede pasar.
Shindong colgó, dejando a Yesung lleno de
frustración y miedo. El último lugar del planeta en el que quería estar era
cerca de Wook, y sin embargo, la idea de que estaba solo en la oscuridad, débil
e indefenso, era más de lo que podía soportar.
—Joder —soltando una maldición a la noche,
envainó la espada y regresó de nuevo a su camioneta. El nido que había estado a
punto de aniquilar tendría que esperar. Wook no podía.
El plan de Wook había funcionado. Los Sgaths
odiaban el frío, y cada vez que intentaban introducírsele en la mente, daban un
respingo con ira.
Desde luego, la otra brillante cara de su plan
es que estaba muriéndose de frío. El cuerpo se le estremecía y no podía sentir
los dedos de las manos y los pies. La pala se le resbaló, pero al menos ya no
podía sentir las ampollas de las manos.
Trabajó durante una hora sin interrupción y se
sintió realmente encantado consigo mismo. Hasta que oyó el primer grito de caza
de un hambriento y próximo Sgath. Esta vez, el sonido no estaba en la mente,
sino en los oídos. Era real y estaba cerca.
Lo habían encontrado.
El pánico se apoderó de él, le subió por el
cuello y le atascó el aire en los pulmones.
¿Cómo lo habían encontrado? Había sido
cuidadoso conduciendo sólo durante el día cuando todos dormían y no podían
leerle la mente. Y esta noche ninguno de ellos había intentado sonsacarlo a
dónde había ido desde que dejó la seguridad de la SM. No podían saber dónde
estaba.
Tentativamente, Wook envió la mente fuera
buscando a cualquier Sasaeng cercano. Sus extraterrestres pensamientos y su
hambre descontrolada serían fáciles de encontrar entre los seres humanos
cercanos. Sus pensamientos eran sombríos, enconados puntos de oscuridad entre
nítidos y claros patrones del pensamiento humano.
Si sólo había un Sasaeng y no era demasiado
fuerte, probablemente podría controlarle la mente el tiempo suficiente para
matarlo con la pala. Si tenía suerte.
El cuerpo cayó mientras salía a buscar la
fuente de ese espeluznante grito de hambre. Encontró a un Saesang escabulléndose
en la oscuridad a menos de medio kilómetro de distancia. Era pequeño ‑del
tamaño de un perro‑ y estaba débil por el hambre. Esa hambre le dio la ventaja.
Wook había empezado a susurrarle en la mente
que viniera a su encuentro cuando sintió otro Sasaeng cercano. Luego otro.
Había tres, luego cuatro, después siete. Se estaban acercando. Olían sangre. Su
sangre.
Antes de que pudieran atraparlo dentro de ellos,
Wook recogió la mente y se examinó el cuerpo en busca de rastros de sangre.
Había una mancha en la pernera de los vaqueros, llena de barro, pero
definitivamente era de sangre.
Se miró las manos. Efectivamente, la pala le
había rasgado varias capas de piel hasta hacerlo sangrar. Los Sasaeng lo olían
y se estaban preparando para el festín.
El coche estaba aparcado fuera de la valla
metálica a varios cientos de metros de distancia. Tan frías y débiles como
tenía las piernas, no estaba segura de poder llegar al vehiculo antes de que lo
atraparan, pero tenía que intentarlo. No podía dejarlos que le cogieran sangre.
Gracias a las recientes matanzas de Yesung, había recuperado una parte de sí
mismo que le habían arrebatado la noche que fue atacada su familia. Había
vivido casi nueve años dentro de una pesadilla, incapaz de decir lo que era
real y lo que no, y se negaba a regresar a ese infierno.
Preferiría morir antes que dejar que ellos le
arrebataran la mente otra vez.
Wook agarró la pala, sabiendo que era la única
arma que tenía para mantenerlos a raya, y corrió hacia la valla.
Detrás de él, un coro de ruidosos y ásperos
aullidos se alzó en la noche mientras los Saesangs se acercaban.
