—Ah, claro, y según tus
razonamientos, después de conocerme me despreciarían, como Youngwoon y tú.
Aunque Youngwoon reconoció que habría intentado ganar mi favor si no lo hubiera
insultado cuando nos conocimos. Estaba encantado de ser mi prometido cuando me
vio. Eres el único hombre que conozco que no se encaprichó de esta cara a
primera vista.
Pareció sorprendido de sus propias
palabras. Hasta le dirigió una mirada pensativa, que hizo que Siwon se sintiera
bastante incómodo.
—No hay que perderse en
especulaciones —le advirtió Siwon—. Sencillamente, no tengo intención de
casarme en este siglo.
—¿Nunca, entonces?
—No exageres —respondió él con un
suspiro—. Aunque no lo haré durante, al menos, los próximos diez años. Mi padre
se muestra muy comprensivo en esto, probablemente, porque él tampoco se casó
joven. Por eso no me apremia a entrar en el mercado matrimonial todavía.
—¿Fue, realmente, ésa la razón por
la que te fuiste de Inglaterra? ¿Porque todos los appas y mamas de Londres te
tenían en sus puntos de mira para sus hijos?
—Lo haces parecer peor de lo que
fue, pero sí, me perseguían demasiado para mi gusto. No podía ni darme la
vuelta sin que me pusieran a un joven o chica casadera delante. Al final, me harté. Y
aún no había hecho el gran viaje, de modo que decidí que sería un buen momento
para escapar. Volvamos, sin embargo, al tema que nos ocupaba.
Siwon frunció el ceño.
—No lo estás tomando en serio, Hee.
—Ah, ¿no? Quizá porque no veo la
razón de insistir en el tema después de reconocer que jamás habría iniciado ese
rumor si no fuera por la mezcla de miedo y rabia que me dominaba en aquellos
momentos. Aunque tengo que hacerte otra confesión. Mi defecto número dos es mi
temperamento. No puedo remediarlo y en algunas ocasiones soy incapaz de
controlarlo cuando se inflama.
—Eso no me sorprende, querido
—repuso él secamente—. Ya me había dado cuenta, de veras que sí.
—¿En serio? Entonces, ¿has hecho lo
imposible por provocar mi mal genio deliberadamente?
—En absoluto. Pero eres demasiado
susceptible en lo que se refiere a tus defectos.
—¡Porque los odio, todos y cada uno
de ellos!
Dicho esto en un arranque de
pasión, ambos se quedaron mirándose por un largo momento hasta que él preguntó
con voz tranquila:
—¿Por qué, entonces, te resistes
con uñas y dientes a mis esfuerzos por ayudarte a superarlos?
—¿Acaso me he negado a hablar
contigo? ¿Te he mandado al infierno..., últimamente?
Siwon soltó una carcajada.
—No, últimamente no. ¿Me estás
diciendo que vas a cooperar? ¿Cuando menos, en tu propio beneficio?
—No es en mi beneficio. Es para salir
de aquí cuanto antes.
Siwon suspiró.
—No es, exactamente, la actitud que
deseaba pero es mejor que no cooperar en absoluto. Deja que te haga una
pregunta. Si tuvieras que hacerlo de nuevo, ¿resolverías de otra manera la
ruptura de tu compromiso con Youngwoon?
—¿Por qué no me preguntas si tenía
alternativa? Porque no la tenía. ¿Qué parte de «desesperado» no entiendes?
—Es decir, no te arrepientes de
nada.
—Claro que sí. No actué impulsado
por el rencor ni por la malicia, como piensas. ¡No pretendía herirlo, sólo
deshacerme de él! Hasta se me ocurrió que él saldría beneficiado. Su título, al
menos, habría encantado a mi padre.
—Pero no a ti.
—Sólo hay una cosa que deseo de un
marido, y no, no es un título. Este criterio de búsqueda de yerno es de mi
padre, no mío.
—¿Cuál es esa cosa?
