—Parece que al final estamos de acuerdo
en algo.
¡Era terrible, sin corazón, inhumano! Y él
era más que estúpido por haber creído por un minuto que podía apelar a su
naturaleza bondadosa, ¡no la tenía!
Fue a darse la vuelta antes de que viera
el brillo de las lágrimas en sus ojos, pero Yesung era más observador de lo que
él creía. Una sombra de arrepentimiento cruzó su rostro y alargó la mano como
si fuera a tocarlo. Después, en el último momento, cambió de opinión.
—Wook, espera un minuto.
—¿Sí?
Su voz debió mostrar un destello de
esperanza porque él inmediatamente se retractó.
—Nada. No era nada importante —murmuró.
—Debemos ser claros y decir las cosas
abiertamente, Yesung. No estás enfadado por que haya venido aquí, sino porque
hicimos el amor anoche, y fingir otra cosa no cambiará los hechos. No puedo
hablar por ti, pero lo que compartimos significó algo, al menos para mí.
—No vayas por ahí, Ryeowook—lo
interrumpió—. Lo de anoche fue... un error. Nunca debió haber sucedido y no
volverá a suceder. Y no tenía nada que ver con el amor. Así que no le pongas un
nombre que no le va, y no busques razones para justificarlo, porque no las hay.
—Yo ya había llegado a la misma
conclusión. La diferencia es que no lo hubiera expresado con tanta frialdad, ni
lo hubiera utilizado como excusa para acabar con nuestra amistad, que es lo que
estás haciendo tú. Nunca te tomé por un cobarde, Yesung.
—A veces es mejor un corte limpio. La
única razón por la que vine aquí fue para estar solo. Lo mismo te pasó a ti.
Nos iba bien mientras mantuvimos las distancias. Nuestro error fue creer que
podíamos tener lo mejor de los dos mundos, ser vecinos y ermitaños al mismo
tiempo. Pero no es demasiado tarde para reparar el daño.
—Quizá no para ti.
Yesung se quedó rígido como un animal
salvaje alertado por una amenaza inminente.
—¿Qué se supone que significa eso?
¿Estás diciendo que puedes estar...?
—¿Embarazado? ¿No es un poco tarde para
preguntarme eso?
Él bajó la mirada y permaneció mirándose
los pies.
—¿Hiciste algo para evitar esa
posibilidad?
—¡No! ¿Y tú?
—Sabes que no. Pero podías estar tomando
la píldora o algo así.
—Me temo que no. Aparte de ti, no he
estado con ningún otro hombre además de mi marido. Con él era diferente. Nunca
hubo algo así a la mañana siguiente. Él me amaba.
—¿Estás intentando que te diga las dos
palabras maravillosas? ¿Es ahí a donde quieres llegar?
—No. Peor que acostarse con alguien a
quien no amas es mentir y fingir sentimientos que no existen.
—¡Qué alivio! Pero no responde a mi pregunta.
¿Puedes estar embarazado?
—Supongo que tendremos que esperar a ver
qué pasa. Si por casualidad nos encontramos dentro de seis meses y estoy
enorme, sabrás que...
—¡Demonios, Ryeowook! —explotó—. No se
puede tomar esto a la ligera. Si descubres que...
—No te preocupes, Yesung, no vendré
corriendo después de haber dejado tus sentimientos tan claros.
—Que estuvieras embarazado cambiaría
muchas cosas.
—Pero no la más importante, que es que
no quieres tener nada más que ver conmigo.
—Si hay la más remota posibilidad... si
es el momento fértil del mes, quiero saberlo. Ahora.
—¿Qué te hace pensar que tienes derecho
a una información tan personal, cuando te sientes plenamente justificado para
despellejarme por haber visto las cicatrices de tu pierna por casualidad?
—exclamó mientras una oleada de vergüenza le calentaba el rostro.
