-Las cosas del señor Zhoumi estarán
trasladadas para la hora de la cena. ¿entendido? –el ama de llaves miró a
Zhoumi y luego asintió- Y prepararás una cena apropiada para una pequeña
fiesta, para ésta noche.
-Oh, es eso –Zhoumi se sentó erguido y
cruzó los brazos- quieres celebrar mi humillación con una fiesta. ¿Qué vas a
hacer conmigo mientras tú y tus amigos reís? ¿Encadenarme a una pared?
-Seis personas –continuó Henry,
soslayando su exabrupto- El señor, yo… -hizo una pausa- Ya decidiré los otros
cuatro –se volvió hacia Henry con una sonrisa fria en los labios- ¿No estas de
acuerdo, esposo?
-En lo que estoy de acuerdo es en que
has perdido la cabeza –bajó los pies al suelo- No pienso asistir a ninguna
cena, no a menos que tu seas el plato principal. ¿Quieres celebrar una fiesta?
Perfecto. ¿Whitney?
-¿Si señor?
-Yo comeré aquí, en mi habitación. De
hecho, en mi saloncito –le habló a la temblorosa Whitney, pero en ningún
momento apartó la vista de Henry- algo ligero, por favor. Una ensalada, café
con hielo.
-Jamón con melón –indico Henry- Luego
camarones con esa salsa que tanto me gusta. Dile a Clinton que suba unas
botellas del vino blanco francés de la bodega –le sonrió a Zhoumi- las copas a
las ocho. ¿Qué te parece? Y la cena, a las nueve en el patio.
-La cena en el infierno, hijo de …
-Gracias, Whitney. Eso es todo.
El ama de llaves escapó de la
habitación. Zhoumi miró furioso a Henry.
-No me gustan los camarones. Odio el
vino blanco. Jamás como melón. Y cualquier invitado tuyo será mi enemigo.
-¿Has terminado?
-Por el momento
-En ese caso, te sugiero que prestes
atención. No me gusta repetirme. Te darás un baño y te perfumarás. Te vestirás y
te reunirás conmigo a las ocho, para que podamos recibir juntos a nuestros
invitados. Es hora de que te presente a mis amigos.
-No estoy en lo absoluto interesado en
conocerlos.
-Durante la velada –continuó, como
sino lo hubiera interrumpido- me sonreirás y me dirás el tipo de cosa que se le
dice a un marido.
-¿No me has oido? –alzó el mentón- No
quiero conocer a tus amigos.
-Harás lo que se te diga
-¡No! Puede que tuvieras el poder para
obligarme a casarme, para traerme a este… este horrible rincón de tierra donde
juegas al emperador, pero no puedes obligarme a fingir que me gusta –se
levantó- No soy de tu propiedad. No soy… ¿Qué te resulta tan condenadamente
gracioso
Henry se acercó a él con una sonrisa
en la cara. Lo tomó por los hombros y adelantó su cuerpo rígido.
-Ha sido una excelente actuación
querido. Excelente, de verdad. Pero te equivocas. Puedo hacer lo que me plazca
contigo. Eres mi esposo. Mi propiedad.
-tonterías.
Pero la voz le tembló. “bien” pensó
Henry. “ya es hora de que me tengas miedo”. Eran demasiadas semanas en que lo
había observado moverse por su hogar como si fuera un hotel y él un criado.
-Intentas asustarme, Henry, pero no
soy tonto. Estamos en un país civilizado tiene leyes.
-Sí, pero muy distintas a las de tu
país. Podría tomarte a la fuerza, querido, pero no lo haré
-Entonces…entonces… ¿Por qué…?
-Un hombre y su esposo no deberían
dormir separados
-No tengo intención de dormir contigo,
Henry
-Esta noche dormirás en mis brazos,
aunque sea lo único que hagas. Pero te prometo que habrá mas, y será porque tu
vengas por tu propia voluntad. –Henry emitió una sonrisa vacilante- ¿Te resulta
divertido?
-Me asombra que puedas pensar…
Henry bajó la cabeza y le dio un beso
en la boca hasta que sintió a Zhoumi temblar y oyó el suave gemido susurrado
que emitió. Entonces le alzó la cara y le introdujo la punta de la lengua en
sus labios, instándolo a abrirlos. Aguardó hasta que Zhoumi suspiró y le dio
acceso a la melosa calidez de su boca.
Luego, a pesar de lo mucho que lo lamentaba,
lo soltó y dio un paso atrás.