—Creo que esta información no te
concierne. ¿No te parece?
—No, pero has despertado mi
curiosidad —admitió Siwon.
—Qué pena —respondió Heechul con
una pequeña sonrisa afectada.
—¿Más enaguas? —sugirió Hanni—.
Asomé la nariz por la puerta esta mañana y fuera hace más frío de lo que
pensaba.
—¿Habías estado alguna vez tan al
norte? Yo no pero, evidentemente, es por eso que notamos que hace mucho más
frío del que estamos acostumbrados. ¡Y ya llevo tres enaguas! —protestó Heechul.
—¿Has encontrado los calcetines de
lana que te había dejado?
—Sí, deja ya de preocuparte.
—Ojalá se nos hubiera ocurrido
llevar tus botas de montar —dijo Hanni—. Te protegerían las pantorrillas mejor
que estos botines de viaje.
Heechul rió, al fin.
—No cabían en el equipaje. ¿Dejarás
de preocuparte de una vez? Estoy bien con este traje de terciopelo grueso y el
abrigo. Sólo voy a dar un pequeño paseo. Si tengo mucho frío, volveré a la casa
enseguida, te lo prometo.
Unos minutos más tarde bajaba apresurado la escalera, el gorro ribeteado con piel en la cabeza, el abrigo de color azul
claro abotonado hasta el cuello. Esperaba disfrutar del paseo que tanto
anhelaba antes de encontrarse con su enemigo.
A última hora de la tarde sería un
buen momento para proseguir con la larga lista de transgresiones que había
mencionado Siwon. Lo de anoche ya había resultado bastante doloroso. No le
gustaba que le recordaran sus pesares. No tenía muchos, pero los que tenía lo
entristecían, y detestaba sentirse triste. ¿Era eso lo que esperaba conseguir
Siwon? ¿Que se sintiera triste y desconsolado y voila!, se convirtiera en un
joven nuevo? Resopló para sí.
Aunque la primera incursión en sus
supuestas maldades no había sido tan malo como temía. Había decidido ser sincero.
No siempre lo era. No lo consideraba un defecto sino una conveniencia, ya que
la verdad raras veces lo beneficiaba. Las mentiras, en cambio, siempre. Un
hábito aprendido de sus «amigos», que nunca se mostraban sinceros con él,
siempre lo halagaban y le decían lo que creían que quería oír. Además, si les
dijera la verdad, se sentirían tan ofendidos que lo habrían abandonado para
siempre, y es mejor tener amigos falsos que no tenerlos en absoluto, como había
descubierto hacía mucho tiempo.
Lo asombraba, no obstante, su
decisión de ser sincero con Siwon. No sabía bien por qué, excepto que él
parecía algo más perspicaz que la mayoría de las personas que conocía y
sospechaba que descubriría las mentiras que le contara. Tampoco tenía por qué
mentirle. Tenía sus defectos. Como todo el mundo. Que los suyos dominaran
partes de su comportamiento era algo inevitable. Los reconocía, sin embargo, y
ojalá eso fuera suficiente para sacarlo de ese lugar.
En cuanto salió y cerró la puerta
tras de sí descubrió que Hanni tenía razón. Aunque no era el aire lo que estaba
gélido sino el leve viento, que seguramente no resentiría si brillara el sol.
Pero el sol todavía no había aparecido para derretir nada. Estaba decididamente
oculto tras una capa sólida de nubes negras, que predecían más nieve.
Miró ceñudo el camino despejado, enfundó
las manos en el manguito y echó a andar por la nieve que estaba sin pisar,
hacia el lado izquierdo de la casa. Tenía que reconocer que la vista desde allí
era preciosa.
Sonrió mientras trazaba anchos
círculos de pisadas alrededor de los árboles y luego se detuvo para contemplar
las suaves colinas en la distancia, todas cubiertas de un hermoso manto blanco.
