Heechul estaba tan nervioso
preguntándose si había conseguido escapar que fue bastante más tarde cuando
sintió el frío que hacía en el carruaje. No se alarmó al no encontrar más que
cenizas frías en el brasero pero, tras un registro precipitado bajo los
asientos y hasta del interior de un asiento voladizo, quedó absolutamente
desconcertado. Ni un pedazo de carbón en todo el vehículo.
Había una manta de viaje. Pobre
consuelo pero se envolvió con ella. ¿Sería suficiente? No para que se sintiera
cómodo aunque tendría que contentarse con ella. El cochero pasaba más frío aún.
No era necesario pedirle que corriera más. Había dejado perfectamente claro que
la velocidad era un imperativo.
¡Aún no podía creer que se
encontrara camino a casa! ¡Aunque su inmensa sensación de satisfacción y triunfo
nada tenía que ver con su vuelta a casa y todo con el simple hecho de haber
burlado a Siwon!
Acababa de bajar de su habitación
cuando oyó las voces en el salón. Casi había entrado, seguro de que era la voz
del hermano de Siwon y no de su tía. Un toque de suerte lo hizo esperar lo
suficiente para darse cuenta de que, si el hermano estaba allí, tenía que haber
venido en coche, y que el coche podría estar aún delante de la puerta, con los
caballos enganchados, proporcionándole un medio de huida.
Realmente, no tenía elección. Era
su única oportunidad de escapar de ese lugar, y ni siquiera estaba seguro de
lograrlo. Tenía que actuar de inmediato, antes que desengancharan los caballos y
los llevaran al establo, como hicieron con los otros.
—¡Espera! —llamó al joven sentado
en el pescante.
Él lo oyó y se detuvo. Incluso
saltó al suelo mientras él se acercaba apresurado, procurando no resbalar en el
hielo apenas cubierto por la nieve recién caída. Seguramente se habría quitado
la gorra si llevara una, en lugar del montón de bufandas de lana que asomaban
bajo la capucha de su abrigo. Su expresión era la típica de la mayoría de los
hombres que veían su cara por primera vez, una mezcla de deslumbramiento y de
incredulidad ante lo que veía.
Para fomentar la impresión, Heechul
le dirigió su sonrisa más brillante.
—Necesito que alguien me lleve a
Londres. ¿Podrías ayudarme?
El joven tardó un minuto entero en
recuperarse de su embelesamiento. Heechul sólo tuvo que repetir sus palabras
una vez.
Al final, él frunció el ceño con
gesto triste y dijo:
—No creo que pueda, señor, no sin
el permiso de Lord Choi. Éste es su carruaje.
—¿Cómo te llamas?
—Albert, señor.
—¿Veinte libras te harían cambiar
de opinión, Albert?
Él hizo una mueca.
—Es mucho dinero para alguien como
yo, pero seguro que me despedirán o me mandarán a la cárcel si me voy con este
carruaje.
Heechul empezaba a perder la
paciencia. No tenía tiempo para engatusarlo. Siwon podría aparecer en cualquier
momento, y entonces ya no iría a ninguna parte.
—No te arrestarían —le aseguró—.
Eso te lo prometo.
Él seguía ceñudo y triste.
—He traído al hermano del señor.
Probablemente volverá a casa dentro de unos días. Es un joven señor muy
agradable. Seguro que permitirá que lo acompañe.
—No me sirve. Debo partir
inmediatamente. ¡Cincuenta libras!
—No me gusta mucho este trabajo
—admitió el cochero— Lo acepté en verano, cuando no era tan duro. Ahora pienso
que prefiero trabajar dentro de casa en esta época del año. Aunque cincuenta
libras no son suficientes para que me dejen en la calle
Claro que eran suficientes. Era más
dinero del que podría ganar en dos o tres años.
—Cien libras —dijo Heechul,
impaciente.
—¿Adonde quiere ir? —preguntó el
joven al tiempo que le abría la puerta del carruaje.
—A Londres. A toda marcha. Y hablo
en serio, hemos de apresurarnos mucho.
—No se preocupe, señor. Iremos a la
carrera hasta la posada más cercana y un buen fuego, puesto que no tendré mucho
calor en el pescante. Podemos detenernos en una posada, ¿verdad?
