Sungmin no había tenido tiempo de
avergonzarse de su ataque de llanto. En cuanto aterrizaron, Kyuhyun lo había
conducido a un jeep. Al sentir el húmedo calor nocturno y el aroma a eucalipto,
supo que no estaban en Ilsan.
–¿Dónde estamos?
–En una isla –contestó Kyuhyun.
–¿Bromeas? –Sungmin soltó una risita.
–No. ¿Por qué?
Sungmin movió la cabeza, tal vez
seguía soñando. Tenía que haber soñado que Kyuhyun había estado con él todo el
vuelo, acariciándole el pelo.
–Por nada. ¿Qué isla?
–Kona Beans. Es una pequeña isla
privada, en la costa oeste de África.
–¿Es tuya? –Sungmin había captado el
tono posesivo de su voz.
–Estaba de oferta. Sube.
Sungmin sabía que Kyuhyun no había
nacido rico, se había hecho a sí mismo, y no pudo evitar admirar lo discreto
que era sobre su éxito.
Controló un bostezo mientras el coche
recorría un sendero lleno de baches. Kyuhyun leía un documento en su teléfono.
–¿Tienes ya idea de quién es el
responsable?
–Estoy trabajando en ello –respondió
él con expresión velada.
Sungmin dejó que leyera. El viento
agitaba las copas de los árboles y la luna creaba reflejos plateados en el
océano oscuro. Se distinguía la silueta de una casa de piedra en el lateral de
un acantilado.
Cuando llegaron a una pequeña
rotonda, Kyuhyun bajó del jeep. Lo siguió con la mirada y vio su rigidez. Sin
duda, estaba muy dolorido. Recordó la sangre que había visto en su chaqueta;
había estado tan absorto en el horror de lo ocurrido que no había pensado en
sus lesiones.
–Estoy bien, puedo andar –le dijo.
–Sígueme –asintió él, tras una leve
pausa.
Las baldosas estaban frías y arenosas
bajo sus pies descalzos. Un momento después, Sungmin se encontraba en una
enorme zona de estar en la que habría cabido su avión, el jeep y un buque.
–¡Vaya! –exclamó.
–¿Te gusta?
–Es enorme.
–El tamaño es engañoso. Esta es la
zona más amplia de la casa. ¿Tienes hambre?
–No podría comer –dijo.
–Te llevaré a tu habitación. Este
pasillo lleva al dormitorio. El otro a la cocina, el gimnasio y la zona de la
piscina. La casa tiene solo un nivel, así que no creo que te pierdas.
Lo condujo por un largo pasillo del
que salían otros. Sungmin se preguntó si compartían el significado de enorme.
–¿Estamos solos?
–Sí –él abrió una puerta–. La isla es
totalmente privada. La pareja que cuida de la casa vive en otra isla más
grande, a una hora de aquí.
Entró en la habitación, encendió la
luz y comprobó las puertas de cristal que conducían a la terraza. Cuando Kyuhyun volvió
a mirarlo, fue muy consciente de que estaba en el centro de un dormitorio
vestido solo con una camisa. Cada célula de su cuerpo vibraba y se preguntó si
él sentía lo mismo. Deseó abrirse la camisa y forzar su férreo control al
máximo.
–No tengo ropa de tu talla y no puedo
pedir que la traigan. Esa camisa te servirá esta noche. Mañana te dejaré
camisetas y pantalones cortos.
–Gracias.
–Preferiría que no salieras. Toda la
casa tiene sistema de alarma y no me gustaría que la hicieras saltar –sin
esperar respuesta, fue hacia la puerta–. En el cuarto de baño hay de todo, pero
estaré en la habitación de al lado si necesitas algo.
“¿Tú incluido?”, pensó Sungmin.
–Seguro que estaré bien –dijo.
–Buenas noches, entonces.
