—Vamos, deja de llorar —dijo Hanni
en su severo tono maternal cuando entró en el dormitorio de Heechul—. Se te
enrojecerán los ojos.
Heechul se incorporó en la cama,
donde había estado llorando. No estaba seguro de dónde provenían aquellas
lágrimas pero se sentía algo mejor después de haberlas derramado.
—El rojo queda bien con este traje
—dijo para quitar hierro al asunto.
—El rojo no te queda bien en
ninguna circunstancia. No es tu color, querido. ¿Y qué ha provocado tu llanto,
si puedo preguntar? Anoche estabas tan enfadado que no querías hablarme y ahora
vuelves a llorar.
—No es un hombre agradable. No
puedo creer que lo considerara como esposo, aunque sólo fuera por poco tiempo.
—Heredará un gran título —propuso Hanni
como excusa.
—Como si eso me importara. El
título sólo era para mi padre. No aprobará ningún marido sin un título superior
al suyo.
—¿Sabes?, ¡Hasta yo oí los
cotilleos cuando él volvió a Londres, sobre los tiernos corazones que había
roto con su partida! No fue sólo por el título y la fortuna, sino porque es
todo un galán.
—No lo es cuando está conmigo.
—Entonces debiste de sentirte
atraído por la cara bonita del vizconde —apuntó Hanni—. No está nada mal.
A Heechul le gustaría poder
negarlo, pero no podía. Por el contrario, le enfurecía aún más que un hombre
tan apuesto fuera un canalla altivo.
—¿Has tenido suerte?
Había enviado a Hanni a averiguar
dónde estaba su carruaje. No porque alguna de los dos pudiera conducirlo, sino
porque los caballos eran una opción o, al menos, lo habían parecido hasta que
descubriera cuan lejos los había llevado Siwon.
—El carruaje está en el establo
—respondió Hanni—. Pero los caballos, no. Y los criados estaban advertidos de
no hablar con nosotros sobre la posibilidad de partir.
—Eso no me sorprende —suspiró
Heechul—. Estamos realmente atrapados.
—Ya lo suponía. Aunque, ¿por cuánto
tiempo?
—Hasta que reconozca que ha
transgredido todos los límites trayéndome aquí.
—O sea, que no te trajo aquí para
comprometerte.
Heechul sintió que le volvía el
enfado.
—Es lo que pensaba, pero no podía
estar más equivocado. ¡Ni siquiera le resulto simpático! No tiene ningún
sentido que quiera ayudarme.
—¿Ayudarte? —Hanni frunció el
ceño—. ¿Cómo se supone que te va a ayudar secuestrándote? Me gustaría saberlo.
—Pretende hacerme ver que soy una
persona malvada y horrible —dijo Heechul con sarcasmo—. Y parece que no estará
satisfecho hasta que cambie y derrame dulzura por sus suelos de mármol.
Hanni soltó una carcajada.
—¿Eso te dijo, querido? Qué broma
tan...
—Hablaba en serio.
—Entonces, muéstrale lo dulce que
puedes ser.
—¡No pienso hacerlo! —se empecinó
Heechul.
—Estás demasiado agitado para
hacerlo, lo entiendo, pero si ha de permitirnos volver a casa... Bueno, no
importa. De todos modos, no me lo creo. ¿Seguro que no está secretamente
enamorado de ti y te ha traído aquí para cortejarte y ganar tus favores? Eso me
parece mucho más probable. Vosotros dos empezasteis con mal pie.
—Y, desde entonces, hemos ido
cuesta abajo. Él mismo reconoce que no le caigo bien, Hanni.
La doncella no estaba convencida y
dijo:
—No es más que una estrategia. Un
truco bastante viejo.
—¿Qué truco?
—Hacerte creer que no puedes
tenerlo —respondió Hanni sabiamente—. En algunos casos funciona y se desea a la
persona inalcanzable todavía más.
Heechul resopló.
—Eso no funcionaría conmigo.
—Pero él no lo sabe..., todavía.