-Dijiste que no teníamos nada en
común, querido, pero lo tenemos. No es lo que ambos desearíamos, pero es mas de
lo que tiene mucha gente –lo miró, luego le acarició la mejilla, el cuello, el
pecho, y Zhoumi respiró con gesto trémulo- Me suplicarás que te tome, Zhoumi.
Te lo prometo.
-No –murmuró- Te lo juro, Henry.
Esperarás una eternidad antes que eso suceda.
Henry sonrió, bajó la cabeza y lo besó
en la vena que le palpitaba en el cuello.
-Hasta esta noche, my love –musitó.
Necesitó de todo su control para
dejarlo allí y atravesar la puerta.
Zhoumi estaba de pie en el centro de
su dormitorio y veía como Whitney y Clinton lo vaciaban de sus últimas
posiciones
Al principio había intentado
detenerlos
-No lo hagan. No tienen que obedecer
las órdenes de un tirano.
El rostro de Whitney estaba encendido.
Le lanzó un par de miradas de disculpa, como si diera a entender que lamentaba
el papel que le tocaba cumplir.
Zhoumi se sentó en una silla y cruzó
los brazos. Nunca se había sentido mas impotente, o enfadado, ni siquiera
cuando se había dado cuenta que solo había sido la aventura de una noche para
el hombre que en ese momento era su marido.
Al final no quedó rastro alguno de que
alguna vez había ocupado esa habitación que había llegado a ser su santuario.
Clinton se hallaba en el umbral de la
puerta, con el rostro inexpresivo y sus brazos a los costados, como si esperara
la siguiente orden. Zhoumi se puso de pie, se irguió tanto como fue capaz, pero
por dentro temblaba por la furia.
-Vete –dijo- Largate…de aquí
El capataz hizo una reverencia rígida
y obedeció.
Whitney se quedó unos minutos mas;
daba la impresión que quería decir algo mas.
-Esta bien –indicó Zhoumi cansado- De verdad
-Es un buen hombre –musitó- tiene un…
-buscó la palabra, luego se dio en el pecho- es amable aquí –le sonrió con
gesto tímido y se marchó.
Por lo que sabía, quizá alguien
también dijera que el emperador Calígula era un buen hombre con un corazón
amable. Sintió ganas de reír, pero comprendió que en ese momento manifestaba
alguna emoción, no sería capaz de contenerla.
Pensó que quizá estaba cansado con un
loco. ¿De que otra manera pudiera explicarse que fuera tan tierno en ocasiones,
como cuando lo tuvo en brazos al llegar allí, y tan indiferente en otras? Pero
estaba atrapado en esa casa, en ese matrimonio, hasta que de algún modo pudiera
forzar a Henry a ver qu la vida que había planeado no podía funcionar, que no
podía crear una familia feliz uniendo a los miembros con cadenas.
Dio media vuelta y salió de
dormitorio.
El reloj en la pared dio las seis,
Henry había dicho que las copas serían a las ocho, y la cena a las nueve. Tenía
que bañarse, vestirse y baja a recibir a los invitados y comportarse como un
esposo. Y en poco tiempo su esposo esperaba que se arrastrara hasta él para que
lo acariciara como si fuera su gato favorito.
-En tus sueños, señor –dijo con
frialdad.
Las habitaciones de Henry se hallaban
en el otro extremo de la casa. Al llegar a la puerta le palpitaba el corazón
con fuerza. Respiró hondo y abrió. Ante él apareció un salón vacío.
Cerró la puerta y se apoyó contra
ella. “tranquilízate! Se dijo al dirigirse al umbral que sabía que llevaba al
dormitorio.
Había una cama con dosel cubierta con
un edredón blanco y varios cojines. En frente una pared de cristal que daba a
una terraza cerrada con muchas plantas.
Había un vestidor que llevaba a un
cuarto de baño. Abrió las puertas. La ropa de Henry estaba colgada en un
compartimiento a la izquierda… y al otro lado vió que estaba colocadas sus
cosas.
Cerró la puerta al sentir una
inquietante intimidad al ver juntas sus cosas
Era el vestidor de Henry, su marido,
“para”, musitó. Barba Azul también había sido el marido de alguien. Eso no
convertía a nadie en buena persona. De hecho, Henry era un dictador de corazón
frío, que creía que podía ser su dueño.
Pero sin importar lo que pudiera
creer, jamás lo poseería.
Respiró hondo y volvió a abrir la
puerta. Tenia que darse un baño. Esa noche él quería exhibirlo ante sus amigos.
