Durante la noche, un frente entró por el
Pacífico. En lugar de la pálida luz amarilla que esperaba, se encontró con una
neblina verdosa y el sonido de la lluvia golpeando las hojas. Retirando los
helechos de la entrada de la cueva observó la mañana envuelta en niebla.
Al garete sus planes de subir a la
montaña mas alta! Por mucho que quisiera poner distancia entre Kim Yesung y él,
no estaba dispuesto a arriesgar su vida y la de Melo para hacerlo. Tenía un
hornillo y combustible, café y comida, agua de lluvia a cincuenta metros, un
libro para pasar el tiempo y un lugar seco donde dormir. Esperaría a que
cambiara el tiempo.
Pero tras dos días sin señal de cambio,
y con el sonido de la lluvia, había tenido suficiente de su propia compañía
para toda la vida. Demasiados pensamientos sobre Yesung llenaban su cabeza,
demasiado arrepentimiento, demasiadas esperanzas que nunca se harían realidad.
Su rostro se interponía entre él y las
páginas del libro. Su voz invadía sus sueños. Furioso consigo mismo por
permitir que las cosas llegaran a tal extremo, reconoció que su refugio se
había convertido en una prisión. Aun más, aunque no hacía mucho frío, la
humedad proporcionaba un prematuro aire otoñal que hacía que hasta Melo se
enroscara en una bola con la cola sobre la nariz.
Así que hacia la tarde, cuando la niebla
se disipó lo suficiente como para que pudiera ver la superficie plana y gris
del mar, enrolló el saco de dormir y volvió por donde habia venido, llegando a
su casa justo después de que oscureciera, desanimado, cansado y confuso.
Primero dio de comer a Melo. Mientras
esperaba a que se calentara el agua, se puso un albornoz, salió, descolgó la
antigua bañera de latón y la colocó en el porche. Como era por naturaleza una
persona celosa de su intimidad que no iba pavoneándose por ahí ni siquiera en
su propio jardín, solía bañarse en la cocina.
Pero estaba oscuro, estaba lloviendo
otra vez, lo bastante fuerte como para que nadie anduviera fuera en semejantes
condiciones inclementes. ¿Y quién iba a presentarse sin invitación? ¿Yesung?
¡Difícilmente!
Había dejado claro que no quería volver a verlo.
Así que, cansado y enfadado con la vida
en general, dejó de lado su cautela habitual y se bañó fuera, a la luz de una
lámpara que estaba sobre una silla de la cocina bajo el tejado del porche.
Afortunadamente, la bañera era pequeña, más bien un baño de asiento, con un
respaldo curvo, lo que suponía que tenía que sentarse con las rodillas a la
altura de la cintura, pero el agua, caliente y perfumada con sales de lavanda,
le llegaba hasta los hombros y resultaba maravillosa.
Inclinando la cabeza hacia atrás, cerró
los ojos y respiró la fragancia. Estaba preparado para volver a la
civilización, por muchas razones, y entre ellas por las comodidades que tan
dispuesto había estado a abandonar cuando había decidido pasar el verano en la
cabaña. Al día siguiente, empezaría a cerrar la cabaña para el invierno y a
hacer los preparativos para volver a casa. Quizá entonces, cuando ni él ni su
recuerdo fueran una presencia cercana, sería capaz de quitarse a Kim Yesung de
la cabeza para siempre.
En la tercera noche de su confinamiento
forzoso, Sungjoon entró corriendo en la casa porque había visto un lobo
subiendo por el camino desde la playa.
—No hay lobos en la isla —aseguró Yesung,
para entonces tan preocupado por la desaparición de Ryeowook que hacía tiempo
que había dejado de importarle qué pensaría si descubriera que había otro en su
casa—. Se te está desbordando la imaginación o has estado bebiendo otra vez.
—No he estado bebiendo —exclamó indignado—.
Y no estoy viendo visiones. Hay una criatura negra ahí fuera y, si no me crees,
ve a verlo tú mismo.
Solo entonces se le ocurrió que lo que
había visto era Melo. Poniéndose en pie, se dirigió hacia la puerta y la abrió.