Heechul frunció el entrecejo. Quizá
debiera considerar esa posibilidad..., no, era una noción estúpida. Aunque la
explicación de Siwon era aún más tonta. ¿Quería cambiarlo? ¿Cuando no sabía
nada de él ni de sus motivaciones?
Meneó la cabeza mirando a su
doncella.
—Yo sé muy bien cuándo un hombre
alberga afectos secretos, créeme. Éste me insulta con cada palabra que le sale
de la boca. Le encanta decirme que no le gusto a nadie. Me ha llamado malvado y
rencoroso. Es tan malo como Jungmo. ¡Llegó a llamarme «arpía»!
—Ya sabes que puedes serlo, a
veces.
—¡Y con razón! Estoy harto de tanta
hipocresía, que empeoró mucho cuando empezó la temporada —indicó Heechul—. Ha
habido tanta que ya no puedo confiar en nadie, aparte de ti y mi appa. Además,
ya sabes que la mitad de las cosas que hago y digo son deliberadas. A veces, no
puedo controlar mi amargura.
—Lo sé. —Hanni se sentó junto a
Heechul y lo rodeó con el brazo.
—Eso duele.
—Lo sé —dijo Hanni en tono
consolador y añadió antes que empezaran a caer nuevas lágrimas—: ¿Ya te he
dicho que está nevando? Es lo que vine a decirte.
—¿De veras?
Normalmente, a Heechul le habría
encantado esa noticia. Le gustaba mucho ver caer la nieve. En ese momento, sin
embargo, estaba demasiado conmocionado para disfrutar de uno de sus viejos
placeres.
A Heechul le habían asignado un
dormitorio que hacía esquina y tenía muchas ventanas, que daban al campo
desierto. Era una habitación práctica aunque no precisamente diseñada para un joven.
Si Siwon era sincero cuando dijo que su abuelo sólo acudía a esa casa en busca
de soledad, todos los dormitorios serían como éste.
Se había resistido todo lo que pudo
a mirar al exterior. Se acercó a la ventana más próxima, descorrió una de las
cortinas y miró la nieve que caía. Los copos eran bastante grandes. Cuando miró
abajo vio que el suelo estaba casi cubierto de blanco.
—Qué bonito... —dijo.
Hanni se le acercó para disfrutar
de la misma vista.
—Pensé que lo dirías.
—Al menos es lo bastante espesa
para ocultar el hecho de que no hay nada que ver debajo de ella.
—La cocinera dijo que este lugar es
precioso en determinadas épocas del año, cuándo florecen los brezales. ¿Te
imaginas, no ver más que brezales hasta donde alcanza la vista?
—Supongo que ha de ser bonito
—reconoció Heechul, aunque las flores no le interesaban tanto como la nieve.
—Si continúa así, mañana podría
haber un manto blanco allí fuera —predijo Hanni.
Eso sí que le interesaba a Heechul.
—¿Te parece? —preguntó alborozado.
—Estamos tan al norte que hasta
podría durar varios días. Está nevando tanto que no me extrañaría que siguiera
toda la noche. ¿Saco algunas de tus ropas más abrigadas del equipaje?
Hanni lo conocía bien. A Heechul le
encantaba caminar por la nieve recién caída, si era lo bastante espesa para que
sus huellas no dejaran al descubierto el suelo.
—Ya puedes sacar toda la ropa
—respondió con un suspiro.
La noche anterior no había
permitido que Hanni deshiciera el equipaje, insistiendo en que no se quedarían
allí.
—No creo que podamos marchar... al
menos, no por unos días —añadió y se volvió hacia Hanni con los ojos muy abiertos,
para que la doncella pudiera examinarlos—: Mis ojos no están enrojecidos,
¿verdad?
—¿Piensas volver al combate?
—aventuró Hanni.
Heechul no negó que pensaba buscar
de nuevo a Siwon, ahora que volvía a dominar sus emociones.
—Tú sólo dime si lo están.
La doncella chasqueó la lengua y
señaló:
—Puedes verlo tí mismo. Allí mismo
hay un espejo, que no es tu enemigo.
