Ya en la calle, Kevin se aseguró que nadie pudiera verlo y luego
destelló, tomando la forma de lobo. A diferencia de su hermano, era un lobo
completamente blanco. Él también era más grande, pesando alrededor de unos
cincuenta kilos.
Era por eso que sus compañeros de manada le habían temido más en su
estado animal. Tan poderosos como eran, él lo era más. Y él no respetaba las
jerarquías como los otros lo hacían.
Él podría ser un animal, pero al final del día, aún cuando lo negara,
tenía lo suficiente de humano en él como para rechazar seguir a cualquiera
dócilmente.
Él había nacido alfa y todo el mundo a su alrededor lo sabía.
Kevin corrió a gran velocidad por las calles, cuidando de mantenerse en
las sombras de la oscura noche. Había aprendido hacía mucho que la gente tenía
una tendencia a distinguirlo por ser un perro grande si lo veían, pero de todos
modos lo último que necesitaba era a un tipo de la perrera detrás de él.
Tenía una larga historia de encuentros con los de control animal. Ninguno
de los cuales habían sido buenos para los humanos.
No le tomó mucho tiempo regresar a
donde había dejado a Kwanghee. Elevándose sobre sus patas traseras para
ponerse de pie contra el cristal, él miró detenidamente dentro para verlo
sentado.
Uno de sus acompañantes tenía el cabello castaño oscuro y una cicatriz
desigual a un lado de su cara. Si no fuera por la horrorosa marca, hubiera sido
excepcionalmente atractivo. Sin embargo
el único que le llamaba la atención era Kwanghee.
Kwanghee podía alegar ser humano, pero había más magia en su sonrisa que
la que toda su manada de lobos poseía. Era absolutamente seductora y aquellos
labios hicieron las cosas más asombrosas a su cuerpo.
A su corazón...
Los tres amigos hablaban y se reían mientras terminaban una fuente de
ostras. Ninguno de ellos parecía notar algo diferente en Kwanghee.
Tal vez no era su compañero, después de todo.
Pero este era un pensamiento inútil. La señal sólo aparecía después que
un Were-Hunter había tenido sexo con su compañera o compañero como es su caso,
y por lo general dentro de un plazo de tiempo corto. Kevin no había estado con
ningún otro desde hacía meses.
No podía ser nadie más. Sus marcas en la mano deberían encajar
exactamente con las de él, eran los emblemas que mostraban su linaje paterno y
sólo podían ser leídos por otro de su clase.
Pero por otra parte tal vez fuera diferente porque Kwanghee era humano.
¿Y si la señal de apareamiento no vinculaba a una pareja humana?
Él se congeló ante ese pensamiento. Él estaría jodido. Literalmente.
La única esperanza que jamás tendría de una familia descansaba en su capacidad
de reclamar a su compañero.
Pero él debía estar dispuesto...
Kwanghee y sus amigos se levantaron y salieron del restaurante. Kevin se
agachó mientras intentaba decidir que hacer.
—Lo estoy diciendo en serio, Kwanghee —dijo uno de ellos mientras
iniciaba el camino hacia la calle—. Nuestra hermana puede embrujar a
cualquiera. Di la palabra y convertiremos a Jongmin en un eunuco.
Kwanghee se rió de eso.
—No me tientes.
El castaño con cicatrices se detuvo y lo vio entre las sombras.
—Hola, muchachote — dijo amablemente, presentándole su mano para que él
la oliera.—¿Quieres que Hee te rasque detrás de tus orejas?
—¡Heechul! —gritó la mujer—. Deja a ese perro callejero tranquilo. Lo
juro, uno de estos días vas a contraer la rabia.
—Él no tiene rabia —dijo Kwanghee.
—Ves —dijo el que llamaban Heechul—. El hijo de un veterinario debería
saberlo.
Kwanghee le presentó su mano.