Fuera, una masa de pelo negro salió de la oscuridad persiguiéndose a sí misma
con un entusiasmo enloquecido.
—¡Bola de pelo! —gritó Yesung,
agarrándose al marco de la puerta.
Desde el otro lado de la cocina Sungjoon
empezó a chillar otra vez y corrió a buscar una sartén.
—Deja eso antes de que le des a alguien
—ordenó Yesung— Este perro vive ahí al lado y es inofensivo.
—A mí me parece que está rabioso —gritó.
«Si lo estuviera, te lo mandaría». Yesung
consiguió agarrar al perro por el collar y tranquilizarlo.
—Tranquilo —dijo deseando ver a Ryeowook
para comprobar que estaba bien—. Por si aplaca algo tus temores, voy a
llevármelo a su casa.
Era la excusa perfecta para asegurarse
de que Ryeowook había regresado a casa también. Después de todo, el hecho de
que hubiera aparecido el perro no significaba que Wook hubiera hecho lo mismo.
Podría estar tirada bajo la lluvia con una pierna rota o algo así y podía ser
que el perro estuviera intentando llevarlo hasta él.
Hasta que no dio la vuelta a la casa no
vio un destello de luz en el porche trasero. Se quedó inmóvil. Incluso sus
pulmones se agarrotaron. Lo único que se movía era su corazón que iba a mil por
hora.
Sujetando al perro con mano firme, se quedó
paralizado en las sombras de las cepas y se quedó contemplando la visión que
tenía ante él. La espuma que salía del baño lo rodeaba, tentándolo con
fragmentos de piel de sus delicados miembros y sus esbeltos hombros. Tenía
champú en el pelo y formaba un gorro de espuma sobre su cabeza. Lo hacía
parecer una escultura griega, llena de gracia y al mismo tiempo etérea.
Mientras permanecía allí, con la boca
seca, con los pulmones a punto de estallar por falta de oxígeno, Ryeowook
inclinó la cabeza hacia atrás mostrando su cuello y dejó que el agua cayera de
la esponja como diamantes desde su barbilla hasta el pecho.
En ese momento, habría dado diez años de
vida por atrapar aquellas gotas brillantes con la lengua.
También sabía que estaba coqueteando con
el desastre. Sin reparar en ello, se sintió lleno de deseo por él, tenso como
un tambor. Su instinto lo empujaba a ir hacia él para tomarlo en sus brazos. Si
hubiera sitio para los dos en la bañera, se habría quitado la ropa para meterse
con él.
Sería mejor que se marchara en silencio
como había llegado y se diera un baño en el mar frío. Aun mejor, nunca debería
haber ido allí en primer lugar.
«Vuelve a tu casa. Aléjate de su vida».
Pero sus piernas, tanto tiempo inútiles,
tenían otra idea y le acercaron más.
Debió de hacer ruido o quizá Ryeowook notó
un movimiento en su ángulo de visión. Irguió la cabeza y se colocó la esponja
sobre el pecho.
Aun entonces, podía haber escapado sin
que se diera cuenta.
—¿Melo, eres tú? —llamó.
Inmediatamente, soltó al perro e intentó
empujarlo hacia delante, pero el estúpido animal se negó a obedecer, en lugar
de eso se puso a dar vueltas a su alrededor y a dar ladridos de alegría que
acabaron con su anonimato.
Agarrando la toalla que tenía sobre el
respaldo de la bañera, se levantó y se cubrió.
—¿Quién está ahí? —gritó asustado.
—Soy yo —respondió. Su rostro era una
máscara pálida de susto, sus ojos estaban alarmados. Afligido, entró en la zona
iluminada por la lámpara—. No quería asustarte, Wook —se disculpó—. Solo he
venido a ...
—¡Monstruo! —susurró temblando.
—Lo sé. Pero en parte es culpa tuya que
esté aquí.
—¿Por qué lo dices?
—Desapareciste sin decir nada, hace tres
días. Y el tiempo... ¿Qué iba a hacer?
—¡Nada! Lo que tú esperabas que yo
hiciera cuando decidiste salir con la tormenta.