Aspiró profundamente y soltó el aire de golpe cuando sintió que algo le daba en
la espalda. Pensó que sería un pájaro, aunque no quedaban muchos en esa época
del año. El pobrecito podría estar helado e incapaz de volar en línea recta. Se
volvió, esperando verlo en el suelo, junto a sus pies..., y vio a Siwon, que ya
tenía otra bola de nieve en las manos.
Lo miró boquiabierto. Su sonrisa
maliciosa era muy elocuente. ¡Cómo se le ocurría tirarle una bola de nieve! Qué
niñería.
—¿Te has vuelto loco? —gritó y
enseguida chilló cuando la siguiente bola pasó rozándole la cabeza.
Se escondió detrás de un arbusto,
indignado a la vez que resuelta a vengarse. Se quitó el manguito, cogió un gran
puñado de nieve y lo apretó con firmeza antes de incorporarse y lanzarlo contra
él. ¡Le dio de lleno! El blanco golpeó un lado de su pecho y salpicó todo su
abrigo. Heechul soltó una carcajada y recibió otra bola de nieve en la boca.
Balbuceó y se agachó de nuevo. Siwon apuntaba demasiado bien, aunque él ya
había demostrado que tampoco tenía mala puntería y, como mínimo, estaba
protegido por el arbusto. Él seguía valientemente de pie allá fuera,
seguramente pensando que le había acertado por casualidad. ¡Ya le enseñaría!
Rió de nuevo al incorporarse para
lanzar su segunda bola de nieve. ¡Siwon estaba esperando que asomara la cabeza!
Su tercer proyectil le quitó el gorro de un golpe. Quizás esconderse tras un
arbusto no era muy buena idea, ya que le impedía ver qué hacía él. Decidió que
una táctica de guerrillas podría resultar más conveniente.
Asomó un poco la cabeza, esquivó el
siguiente proyectil e, inmediatamente, se levantó, lanzó el suyo y echó a
correr. Corrió. Resbaló, patinó y corrió un poco más, sin dejar de reír.
Sintió el impacto de dos bolas de
nieve más en la espalda antes de oírlo gritar:
—¡Cobarde!
Se volvió y le dirigió una sonrisa deslumbrante.
—Acércate..., ¡si te atreves! —lo
provocó a su vez.
—¡Conque ésas tenemos!
Siwon echó a correr hacia él.
Heechul cogió rápidamente otro puñado de nieve, se lo lanzó y volvió a correr,
aunque le dio tiempo a ver la salpicadura blanca en la frente y las mejillas de
Siwon. Rió encantado y perdió un momento en recoger otra bola de nieve, pero
chilló de nuevo al descubrir que Siwon había acortado mucho la distancia entre
ambos. ¡Maldito patilargo!
Huyó con una risa pero el hombre se
lanzó sobre él y lo alcanzó. Ambos cayeron al suelo y patinaron varios pies por
la nieve. Heechul luchó por recobrar el aliento después de tanto reír.
El beso fue tan inesperado que
tardó unos momentos en darse cuenta de que eran los labios de él los que
calentaban los suyos. Le conmocionó el tiempo suficiente para saborear el beso
plenamente antes de indignarse. Fue agradable. Más agradable aún fue el
estremecimiento que le recorrió con el beso. Como tener mariposas en el
estómago, nunca antes había sentido nada parecido.
Con toda naturalidad, sus brazos
rodearon los hombros de Siwon. Si antes tenía frío, ahora, desde luego, ya no,
no con el ancho cuerpo de Siwon encima. El vapor mezclado de sus alientos le
calentó la cara y se dio cuenta de que los labios de él estaban muy calientes
al rozar seductoramente los suyos.
Sus pezones se endurecieron con un
cosquilleo. Apretó los dedos de los pies dentro de los botines. El calor
invadió su cuerpo y la sangre recorrió veloz sus extremidades.