Yesung encontró el Volkswagen escarabajo
robado fuera de un cementerio, pero Wook no estaba dentro del coche como
esperaba. Una intensa presión le atravesó en una dolorosa oleada, creciendo
hasta que estuvo seguro de que lo destrozaría en pedazos. Aspiró grandes
bocanadas de aire frío pero de poco le sirvió.
Necesitaba estar matando o follando ‑quitándose
algo de la tensión‑ no estar detrás de un chico demasiado loco como para salir
sola corriendo en la oscuridad.
Evidentemente, lo que quería no tenía que ver
con la realidad.
Yesung luchó contra el dolor que volvió con un
gruñido, frenó la camioneta, puso el cambio en punto muerto, y dejó el motor en
marcha.
De una forma u otra, esto no iba a llevarle
mucho tiempo. Si no estaba cerca, entonces llamaría a Shindong y le diría que
enviara a alguien más para buscarlo. Si lo estaba, lo iba a poner de espaldas y
arrastraría su culo de vuelta a la
SM , donde pertenecía. No más juegos de carreras. No más
sustos de mierda para él. Wook estaría enterrado.
Pero primero tenía que encontrarlo.
Saltó la valla y cayó con un ruido sordo
cuando las pesadas botas tocaron el suelo congelado. Si Wook se encontraba aquí
en este frío viento, seguramente estaría helado hasta la médula de los huesos.
No es que le importara. Había utilizado su derecho de dejar la casa, donde
estaba caliente y seguro.
“Ellos quieren tocarme. No me gusta, Yesung.
Me hace daño cuando otro Suju me toca”.
Le había rogado que le llevara con él la
última vez que estuvo en casa, para alejarse de los hombres Suju que llegaron
desde las cuatro puntas del mundo para ver si podía canalizar sus poderes y
salvarles la vida. Eso había sido siete meses atrás, cuando él había tenido un
momento de debilidad y había vuelto a casa necesitando verlo.
Por desgracia, viéndolo estremecerse lejos de
esos hombres ‑viendo la pizca de dolor en sus rasgos‑ era más de lo que Yesung
podía soportar. Había huido a la carrera y no había vuelto desde entonces.
La mejor decisión que había tomado nunca.
Estando solo era más seguro para todos. Además, tenía un montón de putas para
hacerle compañía. Eso y un montón de desagradables sorpresas para matar era
todo lo que necesitaba.
Un agudo alarido rasgó el aire frío de la
noche. El miedo brillaba en el interior de ese sonido, y con ello, un
reconocimiento inmediato. Esa era la voz de Wook. Había oído su grito de miedo
demasiadas veces como para no reconocerlo.
Yesung se dirigió al sonido, liberando la
espada de la vaina con un silbido casi inaudible de acero sobre acero. Corrió
por el suelo, dejando que la rabia que hervía bajo la superficie quedara libre.
Cualquier cosa o quien fuera que le había
hecho asustarse iba a morir.
Llegó a la cima del lugar para ver a Wook, y
casi murió en ese instante. La mitad de una docena de Sgath lo rodeaban. Estaba
de espaldas contra un grueso árbol. La luz de la luna brilla sobre su cabello
de un blanco brillante y, Wook utilizaba una pala como si fuera una especie de
garrote, con la que golpeaba a cada Saesangs que se acercaba una pulgada. Sus
ojos abiertos por el miedo ‑una visión familiar‑ pero el gruñido de rabia que
torcía su boca era nuevo y completamente sorprendente.
Wook alzó la pala, golpeando a un Sgath en la
cabeza. No había fuerza suficiente detrás de ese golpe para obtener algún
resultado, y rebotó, haciendo que se le moviera todo el cuerpo. Estaba ileso,
pero no iba a durar mucho tiempo así si no daba un paso adelante y asumía el
control.
Yesung acortó la distancia, levantó la espada
y dejó escapar un grito de guerra.
Inmediatamente, seis pares de brillantes ojos
verdes se volvieron hacia él. Una lenta sonrisa se le extendió por la boca. La
hora de jugar por fin había llegado.
Wook iba a morir. Iba a ser sacrificad aquí
esta noche y terminaría rompiendo la promesa a Henry.
No había manera de que
pudiera luchar con tantos Saesang. Ellos iban a matarlo.