Sabía que clase de persona esperarían. A un esposo perfectamente peinado y
vestido, dócil y educado. Un gato sonriente a la espera de ser mimado, y de
pasar la noche en la cama de su amo.
-Los gatos tienen garras, señor –dijo
con las manos en las caderas, como si lo tuviera frente a él.- Parece que lo
has olvidado.
Con impaciencia, inspeccionó su ropa.
Cualquiera de su ropa formal sería perfecta para su supuesto señor, pero por
ese motivo no quiso ninguno…se quedó paralizado al encontrar un traje azul
oscuro y uno gris. No era suyos.
Contuvo el aliento al darse cuenta que
era las cosas que Henry le había comprado. Había olvidado que las primeras
semanas en Strings no habían parado de llegar cajas y paquetes con asombrosa
regularidad, todos con su nombre. Pero había dejad de abrirlas en cuanto
comprendió que contenían.
-No quiero nada de lo que me compre mi
marido –le había dicho a Whitney- Regala todo. Quémalo. Has lo que quieras,
¿entendido?
Era evidente que Whitney no le había
hecho caso, y había guardado todo en el vestidor de Henry. Por primera vez,
Zhoumi veía lo que él le había comprado. Eran cosas hermosas.
Zhoumi se imaginó con ello puesto, el
traje gris con su pantalón de corte perfecto, chaquetilla y saco que le
quedarían igual de perfectos. Se imaginó a Henry esperándolo en el salón, tomar
sus manos y ver la satisfacción en su rostro.
Él sonreiría y le daría un beso, al
profundizarlo Henry lo apretaría a su cuerpo y lo llevaría de regreso a su
dormitorio, a su cama…
-¡No!
Tiró el traje al suelo y relegó en el
rincón del armario toda la ropa que Henry le había comprado.
Y encontró lo que iba a ponerse esa
noche.
La pesadilla verde lima que se suponía
iba a colocarse en la boda de Calvin.
Esperó sentir algo, cualquier cosa,
una punzada de dolor o un torrente de ira, pero no sintió nada. Era como si
todos eso le hubiera sucedido a otra persona y no a él.
Nunca había llegado a entregárselo al
otro padrino como le habían pedido. Él lo había pagado y él iba a destrozarlo,
pero lo había olvidado y ahí lo tenía. Al parecer había sido guardado por quien
quiera que fue a su departamento por sus cosas. Era el típico traje objeto de
bromas por parte de todo el mundo.
De hecho, era peor que eso.
Sencillamente, era un horror. Era la prenda mas fea que jamás había tenido.
Lo sacó se lo pegó al cuerpo y se miró
en el espejo. El pantalón y el saco eran de un color verde acompañado de una
camisa de estampados verdes, marrones, grises. Y como adorno un sombrero de un
verde mas impactante, en sentido irónico claro está. A su ex–amigo le había
encantado, lo había llevado a rastras hasta el centro comercial, diciendo que
había encontrado el traje perfecto para su padrino.
Henry le había pedido vestir de forma
adecuada, y así poder exhibir apropiadamente su conquista.
Sonrió.
-No pidas algo a menos que estés
seguro de lo que vas a recibir, señor –susurró
Lo dejó sobre la cama, cerró la puerta
y comenzó a preparar su debut como esposo de Henry Lau.
Para un hombre que tenía un ego grande
iba a ser una noche muy larga.
A las siete, Zhoumi salió de la ducha.
Se envolvió en una toalla y descalzo caminó sobre la mullida alfombra del
dormitorio, pero se detuvo al oir que alguien intentaba abrir la puerta. Por
suerte había tenido la precaución de echar el cerrojo.
-¿Zhoumi?
-¿Si? –repuso, con la esperanza de
sonar indiferente.
-Abra la puerta
Ni “por favor” ni “serías tan amable”.
Una orden. Irguió los hombros, se apartó el pelo mojado de la cara y miró la
puerta con ojos centelleantes.
-No
Silencio
-Nuestros invitados no tardarán en
llegar.
-Tus invitados, no los mios
-¡Maldita sea, Zhoumi, abre la puerta!
-Lo siento –sonrió encantado- Me estoy
vistiendo. Es lo que me dijiste que tenía que hacer, ¿lo has olvidado?
-No te dije que me aislaras de mis
propios aposentos –dijo en voz baja- Abre la puerta de inmediato
La madera pareció vibrar bajo el peso
súbito de su puño. Zhoumi retrocedió un paso. Imagino que la madera se
astillaba, que Henry irrumpía en la habitación y le quitaba la toalla de las
manos.