—Sí, por supuesto —dijo, adivinando
que ése era el motivo por el que le había costado tanto convencerlo. Él
solamente quería evitar el frío—. No espero que conduzcas durante la noche.
Menos mal que ya le había dicho que
tenía prisa, pensó Heechul mientras sus dientes castañeteaban. En el interior
del carruaje no hacía más frío que al principio, sin embargo, a él le parecía
que sí, ahora que llevaba varias horas allí. La manta de viaje no servía de
mucho cuando su abrigo era tan fino. ¿Cuánto faltaría hasta alcanzar un pueblo
y una posada caldeada? Seguramente no más de una hora, teniendo en cuenta la
velocidad temeraria con la que Albert conducía los caballos.
Al menos Siwon ya no podía detenerlo
antes de llegar a la civilización. Con todos los caballos en el establo, se
había asegurado de que nadie, ni él mismo, pudiera salir de forma inmediata.
Heechul esbozó una sonrisa de afectación al imaginar la irritación de Siwon
cuando descubriera que se había escapado.
Le molestaba haber tenido que dejar
atrás a Hanni, su propio carruaje y su ropa. Aunque Siwon ya no tenía por qué
quedarse, se vería obligado a usar su carruaje para que él mismo y todos los
demás regresaran a sus respectivos hogares. Si no tuviera el detalle de
devolverle el carruaje, bueno, ya se preocuparía de eso cuando estuviera en
casa, seguro de no tener que tratar con ese demonio nunca más.
Fue lo último que pensó antes de
verse despedido del asiento y caer al suelo. Liado con la manta de viaje, al
principio no percibió que el carruaje se vencía hacia un lado. Aunque el suelo
era un buen sitio mientras el vehículo avanzaba botando hacia una zanja.
Apenas conseguía ponerse de rodillas cuando la
puerta se abrió bruscamente y Albert preguntó con expresión horrorizada:
—¿Se encuentra bien?
—Sí, apenas tengo unas magulladuras
—le aseguró Heechul—. Sólo dime que no nos hemos salido del camino para caer en
una zanja.
El joven se ruborizó intensamente.
—No vi el bache, juro que no lo vi.
Quizá lo hubiera visto si no condujera los caballos a toda velocidad, aunque
hay nieve reciente que cubre el camino y es posible que tampoco lo viera yendo
más despacio.
—¿Y?
—Al salir del bache, la rueda
perdió su tracción y derrapó. La zanja no parecía estar tan cerca pero supongo
que lo estaba. Y entonces se rompió.
—¿Qué se rompió?
—La rueda —respondió él,
avergonzado—. Se partió el eje en el momento de caer en la zanja.
—¿Los caballos están bien?
—Sí, señor.
—Entonces, pueden tirar del
carruaje hasta el camino otra vez.
—Sí, aunque no irá a ninguna parte
con la rueda rota. ¡Maldita mala suerte!
Ya podía decirlo, pensó Heechul con
un suspiro. En retrospectiva, había sido estúpido por su parte pedirle que
apurara los caballos con ese tiempo. Pero saberlo sólo podría contribuir a
evitar desastres futuros, en absoluto ayudaba en hechos pasados.
—¿Qué harías normalmente en una
situación como ésta?—preguntó.
—Cambiar la rueda.
—Pues ve a buscar otra.
—Todavía no estamos cerca de
ninguna población. Sería de noche antes que volviera.
Lo primero que pensó Heechul fue
que no deseaba quedarse solo allí, en la cuneta, con ese frío y menos después
de anochecer.
La alternativa, sin embargo, sería
montar uno de los caballos, a pelo, caer más de una vez, seguramente, hacerse
daño y encontrarse con dificultades aún mayores. O esperar que mejorara el
tiempo, helándose mientras tanto. O esperar que apareciera Siwon, deleitándose
por haberlo encontrado. Es decir, suponiendo que apareciera. Quizá no se
molestara en ir tras él. Bien podría pensar que lo había intentado y que no se
esforzaría más en «ayudar» a alguien que, obviamente, no deseaba su ayuda. Por
eso dijo:
—Pues no pierdas el tiempo.
Ojalá no estuviera cometiendo un
nuevo error.
Siwon apenas podía ver más allá de
veinte pies, tan densa era la nieve que caía. Se podría hablar de una ventisca
si el viento fuera más fuerte pero, por suerte, apenas hacía viento, o justo
para hacerle sentir la intensidad del frío..., y hacerle considerar la
posibilidad de abandonar.