Sungmin, despejado tras descansar en
el avión, miró la habitación. Era grande y aireada, con el mismo estilo
hispánico del resto de la casa: suelos de terracota con mosaicos, alfombras de
colores y muebles de madera clara.
Le habría encantado darse una ducha,
pero le parecía imposible con las manos vendadas. En la habitación no había
televisión, ni nada con lo que distraerse. Sin otra cosa que hacer, fue a lavarse
como pudo y luego se tumbó en la cama para intentar dormir. Su madre siempre le
había dicho que podía hacer cualquier cosa que se propusiera, pero dormirse a
voluntad no era una de ellas.
Le entristeció pensar en su madre.
Había sido la única persona que entendía su necesidad de brillar con luz
propia. De ser independiente.
“Kyuhyun te entiende”. La idea entró
en su mente y lo transportó de vuelta a la cama del avión. Acurrucarse contra
su enorme cuerpo había sido... Sungmin sintió una contracción en la pelvis.
Había sido delicioso. Él era cálido y sólido. En comparación, esa cama le
parecía fría y vacía.
Se preguntó qué haría Kyuhyun si iba
a buscarlo desnudo. Irritado consigo mismo, se tumbó de espaldas y clavó la
vista en el techo. No sabía por qué no podía sacarse a ese hombre de la cabeza.
Ni por qué Joonsang no le afectaba ni
la mitad. Casarse con él resolvería sus problemas. Era el segundo en la línea
de sucesión de su país, así que entendía las presiones que sufriría como joven
rey. Y era amable y considerado. El perfecto caballero.
Pero no lo amaba y Joonsang tampoco a
él. Era posible que el amor surgiera, ocurría a menudo en los matrimonios
concertados. “Y otras veces no”.
–¡Oh, cállate! –le dijo Sungmin a la
insistente voz de su cabeza. Tendría que acostarse con él y eso sería “Incorrecto”–.
Sí, sí. Lo sé.
Hablarle a una habitación vacía no
iba a cambiar nada. Sintiéndose solo y vulnerable, Sungmin sintió la necesidad
de dejarle un mensaje a su padre. Pero no sabía dónde estaba su móvil. Sabía
que lo había tenido en la limusina. Tal vez los eficientes hombres de Kyuhyun
lo habían recogido.
En ese caso, lo habrían dejado en el
salón, o en la cocina, no habrían ido a su dormitorio a molestarle. Sungmin
decidió ir a echar un vistazo. De paso, se tomaría un vaso de leche templada.
Salió de la habitación y empezó a
andar, pero se detuvo cuando vio un triángulo de luz en el pasillo. Kyuhyun no
debía de haberse acostado. Fue hacia allí y cuando llegó a la puerta tuvo que
llevarse la mano a la boca para apagar un gritito.
Kyuhyun estaba en el centro de un
pequeño aseo, desnudo hasta la cintura, con la espalda cubierta de heridas y
moretones. Había un botiquín abierto sobre un banco, con gasas, algodones
manchados de sangre y unas tijeras. Una venda cubría su brazo izquierdo.
–Oh, Dios mío. Tiene un aspecto terrible.
Cuando había creído que una pared se
desplomaba sobre él, no se había equivocado, pero había sido Kyuhyun quien
había soportado el impacto. Sintiendo náuseas, Sungmin entró.
Kyuhyun se dio la vuelta. Sungmin,
sin detenerse a admirar su pecho, centró la vista en su espalda amoratada.
–Parece peor de lo que es –dijo él.
–Lo dudo –se llevó la mano a la
boca–. Kyuhyun, lo siento muchísimo.
Él, maldiciendo para sí, se inclinó
para recoger la camisa que había dejado caer al suelo.
–Ya te dije que no ha sido culpa tuya
–gruñó.
–Casi no –esbozó una sonrisa
forzada–. ¿Para qué es esta crema? –agarró el tarro y olisqueó.
–Es árnica. Un remedio natural que
calma el dolor de los cardenales.