Aquello pudo continuar
indefinidamente, si Siwon no se hubiera dejado llevar y no le hubiera
acariciado el cuello con sus dedos helados. El choque del frío repentino hizo
aflorar su indignación. Lo apartó de un empujón, se puso de pie tambaleándose y
se quitó la nieve que había quedado enganchada en su abrigo de terciopelo.
Tenía nieve por toda la ropa, evidentemente, aunque eso era lógico y no era la
causa de su enfado.
—Sabía que se trataba de esto —dijo
en tono de «¡te he pillado!»—. Pudiste pedirme, simplemente, en matrimonio. Mis
padres estarían encantados, no me cabe duda.
—Pero tú no.
—No seas ridículo.
—Y tú podrías dejar dé hacer
suposiciones aún más ridículas, cuando lo único que quería era ver si tu sabor
es tan agrio como tu carácter —explicó Siwon.
Heechul lo miraba fijamente,
tendido allí, en el suelo, en actitud tan desenfadada como si estuviera
estirado en un sofá. Quiso fruncir el entrecejo pero, en cambio, alzó una ceja.
—¿Y tengo un sabor agrio?
—Completamente —respondió él con un
mohín.
¡Santo Dios, se estaba metiendo con
él! Nadie se metía con él nunca. De eso se encargaba la actitud de solemnidad
que tanto se había esforzado en conseguir. Aunque tampoco nadie le había
lanzado bolas de nieve antes.
Se había divertido demasiado para
dejar que el episodio terminara tan mal, así que se tomó un momento para
reflexionar en su respuesta y supo que no debió enfadarse tanto por un mero
beso que, evidentemente, no significaba nada. Al fin y al cabo, él era un
libertino confeso y debía de estar acostumbrado a esas cosas.
—Te he dado más veces que tú a mí
—dijo con una sonrisa, su forma de admitir que su reacción había sido
exagerada, una disculpa implícita, en cierto modo.
—¡Claro que no! —Siwon rió y se
levantó del suelo—.Aunque se te da bastante bien. Debiste de practicar mucho
cuando eras pequeño.
Heechul quedó muy quieto.
—No, nadie nunca quería jugar
conmigo en la nieve.
La alegría desapareció de las
facciones de Siwon.
—Espero que estés mintiendo, Hee.
—Claro, por descontado —dijo para
evitar el tema.
—Pero no mientes, ¿verdad?
—¡Te advertí que no tocaras este
tema, así que déjalo correr!
Se alejó de él. Al final, el
episodio había terminado mal.
La risa de Heechul resonaba en el
viento. Siwon tenía la sensación de que nunca la olvidaría, ni su experiencia
de esa mañana.
Lanzarle la primera bola de nieve
había sido un simple impulso. Estaba terminando de desayunar cuando lo vio
pasear por la nieve y decidió salir a reunirse con él. Lo que vino después,
desde luego, no fue premeditado.
Apenas lo reconocía hoy. Había una
diferencia asombrosa entre el joven que le tiraba bolas de nieve y aquel que
todos odiaban. No había sido una actuación. Estaba absolutamente convencido de
que su comportamiento había sido totalmente espontáneo. Heechul no trataba de engañarlo
haciéndole creer que lo había «cambiado» por milagro. Sencillamente, le había
revelado una faceta de su carácter que nadie más conocía, una faceta juguetona
que resultaba deliciosa.
Mientras que no se arrepentía de su
primer impulso, probablemente, se arrepentiría del segundo. Fue una tontería
besarlo. Le había dado una impresión equivocada, siendo, sencillamente, una
reacción natural por parte de él. Sus labios estaban cerca, su risa impregnaba
el aire y él era tan condenadamente hermoso. No hubo forma de resistirse. ¿Que
quería averiguar si tenía un sabor agrio? ¡Mentira! Como mínimo, se le podía
haber ocurrido una excusa mejor, y así habría sido si no lo hubiera aturdido
tanto aquel beso.