—Responde a la pregunta, Ryeowook—exigió
implacable—. ¿Es este el peor momento del mes para jugar a la ruleta rusa con
el sexo?
—No —respondió sorprendido de lo fácil
que le resultó mentir.
—¿Cuándo lo sabrás seguro?
—En un par de días —contestó. Más
avergonzado cada minuto y herido hasta lo insoportable por su actitud, se pasó
una mano por la cara como para barrer su preocupación. ¡Qué insensible era!—.
De verdad, Yesung, encuentro este tipo de preguntas de lo más molesto. No
tienes nada de tacto.
—No. Pero quiero creer que no soy un
canalla. Si hay posibilidad de que estes embarazado quiero saberlo. Anoche,
estuvimos haciéndolo como conejos en celo. No estoy orgulloso de lo que hice,
pero estoy dispuesto a afrontar las consecuencias, por inoportunas que sean.
Ryeowook había estado seguro de que
podía afrontar verlo otra vez, de que encontrarían un modo de superar la
indiscreción de la noche anterior y mantener su amistad intacta. Pero su
actitud, sus hombros caídos, la expresión de desinterés y el menosprecio
hiriente de lo que él había sentido como bello le llenaron de tanto dolor y
arrepentimiento que rompió a llorar.
—¡Animal insensible! Ya sé por qué estás
aquí solo. No es por tu voluntad. Seguramente no tienes ni un amigo.
—¡Maldita sea! —murmuró pasándose los
dedos por el cabello—. Wook, escucha, no quiero herirte...
—Demasiado tarde. Ya lo has hecho.
—Pero no es irreversible —aseguró
tomándole las manos—. Deja de castigarte así y escúchame. Tienes razón. Soy un
payaso, un idiota...
—¡Eres peor que todo eso!
—¿Crees que no lo sé? No tenía motivos
para hacer el amor contigo anoche. No tengo ninguna excusa por haber dejado que
se me fueran las cosas de las manos. Pero al menos puedo asegurar que no
repetiré el error, y si eso significa alejarte de mi vida, eso es lo que haré.
De todos modos ya es hora de que me vaya.
La rehabilitación ha ido más
rápidamente de lo que esperaba y estoy preparado para un poco más de comodidad
y libertad de la que este lugar puede ofrecerme —dijo. Dejó escapar el aliento
y le dio una palmada en el hombro—. En cuanto a ti, ya estás preparado para
otra relación, para el matrimonio, aunque no estés dispuesto a admitirlo. Pero
yo no soy el hombre adecuado, Wook. Tengo mis propios asuntos que resolver. No
puedo resolver los tuyos también.
—No te estoy pidiendo que lo hagas.
Nunca he sugerido que estuviera buscando semejante compromiso.
Pero continuó llorando porque sabía que
al único a quien estaba engañando era a él mismo. Yesung tenía razón. En algún
momento del verano, había salido del largo túnel del reajuste personal y estaba
preparado para amar otra vez.
—Quizá no con esas palabras, pero está
bien. No hay nada malo en perseguir los sueños. Es saludable. Y si tuviera un
poco de sentido común, aprovecharía la oportunidad, porque eres una persona maravillosa,
Wook —afirmó. Le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja y le cubrió la
mejilla con la mano—. Pero no puedo darte lo que necesitas para ser feliz. Mis
prioridades son otras. Si no se me cura la pierna completamente, me quedaré
lisiado el resto de mi vida. Tú ya has pasado por eso una vez y nunca te
pediría que lo hicieras otra vez.
—¿Ni siquiera aunque...?
—Ni siquiera entonces. Ya has visto cómo
soy. La mayor parte de los días no se puede vivir conmigo. Tienes que saber que
sería aún peor si supiera que lo que estoy pasando ahora es para el resto de mi
vida.
—No lo será —aseguró tomándole la mano—.
Ya has llegado muy lejos. Vas a conseguirlo. De verdad creo que lo vas a hacer.