Casi no vio el carruaje en la
zanja. Cubierto con un manto blanco, se confundía con la nieve que lo rodeaba.
Fueron los caballos los que atrajeron su mirada. La nieve no se adhería a sus
cuerpos cálidos y oscuros, como no se adhería a su propia montura. El miedo lo
invadió cuando vio el accidente. Un miedo más fuerte del que recordaba haber
sentido jamás aunque, por suerte, muy breve. En cuanto vio que faltaba uno de
los caballos y que el carruaje se mantenía derecho, un poco ladeado pero en
absoluto destrozado, supo que nadie estaba herido. Evidentemente, Heechul y el
cochero habían decidido compartir uno de los caballos para continuar el viaje.
Fue su única conclusión, de modo
que estuvo a punto de no bajar a la zanja para comprobarlo. No obstante, sabía
que, de no hacerlo, no se lo perdonaría y nunca saldría de dudas, así que
desmontó el tiempo suficiente para abrir la portezuela del carruaje y echar un
vistazo en el interior. Allí no quedaba nada más que un bulto de... «¿Por qué
demonios tienes sólo una manta de viaje en el carruaje?» Recordó las palabras
de su hermano con un sobresalto. Una manta de viaje no abulta tanto.
—¡Santo Dios! —exclamó—. ¿Te ha
dejado aquí para que mueras de frío? ¿Adonde demonios ha ido?
Heechul asomó la cabeza de debajo
de la manta, no la cabeza entera sino lo justo para que él pudiera ver sus ojos
y comprobar que no llevaba el sombrero. Hasta su habitual peinado elegante
había desaparecido. Estaba hecho un ovillo tan pequeño en el asiento que la
manta lo cubría por completo, cabeza incluida.
—Ha ido a buscar otra rueda, para
cambiar la que se rompió.
Siwon se sentó a su lado y miró el
brasero apagado.
—¿Sabía que te dejaba aquí sin
calefacción?
—Probablemente no —respondió
bruscamente—. ¡Y cierra esa maldita puerta!
Él alargó el brazo para cerrar la
portezuela. No sirvió de mucho. La respiración le formaba nubes de vapor
delante de la cara.
Ahora que estaba acompañado,
Heechul empezó a estirarse. Volvió a poner los pies en el suelo e irguió la espalda.
La manta de viaje era muy pequeña, tenía la anchura y largura suficientes para
cubrirlo desde el regazo hasta los pies. Heechul la abrió sobre su regazo.
Tenía las manos desnudas. ¡Los dedos le temblaban de frío! A Siwon lo recorrió
una ola de ira porque se hubiera expuesto al peligro de ese modo.
—¿Dónde están tu sombrero y tu
manguito? —quiso saber.
—No estaban con mi abrigo. No tenía
tiempo para buscarlos.
Lo dijo en tono altanero,
consiguiendo irritarlo todavía más.
—Pensaba que tendrías la sensatez
de no hacer estas jugarretas —espetó Siwon mientras se quitaba los guantes,
agarraba las manos de Heechul y las frotaba con las suyas.
Él no intentó impedírselo. Se
limitó a decir:
—La desesperación me obliga a
cometer estupideces. Creía que ya había quedado claro entre nosotros.
—No estabas desesperado. Sólo
tienes miedo de enfrentar a la persona que ven los demás cuando te conocen. ¿Y
qué le ha pasado a tu pelo?
Heechul retiró una mano de entre
las suyas y empujó un mechón errante hacia atrás.
—Necesitaba más calor en el cuello
y orejas.
¡Tenía tanto frío que había
intentado calentarse con su propio pelo! Eso lo enfureció tanto que resopló:
—¡Voy a matar a ese idiota de
Albert por aceptar esto!
—No, le prometí cien libras.
—Eso no es excusa. —Volvió a cogerle
las manos para calentarlas con su aliento.
—Lo es, si no has visto cien libras
en tu vida.
Tenía razón pero él siguió
escudriñándolo con ojos entrecerrados.
—Estás resuelto a asumir toda la
culpa, ¿no es cierto?
—Claro que sí..., no, no lo estoy.
La culpa es tuya.