Lo encontró solo en el salón, de
pie delante de la ventana que daba al patio lateral. Lo habían removido todo
con su batalla de nieve. Sus huellas estaban por todas partes, también la marca
profunda de cuando resbalaron después de lanzarse sobre la nieve... ¿Estaría
pensando en lo mucho que se divirtieron o en el beso que se habían dado? De
hecho, no dejaba de ser vanidoso al imaginar que Heechul pensaba en él.
¿En qué pensaba cuando estaba solo?
Maldita sea, sentía demasiada curiosidad por él y por cosas que nada tenían que
ver con la razón por la que estaban allí.
—¿Listo para pasar por el fuego?
—preguntó en tono ligero cuando llegó a su lado.
La presencia de Siwon no lo
sorprendió, debió de oírlo llegar. Tampoco hacía falta preguntar a qué se
refería. La expresión «pasar por el fuego» había sido de Heechul.
No obstante, lo oyó suspirar y el
tono de su voz era un tanto melancólico cuando respondió:
—Desde luego.
¡Culpabilidad! Afloró y casi lo
ahogó mientras lo observaba acercarse al sofá con los hombros caídos. ¿Qué
demonios...? ¿Cómo podía sentirse culpable por querer ayudarle? Quién se beneficiaría
de sus esfuerzos sería Heechul, no él..., bueno, ganaría la apuesta con Youngwoon
pero ahora aquello era insignificante, porque había descubierto que,
simplemente, deseaba ayudarlo. Algo lo había convertido en lo que era y, tal
vez, Siwon debería añadir a su programa el deber de averiguarlo.
Se sentó en el mismo sofá que
Heechul y notó que el joven se apartaba de él.
—No muerdo —dijo Siwon con cierta
indignación.
—Pues, yo creo que sí.
—¿Lo dices por el beso o por hacerte
pasar por el fuego?
—Por ambas cosas. —Heechul se
sirvió una taza de té de la bandeja que había en la mesilla. También había una
cesta con dulces pero ni siquiera la miró.
—Yo también tomaré una taza.
—Sírvete tú mismo —repuso el joven.
Mucho mejor. El Heechul melancólico
era tan peligroso como el que lloraba. Lo desarmaba.
Se sirvió una taza de té y, para
asegurarse de que no lo intimidaría con nuevos suspiros, comentó:
—Dejo las pastas para ti. Estás
demasiado delgado.
Heechul no lo había mirado todavía
pero ahora sí.
—¡No lo estoy!
—Y demasiado pálido —añadió él para
rematar—. Tu piel no tiene color.
—No ha de tenerlo.
—Suponía que te importa tu aspecto
—apuntó Siwon.
—No le pasa nada a mi aspecto. Soy
tan bello que doy asco.
Caramba. Más le valía retroceder.
¿Lo había oído bien? ¿Y en un tono tan amargo?
—Por supuesto —accedió Siwon,
desenvuelto—. Un asco total. Un asco extraordinario.
Heechul lo miró con los ojos
entornados.
—No hace falta que exageres.
—¿He exagerado? Mil perdones.
Hablemos, pues, de otro de los rumores que iniciaste.
Si pensaba que lo pillaría
desprevenido sacando el tema de forma tan abrupta, se equivocaba. Heechul se
recostó en el sol con expresión de simple curiosidad.
—Sí, por favor, adelante, porque no
recuerdo haber iniciado más rumores.
—Creo que tú amigo o, mejor dicho,
tú ex amigo no estaría de acuerdo. ¿Qué rumor dijo Jungmo que hiciste correr en
torno a él? ¿Que era un embustero y un traidor?
—No, fue él quien me llamó traidor
a mí. Yo, simplemente, le llamé mentiroso delante de Hongki y Geunsuk, nuestros
amigos comunes. Me provocó demasiadas veces. Perdí los estribos pero el asunto
no fue más allá. Sabía que ni Hongki ni Geunsuk repetiría mis palabras. Jungmo
les resultaba simpático.
—Pero tú no.
