Donghae no podía creerlo. Lo había
encerrado. Y aunque había pasado la noche golpeando la puerta, hasta ceder por
puro agotamiento, nadie había acudido a abrir. Hacía ya horas que había salido
el sol y seguían sin hacerle caso. ¿Cómo podía Yunho hacerle algo así, cuando
él había desafiado las órdenes de su esposo tan sólo para hacerle saber que
estaba bien?
Ahora lamentaba haber oído su voz, la noche
anterior, discutiendo a gritos con su esposo en el vestíbulo de la planta baja.
Eso le había hecho salir de su cuarto, con todas las intenciones de correr
hacia su hermano.
Pero antes de llegar a la escalera oyó que
Hyukjae se negaba a permitir que Yunho lo viera. Entonces comprendió que, si
bajaba para unirse al grupo, sólo conseguiría enfurecer a su esposo un poco
más. Creyéndose muy astuto decidió escabullirse una vez más por la puerta
trasera y aguardar a que Yunho saliera. Porque saldría, sin lugar a dudas. La
negativa de Hyukjae había sido más que explícita.
Cuando Yunho salió de la casa como un
ventarrón, Donghae estaba esperándolo frente a la puerta. Quería asegurarle que
estaba bien, que no debía preocuparse más por él. No había previsto que él lo
arrojara al interior de su carruaje para llevárselo. ¡Demonios, por qué no se
le habría ocurrido a Hyukjae encerrarlo bajo llave! Eso le habría ahorrado el
pánico de encontrarse ahora en el barco de Yunho; y éste tenía intención de
llevárselo de vuelta a Connecticut, sin importarle lo más mínimo que él no
quisiera regresar allí.
No escuchaba nada de cuanto decía. Donghae había
llegado a temer que ocultara a sus otros hermanos su presencia en el barco.
Descubrió que se equivocaba cuando Jaejoon
entró en el camarote.
—¡Gracias a Dios! —fueron las primeras
palabras de Donghae, pues era el único de la familia que no se dejaba obnubilar
por el mal genio.
—Eso mismo digo yo, tesoro —Jaejoon le
ofreció un abrazo que él se apresuró a aceptar —. Ya habíamos perdido las
esperanzas de encontrarte.
—No, no me refería a eso. —Donghae se echó
hacia atrás para preguntar —: ¿Sabíais que Yunho me tenía encerrado?
—Nos lo mencionó anoche, cuando volvió al
hotel y nos contó lo ocurrido.
Donghae se deshizo del abrazo bruscamente.
—¡Y me habéis dejado toda la noche aquí!
—Cálmate, bonito. No tenía sentido abrirte
antes. Al fin y al cabo, no ibas a ir a ninguna parte.
—¡Cómo que no! —exclamó él, furioso,
precipitándose hacia la puerta — ¡Me voy a casa ahora mismo!
—Creo que no, Hae. —Era Hyunjong quien
había aparecido en el vano de la puerta, cortándole efectivamente la salida —
Bueno —comentó a Jaejoon —, tiene buen aspecto, ¿no? Sin moretones,
enrabiado...
Donghae se sentía lo bastante furioso como
para gritar, pero aspiró hondo, una y otra vez, y luego preguntó con voz
completamente tranquila.
—Supongo que Yunho no os dijo que no
necesitaba que me rescataran. ¿Me equivoco? Olvidó mencionar que estoy
enamorado de mi esposo. ¿Es por eso lo que ninguno de vosotros se ha molestado
en abrirme esa maldita puerta hasta ahora?
—No habló de amor, no —reconoció Jaejoon —.
Francamente, dudo que te haya creído. Pero dijo que exigías ser devuelto a tu
esposo, eso sí. Lo atribuye a una lealtad mal entendida, debido a que vas a
tener un hijo de ese hombre. A propósito, ¿cómo te sientes?
—Estoy... ¿Cómo lo habéis sabido?
—Kim se lo dijo a Yunho, desde luego; era
uno de sus motivos para retenerte.
¿Sus motivos? Probablemente era el único, y
Donghae habría debido adivinarlo. Pero estaba medio convencido de que Hyukjae no
le había oído decir lo del bebé, puesto que nunca mencionaba el tema.
Donghae fue a sentarse en la cama, tratando
de escapar a la tristeza que amenazaba con adueñarse de él. No podía dar
importancia a los motivos. El amor que sentía por Kim bastaba para los dos. Y mientras
él quisiera conservarle, Hae querría permanecer junto a él. Eso solucionaba el
problema. Y siendo así, ¿por qué no se sentía mejor?