-¡No! No pienso abrir, Henry, hasta
que no esté listo para bajar.
Transcurrió una eternidad hasta que
Henry volvió a hablar, en esa ocasión en un susurro parecido a un ronroneo.
-Juegas con fuego, querido. Te quiero
recordar que los que lo hacen corren el riesgo de quemarse.
-Y yo que será mejor que busques otro
sitio en donde prepararte para la velada.
-Podría derribar esta puerta.
-Sí –la voz le tembló- si, podrías, y
entonces ambos sabríamos que eres un bárbaro. -Zhoumi lo oyó suspirar
-¿Deseas comportarte como un mocos
malcriado? Bien…pero solo por ésta noche. No lo volveré a permitir, my love.
¿lo has entendido?
-Sí, lo he entendido
Se sentó en la cama al oir los pasos
que se alejaban. Cuando Whitney llamó a la puerta momentos mas tarde, seguía
temblando. Abrió y el ama de llaves se disculpó mientras recorría la habitación
recogiendo cosas de Henry. Una chaqueta blanca de etiqueta, pantalones negros,
una camisa de seda negra. Esa noche su marido iba a estar espléndido…
“Pero no es mi marido”. Se recordó con
celeridad. Era el enemigo.
Whitney cerró el cajón de la cómoda.
-Señor –dijo con cortesía…se paralizó.
Contemplo el espantoso traje verde que había sobre la cama, y luego miró a
Zhoumi con expresión conmocionada.
-Lo sé –suspiró Zhoumi-, pero él se lo
merece
A las ocho menos cinco se miraba en el
espejo.
Estaba horrible.
Algunas prendas mejoraban puestas. Esa
no. En todo caso, parecía mas feo. Desde que estaba en el rancho, su piel había
adquirido una suave tonalidad dorada. Las tela verde brillante convertía el
bronceado en un amarillo enfermizo.
Se mordió el labio, se puso de perfil
y contempló su reflejo en el espejo.
Había ganado peso depuse de tener a
Josie. No le gustaba reconocerlo, pero muchas veces al vestirse se preguntaba
si Henry recordaría como había sido su cuerpo y qué pensaría en ese momento de
los cambios que había tenido. No es que le importara. Y tampoco le daría
importancia, pero despertaba su curiosidad.
Soltó el aire. Ganar peso era un
eufemismo. Con ese traje mas bien parecía una salchicha.
¿De verdad quería que Henry lo viera
de esa manera?
Su marido era tan atractivo, podía
tener a quien quisiera. Y lo había elegido a él…
Se puso rígido.
No era verdad. No lo había elegido.
Las circunstancias había determinado la elección. Si él no hubiera quedado
embarazado, si Henry no tuviera una loca concepción de la moralidad asiática,
jamás lo habría vuelto a ver.
Y eso dolía. En las oscuras horas de
la noche, permanecía despierto en la cama, pensando en lo que habría sido que
Henry hubiera ido a verlo, por él, porque lo deseaba. Porque lo necesitaba, lo
amaba…
Soltó un gemido de desesperación. Se
apartó del espejo. ¿En que diablos estaba pensando? Henry no lo necesitaba ni
lo amaba, y él tampoco le necesitaba. Solo creía poseerlo, pero después de esa
noche aprendería una lección.
Se maquilló, aplicó en los labios
brillo labial de un color escandaloso. Se pusó delineador en los ojos,
pereciendo los de una vaca. Retrocedió y se evaluó
-Precioso –murmuró; y antes que le
fallara el coraje, apagó las luces, abrió la puerta y salió al pasillo. Hasta
arriba llegaba el sonido de una música suave y ronroneo de unas voces.
Los invitados de Henry habían llegado
Se preguntó a quien abría invitado.
Las risas volvieron a ascender hasta él, una mezcla de profundos tonos. Volvió
a experimentar la duda de que su plan para humillar a Henry fuera buena idea.
No era demasiado tarde para lavarse la
cara, quitarse el espantoso traje y ponerse algo que hiciera a Henry sonreír de
placer al verlo, mirarlo con deseo como había echo aquella primera noche.
Se detuvo, tragó saliva y respiró
hondo para calmarse. Aquella noche pertenecía al recuerdo. Henry lo había
dejado embarazado, él le había dado una hija y ése era el único motivo por el
que había regresado, para forzarlo a un matrimonio que no quería, un matrimonio
que Henry consideraba que le daba derecho a transformarlo en un esclavo.
Entrecerró los ojos y se dirigió hacia
las escaleras. No lo necesitaba, no lo amaba y desde luego no quería seguir
casado con él. Con un poco de suerte, Henry tampoco querría seguir casado.