Kevin fue hacia él inmediatamente y olió su mano. Su olor lo recorrió,
penetrándolo y excitándolo, con las imágenes de cómo se veía completamente
rendido a él. Los sonidos de su placer
Restregando con su nariz los dedos del joven, él le obligó a abrirlos
para poder ver sus peores miedos confirmados.
Estaba marcado. Maldición.
¿Qué iba a hacer ahora?
—Le gustas, Kwanghee.
Heechul no tenía ninguna idea de lo verdaderas eran sus palabras.
Kwanghee se arrodilló mientras le acariciaba sus orejas. Tomó entre sus
manos su cabeza y lo examinó con cuidado.
—Creo que es un lobo.
—¿Un lobo? —preguntó Heechul—. ¿Estás chiflado? ¿Cómo hizo un lobo para
llegar a la ciudad? Además, él es demasiado grande para un lobo.
—¿Eres un muchacho grande, verdad? —dijo Kwanghee mientras Kevin hocicaba
su cara. Alzó la vista a su amigo—. Contrariamente a la opinión popular, Hee,
los lobos son los más grandes de los caninos. Pero creo que él podría tener
alguna clase de sangre mixta.
Si sólo supiera...
El se levantó y comenzó a irse con sus amigos.
Kevin lo siguió. En forma de lobo, esto era compulsivo. Su mitad humana
tenía muy poco control ahora. Él todavía podría entender y escuchar, pero su
animal lo gobernaba en ese estado. Mientras que estuviera en su actual forma,
era salvaje y mortal.
Kwanghee tenía la sensación más extraña bajando por su columna. Hizo una
pausa y miró hacia atrás sobre su hombro para encontrar que el lobo blanco
venía detrás. Podría jurar que sus ojos eran exactos a los de Kevin y el modo
en que le miraba...
A ellos...
Era como si entendiera exactamente que estaban haciendo y diciendo. Era
realmente extraño.
Sus amigos lo acompañaron de regreso a su tienda.
—¿Estás seguro que no quieres pasar la noche en mi casa? —preguntó su
amiga—. Fácilmente puedo echar a mi muchacho.
—O en mi apartamento —ofreció Heechul—, no tengo a ningún tipo para
echar, y ya que mi gemelo se largó con mi perro y Puff quiso conseguir un
compañero de cuarto más cuerdo y seguro, tengo todo el espacio en el mundo.
Kwanghee se sonrió por su bondad.
—Está bien, chicos. Tengo que acostumbrarme a estar solo otra vez. En
serio. Yo solamente quiero acurrucarme con un buen libro y sacarlo de mi mente.
Pero lo que más le inquietaba era que todo lo que tenía que hacer era
pensar en Kevin y todos los pensamientos sobre Jongmin volaban de su cabeza.
Tal vez su “encuentro” con él había sido una buena cosa después de todo.
—¡Hey!, sólo sigue soñando con el tipo que conociste —dijo Heechul,
guiñándole un ojo. Kwanghee frunció el ceño ante esta espeluznante
coincidencia. Desde luego, Heechul proclamaba ser capaz de leer mentes. En
momentos como este, Kwanghee casi podría creerlo.
Kwanghee suspiró melancólicamente.
—Tengo la sensación que he visto lo último del Señor Prodigioso.
Heechul lo abrazó y le acarició la espalda.
—Recuerda, si necesitas las rótulas de Jongmin rotas, justo tengo una
llave enorme y jamás le diré a los medios de comunicación quien me lo pidió.
Kwanghee se rió, agradecido por sus amigos y su bondad para con él en su
hora de necesidad.
—Estás chiflado.
—Lo digo en serio, aunque si cambias de parecer, marca mi número. Puedo
estar en tu casa en menos de veinte minutos.
Kwanghee sacaba las llaves de su bolsillo y abría la puerta sobre el lado
de su edificio que conducía al patio y a la escalera de hierro forjado en la
parte de atrás. Su tienda ocupaba la planta baja entera del edificio, pero los
tres pisos superiores habían sido convertidos en departamentos por su abuela.