—Si tienes razón, y espero que la
tengas, volveré al trabajo, a llevar la vida que amo y que tú no soportarías.
Ya has explicado la clase de marido que te gustaría, y yo no encajo en el
molde.
Fijó su mirada en la suya y sintió que
algo se le movía dentro, los fragmentos de una esperanza rota. Supo que nunca
volvería a mirar al mar sin el corazón anhelante por su recuerdo y que, no
importaba lo que deparara el futuro, nunca habría otro hombre que lo llevara a
las cumbres de la pasión que había conocido con él. Pero tampoco habría otro
que le hiciera tanto daño.
—Tú no tienes pelos en la lengua,
¿verdad?
—No. Si en algo puedes contar conmigo es
en que hable con franqueza. No me gusta edulcorar la verdad, así que creo que es
justo que lo sepas. Mi estancia aquí termina y vuelvo a Seul en cuanto haga la
maleta y prepare el viaje.
Tenía que irse lo bastante lejos para no
verlo salir cojeando de su vida. Lo bastante lejos para no rendirse a la
necesidad de correr tras él lleno de excusas que no hacían más que encubrir que
no podía soportar dejarlo marchar.
Por la mañana había empaquetado las
provisiones que necesitaría para los dos días siguientes y había partido hacia las
montañas. Aunque el camino era difícil en las alturas, comenzaba con curvas
fáciles. Había empezado más tarde de lo que le hubiera gustado, pero aun así
llegó a la cueva antes del atardecer.
Su abuelo lo había llevado allí por
primera vez cuando tenía diez años.
—Encontré este lugar cuando era un
chiquillo —había contado—. Y lo convertí en mi escondite secreto. Una vez
acampé por aquí durante una semana, cuando estaba molesto con Jongjin porque
había pescado un salmón más grande que el mío.
—¿Pero qué hacías aquí arriba? ¿Qué
comías? —había preguntado fascinado con la idea, pero sin siquiera imaginar que
llegaría el día en que él también buscaría refugio allí.
—Me traje libros y robé un poco de pan y
latas de conserva de la despensa de mi madre, y mantequilla y un saco de
patatas. Incluso construí unas estanterías para guardar mis provisiones, allá
en el fondo, ¿las ves?, y encendí un fuego en la entrada para alejar a los
osos.
Hacía años que no iba allí, pero nada
había cambiado desde entonces. Los helechos cubrían la entrada y delante seguía
el círculo de piedras donde había ardido el fuego, cuyas cenizas habían sido
barridas por las lluvias del invierno tiempo atrás. Incluso las estanterías
permanecían intactas. En una de ellas se alineaban una caracolas junto al cabo
de una vela y una vieja fotografía de una estrella del rock que él admiraba
cuando era adolescente.
Inesperadamente, su visión y la
inocencia que representaba le recordó la tristeza de la que había intentado
escapar y que volvía como una venganza. La montaña siempre había sido un
refugio.
Yesung dejaría desolación tras él cuando
se marchara. Deseó no haberlo conocido, no haber sabido de su pena íntima y
feroz, ni de su risa fugaz. Deseó que nunca lo hubiera tocado ni besado.
Deseó no amarlo.
Cayó de rodillas sobre el suelo duro y
arenoso y lloró por la verdad que ya no podía negar. No era así como se suponía
que tenían que ir las cosas. Había regresado a la isla para recuperarse,
espiritual y físicamente, para poder empezar de nuevo cuando volviera a la
ciudad. En lugar de eso, estaba dolido con un hombre al que no le importaría
que desapareciera del mundo.
Una lengua cálida y húmeda lamió su
rostro.
—Melo —sollozó abrazándose a su cuello y
hundiendo la cara en su pelo—. ¿Cómo he podido dejar que ocurriera?