–Así que, ¿eres capaz de sentir
dolor? –bromeó, sintiéndose fatal.
–No si puedo evitarlo.
–Date la vuelta –dijo, metiendo un
dedo en el tarro.
–Puedo hacerlo yo –Kyuhyun tragó
saliva.
Sungmin entendía su necesidad de
autosuficiencia. Él, en menor grado, también había decidido depender solo de sí
mismo, pero quería que Kyuhyun supiera que podía apoyarlo tanto como él le
había apoyado.
–Todo el mundo necesita a alguien, Kyuhyun.
–Yo no –su voz sonó ronca. Hueca.
–Claro que sí. Pero te da demasiado
miedo admitirlo. Ahora, date la vuelta, por favor.
–¿Te han dicho alguna vez que para
ser tan pequeño eres muy mandón? –dijo él, moviendo la cabeza con resignación
fingida.
–Creo que otro hombre me dijo algo
similar.
–¿Y que le ocurrió?
–Lo metí en mi mazmorra.
–Entonces será mejor que no te
irrite.
–Un tipo listo –rio–. ¿Quién lo
habría dicho?
Él frunció el ceño, pero sus ojos
caramelo chispearon con humor. Se dio la vuelta.
–Avísame si te hago daño.
–No me lo harás.
Sus ojos se encontraron en el espejo
y Sungmin supo que tenía razón. Si alguien salía herido de allí, sería él.
Ignorando ese pensamiento, se concentró en ponerle la crema con suavidad.
Sintió como se tensaba cuando lo
tocó. Él apoyó las manos en el lavabo, pero no dijo nada.
–¿No llevabas un chaleco protector?
–Funcionan mejor con la balas que con
las bombas. Pero aun así, duele cuando te disparan.
Era un hombre fuerte, que le había
protegido tan bien que solo podía quejarse de raspones en las manos y un
cardenal en la cadera.
Por suerte, no tenía las puntas de
los dedos vendadas y pudo ponerle la crema. Cuando llegó a la cintura, notó que
él empezaba a relajarse.
Y entonces le asaltaron otras
sensaciones. Sentir esa piel cálida bajo los dedos. Su tamaño. Estar tan cerca
de él que con moverse un centímetro podría apretarse contra su calor.
La lujuria se abrió como una flor.
Miró su rostro en el espejo y vio que tenía los ojos cerrados y los nudillos
blancos de aferrar el lavabo. Era como si Kyuhyun estuviera intentando mantener
el control. Como si sentir sus dedos lo estuviera afectando tanto como a él tocarlo.
Sin darse tiempo para pensarlo, se
inclinó y posó los labios en su espina dorsal. Olía a jabón y a la crema que su
piel había absorbido. Y a hombre. Sungmin inspiró profundamente, besando con
suavidad cada zona no herida de su espalda.
Kyuhyun era alto, mucho más que él, y
tuvo que ponerse de puntillas para llegar a la base de su cuello. Cuando posó
los labios allí, él se dio la vuelta con un gruñido y agarró su cintura.
Sungmin sabía que sus ojos mostraban
su excitación, pero no intentó ocultarla. Sabía que Kyuhyun nunca querría un
futuro con él, pero en ese momento le daba igual. Esa noche habían estado a
punto de perder la vida. Esa noche quería ser una persona normal con un hombre
que lo volvía loco.
–¿Qué estás haciendo, Sungmin?
–¿A ti qué te parece? –le sonrió–.
Quiero hacer el amor contigo, Kyuhyun –como un gato, Sungmin se arqueó hacia Kyuhyun,
consciente de que estaba tan excitado como él.
Cuando Kyuhyun siguió mirándolo, sin
moverse, se preguntó si se había equivocado. Si había malinterpretado la
química que había entre ellos. Pensaba en apartarse cuando él reclamó su boca.