La escalera trasera conducía a cada uno de los apartamentos superiores. Había
un diminuto apartamento más atrás, cerca del garaje, que solía usarse como
granero en los primeros tiempos.
Hasta que Jongmin le había dicho que se mudara con él, había vivido en el
apartamento más grande en el último piso. Ahora todos los apartamentos estaban
alquilados excepto el estudio de atrás. Era tan pequeño que nunca se había
sentido bien de cobrar dinero por él. En cambio, Kwanghee lo usaba como
almacén.
Ahora este iba a ser su hogar dulce hogar por un tiempo.
Deseaba llorar otra vez, pero se negó. Si la peor cosa que jamás le había
pasado era que Jongmin lo abandonara, entonces realmente estaba bendito.
De todos modos eso realmente dolía. Profundamente.
Mientras sus amigos se iban, el lobo avanzó para mirarlo hacia arriba.
—¿Eres hermoso, verdad? —le preguntó, agachándose para acariciarle las
orejas otra vez.
Él le lamió su mano antes de frotarse contra sus piernas como haría un
gato.
—Vamos —dijo Kwanghee, indicando el patio con la cabeza—. Realmente no
quiero estar solo esta noche y tu luces como si pudieras apreciar un lugar seco
y cálido para dormir.
Él pasó suavemente por la puerta mientras ella la cerraba y se dirigía al
renovado establo-apartamento.
Con el corazón pesado, Kwanghee estaba agradecido de tener éste diminuto
lugar abandonado, si no estaría en un cuarto del hotel esta noche. O peor, en
la casa de sus padres. No estaba de humor para contestar sus preguntas o ver la
mirada de decepción en la cara de su madre mientras lamentaba el hecho de que
si Kwanghee no se casaba, ella no tendría algún otro nieto.
Al menos aquí, en su propio lugar, tenía algo de comodidad. Tal vez.
Abrió la puerta y encendió las luces. Por suerte, el agua y la
electricidad para este apartamento estaban conectadas desde la misma línea que
proporcionaba el agua y la electricidad a su tienda.
El lobo vaciló mientras miraba los treinta metros cuadrados de cajas e
ilustraciones.
—Oh —dijo alegremente— ¿estás siendo melindroso, eh?
Si Kwanghee no lo supiera bien, juraría que él sacudió su cabeza antes de
entrar y comenzar a olfatear alrededor de sus cajas.
Después de cerrar la puerta, Kwanghee fue al polvoriento escritorio y
dejó caer sus llaves encima de él. Entonces quitó la cubierta del sofá y tosió mientras
desenterraba una peluda capa de polvo.
—Realmente te odio, Jongmin —dijo silenciosamente mientras se sorbía las
lágrimas—. Espero que te ahogues en las tiras de la tanga de tu flaco nuevo
novio.
Como si él sintiera su tristeza, el lobo se acercó y se frotó contra su
costado. Kwanghee se agachó al piso para tomarlo en un apretado abrazo.
El lobo no se quejó en absoluto mientras dejaba caer sus lágrimas en su
piel nevosa. Él se sentó allí silenciosamente con su cabeza sobre su hombro
mientras el dolor lo inundaba.
¿Cómo podía haber sido tan estúpido para pensar durante un minuto que
amaba a Jongmin? ¿Por qué le había dado tanto de su vida y de su tiempo cuándo
él solo lo estaba utilizando?
¿Estaba realmente tan desesperado por amor que se mentiría a sí mismo?
—Solamente quería a alguien me amara por mí —le susurró al lobo—. ¿Eso
está tan mal?
Kevin no podía respirar mientras Kwanghee lo sostenía en un apretón de
muerte y sus palabras lo atravesaban. Peor, él entendía exactamente lo que
quería decir. Rechazado por todos excepto por su hermano y hermana, él sabía
que la única cosa que lo había salvado de ser el lobo de Omega en su manada
había sido su disposición a matar a cualquiera que intentara tomarlo a él o a Hyunsik
como chivo expiatorio.