El problema de vivir en una isla era que
se perdía el sentido del tiempo. Discurría suavemente haciendo muy fácil
posponer las cosas para el día siguiente, o para la semana siguiente o para
cuando se tuviera ánimo. Así que la primera reacción de Yesung cuando el motor
del hidroavión aminoró y se detuvo con un susurro en la cala aquella tarde a
las cuatro y media fue una airado «¡Demonios!».
Había olvidado la propuesta de Sungjoon
de visitarlo. Apenas había pensado en ello desde que había dejado aquel mensaje
en su buzón de voz. Pero ya era inevitable. Contrariado, bajó por la rampa para
recibirlo. Si hubiera llegado unos días después podría haberse marchado con él
y así ahorrarse la molestia de contratar a un piloto comercial.
Conduciendo el hidroavión hasta el
muelle con su maestría habitual, Sungjoon salió y se estiró, un gesto dirigido
a recordarle sus considerables virtudes.
—¡Guapo! —exclamó agarrándose a él tras
colocarse las gafas de sol hacia atrás.
Haciendo lo posible para sujetarlo sin
que ambos cayeran, arrugó el rostro para fingir algo cercano a una sonrisa.
—Hola —contestó.
—¡Deja que te mire! —dijo con
entusiasmo—. Cariño, estás para comerte, tan bronceado y sano y en forma. La
vida en el campo te sienta bien.
—Tiene sus ventajas.
—Y sus desventajas, también. ¿Tenías que
recluirte en un lugar tan remoto? Lo he pasado fatal para encontrarte.
—Esa es una de sus ventajas, Sungjoon. A
la gente no le resulta muy cómodo venir a hacerme una visita cuando les
apetece. ¿Cuánto tiempo piensas quedarte?
—¡Acabo de llegar! Al menos deja que estire
las piernas un poco antes de intentar librarte de mí.
—Es que no quiero que te sientas
obligado a quedarte para visitar a un inválido. Sobre todo porque voy a volver
a la ciudad dentro de una semana.
—No seas tonto, Yesung. Estoy aquí
porque no podía estar lejos de ti. Y de todos modos, el viaje de aquí a la
ciudad es fácil. No debería llevarme más de una hora, lo que nos deja tiempo
para una visita larga y agradable —dijo agarrándolo del brazo y empezando a
subir la rampa—. ¿No vas a invitarme a tu pequeño refugio, cariño? Estoy
deseando verlo. Y me muero por una bebida fría.
—Lo único que tengo es cerveza y agua.
—Pues sí que te has tomado en serio la
vida rural. Menos mal que he traído unas cuantas cosas. Espera aquí, cariño,
las traeré.
Volvió al hidroavión, tan fuera de lugar
como un pájaro tropical. Miró hacia la casa de Ryeowook. No había rastro de él,
aunque difícilmente podría no advertir la presencia del hidroavión si salía al
porche.
Esperó que no lo hiciera. Su percepción
había cambiado desde que había decidido que la aparición de Sungjoon acabaría
definitivamente con las ideas que Ryeowook pudiera albergar sobre él y sobre
ambos como pareja. Odiaba tener que admitirlo, pero había llegado a preocuparse
por no herirlo, y a raíz de lo que había sucedido la pasada noche, sabía que se
enfadaría si creía que lo había estado utilizando para entretenerse hasta que
no apareciera nada mejor.
Sungjoon no encajaba en esa descripción.
Lo había conocido hacía un año a través de amigos comunes que habían pensado
que harían una buena pareja. ¡Difícilmente! Era demasiado teatral y demasiado
insistente para su gusto. Prueba de ello era que, de toda la gente que conocía,
solo él había conseguido averiguar dónde se había escondido.
—Ya está, cariño, solo una cosa para
pasar la tarde. Espero que tengas un sacacorchos en tu choza, porque olvidé
traer uno.
—¿Es una buena idea? —preguntó señalando
las dos botellas de vino que asomaban por la cesta de picnic
—. Si vas a volar
otra vez antes del atardecer...