Sungmin suspiró contra sus labios. Su
cuerpo conocía el de él. Lo deseaba. Llevaba semanas queriendo que lo tocara, y
tocarlo, y le pareció que su cuerpo se fundía con el suyo.
Tal vez le guiara la necesidad de
proximidad física en ese momento. Pero le daba igual. Nunca había deseado a un
hombre como a Cho Kyuhyun.
–Te deseo, Sungmin –su voz sonó
ronca–. Dios sabe que he intentando resistirme. Y he fracasado. Si no me paras
ahora, yo no seré capaz de parar.
Sungmin miró sus ojos, oscuros como
la noche. Sabía que le estaba enviando un mensaje. Le decía que no era el
hombre para él, por bien que se sintiera estando a su lado.
Tal vez habría sido más sensato hacer
caso de esa advertencia, apartarlo de sí. Pero su cuerpo se negaba a cooperar.
Algo en su interior percibía que lo necesitaba tanto como él a Kyuhyun, y ese
sentimiento era más fuerte que todo lo demás.
–No quiero que pares.
Esas palabras, cargadas de pasión
desataron algo en él. Kyuhyun olvidó el intenso dolor de su espalda y se centró
en la intensidad de su deseo por Sungmin. Solo por él.
Se había desmoronado al ver su
preocupación por sus lesiones. Ninguna pareja lo había tratado con tanta
ternura. Su cuerpo anhelaba más.
–Pon tus piernas en mi cintura –dijo,
con voz tan ronca que resultaba irreconocible. Kyuhyun deslizó las manos por
sus muslos, animándolo a rodear sus caderas con ellos.
–Odio que te pongas en plan macho
–rio, obedeciendo. Los párpados de Kyuhyun se volvieron pesados cuando sintió
su erección contra el abdomen.
–¿Prefieres que ponga las mías en las
tuyas?
Su risa se convirtió en un gemido
cuando lo movió para que se balanceara contra su erección, en el punto donde
más lo necesitaba. Él sintió una gran satisfacción al comprobar que podía darle
placer tan fácilmente.
Lo besó todo el camino hacia su
dormitorio, parando solo para encender la luz de la mesilla y tumbarlo sobre la
cama.
Eso era con lo que había soñado desde
la boda de Hyukjae. Con tener a Sungmin, ardiente por él. En su cama, excitado
y esperando a que le poseyera.
La voz en su mente, que le advertía
que lo deseaba demasiado, quedó silenciada por su ansia por marcarlo como suyo.
Olvidando todo refinamiento, le abrió la camisa de un tirón, sin preocuparse de
hacer saltar los botones.
–Necesito una ducha –gimió Sungmin.
Sus pezones ya estaban erectos, esperando su boca.
–No –él admiró la perfección de su
desnudez–. Me necesitas a mí.
Y él lo necesitaba. Tanto que casi
sentía dolor físico. Necesitaba estar en su interior y renunció a preguntarse
por qué.
Habría hecho falta un ejército para
apartarlo. Sintió el salvaje instinto de golpearse el pecho y atarlo a la cama
para que no se fuera nunca.
Kyuhyun se deshizo del pensamiento al
mismo tiempo que de sus vaqueros. Nada iba a impedir que lo hiciera suyo. Se
situó sobre él y mordisqueó suavemente su piel.
Sungmin deslizó las manos por sus
brazos, intentando que descendiera sobre él, pero se resistió. No iba a
apresurarse. Se situó sobre sus caderas, aprisionando sus piernas, y llevó las
manos a su pecho.
–Ya sé que odias que me ponga en plan
macho –dijo, cuando Sungmin intentó arquearse hacia él, sin éxito, pasó los
dedos por sus pezones, como al descuido, disfrutando de su gemido–. Así que,
cuando quieras, dime que pare.
–Tendría que... –Sungmin dejó de
respirar y se removió de nuevo. Kyuhyun sintió la pulsión de su erección, pero
se contuvo. Quería llevar la excitación al máximo, que ambos ardieran.