O peor. Tomarían su sangre y le extraerían el
último pequeño pedazo de cordura de la mente, lo enviarían de vuelta a ese
lugar oscuro donde los pensamientos no eran suyos, el cuerpo sería una cáscara
perdida, y la muerte se cerniría sobre él, frotando sus manos con ansiosa anticipación.
La pesadilla le brilló ante los ojos,
amenazando con debilitarle por el miedo. Él no quería eso. No quería volver a
ese lugar donde no podía hacer nada contra la fuerza de los monstruos, donde
podían sacarlo del cuerpo y forzarlo a ver las cosas que hacían, para
deleitarse con el derramamiento de sangre, y la creación de dolor y tristeza.
La muerte le pareció la mejor de las dos
opciones. La mejor oportunidad sería provocar su cólera para que llana y
simplemente lo mataran.
“Lo siento, Henry. Lo siento, no puedo
quedarme contigo”.
La promesa rota le hirió profundamente el alma
hasta hacerle sangrar, pero no podía permitir que los Sgath le arrebataran la
mente otra vez. No podía.
Wook balanceo la pala, golpeando a una de las
bestias en la cabeza. La pala rebotó, haciendo que los brazos le aguijonearan
por la fuerza del golpe, pero no le hizo nada al Sasaeng. Ni siquiera le hizo
perder el equilibrio al monstruo.
Y ahí había seis de ellos, y pronto serían
más, ya que él todavía no había hecho que la mano le dejara de sangrar.
Un arco de luz plateada brilló delante suyo, y
un segundo más tarde separó la cabeza del más cercano de los Sgath la cual
salió volando hacia arriba, lejos de su cuerpo.
Un hombre se puso a sí mismo entre él y los
monstruos.
Yesung.
Él estaba aquí. El alma de Wook gritó de
alegría.
Se acercó y puso la mano sobre su ancha
espalda, tocándole para asegurarse de que era real y no un producto de la
imaginación.
El calor irradiaba de su cuerpo, descongelándole
los dedos helados. Sus músculos se ensanchaban debajo de la chaqueta desgastada
de cuero mientras se movía, defendiéndose de los Saesang, cortándolos hacia
abajo con su espada.
Wook cerró los ojos y se sumergió en la
sensación de él, real y sólido después de tantos meses de desearlo.
—¡Lárgate de aquí! —le espetó—. Yo los
retendré.
Wook se echó hacia atrás ante la realidad. El
sonido rabioso del Sgath luchando contra él se alzó hasta llenarle los oídos.
No podía ver más allá de él, pero sabía que luchar contra muchos de esos
monstruos iba a ser difícil, si no imposible.
Si corría, Yesung podría desaparecer de nuevo.
Tenía que ayudarle, no abandonarle, así que se apretó contra el árbol frío, protegiéndose
el cuerpo, y empujó la mente dentro del Sgath más cercano.
Esa cosa le había consumido la sangre de
alguna manera ‑probablemente al comer de la carne de otro Sgath que también la había
consumido‑ y por ello, Wook estaba conectado con eso. Podría introducirse en su
mente, controlarla, y, si era lo suficientemente fuerte, forzarlo a hacer su
voluntad durante un corto tiempo.
Afortunadamente, un momento era todo lo que le
tomaría para que Yesung cortara al monstruo con la espada una vez que lo
inmovilizara.
Maniobrar a través de la mente de la cosa era
como pasar a través de un lodo fétido. Cada paso tiraba de él, tratando de
arrastrarlo hacia abajo. Wook luchó, ignorando la suciedad putrefacta de sus
pensamientos, y tomó el control de las extremidades del Sgath.
La cosa aulló de rabia, tratando de empujarlo
violentamente de su mente, pero Wook se negó a ceder.
A través de sus ojos vio a Yesung balancear la
espada. Sus movimientos más bruscos de lo normal ‑no del todo fluidos como
alguna vez habían sido. Él aún era una potencia radiante de fuerza, pero había
algo más que podía ver en él, algo que el Sgath podía sentir y Wook no podía
cuando estaba dentro de su propio cuerpo. Era como si esa cosa reconociera una
parte de Yesung, una parte oscura y violenta de él que normalmente estaba
oculta.