—Confía en mí, Yesung, querido, aprecio
mi vida demasiado como para ponerla en peligro pilotando el hidroavión cuando
estoy bajo la influencia del alcohol. Así que deja de refunfuñar y enséñame tu
casita junto al mar. Debo decir, si me puedo fiar del exterior, que no se
corresponde con tu nivel de vida habitual.
—Es más que apropiada para lo que
necesito y está lo bastante lejos del mundanal ruido como para asegurarme total
intimidad —dijo—. La mayor parte del tiempo, claro —añadió.
—No tanta intimidad. Veo otra cabaña un
poco más lejos. ¿Vive alguien interesante?
—No —respondió ignorando cómo su corazón
había palpitado. ¿Qué le había hecho creer que meter a otra persona en su vida
era una solución para el problema con Ryeowook?— Es solo otro veraneante que
está buscando paz y tranquilidad.
Llegaron a su casa. Lo agarró del codo
con una satisfacción indisimulada.
—Eso está bien. Me ha costado mucho
sacarle información sobre ti a Kyu para querer compartirte con otro. Quiero que
seas solo para mí.
«No, si puedo opinar. Tengo intención de
que vuelvas a la ciudad en una hora».
—Aquí la tienes —dijo deteniéndose para
que pasara primero a la casa—. ¿No está mal, verdad?
—¡Qué... pintoresca! —exclamó deteniéndose
en el vestíbulo transfigurado por la consternación.
—Claro que ahora está un poco
desordenada porque estoy haciendo las maletas. Aunque sirve bien para lo que
es, no puedo decir que me dé pena marcharme.
—¡No me digas! —exclamó—. Cielos, Yesung,
es paleolítica. No comprendo cómo te has quedado tanto tiempo. Abre una de esas
botellas, por favor. Necesito algo para recuperarme.
Media hora de conversación superficial,
con millones de «cariños», era todo lo que podía soportar.
—Te diré una cosa. Tengo un par de nasas
en la bahía. ¿Te gustaría llevarte a casa marisco fresco para cenar? —sugirió
con los ojos opacos de aburrimiento.
Aunque el comentario le había parecido
bastante inocuo en aquel momento, dejar solo a Sungjoon se convirtió en un gran
error.
En parte fue culpa suya. Podría haber
previsto los problemas antes de que ocurrieran, si no hubiera optado por atar
la barca en la parte del muelle de Ryeowook, en lugar de en su amarre habitual.
Se dijo que así le resultaría más fácil
a Sungjoon sacar el hidroavión a mar abierto, pero lo cierto era que estaba
intentando ocultar el aparato.
Con esa excusa lanzó una mirada furtiva
a la casa de Ryeowook. Seguía sin haber rastro de él ni de Melo. O estaba
regodeándose en su enfado, o había salido, quizá hubiera convencido al chico
que le llevaba las provisiones para que lo llevara a Sukira's Cove por la
tarde, aunque no había oído a otro barco acercarse al muelle.
Saltando a tierra, miró hacia su casa,
esperando encontrar a Sungjoon listo para marcharse. No tuvo esa suerte. En su
lugar, se había tumbado en la hamaca del porche, y aun desde lejos se notaba su
presencia. Si Ryeowook había ido al pueblo y se le ocurría volver pronto...
Vio en su reloj que eran casi las seis.
Como un anfitrión preocupado y responsable, tenía derecho a pedirle a su
invitado que se marchara. Si lo hacía en ese momento, estaría de vuelta en Seul
a tiempo para cenar, una opción que aceptaría con presteza cuando supiera que
no había marisco aquel día.
Contento con esa idea, subió la rampa.
Su optimismo no duró mucho. Cuando dobló la esquina del porche, Sungjoon soltó
una carcajada y se cayó de cabeza cuando intentó levantarse de la hamaca.
—Creo que estoy un poco achispado.