—Eso era diferente. Eres un joven y...
—Me sorprende que lo hayas notado.
Se mordió el labio para no sonreír.
—Si hubiera tenido alguna duda, tú las
has despejado esta noche.
Pero Ryeowook no estaba de humor para
que la ablandara con cumplidos a destiempo.
—Me lo hiciste pasar fatal por intentar
complacerte —gritó—. Me usaste como diana porque estabas en una silla de
ruedas. Y lo peor de todo, me hiciste sentir culpable y fuera de lugar por osar
preocuparme por ti. ¿Y crees que lo único que tienes que hacer es ser amable
cuando te apetezca para que yo me olvide del daño que me has hecho? ¡Pues se
acabó! —aseguró con los ojos llenos de lágrimas.
—Sí. He hecho todo eso y más. Pero eso
no significa que no estuviera preocupado cuando desapareciste sin más.
—¡Por favor! ¡No te importo un carajo!
Lo dejaste bien claro la última vez que hablamos. Si sentiste algo,
probablemente fue alivio por haberte librado de mí.
Las lágrimas se derramaron por su
rostro. Él no comprendió por qué lo conmovieron tan profundamente. Pero se le
hizo un nudo en la garganta con un sentimiento que nunca había experimentado
antes al verlo. No era una pasión como la que él conocía. Le creó una clase
diferente de deseo, que le impelía a abrazarlo contra su pecho a pesar de sus
objeciones.
Tocarlo fue un error, el más grave de
todos, especialmente en aquel momento en el que no llevaba puesto nada más que
una toalla y una montaña de espuma en el cabello. ¿Pero lo dejó marchar? ¿Puso
una distancia prudente y respetable entre ellos? No. Acarició su espalda de
arriba abajo mientras le susurraba tonterías hasta que la pena dejó de sacudirlo
y Wook se fundió en él, tibio y suave, pidiendo que lo amaran.
Y él, se sintió
más que dispuesto a cumplir.
Tenía que hacer algo para romper el
hechizo, algo que aliviara la tensión sin herir sus sentimientos otra vez.
Separándolo levemente, le rozó la mejilla manchada de espuma con un dedo, como
si fuera la nata de un pastel, y se lo chupó.
—¡Esto huele mejor de lo que sabe!
—¡Tonto!
Pero no fue lo que dijo lo que precipitó
su siguiente movimiento, fue cómo lo dijo, con una ligera sonrisa que temblaba
en su boca y le recordó cómo eran sus besos. El problema se agravaba cada
segundo que pasaba.
Lo separó de él, tomó un cubo vacío y lo
llenó con el agua de lluvia de un barril.
—Te vas a morir de frío aquí fuera.
Aclaremos ese pelo para que puedas vestirte.
Ryeowook agachó la cabeza obediente.
Intentando con todas sus fuerzas no caer sobre la curva de su nuca, le aclaró
el cabello.
—¿Tienes otra toalla? —preguntó al
terminar.
Se encogió de hombros de un modo
provocativo que envió una lluvia de gotas sobre su piel.
—Solo la que llevo puesta.
Un hombre listo habría ignorado la
invitación que llevaba implícita su respuesta, pero él no lo era. Lejos de
disiparse, la ternura que había hecho nacer en él se transformó en un deseo
feroz. Le quitó la toalla hasta que se quedó desnudo frente a él.
—Entonces tendrá que servir —dijo con
voz ronca.
Ryeowook se le quedó mirando mientras él
le hacía un turbante en la cabeza.
—¿De verdad estabas preocupado?
—preguntó.
—Tanto que no he dormido en dos días.
Wook le tocó los párpados y después la
boca con la suavidad de las alas de una mariposa.
—Debes de estar cansado.
—Dormir no es lo que más me preocupa, si
es eso lo que estás pensando.
—Ni a mí —murmuró sacándole la camiseta
de los pantalones y colocándole las manos frías sobre su piel ardiente—. Siendo
así, ¿te gustaría entrar a tomar algo antes de dormir?
Hipnotizado por el balanceo de sus
caderas y la sonrisa cómplice que se dibujaba en su rostro, entró con él.