—Hanni —dijo Heechul en tono de
advertencia.
—No están rojos en absoluto, por
desgracia. Al señor no le iría mal saber que te ha hecho daño. Un poquito de
culpabilidad obra milagros en los hombres.
—Ya lo sabe —respondió Heechul con
voz contrariada—. Pero, para sentirse culpable, el hombre ha de tener
conciencia. Los demonios no tienen, estoy convencido de ello.
Al principio Heechul no se fijó en
la presencia de Siwon en el salón, aunque lo había estado buscando y él estaba
sentado allí mismo, en el sofá. Las cortinas de la larga hilera de ventanas que
daban a la parte delantera de la casa estaban descorridas. Heechul sonrió al
ver que seguía nevando copiosamente.
—¿Estás mejor? —preguntó Siwon.
Lo vio en el sofá. La sonrisa se
borró de su cara. Siwon dejó a su lado el libro que había estado leyendo. Se
había quitado la chaqueta, seguramente, porque el fuego crepitaba en la
chimenea. Allí estaba también Boa, sentada en otro sofá. La estancia era
amplia, contenía tres sofás y varios sillones cómodos. La dama mayor miró por
encima del borde de su libro y saludó a Heechul con un asentimiento de cabeza.
—Bonita mañana, joven. Me pregunto
si todavía es de mañana. Debe de ser más tarde, porque ya me está entrando
hambre. Yo nunca desayuno. Aunque eso significa que no puedo esperar mucho
hasta el almuerzo.
La sonrisa de Heechul reapareció en
honor a la tía de Siwon.
—Hay mucho ajetreo en la cocina, no
debe de faltar mucho para el almuerzo, lady Boa.
—¿Qué? —preguntó Boa, que no lo
había oído muy bien—. Pues voy a meterles prisa y esperaré en el comedor. ¿Me
acompañas?
—Dentro de un momento —dijo Heechul
un poco más alto, procurando no gritar—. Antes quisiera hablar un poco con su
sobrino.
—¿Por qué ha sonado esto como una
amenaza? —preguntó Siwon en cuanto su tía salió del salón.
—Bromeas, Lord Choi, cuando en esta
situación no hay nada remotamente divertido.
—No bromeo en absoluto, ya que
desde que llegamos no has hecho más que gritar, protestar y quejarte.
—Tenía mis buenas razones. ¿O
pensabas que te daría las gracias por tenerme prisionero?
Él emitió un prolongado suspiro de
sufrimiento, completamente fingido, a Heechul no le cabía duda de ello.
—Ven a sentarte. Y llámame Siwon,
por favor. Todos mis amigos lo hacen. —Heechul lo miró severamente, haciéndole
reír y añadir—: También mis enemigos. De veras que sí. Y yo te llamaré..., Chul,
si no te importa. Un poco menos de formalidad entre nosotros...
—Sí que me importa.
—Una pena. Como decía antes que me
interrumpieras tan groseramente, un poco menos...
—De veras que me importa—volvió a
interrumpirlo Heechul. Aunque le preocupaba bien poco haberlo molestado, no
pensaba ceder terreno en este asunto, de modo que decidió explicarse—: Mis
amigos usaban un apodo cuando era niño. Mientras creía que eran mis amigos no
me importaba en absoluto pero descubrí que no lo eran. Asocio los apodos con
las mentiras y los engaños, y cada vez que oigo uno me acuerdo de las
traiciones.
No esperaba conmoverlo y hacer que
callara, pero él no supo qué contestar y su mirada denotaba una mezcla de
confusión y..., ¿lástima? Más le valía no tener lástima de él. No iba a
tolerarlo.
Siwon se repuso lo suficiente para
preguntar:
—¿Tu niñez fue, realmente, tan...,
inusual?
—Deja este tema —lo previno—. Hablo
en serio.
Él se encogió de hombros.
—Bueno, esto no nos conduce a nada.