No después de esa noche.
¿Donde estaba Zhoumi?
Henry bebió un sorbo de vino y miró el
reloj. Eran las ocho pasadas y todo el mundo había llegado… los Jang, sus
vecinos mas próximos, y Mark con su último amante, éste había asistido porque
ese fin de semana iba a quedarse en casa de Geunsuk y Hanheng.
Solo faltaba su esposo.
-¿Dónde está, cariño? –había
preguntado Mark nada mas entrar.
-Poniéndose hermoso, para su marido
–contestó el caballero que lo acompañaba.
-Estoy seguro de que ya es bastante
hermoso. Un hombre como Henry no se conformaría con nada menos. –había bromeado
Geunsuk
Henry sabía que era ridículo estar
nervioso. Se le había ocurrido la idea de la cena mas por furia que por otra
cosa, aunque era la primera vez que alguno de sus amigos iban a conocer a su
esposo.
Su esposo. Solo pensar en esas
palabras le provocaban una sensación extraña.
“Os presento a mi esposo”, diría, y
Mark y su amante, Geunsuk y Hanheng, verían que el hombre cono que se había
casado era incluso mas hermoso de lo que ellos habían imaginado.
Hermoso y furioso con él. Pero
cambiaría todo eso, mas tarde esa misma noche. Después que lo invitados se
hubieran ido, besaría a Zhoumi hasta que la ira se convirtiera en pasión y
entonces, al fin lo haría realmente su esposo.
-… sigo sin hacerme a la idea que te
has casado, cariño. –comentó Mark apoyando la mano en su brazo-. MI Henry, con
un dulce hombre
“¿Dulce?”, estuvo apunto de reír.
Mark suspiró con gesto dramático.
-Oh, bueno. Tendré que esperar hasta
que te canses de él y vuelvas a mi.
-no puedo cansarme de este –dijo con
toda la ligereza que pudo exhibir- Zhoumi y yo estamos casados, Mark. Te lo
expliqué cuando te llamé.
-Si, eso hiciste –le alisó la solapa
de la chaqueta- estas casado y tienes una hija. Con que rapidez trabajas,
cariño.
Henry frunció el ceño. Quizá no había
dido buena idea invitar a su anterior novio. Pero había preparado esa fiesta de
la noche a la mañana. Además, quería que Zhoumi le creyera cuando le decía que
ya era hora de acabar de fingir que su matrimonio era un juego. Tenía que
entrar en su vida, aceptar su papel de esposo…
Su papel en la cama con él.
Tuvo la imagen de Zhoumi desnudo en
sus brazos. El deseo, agudo y eléctrico, le hizo hervir la sangre.
Parpadeó y se obligó a concentrarse en
Mark, quien lo miraba con los párpados entornados. No dejaba de coquetear con
él. Siempre lo hacía, sin importarle que su amante se hallara a menos de tres
metros o que su esposo estuviera a punto de reunirse con ellos…
“Dios que idiota había sido”. Le había
hablado a su anterior novio de su esposo, pero no a éste de su antiguo novio.
Ya era demasiado tarde, igual de tarde para cancelar esa cena. Se preguntó en
que había estado pensando para realizar tantos cambios en un dia. Había
traslado a Zhoumi a su dormitorio, le había dicho que era hora de tener un
matrimonio de verdad, y en ese momento estaba a punto de presentárselo a Mark.
Apretó la mano en torno a la copa de
vino. Ya estaba hecho. Zhoumi se comportaría como se esperaba de un esposo. Se
pondría hermoso. Se comportaría de una forma recatada, hablaría cuando se le
hablara y hechizaría a sus invitados. Y luego, cuando quedaran solos, cerraría
la puerta del dormitorio y le mostraría…le mostraría…
Se llevó la copa a los labios y la
vació.
¿Qué iba a mostrarle? ¿Qué poseía una
aterradora falta de control cuando se trataba de él? ¿Qué podía enfurecerlo con
una sola mirada? ¿Qué nunca había dejado de anhelarlo en sus brazos?
-Henry –dijo Mark- Santo cielo… -en
sus labios anidaba una suave carcajada.
-¡Padre! –siseó Geunsuk
Mark dejó de reír, pero demasiado
tarde. Henry sintió que se le erizaban los pelos de la nuca. Sus invitados
miraban mas allá de su hombro.
-¿Qué pasa? –preguntó volviéndose…
Para ver a su esposo vestido como un
mal chiste en una revista de modas.
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