Sungmin bajó las manos por su pecho
hacia su erección, con expresión de poder y deleite.
–No, no –atrapó sus manos con una de
las suyas, las llevó por encima de su cabeza y besó su boca, dándose tiempo
para tentarla con su lengua.
–No volveré a hablarte si no entras
dentro de mí ahora mismo –afirmó.
–¿Qué me dices de esto? –preguntó él,
observando su boca mientras hacía girar uno de sus pezones entre pulgar e
índice.
Sungmin gimió de placer. Él soltó sus
muñecas y dedicó ambas manos a acariciar su pecho. Su cuerpo desnudo era extremadamente
erótico. Incrementó la presión, disfrutando de su deleite.
–Oh, eso. Oh, sí. No pares. ¡Kyuhyun!
Sungmin bajó las manos por su pecho y
su abdomen hasta que llegó a su erección y empezó a acariciarlo. Los vendajes
de las palmas de las manos estaban frescos, pero sus dedos ardían. Él se tragó
un gruñido y cerró los ojos, sin dejar de frotar sus pezones.
–Espera –aconsejó–. Sungmin, nene, si
sigues así, voy a perder el control –se apartó y sonrió al oír que su gemido de
protesta se transformaba en uno de alivio cuando capturó uno de sus pezones con
la boca.
Se removió bajo él y libero sus piernas para deslizar una mano entre sumiembro. Estaba ardiente, duro, tan cerca del clímax que notaba diminutos temblores. Metió sus dedos en su entrada para prepararlo, Sungmin dio un saltito por la sorpresa, pero no sintió dolor, se sentía tan preparado para recibir a Kyuhyun, que si no hubiera sentido tanto placer le habría dicho que parara. Aunque Kyuhyun pareció darse cuenta.
–Aún no, nene. Quiero estar dentro de
ti cuando llegues.
–No puedo evitarlo –gimió–. Me has
llevado demasiado lejos.
Introdujo el segundo apreciando la expresión de placer por parte de Sungmin mientras que lo preparaba e introdujo el tercero y Sungmin gritó de placer arqueando su espalda dejando al descubierto su cuello, el cual Kyuhyun no se resistió en probar y lo comenzó a besar mientras movía sus dedos en su interior. Sungmin no pudo aguantar mas, tratando de empalarse a sí mismo aquellos dedos que lo torturaban y a la vez le daban placer
–No, aún no –abrió sus piernas más y
se situó en el lugar adecuado–. Pero pretendo hacerlo.
Con una única y poderosa embestida, lo penetró profundamente. Sin detenerse un instante, Kyuhyun empezó a penetrarlo con movimientos poderosos, reclamando cada parte de su cuerpo. Sungmin gimió con desesperación, atrajo su rostro hacía sí y lo besó. El beso fue lento, pausado, su lengua invadió gentilmente su boca; el tiempo pareció detenerse donde no se oía nada mas que los latidos acompasados de sus corazones.
Kyuhyun sintió una primitiva satisfacción
mientras establecía un ritmo constante, curvando sus caderas contra las de él y
provocándole una oleada de espasmos sensuales. No se detuvo hasta que notó
que Sungmin se quedaba quieto, al borde del clímax. Se movió contra él,
sollozando mientras el orgasmo lo consumía. Sus contracciones internas lo
llevaron también a él hacia una liberación ardiente.
Kyuhyun abrió los ojos y supo de
inmediato que era tarde, algo que no le había ocurrido desde antes de sus días
en el ejército. Y entre sus brazos tenía a un joven que hacía que se retorciera
por dentro. Pensó en sus normas inflexibles: breve, dulce y sencillo. Solo una
había funcionado la noche anterior, y no había sido breve ni sencillo.
Alzó un mechón de su cabello y cerró
los ojos mientras inhalaba su fragancia, ignorando el dolor de los músculos de
su espalda.