Heechul apartó la mirada.
—Sé que oíste la segunda
conversación que tuvimos Jungmo y yo. No, Hongki y Geunsuk nunca fueron mis
amigos de verdad. Pretendían serlo pero no lo eran.
—¿Eso te molesta?
—En absoluto. No quiero caer bien a
la gente. Procuro no caerles bien.
Su afirmación resultaba tan extraña
que lo dejó sin palabras por un momento. Desde luego, no se lo creía. Aunque
¿por qué decir algo así? ¿Como excusa defensiva?
Siwon le señaló lo evidente:
—Nadie procura caer antipático...,
deliberadamente. Va en contra de la naturaleza humana.
Él se limitó a encogerse de hombros
y le dirigió de nuevo la mirada.
—Si tú lo dices...
¿No iba a defender su causa?
Irritado con esta nueva actitud de indiferencia, Siwon dijo:
—Muy bien. ¿Por qué razón lógica
querrías resultar antipático a tus amigos?
—Para no tener que preguntarme si
son sinceros cuando sé que no lo son.
—¿No confías en nadie? ¿Es lo que
me estás diciendo?
—Exacto.
—Supongo que eso me incluye a mí.
En realidad, esperaba que lo negara
aunque sin saber bien por qué.
—Claro que sí. Tú también me has
mentido, como todos.
—Y un cuerno —repuso él,
indignado—. He sido completamente...
Heechul lo cortó con un resoplido.
—Me dijiste que nos conducías a
Londres, no tan explícitamente pero, desde luego, es lo que dejaste entender.
¿No fue eso una mentira?
Siwon se ruborizó
significativamente, culpable de todos los cargos.
—Eso fue una excepción, sólo
pretendía evitar tus histrionismos hasta que llegáramos aquí.
—Ah, ya entiendo —dijo Heechul—.
¿El hecho que me impidiera buscar ayuda antes de llegar a este lugar tan
remoto, donde no puedo encontrar ninguna, fue una ventaja casual? Aunque qué
más da, una excepción o una docena de ellas. He terminado mi alegato.
El rubor de Siwon se intensificó.
—Mis disculpas por engañarte por
razones de simple conveniencia, aunque no pienso disculparme por querer
ayudarte.
—Tampoco necesitas disculparte por
mentir. Y, desde luego, no por razones de conveniencia. Yo mismo lo hago
bastante a menudo.
—¿Es éste tu defecto número tres?
—preguntó Siwon.
—No, no soy un embustero compulsivo.
Cuando miento, es con toda la intención. No puedo controlar mis defectos, la
impaciencia y el mal genio, pero sí puedo controlar mis mentiras.
—¿Y eso no te parece un rasgo
negativo?
—No seas hipócrita, no me digas que
a ti sí.
—Resulta que sí, aunque supongo que
ahí está la diferencia entre tú y yo. Yo me inclino por la sinceridad, tú
pareces preferir las mentiras.
—No las prefiero —replicó Heechul y
admitió—: Solía sentirme culpable por ellas.
—¿Qué te hizo cambiar?
—Que todos los que me rodean me
mienten a mí. Ésta es la razón por la que Jungmo era mi único amigo verdadero.
Era el único en cuya sinceridad podía confiar..., al menos, hasta que herí sus
sentimientos.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó
él con consideración.
—No.
No iba a decir nada más. Y ahora,
después de haber reconocido que no tenía escrúpulos a la hora de mentir, Siwon
se preguntó si eran verdad las cosas que le había contado hasta el momento. La
idea le resultó muy molesta. Si Heechul optaba por mentir para conseguir volver
a Londres...
—No herí sus sentimientos
deliberadamente—empezó a decir Heechul antes de estallar—: ¡Dios mío, lo ves!
Él frunció el ceño.
—¿Qué he de ver?
—Éste es mi tercer defecto.
Lo dejó totalmente perplejo.
—¿Cuál?