Cada vez que habían intentado meterse con ellos, Kevin se había
defendido, y con la madurez, él había crecido a tal tamaño que nadie osó
desafiarlo otra vez.
Ni siquiera su padre.
¿Cómo alguien podía hacerle un daño como ese a Kwanghee? Su corazón latía
salvajemente mientras el lobo dentro de él clamaba por la sangre del hombre que
lo había hecho llorar.
Él no entendía qué tipo de hombre podría dejarlo ir voluntariamente. Una
vez su especie se emparejaba, era eterno. Irrompible.
Y ahora que él tenía la confirmación que era de hecho su compañero
predestinado, él estaba obligado por su honor a protegerlo hasta que Kwanghee terminara
el ritual de apareamiento, aceptándolo o separando sus caminos.
Lo último no le afectaría en absoluto. Pero como lobo, él nunca sería
capaz de tener sexo con otra pareja mientras Kwanghee viviera.
Esto era completamente inaceptable para él. No es que Kim Kevin no
pensara cumplir con el celibato. La idea de pasar las próximas décadas
impotente era suficiente para hacer sufrir a cualquiera.
¿Pero cómo un humano podía aceptar a un animal como su compañero?
Condenados los Destinos por esto. Ellos eran perversas brujas que no
vivían para ningún otro objetivo que hacer sufrir a otros.
El teléfono sonó. Kwanghee lo soltó y fue a contestarlo mientras Kevin
olfateada alrededor del pequeño y atestado cuarto. Este era un lugar
deprimente.
—¡Hey!, Hee —Kwanghee quitó una sábana de la mesa e hizo caer una caja. Kevin
aulló y la esquivó.
Kwanghee acarició su cabeza, luego movió la caja.
—¿No tienes que hacer eso, sabes? —Él podía sentir que estaba un poco
irritado con su amigo, pero en el fondo parecía contento—. Bien, salgo para
dejarte entrar.
Kwanghee colgó el teléfono, luego agarró sus llaves y abrió la puerta. Kevin
lo siguió al exterior, hasta la calle, donde abrió la puerta del hierro forjado
para dejar pasar a Heechul, quien estaba de pie del otro lado con un carro con
ruedas cargado de bolsos, en el patio.
—¡Dios Santo! —dijo Kwanghee mientras veía los bolsos—. ¿Qué hiciste?
Heechul se encogió de hombros.
—El bienestar material que cada joven debería tener —él dio un paquete de
seis cervezas Corona Light a Kwanghee, luego entró el carro.
Kwanghee cerró la puerta y siguió a Heechul. Kevin se arrastró detrás de
ellos. Una vez que estuvieron dentro del pequeño apartamento, Heechul le
sonrió.
—Yo tenía la sensación que todavía estarías aquí.
Heechul sacó un hueso del saco superior y lo desenvolvió. Él hizo una
mueca por dentro mientras lo dejaba sobre el suelo. No había ningún modo en el
infierno que le hiciera masticar eso.
Su mirada se dirigió a Kwanghee. El era el único juguete masticable que
le interesaba. Kwanghee estaba de pie con sus manos en sus caderas.
—Heechul...
—No, Kwanghee. Como miembro reciente del Club-No-Tengo-Un-Hombre-y-Nunca
más-Quiero-Otro, sé que lo último que necesitas es pasar solo esta noche —. El
sacó un juego de sábanas de seda del saco.
—¿Qué son esas?
—Te dije, bienestar material. Tenemos todo aquí. Donas , cerveza,
gaseosas, helado, patatas fritas, salsas, y suficientes DVDs con machotes como
para hundir al Titanic. Es hora de un festival de buenos machos que no te
pueden romper el corazón —Heechul le dio una pequeña bolsa.
Kwanghee sacudió su cabeza.
—Gracias, Hee. Realmente aprecio esto.