El nombre «Heechul» resulta demasiado estirado y, como decía dos veces, si lo
recuerdas, avanzaremos mucho más y más rápido si prescindimos de las
formalidades. ¿Qué te parece Hee? ¡No! Chul. Un poco común pero...
—¡Vale! —espetó—. Hee servirá.
—Me lo parecía. —Siwon sonrió.
Heechul lo miró con ojos
entrecerrados. Él le devolvió una mirada de inocencia. Sus tácticas eran
deplorables pero, al menos, resultaban obvias. No pretendía realmente ganar su
complicidad, sólo hacía alarde de su airosa afectación.
Siwon se puso de pie, ya que él no
había aceptado el asiento que le había ofrecido, y preguntó:
—¿Querías hablar de algo en
concreto, como dijiste a mi tía?
—Sí pero... ¿Podemos salir al
vestíbulo? No sé cómo puedes tolerar este calor.
—Porque me gusta la compañía de mi
tía. Ella necesita un poco más de calor que nosotros.
—Lo sé. Por eso cebé el brasero en
el carruaje. Pero, bueno, no importa. Supongo que acabaré acostumbrándome.
—¿De modo que eres capaz de hacer
concesiones? —dijo Siwon con sorpresa exagerada—. Estoy impresionado.
—No lo estés. Ya te dije que me
gusta la gente mayor. Pero escúchame, Siwon. Si eres sincero, cosa de la que
dudo todavía, que lo sepas, pero, si eres realmente sincero en querer tratar
conmigo para un propósito determinado, harías bien en dejar de enfurecerme con
tus insultos cada vez que conversamos.
Él llevó un dedo a los labios y
reflexionó brevemente.
—No pareces estar furioso
—concluyó.
—Dame un momento.
Siwon rió.
—Tendrás que dejar de ser tan
ingenioso, Hee. No se te conoce por esta cualidad.
—Claro que no. Aunque ahora no me
encuentro entre amigos, donde tenga que cuidar de cada una de mis palabras.
—Estoy de acuerdo en que no somos
amigos aunque me parece que lo has entendido al revés. Cuando estás entre
amigos no necesitas tomar precauciones.
—No, ya lo he dicho bien.
—Ah, ya entiendo —aventuró él—.
«Amigos» no quiere decir amigos verdaderos.
—Qué perspicaz de tu parte. Ahora
soy yo quien está impresionado.
Él rió de nuevo, esta vez más alto.
Qué diablos, no pretendía divertirlo. Heechul se volvió para mirar por la
ventana, gesto que le recordó lo que había venido a advertirle. Tenía ganas de
salir un rato a la nieve y quería asegurarse de que él no lo estropearía
deteniéndolo por temor de que quisiera escapar.
—Si la nieve perdura, mañana saldré
a dar un paseo. Es lo que quería decirte.
Se dio la vuelta para ver su
reacción. Cabía la remota posibilidad de que intentara impedirle que saliera de
la casa, por eso le comunicaba que pensaba hacerlo. Él, sin embargo, sólo
parecía curioso.
—¿Por qué querrías hacer eso?
Suponía que la mayoría de los jóvenes son como mi hermano, que se niega a pisar
la calle cuando nieva. Jura que se derretiría.
—No saldré si sigue nevando —aclaró
Heechul—. Esperaré hasta que pare. Sencillamente, no quería que pensaras que
pretendía ir a cualquier parte más que dar un paseo.
—¿Así que te gusta la nieve recién
caída? No pensaba que pudiera gustarle a nadie tanto como a mí. Resulta que
también yo pensaba salir a dar un paseo.
—No, no la pises hasta que...
—¿Te gusta? —lo interrumpió Siwon.
Heechul sonrió. No pudo evitarlo.
—Sí —respondió sin darse cuenta de
que se ruborizaba.
Comer con Heechul y su tía resultó
ser sorprendentemente agradable. Siwon consiguió relajarse y, por un rato, no
pensar en la tarea monumental que se había propuesto realizar. Y tampoco hizo
falta que se esforzara intentando mantener una conversación fluida. Durante la
mayor parte del tiempo se vio excluido de ella.