A Siwon casi se le escapó una
sonrisa.
—Me preguntaba cuándo lo dirías.
—Pues, es cierto. Si no te hubieras
empecinado en mantenerme prisionero antes de tener, siquiera, el permiso de mis
padres, cuando sólo suponías que te lo darían...
—Ya lo tengo. Mi hermano tuvo la
precaución de traerme el correo.
Heechul se hundió en el asiento.
—Qué conveniente, estás exonerado
de todos los cargos.
—Sí, muy conveniente —admitió
Siwon—, puesto que aún no hemos terminado de pasarte por el fuego.
Le tomaba el pelo. Heechul debió de
darse cuenta, de otro modo, habría perdido los estribos ante el comentario. La
mención del fuego, sin embargo, hizo recordar a Siwon que su caballo llevaba un
saco de carbón para el brasero del carruaje.
—Hablando de fuego, he traído
carbón —añadió—. Voy a buscarlo.
Salió inmediatamente y reapareció
en pocos minutos. Tampoco tardó mucho en encender el brasero. ¡Se dio cuenta,
sin embargo, de que pasaría un buen rato antes que las brasas calentaran el
carruaje y que los dientes de Heechul seguían castañeteando y sus labios
estaban casi lívidos! Tendría que buscar otro remedio entretanto...
—En realidad —dijo, como si no
hubieran interrumpido la conversación—, sí que hemos hecho ciertos progresos.
No eres tan mordaz como al principio y yo, al menos, no he visto indicios de
malicia. No te alarmes, voy a intentar otra manera de calentar estas manos, ya
que las brasas tardan en dar calor.
Se desabrochó el abrigo, sacó los
faldones del pantalón y apoyó las manos de Heechul en su pecho, debajo de su
camisa. Heechul quiso retirar las manos pero Siwon las retuvo con fuerza, a
pesar de que le daban frío.
—Esto tampoco dará resultado
—dijo—. Tu cuerpo no está precisamente caliente en estos momentos.
—Entonces, probemos con esto.
—Colocó las manos de Heechul debajo de sus axilas.
—Apenas mejor aunque no durará. Así
sólo te enfrías tú también.
—Ya estaba frío, querido. Ahí fuera
está nevando. Pero tienes razón. La única manera de entrar ambos en calor es
con un poco de ejercicio. Ya sabes, hacer circular la sangre, sudar un poco.
Nunca falla.
Heechul lo miró dubitativo.
—Aquí dentro no hay suficiente
espacio para ejercicios y, no, gracias, no pienso salir afuera y empezar a
correr sólo para sudar un poco —añadió airoso—. Además, yo no sudo. Los jóvenes
señores nunca sudan.
Siwon no pensaba reír de esa
afirmación tan ridicula. No reiría aunque le costara la vida. No obstante,
tardó algunos momentos en controlar el impulso de hacerlo.
—Estaba pensando en un tipo de
ejercicio más agradable. —Heechul abrió los ojos desmesuradamente y él se
apresuró en añadir—: No, pongo un límite en hacer el amor dentro de un carruaje
en pleno invierno..., bueno, al menos, no sin un brasero que arda con más
fuerza que éste. —Sonrió para demostrarle que sólo bromeaba.
No deseaba alarmarlo ni ultrajar
sus sensibilidades virginales. Ésta, no obstante, era una oportunidad que,
simplemente, no podía dejar escapar.
Desde el principio había contenido
sus inclinaciones naturales, porque sus motivaciones eran puras en lo que se refería
a Heechul. Lo había llevado a su casa para ayudarlo, no para seducirlo. Algunos
besos, sin embargo, no les harían daño y en esos momentos lo ayudarían a
olvidarse del frío.
Había sido bueno. Muy bueno.
Sinceramente, no sabía cómo había conseguido mantener las distancias, siendo Heechul
tan deseable. Lo ayudó la antipatía que sentía por él. Cuando Heechul empezó a
explicar algunos de sus actos, sin embargo, sus sentimientos se tornaron
neutros. No le caía precisamente bien, aún quedaba mucho por explicar y mucho
que cambiar en su manera de tratar a los demás, pero no tenía que caerle bien
para que lo deseara y, desde luego, lo deseaba mucho.