Jaejoon le sobresaltó al sentarse a su
lado.
—¿Qué he dicho para afligirte tanto, Donghae?
—Nada... todo. —Era de agradecer que su
hermano le permitiera distraer la mente, olvidar que Hyukjae no lo amaba. ¡Oh,
los hombres! Sus hermanos estaban mostrándose demasiado despóticos —. ¿Te
importaría decirme qué hago aquí?
—Todo es parte del plan, Hae.
—.¿Qué plan? ¿Para volverme loco?
—No. —Jaejoon rió entre dientes —. Para que
tu esposo sea razonable.
—No comprendo.
—¿Dejaría que Yunho te visitara? —preguntó Hyunjong.
—Bueno, no.
—¿Crees que cambiaría de idea al respecto?
—agregó Jaejoon.
—Bueno, no, pero...
—Es preciso hacerle ver que no puede
aislarte de nosotros, Hae.
Los ojos del joven echaron chispas.
—¿Y pretendéis llevarme hasta casa sólo
para darle una lección? —exclamó.
Jaejoon sonrió ante tanta indignación.
—Dudo que sea necesario llegar tan lejos...
—Pero si cree que...
Hyunjong no consideró necesario agregar
detalles. No hacía falta. Donghae suspiró.
—No conocéis a mi esposo. Con todo esto
sólo conseguiréis enfurecerlo.
—Tal vez. Pero te aseguro que dará
resultado.
Él lo dudaba, pero no quiso discutir.
—¿Y por qué Yunho no me explicó nada
anoche?
Hyunjong resopló antes de responder.
—Porque nuestro querido Yunho nunca estuvo
de acuerdo con el plan. Tiene toda la intención de llevarte a
casa con
nosotros.
—¿Qué?
—Pero no te preocupes por Yunho, querido
—le tranquilizó Jaejoon—. Tardaremos al menos una semana en zarpar. Tu esposo
aparecerá mucho antes de eso para arreglar de una vez este asunto.
—¿Una semana? ¿Habéis venido tan lejos para
quedaros tan poco tiempo?
—Volveremos —rió Jaejoon —. Y con bastante
regularidad, según parece. Seunghun ha decidido que, si estamos aquí, bien
podemos sacar provecho al rescate. En este momento ha ido a negociar futuras
operaciones comerciales.
Donghae se hubiera echado a reír, pero
estaba demasiado inquieto.
—Me alegro mucho de saberlo, pero yo no
necesitaba que me rescataran.
—Es que no lo sabíamos, querida. Nos
moríamos de preocupación, sobre todo porque Kyujong y
Hyunjong no te vieron muy
satisfecho de partir con Kim.
—Pero ahora sabéis que todo va bien. Yunho debería
renunciar.
—Yunho es difícil de entender en el mejor
de los casos, pero en éste... ¿Acaso no sabes, Hae, que eres el único joven por
quien siente algo?
—¿Vas a decirme que ha renunciado a los
jóvenes, Jaejoon ? —replicó cínico Hae.
—No me refería a ese tipo de sentimientos,
sino a los tiernos. Creo que, en realidad, le molesta tenerlos de cualquier
tipo. El querría ser completamente duro de corazón, pero ahí estás tú para
conmoverlo.
—Jaejoon tiene razón, Hae —agregó Hyunjong —.
Dice Kyujong que nunca vio tan alterado a Yunho como cuando llegó a casa y se
enteró de que te habías embarcado rumbo a Inglaterra.
—Luego llegó Kim, y él se sintió incapaz de
protegerte.
—¡Pero eso es absurdo! —protestó el joven.
—La verdad es que no. Yunho se toma muy a
pecho tu bienestar, tal vez más a pecho que ninguno de nosotros, porque tú eres
el único joven que le interesa. Si tienes eso en cuenta, no te sorprenderá la
hostilidad que manifiesta hacia tu marido, sobre todo después de lo que ese
hombre hizo y dijo al presentarse en Bridgeport.
—¿Por qué se empeñó aquella noche en destrozar
tu reputación, Hae? —preguntó Hyunjong, curioso.
Hae hizo una mueca de disgusto.
—Se sentía desdeñado porque me embarqué
contigo sin despedirme de él.
—¿Estás bromeando? —dijo Jaejoon —. No me
pareció un hombre capaz de llegar a tales extremos por una venganza caprichosa.