Claro que Heechul se encontraba en
su elemento, hablando de Londres. En cuanto descubrió que Boa sólo había estado
en la ciudad dos veces en su vida, una para su debut en sociedad y otra para
visitar al abogado de su hermano cuando murió su marido, Heechul se propuso
ofrecer a la dama mayor un recorrido verbal del Londres que mejor conocía.
Llegados a los postres, Siwon se
dio cuenta de que la conversación no había girado ni un solo momento en torno a
Heechul. ¿No había sido ésta una de las alegaciones de Jungmo, que la belleza
no estaba satisfecho si no era el centro de la atención, que siempre se
aseguraba de que todo girara en torno a èl? Y, sin embargo, Heechul no había
hablado de sí mismo en absoluto, únicamente se había esforzado en entretener a
su tía charlando de cosas que le eran familiares.
Hasta se había reído y había
logrado que su tía estallara en carcajadas unas cuantas veces. Una de las
historias que contó tenía que ver con su appa.
—Me llevó a comprar sombreros a
juego con el nuevo guardarropa que acababa de encargar para esta temporada.
Llevábamos muestras de los tejidos y una de las sombrererías tenía una buena
colección de sombreros ya confeccionados donde elegir. El dueño estaba seguro
de tener en la trastienda exactamente el sombrero de terciopelo azul que
necesitaba, y nos invitó a seguirlo. Pero la tienda era vieja. Las puertas no
eran muy anchas. ¡Y mi appa quedó atascado en la puerta!
—Me estás tomando el pelo, muchacho
—dijo Boa en tono dubitativo—. ¡Admítelo!
—No, es la verdad. Le gustan
demasiado los dulces y a lo largo de los años ha ido satisfaciendo su apetito,
hasta el punto de alcanzar una talla bastante amplia. Aunque nunca antes se
había atascado en una puerta, ya que procura cruzarlas de costado, ya sabe,
para estar más seguro. Aquel día, sin embargo, estaba distraído y no hacía más
que seguirme. Por desgracia, cuando se encontró atrapado en el umbral, pensó
que podría forzar el paso.
—¿Consiguiendo atascarse por
completo?
—¡Exacto! —Heechul rió por lo bajo—.
El pobre tendero entró en pánico. Aquélla era la única salida de la trastienda.
Llegados a eso, Boa se reía a
mandíbula batiente.
—¿Cómo pudisteis solucionar el
problema?
—Pues, como no aparecía nadie que
pudiera ayudarnos, el dueño y yo aunamos esfuerzos para empujar a mi appa hacia
atrás, desde donde había venido.
—¿Y funcionó?
—Resulta que no —contó Heechul.
—¿Qué hicisteis?
—Al final, mi appa eructó.
—Ay, Dios mío —dijo Boa enjugándose
las lágrimas de los ojos—. ¿Tan lleno estaba de aire caliente?
Heechul rió de nuevo.
—Es que habíamos ido a comer antes
de ir a la sombrerería. ¡No había tenido tiempo suficiente para hacer la
digestión!
¡Qué experiencia tan impresionante,
oír reír a Heechul! Un brillo asomaba en sus ojos y toda su dureza desaparecía.
Con la risa se había soltado un mechón de su cabello rubio claro. Siwon hubiera
esperado que corriera al espejo más cercano para recogerlo pero se limitó a
apartarlo con los dedos y no pareció pensar dos veces en ello.
Estaba conmocionado, aunque Heechul
no se daba cuenta, porque casi había olvidado su presencia en el comedor. Él,
no obstante, descubrió que nunca antes lo había visto divertirse como se
divertía ese día en su comedor. Aunque, pensándolo bien, tampoco había tenido
antes la oportunidad de ver reír al joven rey de hielo con tan auténtico
placer. No, después de esto ya no podría llamarlo así.
Las malditas dudas surgían de
nuevo. Tenía la impresión de ser testigo de una faceta de Heechul que nadie más
conocía. Lo mismo le había parecido en el salón, cuando el joven lo hizo reír.