También los había ignorado la noche
anterior. Había perdido la cuenta de las veces que habían hecho el amor, cada
vez eclipsando la anterior hasta un punto que había considerado imposible. Y no
había querido solo sexo. Sungmin le gustaba, le gustaba pasar tiempo con él,
observarlo, escucharlo, que lo retara. De alguna manera, había llegado a
significar más para él que ningún joven. Más de lo que podía permitirse.
–¿Qué hora es? –musitó Sungmin, acurrucándose
contra su hombro. Irresistible.
–¿He de suponer que no eres
madrugador? –preguntó él, sonriendo al ver sus ojos cerrados.
–No. ¿Y tú? –Sungmin se tumbó de
espaldas.
–Siempre –se apoyó en un codo–. De
hecho, siempre me despierto al amanecer, aunque haya pasado casi toda la noche
despierto. Creo que me estás ablandando.
–Espero que no –dijo, mirando su
cuerpo.
–Brujo –rio Kyuhyun contra su boca.
Sungmin entreabrió los labios y deseó poseerlo de nuevo.
“Recuerda las reglas”, se recordó. Esas
reglas que estaba rompiendo a toda velocidad. Se levantó de la cama y recogió
los vaqueros que había tirado en el suelo la noche anterior.
–¿Y si te vas despertando mientras
preparo algo de comer?
–Oh, Kyuhyun, tu espalda tiene muy
mal aspecto.
–Se curará –se puso una camiseta–.
¿Qué tal tus manos?
–¿Que?
–Tus manos –sonrió de medio lado al
ver sus ojos adormilados–. ¿Cómo están?
–Doloridas –dijo.
–Les echaré un vistazo después del
desayuno –prometió él. Agarró sus muñecas y besó los vendajes antes de pensarlo
mejor.
Sungmin
se detuvo en el umbral de la cocina y observó a Kyuhyun darle la vuelta a algo
en la sartén. Su cuerpo lo atraía como una llama a una polilla.
–¿Te vale la ropa? –preguntó él, como
si hubiera percibido su presencia.
–No se cae –Sungmin miró la camiseta
y los pantalones cortos. Kyuhyun le miró las piernas.
–Huevos, beicon y tomates. No es gran
cosa.
–No necesito nada especial –aseguró.
Al ver su sonrisa, Sungmin supo algo que
lo dejó paralizado: estaba enamorado de Kyuhyun.
Había intentado ignorar los
sentimientos que burbujeaban en su interior pero lo había amado desde la
primera noche. No podía negarlo.
–¿Estás bien?
Sungmin alzó la mirada del suelo y
descubrió que Kyuhyun lo observaba con el ceño fruncido.
–Muy bien –entró en la cocina como si
no acabara de hacer un descubrimiento que lo cambiaría para siempre. No podía
decírselo. El sentimiento era demasiado nuevo. Y estaba seguro de que él no
sentía lo mismo, así que sonrió.
–Ven aquí –lo atrajo y lo besó en la
boca.
–Los huevos se están quemando –musitó
él, queriendo algo de espacio para centrarse–. Sacaré el zumo de naranja
–volvió a sonreír.
–También he hecho café –le dijo Kyuhyun,
escrutándolo como si quisiera leer su expresión.
Pensando que el café despejaría el
caos de su mente, Sungmin abrió la nevera. Siempre había imaginado que se daría
cuenta de que estaba enamorado en un lugar romántico, o en la cama, en brazos
de su amante. Uno de ellos lo diría, sonreirían y compartirían el momento.
–Está ahí –Kyuhyun, desde detrás suyo,
sacó un cartón de zumo–. ¿Seguro que estás bien?
–Segurísimo –estaba seguro de que
quizá nunca volviera a estar bien. Kyuhyun no querría su amor. No quería el
amor de una pareja. Si le decía lo que sentía, posiblemente echaría a correr.