—¡Que no puedo mantener la boca
cerrada! ¡Es ridículo cómo reacciono al silencio!
Siwon se echó a reír.
—¿Lo consideras un defecto?
—Claro que sí —dijo con
irritación—. ¿Cómo te sentirías tú si tuvieras que contar una bonita historia y
quisieras hacerla durar pero, enfrentado a un pequeño silencio, fueras
directamente al grano? Echarías a perder por completo lo que, de otra forma,
podría ser una anécdota muy entretenida.
Ahora Siwon se reía sin tapujos.
—En la lista de defectos, éste
ocuparía un lugar ínfimo, querido.
—Yo no lo creo así —replicó
Heechul, indignado.
—¿Tenías una historia que contar?
—No, ha sido sólo un ejemplo.
También ocurre cuando no quiero hablar de algo.
—Ah, ya entiendo. Es bueno saberlo.
—Siwon sonrió—: Volvamos al tema de Jungmo.
—No volvamos.
—¿Debo guardar silencio de nuevo?
Heechul lo traspasó con la mirada.
Él consiguió controlar un nuevo acceso de risa. Era muy fácil tomarle el pelo a
Heechul, igual que a Donghae, su hermano. El nuevo tema que quería introducir,
sin embargo, invitaba a la seriedad.
—Jungmo dijo que has arruinado
vidas. ¿Fue una afirmación exagerada?
—En absoluto. No me cabe duda de
que muchos de los hombres a los que he rechazado consideran sus vidas
arruinadas por mi culpa. Youngwoon ha sido el único que pensó lo contrario, que
casarse conmigo sería un destino peor que el infierno. Yo pensé lo mismo cuando
su abuelo describió lo aburrida que sería la vida en Raccoon Glade.
Youngwoon estuvo dispuesto a
casarse con él para evitar la ruina de Heechul si Jungmo hiciera correr la voz
de lo que había visto cuando entró sin avisar en el dormitorio de su amigo. Se
trataba de una escena completamente inocente pero ¿quién iba a creérselo cuando
empezara a correr el rumor de lo contrario? Siwon dudaba de que él se hubiera
mostrado tan noble, no al menos tratándose de Heechul.
—No creaste a propósito la
situación comprometedora que vio Jungmo, ¿verdad que no? —preguntó.
—No, pero no te equivoques
—advirtió Heechul—. En aquellos momentos estaba dispuesto a casarme con Youngwoon
para acabar de una vez por todas. Pensé que no sería mal partido..., al menos,
a ojos de mi padre. Y pensé, equivocadamente como se demostró después, que
también Youngwoon estaría dispuesto, una vez recuperado de la ofensa de haberlo
llamado «bárbaro». Si hubiese sabido entonces que no deseaba casarse conmigo,
seguramente habría provocado una situación embarazosa como aquélla.
Siwon se sintió confuso. ¿Por qué
demonios lo admitía! Realmente, él le consideraba inocente de aquel episodio.
—¿Y no ves nada malo en ello?
—inquirió secamente.
—¿Cuando pensaba que, al final, él
estaría satisfecho con el enlace? No, no veo nada malo en ello.
Siwon meneó la cabeza aunque hizo
cierta concesión
—Supongo que no se te puede culpar
de pensar así cuando los jóvenes y mujeres vienen atrapando a los hombres desde
los albores de la historia. Personalmente, la considero una de las
maquinaciones de la peor especie, desde el punto de vista masculino, claro
está.
—Por supuesto —apuntó Heechul—. No
esperaba que pensara de otro modo. Pero, ya que estamos hablando de esto,
también deberías saber que no habría hecho nada parecido de no haber sabido que
no existía la menor posibilidad de que Youngwoon fuera feliz conmigo.
¿Debía creerle? Siwon imaginaba que
sí, después de lo que ya había reconocido.
Ahhhh
ResponderEliminarYa lo beso!!!!
Jajajaja no hay quien se resista!!!!
Ay ya Hee se sincero...