Y cuando reconoció que disfrutaba de uno de los pequeños placeres de la vida, dejar
huellas en la nieve recién caída, casi lo había tirado de espaldas con su
tímida sonrisa. ¿Por qué mantenía oculta al joven vivaz y divertido, para que
nadie pudiera apreciarlo?
Menos mal que, a última hora de la
tarde, llegó el lacayo de Boa con una carta de Leeteuk. El joven ya debía de
estar ocupadísimo preparando su boda con Youngwoon y, sin embargo, se había
tomado la molestia de contestarle enseguida. Y esa carta eliminaba
definitivamente las molestas dudas que había albergado.
Esperó hasta después de la cena.
Probablemente, no debió hacerlo. Su actitud sombría empañó la cena, que resultó
muy diferente a la comida alegre que habían compartido al mediodía.
Boa subió a su habitación en cuanto pudo,
porque el silencio la hacía sentir incómoda. Heechul quiso hacer lo mismo pero
Siwon no pensaba dejarlo escapar.
—¿Me acompañas a tomar una última
copa en el salón? —propuso cuando el joven se levantó de la mesa con la
intención de seguir a su tía fuera del comedor.
—Preferiría no hacerlo —contestó —.
Ha sido un día largo.
—En absoluto. Acompáñame de todos
modos. Ya has tenido tiempo para acomodarte. Ahora ha llegado el momento de
empezar a...
—¿A qué? —lo cortó en tono
repentinamente defensivo—. ¿A diseccionarme?
—Prefiero considerarlo un examen de
motivaciones. —Siwon tendió el brazo hacia la puerta—. Tú delante.
Heechul se adelantó camino del
salón, la espalda rígida. Tomó asiento con la misma rigidez en el primer sofá
que encontró. Siwon se acercó al escritorio de tapa corrediza donde había
guardado unas botellas de licor en su anterior visita. Sirvió dos copas de
brandy y se sentó en el sofá junto a Heechul antes de ofrecerle una. Él la
rechazó con un gesto.
—Mejor así —dijo él encogiéndose de
hombros y apuró una de las copas—. Presiento que lo necesitaré más que tú.
—Humm.
—¿Sabes? —dijo él pensativo—, si
adoptas esta actitud defensiva, no iremos a ninguna parte. Suponía que deseabas
regresar a Londres lo antes posible.
—Y así es. Aunque esta charada fue
idea tuya, no mía, de modo que termina ya.
—Muy bien. Tengo una lista de tus
transgresiones, Hee. No voy a ponerlas sobre la mesa a la vez porque nos
llevaría toda la noche, aunque sí que vamos a analizarlas una por una. Esta
noche empezaremos con uno de los cargos más importantes en tu contra, como lo
veo yo y la mayoría de la gente, tu propensión a hacer correr rumores dañinos.
—Ah, sí, soy un gran difamador
—dijo secamente—.Ya lo has mencionado más de una vez. En realidad, sin embargo,
sólo he propagado un único rumor en mi vida.
—Tres —lo corrigió él.
Lo miró boquiabierta.
—¿Tres? ¿Qué otros rumores crees
que he propagado?
—Paciencia, querido. ¿Recuerdas?
Esta noche trataremos sólo del rumor que admites haber iniciado, que es, me
imagino, tu difamación de Youngwoon.
—¿A quién perjudicó el rumor de que
es un bárbaro? —exigió saber Heechul—. A él, desde luego, no.
—No fue gracias a ti —dijo Siwon.
—Tonterías. Bastaba que la gente lo
conociera para ver que sólo eran especulaciones, que de bárbaro no tiene nada.
—¿Eso te daba el derecho de manchar
su nombre?
—¿Cómo hice eso? ¿Llamándolo
bárbaro? ¡Es de las Tierras Altas! Todo el mundo, excepto mi padre, supongo,
sabe que los que vienen de las Tierras Altas apenas están civilizados. —Siwon lo
miraba fijamente pero no contestó. Pasados algunos momentos, Heechul suspiró—.