Dejó
el bastón en el porche, pero otro dolor más punzante que el tormento de su
pierna lo consumía mientras subía por la escalera de caracol hacia su dormitorio.
Vagamente vislumbró las ventanas que
sobresalían de las cuatro paredes y el techo abuhardillado. Había un jarrón con
rosas cerca de la lamparilla sobre la mesilla de noche y una pijama azul
colgaba de una silla. Pero sobre todo, se fijó en la cama, con las barandillas
metálicas brillando bajo la luz de la lámpara y en Ryeowook sentándose en el
colchón y extendiendo los brazos hacia él.
Olía como a un perfume exótico y
ligeramente especiado. Su piel era lustrosa como una perla, como si la hubiera
abrillantado con polvo de luna. Y aunque una parte de él le decía que era una
mala idea, otra parte razonaba que solo era un hombre, no un dios. Su
resistencia tenía un límite. Y si Ryeowook estaba dispuesto. Pero la
conciencia, negándose a estar de acuerdo con semejante razonamiento, continuó
fastidiándole. «Su comportamiento no es propio de él. Solo un idiota se
aprovecharía en esta situación. ¿No has hecho ya bastante sin tener que
rebajarte así?».
Como si Ryeowook percibiera sus
reservas, se colocó las manos en pecho. Eso, y su modo de mirarlo, con los ojos
llenos de confianza, casi le provocaron el llanto.
No estaba acostumbrado a una seducción
tan ingenua y desnuda. Los que había conocido antes, tenían más experiencia de
la que Ryeowook pudiera imaginar. Sabían cómo protegerse del dolor. Sabían cómo
tomar.
Pero Wook... él estaba tan perdido y tan concentrado en dar sin tener ni
idea de lo que podía costarle.
De nuevo, la cordura tuvo la última
palabra. «¡Por eso deberías irte! ¡Ahora mismo!».
—Quizá deberíamos hablar de esto
mientras ambos somos capaces de un pensamiento racional, Wook —murmuró
agarrándolo por los hombros e intentando mantenerse firme, lo que no resultaba
fácil dado que Ryeowook inició un movimiento aún más travieso bajándole la
cremallera y tomándole el miembro con la mano.
—¿Cuándo hablar me ha llevado a algún
sitio? —preguntó puntuando la pregunta con una hilera de besos desde su pecho
hasta el ombligo—. Nunca escuchas nada de lo que digo. Lo único que haces es
discutir conmigo.
—Exactamente.
Con una total falta de convicción, la
palabra salió de su boca con un suspiro entrecortado. ¿Pero cómo se suponía que
un hombre iba a mantener el control si él estaba creando el caos en sus zonas
más sensibles?
Rindiéndose a la derrota, se quitó la
ropa y la sujetó para observar la seductora caída de sus pestañas y le enseñó
que era una locura ponerlo a prueba de esa manera. Deliberadamente y con una
dedicación que no dejó ni un milímetro de piel sin explorar, recorrió el
contorno de su torso, desde los hombros hasta los muslos, maravillándose de su
perfección y regocijándose por su grito de sorpresa cuando tan preparado para
él, que con solo tocarla la llevó al límite.
—¡Yesung! —gritó con el cuerpo
convulsionándose con un espasmo de placer—. ¡Por favor... por favor...!
—Aún no —respondió con la voz ronca,
decidido a que esa vez no sería una réplica de la anterior, furtiva y
apresurada, con una prisa que casi los arrojó al suelo.
Esa vez prolongaría el placer de los
dos, pero especialmente el de Wook. Si al día siguiente se cuestionaba los
impulsos que le habían dominado, al menos sería capaz de justificarlos con unos
recuerdos que mereciera la pena guardar.
Quería que se tumbara a su lado, piel
contra piel, quería la satisfacción básica de sentir las suaves curvas de su
cuerpo adaptándose para encajar en los ángulos del suyo. Quería paladear su
sabor a nata dulce y, cuando la tensión se hiciera más fuerte de lo que pudiera
soportar, quería hundirse dentro de él y sentirlo estremecerse bajo él una y
otra vez.