Heechul estaba hecho un ovillo e intentaba
calentarse la cara respirando profundamente sobre sus rodillas, tan inmerso en
el esfuerzo que ni siquiera advirtió la presencia de Siwon ante que él hablara.
No se había deleitado al encontrarlo, como pensaba. No había mostrado más que
preocupación y enfado.
Ya empezaba a temer que el cochero
no volvería el mismo día. Puede que no lo hiciera, si no alcanzaba la ciudad
antes de la caída de la noche. Con la presencia de Siwon, sin embargo, todos
sus temores se habían disipado. Ni por un minuto dudó de que le devolvería el
calor y la seguridad. Ya no le importaba haber fracasado en su intento de huir
de él.
—Simplemente voy a besarte, Hee. Te
garantizo que, dentro de unos momentos, ya no sentirás frío y, pasados unos
minutos, entrarás en calor.
Heechul empezó a sentir calor sólo
de pensar en el beso. Calor no exactamente, pero la idea de besarlo ya le hacía
olvidar el frío.
Allí estaba sentado, tratando de
impedir el castañeteo de sus dientes mientras hablaban. Cada segundo tenía que
reprimir un escalofrío. Ojalá le besara como había hecho antes, en lugar de
hablar de hacerlo. El anuncio implicaba que le pedía permiso y prefería no
reconocer que deseaba el beso. En realidad, lo deseaba y se había sentido muy
decepcionado cuando él no lo intentó de nuevo después de aquel primer beso en
la nieve.
—Hablas por experiencia, sin duda
—dijo.
—Por supuesto. La pasión genera su
propio calor. ¿Lo intentamos?
Realmente le pedía permiso. Qué
poco libertino por su parte. ¿Cuándo demonios pensaba hacer honor a su
reputación ese hombre? Aunque Heechul imaginaba que sólo se acostaba con parejas
que le gustaban, y ya hacía mucho que habían establecido que él no entraba en
esa categoría.
—Desde luego —dijo con un suspiro—.
Intentaría cualquier cosa para entrar en calor.
—¿Cualquier cosa? —preguntó Siwon
con un mohín.
—Casi cualquier cosa.
El se le acercó sin dejar de
sonreír y sus labios se unieron. Los de Siwon no estaban fríos. Los de Heechul
seguramente sí, aunque no por mucho tiempo. Por lo demás, sin embargo, él no lo
tocó, como si se abstuviera deliberadamente de hacerlo. ¡Tal vez, no tuviera
verdaderos deseos de besarlo! Heechul sintió una excitación inesperada cuando
sus labios se juntaron aunque ese beso resultaba poco apasionado.
—No te alarmes —advirtió él separando
apenas sus labios—. Cuando sugerí besarnos, no pensaba en un beso casto. La
clave es el esfuerzo y éste surge de la pasión.
Heechul se apartó.
—¿Qué quieres decir?
—Esto.
«Esto» fue un beso completamente
distinto. Siwon lo atrajo hacia sí con ardor y le rodeó con los brazos,
sosteniéndolo con firmeza. Lo besó con fuerza, obligándolo a entreabrir los
labios con su lengua. Eso le conmocionó. Ya había perdido la cuenta de los
besos que distintos hombres le habían robado y que, por norma general, terminaban
bruscamente con un bofetón. Nadie lo había forzado nunca a una intimidad tan
sorprendente que lo dejara sin aliento y con el corazón desbocado.
Siwon se recostó en el lateral del
carruaje al tiempo que lo levantaba y lo colocaba en su regazo, con el fin de
no tener que separar los labios. Fue como tenderse encima de él, sensación que
a Heechul le resultó muy excitante. Siwon siguió abrazándolo con fuerza con un
brazo mientras deslizaba la otra mano entre su cabello. Heechul sintió en la
espalda unos escalofríos que nada tenían que ver con la temperatura.
—¿Has dejado ya de sentir frío?
—preguntó él cubriéndole de besos las mejillas y el mentón.
—Sí.
—¿Te gustaría sentir mis manos?
—No si están frías.
—Te aseguro que no queda ni un
centímetro frío en mi cuerpo. Te lo demostraré.