—No hay problema.
Kevin se volvió a sentar mientras Heechul conectaba la TV y
videograbadora mientras Kwanghee abría las cajas que tenía los platos y la
cubertería.
—Estoy contento de haber guardado todo esto —dijo Kwanghee mientras
sacudía el polvo de una caja y la ponía sobre una mesa de centro delante de la
TV—. Jongmin no quería todas mis cosas mezcladas con las suyas. ¿Debería
haberlo sabido entonces, verdad?
Todo lo que podía hacer Kevin era permanecer en su forma de lobo. Él
quería tanto reconfortarlo, pero no se atrevía. Sobre todo no con Heechul presente.
—No pienses en eso cariño —dijo Heechul mientras destapaba la cerveza con
su mano desnuda y se la alcanzaba a Kwanghee—. Nosotros nunca vemos los signos
que no queremos ver. ¿Sabes? Mira el lado positivo de todo esto, al menos tu
hombre no te abandonó por ser chiflado.
—Tu no eres chiflado.
Heechul lanzó una risa incrédula ante esto.
— Sí, claro. Dejando de lado a Leeteuk, sólo frutas y avellanas vienen en mi
árbol genealógico. Pero... Hey!, al menos somos divertidos.
Kwanghee le lanzó una mirada de reprobación.
—¿Sabe Miinah que dices eso?
—¿Miinah? Ella está más loca que yo. ¿Has visto su colección de equipos
antiguos para matar vampiros? Juro que fue ella quien hizo aquella oferta
anónima por aquel equipo-para-matar-vampiros-del-siglo-pasado.
Heechul se metió una dona entera en la boca y la tragó completa.
Kwanghee arrugó su nariz ante la acción.
—Por favor dime como puedes permanecer así de delgado comiendo de la
forma en que lo haces. Apenas como media y gano quince kilos. Juro que te he
visto comer más esta noche que lo que yo como en una semana entera.
Heechul se lamió el azúcar de sus dedos.
—Suenas como Leeteuk.
—¿Por qué él diría eso? Ustedes son gemelos y él es parte por parte tan
flaco como eres tu.
—Sí, pero él está unos buenos siete kilos más gordo que yo y me odia por
eso. No sé por qué ustedes se quejan. Tengo el cuerpo de un muchacho de doce
años.
Kwanghee se burló.
—Cuando quieras te lo cambio por el mio.
Kevin gruñó ante eso. Lo último que quería era un compañero flaco. No
había nada equivocado en Kwanghee, y si él estuviera en forma humana, le demostraría
exactamente lo que esas curvas le hacían.
Lamentablemente, él necesitaba que su amigo se marcharse primero.
—¿Algo anda mal muchacho? —preguntó Heechul mientras se le acercaba. Él
trotó hacia Kwanghee Heechul lo miró boquiabierto.
—Bien, acabo de ser rechazado por Benji. Jesús. Creo que has recogido a
un amigo para toda la vida aquí, Kwanghee. Sólo espera hasta que averigüe que
tu papá es el rey de “si usted lo ama, cástrelo”
Kevin se sobrecogió a pesar de sí mismo. Ellos no se atreverían...
—Shh, Hee, lo asustarás —Kwanghee miró abajo mientras le acariciaba la
barbilla—. Pero tienes razón, él no ha sido operado.
Y maldita sea, tampoco lo iba a estar.
—Tal vez debería llevárselo a Papá mañana y hacerlo revisar.
—¿Entonces lo vas a conservar? —preguntó Heechul.
Kwanghee levantó la cabeza de él para que poder mirarlo directamente a
los ojos.
—¿Que piensa usted, Señor Lobo? ¿Quiere quedarse conmigo por un tiempo?
Él no tenía ni idea. Si conseguía lo que quería, él sería una adición
permanente.
Jajajjaa fue gracioso, lo de si lo amas castralo, jejejje me encanta este fic esta mas que increible.
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