—No hago sino repetirte lo que él me dijo.
—¿Por qué no se lo preguntas otra vez? Es
probable que te dé una excusa muy diferente.
—Prefiero no hacerlo. No sabéis cómo se
enfurece cuando se le menciona aquella noche. Después de todo, lo
estrangulasteis, lo obligasteis a casarse, le confiscasteis el barco y lo
encerrasteis en un sótano con intención de ahorcarlo. No me atrevo siquiera a
mencionar vuestros nombres delante de él. —Al decir todo eso, Donghae comprendió
que el plan de sus hermanos no tenía la menor posibilidad de dar resultado —.
No va a cambiar de idea, lo sabéis bien. Lo más probable es que venga con toda
su familia y destroce este barco.
—Bueno, esperemos que no llegue a tanto.
Después de todo, somos hombres razonables.
—Yunho no —apuntó Hyunjong, sonriendo.
—Hyukjae tampoco —añadió Donghae, con el
ceño fruncido.
—Pero me gustaría pensar que el resto de
nosotros sí —replicó Jaejoon —. Ya arreglaremos esto, Hae, te lo prometo.
Aunque sea preciso recordar a tu Hyukjae que él fue el primero en abrir fuego
en esta absurda guerra.
—Eso lo volverá muy cordial, sin duda.
—¿Se ha puesto sarcástico? —preguntó Hyunjong
a Jaejoon
—Se ha puesto difícil —corrigió Jaejoon
—¡Y tengo mi derecho! —contraatacó Donghae,
colérico —. ¡Que me secuestren mis propios hermanos no es algo que ocurra todos
los días!
Jaejoon y Hyunjong habían logrado convencer
a Donghae para que permaneciera en el camarote, a fin de no verse obligados a
encerrarlo de nuevo bajo llave. Una hora después, el joven empezaba a
preguntarse por qué acepaba aquel loco plan, si sabía perfectamente que no
surtiría buen efecto en un temperamento tan imprevisible como el de Hyukjae. No
era posible obligarlo a hacer algo contra su voluntad y pretender que él lo
aceptara cordialmente. Lo más probable era que se empeñara en prohibirle
visitar nunca más a su familia... suponiendo que recuperara a su esposo,
posibilidad que, por el momento, se le antojaba muy remota. Después de todo,
los hermanos Lee también podían ser tozudos.
—¿Qué hacía allí, esperando que las
circunstancias determinaran su futuro, cuando le bastaba desembarcar
subrepticiamente del Tvqx y volver junto a Hyukjae? Después de todo, sería
fácil hallar un coche de alquiler en el puerto. Y aún tenía los bolsillos
repletos de dinero que Sungmin y Heechul le habían obligado a aceptar al
enterarse de que Hyukjae lo mantenía deliberadamente sin fondos. Por otra
parte, su marido podía haber cambiado de idea, al demostrarle él lo decidido
que estaba a continuar contactando con su familia. Al fin y al cabo, la noche
anterior no habían tenido oportunidad de discutirlo. La autoritaria actitud
de Yunho
podía haber arruinado todos los progresos que hubiera logrado con los riesgos
que había corrido.
Fastidiadoo por haber permitido que sus
hermanos decidieran de nuevo por él, iba hacia la puerta cuando ésta se abrió. Hyunjong
anunció, con una sombría expresión.
—Será mejor que subas. Ya está aquí.
—¿Hyukjae?
—En persona. Y Yunho está furioso, porque Kim
logró subir a bordo pese a que tenía a toda la tripulación vigilando para
impedírselo. —Hyunjong sonrió de oreja a oreja, pese a lo grave de la situación
—.
Probablemente, nuestro hermano suponía que Hyukjae vendría con todo un
ejército, todos esperaban algo parecido. Pero tu inglés parece carecer de miedo
o de inteligencia, porque ha venido solo.
—¿Dónde está Jaejoon?
—lo siento, querido; nuestro mediador fue a
reunirse con Seunghun.
Al oír eso, Donghae no perdió más tiempo.
Probablemente aquellos dos ya se habían matado entre sí, puesto que no estaba Jaejoon
allí para dominar el carácter de Yunho. Pero cuando salió a cubierta sólo llegó
a sus oídos la voz de Yunho, que ordenaba a Hyukjae que saliera de su barco.
Desde luego, eso no significaba que no fuera a haber violencia. Yunho estaba en
el alcázar, aferrado a la barandilla, con el cuerpo tenso y una torva expresión
en sus facciones. Hyukjae dio unos pocos pasos por cubierta, pero una cerrada
fila de marineros apareció para bloquearle el paso.