Besó sus labios de nuevo,
cubriéndole una mejilla con la mano. No sólo estaba cálida, sino que ardía
mientras él le acariciaba el cuello y empezaba a desabrochar los botones de su
abrigo. No lo desabrochó demasiado, sólo lo suficiente para deslizar la mano
debajo de la tela y cubrir un lado de su pecho. Heechul profirió un sonido
gutural, profundo. No sabía si era una protesta o, simplemente, un sonido de
placer incontenible, porque le resultaba maravillosa la sensación de su mano
allí, tan estremecedora y sensual que le impulsaba a abrazarlo con más fuerza
todavía.
—No todo tú eres delgado —dijo él.
El tono de su voz sólo era burlón a
medias cuando hizo esa referencia a su anterior comentario sobre la extrema
delgadez de Heechul. Por lo demás, sonó muy complacido. Sus palabras le
hicieron sonrojar y acaloraron todavía más. Aunque Siwon conseguía hablar, sin
embargo, no le daba demasiadas oportunidades para contestar, porque sus besos
no terminaban, sólo se detenían un momento antes que su lengua volviera a
entrar imperiosa en su boca.
Entonces introdujo la lengua de
Heechul en su boca y succionó suavemente. Heechul gimió y le rodeó el cuello
con el brazo sin pensarlo siquiera. Dobló las rodillas y las apoyó en el pecho
de Siwon. Emitió un pequeño sonido de protesta cuando él dejó de acariciarle el
pecho aunque fue muy breve, porque Siwon no retiraba la mano sino que la movía
en una nueva dirección, a lo largo de su cintura y hasta sus nalgas, que rodeó
para atraerlo más firmemente hacia sí.
—Piensa que soy una almohada
—susurró sobre sus labios—. Puedes acurrucarte y estirarte sobre mí.
¿Cómo sabía que lo deseaba? ¡Sentía
ese impulso asombroso de deslizarse sobre él! Y aprendía rápido esa nueva forma
de besar. Incluso tomó la iniciativa, no pudo evitarlo, aunque él la recuperó
enseguida. ¡Era un duelo de lenguas! Parecían luchar por el dominio o, mejor
dicho, lo compartían. Ahora ya ambos despedían calor.
Siwon logró meter aquella mano
indagadora debajo de su pantalón. Heechul percibió una ligera corriente fría
cuando lo hizo pero apenas se dio cuenta, porque sus dedos tanteaban el camino
de su muslo. Luego dio literalmente un brinco en su regazo cuando el dedo de
Siwon rozó su entrepierna. Él le sujetó con fuerza. No iba a permitir que
Heechul se negara el inmenso placer que era capaz de proporcionarle aunque él
tampoco pensaba impedírselo, tan inmerso estaba en la novedad de las
sensaciones que le provocaba.
Había agarrado un mechón de su pelo
sin saber que tiraba de él. Le besaba con voracidad, y el placer se
intensificaba rápidamente y su cuerpo entero temblaba de deseo, ya no de frío.
Lo que estalló en él de repente escapaba a su comprensión. Seguramente habría
gritado, pero Siwon atrapó su fuerte gemido en un beso en el momento en que el
orgasmo de Heechul palpitaba contra su mano.
Completamente agotado,
lujuriosamente completo, caliente entre los brazos de Siwon, se habría quedado
allí toda la noche. El depositaba pequeños besos en su frente. Ahora su mano
acariciaba dulcemente la cara externa de su muslo. Siwon no intentó moverlo, lo
mantuvo en su regazo. Heechul podría haber llorado. Se lo habría permitido, lo
sabía, y lo habría mantenido caliente con el calor que expedía su cuerpo.
Siwon, sin embargo, debió de oír
movimiento fuera. Él también lo oyó y apartó la cabeza, de su pecho justo antes
que él lo depositara a su lado en el asiento. Ni se tocaban cuando se abrió la
portezuela bruscamente. Pobre Albert, dispuesto a asegurarle de que había
cumplido su tarea con éxito, no tuvo oportunidad de hacerlo. El puño de Siwon
le golpeó en medio de la cara y lo hizo rodar por la nieve hasta el fondo de la
zanja.
Ese golpe no fue por llevar a Hee estoy 100% segura, fue por cortarles el momento
ResponderEliminarEse es Hee es un tonto .. Huir así.
ResponderEliminarPero bueno... Sirvió de algo muy interesante..
Ahhh lo manoseo ajajajajaha
Ese Albert les daño el parche... Jajajajaja jajajaja por eso se llevó su buen golpe...