Con lo que no contaba era con lo
rápidamente que su propio deseo se desbordaría y lo incapaz que sería para
contenerlo. Ninguno de los métodos habituales funcionó. El fuego continuó
ardiendo en su sangre con una fuerza explosiva. Estaba librando una batalla
perdida y lo sabía.
Gruñendo, se colocó de espaldas y elevó a
Wook para colocarlo sobre él, sin pensar en nada más que en su carne entrada
apretada rodeándolo.
No pesaba casi nada, sus huesos eran
pequeños, su figura tan ligera, que el milagro de la capacidad de su cuerpo
para abrirse y acoger a un hombre, o dar a luz a un bebé...
«¡Dar a luz!».
La realidad, tan dura como una bofetada
en la cara tuvo más éxito que otros métodos de probada eficacia.
—¿Qué demonios estoy haciendo? —gruñó,
apartándolo de él tan violentamente, que rebotó sobre el colchón.
El silencio que siguió estaba cuajado de
reproches. Respirando profundamente, furioso consigo mismo, con Wook, con la
vida en general, se tumbó tapándose los ojos y deseó estar en cualquier otro sitio.
—Creí que estábamos haciendo el amor
—susurró Wook.
Él no respondió. ¿Qué iba a decir? ¿Que
el amor no tenía nada que ver? ¿Qué lo había empujado y que él había estado
demasiado empeñado en satisfacerse como para poner fin a aquello antes de las
cosas se le escaparan de las manos? ¿Que no se fiaba de sí mismo cuando estaba
con él, que se había sorprendido deseando decir cosas que no eran, que no
podían ser, ciertas y hacer promesas que sabía que no podía mantener?
—¿Yesung? ¿Ha sido culpa mía? —preguntó
rozándole un brazo.
—No estábamos haciendo el amor,
estábamos jugando con fuego —sentenció con rudeza—. Otra vez. Y no tengo
intención de arriesgarme a quemarme de nuevo.
—¿Fuego? —preguntó con la voz
temblorosa.
—¿Tengo que explicártelo con dibujos, Ryeowook?
Cuando una pareja practica el sexo, se arriesgan a tener un hijo a no ser que
tomen precauciones. Tal como yo lo veo, ya es bastante malo que puedas estar
embarazado porque no utilicé un preservativo la primera vez, sin tener que
tentar a la suerte otra vez.
—Tienes razón —afirmó apartándose de él
como si estuviera sucio—. No sé cómo he podido olvidarlo, no estaba pensando
en...
—No te castigues, Wook. No fue solo por
ti.
—Sí, lo fue —aseguró retorciéndose las
manos con angustia—. Creí que podía aceptar que todo había terminado entre
nosotros. Nunca pensé que pudiera ser tan... osado y agresivo. Pero cuando
viniste esta noche, aunque quería estar enfadado contigo, me di cuenta de
que... lo cierto es, Yesung, que mis sentimientos por ti han ido más allá de lo
que esperaba. Por ello huí... y por eso volví.
—¡No! ¡Para ahí, Ryeowook! Las
decisiones que tomas no tienen nada que ver conmigo, como las que yo tomo no
tienen que ver contigo. Creí que los dos estábamos de acuerdo en eso.
—Las cosas a veces cambian, aunque no
queramos.
—Pero esto no —replicó. Como si
estuviera sobre una cama de espinas, se levantó y empezó a ponerse la ropa a
toda prisa—. Escúchame, Wook, ya hemos hablado de esto antes. Eres un joven nacido
para estar con un hombre y estás preparado para empezar una relación, pero
nunca me habrías mirado si no fuera el único hombre por estos pagos. En cuanto
vuelvas a la ciudad y puedas elegir, estarás contento de que no te conformaras
con menos de lo que mereces, que es lo que conseguirías con alguien como yo.
—Que te menosprecies no va a hacerme
cambiar de opinión —dijo—. Vi cómo me mirabas en el porche. Sé cómo me besaste.