Sungmin colocó los pies en una silla
y sujetó la taza de café con las dos manos. Habían decidido comer fuera, junto
a la piscina. La vista era magnífica, pero apenas le había prestado atención.
–¿Por qué te uniste al ejército?
–preguntó, intrigado por las historias que le había contado sobre el tiempo que
había pasado con Hyukjae.
–No se me ocurría nada mejor que
hacer –Kyuhyun apartó el plato y agarró su taza de café.
–¿En serio? –no creía que un hombre tan
inteligente hubiera tomado una decisión como esa a la ligera. Supuso que tenía
que ver con su necesidad de proteger a quienes lo rodeaban. Como a su hermano y
a su padre–. ¿Nada más?
–No me creas una especie de héroe, Sungmin,
porque no lo soy –dijo él, como si le hubiera adivinado el pensamiento.
Sungmin notó su tensión y se preguntó
si se debía a que era la primera pregunta personal que le hacía desde la noche
que había hablado de su familia. Miró hacia los acantilados y los arriates de
flores que descendían en cascada hacia una laguna.
–La vista es increíble. ¿Toda la isla
es así de bella? –preguntó para aclarar el ambiente.
–El otro lado recibe viento del
Atlántico, así que es más árida, pero básicamente sí.
–¿Vienes a menudo?
–No tanto como me gustaría.
–Es muy relajante –Sungmin suspiró–.
Si pudiera, me quedaría aquí para siempre.
–Es más peligrosa de lo que parece.
Esa bahía está bastante protegida, pero a veces hay olas de siete metros y las
playas se llenan de algas.
Su tono de voz era más áspero de lo
habitual y Sungmin sospechó que le estaba advirtiendo que no se enamorara de
él. Demasiado tarde e innecesario. No iba a perseguirlo ni a acosarlo.
–Hablando de para siempre, anoche no
utilizamos protección.
Esa era la causa de su tensión. A Sungmin
se le encogió el corazón. Ni siquiera lo había pensado.
–Veo que te ha impactado –recogió los
platos y los cubiertos–. Si estuvieras embarazado, eso cambiaría las cosas.
Era cierto que la información lo
había impactado, sobre todo porque la idea no le hacía nada infeliz. De hecho
la idea de llevar un hijo suyo dentro le encantaba. Pero no estaba dispuesto a
admitirlo mientras veía su expresión tormentosa.
–¿Qué quieres decir? –su esperanzado
corazón se aceleró mientras esperaba que le declarara su amor. Que le pidiera
que se casase con él.
–Tendrías que cancelar cualquier plan
de boda con el príncipe de Triole, para empezar.
Sungmin lo miró atónito. Él creía que
iba a casarse con Joonsang y, aun así, se había acostado con él. Controlando a
duras penas su ira, alzó una ceja.
–¿Y eso?
–Tendrías que casarte conmigo.
–¿Contigo? –la respuesta lo
desequilibró–. Ya te he dicho que no me casaría sin amor.
–¿Ni siquiera por un hijo?
Se sonrojó. No iba a atrapar así a un
hombre que, obviamente, quería ser libre.
–Preferiría ser padre soltero.
–Como no pienso como tú, reza por no
estar embarazado –lo miró con fijeza–. Porque si lo estás, te casarás conmigo, Sungmin.
ASDKFA FUCK !!!
ResponderEliminarlo lei en el foro y no pude evitar releerlo XDXDD !! este capitulo es TAN EXITOSO !!
dasdasda ya quiero conti !! gracias por tu actu unnie !
Ja
ResponderEliminartodo eso fue plan con maña,kyuhyun quiere amarrar a sungmin a el,y que mejor que un hijo,y asi terminan en boda y juntos,vaya que a kyuhyun le gusta complicarse la vida.
a ver que piensa sungmin cuando llegue a esa conclusion.
Kyu babooo admite que te gusta h hxydcycyc
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