Muy bien, sólo es un mito. Es evidente que las gentes de las Tierras Altas pueden
ser bastante civilizadas. Admito que, si no hubiera estado tan desesperado y
sin saber qué hacer, jamás habría dicho eso.
—¿Por qué estabas desesperado? —Heechul
farfulló algo en voz tan baja que Siwon no lo pudo oír y tuvo que preguntar—:
¿Qué has dicho?
—Digo que temía que se portara de
verdad como un bárbaro. No soy el único que creía en el mito de las Tierras
Altas, ¿sabes?
—¿Así que tu excusa es el miedo?
El miedo casi se puede entender.
—No.
Siwon lo miró incrédulo. Acababa de
darle una razón casi aceptable de su comportamiento y ¿ahora la negaba?
—¿No?
—No fue sólo por miedo. También
estaba furioso. No propagué el rumor para perjudicar a Youngwoon. Lo hice por
mi padre. No quería casarme con un hombre a quien no había visto en mi vida.
¡Tenía miedo de quién era pero, además, ni siquiera me preguntaron si quería
prometerme con él! Estaba furioso con mi padre porque no se atenía a razones.
Quería que oyera los rumores y me sacara de ese miserable noviazgo.
—Cosa que no sucedió. ¿Imagino que
en ningún momento oyó el rumor?
—Ah, estoy seguro de que lo oyó
pero no le importó —respondió él en voz baja.
—¿En algún momento se te ocurrió
hablar con Youngwoon de tus sentimientos, para que rompiera vuestro compromiso
en lugar de tomar cartas en el asunto e insultarlo?
Heechul rió con amargura.
—Youngwoon también me hizo la misma
pregunta, pero yo temía que, después de verme, jamás me desharía ya de él.
—¿Por tu belleza? Odio decir esto,
querida, pero algunos hombres valoran la bondad y la honestidad más que una
cara bonita.
Heechul alzó la mirada al techo.
—Ya veo por qué Youngwoon y tú sois
buenos amigos. Pensáis de la misma manera.
—¿Cómo?
—Él dijo casi lo mismo, sólo que
habló de las cualidades excelentes que prefieren los hombres. Pero te diré lo
que le contesté. He recibido centenares de proposiciones de matrimonio, hecho
que demuestra qué es lo que prefiere la mayoría de los hombres. Muchas de esas
proposiciones venían de hombres que apenas me conocían. ¿Cómo los llamaste? ¿Un
cortejo de idiotas? Estoy de acuerdo.
Siwon no pudo reprimir una sonrisa.
—En defensa de los hombres en
general, sugiero que la mayoría están encaprichados contigo y, por supuesto,
comparto sus razones. Debido a tu popularidad, se sienten obligados a darse
prisa para adelantarse a sus competidores. Creo que por eso te proponen
matrimonio antes de tener la oportunidad de conocerte bien.
—Ah, claro, y según tus
razonamientos, después de conocerme me despreciarían, como Youngwoon y tú.
Aunque Youngwoon reconoció que habría intentado ganar mi favor si no lo hubiera
insultado cuando nos conocimos. Estaba encantado de ser mi prometido cuando me
vio. Eres el único hombre que conozco que no se encaprichó de esta cara a
primera vista.
Pareció sorprendido de sus propias
palabras. Hasta le dirigió una mirada pensativa, que hizo que Siwon se sintiera
bastante incómodo.
—No hay que perderse en
especulaciones —le advirtió Siwon—. Sencillamente, no tengo intención de
casarme en este siglo.
Estos dos van a terminar en el piso agarrados del pelo....
ResponderEliminarMás rápido cae un hablador que un cojo.
ResponderEliminarEste par están en negación total....Siwon ni cree que Hee se lleve con su tía así de bien,solo por que sí...que poco fé le tiene😂😂😂😂
No lo culpo,Hee se hizo una fama muy buena,aparte de demostrar que es capas de varias cosas...ni modos Hee...has fama y echate a dormir.
Pobres...van a terminar hasta las manitas