¡Estoy tan relajado, cielo!
—No seas ridículo. Solo hemos tomado una
copa de vino cada uno, y la botella sigue por la mitad.
—Tenía tanta sed y has tardado tanto...
—dijo chupándose los labios. Después, haciendo un gran esfuerzo por sentarse,
miró hacia la botella vacía medio escondida bajo la hamaca—. Así que terminé la
primera y abrí la segunda.
Él hizo una mueca incapaz de ocultar su
disgusto. ¿Tenía idea de lo poco atractivo que estaba pronunciando mal y con
las facciones tan relajadas que parecían de cera?
—¡Achispado, y una porra! Estás bebido, Sungjoon.
¿Cómo vas a pilotar en ese estado?
—No creo que pueda —respondió hipando,
intentando levantarse y cayéndose sobre sus rodillas en el proceso. Abandonando
la batalla, se deslizó sobre el suelo—. Creo que voy a tumbarme aquí para
dormir un poco hasta que me despeje.
—¡No te atrevas a desmayarte aquí! —lo
amenazó. La repercusión de intentar explicar su comatosa presencia si Ryeowook aparecía
de repente era demasiado horrible.
«Ryeowook... todo volvía a él».
Por enésima vez en la última hora y
media miró hacia su casa. Seguía desierta. ¿Pero cuánto duraría su suerte?
—Prepararé café —dijo sorteando los
intentos de Sungjoon de usar sus pies como almohada—. Sungjoon, por favor...
El esfuerzo de mirarlo hizo que se
pusiera bizco.
—No te enfades conmigo —lloriqueó—. Te
quiero.
Se pasó los dedos por el pelo y
consideró sus opciones. Decir que eran limitadas era una exageración. Solo
tenía una opción.
Agarrándolo por debajo de los brazos lo
metió en la casa. En cuanto lo tumbó en el sofá se quedó dormido.
—A primera hora de la mañana te vas de
aquí —ordenó—. Y si sigues sin poder pilotar te vas nadando.
Nooooo por que Yesung tiene que ser asi!!! y Sungjoog si que es un pesado!!! me gusto mucho el capitulo!!! esperare la próxima actualización!!!
ResponderEliminarFue cruel con Wokkie, ademas ya esta enamorado aunque diga que noe Yeye ya cayo, me encanta este fic.
ResponderEliminaruuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuhh!! Yesung es malo! tratar asi a Wook, merece unas nalgadas! y ahora con la visita de Sungjoon las cosas se veran mal...y el pobre de Wook esta llorando en una cueva!
ResponderEliminarY uno que piensa que las cosas no pueden estar peor y viene Yesung con su terquedad, por ue aunque lo niegue él también siente algo por RyeoWook, si se la pasa pensando en él cada dos minutos xD Al menos Wookie es honesto consigo mismo y admite que ama a Yesung, lo malo es que está sufriendo en esa cueva, y no sé porque pero creo que la visita de Sungjoon solo va a empeorar todo.
ResponderEliminarGracias por el Mp.
Cuídate ^^
Que cruel,para decir la verdad no es necesaria tanta crueldad,solo ha hecho sentir mucho más mal de lo que ya se siente Wook.
ResponderEliminarSi esta embarazado espero que no le diga Yesung,y que se entere por terceras personas....no es que a wook le sea indisensable,le gusto y quizas sienta algo/mucho por el,pero esta claro que yesung no lo quiere cerca,al menos es lo que el cree.
Solo espero que nada le pase a wook en esa montaña.......estupido yesung,te andas cuidando de que wook no vea a tu visita.....tonto
¿donde esta wook, se habra ido? Yo lo habria hecho de ser él, que fastidioso, odioso y patan es Yeye, esta insufrible tratando de negar lo que ya es un hecho.
ResponderEliminarAdemas eso de usar a otro para solucionar el problema con Wook es una movida muy infantil.
Aishh me tiene molesta.