Sé que me deseabas tanto como yo a ti. Y sé también que tienes miedo de
permitir que vean que eres capaz de ser tierno. Pero yo he descubierto otra
cosa esta noche, Yesung. No puedes negarlo, pero lo que está pasando entre
nosotros no es solo sexo, y nada de lo que digas me convencerá de otra cosa. Te
importo aunque no quieras admitirlo.
—También me importa tu perro. Pero eso
no significa que quiera casarme con él.
—¿Quién ha hablado de matrimonio? Estoy
hablando de sentimientos, de amor.
Sentía cómo le corría el sudor por la
frente. Tenía que poner fin a la conversación. ¿Cómo había dejado que las cosas
llegaran a ese punto? Se enorgullecía de visualizar los problemas antes de que
surgieran y atajarlos, pero a juzgar por aquella noche, necesitaba un curso de
reciclaje.
—Esto no es amor —afirmó golpeando con
el puño la barandilla para enfatizar cada palabra—. Así que quítate esa idea de
la cabeza de una vez por todas. No estás enamorado de mí y estoy completamente
seguro de que yo no estoy enamorado de ti.
—Gritándome no vas a cambiar nada
—protestó.
Alzó las manos hacia el cielo. Hubiera
preferido no ser cruel, pero no le dejó elección.
—Entonces quizá esto lo haga. Vístete y
ven conmigo, Ryeowook. Quiero que conozcas a alguien.
Fue la noche más larga de su vida. La
más larga y la más dolorosa. Aplastado por la humillación, se acurrucó en el
balancín del porche con la cara pegada a las rodillas deseando poder llorar.
Pero la tristeza alojada en su interior era demasiado profunda para un alivio
tan fácil. Deseó poder olvidar. Pero los recuerdos eran demasiado recientes.
Con los ojos ardiendo, miró hacia el mar
oscuro, pero lo que vio fue una reconstrucción de la escena que había tenido
lugar en la casa de Yesung.
—Este es Sungjoon —había dicho—. Se ha
quedado conmigo un par de días.
Mudo por la impresión, se había quedado
mirando al joven recostado en el sofá que llevaba una camiseta de Yesung y poco
más. Tenía un aire de seguridad en sí mismo y era elegante, alto, con un pecho
perfectamente esculpido, que hacían parecer los suyos como ciruelas pasas. Con
el pelo de color oro y unos ojos de largas pestañas que lo observaban como si
no fuera más que una mosca en la pared.
—¿Ryeowook? —repitió él.
En ese momento, quería correr, pero no
le daría a ninguno de los dos la satisfacción de echarlo tan fácilmente. Con el
orgullo en pedazos, pero intentando ocultarlo lo mejor posible, dejó de
observar la mirada fría y divertida de Sungjoon para observar el rostro
impasible de Yesung.
—Sungjoon se marcha por la mañana
—informó—. Y yo me voy con él.
—¿Te vas con él? —preguntó antes de que
pudiera controlarse.
—Eso es.
Con una sonrisa tan brillante como el
sol de mediodía e igualmente dolorosa de soportar, Sungjoon bajó las piernas
del sofá y se dirigió hacia Yesung con languidez.
—Volamos por la mañana —aseguró rodeando
su cuello con un brazo y pestañeando hacia él—. Si el tiempo lo permite, claro.
—¿Cómo vais a volar? —preguntó
estremeciéndose por el sonido de su propia voz.
Yesung lo había usado y abusado de él.
Durante todo el tiempo que había estado escondido enfrentándose a sus
verdaderos sentimientos, él había estado con ese joven.
—Del mismo modo en que llegué. En un
hidroavión. Te ofrecería llevarte de vuelta a la civilización, pero solo hay
sitio para dos —afirmó lanzándole una radiante sonrisa a Yesung—. Solo hay
sitio para mí y para un pasajero. Lo siento.
Así que tenía licencia de piloto, además
de una belleza sofisticada. Reconociendo su derrota, Ryeowook se encogió de
hombros y se giró para marcharse.
—Qué tengáis un buen vuelo.
Ya estaba cruzando el porche cuando Yesung
abrió la puerta y fue tras él.
—¡Ryeowook, espera un minuto!
—¿Para qué? ¿Para que puedas humillarme
un poco más? Habría pensado que hasta tú estarías satisfecho de lo que has
conseguido.