Donghae echó a andar directamente hacia Hyukjae,
pero Hyunjong lo retuvo para empujarlo hacia el alcázar.
—Probemos primero el plan, Hae. ¿Qué daño
puede hacer? Además, no te dejarán reunirte con él. Tienen órdenes que sólo Yunho
puede revocar. Si quieres hablar con tu esposo, ya sabes a quién debes pedir
permiso... a menos que estés dispuesto a dialogar a gritos con él.
Y Hyunjong lo decía sonriendo. Se divertía
con todo eso, el muy sinverguenza. Donghae no, y tampoco los demás; Hyukjae,
menos que nadie. Por fin pudo verlo claramente desde el alcázar; parecía un
demonio enfurecido.
Y así se sentía Hyukjae, aunque el joven no
lo supiera. Al despertar, con un horrible dolor de cabeza, descubrió que se
había dormido en el salón, justo con sus seis compañeros de borrachera. Se
disponía a enfrentarse a su esposo cuando descubrió que había desaparecido de
nuevo. Y eso no lo puso de muy buen humor. Lo único grato de la mañana era que
ya sabía dónde estaban atracados los tres barcos de la Mokpo. Y el primero que
abordó era, justamente, aquel en que su esposo estaba escondido. Y que
estuviera escondido allí no era lo peor, sino que, sin duda alguna, estaba
dispuesto a irse con sus hermanos. De lo contrario, ¿qué hacía allí?
Donghae no podía saber a qué conclusiones
había llegado Hyukjae, pero tampoco importaba. De cualquier modo, debía poner
fin a aquella situación antes de que se desbocara, cualquiera que fuese el
destinatario de la furia de su esposo.
—Por favor, Yunho... —comenzó, deteniéndose
a su lado.
El ni siquiera lo miró.
—No te metas en esto, Hae —fue todo lo que
dijo.
—Imposible. Es mi esposo.
—Eso puede rectificarse.
El joven apretó los dientes ante tamaña
obstinación.
—¿Escuchaste algo de todo lo que te dije
anoche?
Pero Hyukjae ya había reparado en él, y se
le oyó bramar:
—¡Donnie! ¡No te irás a ninguna parte!
Oh, por Dios. ¿Tenía que mostrarse tan
arbitrario? ¿Cómo razonar con Yunho, si Hyukjae se plantaba allí abajo, con
exigencias tan belicosas? Y Hyunjong tenía razón. Si quería hablar con él
tendría que hacerlo a gritos. Y de ese modo, ¿cómo decir nada personal? Aún
cuando lograra que Hyukjae cediera, a juzgar por lo que Jaejoon decía y por lo
que él mismo estaba viendo, Yunho no le permitiría reunirse con su esposo. Si
sus otros hermanos no estaban allí para respaldarlo, no había modo de solucionar
el asunto. Hyunjong no era capaz de convencer a Yunho, de modo que no le
serviría de nada.
Había dejado pasar mucho tiempo sin
contestar a Hyukjae. El comenzó a pensar que la solución de todo aquello estaba
únicamente en sus manos... o en sus puños. Ya había derribado a dos marineros
cuando
Yunho gritó:
—¡Arrojadlo por la bor...!
Donghae lo enmudeció momentáneamente
clavándole un codo en las costillas. La furia centelleante que le brillaba en
los ojos confundió a su hermano por un momento más. Y Hae estaba furioso de
verdad, no sólo con él, sino también con Hyukjae. ¡Condenados idiotas! ¿Cómo se
atrevían a ignorar por completo su voluntad, como si no fuera el futuro de él
el que allí se jugaba?
—¡Basta ya, Kim Hyukjae! —gritó hacia
abajo, en el momento en que otro marinero salía despedido por los aires.
—¡Baja de ahí, Donnie!
—¡No puedo! —repuso Donghae. Quería agregar
“Todavía no”, pero él no le dio tiempo.
—¡Lo que no puedes hacer es abandonarme!
James cayó hacia atrás. Aún quedaban seis
marineros para hacerle frente, pero eso no parecía amedrentarlo en absoluto,
para mayor furia de Donghae. El necio iba a lograr que lo arrojaran al río.
Tal vez lo hiciera él mismo. Empezaba a
estar harto de que le ordenaran qué hacer y qué no hacer.
—¿Y por qué no puedo abandonarte?
—¡Porque te amo!
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