Wook estaba tan intrigado por esta nueva
visión, que casi se olvidó de su tarea.
El Sgath que poseía se abalanzó hacia el
cuello de él. Wook afianzó la sujeción mental sobre la mandíbula de la cosa y
aprovechó para cerrarla antes de que los dientes hicieran contacto. El Sgath
rebotó, cayendo torpemente a un lado.
El vértigo retorció el mundo de Wook cuando el
Sgath se enderezó y se preparó para otro ataque.
Esta vez, estaba listo. Se concentró en
someterle, tomando control del cuerpo del Sgath. Lo obligó a permanecer
inmóvil, a esperar pacientemente a que la espada de Yesung cortara a través de
un costado.
Sintió la espada cortarle. Sintió el pánico
frenético que se apoderó del Sgath cuando se dio cuenta de que la muerte venía
a por él.
Yesung levantó su fuerte brazo de nuevo y
asestó un golpe mortal, separando la cabeza del Sgath.
Wook se arrojó fuera de la mente del monstruo
antes de que fuera demasiado tarde ‑antes de que muriera junto con él. El
cuerpo le absorbió de nuevo, como si hubiese estado atado al final de una goma
elástica. El latigazo mental le hizo girar la cabeza, pero estaba acostumbrado
a eso. El árbol a la espalda le sirvió de apoyo mientras recuperaba el
equilibrio.
Para cuando el mundo dejó de girar, Yesung
había terminado de masacrar al último Sgath y se había girado para enfrentarlo.
—¿Qué diablos crees que estás haciendo?
—exigió, sus afilados rasgos tensados en una máscara de rabia. Sus ojos estaban
más oscuros de lo que él recordaba, o tal vez era simplemente la falta de luz
que había en el cementerio.
La boca de Wook se abrió, pero nada salió de
ella. Estaba respirando con fuerza, sacudiéndose por los esfuerzos de esta
noche, y casi incapaz de mantenerse en pie. Las palabras parecían poco
importantes.
En cambio, se levantó, deslizó los brazos en
el interior de la chaqueta abierta de Yesung, y se acurrucó contra su cuerpo.
Al instante, su calor lo inundó, ahuyentando el frío de los huesos.
El cuerpo de Yesung se quedó totalmente
inmóvil.
—No me toques.
Wook apretó la mejilla contra su pecho,
deleitándose con el ritmo constante de su corazón debajo de la oreja. Contra su,
sus músculos se endurecieron. Los pezones se le tensaron, pero estaba demasiado
perdido en su calor como para sentir vergüenza por la reacción de su cuerpo
hacia él.
Su voz temblaba, sonando tensas, como si fuera
difícil para él controlar sus palabras.
—No debes tocarme joder. No es seguro.
Seguro o no, no se alejaría de su delicioso
calor pronto, en algún momento.
—Tengo frío —le dijo para que le dejara
disfrutarlo.
Pero no lo hizo. Él desenganchó los miembros
que le rodeaban el cuerpo, se quitó el abrigo, lo envolvió alrededor de ella, y
dio un largo paso hacia atrás.
—Mantente alejad.
Su esencia se había aferrado al cuero,
llenándole los pulmones cada vez que respiraba. Su calor le rodeaba,
penetrándole en la piel fría. Wook deslizó los brazos en las mangas y mantuvo
ese calor cerca.
El mareo se había desvanecido, y aunque tenía
el cuerpo débil por el esfuerzo físico que había hecho esta noche, sentía la
mente fuerte. Sólida. Integra.
Cada vez que estaba cerca de Yesung, los Sgath
lo dejaban solo. No trataban de arrastrarlo fuera del cuerpo y mostrarle las
cosas horribles y violentas que podían hacer. Ellos sabían que era mejor no
tratar de hacerle daño cuando Yesung estaba alrededor. Eran lo suficientemente
inteligentes como para temerle.
De hecho, todo el mundo parecía temerle, por
lo menos de alguna pequeña manera. Excepto éll.