—No es lo que parece entre Sungjoon y
yo.
Soltó una carcajada, un sonido hueco
terrible que parecía salir de un moribundo.
—Creo que los dos habéis dejado claro lo
que hay entre vosotros. Si sientes la necesidad de dar explicaciones, te
sugiero que vuelvas con él e intentes justificar por qué lo has dejado
esperando mientras casi me haces el amor.
—Nunca he hecho el amor con Sungjoon.
—Claro que no. ¡Perdóname! Tú nunca
haces el amor, ¿verdad? Solo practicas el sexo. O mejor, te gusta fornicar
mientras no esperan que signifique algo.
Bajo la oscuridad, se sonrojó y hundió
la cara en las rodillas al recordar su última frase. Había recurrido a la
vulgaridad y había manchado una de las experiencias más bonitas de su vida,
solo por la satisfacción de dejarlo sin palabras.
Entonces acudieron las lágrimas, amargas
y calientes. ¿Por qué no lo había escuchado cuando le había dicho que no era
hombre para él? Era un salvaje, cruel e insensible.
E irresistible. La curva de su boca
cuando sonreía, la tormenta de sus ojos cuando se enfadaba, el retumbar de su
risa contenida contra su pecho, ¿a qué joven no lo seducirían?
—Pero él significa mucho más que eso
para mí —sollozó hacia las estrellas—. Me hizo sentir vivo otra vez.
Unos brazos fuertes que lo abrazaban,
una fuerza impulsiva y masculina que lo poseía, una semilla caliente y vital
que lo llenaba con la creencia de que la vida podía volver a empezar. Esos
habían sido sus regalos y también el haber conocido la profunda alegría de
poseerlos.
Pero después se los había llevado y lo
había dejado deslizándose por la rampa resbaladiza de la desesperación,
rumiando una soledad mucho peor que la que había conocido cuando murió Eric,
porque entonces el dolor y el arrepentimiento habían sido mutuos. En ese
momento, la pérdida era solo suya.
Yesung iba a seguir adelante sin él, porque
lo había elegido. ¿Quién con sentido común amaría a un hombre así?
Yesung!!! quieres te empiece a odiar!! por que tiene que ser tan cruel!! pero por lo que sufrió en el pasado lo entiendo pero debe aceptar que ama a wookie!! un capitulo qenial esperare la próxima actualización!!
ResponderEliminarCuidate
Déjame matar al descorazonado y msl nacido de Yeye, acordate de mis palabras te vas a arrepentir y cuando quieras remediarlo será muy muy tarde
ResponderEliminarCreo que me uno al club de las que quieren golpear a Yesung. Es un grandisimo tonto!! Wook vete y no regreses T.T Aish!! Como se atrevió ha hacerle semejante escena? Todo podría haber ido mejor!! Pero no!! Aaah!!
ResponderEliminarEspero con ansias el siguiente.
Saludos!!
Aaaaaaaa estúpido yesung......lo peor aparte de dañar a wook con sis palabras,es que se engaña a él mismo......o sea,no piensas en alguien o en su bienes si no te importa aunque sea un poco,pero te importa......y este se engaña diciendose esa mentira.
ResponderEliminarY aparte el muy menso va y le presenta al otro.....uff y luego trata de dtenerlo cuando wook intenta irse y se quiere explicar.......ecplicar que? Si lo que queria dar a entender lo hizo,ahora que no venga con sus cosas.....estúpido yesung
Maldito Yeye, lo hace sufrir porque tiene miedo es un idiota y lo va a perder por eso, ahora Wookkie debe empezar de nuevo que Yeye se de cuenta, solo que talvez no quiera perdonarle o en su vida....
ResponderEliminarRecién veo esto xD
ResponderEliminarNo entiendo el razonamiento de Yesung, cuando parece que da un paso hacia adelante termina dando dos hacia atrás, no tenía que llegar a esos extremos para desengañar a RyeoWook, fue cruel y lo peor es que se está engañando a él mismo, es obvio que ya está enamorado de Wook, aunque intente negarlo.