Tal vez todos veían esa oscuridad que el Sgath
había visto, y él era la único ciego a ese lado peligroso. Tal vez cuando se
trataba de Yesung, Wook estaba loco.
Se acercó y Yesung tropezó hacia atrás,
tratando de alejarse de él.
—No voy a hacerte daño —le dijo, dejando caer
la mano.
—No, pero yo no puedo decir lo mismo. Tú
necesitas entrar en ese coche que robaste y conducir tu
culo de vuelta a la SM.
—No puedo irme. No hasta tener los huesos.
—¿Qué huesos?
—Los huesos del extraño que yace en la tumba
de mi hermano.
Un ceño fruncido se apoderó de su afilado
rostro, forzando sus cejas sobre sus ojos.
—¿Los huesos de Henry?
—No. No es Henry. Mi hermano está vivo.
Yesung dejó escapar un profundo y sufrido
suspiro.
—¿Estamos de vuelta con eso?
—Nunca dejamos esto. El hecho de que nadie me
escuche, no cambia la verdad.
—Está demasiado y malditamente frío aquí
afuera como para que estés jugando en la tierra. Vete a casa.
Yesung no iba lo iba a escuchar. Ninguno de
ellos lo escuchaba. Wook el loco, todos los susurros en la cabeza. Pobre chico
ilusorio.
Wook cogió la pala y comenzó a regresar a la
tumba de Henry.
—¿Dónde infiernos crees que vas?
—A cavar. Apreciaría que te quedaras. Estoy
sangrando un poco, así que estoy seguro que tendremos más compañía en cualquier
momento.
Yesung agarró la parte posterior de la
chaqueta de cuero que llevaba y tiró de ella para detenerlo
—¿Sangrando?
—Sólo un poco, pero lo suficiente como para
que ellos puedan olerlo.
—Muéstramelo.
La forma en que lo dijo ‑mezclado con una
rabia finamente controlada‑ hizo a Wook dudar.
—¿Por qué? No es como si te importara.
—Mues… tra… me… lo.
—Muy bien. Lo que sea. —Extendió la mano, y Yesung
realmente se estremeció antes de que pudiera contenerse a sí mismo. Él no lo
tocó. Se inclinó sobre la mano para inspeccionar el daño.
—Joder —gruñó—. Ahora tenemos que conseguir
curarlo.
—No hasta que haya terminado aquí.
—Oh, tú has terminado. Esos huesos pueden
esperar.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo de pelear con las
cosas que mi sangre pueda atraer?
Sus ojos se estrecharon.
—No tengo miedo de nada, niño.
Sólo para demostrar que estaba equivocado, se
acercó a él. Yesung se tambaleó hacia atrás, casi cayendo sobre su trasero por
evitarlo.
—Excepto de mí, al parecer.
—No me toques —le espetó.
Wook le ignoro y siguió caminando hacia la
tumba de Henry.
—Vas a tener dificultades para detenerme si
tienes miedo de que te toque —dijo por encima del hombro.
Le oyó murmurar una maldición mordaz antes de
sentirle acercarse.
Él se paro en su camino, la boca apretada con
determinación.
—Haremos esto a mi manera.
Wook levantó una ceja.
—No, a menos que me obligues.
—Tú realmente no quieres presionarme. No te
gustaría lo que puede pasar.
—¿Cómo lo sabes? —le preguntó—. No te has
quedado el tiempo suficiente como para tener alguna
idea acerca de lo que me
gusta o no.
—Te estoy protegiendo de ti mismo.
Wook entornó los ojos.
—Mi héroe.
—Lo digo en serio.
—Yo también. Y voy a desenterrar estos huesos
con o sin tu ayuda.
Reviviendo mi amor por esta adaptación.
ResponderEliminarCreo que fue la pareja que más ame y espere de todas las adaptaciones que hiciste, por encima de mi amado EunHae.
Volveré a amarlos, insultarlos, desesperarme y todis los sentimientos extremos que este bendito par me provoca
Volver a leer esa saga es como un regalo *^* es mi favorita por sus decirlo puesto que siempre nos dejaba picados con saber que más pasaba espero con ganas otro Capi *^*
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